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Full text of "Obras poéticas de la Señora Doña Isabel Prieto de Landázuri [microform] : coleccionadas y precedidas de un estudio biográfico y literario"

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OBRAS  POÉTICAS 


DE  LA  SEÑORA 


Mi  isil  piio  i  mwm 


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COUECCIONADAS  Y  PRECEDIDAS  DE  UN  ESTVDia         y v 
BIOeRAFICO  Y  lilTEBABIO.  :.x^U:^- 


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JOSÉ   MARÍA   VIGIL 


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Primera  j)arte.— Composiciones  líricas. 


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MÉXICO     "X^^^ 

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IMPRENTA  Y  LITOGRAFÍA  DE  I.  PAZ. 
2  *  de  la  Independencia  núm.  2, 


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1883. 


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liA  SESOBA 


6.  ISABEL  PRIETO  DE  UNDAZURI 


Estudio  biográfico  y  literario,  leido  en  la  Academia  If  exicana  per 
,  el  individuo  de  número  JOSÉ  MASÍA  VIGIL. 


•  ♦ 


.EÑORES  ACADÉMICOS: 


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Grande  es  la  deuda  que  contraje  para  con  vosotros 
desde  que,  por  uno  de  esos  actos  que  reconocen  como 
principal  origen  la  benevolencia  propia  dealmasnobles, 
tuvisteis  á  bien  admitirme  en  vuestro  seno,  concedién- 
dome el  honrosísimo  título  de  individuo  de  esta  sabia 
Corporación.  Desde  entonces  me  consideré  obligado  á 
dar  pública  muestra  del  hondo  sentimiento  de  gratitud 
que  en  lo  intimo  de  mi  corazón  dejasteis  impreso,  re- 
solviéndome, en  cuanto  de  mis  débiles  fuerzas  depen- 
diese, á  cooperar  en  las  amenas  y  fructíferas  tareas  que 
os  imponen  vuestros  deberes  académicos.  Asaltóme, 
empero,  el  natural  temor  que  inspira  la  conciencia 


IV  OBRAS  POÉTICAS 


sji* 


de  la  propia  flaqueza  ante  el  arduo  empeño  de  una 
obra  superior,  siii^n^imyarisido  parte  íi  tranquilizar- 
me el  convencimiento  de  que  la  buena  voluntad  suple, 
hasta  cierto  punto,  la  falta  de  aptitud;  y  el  silencio  ha- 
bría indudablemente  sellado  mis  labios,  si  no  hubiese 
venido  á  alentarme  el  a^oyo  de  A?'uestra  indulgencia, 
inseparable  compafter^i  (Jel,  v^rdaíjero  .mérifp.  Fiado 
en  ella,  eolicito  muestra  atención  íifecia  el  presente  tra- 
bajo, en  que  lo  interesante  del  asunto  suplirá,  así  lo 
espero,  lo  desaliñado  del  discurso. 

Destácase  en  el  cielo  literario  de  nuestra  época  co- 
lonial una  figura  apacible,  llena  de  gracias  y  de  encan- 
to, que  después  de  200  años  tiene  todavía  la  virtud  de 
fascinar  al  lector,  consagrado  á  investigar  los  miste- 
rios de  aquella  alma  encerrada  en  el  cuerpo  de  una 
mujer  hermosa,  que  diciendo  adiós  á  la  vida  cuando 
todo  parecía  sonreirle,  corrió  á  sepultarse  en  un  claus- 
tro, desde  donde  las  creaciones  de  su  privilegiada  inteli- 
gencia y  los  tiernos  sentimientos  de  su  apasionado  co- 
razón, se  escapaban,  como  á  pesar  suyo,  á  manera  de 
los  perfumes  que  inconscientemente  derrama  la  vio- 
leta, y  que  denuncian  su  presencia  por  más  que  se  es- 
conda bajo  el  verde  follaje  que  la  sustrae  á,  las  abra- 
sadoras caricias  del  astro  del  dia.  Sor  Juana  Inés  de 
la  Cruz,  que  ha  dado  asunto  para  el  teatro  y  para  la 
leyenda,  que  ha  sido  objeto  de  pacientes  estudios  para 
el  erudito,  es  esa  figura  noble  y  simpática  sobre  quien 
las  musas  derramaron  todos  sus  tesoros,  pasando  or- 
nada á  la  posteridad  con  la  doble  aureola  de  la  ciencia 
y  de  la  poesía.  »• 

Gemela  de  ese  genio  peregrino,  de  esa  criatura  ex- 
cepcional, ha  pasado  en  nuestro  siglo  y  en  nuestros 


:;'^ 


DE  ISABEL  PRIETO. 


dias  otra  mujer,  atravesando  el  turbio  cielo  de  nues- 
tras guerras  civiles,  como  meteoro  de  luz  purísima 
que  deja  tras  sí  una  brillante  estela,  huella  indeleble 
de  su  tránsito  por  la  tierra.  Cuando  más  irritadas  ru- 
gían las  pasiones  vivamente  aguijoneadas  poj  luchas 
fratricidas;  cuando  el  aliento  impuro  de  la  discordia 
penetraba  hasta  los  serenos  dominios  de  la  literatura 
en  busca  de  arjuas  de  combate,  tornando  á  menudo 
en  clava  de  Hércules  la  dorada  lira  de  Apolo;  cuando 
se  explotaban  los  tesoros  de  nuestra  riquísima  lengua, 
que  parece  hecha  para  expresar  las  efusiones  armóni- 
cas de  almas  templadas  en  el  fuego  de  un  amor  subli; 
me,  eri  traducir  acentos  implaqables  de  ira  y  de  ven- 
ganza, en  revestir  de  formas  aterradoras  los  sombríos 
pensamientos  que  brotaba  la  hornaza  de  los  odios  po- 
líticos, se  dejó  oir  como  eco  lejano  de  mansión  desco- 
nocida una  voz  dulcísima,  impregnada  en  los  aromas 
misteriosos  del  sentamiento,  cual  si  viniese  á  recordar 
á  Ips  corazQnes  pjjofun4ampnt^:lastimados  por  la  mano 
de  dolorosa  realidad,  que  más  allá  de  la  nublada  at- 
mósfera agitada  por  las  tempestades  revolucionarias, 
se  extiei^den  las  espléndidas  regiones  del  infinito,  en 
donde  viven  inagotables  y  eternas  las  fuentes  de  la 
verdad  y  la  belleza,  que  impresas  llevamos  en  el  alma 
como  promesa^  infalibles  de,  nuestro  destino  futuro. 
..  Esa  mujer,  señores^  esa  gjoria  de  nuestras  letras, 
honra  de  su  sexo  y  .ornamento  precioso  de  la  sociedad 
mexicana,  fué  la  Sra.  D*  Isabel  Prieto  de  Landázu- 
ri,  que  aunque  nacida  en  España,  fué  traida  á  nuestro 
suelo  en  edad  bien  temprana,  pudiendo  decir  que  nos 
pertenece  por  completo,  pues  mexicanas  fueron  las  in- 
fluencias bajo  las  cuales  maduraron  su  corazón  y  su 


yf.^ 


VI  OBRAS  POÉTICAS 


inteligfencia.  *  Esa  aptitud  prodigiosa  que  la  ciencia 
no  explica,  y  que  los  antij^uos,  por  intuición  tal  vez 
no  lejana  de  la  realidad,  consideraban  como  inspira- 
ción de  seres  superiores,  se  manifestó  de  un  modo 
enérgico  en  la  Sra.  Prieto  desde  los  primeros  años  de 
su  vida,  prefiriendo  leer  los  poetas  y  ensayar  compo- 
siciones en  verso  sobre  diversos  asuntos,  á  los  juegos 
infantiles  y  á  las  fútiles  distracciones  que  llenan  el  al- 
ma de  las  jóvenes  cuando  se  revelan  los  instintos  de 

la  mujer  en  los  primeros  albores  de  la  adolescencia. 
No  se  crea  por  esto  que  aquella  alma  privilegiada 

que  parecía  encontrar  estrecha  su  prisión  corpórea, 
que  ineciéndose  en  sueños  de  vaguedad  indefinible  se 
dejaba  llevar  en  alas  de  una  melancolía  dulce  y  vapo- 
rosa cuya  causa  era  un  misterio  á,  sus  propios  ojos,  de- 
generase en  estado  morboso  viciando  su  carácter  con 
manías  que  la  sana  razón  condena.  Nó;  si  el  exquisi- 
to instinto  de  un  desarrollo  moral  superior  á  sus  años 
la  hacia  replegarse  dentro  de  sí  misma  huyendo  todo 
contacto  que  pudiera  mancharla;  si  su  ardiente  ima- 
ginación buscaba  la  soledad  para  entregarse  libremen- 
te á  las  graciosas  fantasías  que  la  poblaban,  nunca 
llegó  á  perder  el  sentido  práctico  d«  la  vida;  jamas 
descuidó  los  deberes  de  hija  tierna  y  hermana  cariño- 
sa; su  ardoroso  empeño  para  enriquecer  sú  inteligen- 
cia con  el  estudio,  no  le  liizo  olvidar  las  labores  pro- 
pias de  su  sexo;  y  más  tarde,  cuando  los  lazos  del 
matrimonio  la  hicieron  entrar  de  lleno  en  el  período 
más  importante  «y  serio  de  la  existencia;  sin  abando- 
nar los  hábitos  de  una  vida  estudiosa;  sin  dejar  la  plu- 
ma que  fué  siempre  el  instrumento  dócil  de  su  inspi-  " 

1  Véase  el  Apéndice  núm.  1. 


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DE  ISABEL  PRISTO.  Vil 


ración,  cumplió  con  ejemplar  solicitud  las  sagradas 
obligaciones  que  1«  imponia  su  carácter  de  esposa  y 
de  madre,  siendo  lo  que  debe  ser  la  mujer  que  com- 
prende su  destino  providencial:  el  genio  vigilante  del 
hogar  que  labra  la  dicha  de  su  consorte,  y  prepara  el 
porvenir  en  los  hijos  que  le  ha  confiado  el  cielo.        '• 

Esto  explica  la  índole  especial  de  las  composiciones 
de  la  Sra.  Prieto:  de  naturaleza  puramente  subjetiva 
en  la  primera  época,  cuando  el  alma  parece  vivir  de 
Su  propia  actividad,  cuando  el  sentimiento  domina  to- 
das las  funciones  psicológicas;  envuelta  en  la  inñoen- 
cia  seductora  del  romanticismo  que  á  la  sazón  se  hacia 
sentir  en  todas  las  manifestaciones  de  la  literatura  y 
del  arte,  ensayando  los  primeros  pasos  por  sendas  des- 
conocidas; no  poseyendo  aún  la  cdhciencia  de  la'ftier- 
za  individual,  los  primeros  versos  de  nuestra  poetisa 
reflejan  ese  estado  de  vaguedad,  de  indecisión,  de  tris- 
tezas indefinidas,  en  qué  se  llora  sin  saber  por  qué,  en 
que  hay  algo  como  misteriosa  alianza  de  presentimien- 
tos y  recuerdos  que  luchan  por  tomar  forma  en  el  mol- 
de flexible  de  uti  corazón  abierto  á  todas  las  impresio- 
nes. No  es  eáta  ocasión  de  detenerme  en  el  examen  db 
los  méritos  ó  defectos  del  romanticismo;  paréceme, 
sin  embargo,  conducente  á  mi  propósito  recordar  las 
siguientes  palabras  de  un  gran  filósofo,  que  determi- 
nan, á  mi  entender,  con  suficiente  exactitud,  la  natu- 
raleza y  carácter  dé  esa  escuela  literaria: 

nEl  arte,  dice  Hegel,  sin  los  materiales  que  la  in- 
teligencia proporciona,  na  hace  más  que  producir  la 
imagen  grosera  de  las  formas  físicas,  ó  representar 
abstracciones  morales.  Tal  es  el  carácter  del  arte  sirñ- 
bólico.  En  el  arte  clásico,  por  el  contrario,  el  espíritu 


_ .  la^ifS,. 


VIII  OBRAS  POÉTICAS 


es  quien  constituye  el  fondo  de  la  representación;  la 
naturaleza  ofrece  solo  la  forma  exterior.  Bajo  esta  for" 
ma  es  como  el  arte  alcanza  su  mas  alto  grado  de  per* 
facción,  verificando  la  unión  de  la  forma  y  de  la  idea, 
idealizando  la  naturaleza  para  hacer  de  ella  una  imá- 
gen  fiel  de  sí  misma.  De  esta  manéj'a,  el  arte  clásico 
fué  la  perfecta  representación  del  ideal,  el  reinado  de 
la  belleza;  pero  el  espíritu  no  puede  hallar  realidad 
que  le  corresponda  sino  en, su  mundo  propio,  es  decir, 
en  el  mundo  interior  de  ]a  coneijencia:  solo  allí  es  don- 
de goza  del  sentimiento  de  m  naturaleza  infinita  y  de 

su  libertad.  :<  .      vr.>     •:  .  r^    t' 

uEste  desarrollo  del  espíritu  que  se  eleva  hasta  sí 

njismo,  que  encuentra  en  sí  lo  que  antes  buscaba  en 
ej  ppndo  sensible;. «n  una  palabra,  que  se  siente  y  se 
conoce  en  esa  armonía  íntima  qo^sigo  mismo,  consti- 
tuye ^1  principio  fundamental  del  arte  romántico. 
Consecuencia  necesaria  es,,  empero,  que  en  este  últi- 
mo período  del  desarrollo  de^  arte,  1^.  belleza  del  ideiil 
dásico,  es  decir,  la  belleza' bajo  la  forma  mas  perfecta 
y  en  su  esencia  mas  pura,  no  sea  ya  lo  supremo;  por- 

t>  el  espíritu  siente  entonces  que  §u  verdadera  na- 
aleza  no  consiste  en  abso^berae  en  la  forma  corpó 
rea:  comprende,  por  el  contrario,  que  es  propio  de  su 
esencia  abandonar  la  realidad  exterior  para  replegar- 
se sobre  sí  mismo,  y  la  declara  incapaz  de  represen- 
tarle. Si  pues  esta  nueva  concepción  está  destinada 
á  manifestarse  bajo  la  forma  de  lo  bello,  la  belleza  es 
algo  inferior  y  subordinado,  que  hace  campo  á  la  be- 
lleza espiritual  que  reside  en  el  fondo  del  alma,  en  las 
profundidades  de  su  naturaleza  íntima,  n  V 

1  Estética,  tom,  II,  pág.  971,  trad.  por  Bénard.  í 


DE  ISABEL  PRIETO. 


IX 


«> 


En  este  sentido,  no  es  el  romanticismo  fruto  especial 
de  nuestra  época,  y  hay  que  remontar  un  poco  la  cor- 
riente de  los  tiempos  para  encontrar  sus  fuentes  verda- 
deras y  genuinas;  pero  lo  que  sí  es  peculiar  de  nuestro 
siglo  es  la  forma  que  asumió  bajo  la  pluma  de  Goethe, 
de  Byróri  y  de  Chateaubriand  en  los  dias  que  siguie- 
ron k  la  revolución  francesa.  Fué  tan  profunda  la  sa- 
cudida que  la  conciencia  humana  sufrió  con  aquel 
acontecimiento;  la  imaginación  de  los  pueblos  se  so* 
brecogió  á  tal  extrértio  ante  las  catástrofes  que  rápi- 
damente se  sucedieron  en  el  último  decenio  de  la  pa- 
sada centuria,  que  se  abrieron,  por  decirlo  así,  inmen- 
sos abismos  en  el  espíritu  de  las  sociedades,  brotando 
de  ellos  ese  estado  enfermizo,  esa  lucha  vaga  y  dolo- 
rósa  entre  las  pasiones,  que  tan  bien  supo  pintar  en  su 
Hehé  el  inmortal  autor  dfe  los  Mártires.  Entonces  se 
vio  surgir  esa  generación  de  sooibrios  soñadores  que 
alimentaban  la  curiosidad  pública  con  los  pálidos  pro- 
ductos de  siis  imaginaciones  exaltadas,  ejerciendo  en 
la  literatura  y  aún  en  las  costumbres  una  influencia 
trascendental  y  decisiva.  Escritores,  de  talento  sacu- 
dieron el  látigo  de  la  acerba  crítica  contra  las  exagera- 
ciones de  la  nueva  escuela;  las  opinioáes  literarias  que 
se  hallaban  en  pacífica  posesión  de  un  dominio  tradi- 
cional incontestable,  se  alarmaron  ante  aquella  revo- 
lución que  venia  á  derribarlas,  suscitándose  reñidas 
contiendas  cuyo  desenlace  final  tuvo  que  ceder  en  ven- 
taja de  la  nueva  doctrina.  ■  -    ;    í, 

México,  que  moral,  filosófica  y  políticamente  ha- 
blando, ha  vivido  con  la  vida  de  las  sociedades  euro- 
peas, inspirándose  en  su  mismo  espíritu  y  sus  mismas 
tendencias,  no  podía  sustraerse  al  influjo  de  lá  escuela 


OBRAS  POÉTICAS 


A 


que,  acaudillada  por  escritores  eminentes,  se  alzaba 
con  el  cetro  de  la  dominación  literaria.  Ni  podia- 
ser  de  otra  manera:  aquí  también  el  genio  de  la  revo- 
lución habia  sacudido  sus  deslumbradoras  teas,  des- 
pertando nuevas  necesidades,  nuevas  aspiraciones,  que 
iban  á  concretarse  en  la  vida  real  por  reñidas  con- 
tiendas, dando  lugar  á.  tantos  y  tan  dolorosos  dramas. 
Aquí  también  ese  estado  de  transición  entre  un  pasado 
que  se  desvanecía  y  un  porvenir  que  apenas  asomaba 
al  través  de  deshechas  tempestades,  habia  preparado 
los  corazones  á  recibir  con  una  especie  de  dolorosa  avi- 
dez todo  aquello  que,  por  exagerado  que  fuese,  guarda- 
ba oculta  simpatía  con  las  amarguras  latentes  de  almas^ 
profundamente  lastimadas  por  el  vertiginoso  encade- 
namiento de  ideas  y  de  hechos,  que  parecían  fatigar 
en  precipitada  sucesión  la  marcha  acelerada  del  tiempo. 

Bien  podian  los  hombres  de  otra  época  reirse  y  va- 
pular con  toda  la  hiél  del  sarcasmo  á  la  imberbe  ge- 
neración que,  apenas  traspuestos  los  umbrales  de  la 
vida,  lloraba  ilusiones  marchitas,  desengaños  prema- 
turos, abismos  profundísimos  en  donde  bajo  mil  formas 
agitábase  í^l  monstruo  insaciable  de  la  duda  que  todo 
lo  contamina  y  devora.  La  verdad  es  que  aquello  no 
era  el  capricho  aislado  de  moda  pasajera;  no  era  el  es- 
píritu de  imitación  servil  que  procuraba  halagar  el  in- 
temperante apetito  de  una  sociedad  vacilante  sobre  sus 
antiguas  bases;  y  cualquiera  que  hubiera  penetrado 
un  poco  el  fenómeno  que  con  tanjnsólita  apariencia 
se  ofrecía  á  sus  miradas,  habría  hallado  algo  profun- 
damente significativo,  algo  que  en  el  orden  literario 
revelaba  esa  nueva  faz  en  que  el  espíritu  lucha  por 
realizar  en  el  mundo  exterior  lo  que  sólo  es  propio  del 


DE  ISABEL  PRIETO.  XI 


mundo  de  la  conciencia,  en  que  goza  el  sentimiento  de 
su  naturaleza  infinita  y  de  su  libertad,  según  la  expre- 
sión del  filósofo  alemán. 

El  año  de  1851  publicóse  en  Quadalajara,  bajo  el 
título  de  Auroi^a  poética  de  Jalisco,  una  colección  á% 
ensayos  líricos,  á  que  habian  consagrado  gran  parte  de 
su  tiempo  varios  jóvenes  estudiantes,  con  grave  defari*. 
mentó  de  sus  estudios  profesionales.  En  los  primero» 
números  de  dicha  colección,  recibida  con  cierta  extra-, 
ñeza  por  una  sociedad  poco  acostumbrada  ¡a  esa  plasd 
de  publicaciones,  apareció  una  composición  anónima- 

con  este  titulo:  A  mi  querida  prima  C. ,  y  una 

nota  en  que  el  editor,  D.  Pablo  J.  Villaseñor,  maai- 
festaba  que  era  producción  de  una  señorita  cuyo  ta- 
lento poético  habia  admirado  siempre,  eaperando  que< 
le  dispensase  haber  dado  sin  su  consentimiento  aque-, 
líos  versos  á  la  estampa.  En  dicha  composiciou  leíanse 
quintillas  como  la«  siguientes: .  , 

"¡Ojalá  que  el  débil  son  1  , 

'      De  lia  hnmiilde  lira  mki      ,/.<.,.. 
i     Fuese  una  d«^  ^Dcion,     =,,  ,<  ^ 
Que  explicase  en  su  annonia 
Lo  que  siente  el  corazón! 

"¡Ojalá  con  blando  acento ' 
En  tu  alma  penetrara,       í'-"       "     -  •» 

Y  siquiera  en  un  momento     ^' 
'^  *     De  cariño  un  movimiento  .   -      :> 

A  tu  pecbo  U  arrancara! 
.  "Hay  en  mi  alma,  prima  mia,  -     , 

.    XTn  tesoro  de  ternura; 

.1     No,  pues,  desdeñosa  y  fria  .". 

-  Deseches  la  ofrenda  pura  * 

Que  cariñosa  te  envía. 


XII  OBRAS  POÉTICAS 


't  •• 


"¿Comprendes  mi  tkrno  amor, 
Mi  cariño  fraternal,  ,   ; 

Pura  y  delicada  flor 
Que  no  ha  secado  el  rigor 


,,        .       ,     De  indiferencia  glacial? ir   "  ■•         r 

La  sencillez  de  estos  versos,  el  airoso  desembarazo 
con  que  corren,  la  verdad  de  los  sentimientos  que  ex- 
presan, hicieron  comprender  luego  que  quien  tal  habia 
escrito  no  era-  uno  de  esos  talentos  vulgares  que  em- 
pequeñecen el  asunto  que  tratan,  sino  que  por  el  con- 
trario, habia  allí  rica  vena  de  inspiración  y  sentimien- 
to, bastantes  para  interesar  en  la  amistad  de  dos  niñas 
con  tal  gracia  y  tal  donaire  pintada.  Efectivamente, 
ese' juicio  que  no  pecaba  de  temerario,  se  fué  corrobo- 
rando más  j  más  con  la  aparición  sucesiva  en  la  misma 
colección  de  Mi  ilusión  perdida,  A  un  lucero^  A  una 
mujer f  A  un  convento^  y  Parix  el  sepulcro  de  mis  sobri- 
7108  E.  y  A.j  composiciones  todas  en  las  cuales  pudo 
notarse  la  misma  gallardía,  la  misma  sencillez  y  natu- 
ralidad que  formaron  el  carácter  distintivo  de  los  tra- 
bajos literarios  de  la  nueva  poetisa,  cuyo  nombre, 
Isabel  Prieto,  dejó  de  ser  prtínto  un  misterio  para  la 
sociedad,  que  le  pronunció  con  general  aplauso. 

Varios  años  pasaron  sin  que  la  joven  escritora  diese 
á  luz  ninguna  composición,  pues  en  su  excesiva  modes- 
tia ocultaba  cuidadosamente  cuanto  .escribía,  causán- 
dole verdadera  pena  cualquiera  alusión  á  su  talento 
podtico  aún  en  conversaciones  familiares.  Muy  lejos 
estaba,  sin  embargo,  de  permanecer  ociosa:  su  inteli- 
gencia, ávida  de  saber,  buscaba  en  la  íectura  y  medita- 
ción constante  de  los  mejores  modelos  y  en  la  adquisi- 
ción de  conocimientos  sólidos,  el  pábulo  que  satisficiese 


DE  ISABEL  PRIETO.  XIII 


aquella  vehementísima  necesidad  que  experimentan 
las  almas  privilegiadas  de  reproducirse  en  sus  propias 
creaciones,  extendiendo,  por  decirlo  así,  la  esfera  de 
su  existencia  al  revestir  sus  ideas  con  el  ropaje  galano 
de  la  ficción  poética.  Circunstancias  especiales  que  no 
deben  pasarse  en  silencio  por  quien,  como  yo,  las  co- 
noce íntimamente,  cuando  por  otra  parte  son  necesa- 
rias para  penetrar  en  el  espíritu  que  dictó  esas  com- 
posiciones destinadas  á  ser  una  de  las  más  bellas  pre- 
seas de  la  literatura  patria,  contribuyeron  á  imprimir 
cierto  sello  especial  en  el  estilo  y  carácter  de  nuestra 
poetisa. 

Llama  desde  luego  la  atención  que  concurriesen  en 
aquella  naturaleza  excepcional  tendencias  y  aptitudes 
que  no  siempre  se  compadecen  en  el  mismo  sujeto.  I^a 
afición  á  estudios  serios  raras  veces  se  combina  con  la 
viveza  de  una  imaginación  ardiente  que  busca  alimen- 
to en  la  belleza  de  la  forma;  el  buen  sentido  de  una 
razón  sana  parece  perjudicar  el  vuelo  caprichoso  de 
una  fantasía  exaltada;  el  sentimiento,  en  fin,  que  vibra 
sólo  bajo  las  influencias  avasalladoras  de  la  pasión  y 
la  ternura,  mal  se  aviene  Con  esa  intuición  realista, 
que  penetra  en  las  esferas  de  la  vida  ordinaria,  escu- 
driña sus  secretos  y  forma  á  los  escritores  satíricos. 
Pues  bien,  esas  opuestas  cualidades,  esas  contrarias 
aptitudes  que  partiendo  de  diversos  puntos  se  dirigen 
á  objetos  á^ú  todo  diferentes,  las  vemos  unidas  en  la 
Sra.  Prieto,  cuyo  genio  flexible  y  fecundo  se  ensayó 
con  igual  fortuna  en  casi  todos  los  géneros  y  estilos. 
En  el  estudio  de  la  gramática,  de  los  idiomas,  de  la 
historia  y  de  las  bellas  letras,  hizo  rápidos  y  notables 
adelantos,  como  lo  demuestran  la  dicción  clara  y  cas- 


XIV  OBRAS  POÉTICAS 


tiza  que  brilla  en  todas  sus  obras;  las  correctas  y  fie- 
les traducciones  del  francos,  del  inglés,  del  italiano  y 
del  alemán,  que  revelan  conocimientos  profundos  en 
esas  lenguas,  así  como  un  gusto  exquisitamente  for- 
mado en  el  asiduo  manejo  de  los  más  ilustres  escrito- 
res que  forman  la  edad  de  oro  de  la  literatura  espa- 
ñola. 

Ocupando  su  familia  una  posición  distinguida  en  la 
sociedad  de  Guadalajara;  siendo  apoyada  en  sus  incli-' 
naciones  literarias  por  el  cariño  de  s\i  ilustrado  padre, 
la  Sra.  Prieto  pudo  entregarse  libremente  á  sus  estu- 
dios favoritos,  sin  que  por  eso  desatendiese  las  labores 
propias  de  su  sexo,  llegando  á  poseer  todas  las  cualida- 
des que  constituyen  auna  mujer  instruida  y  hacendosa. 
De  carácter  naturalmente  retraído,  el  hogar  domésti- 
co era  el  mundo  en  que  se  desplegaba  la  actividad  de 
aquella  alma  que  vivia  con  la  vida  de  sus  propios  pen- 
samientos, siendo  raras  las  veces  que  se  la  veia  fuera 
de  su  casa,  pues  el  teatro  era  lo  único  que  la  hacia 
interrumpir  aquella  especie  de  existencia  claustral  en 
que  pasó  los  mejores  años  de  su  primera  juventud. 
Jamas  se  despertó  en  ella  el  deseo  de  brillar;  esa  ve- 
hemente aspiración  de  gloria  que  en  algunas  almas 
toma  el  carácter  de  pasión  violentísima,  fué  de  todo 
punto  desconocida  de  aquel  espíritu  superior,  que  bus- 
caba lá  soledad  y  el  silencio  como  elementos  indispen- 
sables para  seguir  la  corriente  de  sus  propias  ideas, 
en  que  hallaba  variedad  y  encantos  suficientes  con  que 
embelesar  las  tranquilas  horas  de  su  vida. 

Así  vemos  dominar  en  las  composiciones  de  la  Sra. 
Prieto  cierta  melancolía  dulce  que  nunca  llega  á  de- 
generar en  desesperación  sombría,  revelando  un  alma 


DE  ISABEL  PRIETO.  XV 


ajena  k  los  rudos  conflictos  de  desengaños  que  enve- 
nenan las  más  puras  fuentes  del  sentimiento.  Hé  aquí 
la  amistosa  reconvención  dirigida  á  una  poetisa  que 
se  quejaba  del  hastío  de  la  vida: 

iijOh!  no  vuelvas  á  áetAf 
3  Que  no  puede,  seco  y  frío,  ' 

Devorado  del  hastío, 
Tu  triste  pecho  latir,    .^vá.^ 

"No  digas  que  tu  alma  yerta 
Ni  á  soñar  la  dicha  alcanza;     ' 
No  digas  que  tu  esperanza  ^ 
Está  para  siempre  muerta. 

"¿Has  sufrido?  ¡Ay!  Es  la  historia 
De  toda  alma-  que  ama  y  siente .... 
¿Quién  no  conserva  inclemente 
De  dolor  una  memoria? 

"¿Has  entrado  en  la  existencia 
Soñando  amor  y  ventura, 
Guiada  por  la  luz  pura 
De  tu  Cándida  creencia? 

1 1 ¿Has  visto  un  Edén  de  flores 
Do  reposar  descuidada,-^ 
Lánguidamente  arrullada 
Por  dulces  cantos  de  amores? 

"¿Has  visto  de  una  ilusión 
El  resplandor  peregrino 
Iluminar  tu  camino 

Y  embriagar  tu  corazón; 

"Y  cuando  má^  extasiada 
En  tus  sueños  te  mecias, 

Y  la  existencia  veías 
Fácil,  risueña,  encantada; 

"Un  espantoso  dolor, 
Oscureciendo  tu  vida, 


f    .   ■ 

!  XVI  OBRAS  POÉTICAS 


/i" 


Te  despertó  estremecida 
De  tus  ensueños  de  amor? 

"Poetiza,  ¿esta  es  la  historia 
Cuyo  recuerdo  sombrío 
Te  hace  mirai;  coa  desvía 
Una  diqha  transitoria?,  r     r    -.ñj 

"¿Por  eso  siempté  oprimida' ' 
De  amarga  desconfianza, 
Quieres  dar  á  la  esperanz£^  V 
La  postrera  despedida?       ,     /, 

"¡Oh!  nó;  no  debes  creer      /. 
En  tu  dolor,  que  en  la  tierra    i 
Ya  para  tí  no  se  encierra 
Ni  la  sortibra  de  un  placer.      - 1 

"¿Un  dulce  goce  no  siente   ■- 
Tu  agitado  corazón,  ■  i 

Al  venir  la  inspiración  ; 
A  abrasar  tu  inquieta  nieinte?  , 

"¿Debes  acaso  llamar 
Desdichado  tu  destino, 
Si  aun  puedes  en  tu  camino 
Algún  dolor  consolar? 

"El  alma  que  el  desconsuolo 
En  el  triste  mundo  ha  herido; 
El  alma  que  ha  padecido, 
Se  alza,  poetisa,  al  cielo.  ■. 

"De  la  inspiración  que  llena, 
Que  alienta,  que  satisface,       •' 
El  dulce  talismán  hace 
Que  alivie  su  aguda  pena; 

«Y  del  llanto  abrasador 
Que  brota  de  su  honda  herida. 
Hace  el  bálsamo  de  vida. 
Para  el  ajeno  dolor. 


DE  ISABEL  PRIETO.  XVII 


"¿Crees  que  pueda  morir 
Del  hastío  el  corazón 
A  quien  tan  dulce  misión 
Le  fuera  dado  cumplir?.! 

En  estos  hermosos  versos,  cuya  facilidad  y  correc- 
ción seria  inútil  encarecer,  se  trasparenta  el  fondo  de 
aquella  alma  noble  que  veia  en  la  poesía  algo  más  que 
pueril  entretenimiento,  propio  para  halagar  á  corazo- 
nes ávidos  de  los  favores  que  no  siempre  prodiga  con 
justicia  la  fama  vocinglera.  La  inspiración,  ese  don  del 
cielo,  imponia,  en  sentir  de  nuestra  poetisa,  severas 
obligaciones  al  que  le  habia  recibido,  no  para  desaho- 
gar sus  propios  dolores  en  quejas  muchas  veces  injus- 
tas y  temerarias,  sino  para  aliviar  sufrimientos  ajenos, 
para  convertir  en  bálsamo  de  vida  el  llanto  que  brota 
abrasador  el  alma  del  poeta,  para  ser  nuncio  de  fé  y 
de  esperanza  en  medio  de  las  deshechas  tempestades 
que  suscitan  las  pasiones.  Quien  en  tan  alto  concepto 
tenia  el  valor  de  la  palabra  en  su  expresión  más  ele- 
vada y  más  bella;  quien  asignaba  un  fin  moral  de  ta- 
maña trascendencia  al  escritor  cuyo  talento  le  reviste 
de  una  especie  de  magisterio  para  guiar  á  los  pueblos 
por  el  camino  del  bien,  no  podia  desviarse  de  la  recta- 
senda  que  habia  adivinado  desde  antes  de  hallarse  ec 
el  pleno  uso  de  su  razón;  y  todas  sus  ideas,  y  todos 
sus  versos  debian  llevar  ese  sello  superior,  que  en  vez 
de  desvirtuar  sus  creaciones  con  tintas  de  exagerado 
rigorismo,  les  comunicaba,  ]X)r  el  contrario,  la  gracia 
y  la  frescura  de  una  virtud  siempre  dulce  y  amable, 
cuyo  suavísimo  perfume  embalsamaba  las  agudas  es- 
pinas de  los  dolores  humanos. 

P— 2    ■   -.   ■ 


XVIII  OBRAS  POÉTICAS 


Inútil  seria,  por  lo  mismo,  buscar  en  las  poesías  de 
la  Sra.  Prieto  esos  arranques  de  odio  y  desesperación 
por  desengaños  reales  ó  supuestos,  que  exagera  á  me- 
nudo la  sensibilidad  enfermiza  de  almas  que  se  doble- 
•gan  fácilmente  á  las  vicisitudes  de  la  vida:  y  no  es  que 
viviendo  á  salvo  de  las  necesidades  que  en  el  mundo  real 
aquejan  á  gran  número  de  sores  desgraciados,  nuestra 
poetisa  se  encastillase  tras  los  muros  de  glacial  indi- 
ferencia, remontándose  tranquila  en  alas  de  una  sensi- 
bilidad puramente  teórica:  nó,  pocos  escritores  habrán 
trazado  con  pincel  más  vivo  los  dolores  de  la  miseria, 
ios  sufrimientos  de  un  amor  desgraciado,  las  luchas 
terribles'de  que  es  cerrado  campo  el  corazón  humano 
entre  pasiones  violentas  y  deberes  imperiosos  é  inelu- 
dibles; pero  si  todas  las  concepciones  toman  el  tinte 
del  alma  en  que  se  desenvuelven,  natural  es  que  la 
misma  realidad  se  endulce  y  poetice  al  ser  interpreta- 
da por  un  espíritu  que  tiene  fijas  sus  miradas  en  esas 
regiones  de  luz  inextinguible,  adonde  no  puede  pene- 
trar quien  circunscribe  todas  sus  aspiraciones  y  espe- 
ranzas al  círculo  mezquino  de  la  vida  presente.  Así  es 
que  al  suspirar  por  la  patria  ausente,  presa  de  san- 
grientas lides;  al  tomar  la  defensa  de  su  sexo  maltra- 
tado por  la  pluma  festiva  de  Bretón  ó  por  escritores 
que  cedieran  á  prevenciones  poco  justificadas  contra 
el  bello  sexo,  suelta  la  rienda  á  las  quejas  ó  á  los  do- 
naires que  se  desbordaban  de  su  fecunda  imaginación, 
sin  apelar  al  arma  que  envenena  al  herir,  ni  á  la  frase 
que  mancha  al  labio  que  la  profiere. 

Estas  felices  disposiciones  llegaron  á  su  más  amplio 
d-esarrollo  cuando  probó  los  placeres  de  la  maternidad, 
ese  complemento  misterioso  del  destino  de  la  mujer 


DB  ISABEL  PRIETO.  XIX 


con  que  la  naturaleza  parece  haber  querido  compensar 
todas  las  penalidades  á  que  la  sujetó  con  avara  mano. 
Diríase  que  nuevos  horizontes  se  h^bian  abierto  ante 
aquella  alma  profundamente  empapada  en  las  sagra- 
das obligaciones  que  le  imponia  su  posición  de  esposa 
y  de  madre;  que  la  vida  se  of recia  á  sus  ojos  bajo  el 
aspecto  grave  y  serio  de  una  realidad,  que  lejos  de  ex- 
cluir, se  revestia  con  todos  los  encantos  del  idealismo 
más  puro,  sabiendo  pintar  con  mano  maestra  esos  ri- 
sueños cuadros  de  la  vida  íntima,  que  hacen  sentir  el 
calor  del  hogar  doméstico,  las  tranquilas  escenas  de  la 
familia,  los  múltiples  y  variados  episodios  que  se  des- 
envuelven sobre  un  fondo  de  risueñ  a  verdura,  en  que 
se  destacan  las  tiernas  y  delicadas  figuras  de  una  ma- 
dre y  de  un  hijo.  Difícil  seria  escoger  entre  las  varias 
composiciones  escritas  bajo  tan  bella  inspiración;  per- 
mítaseme, sin  embargo,  citar  la  sigui  ente  que  lleva 
el  título  de  La  Plegaria: 

II Antes  de  dormir,  bien  mío. 
Cruza  tus  manitas  blancas 
Y  con  tu  voz  de  querube 
Eleva  á  Dios  tu  plegaria. 

La  oración  del  inocente. 
Serena  é  inmaculada, 
Sube  más  presto  á  los  cielos, 
De  su  pureza  en  las  alas. 
Es  una  hora  muy  dulce: 
Tendió  ya  la  noche  clara 
Su  azul  y  diáfano  velo 
Que  las  estrellas  esmaltan. 
Lajtibia  luz  de  la  luna 
Ilumina  el  panorama. 


XX  OBRAS  POÉTICAS 


Y  en  las  aguas  de  la  fuente 
Deja  una  huella  de  plata; 
Uno  de  sus  blancos  rayos 
Penetra  por  la  ventana, 

Y  atravesando  los  pliegues 
De  la  trasparente  gasa    • 
Que  envuelve  tu  blando  i  echo 
Como  una  nube  argentada, 
Con  una  dulce  caricia 

Tu  frente  de  rosa  bafta. 

Vamos  á  orar,  hijo  mió, 
Que  ya  á  la  oración  te  llama 
El  armonoiso  concierto 
Que  la  natura  levanta 
En  esta  hora  solemne, 
Misteriosa  y  sosegada. 
Oye:  el  rumor  del  arroyo; 
Del  aura  la  queja  blanda, 
Que  acariciando  las  flores, 
Susurra  entre  la  enramada; 
Del  postrer  trino  del  ave 
La  nota  indecisa  y  vaga. 
Que  en  sus  alas  de  zafiro 
Tibia  la  brisa  arrebata; 
Son  una  oración,  mi  vida. 
Que  pura  y  ferviente  alzan 
Los  céfiros  y  las  flores, 
Los  árboles  y  las  aguas. 
Las  aves  y  los  insectos 
Que  zumban  entre  las  ramas. 

Fija  en  el  cielo  un  instante 
Tu  trasparente  mirada, 
Y  admira  el  fulgor  sereno 
Que  la  estrellas  derraman. 
Es  el  lenguaje  sublime 
Con  que  al  Creador  alaban, 


DK  ISABEL  PRIETO.  XXI 


Y  SU  grandeza  pregonan, 

Y  su  omnipotencia  aclaman. 
Es  su  oración,  hijo  mió, 

Que  en  luz  los  astros  exhalan 
Como  en  aroma  las  flores, 
Como  en  suspiros  las  auras. 
Vamos  á  orar ....  No  te  duermas; 
Cruza  tus  manitas  blancas, 

Y  con  tu  voz  melodiosa 
Eleva  á  Dios  tu  plegaria. 
La  oración  es  el  perfume 
Más  delicado  del  alma: 
La  esencia  del  sentimiento 
Hondamente  concentrada; 
Es  la  súplica  mas  tierna. 
El  himno  de  la  esperanza, 
La  bendición  del  dichoso, 
Del  desdichado  la  lágrima. 
La  ofrenda  de  la  inocencia, 
A  Dios  tan  dulce  y  tan  grata, 
Que  la  plegaria  de  un  niño 
Puede  lavar  muchas  manchas. 
Vamos  á  orar.  Dios  te  escucha; 
Eápida  la  noche  avanza, 

Y  para  llevarla  al  cielo 

Tu  ángel  tu  oración  aguarda. 
— ti  Madre,  el  niño  le  contesta 
Después  de  una  corta  pausa, 
Mientras  con  sus  dos  bracitos 
El  materno  cuello  enlaza: 
Tú  quieres  que  con  Dios  hable 

Y  Dios  á  mí  no  me  habla, 

Y  pues  que  no  me  responde, 
Es  que  no  oye  mu  palabras. n 
Selló  un  beso  de  la  madre 
La  boquita  nacarada 


-í- 


IXII  OBRAS  POÉTICAS 


Que  SU  candorosa  queja 

Gravemente  pronunciaba. 

— iiDios  te  habla  siempre,  hijo  mió; 

Doquier  su  voz  soberana, 

A  tu  oración  respondiendo. 

Se  escucha  elocuente  y  clara 

En  el  sol  que  te  calienta, 

En  las  sonrisas  del  alba, 

En  el  aire  que  respiras, 

En  los  goces  de  tu  infancia. 

En  los  besos  cariñosos 

Del  padre  que  te  idolatra, 

Y  en  el  amor  infinito 

Que  mi  coí-azon  te  guarda. 

Dios  á  las  madres  inspira 

La  inmensa  ternura  santa 

Con  que  al  hijo  tierno  adoran 

Desde  que  á  la  tierra  baja; 

Dios  á  las  madres  ha  dado 

La  previsión  delicada 

Con  que  comprenden  al  niño 

Que  su  auxilio  les  demanda, 

En  ese  mudo  lenguaje 

Que  en  un  sollozo  se  escapa. 

Mil  veces  cuándo  en  tu  lecho 

Tranquilamente  descansas, 

Sabiendo  que  sientes  frió, 

Por  intuición  sobrehumana 

Vengo  á  cubrirte  anhelosa 

Desde  la  próxima  estancia. 

Es  que  una  voz  de  los  cielos 
Que  sólo  una  madre  alcanza, 
Le  advierte  cuando  padece 
El  hijo  de  sus  entrañas. 
Cuando  te  digo:  nHijo  mió, 
Sé  bueno,  al  prójimo  ama, 


■^. 


DE  ISABEL  PRIETO.  XXIII 


Socorre  al  necesitado, 
Piadoso  los  males  calma,  ':■]•.' 
Dios,  por  mi  labio,  alma  mía, 
Esos  preceptos  te  manda, 
Que  por  la  voz  de  una  madre 

Dios  siempre  á  los  hijos  habla 

Así,  ponte  de  rodillas, 
Dame  tus  manos  cruzadas, 
Reclina  en  mi  hombro  tu  frente 
Que  blando  beleño  empapa, 

Y  comienza.  II  Con  voz  dulce 
Que  el  sueño  en  su  sombra  apaga, 
El  rubio  niño  repite:         * 

— iiDios  mió,  yo  te  doy  gracias, 
Porque  de  tí  todo  bien 

Y  toda  dicha  dimanan. 

Como  eres  padre  de  todos, 
Con  sencilla  confianza 
Mi  súplica  fervorosa 
A  tí  el  corazón  levanta. 
Te  pido  por  el  que  sufre 
Sumergido  en  la  desgracia; 
Te  pido  por  el  culpable 
Que  tus  preceptos  quebríinta; 
A  mis  padres,  que  me  adoran, 
Cuida,  Dios  mió,  y  ampara, 
Que  ser  huérfano  es  bien  triste 
Me  ha  dicho  mi  madre  amada. 

Hazme  bueno  y  obediente, 

Y  perdóname  mis  faltas, 

Y  antes  que  me  entregue  al  sueño. 
Que  ya  mis  ojos  empaña, 

Tu  bendición,  Dios  piadoso, 
Que  del  mal  defiende  y  salva, 
En  los  besos  de  mi  madre 
Sobre  mi  frente  derrama.- 


XXIV  OBRAS  POÉTICAS 


Al  terminar  débilmente 
Estas  últimas  palabras, 
En  los  maternales  brazos 
Dormido  el  niño  resbala. 
El  ángel  custodio  entonces 
El  blanco  lienzo  separa; 

Y  contemplando  á  la  madre,     . 
Que  sobre  el  hijo  ijiclinada 

Su  dulce  y  tranquilo  sueño 
Con  débil  canto  arrullaba, 
Sobre  el  cariñoso  grupo 
Tendió  las  diáfanas  alas, 

Y  de  los  labios  del  niño 
Recogiendo  la  plegaria, 
Cuyos  últimos  acentos 
Aun  indecisos  vibraban, 

Alzando  el  vuelo  murmura  t 

Con  voz  apacible  y  blanda: 

1 1  Voy  á  llevar  á  los  cielos 

Tu  oración  inmaculada; 

Pero  me  alejo  tranquilo 

Porque  tu  madre  te  guarda,  n 

Me  dispensaréis,  señores,  el  que  haya  citado  ii(i  exten- 
so la  composición  que  antecede,  porque  nada  como  ella 
misma  habría  podido  dar  idea  adecuada  del  sentimiento 
que  la  dictó;  y  porque  en  ese  cuadro  con  tan  bellas  tin- 
tas trazado,  en  que  el  arte  desaparece  para  dejar  hablar 
á  la  naturaleza  su  lenguaje  más  puro  y  más  íntimo,  se 
refleja  con  toda  verdad  el  corazón  de  la  madre  que  va 
á  fundirse  en  el  genio  de  la  poetisa,  influyéndose  mu- 
tuamente para  producir  la  armoniosa  síntesis  de  la  mu- 
jer en  su  carácter  más  respetable,  enaltecido  por  el  ta- 
lento más  privilegiado.  Al  seguir  paso  á  paso  cómo  se 
van  desenvolviendo  en  La  Plegaria  los  pensamientos 


DE  ISABEL  PRIETO.  XXV 


que  le  dan  vida,  no  puede  menos  de  reconocerse  la  per- 
fecta gradación  con  que  sin  desviarse  un  punto  de  la 
idea  principal,  crece  sucesivamente  el  interés  hasta  de- 
senlazarse en  una  imagen  que  cierra  con  llave  de  oro  la 
pintura  animada  por  el  sentimiento  mks  elevado  que  al 
corazón  de  la  mujer  es  dado  abrigar:  el  amor  de  una  ma- 
dre por  su  hijo  en  relación  con  el  infinito,  con  Dios.  La 
mayor  parte  de  la  composición,  según  se  ha  visto,  no  es 
más  que  un  diálogo  en  que  la  madre  invita  á  su  hijo  á  di- 
rigir al  cielo  su  plegaria  nocturna.  La  manera  sencilla, 
natural  y  eminentemente  poética  con  que  está  hecha 
esa  invitación,  cuadra  en  todas  sus  partes  con  el  objeto 
que  la  autora  se  propuso.  Las  palabras,  las  frases,  los 
adornos  del  lenguaje,  sin  dejar  de  mantenerse  á  la  altu- 
ra conveniente,  no  desdicen  en  nada  de  la  situación, 
siendo  perfectamente  adecuados  á  la  tierna  inteligencia 
de  un  niño.  La  candorosa  observación  de  éste  sobre  que 
Dios  no  le  oye  puesto  que  no  responde  á  sus  palabras, 
es  muy  oportuna,  pues  expresa  la  duda  que  espontánea 
mente  brota  en  un  alma  infantil, en  que  dominan  las  im- 
presiones sensibles,  y  es  incapaz,  por  lo  mismo,  de  ele- 
varse á  las  luminosas  esferas  de  la  razón  y  de  la  fe.  La 
explicación  que  la  madre  da  acerca  de  esto,  señalando 
la  presencia  de  Dios  en  todo  lo  bello  y  lo  grande,  tal  co- 
mo lo  puede  comprender  un  niño,  encierra  la  solución 
trascendental  que  á  satisfecho  halos  masgrandes  genios 
de  la  filosofía,  y  la  oración  que  viene  en  seguida,  expre- 
sa el  más  puro  sentido  moral  que  pueda  dársele  en  ese 
carácter  de  elevación  y  universalidad  que  el  cristianis- 
mo ha  sabido  infundir  al  sentimiento  religioso.  Por  úl- 
timo, el  niño  cede  h.  la  influencia  irresistible  del  sueño; 
el  ángel  custodio  que,  como  testigo  invisible,  ha  asis- 


XXVI  OBRAS  POÉTICAS 


tido  á  esa  escena  de  ternura  maternal,  recoge  la  plega- 
ria para  llevarla  al  cielo,  alejándose  tranquilo  porqu© 
queda  en  su  lugar  ese  otro  ángel  protector,  que  con  el 
nombre  de  madre,  guia  y  protege  al  hombre  en  los  pri- 
meros años  de  su  vida: 

iiVoy  á  llevar  á  les  cielos 

Tu  oración  inmaculada;  - 

Pero  me  alejo  tranquilo 

Porque  tu  madre  te  guarda,  m 

Semejantes  á  La 'plegaria  por  el  sentimiento  funda- 
mental y  por  la  intención  poética,  son  otras  composicio- 
nes de  la  Sra.  Prieto,  intituladas:  A  mi  hijo  dando  li- 
mosna, La  madre  y  el  niño,  Amistad  de  infancia,  El  no 
me  olvides,  La  vuelta  de  las  golondrinas,  ete,.  etc.  en 
todas  las  cuales  se  puede  admirar  la  misma  deliciosa 
frescura,  la  misma  exquisita  delicadeza,  el  mismo  sua- 
vísimo perfume  que  se  escapa  de  una  alma  empapada 
en  el  más  puro  idealismo  que  trasforma  los  objetos  que 
caen  bajo  su  contemplación,  especialmente  en  cuanto  se 
relaciona  con  el  instinto  de  la  maternidad  que  era  en 
ella  tan  poderoso.  Sin  desconocer  lo  mucho  que  valen 
bajo  todos  aspectos  las  composiciones  de  la  pra.  Prieto, 
puede  decirse  que  el  carácter  es  pecialde  su  inspiración, 
lo  que  le  asigna  lugar  distinguidísimo  en  nuestro  Par- 
naso, es  el  sentimiento  maternal,  es  esa  expresión  pura, 
íntima  de  la  afección  más  noble  y  respetable  que  se 
abriga  en  el  alma  de  la  mujer,  y  en  que  no  tiene  ri- 
val la  ilustre  escritora,  á  quien  no  hay  exageración 
en  aplicar  el  epíteto  de  poetisa-madre  por  antono- 
masia. 

Hasta  aquí  he  considerado  á  la  Sra.  Prieto  desde 


DE  ISABEL  PRIETO.  XXVII 


el  punto  dfi  vista  lírico;  y  aunque  estoy  bien  lejos  de 
haber  apurado  el  asunto,  lo  dicho  basta  para  que  se 
vea  en  ella  uno  de  los  genios  que  más  honran  á  la  mu- 
sa mexicana.  Sin  embargo,  mi  trabajo  no  quedaría 
completo,  si  le  diera  fin  pasando  en  silencio  las  pro- 
ducciones que  dejó  en  el  género  dramático,  produc" 
ciones  en  las  cuales  se  ven  las  múltiples  aptitudes  de 
aquella  inteligencia  superior.    *  ^     ' 

Quince  piezas  originales  escribió  la  Sra.  Prieto,  y  son 
las  siguientes:  Las  dos  flores.  Los  dos  son  2>eores,  Oro 
y  oropel,  Abnegación,  La  escuela  délas  cuñadas,  Un 
lirio  entre  zarzas,  El  ángel  del  hogar,  Én  el  j^ecado  la 
penitencia,  Una  noche  de  carnaixd,  ¿Duende  ó  sero.^ 
fl^n?  Un  corazón  de  mujer.  Espinas  de  un  error,  Un 
tipo  del  dia,  y  dos  sin  título,  á  las  que  hay  que  agre- 
gar las  traducciones  de  Marión  Delorme,  de  Víctor 
Hugo,  y  La  Aldea  de  O.  Feuillet,  así  como  también 
una  pieza  de  magia  en  prosa  y  verso,  intitulada  Soñar 
despierto  ó  la  Maga  de  Ayodomc,  escrita  en  unión  del 
Sr.  D.  Enrrique  de  Olavarría.  La  mayor  parte  de  las 
piezas  anteriores  están  en  verso,  pues  sólo  fueron  es- 
critas en  prosa  En  el  pecado  la  penitencia.  Una  noche 
de  Carnavcd,  y  las  dos  traducciones  mencionadas. 
Cinco  de  ellas  se  pusieron  en  escena:  Los  dos  son  peo- 
res, Oro  y  oropel.  La  escuela  de  las  cufiadas,  y  ¿Duen- 
de ó  seraflnf  en  Guadalajara,  y  Un  lirio  entre  zarzas 
en  el  Teatro  Nacional  de  México,  siendo  todas  reci- 
bidas con  grande  entusiasmo  por  el  público  y  la  pren- 
sa periódica.  En  cuanto  al  género,  se  dividen  casi  por 
igual  entre  el  dramático  y  el  cómico. 

Las  primeras  piezas  en  el  orden  cronológico  fueron 
Las  dos  flores  y  Los  dos  so7i  peores,  escritas  ambas  en 


XXVIll  OBRAS  POÉTICAS 


1860,  Bien  sencillo  es  el  argumento  de  una  y  otra, 
desenvuelto  en  una  serie  de  bellísimos  diálogos,  cuyos 
versos  nada  dejan  que  desear  en  cuanto  á  corrección, 
soltura,  sentimiento  ó  sal  cómica,  según  lo  exigen  las 
diversas  situaciones.  Carlos,  jdven  poeta  de  alma  ar- 
diente é  imaginación  exaltada,  ama  á  Julia,  esposa  de 
su  amigo  Gonzalo,  siendo  á  la  vez  amado  de  Magda^ 
lena,  prima  de  aquella.  Tal  es  la  idea  que  forma  la 
trama  de  Las  dos  flores.  Todos  estos  caracteres  se  dis- 
tinguen por  su  elevación  y  nobleza.  Carlos  lucha  en- 
tre la  pasión  y  la  amistad;  Julia,  que  llega  al  fin  á  com- 
prender la  pasión  de  que  es  objeto,  sintiéndose  arras- 
trada hacia  el  abismo,  se  esfuerza  por  sobreponerse  á 
una  tendencia  de  todo  punto  incompatible  con  su  de- 
ber; Magdalena  ama  á  Carlos  y  sufre  al  ver  que  su 
inclinación  no  es  premiada  con  la  correspondencia  que 
anhela;  y  por  último,  Gonzalo,  franco  y  leal  en  su  con- 
ducta, amando  á  su  esposa  cordialmente,  ve  turbada 
la  felicidad  del  hogar  por  las  tristezas  quq  en  Julia  adi- 
vina, y  no  halla  á  qué  atribuir.  El  desarrollo  psicoló- 
gico del  drama,  en  que  los  personajes,  como  se  ve,  son 
todos  nobles  y  simpáticos,  acaba  por  el  sacrificio  de 
Carlos  uniéndose  con  Magdalena,  sacrificio  á  que  es 
impelido  en  mucha  parte  por  la  misma  Julia,  que  bus- 
ca en  ese  acto  de  abnegación  una  barrera  para  sus  pro- 
pios sentimientos,  j 

Los  dos  son  peores  es  una  comedia  que  por  la  natura- 
leza de  su  trama,  por  el  modo  de  conducirla,  y  por  la 
fisonomía  de  sus  personajes,  pertenece  al  genero  crea- 
do por  D.  Manuel  Bretón  de  los  Herreros.  La  misma 
sencillez,  la  misma  gracia  del  diálogo,  la  misma  vive- 
za de  versificación  y  el  mismo  tono  festivo  que  domi- 


DE  ISABEL  PRISTO.  XXIX 

nan  en  las  obras  inmortales  del  poeta  español.  Pepa, 
muchacha  de  talento,  llena  de  frescura  y  de  vida,  se 
ve  cortejada  por  un  viejo  insustancial  y  frivolo,  y  por 
un  joven  grave  que  afecta  los  modales  del  anciano  y 
desprecia  como  indignos  pasatiempos  los  placeres  pro- 
pios de  su  edad.  En  esta  situación  se  presenta  un  ter- 
cer personaje  que  reúne  las  cualidades  físicas  y  mora- 
les que  hacen  á  un  hombre  simpático,  y  que,  como  es 
natural,  llega  á  adueñarse  del  corazón  y  la  mano  de 
Pepa. 

Lo  dicho  basta  para  formarse  idea  de  las  dos  pro- 
ducciones mencionadas;  en  cuanto  á,  su  mérito  litera- 
rio, cedo  con  gusto  la  palabra  á  D.  Juan  Eugenio 
Hartzenbusch,  cuya  autoridad  en  la  materia  nadie 
puede  poner  en  duda.  Hé  aquí  lo  que  el  ilustre  lite- 
rato escribia  de  Madrid  á  la  Sra.  Prieto  con  fecha  5 
de  Julio  de  1873,  después  de  disculparse  por  no  ha- 
ber escrito  antes  á  causa  del  mal  estado  de  su  salud: 

"Leí  las  dos  obras  de  vd.,  el  drama  Las  dos  flores  y 
la  comedia  Los  dos  soniieores,  y  ambas  me  agradaron 
mucho:  en  ambas  vi  buen  pensamiento,  plan  juicioso, 
caracteres  bien  ideados  y  ver-sificacion  excelente,  real- 
zada en  particular  con  rasgos  de  ternura  y  de  ingenio 
delicadísimos.  Para  la  acción  ó  movimiento  que  hay 
en  cada  una,  quizá  bastaria  con  menos  diálogo;  pero 
|bien  haya  el  público,  todavía  sano,  capaz  de  admitir 
y  aplaudir  un  diálogo  copioso  en  moderada  acción, 
porque  el  diálogo  es  bueno!  Esto  pasaba  en  España, 
bastantes  años  ha,  con  ciertas  comedias  de  D.  Manuel 
Bretón  de  los  Herreros,  abundantes  en  coloquios  fes- 
tivos y  de  escaso  argumento,  las  cuales  no  se  repre- 
sentan ya;  gracias  á  la  influencia  que  tuvo  la  zarzuela, 


XXX  OBRAS  POÉTICAS 


y  al  género  llamado  bufo,  y  á  la  universal  invasión  de 
la  política  hasta  en  el  campo  de  las  letras,  hoy  se  exige 
en  el  teatro  otra  cosa,  ó  por  lo  menos  no  se  quiere 
aquello.  II  , 

Continuando  la  carta  en  Avila,  con  fecha  5  de  Agos- 
to, dice  el  Sr.  Hartzenbusch  lo  siguiente: 

^\  Lasados  flores  y  primera  producción  de  vi.  me  ha 
parecido  obra  de  más  brío,  de  más  arranque,  de  más 
inspiración;  Los  dos  son  peores  y  de  más  experiencia,  de 
más  conocimiento  del  teatro.  En  una  y  otra  son  no- 
tables las  figuras  de  las  mujeres,  en  la  primera  sobre 
todo;  Julia  y  Magdalena  tienen  un  encanto  indecible. 
Quizá  vd.  haya  estudiado  más  el  carácter  de  Carlos 
que  el  de  las  dos  primas;  sin  embargo,  la  mujer  que 
ama  inocentemente  á  un  hombre,  digno  de  ser  amado, 
y  la  que  llegando  á  conocer  que  es  amada,  llega  tam- 
bién á  amar  á  quien  no  debiera,  son  más  verdaderos, 
más  bellos,  más  interesantes  que  el  joven,  que  ciego 
para  ver  el  mérito  de  la  soltera,  pone  locamente  los 
ojos  en  la  casada.  La  pasión  de  Carlos,  aunque  en 
realidad  culpable,  se  expresa  con  dignidad  y  hasta  con 
pureza;  pero  hubiera  quizá  convenido  que  hubiese  tal 
vez  manifestado  más  á  las  claras  su  arrepentimiento 
de  codiciar  la  mujer  del  prójimo;  porque  al  fin,  Mag- 
dalena merece  que  el  espectador  salga  del  teatro  con 
la  seguridad  de  que  aquella  muchacha  ha  de  ser  feliz 
al  lado  de  Carlos,  y  aunque  éste,  en  la  última  escena, 
promete  hacerla  dichosa,  nos  acordamos  de  que  poco 
antes  ha  dicho  que  ya  no  puede  serlo  él,  y  llama  tris- 
te consuelo  al  propósito  de  premiar  el  honesto  cariño 
de  Magdalena.  La  fascinación  progresiva  de  Julia 
está  bien  graduada;  y  es  de  admirar  el  tino  con  que 


'i 


DE  ISABEL  PRIETO.  XXXI 


ha  sabido  vd.  presentar  en  la  escena  á  un  seductor 
que  no  repugna,  y  á  una  seducida  que  nos  interesa. 
No  sé  qué  efecto  habrá  producido  en  esos  teatr9S  el 
final  del  acto  segundo,  pero  á  mi  modo  de  ver,  en  to- 
dos los  del  orbe  deben  levantar  en  vilo  al  público  aque- 
llos dos  versos:  - 

¡Carlos!  ¿por  qué  me  has  amado. . . .? 
Y  por  qué?. . .  .¡Nó,  no  es  verdad! 

itjCómo  hubiera  dicho  en  el  Teatro  Español  ésos 
versos  nuestra  Teodora  Lamadrid!  Hubiera  sido  la 
expresión  tan  admirable  como  el  pensamiento. 

II De  igual  belleza  es,  aunque  de  genero  bien  dis- 
tinto, el  de  Magdalena  al  fin  de  la  obra: 

'-  Carlos,  si  ya  lo  sabéis, 

¿Por  qué  me  lo  preguntáis? 

'I Expresiones  semejantes  ornan  el  drama,  que  luci- 
rian,  en  mi  concepto,  mucho  más,  hallándose  más  in- 
mediatas, estrechadas  en  un  cuadro  algo  más  reducido. 

iiEn  Los  dos  son  peores,  aunque  me  divierte  la  có- 
mica pareja  de  D.  Lindoro  y  D.  Samuel,  aunque  está 
muy  bien  trazado  el  carácter  del  vetusto  y  remirado 
D.  Antonio,  aunque  es  verdadero  y  simpático  el  jo- 
ven D.  Juan;  todavía  me  parece  más  bella,  más  sim- 
pática, más  atractiva  la  donosísima  figura  de  Pepa,  y 
aún  el  carácter  de  la  criada  es  también  muy  propio  de 
la  comedia  y  muy  recomendable.  Valemos  en  las  obras 
de  vd.  bastante  menos  los  hombres  que  las  mujeres; 
y  ha  de  consistir  (creo  yo)  en  que  para  pintar  perso- 
najes de  nuestro  sexo,  necesita  vd.  ir  k  buscarlos  fue- 
ra de  casa;  para  el  retrato  de  mujeres  encantadoras, 


.  ^B  ■r-rmfci»!  ^«'ifi  i'Jt'Tí^ 


.ííJt 


XXXII  OBRAS  POÉTICAS 


halla  en  si  propia  todo  el  caudal  de  belleza  que  nece- 
sita, y  se  conoce  que  el  depósito  es  tan  precioso  como 
rico.  Quizá  Pepa  tenga  algo  del  carácter  de  Julia, 
sicut  erat  in  principio;  pero  Julia  es  personaje  de  dra- 
ma, y  Pepa  lo  es  de  comedia:  deben,  pues,  diferenciar- 
se, y  se  distinguen  notabilísimaraente.  Pepa  se  retrata 
de  mano  maestra  en  aquella^  redondilla,  donde  dice 
de  sí:  I 

;.  II  No  nací  para  llorar, 

Ni  me  agrada  un  sentimiento 
Que,  en  vez  de  darnos  contento, 
Nos  haga  desesperar,  n 

II No  sé  si  estos  ligeros  rasgos  (ó  quizá  pesados)  bas- 
tarán para  dar  á  vd.  idea  del  dulce  placer  que  he  ex- 
perimentado en  la  lectura  de  las  dos  obras  de  vd.;  é\ 
ha  sido  grande,  y  he  extrañado  mucho  una  particula- 
ridad, cuya  explicación,  que  me  hago  fácilmente,  con 
dificultad  me  satisface.  No  he  leido  muchas  obras  de 
poetas  hispano-americanos,  pero  sí  algunas,  y  en  to- 
das he  advertido  diferencia  notable,  y  muy  natural, 
entre  el  lenguaje  castellano  de  allá  y  el  castellano  de 
Europa;  el  de  vd.,  sin  embargo,  es  el  nuestro.  ¿Es  que 
todavía  es  vd.  tan  española  como  se  fué?  ¿Es  que  no 
ha  leido  vd.  sino  escritos  nuestros?  Ambas  cosas  me 
parecen  difíciles  de  verificar;  pero  sea  lo  que  fuere,  vd. 
es  poetisa  española,  y  nuestra  patria  debe  envanecer- 
se de  poder  agregar  á  la  lista,  no  muy  numerosa,  de 
nuestras  actuales  escritoras  escénicas,  el  nombre  ilus- 
tre de  Isabelita  Prieto,  n 

Los  pasajes  anteriores,  que  dejan  ver  en  toda  su 
limpidez  el  alma  tranquila  y  elevada  del  inmortal  au- 


DE  ISABEL  PRITEO.  XXXIII 


tor  de  Los  amantes  de  Teruel^  son  en  gran  manera  in- 
teresantes, pues  señalan  con  bastante  exactitud  el  ca- 
rácter y  bellezas  de  las  dos  composiciones  dramáticas 
á  que  se  refieren;  y  lo  que  es  más,  parecen  concretar 
en  breve  cuadro  las  [dotes  especiales  que  distinguen 
las  obras  de  la  Sra.  Prieto,  aun  cuando  no  fuesen  to- 
das conocidas  deLsábio  literato  español.  Efectivamen- 
te, en  todas  ellas  se  encuentra  ese  buen  pensamiento, 
ese  plan  juicioso,  esos  caracteres  bien  ideados  y  esa 
versificacion^excelente,  realzada  en  particular  con  ras- 
gos de  ternura  y^de  ingenio  delicadísimos;  en  todas 
ellas  se  ve  ese  lenguaje  puro  y  castizo,  que  tanto  sor- 
prendía al  Sr.  Hartzenbusch  y  que  no  hallaba  como 
explicarse,  pues  é\  mismo  considera  insuficientes  las 
consideraciones  que  expone.  Y  en  verdad,  no  podria 
decirse  que  fuese  el  resultado  de  haber  pasado  en  Es- 
paña su  primera  infancia,  porque  fué  traida  muy  niña 
á  nuestro  país,  de  tal  suerte  que  apenas  conservaba 
vagos  recuerdos^del  lugar  de  su  nacimiento;  ni  tampo- 
co de  que  hubiese  leido  puramente  libros  españoles, 
porque  si  bien]es  cierto  que  conocía  mucho  á  los  gran- 
des escritores^del  siglo  XVI,  formando  su  especial 
delicia  Cervantes  y  Calderón  de  la  Barca,  ^  también 
es  cierto  que'^el  profundo  conocimiento  que  llegó  á 
adquirir  en  los  idiomas  francés,  inglés,  italiano  y  ale- 
mán, le  permitió  familiarizarse  con  las  obras  maestras 
de  esas  ricas  literaturas,  enriqueciendo  su  inteligencia 
una  extensa  y  variada  cultura,  en  que  seria  difícil  se- 
ñalar el  elemento  predominante.  La  verdad  es  qae  en 
México  nunca  han  faltado  escritores  que  manejen  con 

1  Véase  el  Apéndice  núm.  2. 

F— 3 


','.     iAtiiri-  1 


XXXTI  OBRAS  POÉTICAS 


propiedad  ypurezala  lengna  castellana;  que  en  el  genio 
hay  ipucho  de  intuitivo,  sabiendo  alcanzar  adonde  la 
mirada  del  vu^go  no  penetra,  y  que  á  manera  del  ro- 
sal, que  inconscientemente  sabe  extraer  del  suelo  que 
le  sustenta  y  de  la  atmósfera  que  le  rodea,  lo  necesario 
para  elaborar  la  delicada  esencia  y  los  maravillosos 
tintes  de  la  reina  de  las  flores,  así  esas  almas  dotadas 
de  un  instinto  poderoso  logran  asimilarse  del  mundo 
que  las  cerca,  ideas  é  impresiones  que  pasan  inadver- 
tidas para  la  generalidad,  revistiéndolas  con  tacto  ex- 
quisito de  la  forma  artística  que  mejor  exprese  su  be- 
lleza interna.  ' 

Sólo  así  puede  explicarse  esa  admirable  flexibilidad 
para  manejar  todos  los  estilos,  y  para  pintar  con  colo- 
res de  verdad  sorprendente,  situaciones  y  caracteres 
que  exijen  una  mano  guiada  por  el  conocimiento  pro- 
fundo del  corazón  humano.  Como  prueba  de  lo  que 
digo,  me  fijaré  especialmente  en  el  drama  intitulado 
Abnegación,  que  es,  en  mi  concepto,  de  lo  mejor  que 
produjo  la  fecundísima  pluma  de  la  Sra.  Prieto. 

.  El  cuadro  que  aquí  se  presenta  es  de  mucho  ma- 
yores proporciones  que  en  Las  dos  flores,  más  palpi- 
tante su  interés,  más  intrincada  su  acción,  más  abun- 
dante en  situaciones  dramáticas,  y  más  variado  por  la 
direr^a  índole  de  sus  personajes.  Emilia,  joven,  rica, 
de  corazón  tierno  y  apasionado,  ama  á  Enrique,  jo- 
ven también  de  buena  posición,  pero  que  adolece  de 
los  vicios  no  raros,  por  desgracia,  en  personas  que, 
nacidas  en  medio  de  la  opulencia,  se  abandonan  fácil- 
mente A  devaneos  que  acaban  por  estragar  sus  cos- 
tumbres y  pervertir  su  sensibilidad;  así  es  que  en  su 
enlace,  aprobado  por  los  padres  de  Emilia,  entra  mu- 


DE  ISABEL  PRIETO.  XXXV 


cho  de  frió  cálculo,  á  pesar  de  hallarse  aún  en  la  pri- 
mavera de  la  vida.  Eduardo  es  un  huérfano,  recogido 
y  cuidadosamente  educado  desde  sus  tiernos  años  por 
D.  Juan,  padre  de  Emilia,  circunstancia  que  le  ha  he- 
cho tratar  á  ésta  como  á  hermana,  habiendo,  por  su 
aplicación  y  talentos  distinguidísimos,  coronado  su  cs^- 
rreracon  el  título  de  médico.  Eduardo  posee  todos  los 
méritos  y  todas  las  virtudes  que  hacen  á  un  hombre 
apreciable;  pero  en  medio  de  la  posición  que  ha  alcan- 
zado y  de  la  inmensa  gratitud  que  en  su  corazón  guar- 
da por  los  beneficios  recibidos,  no  puede  olvidar  lo 
humilde  de  sus  antecedentes;  así  es  que  la  pasión  que 
abriga  por  Emilia,  á  quien  ama  profundamente,  tiene 
todas  las  amarguras  y  dolores  de  un  amor  sin  espe- 
ranza. En  esta  situación  aparece  otro  personaje  que 
viene  á  complicar  el  drama  considerablemente:  Clo- 
tilde es  una  joven  que,  seducida  y  abandonada  por 
Enrique,  y  deseosa  de  vengarse,  se  introduce  en  la 
casa  de  Emilia,  á  cuya  madre,  ÍDoña  Luisa,  logra  in- 
teresar con  la  patética  relación  de  su  miseria  y  sufri- 
mientos.    '  ^  -;;^  :. 

Tales  son  los  personajes  y  las  pasiones  puestos  en 
juego  en  el  drama  que  vengo  examinando;  veamos  en 
pocas  palabras  el  desarrollo  de  la  acción  hasta  su  de- 
senlace. Desde  la  primera  escena  se  advierte  la  posi- 
ción respectiva  de  Emilia  y  Enrique:  aquella,  inex- 
perta, apasionada,  con  todo  el  candor  de  un  corazón 
virgen,  observa,  sin  embargo,  la  frialdad  del  hombre 
á  quien  sin  reserva  ha  entregado  su  cariño;  Enrique, 
por  su  parte,  procura  eludir,  lo  tóejor  que  puede,  re- 
convenciones coya  exactitud  nadie  mejor  que  él  co- 
noce: y  en  medio  del  atolondraimento  que  le  causan, 


XXXVI  OBRAS  POÉTICAS 


atribuye  su  conducta  á  celos  inspirados  por  el  afecto 
con  que  Emilia  trata  á  Eduardo,  suponiendo  gratui- 
tamente lo  que  en  realidad  existe,  la  pasión  que  éste 
alimenta  y  que  Enrique,  en  el  exceso  de  su  orgullo, 
califica  con  los  términos  más  despreciativos,  acabando 
por  exigir  de  su  prometida  que  muestre  al  pobre  huér- 
fano todo  el  desden  y  frialdad  posibles,  cosa  que,  por 
lo  demás,  no  puede  cumplir  Emilia,  pues  aunque  no 
llega  á,  conocer  los  verdaderos  sentimientos  de  Eduar- 
do, absorta  como  se  halla  en  los  suyos  propios,  el  ca- 
riño fraternal  que  le  profesa  y  la  misma  bondad  de  su 
corazon^le  impiden  cometer  una  acción  que  nada  po- 
dria  justificar  á  sus  propios  ojos.  í 

Clotilde,  como  he  dicho  antes,  ha  logrado  introdu- 
cirse en  la  familia,  y  desde  ese  momento  todos  sus  es- 
fuerzos tienden  á  envenenar  el  corazón  de  Emilia,  á 
quien  ve  como  á  rival  afortunada;  á  exacerbar  los  su- 
frimientos de  Eduardo,  cuya  situación  comprende,  es- 
perando convertirle  en  instrumento  de  su  venganza; 
á  atravesarse,  en  suma,  en  el  camino  de  Enrique,  con 
quien  tiene  explicaciones  violentísimas,  echándole  en 
cara  lo  villano  de  su  conducta. 

Prepárase  una  fiesta  campestre  en  una  de  las  hacien- 
das de  D.  Juan:  el  año  ha  sido  magnífico,  la  cosecha 
abundantísima,  y  el  feliz  propietario  quiere  celebrar 
aquel  fausto  acontecimiento  trasladándose  al  campo 
con  toda  su  familia,  y  llevando  naturalmente  como 
convidado  á  su  futuro  yerno.  Ésta  es  la  oportunidad 
de  celebi^ar  la  boda  de  una  campesina,  á  quien  Emilia 
protege  de  antemano  y  le  sirve  esta  vez  de  madrina. 
Es  de  tarde;  vése  en  segundo  término  una  extensa 
plataforma  en  donde  tiene  llagar  el  baile  de  la  boda 


DE  ISÁBIBL  PRMTO.  XXXYII 


celebrado  al  aire  libre;  allí  están  Enrique,  Emilia  y 
sus  padres;  mientras  que  desde  lejos  observan  en  do- 
lorosa  contemplación  Clotilde  y  Eduardo,  presa  cada 
uno  del  sufrimiento  que  le  domina.  D.  Juan,  que  ya 
ha  notado  la  tristeza  profunda  de  su  hijo  adoptivo, 
cosa  que  no  deja  de  inquietarle,  no  hallando  á  qué 
atribuirla,  llega  en  su  busca  y  logra  conducirle  á  la 
alegre  reunión,  obligándole  á  bailar  con  Emilia.  Al 
ver  esto  Enrique,  se  siente  profundamer^^fce  herido  en 
su  amor  propio;  habla  luego  con  Emili^r-éxigiéndole 
que  cuando  termine  la  fiesta  vuelva  en-  la  noche  al 
mismo  lugar  para  tener  una  explicación;  Emilia  cede 
á  pesar  suyo;  la  explicación  toma  un  carácter  desagra- 
dable; Enrique  se  retira  irritado,  y  la  pobre  joven, 
víctima  de  encontrados  sentimientos,  luchando  entre, 
su  amor  y  su  dignidad  rudamente  hollada,  cae  sin 
sentido  después  de  un  elocuente  monólogo  en  que  ex- 
presa las  tempestades  que  se  desatan  en  su  corazón* 
La  necesidad  de  buscar  en  un  paseo  solitario  des- 
ahogo á  sus  pesares,  conduce  á  Eduardo  al  lugar  en 
que  se  halla  Emilia;  fácil  es  comprender  lo  que  aquel 
sentirá  al  encontrarse  solo  en  medio  del  campo  y  en- 
vuelto en  las  profundas  sombras  de  la  noche,  con  la 
mujer  que  forma  todo  el  encanto  de  su  vida.  Él  des- 
mayo no  ha  pasado  aún,  pronto  se  convence  Eduardo 
de  que  no  es  cosa  de  peligro;  pero  á  la  natui-al  sor- 
presa de  hallar  á  Emilia  en  aquel  sitio,  suceden  las 
terribles  emociones  que  la  misma  situación  sugiere. 
En  medio  de  esas  emociones  no  asoma,  empero,  nada 
que  ni  de  lejos  pudiera  manchar  la  virtud  de  Emilia, 
ó  el  purísimo  sentimiento  de  Eduardo;  el  carácter  de 
éste  se  ha  fundido  en  el  eterno  é  inquebrantable  mol- 


--/•filirt  iifr  ^.■ild 


^1 


XXXVIll  OBRAS  POÉTICAS 


de  del  deber;  la  elevación  de  su  alma,  lo  acendrado 
de  su  pasión,  la  enorme  deuda  de  gratitud  que  sobre 
é\  pesa,  no  consentirían  jamás  qtie  siquiera  atravesa- 
se por  su  mente  la  idea  de  herir  k  su  padre,  á  su 
bienhechor,  en  lo  que  ti^e  de  más  sagrado,  ni  mucho 
menos  profanar  en  la  demencia  de  un  arrebato  crimi- 
nal, al  ángel  de  todos  sus  sueños,  al  ídolo  que  por  com- 
pleto llena  su  corazón. 

Así  es  que  en  Eduardo  todos  los  sentimientos  se 
encuentran  subordinados  á  la  abnegación  llevada  has- 
ta el  sacrificio,  llevada  hasta  el  martirio  y  la  muerte; 
porque  no  merece  otro  nombre  el  obstinado  silencio 
en  que  se  encierra,  sin  permitirse  el  consuelo  de  una 
esperanza  remota,  habiendo  aceptado  su  situación  sin 
condiciones  ni  correctivo,  marchando  á  sabiendas  y 
sin  vacilar,  al  abismo  que  ve  delante.  Como  la  som- 
bra de  un  espíritu  doliente,  atraviesa  el  drama  de  un 
extremo  á  otro,  sin  un  confidente  en  quien  depositar 
el  secreto  que  le  agobia;  y  el  espectador  quedaría  ig- 
norante de  las  borrascas  que  agitan  aquel  corazón  de 
vigoroso  temple,  si  no  fuera  por  los  sentidos  monólo- 
gos en  que  se  desenvuelve  la  pasión  con  todos  sus 
matices,  y  que  constituyen  la  única  forma  posible  pa- 
ra manifestar  las  luchas  interiores  de  un  personaje 
que  huye  de  todo  lo  que  pueda  hacer  á  otro  partícipe 
en  los  misteriosos  secretos  de  su  alma. 

Al  volver  en  sí  Emilia  y  hallar  á  su  lado  al  hom- 
bre en  quien  desde  la  edad  más  tierna  se  ha  acostum- 
brado á  ver  un  hermano,  da  rienda  suelta  á  sus  lá- 
grimas y  le  confía  en  amargas  quejas  la  causa  de  sua 
sufrimientos.  En  medio  de  esta  delicada  y  embarazo- 
sa situación,  aparece  Df  Luisa  acompañada  de  Cío- 


DE  ISABEL  PRIETO.  XXXIX 


tilde»  pues  habiendo  extrañado  la  ausencia  de  su  hija/ 
sale  á  buscarla,  temiendo  que  le  hubiese  sucedido  en 
el  campo  algún  accidente.  La  sorpresa  de  Df  Luisa 
al  encontrar  á  tales  horas  y  en  aquel  lugar  á  Emilia 
y  Eduardo,  no  pasa  de  cierto  límite,  pues  sobrada 
confianza  tiene  en  la  virtud  de  la  una  y  en  la  honra- 
dez acrisolada  del  otro  para  abrigar  la  más  ligera 
sospecha  que  pudiese  mancillar  la  reputación  de  am- 
bos; pero  esto  no  impide  que  los  diversos  personajes 
de  la  escena  se  desconcierten,  como  puede  fácilmente 
comprenderlo  el  espectador.  --^" 

Los  acontecimientos  hasta  aquí  referidos  preparan 
naturalmente  los  que  siguen:  Enrique  es  instruido  de 
todo  lo  que  ha  pasado  por  Clotilde,  quien  se  compla- 
ce en  irritar  su  amor  propio  contándole  en  términos 
ambiguos  la  escena  de  la  noche  anterior;  Emilia,  por 
su  parte,  está  resuelta  á  romper  con  su  prometido;  la 
conducta  de  éste  ha  agotado  su  sufrimiento,  así  es 
que  en  la  entrevista  que  tiene  lugar  en  seguida,  ma- 
nifiesta una  entereza  inquebrantable  que  sorprende 
completamente  á  Enrique,  acostumbrado,  como  esta- 
ba, á  ver  en  ella  un  instrumento  siempre  dócil  4  to-. 
dos  sus  caprichos  y  exigencias;  y  en  medio  de  lairri^ 
tacion  que  le  causa  semejante  conducta,  acaba  por 
atribuirla  á  un  cambio  efectuado  en  el  corazón  de 
Emilia  por  la  supuesta  inclinación  hacia  Eduardo, 
desatándose  en  improperios  contra  el  hombre  á  quien 
en  su  necio  orgullo  ve  con  el  más  alto  desprecio.  En 
estos  momentos  aparece  Eduardo  y  escucha,  sin  ser 
visto,  el  final  de  aquella  escena  violenta  en  que  él  for- 
ma el  principal  objeto  de  las  cóleras  de  Enrique;  Emi- 
lia se  retira  dando  punto  á  sus  relaciones  con  éste 


..J 


■    -"vi  ■*■ 


XL  OBRAS  POÉTICAS 


que  permanece  confundido  ante  aquella  inusitada 
energía,  y  avanza  entonces  Eduardo,  en  cuyo  seno 
hierve  el  odio  más  profundo  contra  aquel  que  no  solo 
le  ha  herido  en  las  fibras  más  sensibles,  sino  que  ha 
llenado  de  luto  y  desolación  el  corazón  de  la  mujer  á 
quien  rinde  el  culto  del  amor  más  puro  y  respetuoso. 
La  escena  que  pasa  entre  los  dos  expresa  con  terrible 
verdad  el  aborrecimiento  que  se  profesan  mutuamen- 
te, acabando  por  salir  al  campo  con  objeto  de  batirse. ' 
Entretanto,  D.  Juan,  que  ignora  absolutamente  lo 
que  pasa,  comunica  á  su  esposa  D?  Luisa  la  resolu- 
ción de  efectuar  lo  más  pronto  posible  el  matrimonio 
de  su  hija,  pero  la  conversación  se  corta  por  la  apari- 
ción de  Emilia,  que  en  medio  del  trastorno  que  le 
han  ocasionado  los  sucesos  anteriores,  va  á  depositar 
en  el  seno  de  sus  buenos  padres  el  secreto  dt;  sus  pe- 
sares y  su  rompimiento  definitivo  con  Enrique.  Esta 
escena  de  efusiones  íntimas,  en  que  se  ven  por  un  la- 
do las  amarguras  de  una  ilusión  desvanecida,  y  por 
otro  la  empeñosa  solicitud  que  solo  los  corazones  de 
un  padre  y  de  una  madre  pueden  abrigar  hacia  el  fruto 
de  su  cariño,  al  verle  zozobrar  en  la  vorágine  de  un 
dolor  intenso,  es  interrumpida  bruscamente  por  la  en- 
trada precipitada  de  Eduardo,  que  llega  en  el  más 
completo  desorden,  confesando  que  ha  matado  á  En- 
rique. Los  diversos  y  encontrados  sentimientos  que 
se  despiertan  en  todos  los  personajes,  dados  los  ante- 
cedentes de  cada  uno  de  ellos,  están  diestramente  de- 
lineados;  pero  hé  aquí  que,  en  medio  de  la  confusión 
que  tal  acontecimiento  ha  producido,  se  presentan 
unos  criados  conduciendo  á  Enrique:  Emilia,  que  an- 
te aquella  catástrofe  olvida  sus  antiguas  quejas,  se 


DI  ISABIL  PRIBTO.  XLI 


arroja  sobre  el  que  todos  juzgan  cadáver,  y  anuncia, 
con  sorpresa  general  que  Enrique  vive.  Esta  revela- 
ción que  por  un  momento  parece  efecto  del  delirio 
que  embarga  á  Emilia,  es  confirmada  por  Eduardo, 
el  cual  se  ha  cerciorado  de  la  verdad,  y  promete  sal- 
var al  mismo  á  quien  un  momento  antes  habría  arran- 
cado mil  vidas  si  á  tanto  hubiera  su  poder  alcanza- 
do. Véase  la  manera  rápida  con  qué  concluye  el  acto 
y  que  resume  la  situación  que  imperfectamente  he 
bosquejado:  '  *^ 

Emilia. —      ¡Enrique!  ;  1:  J  - 

Eduardo.—  (¡Destino  impío!) 

Enrique. —   ¡Ay! 

Emilia. —  ¡Cielo  santo!  respira. 

Eduardo.—  ¿Qué  dice.? Emilia Delira. 

Enrique. —  ¡Ah!  ^    ;■     - 

Emilia:—  ¡Vive!. . . . ^^       '   v;  •;  . 

Eduardo. —  -       '  ¡Vivé!  ¡Dios  mió! 

Late  su  pulso. Podré 

Le  agita  un  temblor  ligero 

Emilia. —      Si  él  muere,  hermano,  yo  muero 

Eduardo. —  Emilia ¡Le  salvaré! 

cimientos  referidos:  durante  ese  tiempo  Eduardo  ha 
pernianecido  constantemente  de  dia  y  de  noche  á  la 
cabecera  de  Enrique,  á  quien  ha  atendido  con  un  cui- 
dado y  una  dedicación  extremados,  logrando  arran- 
carle del  terrible  peligro  que  le  amenazara.  Esta  con- 
ducta en  que  se  ve  la  abnegación  llevada  á  un  grado 
heroico,  y  que  no  puede  ser  comprendida  de  nadie 
pues  no  tiene  má^  testigo  que  la  conciencia  de  aquel 
mártir  del  deber,  ha  producido  un  cambio  en  Enrique, 


XLII '  OBRAS  POÉTICAS 


á  quien  después  de  todo  puede  considerarse  más  bien 
como  unanaturaleza  extraviada,  queápesarde  los  erro- 
res cometidos  conserva  un  fondo  de  sensibilidad,  sufi- 
ciente para  estimar  la  nobleza  con  que  ha  procedido  e^ 
hombre  que  antes  fuera  objetoáe  prevenciones  gratuitas 
é  injustificadas.  Hoy  la  reflexión,  los  cuidados  de  que 
se  ha  visto  rodeado,  han  producido  en  su  alma  una  re- 
volución completa;  la  gratitud  qué  siente  hacia  Eduar- 
do le  hace  reconocer  la  superioridad  de  éste;  ve  que 
ha  sido  injusto  con  Emilia,  y  procura  reconquistar  su 
cariño  por  medio  de  aquel  hombre  generoso  á  quien 
confia  sin  reserva  sus  esperanzas  y  propósitos. 

Eduardo  es  un  hombre  que  por  nada  retrocede  en 
la  carrera  de  sacrificios  que  se  ha  impuesto;  así  es  que 
él  mismo  conduce  á  Emilia  para  que  tenga  una  entre- 
vista con  Enrique,  tomando  parte  en  la  conversación 
á  fin  de  persuadirla  para  que  le  restituya  su  cariño 
efectuándose  la  reconciliación  entre  los  dos  amantes. 
Emilia,  sin  embargo,  se  mantiene  inflexible  en  su  re- 
solución; la  herida  que  ha  recibido  es  harto  profunda 
para  que  pueda  darse  por  satisfecha  con  las  reiteradas 
protestas  de  Enrique;  éste,  en  medio  de  su  delirio, 
habia  revelado  sus  antiguas  relaciones  con  Clotilde, 
revelación  que  vino  á.  robustecer  el  propósito  inque- 
brantable de  aquella  joven,  que  en  su  amor  é  inexpe- 
riencia buscaba  un  sentimiento  tan  grande  y  tan  puro 
como  el  que  abrigaba.  En  este  momento  se  presenta 
Clotilde,  quien  creyendo  consumar  su  venganza,  cuan- 
do supone  que  están  á  punto  de  reanudarse  las  rela- 
ciones de  Emilia  y  Enrique  siendo  posible  que  se  lle- 
ve á  cabo  su  matrimonio,  vá.  con  el  fin  de  hacer  lo  que 
juzga  el  descubrimiento  de  un  secreto  terrible,  echan» 

]      r 


DS  ISABEL  PBISTO.  XLIII 


do  en  cara  á  su  antiguo  amante  lo  infame  de  su  con- 
ducta, y  vertiendo  en  frases  de  rencor  y  despecho  toda 
la  hiél  que  se  encierra  en  su  alma.  La  confusión  de 
Enrique  no  tiene  límites,  mientras  que  Emilia  pre- 
sencia aquella  escena  que  nada  nuevo  le  descubre,  con 
la  severidad  silenciosa  de  la  dignidad  que  se  sobrepo- 
ne á  la  ofensa,  sentimiento  que  domina  en  ella  á  to- 
dos los  demás;  por  lo  mismo,  cuando  Clotilde  le  diri- 
ge la  palabra  diciéndole  que  solo  por  salvarla  ha 

corrido  el  velo  de  sus  sufrimientos,  y  añade  que  dos 
corazones  que  sufren  se  comprenden,  Emilia  le  con- 
testa con  una  dureza  que  la  anonada:    ^ 

iiNoáfémia, 
V     No  podemos,  Clotilde,  comprendernos; 
No  hay  nada  de  común,  nó,  ni  podría 

^  ;     Haber  entre  las  dos.  Las  emociones 

Que  os  he  causado  inútiles  encuentro; 
No  me  compadezcáis,  todo  acabado 
Entre  Enrique  y  yo  queda;  todo,  todo 
Y  para  siempre.  • 

Enrique—         ■    í    -    -^  --(¡Ah!)  '    v' 

Emilia. —  --      Muy  orguUosa 

Soy,  Clotilde,  en  verdad;  estad  segura 

i ,    Que  no  seré  su  desdichada  esposa 

No  imagináis,  supongo,  que  en  el  lodo 
Do  vos  habéis  caido 
Pudiera  yo  caer;  las  almas  nobles 
No  manchan  su  pureza  soberana.... . 

Clotilde. —  ¡Ah!  '^^^ ' 

Emilia..—  No  descienden  nunca  de  esa  altura... . . 

■lí*   i.>'   ':;,,( 

Ese  acento  de  dureza  despiadada,  que  nunca  debe 
aparecer  en  los  labios  de  quien  comprende  y  compa- 
dece la  desgracia  de  sus  semejantes,  se  explica  muy 


r~-~'!rT'  •  •  .  '  y.r^w^:' 


1 


XLIY  OBBAS  POÉTICAS 


bien  en  la  situación  de  Emilia.  Educada  en  medio  de 
la  opulencia,  sin  conocimieto  práctico  de  la  vida  rea!, 
las  faltas  ajenas  no  aparecen  á  sus  ojos  sino  como  in-^ 
fracciones  de  los  rigorosos  principios  que  profesa,  y 
sabido  es  que  la  indulgencia  hacia  los  demás  no  es 
fruto  de  los  primeros  años,  sino  resultado  de  la  re- 
flexión y  de  la  experiencia  propia,  que  nos  hacen  sen- 
tir en  nosotros  mismos  la  flaqueza  inherente  á  la  na-' 
turaleza  humana.  Por  otra  parte,  los  golpes  repetidos 
que  han  herido  su  corazón,  la  han  llenado  de  amar- 
gura; y  cuando  ve  que  aquella  mujer,  dueña  otro  tiem- 
po del  cariño  que  Emilia  en  su  delirio  creyó  pertene- 
ciese á  ella  sola,  para  hacerle  sentir  todo  el  peso  de  su 
infortunio,  se  atraviesa  en  su  camino,  busca  con  el 
instinto  del  odio  el  dardo  que  más  profundamente 
pueda  penetrar  en  el  alma  de  su  rival,  y  le  halla  en  la 
superioridad  incontestable  que  le  dan  su  honra  y  su 
virtud  inmaculada.  Clotilde,  lastimada  de  un  modo 
tan  cruel,  se  vuelve  hacia  Eduardo,  que  es  el  único 
que  allí  puede  comprenderla,  y  le  dice: 

Clotilde. —  ¡Eduardo!  ¡Eduardo!  ¿habéis  oido? 

Emilia,  el  alma  casta  é  inocente  • 

Que  refleja  en  su  seno  el  cielo  mismo, 
Que  el  mundo  y  sua  perfidias  no  conoce, 
Puede  más  fácilmente 
En  sus  lazos  caer,  porque  el  abismo 
No  comprende  ni  ve. . . . 
Eduardo. —  (¡Pobre  creatura!) 

Clotilde. —  Me  humilla....  ¡Con  razón!. .  Le  da  derecho 

Mi  suerte  desdichada. .  .(^j&miím)Sois  bien  dura 
'  ■'    Emilia,  para  mí Dios  os  perdone. 

Mucho  podría  decir  sobre  lo  oportuno  y  profundo 


DK  ISABEL  PBIETO.  XLV 


de  esta  contestación.  En  vez  de  desatarse  en  impro- 
perios ó  de  enmudecer  en  su  humillación,  Clotilde 
atribuye  las  palabras  arrogantes  de  Emilia  k  su  igno- 
rancia del  mundo,  lo  que  es  verdad:  la  observación  de 
que  esa  ignorancia  puede  hacerla  caer  más  fácilmente 
en  el  abismo,  es  un  llamamiento  á  la  conciencia  de 
aquella  joven,  engreida  con  ventajas  que  no  puede 
jactarse  de  conservar  siempre,  porque  después  de  to- 
do, no  es  hecha  de  distinta  masa;  el  recuerdo  de  su 
desdicha  le  hace  reconocer  lo  que  llama  con  amargu- 
ra el  derecho  de  Emilia,  derecho  de  que  ésta  ha  abu- 
sado cruelmente;  y  por  último,  en  la  frase  ti  Dios  os 
perdone, II  se  concretan  todos  aquellos  sentimientos 
que  han  ido  desgarrando  su  corazón;  y  no  hallando  á 
nadie  que  la  comprenda  y  compadezca,  invoca  la  mi- 
sericordia infinita  para  que  no  haga  caer  sobre  Emi- 
lia el  castigo  que  podria  acarrearle  su  temerario  or- 
gullo. 

Llegadas  las  cosas  á  este  extremo,  no  es  ya  posible 
mks  que  una  solución;  solución  negativa  que  consiste 
en  romper  todos  los  lazos  que  han  ligado  á.  los  diver- 
sos personajes  del  drama,  estableciendo  entre  ellos 
una  separación  definitiva.  ¿Ni  qué  esperanza  puede 
caber  de  lo  contrario?  El  matrimonio  de  Enrique  y 
Emilia  es  de  todo  punto  imposible;  entre  los  dos  se 
alza  la  sombra  de  Clotilde,  que  ha  venido  á  herir  en 
su  raíz  todas  las  ilusiones  de  un  corazón  inexperto.  La 
joven  seducida  y  desgraciada,  ha  conseguido  su  prin- 
cipal objeto;  poner  una  barrera  insuperable  entre  e. 
seductor  y  su  prometida;  pero  al  herir  á  su  rival  se  ha 
herido  de  muerte  á  sí  misma;  y  si  puede  contemplar  sa- 
tisfecho el  sentimiento  de  venganza  que  laha  inspirado. 


XLVI  OBRAS  POÉTIOAS 


preciso  es  que  se  separe  para  siempre  de  aquella  casa, 
yendo  á  llorar  en  el  silencio  de  la  desesperación  las  con- 
secuencias de  un  error  irreparable.  En  cuanto  á  Eduar- 
do, en  quien  se  reconcentran  todos  los  dolores  y  to- 
dos los  sacrificios  de  la  abnegación  más  completa,  ¿po- 
dría abrir  su  pecho  á  la  esperanza,  una  vez  eliminado 
el  principal  obstáculo  que  se  interponía  entre  Emilia 
y  ^1?  Tal  seria  el  camino  que  adoptara  un  carácter 
vulgar,  pero  no  un  hombre  cuya  pasión  comienza  por 
hacer  completa  renuncia  de  sí  mismo,  y  que  en  la  al- 
tura á  que  se  ha  colocado  no  alcanza  siquiera  la  ilu- 
sión del  deseo,  ni  tal  vez  los  tormentos  desgarradores 
de  los  celos.  Si  se  analiza  profundamente  esta  situa- 
ción, se  hallará,  que  no  es  Enrique  la  causa  principal 
de  los  sufrimientos  de  Eduardo,  sino  el  mero  hecho 
de  no  poder  aspirar  al  corazón  de  Emilia  por  dos  ra- 
zones poderosas:  porque  ésta  no  le  ama  con  el  único 
amor  que  pudiera  corresponder  al  suyo,  y  porque  el 
sentimiento  de  su  dignidad  se  rebela  al  solo  recuerdo 
de  los  beneficios  de  D.  Juan.  De  esta  manera,  la  eli- 
minación de  Enrique  no  altera  sustancialmente  la  si- 
tuación de  Eduardo,  quien  después  de  haber  apurado 
hasta  las  heces  el  cáliz  del  sufrimiento,  se  decide  á 
partir  á  Europa,  manifestando  en  un  aparte  que  será 
para  siempre,  ya  que  se  ve  en  la  necesidad  de  fingir 
hasta  el  fin,  resistiendo  á  las  cariñosas  instancias  de 
D.  Juan,  D^  Luisa  y  Emilia  para  que  se  quede,  y  di- 
rigiendo á  ésta  las  frases  má&  tiernas,  justificadas  por 
el  cariño  fraternal  que  siempre  le  ha  profesado.  Hé 

aquí  los  últimoá  versos  del  drama:     v  *'-•  •:.        >  ■>   • 
-  ,         •  ..,.'■*      ^ 

Eduardo.—  (J.  j&míZio)  Piernáa  en  mí,  ¡que  á  toda  hora 

■  ui^-^ú'Hi^r-A'    Siempre,  Emilia. ..;.  siempre,  sí,  '^í-  v' üí 


DK  ISABEL  PRIITO.  XLVII 


Piensa  con  ternura  en  tí    ■      *  *^v   ^  • 

>r  El  corazón  que  te  adora >  > 

No  llores me  haces  sufrir. 

Emilia. —     ¡Hermano!.... 

Eduardo. —  Enjuga  tu  llanto 

¡Adiosl  !  Adiós! ¡Te  amo  tanto! 

(i  Ay!  es  preciso  partir ) 

D.  Juan. —  jHijo! 

Eduardo. —  ¡Padre!  ;- 

D.Juan.—  r  ¿Volverás? 

'Eduardo. —  ¡Madre! 

D.*  Luisa.—  ¡Adiós! 

Eduardo. —  (¡Destino  fiero!) 

¡Emilia! ¡Emilia! (¡Me  muero! ; 

Emilia.—     ¡Vuelve! ^ 

Eduardo. —  (Yéndose.)  Sí,  pronto (¡Jamas!) 

Tal  es,  en  su  conjunto,  el  drama  de  la  Sra.  Prieto, 
en  que  he  creído  deber  fijarme  de  preferencia,  porque 
él  muestra  por  sí  solo  las  elevadas  dotes  dramáticas 
de  su  autora.  Este  genero  de  poesía,  dice  Hegel,  ««re- 
conoce  por  origen  la  necesidad  que  tenemos  de  ver 
las  acciones  y  relaciones  de  la  vida  humana,  represen- 
tadas por  personajes  que  con  sus  discursos  expresan 
esa  acción.  Pero  la  ación  drá-matica  no  se  reduce  á  la 
simple  realización  de  una  empresa  que  feigue  pacífica- 
mente su  curso,  sino  que  gira  esencialmente  sobre  un 
conflicto  de  circunstancias,  pasiones  y  caracteres,  que 
ocasiona  acciones  y  reacciones  y  necesita  un  desenla- 
ce. Así  es  que  lo  que  tenemos  ante  los  ojos  es  el  es- 
pectáculo movible  y  sucesivo  de  una  lucha  animada 
entre  personaje^  vivos;  que^  .tiepiden  á  fines  opuestos, 
en  medio  de  situaciones  erizadas,  de  obstáculos  y  peli- 
gros; son  los  esfuerzos  de  esos  personajes;  la  manifes- 
tación de  su  carácter,  su  influetícia  recíproca  y  sus 


XLVIII  OBBAS  POÉTICAS 


determinaciones;  es  el  resultado  ñnal  de  esa  lucha  que^ 
al  tumulto  de  las  pasiones  y  de  las  acciones  humanas, 
hace  suceder  el  reposo,  n  *  Ahora  bien,  si  se  examina 
la  obra  de  la  Sra.  Prieto  á  la  luz  de  estos  principios, 
fundados  en  la  misma  naturaleza  del  arte  dramático, 
se  verá  que  corresponde  en  todas  sus  partes  con  la 
idea  que  el  profundo  estético  tenia  sobre  las  condicio- 
nes (i  que  deben  hallarse  sujetos  trabajos  de  esta  cla- 
se. El  contraste  de  las  pasiones  y  de  los  caracteres  está 
perfectamente  marcado,  de  donde  surgen  situaciones 
que  nada  tienen  de  violento  ni  inverosímil,  siendo  dig- 
no de  notar  que  en  el  desarrollo  de  esas  situaciones  se 
busca  siempre,  sin  apartarse  de  la  naturaleza,  el  lado 
menos  previsto,  lo  que  constituye  la  verdadera  origi- 
nalidad de  quien  escribe  para  el  teatro.  Por  lo  demás, 
el  alto  sentido  moral  de  la  poetisa  pensadora,  se  reve- 
la admirablemente  en  ésta  como  en  sus  otras  obras 
dramáticas,  sin  degenerar  por  eso  en  la  pedantesca  ari- 
dez del  preceptista  que  pretende  convertir  en  cáte- 
dra espectáculos  que  se  proponen  fines  muy  diversos; 
La  solidez  de  juicio  de  la  Sra.  Prieto,  aparece,  sobre 
todo,  en  aquellas  escenas  familiares  á  que  la  delicade- 
za de  su  corazón  de  mujer  ha  sabido  prestar  un  en- 
canto indefinible.  Véase,  por  ejemplo,  el  siguiente 
diálogo  entre  D  ^  Luisa  y  Emilia,  en  que  se  habla 
del  futuro  enlace  de  la  segunda:  ^ 

D  .*  Luisa. —  «»No  quisiera  fijar  mi  pensamiento 
En  la  idea  penosa  y  dolorida 
^   *  De  que  pronto  el  momento  ! 

Llegará  de  una  triste  despedida. ..  • 

1  Hegel,  La  Poetifut,  trad.  de  Bénard^  tpm.  II;  pág.  5. 


wp^jt 


DE  ISABEL  PRIETO.  XLIX 


En  esa  unión  se  cifra  tu  ventura, 
Lo  creo  asi  y  el  corazón  lo  anhela; 
Pero  la  pobre  madre  sufre  y  llora, 
Si  de  su  seno  amante  se  separa,* 
Cuando  se  arranca  de  sus  tiernos  brazos 
A  la  hija  de  su  amor  que  el  s^lma  adora. 

Emilia. —    Si  yo  me  imaginara     i     ...;^^¿r 
D*  Luisa. —  Unida  en  dulces  lazos 

Aquel  por  quien  en  tu  alma  se  atesora 

Un  amor  tan  profundo  y  verdadero, 

Serás  feliz,  Emilia  de  mi  vida .... 

Si  pienso  con  tristura 

Que  hay  un  ser  que  me  roba  tu  ternura, 

Me  consuela  la  idea  deliciosa 

De  que  ese  mismo  ser  te  hará  dichosa . . . . 

Emilia. —    ¿Y  crees,  madre,  que  aceptar  pudiera 

Esa  unión,  que  es  mi  dicha,  si  creyera 

Por  un  instante  solo      .?,:;  :r 
Que  cruel  me  alejara         ?'     ^ 

Por  siempre  de  tu  lado? 

No  lo  pienses  jamas,  nó,  porqué  fuera 
Esa  dicha  pagar,  madre,  muy  cara 

D  ^  Luisa. —  Si  menos,  hija,  el  corazón  te  amara. 
Menos  padecería:    ;   * '¿  ?  iíí^    í\  ' 
Pero,  ¿dónde  valor,  fuerza  bastante, 
Para  tal  sacrificio  hallar  podría, 
Sino  en  ese  profundo  sentimiento 
Que  aumenta  con  la  fuerza  el  sufrimiento? 
— Mas  no  hablemos  ahora  de  mi  pena,    '  ' 
Dejémosla  ya  á  un  lado,  *;?^-'^^ 
Que  amarga  tu  contento /r''^ 
Como  madre  prudente  y  cariñosa 
Es  mi  deber  hablarte,  hija  ael  alma, 
De  los  graves  deberes  de  una  esposa .... 
Serás  la  compañera  de  su  vida, . ' 

'   "^   ■  '       ■'-_■''.'  ■■■:  -\;-^-^      -        P — 4 


'#•.  *- 


'rTi'"iÉi"ii-  '-^  '■■" 


M 


OBRAS  POÉTICAS 


Su  gozo  y  SU  consuelo. 

El  s¿r  que  formará  de  dicha  un  cielo 

De  su  dulce  existencia  bendecida 

Sé  amable,  resignada  y  obediente; 
Ni  por  un  solo  instante  te  imagines 
Que  de  tu  dignidad  ofensa  fuera 
Cariñosa  ceder,  si  por  acaso 
Vuestras  dos  voluntades 
En  desacuerdo  están:  tierna  y  sumisa 
Debe  ser  la  mujer,  esa  es  su  gloria. 
•  ¿Qué  más  grata  victoria. 
Hija,  que  dominar  un  sentimiento 
Que  pudiera  turbar  de  la  existencia 
La  ventura  y  la  paz?    • 
Emilia. —  ¡Madre  querida! 

D  ?*  Luisa. —  Si  sopla  con  violencia 

El  viento  del  dolor;  si  los  pesares 

Turban  de  vuestra  vida  la  corriente; 

Si  abatido  le  ves,  desalentado. 

Sé  tú  su  apoyo:  fuerte  y  valerosa 

Levántate  animosa 

Y  haz,  sin  temblar,  á  la  tormenta  frente . 

La  mujer  aunque  débil,  delicada, 

Es  elástica  planta 

Que  á  resistir  altiva  se  levanta  * 

Cuando  rebrama  tempestad  airada, 

Si  penden  de  su  esfuerzo  decidido 

El  consuelo  y  la  paz  de  un  ser  querido. 

Emilia. —    Sabes,  madre,  que  le  amo  tiernamente. 
Que  es  mi  primer  amor,  que  esa  ternura 
La  luz  ha  sido  de  mi  vida  toda  .,  .< 
Llenando  el  corazón  eterna  y  pura. 
.  Me  siento  con  la  fuerza  suficiente 

De  sufrir  á  su  lado 
Cuanto  un  crudo  destino  'i'. 

Me  quiera  preparar  de  amargas  penas. 


Di  ISABEL  PRIBTO.  u 


Serán  mis  horas  dulces  y  serenas 
Aunque  las  bañe  de  dolor  el  lloro, 
Si  de  la  vida  el  áspero  camino 
Apoyada  en  el  hombre  que  idolatro 
Me  es  dado  recorrer.  Su  amor  profundo 

Es  mi  dicha  y  mi  Wen.  Mientras  yo  sienta 
Palpitar  conmovido 

Su  corazón  por  mí,  ¿qué  habrá  en  el  mundo 

Que  mi  valor  desalentar  pudiera 

Por  apoyo  tan  dulce  sostenido?. .. . 

Un  tormento  tan  sólo  el  alma  mia 

Resistir  no  lograra; 

El  infernal  dolor,  madre,  seria 

De  que  el  amor  de  Enrique  me  faltara.  .... 

En  su  afecto  confio 

Con  una  íé  profunda  é  inmutable; 

Sé  que  nunca  el  engaño 

Responderá  cruel  al  amor  mió. . . . 

i  Oh!  fuera  bien  culpable 

Si  á  ese  cariño  tierno,  inalterable. 

Correspondiera  indiferente  y  frió. ... 

¡Ay!  es  la  sola  idea  .. 

C¿ue  soportar  no  puedo  y  que  nublara 

La  luz  del  cielo  con  su  sombra  triste. 

Si  ese  amor  es  mi  bien  y  mi  esperanza, 

Para  mí  lo  más  dulce  y  más  hermoso 

De  todo  cuanto  existe. 

De  un  cambio  el  pensamiento  doloroso 

A  concebir  la  mente  se  resiste 

D  ^  Luisa. —  Hablas  con  energía ;  .    .  ;  'v' 

Emilia. —     Porque  estoy  bien  segura  de  que  Enrique 
Nunca  podrá  «amblar....  ''v-V;;  .í 

Di*  Luisa.—  (Más  bien  parece 

Que  lo  duda.)  ■  ^>       v 

Emilia. —  Las  dulces  ilusiones 

Qué  al  entrar  en  la  vida  me  halagaron. 


^^',^':^''^J.¡¿t]¿.:  '„^l:     ■     '  I     i'ühni  I  iti  '"'-^'^  -— 


LlI  OBRAS  POÉTICAS 


De  Enrique  revistieron  laa  facciones 

Y  su  voz  y  su  nombre  le  tomaron. 
Más  este  amor  que  crece 

Y  aumenta  con  el  tiempo,  sin  embargo, 
Desengaño  cruel  destrozarla 

Si  fuera  mi  confianza  loco  ensueño; 

Si  infiel  al  despertar  de  mi  letargo 

Hallara  á  Enrique  un  dia, 

No  encontrara  en  mi  amor  fuerza  bastante 

A  perdonar  la  falta  del  esposo, 

Como  hoy  tampoco  el  corazón  quejoso 

Perdonara  la  falta  del  amante .... 

D  f®  Luisa. —  Dios  te  libre,  hija  mia, 

De  pena  tan  atroz;  al  cielo  plegué 
Que  no  deshojo  realidad  impía 
.De  tu  ilusión  las  delicadas  flores; 
Más  si  tales  dolores 
Un  destino  implacable  te  guardara; 
¿Piensas  acaso  que  consuelo  alguno 
Tu  corazón  despedazado  hallara,  i 

Cerrándose  al  perdón  prueba  preciosa 
De  un  alma  grande,  noble  y  generosa? 
Por  graves,  hija,  que  las  faltas  sean, 
Es  grato  perdonarlas; 
Por  gran  placer  que  un  ser  arrepentido 
Halle  cuando  el  perdón  ha  conseguido 
Que  borra  sus  errores, 
Más  vivo,  más  profundo  é  indecible 
Es  el  placer  que  siente      "  ^*  ' 
Un  corazón  sensible        •  -     , 

'       Que  da  con  su  perdón  tanta  ventura .... 
Emilia. —   No  dudo  de  que  pueda  ser  más  dulce 
,      Aun  que  aceptar  perdón  el  concederlo; 
Pero  cuando  se  apura  '  •  • 
^Oh  madrel  hasta  las  heces 
Tan  lleno  el  cáliz  del  dolor  amargo, 


p 


DE  ISABEL  PRIETO.  Lili 


Se  endurece  al  beberlo  ' 

El  corazón  sin  duda . . 
D-*  Luisa. —  .i    |T«  estremeces? 

¿Qué  tienes,  hija?    "  •  / 

Emilia. —  v  •«.;  ^:  Nada. . .. 

D5*  Luisa. —         ■        ':.^^':-^^',-^^iry,^:-y'-^fi^-^<:      Si  traspasa 

El  corazón  de  aquel  que  nos  ofende 

Un  arrepentimiento  verdadero; 

Si  lamenta  su  falta  desolado 

Con  ese  llanto  de  dolor  sincero 

Que  abrasa  la  mejilla,      j-    », 

Aun  el  más  grave  error  queda  lavado. 

¿No  lo  crees  así?. ... 

Emilia. —  "*  N  ó;  yo  he  tenido 

Siempre,  madre,  la  idea,   ^^-rT»-?'  v 
De  que  aunque  perdonar  muy  dulce  sea, 
Inútil  siempre  pérdotiar  ha  sido. 
Todo  el  que  ha  cometidd^íA -í^j  .    -      ? 

Una^  falta  cualquiera  '  ^^r^    í 

Por  su  culpa  ó  su  error,  manchado  se  halla» 

Y  no  hay  bautismo  que  borrar  pudierífcr:>  ; 
La  huella  de  esa  falta  de  su  frente,  <     « 
Ni  una  razón  bastante  poderosa           V    ,     V 
Que  nos  haga  creer  que  se  ftrrepiiente. 

Dfi  Luisa.— Pero,  hija  mU^/ri^  >í''>»^<  -.^h        :^'    .- 

EmiÜa.^-  í/-  »"»í  y  aunque  cierto  fuera 

'  Ese  arrepentimiento; 
t;;      Un  solo  Jáentimiento    '  ;' 

¿Puede  igualar  un  corazón  manchado 
A  im  limpio  corazón  inmaculado? 
¿De  qué  sirviera  al  alma  esa  pureza 
De  que  estar  orgulloso  debería, 
'  Si  la  humana  flaqueza 

Hasta  ella  |)uede  levantarse  ún  dia,  ^^ 

Y  una  gota  de  llanto  ^,;u  .       .  .^ 
Tiene  tanto  poder  y  valor  tanto?  ' 


LIV  OBRAS  POÉTICAS 

D  •*  Luisa. —  Hija,  no  hables  así,  no  temeraria, 
De  la  elevada  altura 
Do  tu  alma  noble  y  pura 

Y  tu  casta  inocencia  te  colocan, 
Lances  el  anatema  i 
Sobre  el  ser  desdichado  que  ha  caido, 

Y  que  gime  tal  vez  desesperado, 
Por  sus  remordimientos  oprimido. 

Esta  escena  es  digna  de  llamar  la  p,tencion  por  va- 
rios motivos:  desde  luego  hay  que  tener  en  cuenta  que 
es  una  de  las  primeras  del  drama,  y  que  viene  á  fijar 
cuidadosamente  la  posición  y  carácter  de  Emilia,  po- 
niendo el  antecedente  lógico  de  su  conducta  ulterior 
al  desarrollarse  en  combinación  pon  los  acontecimien- 
tos que  forman  la  trama  d^  la. pieza.  Vése,  en  efecto, 
el  corazón  profundamente  apasionado  de  una  joven 
inexperta,  que  ama  por  primera  vefi^^y  que  tiene  el 
carácter  absoluto  y  exclusivista  de  quien  cifra  en  un 
sentimiento  lá  félicjdad  de  la  vida  enteca.  El  exceso 
de  la*  pasión  no  ínijpiíde,  sin  embargo,  que  sombras  de 
duda  penetrenen  su  alma,,  dudas  que  proceden  de  la 
conducta  fría  y  reservada  de  tWiíJue,  Jmcié^dQÍP  con- 
cebir la  posibilidad  de  faltas  cuya  sola  idea  la  U^iaa  de 
amargura.  Si  á  esto  se  agregan  los  principios  de  una 
moral  austera,  que  degefifera  fácilmente 'en  intoleran- 
cia cuando  rio  hay  la  snficiente  experiencia  de  la  vida 
y  cuando  sirven  dé  píetexto,  siquiera  inconsciente, 
para  satisfacer,  exigencias  de  sentiniientos  exaltados, 
se  tendrá  la  clave  de  esa^  teorías  rigoristas  que  no  ad- 
miten término  medio  ni  transacciones  posiblee.  El 
tono  de  familiar  intimidad  que  domina  en  toda  esta 
escena;  el  lenguaje  sencillo,  afectuoso,  y  reposado  de 


DE  ISABEL  PRIETO.  ÜT 


D?  Luisa,  tal  cual  conviene  á  una  madre  que  aconse- 
ja á  su  hija  en  vísperas  de  dar  el  paso  más  importante 
de  la  vida,  al  unir  para  siempre  su  suerte  con  la  del 
hombre  que  ha  elegido  por  esposó,  dan  al  cuadro  un 
carácter  de  verdad  que  conmueve  hondamente,  al  mia.- 
mo  tiempo  que  se  nota  ese  profundo  conocimiento  del 
corazón  humano,  y  ese  tacto  exquisito  para  presentar 
bajo  un  aspecto  de  encantadora  novedad,  acciones  co- 
munes de  que  no  sabrían  sacar  partido  talentos  vulga- 
res. ■  . '-    ,-:.";■-  "  -^:;'.^,--: ■.:■■•.. •^r.-../-\  ;■*■ , 

*  Me  alargarla  más  allá  de  lo  que  consienten  los  lí- 
mites del  presente  trabajo,  si  hubiera'  dé  detenerme 
sóbrelas  demás  escenas  del  drama  que  eli  m^  concepto 
merecen  una  ateución  especial,  señalando  las  mubhas 
bellezas  en  ellas  esparcirás;  paso,  pues,  sin  más  tran- 
sición á  examinar  a  la  Sra.  Prieto  como  escritora, có- 
mica,  escogiendo  entré  sus  pieza§  de  esta  clase  lóg 
pasajes  que  á  mi  juicio  ofrecen  u'ha  prueba  mági  acá-  / 
bada  de  la  aptitud  (íe  nuestra  poetisa.^  en  tap-  difíci 
genero.  ,  i  ... 

Como  he  iri  cjicaaó  álniés ,  %b  corneiíias  de  la  Sra.  Prie- 
to pertenecen  en  sus  principales  caractei^es  á  lá  escuela 
bretoriíana:. argumento  seucilíísímó;  acción  sostenida 
por  las  gracias  de  uq  (Jiálogo  flexible,  escrito  en  versos 
de  incpmparáble  fluidez  sin  que  jaipás  el  lenguaje  des- 
cienda á  equívocos  indecorosos  6  chocarreros;  persona- 
jes que  pocas  veces  tpcaíi'los  límites  de  la  caricatura» 
y  que  en  su  parte  siéria,  es  decir,  eñ, cuanto  represen- 
táh  la  intención  inóral  de  la  autora,  expres^ip  siempre 
un  buen  sentido  práctico,  depurado  de  toda  preocupa- 
ción ó  paradoja;  tales  son  en  compendio  las  dotes  fap.- 
damentales  de  esas  obras  que  tienen  el  raro  privilegio 


LVl 


OBRAS  POÉTICAS 


de  ^divertir  sin  despertar  ninguna  mala  pasión,  de  pro- 
vocar una  risa  franca  sin  mezcla  de  amargura  ó  sar- 
casmo. El  Sr.  Hartzenbusch  llama  la  atención  sobre 
que  las  mujeres  pintadas  por  la  Sra.  Prieto  valen 
mucho  más  que  los  hombres;  y  en  efecto,  aun  en  aque- 
llas piezas  en  que  el  fin  principal  ha  sido  censurar  al- 
gún defecto,  como  sucede  en  Oro  y  Oropel ^  la  joven 
encargada  de  personifica-rle  acaba  por  atraerse  las 
simpatías  del  espectador,  dispuesto  á  dispensarle  su 
frivolidad  y  ligereza  en  gracia  de  los  encantos  natura- 
les que  la  adqrnan,  y  parece  que  la  autora,  enamora- 
da de  su  misma  creación,  no  se  resuelve  á  imponerle 
más  castigo  que  dejarla  abandonada  á  las  ilusiones  de 
lo  que  ella  llama  ku  libertad,  y  que  no  es  más  que  los 
fútiles  pasatiempos  de  pueriles  vanidades. 
,  Dos  hermanas  igualmente  jóvenes  y  hermosas  se  di- 
viden el  interés  de  la  pieza  citada,  pero  entre  sus  ca- 
racteres media  profunda  diferencia,  pues  mientras  Ma 
ría  ofrece  el  ejemplo  de  un  talento  reflexivo,  apasiona- 
do por  la  instrucción  y  que  da  á  las  acciones  todas  de 
la  vida  su  valor  efectivo,  Susana  sólo  piensa  en  pasar 
el  tiempo  lo  más  agradablemente  posible,  gozando  en 
v^r8e  cortejada  por  cuantos  á  ella  se  acercan,  sin  com- 
prometer su  corazón  ni  exigir  tanapooo  afecciones  du- 
raderas. Deslumbrar,  fascinar,  h.é  aquí  su  más  ardien" 
te  deseo;  y  como  el  baile  es  el  campo  cerrado  de  tales 
conquistas,  allí  se  reconcentran  todos  sus  placeres, 
siendo  para  ella  el  negoóio  má,s  importante  de  la  vida- 
Pero  el  mérito  de  la  una  se  ve  ofuscado  por  el  brillo 
seductor  de  la  otra,  cosa  muy  natural  y  que  se  ve  to- 
dos los  dias  en  un  mundo  en  que  los  sentidos  avasa- 
llan casi  siempre  la  razón,  de  tal  suerte  que  aun  el 


p .- '-. 


DK  ISABEL  PRIETO.  LVII 


mismo  D.  Juan,  tío  de  ambas  y  que  desempeña  el  ofi- 
cio de  padre,  concede  sin  restricción  sus  preferencias 
á  la  chiquilla  voluntariosa- y  mimada,  que  no  escasea 
el  caudal  de  sus  burlas  hacia  su  hermana  mayor,  cu- 
yo buen  juicio  aprovecha  cuanta  oportunidad  se  le 
presenta  para  atraer  á  Susana  al  recto  camino  de  sus 
sensatas  ideas.  Gabriel,  Agustin  y  Julián  son  tres  ami- 
gos de  la  casa,  recomendables  los  dos  primeros  por 
sus  buenas  prendas;  Gabriel  ama  á  María  y  Agustin 
á  Susana,  pero  aquel,  al  obtener  una  correspondencia 
fácil,  pues  María  también  le  ama  y  no  sabe  disimular 
su  inclinación,  se  siente  atraído  al  círculo  mágico  de 
Susana,  ocasionando  por  algún  tiempo  amarguras  in- 
decibles al  digno  objeto  de  su  cariño;  y  Agustin,  que 
llega  á  creer  recompensada  su  pasión,  sólo  recoge  tris- 
tes desengaños  al  ver  que  la  hermosa  causa  de  sus  su- 
frimientos no  est¿  dispuesta  á  doblar  la  cerviz  bajo  el 
pesado  yugo  del  matrimonio.  Julián,  personaje  episó- 
dico, es  un  joven  que  tiene  la  manía  de  que  nadie  le 
comprende,  no  obstante  lo  cual  hace  la  corte  á  Susa- 
na; D.  Pablo  es  otro  tío  que  llega  durante  el  curso  de 
la  pieza  y  toma  el  partido  de  María  condenando  la 
conducta  débil  y  eóndesendiente  de  su  hermano  D. 
Juan,  y  por  último,  D?  Kosenda,  mujer  entrada  en 
años,  que  no  ha  abandonado  los  gustos  juveniles,  y 
que  lleva  estrechas  relaciones  con  Susana,  da  á  ésta 
amplia  materia  para  r^rse  á  casta  de  extravagancias 

que  no  son  ni  han  sido  rajm^en. la  sociedad  de  todos 
tiempos.  :  ^y..í,e;^;/ r  ^í  V  íV^rr  ^^ 

Vemos,  pues,  aquí  un  cuadro  estrictamente  ence- 
rrado en  el  recinto  de  la  vida  ordinaria,  en  que  el  con- 
traste de  caracteres,  la  oposición  de  gustos  y  tenden- 


LVIII  OBRAS  POÉTICAS 


cias,  y  las  pasiones  que  espontáneamente  se  desarro- 
llan en  los  diversos  personajes,  dan  lugar  á  una  serie 
de  escenas  naturalmente  ligadas  entre  sí,  que  condu- 
cen á  un  desenlace  tranquilo  con  que  el  espectador  se 
retira  satisfecho.  Bueno  es  notar,  sin  embargo,  que  en 
todas  esas  composiciones  se  observa  siempre  la  madu- 
rez de  juicio,  y  aun  pudiéramos  añadir,  la  profuhdidad 
filosófica  de  la  autora  para  penetrar  en  los  repliegues 
más  íntimos  del  corazón  humano,  analizando  con  ad- 
mirable lucidez  los  móviles  que  deterpinan  acciones 
en  apariencia  insignificantes.  Susana,  por  ejemplo,  es 
una  muchacha  cuyo  tipo  nada  presenta  de  extraordi- 
nario; pero  la  Sra.  Prieto  supo  dar  ál  conjunto  de  sus 
defectos  un  origen  que  la  realza  hasta  cierto  punto,  y 
es  cierta  dosis  de  talento  que  la  hace  erigir  en  siste- 
ma su  propio  egoísmo,  sentimiento  que  envuelve  y 
domina  todos  sus  actos,  sacando  partido  de  las  gracias 
con  que  la  naturaleza  la  dotara.  "Váase  la  siguiente 
escena,  que  es  la  primera  de  la  comedia,  en  que  se  fi- 
ja con  toda  claridad  el  punto  dé  partida,  definiendo 
la  situación  respectiva  de  ambas  hermanas: 

Susana. —  i^asta,  por  Díjqs»  de.  s^^ionj  i ¡<  j  í,  í  ,    .  t .  ^  .    . i > 
Déjate  ya  de  reñir:    ^  <     .,  j 

*V^     .      Es  mucho  )iacerme  sentir     '  ,     '    '    *  ' 
'    ;••  Que  erraste  la  vocacíóá.*    '      ""     *'- 

'    ■  -  Si  tu  deseo  sincero    **    ■«^^•'^•^^^' ^      'i     <'ii 

V     ' „  De  servir  la  humanidad,    «(    -r:    'üi;    .  -^ 

,;    V  ,  Te  hace  propia  á.  la  Terdad  '        ;.  -, . 

Del  papel  de  misionero;  ..;  ..     ,-^ 

No  es  justo  que  sufra  yo,        ^,,r    ...,,., 
Que  no  soy  ningún  salvaje,  ^-^j  ;'         _  ,     | 
El  expresivo  lenguaje  \ 

Que  tu  fervor  te  dictó. 


DE  ISABEL  PRITEO. 


LIX 


;;j.-,  aVjT 


María. —    Pero,  Susana...* 

Susana. —  ^    Te  inquieta 

De  un  modo  una  necedad...,.  : 
¡Vea  vd.  qué  calamidad!  j, . 
¡Qué  delito!  ¡Ser  coqueja*! .  .*;;:.. 

María. —    ¡iSuenoI .... 

Susana.-—  £1  carácter  mejor 

Para  isér  feliz,  María, 
Es  esa  coquetería 
Que  te  inspira  tanto  horror. 
Si,  como  suele  decir 
Toda  persoi^á  de  edad, 
Bien  poca  felicidad 
Nos  es  dado  conseguir; 
Si  hay  tan  crudos  sinsabores 
En  el  mundo,  tantas  penas, 
¿Por  qué  de  asombro  te  llenas 
Si  quiero  coger  sus  flores?  .     ;■ 
A  todo  el  mundo  agradar 
Sin  ser  de  nadie  oprimida; 
Tomar  feliz  de  la  vida 
Cuanto  bueno  puede  dar;       , 
Recibir  indiferente  .' 

M  homenaje  amoroso       ' 
Que  nos  oirece  gozoso       ^     .. 
Todo  corazón  que  siente;'      ,v> 
Y  al  insj^ir^  la  pasión      V 
Que  no  podemos  sentir,  , 
Del  que  nos  ama  reir     I^ 

Sin  pena  ni  con^pasion ^ 

¡Hermosas  máximasl .  ,vw^  ;  ^Lr 

■ -í 'a- •  •  í u >"7  yqi' í  jt  ^' .>! /' <¡» '^' f^  •' 

■     »  r-    ■    ■  ^1.,.,  .   . 

¿No  es  siempre  el  nombre  el  primero 
En  engañar^.;. Yo  no  quie'íó  '  * 
Que  nadie  me  dngafieámí..  ' 
María. —    Es  que ...-""'''  '  ' 


•^ 


•  .'..I.  i . 


Maria.- 

SUSANA. 


■'  ..:.'>- 


■:-j   -U'- 


l ^        -      I    i-Ti  iiiTílUfc 


LX 


OBRAS  POÉTICAS 


Susana.— 

Gemir,  suspirar 
Sin  motivo  ni  razón; 
En  el  triste  corazón 
Un  sentimiento  guardar 
Que  nos  hace  padecer. 
No  ha  de  ser,  por  Dios,  hermana, 

1 

1 
1 

'  •.    •„;■ ;   ■ 

Mi  suerte 

María. — 

Pero,  Susana, 
¿No  te  es  dado  conocer 

• 

Cuan  mezquino  es  halagar 
La  vanidad  solamente 
Junto  al  sentimiento  ardiente 
Que  hace  el  alma  delirar? 

Susana.— 

■¡  Vaya! 

María. — 

Muy  dulce  ha  de  ser 
Inspirar  una  pasión 
Al  sensible  corazón 
Que  nos  sabe  comprender; 
T  sintiendo  esa  ternura 
Que  nada  puede  apagar. 
En  un  afecto  encontrar 
Un  manantial  de  ventura. 

Susana.— 

¡Cuanto  fuegol  ¿Por  tu  mal 
Has  encontrado,  mujer. 
Esa  fuente  de  placer,            / 
Ese  dulce  manantial? 

1 

MA.RIA.— 

Nó,  pero... 

Susana.— 

Curioso  fuera . 

María. — 

Escucha. ... 

Susana.— 

¡Qué  compasión!. . . . 

1 

María.— 

No  es  amor,  es  la  razón 

Que  el  más  torpe  conociera .... 

'*        ■.■"!'•*' 

■" 

¿Cómo  es  posible  gozar            .|. 

En  hacer  á  otro  sufrir, 

T  en  suspirar  sin  sentir 

Placer  tan  vivo  encontrar? 

.va 


DE  ISABEL  PRIETO.  LXI 


SuáANA. —  Porque  esa  dulce  pasión 

Que  pintas  con  tanto  fuego. 
Suele  robar  el  sosiego  >  ^• 
Y¡  la  paz  del  corazón.  ^^^  -^ 
Si  nos  ama  con  delirio^  ^^,,.> 
Un  celoso,  jsanto  Dios! :  ;  ■ - 
,        Es  la  vida  de  los  dos 

El  mas  horrible  martirio . . . . 

Si  te  asomas  al  balcón. 

Si  te  invitan  á  bailar, 

Si  te  llegan  á  mirar. 

Tienes,  hermana,  función .... 

Si  por  desgracia  cruel    -     ,   > 

Eres  tú  la  que  le  adoras. 

Pasarás  amargas  horas 

Si  le  ocurre  ser  infiel.    - 

Y  no  te  hablo  de  la  ausencia, 

Que  es  otra  calamidad 


Cual  lo  asegura  en  verdad 
Quien  lo  sabe  de  experiencia. 
Sin  amar  no  hay  que  temer 
Ni  infidelidad  ni  celos,  r  ;  > 
No  hay  disgustos  ni  desvelos. 
Ni  obstáculos  que  vencer. . 
Por  uno  que  nos  olvida 
Hay  ciento  que  nos  adoran, 
Que  nuestros  desdenes  lloran, 

Que  nos  consagran  su  vida 

La  ausencia. ...        ri  rf:'  -   . 

Mabia. —  ¡Qué  relación! 

¿Y  esa  brillante  experiencia? 
SügANA. —  Déjame  acabar:  la  ausencia  ,^ 

Nos  hace  poca  impresión.  i\ 

De  tantos  adoradores 

¿Qué  importa  que  parta  alguno? 

Siempre  ha  de  quedarnos  uno .... 


jhj,. 


LXII  OBRAS  POÉTICAS 


María. —    ¡Niña!  ^ 

Susana. —  Que  nos  diga  flores .... 

Por  esta  escena  se  ve  que  Susana  no  es  la  mujer 
vulgar  y  ligera  que  se  propone  únicamente  someter  á 
su  imperio  una  turba  de  sandios  adoradores,  sino  la 
coqueta  de  imaginación,  que  posee  los  secretos  del  ar- 
te de  agradar,  y  que  se  forja  una  especie  de  filosofía 
propia  para  justificar  la  versatilidad  de  su  conducta 
caprichosa.  Tal  vez  parecería  ajena  de  su  edad  esa  ex- 
periencia que  le  hace  ver  las  pasiones  bajo  su  aspecto  ' 
más  frió  y  desconsolador;  pero  la  inverosimilitud  des- 
aparece al  reflexionar  que  en  la  sociedad  de  nues- 
tros dias  no  es  raro  encontrar  jóvenes  en  quienes  la 
lectura  de  novelas,  la  asistencia  frecuente  á  espectá- 
culos teatrales,  y  un  extenso  círcnlo  de  relaciones  aca- 
ban por  formar  esa  experiencia  teórica,  si  es  lícita  la 
palabra,  que  asombra  en  jóvenes  de  cierta  edad,  y  que 
sólo  se  distingue  de  la  verdadera  experiencia  por  lo 
exagerado  y  absoluto  de  sus  mkximas.  Corazones  . 
que  no  han  recibido  de  la  naturaleza  una  sensibilidad 
exquisita,  fácilmente  se  impresionan  con  las  doctrinas 
escépticas  que  niegan  sistemáticamente  la  existencia 
de  afectos  nobles  y  desinteresados,  y  que  proclaman 
sin  rodeos  el  egoísmo,  término  inevitable  á  que  arras- 
tra ese  sensualismo  práctico. 

Es  indudable  que  la  Sra.  Prieto  no  se  propuso  pin- 
tar un  carácter  odioso;  al  contrario;  su  plan  exigia 
que  Susana  apareciese  adornada  de  prendas  seducto- 
ras que  atrajesen  bajo  su  influencia,  siquiera  fuese  de 
un  modo  pasajero,  á.  personas  tan  reflexivas  y  circuns- 
pectas como  Gabriel,  quien  acabando  de  declarar  su 
amor  á  María,  halando  la  correspondencia  que  soli- 


-^ 


"í  '■. 


DB  ISABIL  PRIETO.  LXIII 

cita,  al  escuchar  uno  de  esos  trozos  brillantes  en  que 
Susana  da  rienda  suelta  á  su  fantasía,  pintando  con 
vivísimos  colores  lo  que  experimenta  al  verse  en  un 
salón  de  baile,  dice  aparte. 

n¡Qué  picaresca  expresión! 
jQué  sonrisas  tan  graciosas! 
Pues  las  mujeres  juiciosas'         ^ 
Tan  atractivas  no  son. . . .  n 

La  intención  de  la  autora  ha  sido,  pues,  poner  de 
bulto  la  triste  verdad  de  que  en  el  mundo  el  mérito 
positivo,  la  virtud  sólida  que  forma  los  grandes  carac- 
teres, se  eclipsan  á  menudo  por  cualidades  superficia- 
les de  poquísima  ó  ninguna  valía,  que  encubren  graves 
defectos,  pero  que  ejercen  perniciosa  influencia  aun 
sobre  las  almas  menos  dispuestas  á  sucumbir  al  brillo 
falaz  de  seductoras  apariencias.  Presto  reconoce  Ma- 
ría por  experiencia  propia  esa  amarga  realidad:  deján- 
dose arrebatar  de  su  natural  ingenuo,  incapaz  de  fic- 
ción ó  doblez,  ha  confesado  á  Gabriel  que  en  su  corazón 
se  encierra  un  sentimiento  semejante  al  que  le  declara; 
mas  al  observar  luego  la  impresión  que  en  aquel  cau- 
san los  hechizos  de  su  hermana,  vuelve  sobre  sí,  se 
arrepiente  del  paso  falso  que  diera,  se  culpa  á  sí  mis- 
ma de  imprudencia,  reconoce  que  el  mundo  tiene  razón 
al  formar  del  disimulo  una  de  las  primeras  virtudes 
•sociales,  y  se  resuelve  á  retirar  su  palabra  desligando  a 
Gabriel  del  compromiso  que  ha  contraído.  Esto,  como 
deja  suponerse,  le  cuesta  inmenso  sacrificio;  mas 
la  nobleza  de  su  alma,  no  le  permite  afear  la  conducta 
de  Susana,  en  quien  la  humillación  de  su  dignidad  he- 
rida podia  hacerle  ver  la  causa,   involuntaria  si  se 


---'*v- 


■A 


LXIV  OBRAS  POÉTICAS 


quiere,  de  su  sufrimiento;  así  es  que  procura  discul- 
parla, en  una  conversación  que  tiene  con  su  tío  D. 
Pablo,  disculpa  en  que,  por  lo  demás,  asoma  la  amar- 
gura que  de  su  corazón  se  desborda;  ' 

"Si  el  mundo    ■■■^<y  ■:f[' ■ 
i  En  su  ceguedad  aprecia  .^ ,   :,,. 

Más  que  á  la  mujer  que  siente, ,  i 
A  la  frivola  y  ligera;    «.,(-.  t  't- ' ' 
Si  éste  el  afecto  que  inspira 
Más  largo  tiempo  conserva 

Y  esclavos  de  su  capricho 
En  todas  partes  encuentra, 
Que  sus  favores  encantan, 

Que  su  desden  embelesa;  .  i 

Si  vale  más  la  sonrisa      "  "  < 

De  una  muchacha  coqueta  • 

Que  el  sentimiento  divino 

Dicha  y  luz  de  la  existencia,  ■ 

Que  como  joya  preciosa  i 

Una  alma  sensible  encierra;     , 

¿No  obra  con  juicio  Susana 

Cuando  indolente  se  entresra 

A  una  inclinación  que  sólo 

Goce  y  distracción  le  presta? 

Todos  la  coquetería 

Un  defecto  consideran,        ■  'r  ■  .  . 

Y  no  hay  virtud  en  el  mundo  > 
Que  tanto  atractivo  tenga.       i 

No  da  pesares,  al  menos  ; 

Si  he  de  juzgar  por  las  muestras, 
'  Porque  nunca  en  la  mejilla 

Tan  sonrosada  y  tan  fresca 
■  De  mi  hermana  ha  resbalado 

Una  lágrima  de  pena.»  ' 

Estas  quejas,  expresadas  con  gran  discreción,  alar- 


:^.^-^l^.^:..u-*    ^    ...^A.. 


DJC  ISABEL  PRIETO.  LXV 


man  á  D.  Pablo,  quien  comprende  que  hay  allí  un 
fondo  de  pesares  que  dimanan  probablemente  de  un 
amor  desgraciado;  la  autora  no  olvida  empero  la 
índole  del  genero  que  maneja;  pasar  más  adelan:3  se- 
ria ya  entrar  de  lleno  en  los  dominios  del  drama:  .»as. 
tan  á  su  propósito  esos  toques  delicados  que  conmueven 
suavemente  la  sensibilidad,  haciendo  brotar  de  paso 
la£  dolorosas  reflexiones  que  un  alma  tierna  se  hace 
en  la  soledad  y  el  silencio  al  ver  desplomarse  el*  en- 
cantado edificio  de  sus  ilusiones.  Esta  lucha,  íntima, 
digamos  así,  que  se  desenvuelve  por  sí  sola  en  el  co- 
razón de  María,  sin  que  intervengan  los  demás  per- 
sonajes si  no  es  como  causas  ocasionales  que  ignoran 
la  parte  que  en  ella  tienen,  ofrece  una  particularidad 
digna  de  llamar  la  atención,  pues  revela  en  mi  con- 
cepto el  talento  observador  de  la  Sra.  Prieto,  al  mis- 
mo  tiempo  que  la  osadía  del  genio  para  abrirse  nuevos 
senderos  fiado  en  esa  fuerza  quer  asegura  el  buen  éxito 
á  las  más  arriesgadas  empresas.  Susana  tiene  harto 
que  hacer  con  sus  frivolos  pasatiempos  para  fijarse 
en  la  pasajera  impresión  que  tan  hondo  estrago  causa- 
ra en  el  corazón  de  María;  Gabriel,  por  su  parte, 
vuelve  pronto  de  su  error,  reconoce  la  incontestable 
superioridad  de  la  mujer  que  le  inspira  un  amor  ver- 
dadero, en  nada  parecido  al  deslumbramiento  que  le 
ocasionara  el  brillo  superficial  de  Susana;  reiteradas 
explicaciones  acaban  por  convencer  á  María  de  la 
verdad  del  sentimiento  que  aquel  le  profesa,  y  la  feli- 
cidad al  otogarle  su  mano  viene  á  ser  el  premio  me- 
recido de  la  virtud  sólida  y  modesta.  Susana,  que  no 
ha  tenido  motivo  para  arrepentirse  de  su  ligereza,  y 

::":-P— 5    ^    V 


LXVI  OBRAS  POÉTICAS 


que  como  la  mariposa  de  doradas  alas  ha  pasado  sin 
fijarse  en  ninguno  de  los  adoradores  que  aspiraban  á 
la  posesión  de  su  cariño,  exclama  al  ver  que  María 
da  á  Gabriel  el  deseado  sí: 

'•Ya  estará  contento 
Todo  el  mundo,  pues  yo  creo 
Que  era  el  empeño,  el  deseo 
De  todos  un  casamiento; 

Y  cada  cual  afligido 
Al  mirar  mi  ligereza, 
Por  sentarme  la  cabeza 
Me  había  á  mí  elegido 
Para  víctima:  yo  aprecio 

El  favor,  más  no  le  admito n 

Agustin,  amante  desdeñado  de  Susana,  se  queja 
con  María,  quien  se  apresura  á  consolarle  procurando 
disculpar  á  su  hermana  en  términos  que  contrastan 
con  la  pasada  amargura,  pincelada  ingeniosa  endere- 
zada á  hacer  ver  que  no  se  juzga  lo  mismo  de  las  ac- 
ciones ajenas  cuando  las  contemplamos  al  través  de 
nuestros  propios  dolores  ó  placeres;  pues  si  en  el  pri- 
mer caso  nos  convertimos  en  censores  implacables  de 
faltas  que  en  sí  mismas  no  merecen  juicio  harto  seve- 
ro, nada  hay  más  indulgente  é  inclinado  á  la  toleran-r 
cia  que  el  corazón  satisfecho  por  haber  alcanzado  el 
logro  de  sus  deseos: 

"Nó,  Agustin,  es  una  niña  ■ 

Voluntariosa  y  mimada,  i 

A  quien  no  se  eyita  nada,  ' 

Que  no  tiene  quien  la  riña 

Y  corria  cual  debia; 
Más  tiene  buen  corazón; 


DB  ISABEL  PRIETO. 


LXVII 


El  tiempo  y  la  reflexión       j 
La  cambiarán  algiin  dia. 

Por  último,  María,  en  el  colmo  de  la  ventura,  pre- 
gunta á  Susana  si  no  se  conmueve  al  pensar  que  pue- 
de dar  la  dicha  haciendo  la  suya  propia,  á  lo  que 
«ontesta  la  incorregible  hermana  con  este  pequeño 
discurso  que  cierra  la  pieza,  dejando  al  espectador  la 
esperanza  más  ó  menos  fundada  de  que  aquel  rebel- 
de corazón  acabe  por  someterse  al  blando  yugo  del 
amor: 

11  Cada  cual  á  SU  manera 
Entiende  la  dicha  aquí,         t   :    f 
La  que  te  embelesa  asi  * 

Ni  de  broma  la  quisiera.       -^ 
Es  muy  fácil  comprender     v    ^ 
Quién  más  dichosa  será 
Si  se  piensa  en  lo  que  va 
De  mandar  á  obedecer; 
Y  en  fin,  si  en  tu  ceguedad  v        ^ 
Esa  dicha  te  enajena. 
Mientras  besas  tu  cadena 
Celebro  mi  libertad.  II       ,;.j. 

En  la  Escuela  de  las  cuñadas  la  Sra.  Prieto  nog 
presenta  un  contraste  semejante  al  que  acabamos  de 
ver;  pero  si  el  carácter  de  Lupe  es  muy  parecido  al 
de  María,  pues  hallamos  la  misma  solidez  de  juicio, 
la  misma  inclinación  al  estudio,  la  misma  seriedad  en 
todos  los  actos  de  su  vida,  es  muy  distinto  el  de  Ma- 
clovia,  viuda  de  cierta  edad,  inclinada  á  la  murmura- 
ción, que  por  los  motivos  más  fútiles  riñe  con  los 
criados,  que  constantemente  está  censurando  á  su  cu- 
ñada, y  que  no  pierde  oportunidad  de  ponderar  sus 


..  I.  -j^^^íii  ■■■■■'¡■'^^'^'■■^■¡■'-■'■^  -'■  - ' 


LXTIII  OBRAS  POÉTICAS 


talentos  para  gobernar  bien  la  casa,  su  habilidad  en 
el  arte  culinario  y  en  la  costura,  siendo  en  ella  ver- 
dadera manía  encontrarlo  todo  mal.  Un  personaje  de 
esta  naturaleza,  cuyo  genio  violento  le  arrastra  U  las 
acciones  más  irreflexivas  y  cuya  lengua  se  desata  con 
la  mayor  facilidad  toda  vez  que  encuentra  alguna 
contradicción,  lo  que  no  es  raro  en  su  índole  irascible 
y  exigente,  ofrece  campo  más  extenso  para  situacio- 
nes y  lances  verdaderamente  cómicos,  que  la  ilustre 
poetisa  supo  explotar  con  admirable  tino.  En  prueba 
de  esto  citaré  una  de  las  escenas  que  mejor  daii  á  co- 
nocer el  talento  de  la  Sra.  Prieto. 

Maclovia  que,  como  se  ha  visto,  es  una  especie  de 
tirano  doméstico,  que  hostiliza  á  cuantos  tienen  la 
desgracia  de  vivir  bajo  su  jurisdicción,  no  deja  de  ser 
accesible  á  los  encantos  del  dios  ciego,  cosa  ajena  de 
su  edad  y  estado,  y  que  le  da  por  lo  mismo  un  aspec- 
to ridículo.  Lupe  y  Rafael  se  aman  apasionadamente, 
pero  temen  que  lo  descubra  Maclovia,  quien  ha  lle- 
gado á  creer  que  es  objeto  del  cariño  de  aquel  joven, 
pintor  de  mérito,  mas  de  condición  pobre  y  humilde. 
Felipe,  rico  y  calavera,  pero  de  buen  fondo,  fuecuen- 
ta  también  la  casa,  siendo  amigo  y  confidente  de  los 
dos  amantes;  y  viendo  la  situación  enojosa  en  que  los 
ha  colocado  su  natural  timidez,  emprende  sacarlos  de 
ella  fingiendo  enamorar  k  Maclovia.  En  efecto,  un 
dia  se  le  presenta,  y  en  frases  hiperbólicas  le  hace 
comprender  que  la  ama,  con  agradable  sorpresa  de  la 
viuda,  quien  comienza  á  ver  con  buenos  ojos  al  ato- 
londrado joven,  objeto  poco  antes  de  sus  acres  censu- 
ras. En  medio  del  fingido  arrebato,  Felipe  le  toma 
una  mano  que  besa  sin  ceremonia  á  pesar  de  la  suave 


DE  ISABEL  PRITEO. 


LXIX 


repulsa  de  la  dama;  y  al  mismo  tiempo  aparece  Rafael. 
En  tan  crítica  situación,  ella,  para  salir  del  paso,  si- 
mula un  ataque  de  nervios,  de  que  Felipe  se  aprove- 
cha para  alborotar  la  casa  y  jugar  á  la  implacable 
Maclovia  una  de  esas  malas  pasadas  que  sólo  en  la 
cabeza  de  un  muchacho  alegre  y  maligno  pueden  ca- 
ber. Después  de  ordenar  que  se  le  dé  agua,  que  se  le 
aplique  á  la  nariz  algunas  sustancias  aromáticas,  vien- 
do que  el  falso  desmayo  continúa,  manda  que  se  le 
pongan  luego  unos  sinapismos;  al  oir  semejante  pres- 
cripción Maclovia  comienza  á  dar  señales  de  volver 
en  sí,  pero  Felipe  sostiene  que  dura  el  ataque,  enta- 
blándose entre  los  dos  un  chistoso  altercado  en  que 
aquel  acaba  por  triunfar  cargando  con  Maclovia  entre 
é\  y  el  criado  Tomás  para  la  recámara,  en  donde  tiene 
que  sufrir  las  dolorosas  prescripciones  del  improvisa- 
do doctor.  He  aquí  esta  animada  escena  con  que  con- 
cluye el  acto  segundo:  ;  .  í    V  p¡ 


Lupe. — 

¿Qué  sucede?...  ¡Yírgen  pura! 

* 

¡Maclovia!... 

Tomas. — 

¿Cuánto  alboroto! 

¿Qué  pasa?..              .  -:rv.^í. 

Mariana. - 

¡Ay  Dios!  la  señora.. 

Lupe. — 

Está  desmayada... 

Tomas. — 

(El  tonto     / 

Que  lo  crea.) 

Lupe.— 

¿Qué  le  haremos, 

Felipe?         /                    ;V 

Felipe.— 

Son  peligrosos     '  ■  ^^  ' 

Estos  ataques.  \          '    -:' 

Rafael. — 

V    >  .         ¿Y  suelen 

• 

Durarle  mucho?       '       :    : 

Lupe. — 

.  Yo  ignoro 

LXX 


OBRAS  POÉTICAS 


Felipe. — 
Tomas. — 

Lupe. — 

Tomas.— 

Mariana.- 
Felipe. — 


Tomas. — 
Felipe, — 


T0>LáLS. — 

Felipe. — 
Lupe. — 


Rafael. — 


Qué  clase  de  ataques  sean.  i 

Desile  que  yo  l«a  conozco 
Esta  es  la  primera  vez  | 

Que  le  da... 

Mariana,  pronto  * 

Un  vaso  de  agua... 

Que  tenga. 
Oiga  vd.,  un  temple  cómodo. 
Ni  caliente  ni  muy  fria...  (Vase  Mariana.) 
¡üios  mió!  no  abre  los  ojos, 
No  respira,  no  se  mueve . . 
Que  le  canten  un  responso. 

•  Aquí  está  el  agua...  (Volviendo.) 

Lupita, 
Rocíele  vd.  el  rostro... 
Unas  friegas  en  los  brazos... 
Tomás,  traiga  vd.  un  poíno  • 

De  agua  de  Colonia. 

Bueno. . 
¡Eh!  muévase  vd. — Un  poco 
De  aire  fresco  le  sería 
A  mi  entender  provechoso . .  {A  Lupe.)      ; 
— Agite  vd.  el  patíuelo...(-á  Mariana.)      | 
— Abre  la  ventana...; Cómo!  (A  Rafael.)    ! 
¿No  haces  nada? 

I 

(Pues  parece  * 

Que  se  halla  inquieto  este  prójimo.) 

¿Este  es  el  frasco?  {A  Tomás  que  lo  ha  traido.) 
No  vuelve . .  j  (Le  da  á  oler  á  Maclovia 
\  y  deja  el  frasco. 

Rafael,  será  forzoso  | 

Llamar  un  médico... 

Creo 
Que  es  inútil  me... supongo 
Que  ha  de  ser  cosa  lijera ... 


DI  ISABEL  FRUTO. 


LXXI 


Felipe. —      No  suelte  vd...¡qué  demonio!  (  A  Mariana  que  le 

\  ayuda  á  sostenerla 

Lupe. —         ¡Fingido!  iohl  eres  injusto, 

Eafael.  (Aparte  á  él.) 

BjLFAEL. —      (/cíem.)  Tu  candoroso      - ; 

Corazón,  Lupe,  no  puede 

Creerlo;  pero  nosotros         "^ 

Los  que  hemos  ya  tropezado 

De  la  vida  en  los  escollos, 

Vemos  que  es  cosa  muy  fácil. . 

Lupe. —        Pero ; 

Baeael. —  Sé  tu  misma  voto. 

Si  nunca  habia  sufrido 

Esos  ataques  nerviosos  ; 

Y  sin  motivo  ninguno  " 

De  aflicción  ó  de  trastorno 

Físico  ó  moral,  nos  cae       ;!; 

Desmayada,  por  antojo, 

Porque  quiso  á  todo  tranca 

Su  carácter  orgulloso 

Disimular  cuan  contenta 

Escuchaba  los  piropos 

De  Felipe. ...  " 

'      ¡Pues  me  gusta! 
Préstenme  vdes.  socorro 

Más  visible ...  * 

A  mi  entender    ' 

Fuera  de  la  dicha  el  colmo 

Que  estuviera  sin  sentido 

Por  lo  menos  unos  ocho 

Dias... ¡Estarla  la  casa 

En  tanta  calma  y  reposo!) 
Tomas. —      (¿Se  acabará  esta  comedia?) 
FéliPe. —      Yaque  han  sido  vanos  todos  '-'-- 

Nuestros  esfuerzo.s,  yo  juzgo 

Quesería  provechoso  . 

Llevarla  á  su  cuarto ..  . 


Felipe. — 
Makiana.- 


LXXII  OBRAS  POÉTiriAS 


Rafael. —  Cierto. 

Felipe. —      Es  lugar  más  á  propósito 

Para  aplicar  medicinas 

Enérgicas. — Por  de  pronto, 

Lupita,  unos  sinapismos 

Muy  fuertes 

Tomas. —  (¿A  que  el  sofoco 

Le  pa'ia  ahora?) 

Maclovia. —  ¡Ay! 

Lupe. —  Ya  vuelve . . 

Mariana. —  Respira. . 

Tomas. —  (¡Remedio  heroico! 

No  es  lo  mismo  estar  haciendo 
Coqueterías  al  novio 
Desmayada  entre  sus  brazos, 
Que  hallarse  'en  un  cuarto  solo 
Con  pataleta  ó  sin  ella, 
Y  á  más  con  el  grato  adorno 

De  unos  sinapismos.) 
Maclovia. —  ¡Ay! 

¿Dónde  estoy? 
Felipe. —  ¡Oh!  poco  á  poco. 

Que  está  vd.  débil.  .Cuidado, 

No  abra  vd.  mucho  los  ojos... 
Maclovia. — Si  estoy  buena. 
Felipe. —  Nada  de  eso; 

¡Cómo  buena!  ¡San  Antonio! 

¿Buena  cuando  ha  estado  vd. 

Sumerjida  en  el  más  hondo 

Desmayo  más  de  dos  horas? 

¡Vaya I  y  si  no  me  equivoco 

Quedan  restos  todavía.. 

¡Oh!  ¿qué  hace  vd?. . 
Maclovia.—  Me  incorporo. 

Felipe. —     Nó,  por  la  Virgen  del  Carmen, 

Que  puede  ser  peligroso. 

Puede  volver  ese  síncope 


DB  ISÁBIL  PRIITO. 


LXXIII 


Mariana.— 

-  (Yo me  alegrara...) 

Rafael. — 

(A  Lupe.)                   ¿Qué  embrollo 
Trae  Felipe?        ' 

Lupe.— 

(A  Rafael.)  No  comprendo. 

— ¿Te  sientes  mejor?  (A  Maclovia) 

Mac  LO  vía- 

Me  ahogo . . 
Déjenme  vdes.  mover. ... 

Felipe. — 

Pero  es  sabido  y  notorio 

Que  después  de  esos  ataques 

El  movimiento  es  dañoso 

*'■  ;■. 

Maclovia.- 

—Pero  si  rae  siento  bien.  . . 

Félipe. — 

No  lo  crea  vd. 

Tomas. — 

(¡Qué  engorro! 
¿Si  acabarán?)                                        > 

Felipe. — 

Yo  sostengo 
Que  es  un  alivio  ilusorio, 
Que  está  vd.  privada. .  .  , 

Maclovia.- 

—                                     ¡Hombre! 

Felipe. — 

Tan  privada  como  un  tronco. ... 

Mariana.— 

■  (¿Qué  dice?) 

Felipe. — 

Tan  desmayada 
Como  hace  un  instante.  ... 

Maclovia.- 

—                                    ¡Cómo! 

LUPE. — 

/Qué  ocurrencia! 

- 

Rafael. 

Me  divierte.  ... 

Maclovia.- 

—Pero  vd.  se  ha  vuelto  loco.  ... 

TOMAS. — 

(Así  me  parece.) 

Felipe. — 

Observo     -    : 
A  vd.  un  color  verdoso. 
Unos  círculos  azules 
En  derredor  de  los  ojos, 
Las  sienes  un  poco  hundidas, 
Los  labios  color  de  plomo.  ... 

/;      si 

Maclovii. 

—Quien  oyera  á  vd.  hacer 
Un  retrato  tan  hermoso," 
Diria  que  me  ha  atacado 

,1  ■ 

El  cólera. . . . 


LXXIV 


OBRAS  POÉTICAS 


Felipe. — 

Yo  me  opongo 
A  que  vd.  hable,  prohibo 

Las  conversaciones noto 

Muy  alterado  ese  pulso, 
Ordeno  entero  reposo, 
Calma,  absoluto  silencio 
Y... 
—          ¿Tiene  vd.  el  demonio 

1 

r. 

Maclovia.- 

r 
4 

En  el  cuerpo? ...  No  me  gusta 

4     ■ 

.■■ '' 

Estar  quieta,  me  sofoco;  f  (Haciendo 
Déjeme  vd.querespire...  (   ^ra  los  que 

esfuerzos  con^ 

'       1 

la  sujetan.) 

Kafael. — 

(No  deja  de  ser  curioso 
El  debate.) 

' 

i 

Felipe. — 

¿No  lo  dije? 

í'     , 

■- 

El  ataque  toma  todos 
Los  terribles  caracteres 
Del  delirio;  ya  es  forzoso 
Llevarla  á  su  cuarto. 

Maclovia. 


Felipe. — 
Marlína.- 

Tomás.— 
Lupe. — 

Rafael.— 


¡Es  buena! 
¿Se  ha  visto  empeño  más  tonto? 
Si  estoy  muy  bien  y  no  quiero 
Guardar  encierro . . .  supongo 
Que  nadie  puede  forzarme... 
Es  un  completo  trastorno 
Del  cerebro... 

{A  Tornas.)        ¿Por  qué  quiere 
Que  esté  privada? 

Lo  ignoro... 
— Debe  ser  porque  nos  da  (Para  si.) 
Menos  guerra  de  ese  modo. 
Se  burla  de  ella  y  no  debo  (A  Rafael.) 

Consentirlo;  es  muy  impropio 
Que  yo  me  esté  tan  tranquila. . . 

Vida  mia,  son  tan  cortos  (A  Lupe.) 
Los  momentos  que  podemos 
Hallamos  libres  y  solos, 


Di  ISABEL  PRIBTO. 


LXXV 


FaLiPB. 

Que  es  preciso  aprovecharlos... 
No  vayas.  (Deteniéndola.) 

No  me  conformo... 

Tomás.— 

— Venga  vd.  acá,  Tomás. 

¿Yo?      ■                      :.^:,y-y-,/^^- 

FELIPif.— 

Présteme  vd.  su  apoyo, 

Vamos  á  llevarla  en  brazos... 

Maclovia.- 

Es  inútil  ese  enojo... 
—Pero  es  vd.  un  bandido... 

Felipe. — 

Necesita  vd.  reposo. 

1  Arriba!  (  (Alzanla  enp^so:  Maclovia  hace  es- 
\  fuerzo^  -por  desasir ae:  se  la  llevan.) 

Lupe. — 

Pero  ¿qué  le  hacen? 

Felipe. — 

Voy  á  quitar  el  estorbo...  {Bajo  á  Rafayl.) 

Sabido  es  que  uno  de  los  secretos  del  arte  cómico 
consiste  en  la  desproporción  de  los  medios  y  los  fines, 
ya  sea  que  se  adopten  grandes  medios  para  obtener 
fines  relativamente  pequeños,  ó  vice  versa,  apelar  á 
medios  insignificantes^  para  llegar  á  fines  de  cierta  im" 
portancia,  desarrollando  en  la  acción  todo  el  empeño 
que  se  gasta  en  empresas  serias  y  acabando  por  un 
desenlace  que  no  compromete  gravemente  la  vida  ó 
los  intereses  de  los  personajes.  Ahora  bien,  si  anali- 
zamos la  escena  que  dejo  citada,  á  la  luz  de  este  prin- 
cipio cuya  exactitud  no  es  del  caso  discutir  en  este 
lugar,  veremos  que  la  autora  se  ajustó  á  él  en  su  con- 
junto y  pormenore^,  lo  cual  asegura  su  efecto  en  la 
representación  teatral.  Desde  luego  vemos  en  toda  la 
conducta  de  Maclovia  esa  constante  contradicción 
que  hace  su  carácter  esencialmente  cómico:  para  ella 
el  tipo  de  la  perfección  mujeril  está  puesto  en  el  go- 
bierno doméstico,-  llevado  hasta  un  grado  de  exagera- 
ción y  rigorismo  insoportable  que  traspasa  los  límites 


LXXVl  OBRAS  POÉTICAS 


de  la  razón  y  la  prudencia;  de  aquí  proviene  ese  con- 
tinuo reñir  con  los  criados;  ese  perpetuo  murmurar 
dü  cuanto  no  va  conforme  con  su  modo  de  ver  exclu- 
sivista; ese  inagotable  reprender  á  Lupe  en  cuyo  ge- 
nio tímido,  soñador,  apasionado  á  la  lectura,  sólo  halla 
motivos  de  severa  censura  su  prosaica  cuñada.  La  in- 
tempestiva declaración  de  Felipe  produce  en  Maclovia 
una  emoción  que  forma  cómico  contraste  con  su  edad 
y  con  el  verdadero  móvil  de  aquel,  móvil  que  conoce 
bien  el  espectador.  La  repentina  entrada  de  Rafael 
determina  una  crisis  en  la  situación  que  llevaba  tra- 
zas de  complicarse  gravemente;  Maclovia  se  descon- 
cierta al  verse  sorprendida  en  términos  que  contradi 
cen  su  cacareado  rigorismo,  y  recurre  en  tan  delicada 
coyuntura  á  fingir  un  ataque  de  nervios.  Una  vez  en 
este  camino  tiene  que  sostener  su  papel  hasta  el  fin: 
á  la  noticia  del  accidente  llegan  en  tropel  Lupe  y  los 
criados  Mariana  y  Tomás,  víctimas  ambos  de  las  im- 
pertinencias de  su  ama,  á  quien,  por  lo  mismo,  están 
bien  lejos  de  profesar  acendrado  cariño.  El  ataque 
tiene  que  ser  fuerte  y  resistir  en  consecuencia  á  los 
remedios  vulgares  que  se  aplican  en  tales  casos;  pero 
nadie,  con  excepción  de  Lupe,  le  toma  á  lo  serio  por- 
que comprenden  lo  que  hay  en  el  fondo:  Felipe  en- 
tonces lleva  la  cosa  por  otro  rumbo,  exagera  á  su  vez 
la  gravedad  del  desmayo  y  prescribe  medicinas  cuya 
eficacia  reconocida  hace  sufrir  al  paciente  molestias 
nada  apetecibles.  Al  verse  amenazada  Maclovia  se 
apresura  á  volver  en  sí,  pero  Felipe  ha  resuelto  cas 
tigar  su  engaño,  y  exagerando  lo  peligroso  del  mal, 
en  contra  de  sus  reiteradas  protestas,  acaba  por  do- 
minar la  resistencia  de  la  que  en  realidad  no  viene  á 


DK   ISÁBBL  PRIETO.  LXXVII 


ser  más  que  víctima  de  su  propia  superchería.  En  el 
gradual  desenvolvimiento  de  toda  esta  situación,  en  la 
multiplicidad  de  los  contrastes  que  produce,  se  ve 
aplicado  constantemente  el  principio  de  contradicción 
entre  los  medios  j  el  fin.  Si  el  accidente  de  Maclovia 
fuese  verdadero,  á  nadie  harían  reir  los  recursos  adop- 
tados poi-  Felipe  para  salvarla;  hay  más  todavía;  si 
éste,  imprudentemente  hubiese  aplicado  á  aquella  re- 
medios que  comprometiesen  su  salud  produciendo  ma- 
les de  trascendencia,  la  risa  haría  lugar  á  la  indigna- 
ción, y  la  escena,  de  cómica  degeneraría  en  atroz  y 
repugnante.  Todo  esto  prueba  que  la  Sra.  Prieto 
comprendía  los  principios  filosóficos  del  arte  cómico, 
y  que  sin  desfigurar  los  caracteres  ni  sacar  de  quicio 
las  situaciones  que  se  proponía  trazar,  llegaba  desem- 
barazadamente al  objeto,  mediante  los  recursos  que  le 
proporcionaba  su  fecundo  ingenio.    .^- 

En  las  dos  piezas  mencionadas  el  contraste  se  esta- 
blece pura  y  simplemente  entre  la  razony  la  verdad  por 
una  parte,  y  defectos  de  carácter  por  otra,  represen- 
tados ambos  extremos  en  personas  del  sexo  femenino. 
María  y  Lupe  parecen  vaciadas  en  el  mismo  molde, 
presentando  un  caudal  común  de  cualidades  y  virtu- 
des que  les  conquista  las  simpatías  del  espectador,  pe- 
ro no  se  destacan  igualmente  sobre  el  fondo  teatral, 
pues  mientras  la  primera  entra  en  parangón  con  su 
deslumbradora  hermana,  cuya  egoísta  frivolidad  ava- 
salla á  cuantos  tienen  la  desgracia  de  acercársele.  Lu- 
pe figura  adornada  con  la  aureola  de  víctima,  sopor- 
tando con  ejemplar  resignación  las  cóleras  é  injusti- 
cias de  su  feroz  cuñada.  De  otra  especie  es  el  contraste 
que  aparece  en  Los  dos  son  peores:  trátase  aqui  de  ca- 


LXXVIIl  OBRAS  POÉTICAS 


racteres  contradictorios  en  sí  mismos  y  en  su  relación 
recíproca.  El  viejo  presumido  y  calavera,  y  el  joven 
grave  y  circunspecto,  forman  cada  uno  de  por  sí  un 
tipo  acabado  para  desarrollar  una  acción  cómica;  pero 
al  colocarse  frente  k  frente,  al  unirse  en  el  mismo  em- 
peño de  conquistar  la  mano  de  Pepa,  el  cuadro  ofre- 
ce todas  las  condiciones  que  exigen  obras  destinadas 
á  flagelar  con  el  azote  del  ridículo  las  extravagancias 
humanas.  Las  respectivas  declaraciones  amorosas  de 
ambos  personajes  á  la  dama  de  sus  pensamientos,  son 
las  quG  mejor  muestran  la  contradicción  de  medios  .y 
fines,  y  que  por  lo  mismo  mejor  efecto  causan  en  el 
público  espectador.  D.  Lindoro,  con  su  más  exquisito 
traje  de  gala,  de  colores  vivos  cual  convendría  á  almi- 
barado doncel,  se  llega  á  Pepa  y  en  ligero  romancillo 
de  seis  sílabas  le  declara  sin  rodeos  que  reina  en  su 
corazón,  en  donde  constantemente  recibe  el  fervoroso 
culto  de  una  pasión  ardiente.  El  vetusto  amante  lleva 
aprendida  de  memoria,  como  lo  expresa  aparte,  la  re- 
lación interrumpida  por  frecuentes  toses  que  hace  á 
la  traviesa  joven,  quien  va  dando  aplicación  muy  di- 
versa a  sus  palabras,  hasta  que  estrechada  por  la  ina- 
gotable verba  de  D.  Lindoro,  pronuncia  una  de  esas 
frases  equívocas  que  el  enamorado  anciano  toma  por 
el  sí  que  tanto  anhela,  sin  que  le  hagan  volver  de  su 
loco  entusiasmo  las  repetidas  protestas  de  Pepa.  En- 
teramente distinta  es  la  declaración  de  D.  Samuel; 
allí  todo  es  grave,  todo  solemne;  las  citas  históricas, 
las  reflexines  morales  resbalan  con  majestad  cómica 
por  una  serie  de  sonoros  endecasílabos  pronunciados 
con  hinchada  entonación.  Las  teorías  de  aquel  perso- 
naje sobre  el  papel  que  la  mujer  está  llamada  árepre- 


DE  ISABEL  PRIETO.  LXXIX 


sentar  en  el  hogar  doméstico,  caminan  de  acuerdo  con 
lo  rancio  y  pedantesco  de  todas  sus  idas,  y  resolviendo 
á  su  manera  la  cuestión  del  matrimonio,  en  lo  que 
piensa  es  en  solicitar  el  consentimiento  de  la  joven, 
limitándose  k  anunciarle  que  va  á  pedirla  en  toda  ce- 
remonia á  su  buen  tio.  Permitidme  que  cite  esta  es- 
cena que  es,  á  mi  juicio,  una  de  las  mejores  que  pro- 
dujo la  Sra.  Prieto  en  el  genero  cómico: 

D.  Samuel. —  Gracias  á  Dios  que  al  fin  un  breve  instante 
Solo,  Pepita,  con  usted  m©  veo. 
Ha  sido  ahora  toda  la  mañana 
Mi  más  ardiente,  irresistible  anhelo. 

Pepa.—  ¿Tiene  vd.  que  explicarme  alguna  cosa 

De  la  obra  interesante  que  leemos?. ... 

D.  Samuel. —  Nó,  Pepita,  un  asunto  muy  urgente .... 

Pepa. —  ¿Más  que  la  ciencia?      i      ' 

D.Samuel. —  ,  ^    Delicado  y  serio, 

Ha  hecho  nacer  en  mi  alma  el  ancia  viva 

De  hablar  á  usted  á  splas  un  momento. 

Pepa. —  ¿Y  se  puede  saber? 

D.  Samuel. —  í  Tras  la  ventura 

El  hombre  corre  desalado  y  ciego  - 

Por  sus  locas  pasiones  arrastrado, 
Sin  contenerlas  con  el  fuerte  freno  . 

De  la  razón,  que  poderosa  y  sabia 

Nos  puede  diri^r - 

Pepa. —  (¿A  qué  vendrá  esto?) 

D.  Samuel. —  Es  la  felicidad  preciosa  perla. 

Que  no  se  encuentra  en  el  mundano  cieno 
Donde  la  busca  en  su  ignorancia  loca, 
En  su  estúpido  afán  el  hombre  necio. 
¡Quién  de  ambición  frenética  llevado 
Hallarla  quiere  en  elevados  puestos! 
¡Quien  en  goces  insípidos,  pueriles, 
Y  quién  en  criminales  devaneos! 


fililí^  i'ifin'T-      -'  'i'-^r.*-^-..!*.-^  *■'  --I.'-       '.-.  ^-:::.lt-^.^k».:;<^■<:l.' 1,.  --     -f-  -^v-'-^r^^j^--- ^'-'-^'-- -'-^■«^*^'^"^-^'>*Ti  ¡■Viiimhg-'"  h  '  -     -'   '  ---^.j.^-- •-'•¿*>^*— -"--^--" 


^1 


LXXX  ■  OBRAS  POÉTICAS 


Pepa. —  (¡Magnífico  discurso!  A  lo  que  viene        r 

Es  en  verdad  lo  que  saber  no  puedo.)       j 

D.  Samuel. —  ¡Quién  del  amor  en  la  furiosa  llama  ' 

'  Arder  su  débil  corazón  sintiendo, 

Cifra  la  dicha  de  su  vida  toda, 

¡Mezquina  pretensionl  en  un  afecto ! 

¿Qué  resultados  venturosos  puede 

Dar  tan  ruin  y  delirante  empeño?  ' 

•Desengaños  tan  solo. . .  -equivocando 

En  su  error  el  camino  verdadero 

Que  conduce  á  la  dicha,  á  cada  paso 

Encueátra  una  espina  y  un  tropiezo 

Pepa. —  (¿Adonde  irá  á  parar?) 

D.  Samuel. —  .     ;  De  estas  desgracias 

Nos  presenta  la,  historia  mil  ejemplos, 
¿Qué  perdió  á  Napoleón?  Su  ambición  loca, 
Esa  sed  de  conquistas  que  le  hicieron 
Bajar  al  fin  del  elevado  trono 
Do  reinaba  señor  del  universo, 
E  ir  á  morir  tan  triste  y  desvalido 
En  el  odioso  suelo  del  destierro. 
Después  de  haber  regado  con  su  llanto 
El  miserable  pan  del  prisionero.      -" 
¿Qué  perdió  á  Marco  Antonio? 

Pepa. —  (Poco  apoco. 

Si  Dios  no  lo  remedia,  llegaremos 
A  nuestro  padre  Adán.)  ' 

D.  Samuel.—  Esa  ternura 

Tan  indigna  del  hombre  sabio  y  recto, 
Que  esclavo  ¡ay!  de  una  mujer  le  hizo, 
Aniquilando  su  valor,  su  esfuerzo. 
Que  tan  oscura  y  vergonzosa  muerte 
Le  dio  en  lugar  de  lauros  y  trofeos. ... 
¿Qué  diré  de  Sansón? ' 

Pepa. —  (¡Dios  nos  socorra!)? 

D.  Samuel.—  El  fuerte,  el  valeroso  juez  hebreo. 


■f    ,a\  ^«K>. 


C  DE  ISABEL  PRIETO.  LXXXl 


A  la  traidora  red  que  le  tendiera 
La  pérfida  Dalila  sucumbiendo, 
Perdió  por  ese  amor  desenfrenado 
Su  fuerza  y  su  poder  con  sas  cabellos. 
Y  del  hombre  que  busca  en  ruines  goces 
La  dicha  de  la  vida,  ¿qué  diremos? 
Arrastrando  una  inútil  existencia. 
Sin  fe,  sin  ilusiones,  sin  contento, 
Lleva  con  pena  la  pesada  carga 
De  un  corazón  desalentado  y  seco 

Pepa. —  ¿No  se  encuentra,  pues,  nunca  esa  ventura 

Del  corazón  encantador  ensueño? 

D.  Samuel. —  Sí,  Pepita,  en  la  ciencia,  en  el  estudio, 
Único  bien  satisfactorio  y  cierto, 
Que  eleva  el  alma  y  que  la  mente  inunda 
Con  su  grandioso  y  eternal  destello; 
Legitima  ambición,  única  y  sola 
Que  ubriga  el  corazón  honrado  y  recto. 
¿Dónde  haj''  dicha  mayor  que  la  del  sabio? 
¿Dónde  hay  goce  más  puro  y  verdadero? 
|El  sabio!  el  más  dichoso  de  los  hombres,. 
Sin  disputa  también  el  más  perfecto. 
Dígalo  Salomón,  el  rey  dichoso, 
El  sabio  de  los  sabios ... , 

Pepa.—  (No  tenemos 

Cuándo  acabar.) 

D.  Samuel. —  El  hombre  que  comprende 

Su  divina  misión,  el  alto  empleo 
A  que  dios  destinó  sus  facultades .... 
¿Está  vd.  bostezando?... 

Pepa.—-  (Ya  me  duermo.) 

Nó,  no  lo  crea  vd. 
D.  Samuel. —  Jam&s  se  deja 

Dominar  por  un  loco  sentimiento 

-  :'':""'■-:-'    P— 6     ■■ 


LXXXII  OBRAS  POÉTICAS 


..- —  -- .  .,^1. 


Pepa. —  (Nó,  por  lo  quo  haceá  vd.  no  hay  que  temerse) 

D.  Samuel. — El  amor,  entre  otros,  por  ejemplo. 
El  amor  cual  se  debe  comprendido, 
Lo  siente  el  sabio  como  yo  lo  siento, 
Pepita,  por  vd. 
Pepa. —  (¡Santa  María!) 

D.  Samuel. — Un  cariño  prudente,  circunspecto. 

El  sabio  busca  en  la  mujer  que  elige 
P^ra  su  tierna  esposa,  no  el  objeto 
De  una  loca  pasien,  de  un  desvarío; 
Sino  el  apoyo  de  su  hogar  modesto; 
La  mujer  hacendosa,  inteligente. 
Que  siguiendo  sumisa  los  ejemplos 
De  la  mujer  de  Abraham  y  otras  matronas 
Dignas  de  elogio  del  pasado  tiempo, 
Prepare  por  sí  misma  los  manjares 

Y  los  sirv^a  á  su  esposo  con  esmero, 
El  arreglo  vigile  de  su  casa. . . 

Pepa. —  (Y  limpie  el  polvo  de  sus  libros  viejos.) 

D.  Samuel. — Obedezca  á  su  esposo  siempre  humilde, 

Y  le  cuide  paciente  si  está  enfermo. 
La  educación  que  D.  Antonio  ha  dado 

A  vd.,  se  encuentra  en  todo  tan  de  acuerdo 
Con  mis  ideas,  que  hacer  en  mi  alma 
Un  vivo  afecto  por  vd.  ha  hcího...  « 

Pepa. —  (¡Misericordia!) 

D.  Samuel. —  Y  á  pedir  su  mano 

Voy  ahora  á  D.  Antonio... 

Pepa.  -   r  (¡Santo  cielo') 

D.  Samuel. — Me  guardaré  muy  bien  de  preguntarle 

A  vd.,  como  lo  haria  algún  mancebo  • 

Ocioso  é  ignorante,  lo  que  piensa 
Sobre  el  particular:  no  debo  hacerlo. 
No  es  vd.  la  que  debe  dar  su  voto 
Sobre  asunto  tan  grave. 

Pepa. —  (Por  supuesto.) 


DK  ISABEL  PRIETO.  LXIXIIl 


D.  Samuel. — Hablaré  á  D.  Antonio  en  el  iastante, 

Y  presente  le  haré  lo  que  pretendo; 

Sabré  su  voluntad,  que  es  lo  preciso, 

Porque  una  joven  como  vd.,  modelo 

De  virtudes  domésticas,  no  tiene 

Voluntad  propia  nunca. 
Pbpa. —  (¡Dios  eterno!) 

D.  Samuel.— Sabiendo  vd.  el  voto  de  su  tio. 

Si  es  favorable  para  mí,  cual  creo. 

No  es  necesario  más... 
Pepa. —  (¿Quién  me  defiende 

De  estos  locos?  jSeñor!  es  mucho  cuento. .) 
D.  Samuel. — Para  que  vd.  acepte  complacida 

Mi  mano... 

Pepa. —  (¡Virgen  pural) 

D.  Samuel. —  Con  mi  afecto. 


¡Qué  dicha  espera  á  vd.!  ¡Qué  dulces  goces! 
¡Qué  deliciosa  paz! 
Pepa. —  (Pues  va  á  creerlo.) 


Dejemos  ya  esos  cuadros  inspirados  por  la  musa 
festiva  de  la  Sra.  Prieto;  esas  escenas  de  familia,  esos 
caracteres  copiados  del  natural,  en  que  la  crítica  se 
desliza  sin  herir,  pues  era  imposible  que  el  alma  bon- 
dadosa de  la  autora  diera  cabida  á  malas  pasiones  que 
han  deslucido  á  veces  los  vuelos  más  encumbrados  del 
genio,  y  señalemos  otra  faz  del  múltiple  y  fecundo  ta- 
lendo  de  nuestra  poetisa.  En  el  mes  de  Febrero  de 
1874,  tuvo  que  abandonar  el  país  á  causa  de  haber  si- 
do nombrado  su  esposo,  el  Sr.  D.  Pedro  Landázuri, 
cónsul  de  la  República  en  Hamburgo.  Profunda  fué 
la  tristeza  que  envolvió  el  corazón  de  la  Sra.  Prieto 
al  emprender  un  viaje  que  la  alejaba  de  su  familia, 
residente  en  Guadalajara,  privándola  al  mismo  tiem- 
po del  bello  cielo  de  la  patria  y  de  todos  los  encantos 


LXXXIV  OBRAS  POÉTICAS 


de  nuestra  tierra  tropical  para  ir  á  habitar  los  incle- 
mentes climas  del  Norte.  En  el  fondo  de  esa  tristeza^ 
perfectamente  explicable,  habia  además  algo  comc)  fu- 
nesto presentimiento  de  grandes  dolores  y  de  que  no 
volveria  á  pisar  el  suelo  que  tanto  amaba.  En  efecto, 
apenas  llegó  á  Veracruz  cuando  una  violenta  enfer- 
medad le  arrebató  para  siempre  á  su  hija  Blanca,  pre- 
ciosa niña  de  poco  más  de  un  año.  Imposible  seria  pin- 
tar loque  sufrió  aquel  corazón,  dotado  de  sensibilidad 
tan  exquisita,  al  dejar  como  último  recuerdo  de  dolo- 
rosa  separación  el.  sepulcro  de  una  hija  idolatrada.  La 
larga  navegación  que  hizo  en  seguida,  estuvo  llena  de 
peligros,  viéndose  á  punto  de  naufragar  algunas  ve- 
ces; por  último,  al  poco  tiempo  de  haber  llegado  á 
Hamburgo,  el  Sr.  Landázuri  cayó  postrado  en  el  le- 
cho del  dolor,  sufriendo  su  inconsolable  esposa  tor- 
mentos agudísimos  ante  la  probabilidad  de  perderle. 
La  siniestra  nube  se  alejó,  sin  embargo,  y  lucieron 
dias  algo  más  tranquilos:  un  nuevo  hijo  vino  á  derra- 
mar la  dicha  en  aquel  hogar  que  habia  visto  correr 
tantas  lágrimas,  pero  la  serie  de  contratiempos  que 
con  rigor  implacable  hiciera  probar  una  adversa  for- 
tuna á  la  ilustre  poetisa,  habia  dejado  en  su  alma  hue- 
llas indelebles,  como  lo  manifiestan  con  amarga  elo- 
cuencia las  composiciones  escritas  en  aquella  época,  y 
las  cartas  dirigidas  á  su  familia  y  amigos.  El  recuer- 
do de  su  malograda  Blanca;  el  sobresalto  que  le  cau- 
saba la  idea  de  morir  en  tierra  extranjera;  la  imagen 
risueña  de  la  patria  ausente,  que  formaba  tan  doloro- 
so contraste  con  la  naturaleza  muerta  que  la  rodeaba, 
aparecen  á  cada  paso  en  esos  versos  impregnados  de 
infinita  melancol/a,  haciendo  comprender  la  honda  tor- 


DE  ISABEL  PRITEO.  LXXXV 


tura  de  que  era  víctima  su  tierno  corazón.  El  nombre 
de  México  sonaba  á  sus  oidos  con  encanto  inefable,  y 
todo  lo  que  le  llevaba  algo  de  estas  regiones  que  su 
fantasía  le  pintaba  con  los  encantos  de  un  Edén  per- 
dido, arrancaba  de  su.alma  acentos  de  apasionada  ter- 
nura, revestidos  de  las  stincillas  formas  poéticas  que 
les  prestaba  su  instinto  de  artista,  á  manera  de  esas 
vagas  armonías  que  se  desprenden  de  un  arpa  bien 
templada  al  estremecerse  sus  cuerdas  bajo  el  rudo  so- 
plo de  desatados  aquilones. 

El  siguiente  párrafo  de  una  comunicación  dirigida 
á  la  Alianza  literaria  de  Guadalajara,  dándole  las  gra- 
cias por  el  nombramiento  de  socia  que  aquella  corpo- 
ración le  habia  remitido,  puede  dar  idea  del  estado 
que  guardaba  el  alma  de  la  Sra.  Prieto  pocos  meses 
antes  de  morir,  n  Vivamente  y  con  toda  mi  alma,  dice, 
he  agradecido  á  vdes.  el  nombramiento  de  socia  co- 
rresponsal de  la  Alianza j  con  que  han  tenido  la  ama- 
bilidad de  honrarme;  esa  manifestación  de  que  en  mi 
patria,  tan  amada  y  tan  sentida,  hay  personas  que  se 
acuerdan  de  mí,  me  ha  enternecido  profundamente. 
Y  luego,  esas  hermosas  y  tiernas  composiciones  que 
dejan  entrever,  al  través  de  su  sentimiento,  su  fluidez 
y  su  belleza,  el  radioso  sol  y  el  limpio  cielo  de  mi 
Guadalajara  querida,  me  han  hecho  venir  las  lágri- 
mas á  los  ojos;  dulces  ecos  de  la  patria  ausente  han 
llegado  armoniosos  y  embelesadores  á.  mi  corazón,  que 
tanto  suspira  por  ella.»  i 

Ese  conjunto  de  circunstancias  enojosas  que  á  cual- 
quier espíritu  menos  enérgico  habria  hundido  en  la 
más  desconsoladora  apatía,  en  nada  menoscabó,  sin 
embargo,  la  prodigiosa  actividad  de  aquella  inteligen- 


LXXXVI  OBRAS  POÉTICAS 


cia  infatigable  en  el  estudio,  y  cuya  fuerza  parecia 
centuplicarse  al  contacto  ele  la  desgracia.  Sorprende, 
en  efecto,  que  á  pesar  de  los  hondos  sufrimientos  que 
la  agobiaban,  hubiese  conservado  la  suficiente  sereni- 
dad para  reconcentrarse  y  llegar  á  aprender  con  bas- 
tante perfección  el  difícil  idioma  alemán.  No  sólo  es- 
to, la  presencia  del  invierno  boreal  con  todos  sus  ri- 
gores y  tristezas,  que  tan  profunda  impresión  causa- 
ra en  aquella  imaginación,  nutrida  con  los  esplendo- 
res eternamente  primaverales  del  cielo  mexicano,  abrió 
á  sus  ideas  un  nuevo  rumbo,  revistiéndolas  con  el  ro- 
paje indeciso  de  las  creaciones  nebulosas  del  Norte. 
Ya  antes  la  Sra.  Prieto  habia  dado  brillantes  pruebas, 
de  sus  facultades  descriptivas;  pero  en  la  última  obra 
que  escribió,  en  la  preciosa  leyenda  intitulada  Beriha 
de  Sonnenherg,  se  superó  á  sí  misma  en  la  pintura  de 
escenas  y  de  personajes  que  pueden  calificarse  de  otros 
tantos  modelos  en  su  genero. 

Comienza  la  obra  con  una  introducción  en  que  se 
describe  el  sitio  donde  van  á  tener  lugar  los  hechos 
de  la  leyenda.  Cerca  de  Wiesbaden  se  haya  la  mon- 
taña de  Sonnenberg,  que  guarda  todavía  las  impo- 
nentes ruinas  de  un  castillo  feudal,  mansión,  hace 
siete  siglo.s,  do  una  familia  rica  y  poderosa.  Es  una 
de  esas  noches  tristes  y  nebulosas  de  la  helada  Ale- 
mania, que  ofrece  absoluto  contraste  con  los  encantos 
misteriosos  de  nuestras  noches  de  primavera.  De  re- 
pente, se  desgarra  en  un  punto  del  cielo  el  manto 
sombrío  que  le  envuelve,  dejando  ver  una  estrella  que 
por  instantes  ilumina  el  torreón  donde  aparece  una 
mujer  que  presta  el  oido  como  si  quisiera  escuchar 
algo,  y  fijandp  en  seguida  los  ojos  extrayiados  en  la 


pi---:  - 


DI  ISABEL  PRIBTO.  LYXXTII 


solitaria  estrella,  »rita  que  ha  muerto  la  hija  de  Son- 
nenberg.  En  el  silencio  y  soledad  del  campo  atravie- 
sa, al  peso  de  la  noche,  un  grupo  de  hombres  á  caballo 
conduciendo  á  Bertha  al  castillo  de  Katzenellenbogen, 
cuyo  señor  ha  efectuado  el  rapto  de  la  joven  tan  her- 
mosa cuanto  desvalida.  Aquellos  hombres  crueles  y 
brutales,  dignos  servidores  de  tal  amo,  van  llenos  de 
terrores  supersticiosos,  y  tiemblan  al  acercarse  á  la 
colina  del  Lurley  que  tienen  que  trepar  y  que  goza 
de  siniestra  reputación  por  hallarse,  según  dicen,  bajo 
el  maldito  influjo  de  una  hechicera.  Suben  en  efecto 
k  la  colina;  el  barón  Ludovico,  autor  del  atentado,  se 
acerca  á  hablar  de  su  amor  á  Bertha,  quien  rechaza 
indignada  sus  halagos  y  amenazas.  Están  ya  en  la 
parte  más  elevada  de  la  roca  del  Lurley  que  se  alza 
á  pico  sobre  el  Rhin  á  considerable  altura,  y  Bertha, 
aplicando  un  fuerte  latigazo  á  su  caballo,  se  lanza  al 
abismo,  desde  cuyo  fondo  se  oye  el  sordo  rumor  que 
produce  un  cuerpo  que  cae  en  el  agua.  Al  mismo 
tiempo  brilla  la  estrella  rojiza  de  Sonnenberg;  los 
viajeros  espantados  retroceden  en  precipitada  fuga 
hasta  el  pié  de  la  colina,  y  contemplan  en  la  cima  la 
extraña  visión  de  un  negro  caballo  que  galopa  y  sobre 
el  cual  va  una  figura  blan(  a  asida  á  un  fantasma. 
Bertha,  empero,  no  ha  muerto;  existe  en  Colonia  con 
el  nombre  de  Santa  María  en  el  Capitolio,  un  con- 
vento de  monjas  en  el  cual  ha  ido  á  refurgiarse,  con- 
ducida por  su  escudero  Hermann.  Su  amante  Gusta- 
vo de  Ehrenfels  habia  partido  á  la  Tierra  Santa,  sin 
que  después  de  largo  tiempo  se  tuviese  noticia  de  él. 
Tal  circunstancia,  unida  al  temor  de  que  el  barón 
Ludovico  renovase  sus  brutales  persecuciones  contra 


LXXXVIIl  •  OBRAS  POÉTICAS 


Bertliíi,  (IcclJtí  íi  ^sta  á  tomar  el  velo  do  religiosa,  no 
sin  sufrir  horribles  tormentos  cuando  recuerda  á  su 
amado  ausente.  Por  lo  demás,  la  salvación  de  la  be- 
lla joven  es  un  secreto  aún  para  su  nodriza,  quien  llo- 
ra amargamente  al  ver  que  su  hija  Emma,  cuyas  fa- 
cultades mentales  sufren  cierta  perturbación,  conserva 
la  idea  fija  de  que  volverá  á  ver  á  su  querida  herma- 
na de  leche. 

Una  noche,  el  señor  de  Katzenellenbogen  celebra 
en  su  castillo  tremenda  orgía  en  unión  de  varios  com- 
pañeros de  desorden,  las  canciones  báquicas,  los  gritos, 
las  blasfemias  que  por  todas  partes  se  levantan,  son 
indicio  cierto  de  que  la  embriaguez  ha  llegado  al  úl- 
timo extremo.  De  repente  se  oyen  en  el  cercano  salón 
los  pesados  pasos  de  persona  que  se  acerca,  presen- 
tándose luego  en  la  puerta  un  caballero  armado  de 
todas  piezas  y  seguido  de  un  hombre:  es  Enrefels  á 
quien  acompaña  el  escudero  Hermann.  Profunda  es 
ia  impresión  que  causa  en  la  concurrencia  la  inespe- 
rada aparición  de  aquel  personaje,  quien  se  aproxima 
lentamente  á  Ludovico  dándose  á  conocer  y  retándole 
k  singular  combate  por  el  ultraje  que  habia  hecho  á 
la  dama  de  sus  pensamientos.  El  barón  acepta  luego, 
excitado  principalmente  con  la  noticia  que  le  da  su 
rival  dfi  que  Bertha  vive,  y  salen  al  campo,  dirigién- 
dose á  la  peña  del  Lurley,  en  cuya  meseta  luchan 
ambos  con  todo  el  encarnizamiento  que  les  inspira  el 
odio  que  mutuamente  se  profesan.  Pero  en  lo  más 
reñido  del  combate,  rasurase  la  espesa  niebla  que  en- 
tolda el  cielo  y  aparece  vivida  y  deslumbradora  la 
estrella  de  Sonnenberg;  á  su  aspecto  se  siente  Ludo- 
vico  embargado  de  terror  súbito;  en  vano  quiere  se- 


■ji 


DE  ISABEL  PRIETO.  LXXXIX 


parar  los  ojos  del  astro  misterioso;  parece  que  tiene 
delante  una  visión  que  le  fascina;  los  cabellos  se  erizan 
sobro  su  frente;  su  semblante  se  contrae;  corre  por 
sus  miembros  el  frió  de  la  muerte,  y  poseído  de  es- 
pantoso vértigo,  da  la  espalda  á  su  contrario  y  corre 
á  precipitarse  en  el  hondo  abismo. 

El  dia  siguiente  se  agolpa  en  la  iglesia  de  Santa 
María  una  multitud  bulliciosa  que  va  á  asistir  á  la 
profesión  religiosa  de  Bertha:  el  templo  está  lujosa- 
mente adornado;  ricas  colgaduras,  flores  y  luces  apa- 
recen por  todas  partes:  poco  después,  precedida  de 
una  doble  hilera  de  religiosas  cubiertas  de  negros  ve- 
los, asoma  en  el  coro  la  bella  novicia  que  va  á  arro- 
dillarse sobre  rico  cojin  de  terciopelo  á  los  pies  de 
una  imagen  del  Redentor.  Perfumadas  nubes  de  in- 
cienso envuelven  el  tabernáculo;  déjanse  oir  las  solem- 
nes armonías  del  órgano;  y  luego,  restablecido  el  si- 
lencio, sube  al  pulpito  un  sacerdote  que  dirige  á  Bertha 
edificante  plática  en  que  pinta  con  sencilla  elocuencia 

los  peligros  del  mundo  y  la  dicha  pura,  apacible  y 
serena  de  la  vida  del  claustro.  Mas  en  el  momento 
en  que  el  sacerdote  interpela  á  la  novicia  para  que 
pronuncie  el  voto  que  le  ligará  irrevocablemente  al 
estado  monocal,  penetra  Ehrenfels  por  entre  la  com 
pacta  muchedumbre,  y  llegándose  al  coro  reclama  á 
Bertha  en  alta  voz  el  juramento  que  le  ha  hecho  de 
ser  su  esposa.  Este  incidente  interrumpe  la  ceremo- 
nia; las  religiosas  se  retiran  al  convento,  Gustavo  en- 
tra con  el  sacerdote  en  la  sacristía,  y  la  multitud  se 
dispersa  haciendo  mil  comentarios  sobre  lo  que  ha 
pasado. 
En  el  epílogo  traza  la  Sra.  Prieto  una  de  esas  es- 


XC  OBRAS  POÉTICAS 


c«nas  risueñas  y  tranquilas  que  solazan  el  ánimo  des- 
pués de  los  sombríos  cuadros  en  que  su  leyenda  se 
desarrolla.  Acércase  el  crepúsculo  de  una  hermosa 
tarde  de  verano;  en  la  pendiente  del  collado,  al  pié 
de  la  torre  del  castillo,  se  ve  á  una  anciana  teniendo 
dormido  en  su  regazo  á  un  bello  niño,  á  quien  con- 
templa arrodillada  una  pálida  joven.  Es  la  nodriza  y 
su  visionoria  hija,  quienes  velan  el  sueño  de  aquel 
tierno  fruto  con  que  el  cielo  ha  bendecido  el  matrimo- 
nio de  Bertha  y  Gustavo;  éstos,  á  corta  distancia, 
sonriendo  y  con  las  manos  enlazadas,  tienen  los  ojos 
fijos  en  el  ángel  de  su  hogar,  recordando  en  mudo  si- 
lencio las  rudas  pruebas  á  que  el  destino  los  sujetara, 
reservándoles  la  dicha  que  hoy  disfrutan  como  premio 
de  su  virtud  y  su  constancia. 

Tal  es,  en  resumen,  el  argumento  deesa  leyenda, 
en  que  nos  dejó  la  Sra.  Prieto  una  muestra  de  lo  que 
era  capaz  en  el  genero  descriptivo.  La  verdad  de  las 
situaciones;  el  fuerte  colorido  de  los  lugares  que  sir- 
ven de  teatro  á  la  animada  acción  del  poema;  los  ca- 
racteres de  los  diversos  personajes  que  toman  parte 
en  ella;  el  interés  que  se  despierta  desde  los  primeros 
versos  y  que  va  creciendo  por  grados  hasta  el  desen- 
lace, todo  hace  de  esa  obra  una  de  bis  más  valiosas- 
joyas  de  nuestra  literatura,  aun  cuando  su  autora  la 
consideró  como  un  simple  boceto.  Difícil  seria  la  elec- 
ción entre  los  varios  pasajes  de  la  leyenda  si  quisiera 
fijarme  en  alguno  que  fuese  superior  á  loe  demás;  me 
limitaré,  por  lo  mismo,  á  la  siguiente  escena;  en  que  al 
encanto  de  la  descripción  se  agrega  el  combate  dramá- 
tico de  pasiones,  expresado  con  intachable  naturalidad. 
Después  de  hablar  del  convento  de  Santa  María  en. 


DE  ISABEL  PRIETO.  XCI 


el  Capitolio,  adonde  habia  ido  á  refugiarse  Bertha 
cuando  escapó  de  manos  de  sus  raptores,  la  poetisa 
continúa:  *  S- 

"Es  una  celda  sombría     '    -  '  * 

De  alto  abovedado  techo, 

Donde  la  luz  penetran       ;        . 

Apagados  los  reflejos       ■ 

Por  la  gótica  ventana 

Que  domina  el  claustro  estrecho.  ^  L 

Todo  en  su  arreglo  demuestra 

Un  escrupuloso  aseo, 

Cierto  monástico  lujo    ■       '-v 

Y  el  más  minucioso  esmero. 
Tras  luenga  cortina  oscura     ■ 
Se  oculta  el  pesado  lecho 

De  columnas  retorcidas        ■    • 
Cubiertas  de  blanco  lienzo;  - 
La  dulce  imagen  del  Cristo .  • 
En  docel  de  terciopelo, 
A  la  cabecera  pende  v 

De  la  pared  en  el  medio; :    • 
En  una  pequefia  mesa,     '  *     r 
Del  blanco  lecho  no  lejos,'    '** 
Junto  á  un  lujoso  breviario  ' 
Se  ve  un  rico  candelero    . 
Dé  oro  macizo;  en  la  parte 
Exterior,  si  la  podemos    j,       > 
Llamar  así,  de  la  estancia, 
Altos  .sitiales  con  bellos      / 

Y  magníficos  tallados      V^'  -  ^ 
Circuyen  el  aposento,       -''-^ 

Una  mesa  de  nogal         -*^,  •'  "  * 

Esculpida  ocupa  el  centro,   -  >' 

Y  en  ella  se  ven  papeles,      ^' 
Un  cincelado  tintero    ;X    / 


XCII  OBRAS  POÉTICAS 


De  plata,  un  reloj  de  arena 
Libros  devotos,  toJo  ello 
Sabiamente  colocado 
En  el  orden  más  cimétrico. 
Entapizan  las  paredes 
Grandes  cuadros  con  los  hechos 
Más  notables  de  la  vida 
De  los  santos,  y  el  testero 
Lo  ocupa  una  bella  imagen 
De  la  Virgen.  Un  soberbio  ' 
Reclinatorio  que  se  halla 
Al  pié  de  la  Virgen  puest<5, 
Indica  bien  que  esa  imagen 
Es  el  principal  objeto 
De  la  devoción  ferviente 
Del  que  es  de  la  estancia  dueño. 
Todo  allí  demuestra  un  orden 
Melancólico  y  severo 
Que  no  perturba  j Amas 
Exaltado  un  sentimiento. 
Reina  la  calma  ptofunda, 
Sombría  del  monasterio; 
Calma  cual  la  del  sepulcro 
Bajo  una  losa  de  hielo .... 

Dos  personas  en  la  celda 
Se  hallan  en  este  momento 
Cerca  de  la  chimenea 
Donde  arde  un  brillante  fuego; 
La  una  es  una  monja  anciana 
De  aspecto  grave  y  austero. 
De  demacradas  facciones, 
Y  de  rostro  macilento 
Que  de  duras  penitencias 
Guarda  el  indeleble  sello. 
Lleva  sobre  hábito  blanco 


DE  ISABEL  PRIETO.  XCIII 


Negro  manto  y  velo  negro, 
Y  la  negra  toca  presta 
Aun  más  sombríos  reflejos 
A  la  palidez  marmórea 
En  que  está  su  rostro  envuelto. 
Su  blanca,  afilada  mano,  . 
De  marfil  amarillento 
Sostiene  un  luengo  rosario 
Que  enreda  en  sus  finos  dedos. 
En  alto  sitial  sentada      ;     , 
Con  cierto  ademan  inquieto 
Observa  á  su  com palmera,    . 
Que  en  un  escabel  pequeño,     ; 
A  sus  pies,  y  en  actitud 
Del  más  profundo  respeto, 
Parece  esperar  sumisa   /    v, 
Su  opinión  ó  sus  consejos.  ^ 
Es  una  joven  más  bella        •  * 
Que  el  vespertino  lucero,       . 
Blanca,  diáfana  y  graciosa 
Como  un  juvenil  ensueño. 
Sus  grandes,  rasgados  ojos. 
Apacibles  y  serenos, 
Tienen  un  azul  tan  dulce 
Como  el  mexicano  cielo. 
Su  alba  túniéa  de  lana 
De  largas  pliegues  ligeros. 
Disfraza  sin  ocultarle 
Su  flexible,  tal  le  esbelto. 
La  blanca  toca  señala 
De  Su  tersa  frente  el  cerco 

Y  el  óvalo  delicado 

De  fiu  semblante  hechicero, 

Y  sujetar  no  consigue 
Los  mil  dorados  cadejos 
De  su  rubia  cabellera, 


i     XCIT  OBRAS  POÉTICAS 


Que  las  prisiones  rompiendo, 
Se  escapan  bajo  la  toca 
En  largos  bucles  espesos, 
Que  oculta  á  medias  tan  solo 
El  blanco  notante  velo. 
Keina  un  instant(Ken  la  estancia 
El  más  profundo  silencio, 
Que  interrumpe  la  abadesa 
A  la  novicia  diciendo: 
— "Presto  hará  un  año,  hija  mia, 
Que  en  esta  santa  mansión 
Ha  hallado  tu  corazón 
La  paz  que  perdido  habia 

De  tu  hogar  arrebatada 
Por  un  infame  enemigo, 
En  ella  hallaste  un  abrigo 
Donde  vivir  ignorada. 

Cuando  en  tu  justo  temor 
De  que  ese  noble  villano 
Volviese  á  atentar  tirano 
A  tu  ventura  6  tu  honor, 

Te  decidiste  á  guardar 
El  secreto  más  severo, 

Y  de  tu  anciano  escudero 
Aquí  la  vuelta  esperar. 

Fué  la  mano  del  Señor 
Quien  guió  tu  paso  incierto 
Para  dirigirte  al  puerto 
De  esperanza  salvador,  n 

Calló  la  anciana  un  instante, 

Y  la  joven  tristemente  * 
Dobló  la  candida  frente . 
Palideciendo  el  semblante. 

— "Hoy  debes  cual  nunca  estar 
Firme  en  la  resolución 
Que  tu  juicio  y  tu  razón 


DK  ISÁBIL  PRIITO.  XCT 


Te  han  decidido  á  adoptar 

La  voluntad  soberana 
En  ella  se  ve  patente 
Del  Ser  sabio,  omnipotente, 
D&j||iien  todo  bien  emana. 

Cuando  huyendo  de  la  suerte 
Horrible  que  te  esperaba, 
De  ser  de  un  infame  esclava. 
Quisiste  darte  la  muerte. 

El  espíritu  del  mal 
Que  halla,  en  el  Lurley  habita 
La  negra  peña  maldita, 
Pensamiento  tan  fatal 

Sin  duda  te  sugirió . . 
— Perdonadme,  madre  mia, 
¿Quién  en  mi  lugar  no  haria 
Lo  que  hacer  intenté  yo? 

¿Quién  será  en  lance  tan  fueifb 
Y  en  tan  tremenda  congoja, 
La  que  la  muerte  no  escoja 
Entre  deshonor  y  muerte? 

— Si  hubieras  tu  confianza 
En  tu  Dios  depositado, 
El  te  habria,  hija,  salvado; 
Su  poder  todo  lo  alcanza. 

En  su  infinita  clemencia 
Dar  castigo  no  ha  querido 
Al  pecado  cometido. 
Atentando  á  tu  existencia; 

Pues  que  en  el  trance  cruel. 
Por  las  ramas  detenida. 
Salvó  un  milagro  tu  vida 
Al  despeñarse  el  corcel.    , 

Y  cuando  el  fiel  escudero 
Que  vuestros  pasos  seguía. 
Te  halló  desmayada  y  fria 


XCVI  OBRAS  POÉTICAS 


A  la  orilla  del  sendero, 

Fué  tu  primer  pensamiento 
Al  recobrarte,  al  asilo 
Trasportarte  con  sigilo 
De  nuestro  humilde  convente 

Hasta  el  dia  que  tornar 
De  Tierra  Santa  debia 

Ehrenfels — ¡ Ay!  y  ese  dia 

No  me  fué  dado  alcanzar. 

En  vano  en  su  busca  Hermann 
Partió  há  un  año  de  él  en  pos .... 
¡Ay!  ninguno  de  los  dos 
Ha  vuelto. — Ni  volverán. 

Ten  resignación  y  fé. 
— Madre,  bien  las  necesito. 
¿Por  qué  mi  amor  infinito 
Tan  desventurado  fué? 
•  ¿Por  qué  tan  negra  traición 
Me  reserba  va  el  destino, 
Que  al  empezar  mi  camino 
Me  destroza  el  corazón? 

En  el  dintel  de  la  vida, 
En  la  serena  mañana 
Que  radiosa  se  engalana 
Y  amor  y  dicha  convida; 

En  el  risueño  verjel 
En  donde  flores  y  ensueños 
Brotan  al  par  halagüeños 
En  luminoso  tropel, 

Cual  la  solitaria  flor 
Cuyas  galas  arrebata 
Cuando  indómita  desata 
La  tempestad  su  furor. 

Inclino  en  mi  honda  amargura 
Hoy  la  frente  macilenta 
Al  soplo  de  la  tormenta 


DI  ISABEL  PRIITO.  XCTIÍ 


Que  aniquila  mi  ventura. 

— Hija,  no  murmures. — Nó, 
Madre,  que  no  es  murmurar 
La  felicidad  llorar 
Que  el  mismo  cielo  nos  dio. 

— El  Señor  te  destinaba 
La  dicha  de  ser  su  esposa, 

Y  esa  prueba  dolorosa 
A  tu  corazón  jjuardaba. 

No  se  obtienen  las  divinas 
Prendas  del  amor  divino 
Sino  siguiendo  un  camino 
Todo  sembrado  de  espinas. 

Aquí  encontrarás  la  paz 
Que  tn  alma  agitada  ansia, 

Y  olvidarás,  hija  mia,  ' 
Un  mundo  ingrato  y  falaz. 

—  Madre,  un  árido  desierto 
Es  en  mi  dolor  profundo 
Tan  solo  para  mí  el  mundo. 
Puesto  que  Gustavo  ha  muerto, 

¡Muerto!  ¿Y  puede  el  pensan^iento 
Concebir  esa  palabra. 
Sin  que  otro  sepulcro  abra 
La  fuerza  del  sufrimiento? 

— Hija,  debes  dominar 

Ese  dolor  exaltado 

— Si  als^un  dia  habéis  amado, 
Madre,  dejadme  llorar. 

Dejad  que  alivie  mi  llanto, 
En  esta  lucha  violenta, 
Mi  corazón  que  revienta..... 
¡Dios  mió!  le  amaba  tanto n 

Hubo  una  pausa  angustiosa; 
Kienda  á  sus  pesares  dando, 


p— 7 


XCVIII  OBRAS  rO ÉTICAS 


Cubrió  ol  rostro,  sollozando, 
Con  ambas  manos  la  hermosa; 

Ocultando  á  la  abadesa. 
Entre  inquieta  y  sorprendida 
La  dulce  faz  oprimida 
Que -tanto  dolor  expresa. 

Al  fin,  con  ademan  lento 
Tocó  la  rubia  cabeza 
La.  anciana,  y  con  entereza 

Y  grave  y  solemne  acento: 
— "Debes  desechar  valiente 

Esos  recuerdos  profanos, 
Que  te  persiguen  insanos 
Oscureciendo  tu  mente! 

Pobre  oveja  descarriada, 
Que  tras  sufrimientos  mil, 
Vuelves  de  nuevo  al  redil 
Por  el  buen  pastor  llamada. 

Frágil  é  incierta  barquilla 
Que  azotaba  el  mar  furioso, 
Si  del  puerto  del  reposo 
Salva  llegaste  á  la  orilla, 

Oye  las  fieras  bramar 
Desde  el  aprisco  cerrado, 

Y  deja  el  mar  irritado 
Contra  la  playa  azotar. 

Feliz  tú,  que  obedeciendo 
Al  mandato  soberano. 
Vas  del  bullicio  mundano 
Con  planta  ligera  huyendo. 

Dichosa  tú,  que  abandonas 
Un  mundo  de  sinsabores, 

Y  con  las  candidas  flores 
De  la  virtud  te  coronas. 

¿Por  qué  eSe  triste  gemir? 
¿Por  qué  tan  amargo  duelo 


DK  ISABEL  PRIIÉTO.  XCXIX 


Cuando  á  las  puertas  del  ciclo 
Vienes  abrigo  á  pedir? 

Lloras  de  Ehrenfels  la  muerte, 
Sin  pensar,  en  tu  culpable 
Aflicción,  cuan  envidiable 
Es  8u  venturosa  suerte.  ■ 

¿Por  qué  ese  dolor?  ¿Por  qué 
Su  fin  glorioso  te  espanta? 
El  ha  muerto  en  Tierra  Santa 
Combatiendo  por  la  fe. 

El  te  ha  dado  un  noble  ejemplo 
A  Dios  su  vida  inmolando, 

Y  tú.  llegas  murmurando 
A  los  umbrales  del  templo. 

— Madre  mia... — Ten  valor, 
Cercana  al  momento  estás 
En  qne  el  título  obtendrás 
De.  esposa  del  Salvador. 

Ese  instante  por  tí  anhelo. 
Que  tan  dulces  alegrías    •, 
Trae:  dentro  de  tres  dias, 
Hija,  tomarás  el  velo. 

— jAh! — Que  Dios  la  paz  te  dé. 
—Sofocando  mis  pesares, 
Madre,  al  pié  de  los  altares 
Resignada  llegaré. 

— Sobre  tí  de  Dios  imploro 
La  bendición  soberana. 
— ¡Madre! — Ven,  ya  la  campana 
Nos  llama,  hija  mia,  al  coro.n 

Levantóse  la  abadesa 

Y  la  novicia  á  su  ejemplo, 

Y  entrambas  al  claustro  bajo 
Lentamente  descendieron. 
Ya  las  religiosas  todas, 

Al  sonoro  llamamiento 


OBRAS  POÉTICAS 


Van  en  procesión,  sus  pasos 
A  la  iglesia  dirigiendo; 

Y  en  el  sombrío  recinto 
Aun  esos  pasos  ligeros 
En  la  bóveda  despiertan 
No  sé  qué  dolientes  ecos. 
De  las  lámparas  opacas 
Al  indeciso  reflejo, 

De  fantásticas  figuras 
Se  revisten  los  objetos. 

Y  esas  formas  vaporosas 
Con  albos  ropajes  luengos, 
Que  en  la  oscuridad  dibujan 
Su  vago  contorno  incierto, 
Semt  jan  esas  visiones 

Que  aborta  calenturiento 
En  una  noche  de  insomnio 
Nuestro  agitado  cerebro; 
Esas  extrañas  quimeras 
Que  distinguir  no  podemos 
Si  son  locas  creaciones 
De  la  vigilia  ó  del  sueño. 
El  resplandor  de  las  luces 
De  la  iglesia,  que  el  extremo 
Del  corredor  ilumina, 
Un  cuadro  baña  de  lleno 
Con  tres  blancas  esculturas, 
Que  representan  el  tierno 
Grupo  del  Calvario,  y  hoy 
Aun  existe  tan  completo 
Como  si  hubieran  los  siglos 
Junto  á  él  pasado  sin  verlo. 
De  la  dolorida  Madre 

Y  la  Magdalena  en  medio, 
El  Cristo,  de  la  agonía 
En  el  instante  supremo, 


DI  ISABEL  PRISTO.  GI 


Espira  en  la  Cruz,  al  Padre 
Por  sus  verdugos  pidiendo. 

Y  esas  tres  grandes  figuras 
Que  se  alzan  del  pavimento 

Y  parecen  formar  parte 
Del  silencioso  cortejo, 
De  ese  fantástico  cuadro 
Doblan  el  extraño  aspecto. 
Bertha,  la  joven  condesa 

De  Sonnenberg,  cual  cediendo 
De  soledad  y  de  calma 
Al  imperioso  deseo, 
Dejó  alejarse  á  las  monjas 

Y  con  hondo  abatimiento 
Se  apoyó  lánguidamente 
Sobre  el  macizo  antepecho 
Que  cierra  los  arcos  dobles. 
Levantando  al  firmamento 
Una  mirada  que  exhala 
En  su  expresivo  silencio. 
La  queja  mas  elocuente 
Contra  su  destino  adverso. 

Y  olvidándose  del  coro,     . 
De  las  monjas  j  el  convento, 
Entregóse  al  dulce  encanto 
De  sus  amados  recuerdos, 
Que  á  las  flores  deshojadas 
De  su  porvenir  ya  muerto, 
Prestan  un  instante  vida 
Con  su  purísimo  aliento. 

Y  á  Sonnenberg  trasportóse 
En  las  alas  de  su  empeño, 
Blando  nido  de  su  infancia 

Y  de  sus  juegos  primeros, 

Y  de  sus  primeros  goces 

Y  sus  primeros  tormentos; 


cu  OBRAS  POÉTICAS 


Y  vio  á  su  anciana  nodriza 
Cubriendo  de  tiernos  besos 
La  bella  y  rubia  cabeza 
Que  se  apoyaba  en  su  seno; 

Y  vio  á  su  hermana  de  leche, 
En  su  idioma  pintoresco 

Y  enigmático  expresar 
Con  su  alegría  su  afecto; 

Y  á  Gustavo  de  Ehrenfels, 
El  valiente  caballero, 

El  amante  apasionado, 
Esperando  ansioso,  inquieto. 
Con  el  pecho  palpitante. 
El  delicioso  momento 
De  conducir  al  altar 
Al  tierno,  adorado  objeto 
De  su  culto  reverente 

Y  de  su  cariño  inmenso. 

Y  cuando  asi  sumergida 
En  sus  caros  pensamientos, 
Fuera  de  aquellas  memorias 
Olvidaba  el  mundo  entero. 
La  vaga  luz  de  una  estrella, 
Las  pardas  nubes  rompiendo, 
Iluminó  su  semblante 

Con  un  pálido  destello. 
Era  un  fulgor  indeciso. 
Apagado,  macilento. 
Cual  la  luz  de  una  mirada 
Que  se  nubla  en  llanto  acerbo. 
Al  verla  cruzó  la  joven 
Ambas  manos  sobre  el  pecho, 

Y  las  perlas  trasparentes 
De  sus  párpados  cayendo. 
Por  sus  pálidas  mejillas 
Lánguidamente  corrieron. 


DE  ISABEL  PRIETO.  CIII 


■*■ 


— iiMi  madre  mí  suerte  líora,ii 
Dijo  al  fin  con  triste  acento, 

Y  los  bellos  ojos  fijos 
En  el  opaco  lucero, 

— tiMadre,  no  sufras,  quizá 
Nos  reuniremos  bien  presten 

Y  envolviéndose  en  el  manto 
De  flotantes  pliegues  sueltos, 
A  su  vez  encaminóse 

Al  coro  con  paso  lento. 

La  iglesia  está  solitaria, 
Silenciosa  como  el  yerto 
Corazón  cuyos  latidos 
Ha  apagado  el  sufrimiento .... 

De  los  cirios  del  altar 
El  fulgor  amarillento 
Juega  en  las  dobles  columnas 

Y  en  los  primorosos  frescos 
De  que  están  de  las  tres  naves 
Los  altos  muros  cubiertos 

Y  en  una  vaga  penumbra      . , 

Deja  el  alto  coro  envuelto,    \ ._ 

Que  distinguir  no  permite 

Los  graciosos  arabescos 

De  su  rica  balaustrada, 

'  -í'i 
De  un  trabajo  tan  perfecto. 

Que  desde  abajo  parece 

Hecho  de  marfil  y  de  éban/). 

De  sus  góticas  ventanas 

Reverberan  por  momentos 

Los  magníficos  cristales  . .»  , 

De  colores,  en  espléndidos 

Cuadros  del  más  imponente 

Y  maravilloso  efecto.  >  . 
T  esa  vacilante  llama 


V  :  ¡ 


Onr  'OBEAS  POÉTICAS 


Misteriosa,  que  sobre  ellos 
En  ráfagas  desiguales 
A  intervalos  va  cayendo, 
A  las  hermosas  figuras 
Presta  vida  y  movimiento, 
Que  se  inclinan  y  se  agitan 
Por  instantes  pareciendo. 
Ya  del  órgano  sonoro 
Se  alzan  los  grandiosos  ecos, 
Que  la  alta  bóveda  llenan 
Melancólicos  y  austeros, 

Y  las  voces  virginales 
En  argentino  concierto, 
En  alas  de  la  armonía 

Y  en  las  nubes  del  incienso, 
Presentan  puras,  suaves 

La  casta  ofrenda  al  Eterno, 
De  sus  candidas  plegarias 

Y  sus  inocentes  ruegos. 
Postrada  Bertha  de  hinojos. 
En  vano  lucha,  queriendo 
De  su  acalorada  mente 
Detener  el  raudo  vuelo. 
Del  encanto  del  pasado 

El  irresistible  imperio 
En  sus  amadas  memorias 
Vuelve  á  sumirla  de  nuevo; 

Y  con  la  frente  inclinada 
Sobre  el  palpitante  pecho. 
Deja  el  tiempo  deslizarse 
Sin  sentirlo  y  sin  saberlo. 
Cuando  volvió  de  su  dulce, 
Profundo  enagenamiento, 
Ya  el  altar  estaba  oscuro, 
Ya  el  coro  estaba  desierto. 
Sofocadas  ya  las  notas 


DE  ISABIL  PRIITO.  CV 


Del  armonioso  instrumento, 

Y  la  iglesia  solitaria, 

Silenciosa  como  el  yerto    • 

Corazón  cuyos  latidos  * 

Ha  apagado  el  sufrimiente.ir 

Parece  difícil  expresar  con  más  naturalidad  esas 
luchas  terribles  de  que  es  teatro  el  corazón  humano 
cuando  el  infortunio  le  ha  herido  en  sus  afecciones 
más  caras,  y  desorientado  y  perdido  en  un  mar  sin 
orillas,  procura  absorberse  en  el  infinito,  pues  sólo  él 
puede  calmar  los  dolores  de  un  pesar  inmenso.  No  es, 
empero,  el  aniquilamiento  del  Nirvana,  absorción  ab  - 
soluta  á  que  el  budista  aspira  en  su  misticismo  pan- 
teista:  la  idea  cristiana  no  consiente  semejante  abdi- 
cación de  cuanto  constituye  el  yo  sustancial;  el  hom- 
bre ha  adquirido  por  esa  féla  plenitud  de  su  concien- 
cia; el  ideal  del  alma  deja  subsistir  sin  ningún  menos- 
cabo su  personalidad,  y  de  aquí  ese  doloroso"  combate 
^ntre  la  pasión  que  se  desvanece  como  fenómeno  pa- 
sajero y  la  sed  insaciable  de  uña  felicidad  sin  límites, 
«ombate  cuya  personificación  más  poética  nos  ha  que- 
dado en  la  infortunada  amante  de  Abelardo. 

Tal  es  la  última  producción  de  la  Sra.  Prieto,  el 
último  destello  de  aquella  privilegiada  inteligencia  que 
fué  á  extinguirse  bajo  un  cielo  extranjero,  entre  los 
dolientes  ecos  del  postrer  adiós  dirigido  á  la  patria 
ausente,  Bertha  de  Somienherg  lleva  la  fecha  de  Se- 
tiembre de  1876,  y  en  los  últimos  días  de  ese  mismo 
mes  cerraba  la  poetisa  sus  ojos  á  la  luz,  en  los  momen- 
tos en  que  su  inspiración  se  remontaba  con  más  alto  y 
robusto  vuelo  á  las  regiones  de  la  inmortalidad.  Hé 


CVI  OBRAS  POÉTICAS 


aquí  lo  que  yo  escribía  al  publicar  dos  meses  después 
esa  obra  postuma: 

iiPocos  dias  antes  de  morir,  y  cuando  la  enfermedad 
le  hacia  sufrir  horribles  dolores,  el  alma  de  la  poetisa» 
obedeciendo  á,  la  alta  inspiración  que  jamás  la  aban- 
donó, se  extasiaba  en  la  contemplación  de  esos  bello¡s 
cuadros  en  que  palpita  el  calor  de  la  vida,  y  en  que  se 
siente  más  firme  que  nunca  la  mano  de  la  ilustre  es- 
critora. Descontenta,  sin  embargo,  de  su  propia  obra, 
pensaba  someterla  á  severas  correcciones,  agregando 
algunos  incidentes  para  vigorizar  más  la  acción,  y  re" 
duciendo  algunas  descripciones  que  le  parecian  harto 
extensas.  Creia  que  el  interés  era  muy  débil,  y  para 
remediar  esto  pensaba  introducir  varias  escenas,  pin- 
tando la  vuelta  pricipitada  de  Gustavo  de  su  expedi- 
ción á  la  Tierra  Santa  con  el  escudero  Hermann,  así 
como  algunos  contratiempos  en  el  camino  hasta  el 
momento  de  la  profesión  de  Bertha,  añadiendo  en  el 
epílogo  unas  estrofas  finales  que  presentaran  el  grupo 
del  niño  y  sus  padres,  iluminado  por  la  luz  de  la  es- 
trella dulce  y  cariñosa.  Trataba,  además,  de  suprimir 
casi  toda  la  descripción  de  Colonia  y  una  gran  parte 
de  la  del  convento. 

•ilmposible  seria  juzgar  de  la  obra  tal  como  medi- 
taba dejarla  definitivamente  su  distinguida  autora, 
pues  muchas  veces  el  deseo  de  mejorar  una  composi- 
ción hace  sacrificar  bellezas  de  indisputable  mérito;  y 
por  lo  que  hace  á  las  descripciones  de  Colonia  y  del 
convento,  sentiríamos  que  hubiesen  sufrido  mutila- 
ción, pues  así  como  están  nos  parecen  interesantes  y 
muy  bien  acabadas,  no  hallando  en  ellas  nada  que  me- 
reciera ser  suprimido  por  exagerado  ó  inútil.  Sea  de 


DK  ISABEL  PRIETO.  CVJl 


ello  lo  que  fuere,  la  verdad  es  que  esta  composición, 
tal  cual  quedó  escrita  y  ha  llegado  á  nuestras  manos, 
puede  ser  considerada  como  una  de  las  producciones 
más  bellas  de  nuestra  literatura,  como  una  de  las  más 
delicadas  flores  que  forman  la  corona  poética  de  Isabel 
Prieto 

II  El  Sr.  D.  Pedro  Landázuri,  esposo  d^  la  Sra. 
Prieto,  nos  dice  lo  siguiente,  que  nos  parece  digno  de 
ser  trascrito;  nLa  descripción  primera  de  Sonnenberg, 
lies  la  de  la  tarde  que  estuvimos  los  dos  en  lo  alto  del 
iitorreon,  contemplando  el  hermosísimo  panorama  que 
II con  tanta  verdad  pinta;  la  descripción  de  Colonia  y 
Illa  del  convento  de  Santa  María  son  también  calca- 
iidas  al  natural.  Mucho  le  habia  simpatizado  esta  ciu- 
'idad,  y  en  los  diez  dias  que  estuvimos  en  ella,  ni  uno 
usólo  dejó  de  ir  al  convento,  donde  pasaba  horas  de 
II verdadero  encanto.  En  toda  la  leyenda  se  traspa- 
iirenta  ese  aníor  entrañable  por  su  patria,  y  creo  que 
•lia  pintura  de  la  noche  de  invierno  mexicana  y  euro- 
iipea,  la  de  la  carrera  de  los  hombres  armados  por  la 
"selva  de  Fluthen  y  el  Lurley,  la  del  otoño  en  Son- 
iinenberg,  la  de  la  habitación  del  castillo,  y  la  de  la 
iicelda  y  la  iglesia,  deben  llamar  la  atención,  n  Esto 
que  nos  dice  el  Sr.  Landázuri,  es  enteramente  carac- 
terístico del  genio  de  Isabel.  Lo  que  forma  el  fondo 
de  sus  composiciones  es  la  verdad  de  la  naturaleza, 
sencilla  y  poéticamente  interpretada  por  una  imagi- 
nación tierna  y  ardiente,  sea  que  se  trate  de  cuadros 
objetivos  como  en  su  composición  al  Valle  de  Méxi- 
co, sea  que  se  limite  á  analizar  los  más  íntimos  sen- 
timientos del  corazón  humano. 

iiPara  concluir  observaremos  que  en  la  presente 


CVIII  OBRAS  POÉTICAS 


leyenda  se  siente  bien  claro  la  influencia  que  en  la 
musa  de  Isabel  ejercieron  la  literatura  alemana  y  los 

sombríos  y  severos  paisajes  del  Norte;  esto  era  natu- 
ral en  aquella  alma  profundamente  delicada  y  soña- 
dora. En  toda  la  composición  hay  como  una  corriente 
de  fantástica  melancolía,  que  abre  á  la  imaginación 
las  vagas  regiones  de  un  doloroso  idealismo;  aspira- 
ción al  infinito,  del  espíritu  que  sufre  y  entrevé  su 
destino  por  encima  de  los  fenómenos  sensibles  que  le 
rodean.  Esa  impresión  que  nos  dejó  la  primera  lec- 
tura de  BertJia  de  So7inen})erg^  la  vimos  confirmada 
en  el  discurso  qne  en  los  funerales  de  nuestra  poetisa 
pronunció  el  Sr.  Goss:  "Los  seres  que,  como  Isabel, 
•icomprendian  y  podian  interpretar  en  su  idioma  las 
'«leyendas  de  nuestro  hermoso  Rhin  alemán,  pueden 
»i dormir  dulcemente  en  tierra  alemana;  ella  les  será 
í»tan  leve  como  la  de  su  misma  patria,  ii  Esto  dice 
quien,  mejor  que  nosotros,  ha  podido  comprender  el 
carácter  que  imprimió  Isabel  Prieto  á  su  última  com- 
posición. II 

Hasta  aquí  lo  que  yo  escribia  al  publicar  la  obra 
postuma  de  nuestra  ilustre  poetisa,  sin  que  haya  crei- 
do  exagerar  en  nada  el  mérito  de  una  composición 
que  da  la  medida  de  lo  que  era  capaz  su  inspirada  au- 
tora, y  lo  mucho  que  aun  podria  haber  producido  en 
un  genero  cuyo  primer  ensayo  fué  tan  feliz.  Efecti- 
vamente, desde  los  primeros  versos  publicados  en  la 
Aurora  Poética  hasta  la  leyenda  mencionada,  período 
de  25  años,  se  advierte  en  la  Sra.  Prieto  un  constan- 
te progreso,  revelándose  siempre  en  sus  producciones 
subsiguientes  mayor  perfección  en  la  forma,  más  con- 
centración en  las  ideas,  análisis  más  profundo  del  senti- 


■■^ 


DE  ISABEL  PRIETO.  CXIX 


miento.  La  vida  que  llevó  la  Sra.   Prieto  fué  la  más 
á  propósito  para  mantener  en  todo  vigor  las  faculta- 
des de  su  espíritu:  costumbres  sencillísimas;  retrai- 
miento casi  completo  en  el  hogar  doméstico;  dedica- 
ción absoluta  al  cumplimiento   de  sus  deberes  como 
hija,  como  esposa  y  como  madre;  tales  fueron,  en  po- 
cas palabras,  las  circunstancias  en  que  se  desarrolló 
aquella  existencia  consagrada  toda  al  estudio  y  á  la 
práctica  del  bien.  La  solidez  de  su  juicio  y  el  buen 
sentido  que  fué  la  norma  de  todas  sus  acciones,  no 
permitieron  que  diese  á  las  cosas  más  importancia  de 
la  que  realmente  tienen;  así  es  que  nunca  se  la  vio 
abandonarse  á  las  vanidades  y  futilezas  que  general- 
mente ocupan  el  corazón  de  las  personas  de  su  sexo, 
sobre  todo  en  la  época  en  que  sonríen  los  encantos  de 
la  edad  juvenil,  ni  el  abatimiento  ó  desesperación  in- 
vadieron su  alma  cuando  la  adversidad  fué  á  herirla 
en  sus  más  caros  afectos.  Siempre  serena  y  siempre 
resignada,  ni   los  humos  de  la  lisonja  ni  los  agudos 
abrojos  que  el  destino  sembró  alguna  vez  en  su  sende- 
ro, lograron  hacerla  descender  de  la  región  olímpica 
en  que  su  espíritu  se  cernia,  nutriéndose  en  las  fuertes 
y  saludables  inspiraciones  del  bien  supremo  y  de  la 
belleza  increada. 

Como  la  mariposa  que  atraída  por  la  luz  gira  en 
derredor  de  la  llama  hasta  que  se  precipita  en  ella  ce- 
diendo k  una  fascinación  misteriosa,  así  el  amor  ma- 
ternal que  habia  hecho  vibrar  la  lira  de  nuestra  poe- 
tisa con  sus  más  delicadas  armonías,  fué  también  el 
que  le  abrió  las  puertas  del  sepulcro  con  una  muerte 
prematura.  La  crianza  de  su  tercer  hijo  le  habia  oca- 
sionado un  tumor  en  el  pecho;  el  mal  en  sus  princi- 


ex  OBRAS  POÉTICAS 


pios  no  inspiró  inquietud,  pues  ya  le  liabia padecido  dos 
veces,  habiendo  sanado  mediante  una  ligera  operación. 
Sin  embargo,  la  enfermedad  siguió  avanzando  hasta  el 
extremo  de  que,  á  mediados  de  Setiembre  de  1876, 
fué  preciso  pensar  seriamente  en  la  operación  que  se 
habia  estado  aplazando  por  consejo  de  los  facultativos* 
El  19  tuvo  lugar  aquella;  el  24  en  la  noche  se  decla- 
ró un  ataque  al  cerebro,  produciendo  en  la  paciente 
gran  dificultad  para  hablar  y  la  paralización  de  algu- 
nos movimientos,  no  obstante  lo  cual  su  inteligencia 
se  conservó  despejada  hasta  los  últimos  instantes, 
haciendo  esfuerzos  para  comunicarse  por  escrito  y  por 
señas.  En  fin,  el  28  á  las  diez  y  media  de  la  mañana 
se  rompió  el  hilo  de  aquella  preciosa  existencia,  reali- 
zándose los  tristes  presentimientos  que  la  hablan  os- 
curecido desde  que  la  ausencia  de  la  patria  la  envol- 
vió en  la  sombra  de  una  dolorosa  nostalgia  En  la 
mañana  del  19  de  Octubre  tuvo  lugar  el  entierro,  al 
que  asistió  numeroso 'concurso,  formado  en  su  mayor 
parte  de  alemanes  residentes  otro  tiempo  en  nuestra 
República,  y  de  señoras  mexicanas  establecidas  en 
Hamburgo.  Todas  aquellas  personas  acompañaron  á 
la  poetisa  hasta  su  última  morada;  tierno  y  afectuoso 
homenaje  de  amistad  y  de  cariño  á  los  inanimados  res- 
tos de  quien  tanto  se  hizo  amar.  Las  coronas,  recuer- 
dos de  sus  triunfos  literarios,  adornaban  el  ataúd, 
brillando  entre  ellas  la  medalla  de  oro  con  que  fué  ob- 
sequiada en  Guadalajara  por  la  juventud  estudiosa, 
cuando  se  representó  su  primera  obra  dramática.  An- 
tes de  salir  la  comitiva,  el  8r.  D.  Ricardo  Goss  pro- 
nunció en  alemán  un  sentido  discurso,  y  al  llegar  al 
cementerio  y  depositar  el  cadáver  en  la  fosa,  se  hicie- 


DE  ISABEL  PRIETO.  CXI 

.._-_íL__ 


ron  oir  fúnebres  y  solemnes  armonías  musicales  de 

Kupfer,  Kieprecht  y  Mendelssohn. 

Profundamente  graves  y  patéticos  son  siempre  los 

últimos  honores  tributados  á  los  seres  queridos,  que 
habiendo  terminado  su  peregrinación  terrena,  dan  á 
este  mundo  de  miserias  una  eterna  despedida.  Allí  se 
impone  con  toda  su  majestuosa  grandeza  el  terrible 
problema  de  los  destinos  humanos;  allí  la  tristeza  sin 
límites  de  una  separación  definitiva  se  endulza  con  el 
sublime  y  consolador  sentimiento  de  la  inmortalidad; 
pero  más  graves  y  patéticas  son  todavía  esas  tiernas 
demostraciones  cuando  se  '^'^erifican  en  las  circunstan- 
cias á  que  me  vengo  refiriendo.  Parece  que  la  misma 
naturaleza  contribuía  k  entristecer  aquella  escena:  era 
la  mañana  sombría  y  silenciosa  de  un  domingo,  y 
desde  algunos  dias  antes  un  cielo  pesado  y  nebuloso 
envolvía  con  su  manto  gris  los  prados  y  las  selvas,  la 
ciudad  y  el  campo,  oprimiendo  el  corazón  de  los  habi- 
tantes é  interrumpiéndola  apacible  dulzura  del  otoño. ^ 
Después  de  esto  no  se  puede  menos  que  recordar 
con  un  sentimiento  de  honda  amargura  las  siguientes 
estrofas  de  una  de  las  últimas  composiciones  de  la 
Sra.  Prieto,  en  que  se  refleja  la  dolorosa  preocupa- 
ción que  enlbargaba  su  alma  al  pensar  con  profé_ 
tica  intuición  en  su  próxima  muerte,  cuando  nada, 
por  otra  parte,  podia  justificar  sus  sombríos  presenti- 
mientos: 

"Tal  vez  cercana  al  fin  de  mi  existencia 
Que  en  medio  de  agudísimos  dolores, 
Ha  ornado  Dios  con  las  benditas  flores 
Que  sólo  los  afectos  pueden  dar,* 


1  Discurso  del  Sr.  Goss. 


CXIl  OBRAS  POÉTICAS 


/ 


No  quiero  que  este  cielo  nebuloso 
De  abrigo  sirva  á  mi  mansión  postrera; 
En  esta  tierra  helada  y  extranjera 
No  quiero  el  sueño  eternos  reposar,  n 

"Quiero  que  me  trasporten  alguu  dia, 
Aunque  se  encuentre  por  mi  mal  distante, 
A  ese  sincon  de  tierra  que  anhelante 
Doquiera  el  alma  en  sus  ensueños  ve. 

Quiero  dormir  en  el  modesto  asilo 
Bajo  la  misma  funeraria  losa, 
En  que  su  sueño  postrimer  reposa 
El  padre  que  en  la  tierra  idolatran 

Tierno  y  postrer  voto  que  no  se  ha  cumplido  aún, 
pero  que  esperamos  ver  realizado  los  que  tuvimos 
oportunidad  de  apreciar  en  todo  lo  que  valia  aquel 
tesoro  de  inteligencia  y  de  corazón,  de  genio  y  de 
virtud,  cuya  memoria  será  igualmente  querida  y  res- 
petada en  el  hogar  doméstico  y  en  el  templo  que  la 

gloria  tiene  reservado  para  sus  escogidos. 

Al  principiar,  señores  académicos,  el  presente  es- 
tudio, recordaba  el  nombre  simpático  de  Sor  Juana 
Inés  de  la  Cruz,  de  aquella  mujer  admirable,  á  quien 
sus  contemporáneos,  en  el  entusiasmo  que  les  inspira- 
ba talento  tan  extraordinario,  dieron  el  significativo 
epíteto  de  ndécima  musa,M  y  agregaba  que,  gemela 
I  de  aquel  genio  peregrino,  ha  pasado  en  nuestro  siglo 
'  y  en  nuestros  dias  esa  otra  mujer,  Isabel  Prieto,  de- 
jando tras  sí  brillante  estela  como  huella  indeleble  do 
su  tránsito  por  la  tierra.  Tiempo  es  ya  de  resumir  en 
breves  palabras  los  fundamentos  que  he  tenido  para 
«mitir  semejante  aserción.  Si  comparamos  el  carácter, 
la  vida  y  las  tendencias  de  ambas  poetisas,  hay  que 
reconocer  las  muchas  y  notables  semejanzas  que  entre 


.^ 


DE  ISABEL  PRIETO.  CXIII 


ellas  existen,  de  tal  suerte  que  aun  las  mismas  dife- 
rencias que  pudieran  señalarse  vienen  á  completar  el 
estrecho  parentesco  que  las  une.  Cualidades  distinti- 
vas de  Sor  Juana  Inés  y  de  Isabel  Prieto  son  aquella 
sed  insaciable  de  saber  que  las  hizo  entregarse  desde 
la  edad  más  tierna  y  por  sus  solos  esfuerzos  á  estudios 

en  que  las  jóvenes  encuentran  de  ordinario  muy  poco 
atractivo;  aquella  inteligencia  vigorosa  para  afrontar 
y  resolver  con  feliz  éxito  cuestiones  en  que  fácilmente 
se  embrollan  y  pierden  los  talentos  medianos;  aquel 
buen  sentido  claro  y  diáfano  como  el  más  puro  cristal 
que  forma  el  fondo  de  todas  sus  composiciones.  Las 
dotes  poéticas  de  ambas  también  presentan  singulares 
analogías:  una  y  otra  cultivaron  con  igual  facilidad 
todos  los  géneros,  enriqueciendo  nuestra  literatura 
tanto  en  lo  lírico  como  en  lo  dramático,  así  en  lo  se- 
rio como  en  lo  satírico,  siendo  dignos  de  llamar  la 
atención  el  ingenio  y  donaire  que  copiosos  se  derra- 
man en  composiciones  destinadas  á  recordar  los  mejo- 
res tiempos  de  la  musa  castellana.  Pondérase  por  los 
contemporáneos  de  Sor  Juana  Inés  la  suma  destreza 
con  que  versificaba,  y  yo  puedo  afirmar,  pues  lo  sé 
por  larga  experiencia,  que  á  la  Sra.  Prieto  no  costa- 
ron sus  numerosos  versos  la  dificultad  más  ligera:  do- 
tada de  memoria  prodigiosa,  muchas  veces  en  medio 
de  la  conversación  ó  de  sus  haciendas  domésticas,  arre- 
glaba composiciones  y  aun  escenas  enteras  que  en  se- 
guida escribía  ó  dictaba,  sin  emplear  más  tiempo  que 
el  necesario  para  trasladarlas  al  papel;  así  es  que  no 
hay  exageración  en  decir  que  todos  sus  trabajos  lite- 
rarios fueron  verdaderas  improvisaciones,  no  eneon- 

P— 8 


CXIV  OBRAS  POÉTICAS 


trándose  en  sus  borradores  sino  ligerísimos  tachones 
ó  enmiendas.  El  buen  gusto  más  depurado  libró  á 
ambas  escritoras  de  los  extravíos  de  su  época,  siendo 
de  notar  que  mientras  Sor  Juana  Inés  apenas  se  con- 
taminó con  el  gongorismo  que  en  su  tiempo  habia 
llegado  al  último  grado  de  extravagancia,  Isabel  Prie- 
to supo  mantenerse  exenta  de  las  exageraciones  del 
romanticismo  moderno.  Lástima  es  que  la  monja  poe  - 
tisa  hubiese  malgastado  su  ingenio  en  fútiles  compo- 
siciones que  dan  triste  idea  del  espíritu  dominante  en 
la  sociedad  mexicana  del  siglo  XVII;  pero  aquellas 
obras  en  que  siguió  el  impulso  espontáneo  de  la  inspi- 
ración, nos  hacen  comprender  la  vehemencia  de  sus 
sentimientos,  exaltados  quizá  por  los  rigores  de  la  vida 
monástica.  Sor  Juana  Inés  es  mas  apasionada,  deja 
entrever  cierta  amargura  y  emplea  á  veces  osadías  de 
lenguaje  que  hallarla  inoportunas  el  refinamiento  de 
nuestros  dias:  Isabel  Prieto  es  más  tierna;  dolores  in- 
tensísimos toman  bajo  su  pluma  el  suave  perfume  de 
la  resignación  y  la  melancolía,  sin  que  jamas  se  esca- 
pe ninguna  palabra  que  pudiera  lastimar  la  delicadeza 
más  exquisita.  Heridas  ambas  de  la  injusticia  con  que 
su  sexo  suele  ser  tratado,  hicieron  la  defensa  de  la  mu- 
jer en  ingeniosas  composiciones,  que  revelan  su  índole 
propia,  sobre  el  mismo  fondo  filosófico  que  encierra  uno 
de  los  problemas  más  trascedentales  de  la  ciencia  so- 
cial. En  Sor  Juana  Inés  la  pasión  del  estudio  acabó 
por  sobreponerse  á  esas  tendencias  ingénitas  en  el  co- 
razón de  la  méis  preciosa  mitad  del  genero  humano,  y 
ella  mismB  se  encarga  de  explicar  el  misterio  de  su  vo- 
cación religiosa  cuando  dice  que  todo  su  empeño  era 
vivir  sola,  no  tener  ocupación  obligatoria  que  emba- 


DE  ISABEL  PRIETO.  CXV 


V 


razase  la  libertad  de  su  estudio,  ni  rumor  de  comuni- 
dad que  impidiese  el  sosegado  silencio  de  sus  libros. 
El  alma  de  Isabel  Prieto,  más  dulce  y  afectuosa,  no 
podia  sentir  placer  en  tan  altiva  independencia:  la  in- 
timidad del  hogar,  el  calor  de  la  familia,  los  tiernos 
vínculos  que  ligan  bajo  el  mismo  techo  á  los  hijos  con 
los  padres  como  las  ramas  y  las  flores  al  tronco  que 
las  sustenta,  constituian  las  primeras  necesidades  de 
su  vida  y  cual  alegre  pajarillo  á  quien  falta  el  aire  y 
la  luz,  habria  muerto  de  tristeza  en  una'  celda  fria  y 
solitaria,  cuya  sola  imagen  la  espantaba,  como  tuvo 
ocasión  de  expresarlo  algunas  veces.  ^  De  aquí  nace 
una  diferencia  profunda,  pues  mientras  en  las  obras 
de  Sor  Juana  Inés  no  se  descubre  ninguna  huella  que 
revele  el  sentimiento  de  la  maternidad,  al  que  por  lo 
mismo  puede  conjeturarse  que  su  corazón  í\ié  siempre 
ajeno,  en  ese  sentimiento  halló  Isabel  Prieto  la  fuente 
más  viva  y  fecunda  de  su  inspiración,  como  me  ha  si- 
do fácil  probarlo  en  el  presente  estudio.  Por  último, 
la  vida  de  ambas  poetisas  nos  muestra  un  dechado  de 
piadosa  abnegación  que  coronó  su  existencia  con  una 
muerte  prematura.  Sor  Juana  Inés  sucumbió  á  los 
43  años,  víctima  del  amor  con  que  se  dedicó  á  asistir 
á  sus  compañeras  en  la  epidemia  que  invadió  el  con- 
vento de  San  Gerónimo  en  1694;  Isabel  Prieto,  á  la 
misma  edad  de  43  años,  dijo  un  adiós  eterno  al  mundo 
á  consecuencia  de  la  enfermedad  contraida  en  el  cum- 
plimiento de  sus  sagrados  deberes  de  madre:  así,  las 
dos  más  bellas  y  simpáticas  figuras  de  nuestra  historia 
literaria  aparecen,  con  diferencia  de  siglo  y  medio. 


(1)  Véase,  entre  otras,  la  composición  intitulada  Á  ur¿  Convento. 


CXVI  OBRAS  POÉTICAS 


recorriendo  órbitas  paralelas,  derramando  sobre  sus 
respectivas  dpocas  los  tesoros  inagotables  de  sus  almas 
inspiradas,  embelesando  á  sus  contemporáneos  con  las 
graciosas  ficciones  de  su  poética  fantasía,  y  remontán- 
dose en  la  plenitud  de  la  vida  y  cuando  habian  llega- 
do á  la  madurez  de  su  genio,  en  alas  de  la  virtud  más 
sublimé,  para  brillar  confundiendo  sus  rayos  como  as- 
tros de  primera  magnitud  en  el  espléndido  cielo  de  la 
literatura  mexicana. 

SLéxico,  Diciembre  de  1881. 

J.  M.  VlGIL. 


frs^ij  1  • 


APÉNDICE. 


.    -V- 


Alcázar  de  San  Juan,  villa  con  Ayuntamiento  y  ca- 
beza de  partido  judicial  en  la  provincia  de  Ciudad- 
Real,  España,  distante  veinte  leguas  de  Madrid  y 
correspondiente  al  gran  priorato  de  la  Orden  de  San 
Juan  de  Jerusalem,  del  que  es  capital,  fué  el  lugar 
donde  la  Sra.  Pcieto  vio  la  primera  Inz  el  1?  de  Mar- 
zo de  1833,  según  puede  verse  en  la  partida  de  naci- 
miento que  á  continuación  insertamos: 

"  ¡¡771  sello. — Año  de  1833. — Frey  D.  Miguel  Ximenez,  de 
Hábito  de  San  Juan  de  Jerusaelm,Gura  Prior  de  la  Igle- 
sia Parroquial  Mayor  de  Santa  María  de  esta  Villa  de 
Alcázar  de  San  Juan,  certifico:  qv>e  en  libro  corriente  de 
qautismos  de  dicha  parroquia  que  se  titnla  el  diez  y  seis, 
y  al  folio  cuatrocientos  uno  budto,  se  haUa  la  partida 
que  copiada  á  la  letra  dice  así — 

Partida: — En  la  Iglesia  Parroquial  Mayor  de  San- 
ta María  de  la  Villa  de  Alcázar  de  San  Juan,  en  pri- 
mero de  Marzo  de  mil  ochocientos  treinta  y  tres;  yo 
Frey  D.  Miguel  Ximenez,  Cura  Prior  de  ella  bautice 
solemnemente  una  niña  que  nació  el  mismo  dia  á  las 
ocho  de  la  mañana,  hija  lexitiraa  de  Don 'Sotero  Prieto, 
natural  de  Panamá  en  América,  y  de  D?  Isabel  Gon- 


CXVIIl  OBRAS  POÉTICAS 


zalez  Bango,  que  lo  es  de  la  VilJa  y  Corte  de  Madrid 
y  residentes  temporalmente  en  esta  dicha  Villa  de 
Alcázar;  pnsela  por  nombre  Isabel  Angela:  fueron 
Padrinos  in  sacro  fontc  D.  José  Jofre  de  Villegas  Go- 
bernador de  esta  referida  Villa  y  su  Esposa  D?  Pilar 
González  Bango,  tia  carnal  de  la  bautizada;  á  los  cua- 
les advertí  el  parentesco  espiritual  y  obligación  de 
enseñar  la  Doctrina  cristiana:  Abuelos  paternos  de  la 
bautizada  D.  José  Prieto  y  Pamos  oriundo  de  Pier- 
nal  Obispado  de  Piase ncia  y  D^  Teresa  Olasagarre 
que  lo  es  de  dicha  ciudad  de   Panamá:  maternos  D. 
Juan  González  Bango  Intendente  de  esta  Provincia, 
natural  de  Aqiles,  Principado  de  Asturias  y  D?  Ger- 
trudis La  Puebla  que  lo  es   de  la  ciudad  de  Osura;  y 
para  qne  conste  lo  flrmé — F  rey  D.  Miguel  Ximenez 
— La  partida  copiada  concuerda  con  su  original  que 
existe  en  el  libro  y  folio  citados  á  que  me  remito;  Y 
para  que  conste  pongo  la  presente  que  firmo  en  la  re- 
petida Villa  de  Alcázar  de  San  Juan  á  veinte  y  seis 
de  Abril  de  mil  ochocientos  treinta  y  tres — firmado 
— Miguel  Ximenez — una  rubrica. — Los  infrascritos 
Escrnos.  de  S.  M.  públicos  del  Numero  y  Goberna- 
ción de  esta  Villa  de  Alcázar  de  San  Juan,  certifica- 
mos y  damos  fé:  Que  Frey  D.  Miguel  Ximenez  por 
quien  se  halla  dada  la  certificación  precedente,  es  Pbro. 
del  Hábito  de  San  Juan  y  Cura  Prior  de  la  Parroquial 
Iglesia  de  Santa  María  de  esta  Villa,  como  se  titula; 
y  la  firma  y  rúbrica  del  pié  de  su  nombre  y  apellido 
con  que  la  autoriza,  semejantes  en  un  todo  á,  las  que 
usa  y  acostumbra  poner  en  sus  escritos,  k  los  cuales 
«iempre  se  ha  dado  y  dá  entero  crédito  en  juicio  y 
fuera  de  él,  sin  cosa  en  contrario.  Y  para  que  conste 


DE  ISABEL  PRIETO.  CXIX 


donde  convenga,  á  instancia  de  parte,  ponemos  la 
presente  que  signamos  y  firmamos  en  Alcázar,  á  veinte 
y  seis  de  Abril  de  mil  ochocientos  treinta  y  tres. — 
Una  rúbrica  Joaquin  Ferm.  Villarejo. — Una  rúbrica 
Patricio  Diaz  de  Cuerba. — Una  rúbrica  José  Sotero 
Arias.ii 

Después  de  residir  algún  tiempo  en  varios  lugares 
de  Efepaña,  los  padres  de  la  Sra.  Prieto  vinieron  á 
México,  en  cuya  capital  permanecieron  de  una  mane- 
ra transitoria,  dirigiéndose  luego  á  Guadalajara  donde 
se  fijaron  definitivamente,  cuando  nuestra  poetisa  con- 
taba apenas  de  cuatro  á  cinco  años  de  edad.  Guada- 
lajara  fué,  pues,  la  ciudad  en  que  se  educó  y  pasó  la 
mayor  parte  de  su  vida  la  Sra.  Prieto,  lo  cual  explica 
el  profundo  cariño  que  le  profesó  siempre,  considerán- 
dola como  la  patria,  según  se  expresa  en  varios  pasa- 
jes de  sus  composiciones.  El  19  de  Enero  de  1864 
siguió  á  su  familia  á  San  Francisco  de  California;  allí 
permaneció  cerca  de  un  año,  y  á  su  regreso  contrajo 
matrimonio  en  1865  con  su  primo  el  Sr.  D.  Pedro 
Landázuri.  Electo  este  señor,  diputado  por  Jalisco  a^ 
Congreso  de  la  Union  en  1869,  la  Sra.  Prieto  se  tras- 
ladó á  la  capital,  donde  estuvo  hasta  Febrero  de  1874, 
en  que  nombrado  su  esposo  cónsul  de  la  República  en 
Hamburgo,  tuvo  que  abandonar  el  país.  Sin  detener- 
nos en  pormenores  que  pueden  verse  en  el  Estudio, 
observaremos  únicamente  que  la  vida  de  la  Sra.  Prie- 
to ofrece  un  conjunto  dulce  y  tranquilo,  aunque  no 
exento  de  amargos  dolores.  La  pérdida  de  su  respe- 
table padre  y  de  su  hija  Blanca,  así  como  la  ausencia 
de  s  u  familia  y  del  país  que  amaba  con  ese  cariño  pro- 
fundísimo de  que  sólo  son  capaces  corazones  excep- 


CXX  OBRAS  POÉTICAS 


cionalmenfce  tiernos  y  apasionados,  hicieron  derramar 
á  la  Sra.  Prieto  abundantes  lágrimas,  sin  que  por  eso 
se  debilitara  la  energía  de  su  carácter,  de  un  temple 
sin  igual  para  la  rcisignacion  y  el  sufrimiento.  En  suma, 
podemos  decir  con  entera  verdad  que  en  la  Sra.  Prie- 
to habla  una  co^a  superior  á  sus  talentos  poéticos,  y 
era  el  tesoro  de  sólidas  rirtudes  que  constituian  el 
fondo  de  su  carácter,  y  que  harán  siempre  cara  su 
memoria  á  todos  los  que  tuvimos  la  honra  de  conocer- 
la y  tratarla. 

II 

Entre  los  autores  por  los  que  tuvo  especial  predilec- 
ción la  Sra.  Prieto,  debemos  mencionar,  en  primer 
lugar,  á  Calderón  de  la  Barca,  una  de  cuyas  comedias 
fué  lo  último  que  leyó  poco  antes  de  perder  el  cono- 
cimiento. La  elevación  de  sentimientos,  la  pureza  de 
costumbres,  el  numen  gigantesco  del  eminente  drama- 
turgo español,  no  podian  menos  de  encontrar  profun- 
(\i\  simpatía  en  el  alma  de  nuestra  poetisa.  En  varias 
de  sus  composiciones  se  nota  la  influencia  calderonia- 
na; como  prueba  de  ello  citaremos  la  siguiente  escena 
de  Soñar  despierto  ó  la  Maga  de  Ayodoric: 


Isabel. — 

•Fernán! 

Fernán. — 

¡Isabel! 

Isabel. — 

¿Qué  tienes? 

Fernán. — 

¿La  imaginación  me  engaña? 

¿Esta  es  la  humilde  cabana 

Objeto  de  mis  desdenes? 

¿De  la  suerte  los  vaivenes 

Me  arrojan  de  nuevo  aquí? 

:Isabel!,..¿Erestú?...Dí, 

DE  ISABIL  PRIETO.  CXXI 


Habla,  que  me  vuelvo  loco... 
Dicha  que  aprecié  tan  poco 
¿Vuelve  cariñosa  á  raí? 

Isabel. —    ¿Qué  dices,  Fernán? 

Fernán. —  No  sé 

Si  estoy  despierto  6  soñando... 
¡Vuelvo  á  ver  te!...  ¿Cómo  6  cuándo 
Ingrato  te  abandoné? 

Isabel. —    No  te  comprendo... 

Fernán.—  iSoñé! 

¿Dónde  estabas,  vida  mia, 
Que  á  mi  pesadilla  impía 
Con  tu  voz  no  me  arrancabas? 
Isabel,  ¿en  dónde  estabas, 
Que  tanto  el  ama  sufria? 

Isabel.—    Recorriendo  el  verde  prado, 
Donde,  con  amante  empeño. 
Para  tí,  mi  amado  dueño, 
Un  ramillete  he  formado. 
Mira,  al  clavel  encarnado. 
Emblema  de  ardiente  amor. 
He  unido  esta  dulce  flor, 
Que  te  pide  un  pensamiento 
Con  el  armonioso  acento 
De  su  aroma  embriagador. 
Junto  á  la  humilde  corola 
De  la  tímida  violeta. 
Que  mi  esperanza  interpreta, 
— Pero  mi  esp'eranza  sola, — 
Se  ve  la  roja  amapola, 
Y  el  heliotropio  constante 
Que  viene  á  ofrecerte  amante 
De  mi  amor  el  juramento. 
De  su  perfumado  aliento 
En  el  incienso  fragante. 
Ven;  bello  el  sol  aparece 


CXXII  OBltÁS  POÉTICAS 


Sobre  la  verde  colina; 
De  la  arboleda  vecina 
Lenta  la  sombra  decrece; 
La  brisa  las  flores  mece 
Con  soplo  acariciador... 

Y  ese  apacible  rumor, 

De  ese  sol  la  lumbre  pura, 

Y  el  arroyo  que  murmura. 

Te  hablan,  Fernán,  de  mi  amor. 
Pero  toda  la  armonía 
De  ese  canto  del  Edén, 
No  puede  expresarte  bien 
Lo  que  siente  el  alma  mia: 
Ni  la  verde  selva  umbría, 
Ni  del  sol  el  rayo  de  oro. 
Ni  del  alba  el  dulce  lloro. 
Ni  el  suspiro  de  la  brisa. 
Ni  del  cielo  la  sonrisa 
Te  dirán  cuánto  te  adoro. 
Porque  tú  eres  de  mi  vida 
Dicha,  esperanza  y  consuelo; 
Porque  en  tus  ojos  el  cielo 
Halla  el  alma  embebecida; 
Porque  cual  la  hiedra,  asida 
Del  olmo  al  apoyo  fuerte. 
Si  un  dia,  ingrata  la  suerte. 
De  tu  lado  me  arrancara, 
A  morir  me  condenara, 
Que  fuera  morir  np  verte. 
Fbbnan.—  ¡Ángel!... Déjame  escucharte, 
Que  al  querer  interrumpirte, 
No  puede  el  labio  decirte 
Lo  que  siento  al  contemplarte. . . 
jAy!  deoió  ser  adorarte 
Mi  única  y  sola  ambición... 
Tu  mano  en  mi  pecho  pon 


DI  ISABEL  PRIETO.  OXXIII 


Que  ardiente  emoción  agita... 
¿No  sientes  cómo  palpita 
De  dicha  mi  corazón? 
¿Qu¿  sentirá  el  peregrino, 
Que  sin  tregua  ni  reposo, 
Por  un  sendero  penoso 
Va  marchando  de  contino, 
Si  k  un  recodo  del  camino 
Ye  al  fin  una  luz  brillar, 
Que  del  reposo  el  lugar 
Le  muestra  clara  y  radiante?... 
Yo  soy  el  viajero  errante 
Que  vuelve  á.  su  dulce  hogar. 
El  preso  que  sepultado 
En  honda  mazmorra  oscura, 
De  libertad  y  ventura 
Yive  igualmente  privado, 
Yiéndose  al  fin  recobrado, 
¿Podrá  creer  realidad 
Su  inmensa  felicidad, 
De  su  gozo  en  el  exceso? 
Pues  yo  soy,  mi  bien,  el  preso 
Que  vuelve  á  la  libertad. 

El  náufrago  que  luchando 
En  la  mar  embravecida, 
Esta  angustiado  su  vida 
A  las  olas  disputando; 
¿Qué  sentirá,  si  logrando 
De  su  enemigo  triunfar, 
El  puerto  llega  á  alcanzar, 
Salvo  de  un  peligro  cierto?... 
Náufrago  soy  que,  del  puerto^ 
Mira  la  furia  del  mar. 
El  ciego  de  su  ceguera 
En  la  triste  noche  hundido. 
Que  con  doliente  gemido 


CXXIV  OBRAS  POÉTICAS 


Lamenta  su  pena  fiera; 
Si  un  dia  por  dicha  viera, 
¡Cómo  el  mundo  admirarla! 
¡Cómo  le  deslumhrarla 
Del  sol  el  radiante  fuego!... 
Pues  yo  soy,  mi  hien,  el  ciego 
Que  ve  al  fin  la  luz  del  dia. 
Porque  al  fin  me  encuentro  aquí, 
Y  te  estrecho  entre  mis  braaos, 
Beanudando  aquestos  lazos 
Que  destrozados  creí. 
Porque  tú  eres  para  mí 
El  hogar,  la  libertad, 
El  puerto,  la  claridad, 
El  bien  de  mi  vida  entera... 
¡Porque  eres  mi  verdadera, 
Mi  única  felicidad! 


♦  •  ♦ 


'5^' 


Obras  piétícas  de  Isabel  Pñet»  de  Landáznri. 


DE  ISABEL  PRIETO. 


^^N 


UN  ALBÜMÍf^ 

soifirro. 


¡Ay!  pobre  flor,  que  la  purpúrea  frente 
Levantabas  ayer  fresca  y  lozana, 
A  saludar  el  rayo  refulgente 
De  la  primera  luz  de  la  mañana. 

De  un  sol  abrasador  el  fuego  ardiente 
Tu  cáliz  marchitó,  con  furia  insana; 
Hoy  se  inclina  en  su  tallo  tristemente 
La  que  ayer  se  ostentaba  tan  galana. 

Imagen  de  los  sueños  de  ventura, 
Que  nos  halagan  en  la  edad  primera, 
Viviste  un  dia,  encantadora  y  pura: 

¡Ay !  cuando  brama  la  tormenta  fiera 
Pierden  la  flor  y  el  suefio  su  hermosura, 
Deliciosa  á  la  par  que  pasajera. 

1860. 


•1 


♦  •  ♦ 


OBRAS  POÉTICAS 


LA  Sociedad  de  ^ellas  sirtes 

BE  OVADAIiA JARA. 


¡Honor  y  gloria  al  genio!  Reverente, 
Ante  su  augusta  faz  la  frente  inclino: 
Almo  destello  del  poder  divino,        ' 
Chispa  de  la  grandeza  del  Creador. 
Al  contemplar  sus  nobles  concepciones 
Acelerado  el  corazón  palpita; 
Entusiasmo  vivaz  el  alma  agita .... 

¡Glo  lia  al  genio  y  honor! 

¡Cuan  grande  es  el  artista!  ¡Cuánta  dicha, 
Debe  llenar  su  mente  enagenada, 
Cuando  de  inspiración  arrebatada, 
Osa  hasta  el  cielo  la  mirada  alzar; 

Y  elegido  de  Dios  que  ha  derramado 
Sobre  su  frente  la  celeste  llama, 
Animado  del  fuego  que  le  inflama, 

Logra,  como  El,  crear! 

¿Qué  importa,  que  de  amargos  desengaños 
Halle  siempre  sembrado  su  camino, 

Y  que  en  lucha  cruel  con  el  destino 
Le  destroce  la  angustia  el  corazón, 
Si  dulce  alivio  al  rudo  sufrimiento 
Que  emponzoña  las  horas  de  su  vida. 
Bálsamo  celestial  á  su  honda  herida 

Halla  en  su  inspiración?. 


DK  ISABEL  PRIITO. 


■í 


A  esa  potente  voz  el  alma  absorta 
Desplegando  las  alas  tiende  el  vuelo, 

Y  elevándose  rápida  hacia  el  cielo 
Huye  de  un  mundo  de  perenne  afán, 

Y  aunque  aquí  brame  airada  la  tormenta 
Desatando  furiosa  sus  horrores, 

Sabe  que  allí  sus  rayos  matadores 

Herirltt  no  podrác 

Nobles  hijos  del  arte,  vuestra  mente, 
De  inspiración  abrasa  el  sacro  aliento, 
Obedeced  á  su  imperioso  acento 
Que  á  la  inmortalidad  os  llevará. 
Eterna  fama  y  gloria  verdadera    ' 
El  pecho  juvenil  hoy  ambiciona, 

Y  de  gloria  brillante  una  corona 

Vuestra  sien  ornará. 

■  Hoy  nuestra  patria  que  angustiada  gime. 
Por  sufrimientos  mil  despedazada,      . 
Se  levanta  un  instante  y  extasiada 
A  los  hijos  contempla  de  su  amor, 
,  Secando  el  llanto  que  sus  ojos  nubla. 
Gozosa  al  escuchar  vuestros  loores, 
Os  repite  olvidando  sus  dolores.     * 

•  Gloria  al  genio  y  honor! 


♦  •,♦■ 


P— 9 


OIíR>d»  roiíiTKU» 


TJIT  001TVB2TT0. 


¿Qué  hay  mas  allá  de  la  pared  sombría, 
De  ese  edificio  triste  y  majestuoso? 
¿Gozará  el  corazón  dulce  reposo, 
O  aun  allí  la  inquietud  le  seguirá? 

¿Se  halla  tranquila  y  satisfecha  el  alma, 
Tras  la  barrera  de  su  espesa  reja, 
O  de  un  rebelde  corazón  la  queja 
Su  sepulcral  silencio  turbará? 

,  La  casta  virgen  que  hasta  el  cielo  eleva 
Su  oración  fervorosa  é  inocente, 
¿No  anhelará  con  inquietud  ardiente 
Mas  allá  del  convento^  del  altar? 

¿Mueren  allí  las  esperanzas  todas 
Y  esta  sed  insaciable  de  ventura? 
¿Pensando  solo  en  Dios  el  alma  pura 
Nada  en  el  claustro  llega  á  desear? 

Envidio  á  veces  la  apacible  calma 
Que  se  debe  gozar  en  un  convento; 
Me  parece  que  allí  no  hay  sufrimiento, 
Que  se  ingnora  el  amargo  padecer; 

Pero  tiemblo  al  pensar  que  el  alma  tierna, 
Que  en  su  recinto  misterioso  habita, 


m  tSABIL  ?|IETa 


^_,yi^.»VT >.•     — 


Ni  (le  esperanza  ni  placer  palpita, 
Porque  no  hay  ni  esperanza  ni  placer. 


♦  ♦  » 


Habrá  tras  su  triste  reja 
Más  de  un  corazón  llagado, 
Bel  mundo  desengañado. 
Que  allí  un  asilo  encontró; 

Y  más  de  un  alma  inocente, 
Sencilla,  virgen  y  pura, 

Que  encontró  la  desventura 
Donde  la  dicha  buscó. 

Que  no  pueden  ser  dichosas 
En  su  soledad  sombría, 
Sin  goees,  sin  alegría. 
Sin  placer,  sin  ilusión .... 

M&s  tal  vez  en  esa  tumba, 
Do  reina  tan  triste  calma, 
Si  dicha  no  goza  el  alma. 
No  padece  el  corazón. 

Tal  vlz  al  pasar  resueltas. 

Del  convento  los  umbrales, 

Dejan  tras  ellas  los  males 

Que  allí  no  pueden  llegar; 
T  al  ceñir  la  casta  frente. 

Con  la  toca  y  con  el  velo, 

Pensando  sólo  en  el  cielo 

Llegan  el  mundo  á  olvidar, 

Tal  vez  cuando  están  postradas 
Ante  el  altar  sacrosanto, 
Ss  calma  el  triste  quebranto 
Del  herido  corazón; 

Y  al  elevar  fervorosas, 
Sus  plegarias  hasta  el  cielo, 


8  OBRAS  POÉTICAS 


El  bálsamo  dd  consuelo 
Les  preste  la  religión. 

Tal  vez  llegará  algún  día, 
En  que  al  mundo  indiferente, 
Incline  humilde  mi  frente 
Bajo  el  velo  virginal; 

Y  sabré  al  fin  lo  que  encierra 
Esa  alta  pared  sombría, 
Que  un  tiempo  me  estremecía 

CJon  su  aspecto  sepulcral. 

1849. 


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SK  ISABIL  PRIETO. 


EH  UN  ALBXJM. 


Tú  que  apenas  entrando  en  la  existencia, 
No  conoces  sus  crudos  sinsabores, 
Tú  que  una  senda  de  fragantes  flores 
Pisas  graciosa  con  ligero  pié; 

¿Por  qué  en  tu  corazón  que  solo  debe 
Palpitar  de  placer  y  de  esperanza. 
Encierras  esa  atroz  desconfianza, 
Que  así  marchita  tu  ilusión,  tu  fe? 

Dudas,  mujer,  cuando  á  vivir  empiezas. 
Cuando  en  tu  corazón  virgen,  sereno, 
Una  gota  tan  solo  de  veneno 
No  ha  podido  la  vida  derramar 

¡Eres  tan  niña!  Esa  importuna  sombra 
Entre  ilusiones  plácidas  olvida;    / 
En  la  risueña  aurora  de  la  vida 
Sólo  dicha  y  placer  debes  soñar. 

:       -     1857. 


>4»»-< 


10  OBRAS  POÉTIOJUJ 


JK  MÍ  PRIMA  J. 


No  quiero  ya  do  tus  rosado's  labios 
Escuchar  ni  un  momento,  prima  mía, 
Esas  palabras  que  serena  y  fría, 
Te  atreves  sin  temor  á  pronunciar. 

No  quiero  figurarme  un  solo  instante 
Que  al  fin  cediendo  á  tu  dolor  prpfundo, 
Dando  una  eterna  despedida  al  mundo, 
JNos  quieras  para  siempre  abandonar, 

Cuando  apoyando  tu  abatida  frente 
Sobre  mi  corazón  que  te  ama  tanto, 
Tu  cruel  angustia,  tu  mortal  quebranto 
Llorabas  reclinada  sobre  mi; 

Cada  una  de  las  lágrimas  ardientes 
Que  por  tu  rostro  pálido  corria, 
Triste  mi  corazón  las  recogía,  i 

Y  tu  dolor  y  mi  dolor  sentí,  ' 

Y  tú  ¿es  posible  que  negando  ingrata, 
De  tantos  corazones  la  ternura, 
Tu  vida  encierres  tan  hermosa  y  pura 
Tras  la  triste  pared  de  un  hospital? 

jOh!  cállate  por  Dios,  que  cuando  escucho 
Tan  crueles  palabras  de  tu  boca, 


"^wrvr^ü'^ 


DE  ISABEL  fRIlTO.  11 


Veo  ceñida  tu  frente  con  la  toca 
Y  cubierto  tu  cuerpo  del  sayal. 

Tá  que  pretendes  olvidar  un  mundo, 
Donde  hay  solo  tormentos  y  dolores, 
¿Crees  tal  vez  que  de  brillantes  flores 
Se  cubrirá  esa  .senda  para  tí? 

¿Qué  sabes  tu  si  un  sufrimiento  amargo 
Hasta  el  pié  del  altar  te  seguiría? 
¿Qué  sabes  lo  que  tu  alma  sentiría? 
¿Qué  sabes  lay!  lo  que  te  espera  allí? 


■-»-  •  -» 


i 


12  OBRAS  POÉTICAS 


wm  mtüm* 


¡Oh!  no  vuelvas  á  decir 
Que  no  puede  seco  y  frío, 

Devorado  del  hastío, 

Tu  triste,  pecho  latir. 

No  digas  que  tu  alma  yerta 
Ñi  á  soñar  la  dicha  alcanza; 
No  digas  que  tu  esperanza 
Está  para  siempre  muerta. 

¿Has  sufrido?  ¡Ay!  Es  la  historia 
De  toda  alma  que  ama  y  siente .... 
¿Quién  no  conserva  inclemente. 
De  dolor  una  memoria? 

¿Has  entrado  en  la  existencia, 
Soñando  amor  y  ventura, 
Guiada  por  la  luz  pura 
De  tu  candida  creencia? 

¿Has  visto  un  Edén  de  flores 
Do  reposar  descuidada, 
Lánguidamente  arrullada 
Por  dulces  cantos  de  amores? 


DJ  ISABEL  PRIETO.  13 


¿Has  visto  de  una  ilusión 
El  resplandor  peregrino,  . 
Iluminar  tu  camino 

Y  embriagar  tu  corazón; 

Y  cuando  más  extasiad  a 
En  tus  sueños  te  mecías, 

Y  la  existencia  veías 
Fácil,  risueña,  encantada, 

Un  espantoso  dolor 
Oscureciendo  tu  vida 
Te  despertó  estremecida 
De  tus  ensueños  de  amor? 

¿A  la  luz  amarillenta 

Dft  la  realidad  helada, 

De  tu  alma  despedazada 
Viste  la  herida  sangrienta; 

Y  del  fantasma  ideal 
Que  era  tu  dicha,  tu  todo. 
Te  hizo  descubrir  el  lodo 
Su  reflejo  funeral? 

Poetisa,  ¡esta  es  la  historia 
Cuyo  recuerdo  sombrío 
Te  hace  mirar  con  desvío 
Una  dicha  transitoria! 

¿Por  eso  siempre  oprimida 
De  amarga  desconfianza, 
Quieres  dar  á  la  esperanza 
La  postrera  despedida? 

¡Oh!  nó,  no  debes  creer 

En  tu  dolor,  que  en  la  tierra 

Ya  para  ti  no  se  encierra 
Ni  la  sombra  de  un  placer. 


1,4  OBRAS  POÉTICAS 

¿Un  dulce  goce  no  siente 
Tu  agitado  corazón, 
Al  venir  la  inspiración 
A  abrasar  tu  inquieta  mente? 

¿Debes  acaso  llamar 
Desdichado  tu  destino, 
Si  aun  puedes  en  tu  camino 
Algún  dolor  consolar? 

El  alma  que  el  desconsuelo 
En  el  triste  mundo  ha  herido; 
El  alma  que  ha  padecido 
Se  alza,  poetisa,  al  cielo. 

De  la  inspiración  que  llena, 
«  Que  alienta,  que  satisface, 

El  dulce  talismán  hace 
Que  alivie  su  aguda  pena; 

.    Y  del  llanto  abrasador 
Que  brota  de  su  honda  herida, 
Hace  el  bálsamo  de  vida 
Para  el  ageno  dolor. 

¿Crees  que  pueda  morir 

Del  hastío  el  corazón, 

A  quien  tan  dulce  misión 

Le  fuera  dado  cumplir? 

1861. 


M»M 


á 


DI  ISABEL  PRIETO.  15 


A  MI  PRIMA  /A., 


Tú  me  pediste  una  canción  un  dia, 
A  un  capullo  bellísimo  de  rosa, 
Flor  delicada,  diáfana  y  graciosa 
Que  exhalaba  un  aroma  embriagador. 

Hoy  te  ofrezco  otra  flor:  la  tuya  ha  muerto , 
¡Fué  como  tantas  otras,  flor  de  un  dia! 
Y  en  vez  de  un  canto  de  placer,  María, 
Un  suspiro  te  ofrezco  de  dolor. 

Aunque  es  la  flor  tan  frágil  y  tan  bella 
Como  las  esperanzas  de  este  mundo. 
Hoy  expresión  de  tu  dolor  profundo 
A  un  tiempo  dos  sepulcros  ornará; 

Y  la  sincera  lágrima  de  angustia, 
Que  resbala  en  sus  hojas  silenciosa, 
En  el  divino  cáliz  de  la  rosa 
La  muda  voz  de  ese  dolor  será 

A  una  santa  memoria  consagrada, : 
Mensajera  de  luto  y  de  t^-isteza 
Su  fugaz  y  magnífica  belleza 
Irá  sobre  dos  tumbas  á  morir. 

Ella  está  bien  sobre  su  losa  helada. 

Sólo  allí  debe  reclinar  su  frente. 

Esa  misión  tan  tierna  y  tan  doliente 
No  la  juzgues  indigna  de  cumplir. 


16  OBRAS  POÉTICAS 


¡Cuántas  veces  la  brisa  perfumada, 
Que  gracioBa  en  su  tallo  la  mecía, 
Hondos  suspiros  de  dolor  venía 
En  torno  del  rosal  á  murmurar! 

Esas  hermosas,  delicadas  flores, 
Que  al  abrirse  una  tumba  se  entreabrieron 
¡Cuántas  veces  mis  lágrimas  sintieron 
Sus  encendidas  hojas  empapar! 


»^»>^ 


DI  ISABEL  PRIETO.  17 


A  LA  SEÑORITA      V        " 

DOLORES  GUERRERO. 


CONTESTACIÓN. 

Si  loca  niña,  de  ilusión  cercada, 
Al  entrar  en  la  senda  de  la  vida. 
Quise  cantar  una  ilusión  perdida  '   ' 
Por  ensayar  un  canto  de  dolor; 

No  desolada  y  abatida  el  alma 
De  un  desengaño  víctima  gemía; 
En  esa  edad  de  paz  y  de  alegría  • 
¿Pudiera  haber  probado  su  rigor? 

No  se  por  qué  del  corazón  tranquilo, 
Que  dichas  y  esperanzas  encerraba. 
Un  canto  de  tristeza  se  exhalaba 
Que  el  desengaño  atroz  quiso  pintar. 

No  sé  por  qué;  tal  vez  expresar  quise 
Lo  que  ese  pobre  corazón  sintiera, 
Si  esa  vida  tan  «dulce  destruyera 
El  venenoso  aliento  del  pesar. 

Sólo  la  niña  loca  é  indolente. 
Que  ni  aun  sombra  de  pena  conocía. 


IB  OBRAS  POÉTIOÁS 


Pudo  mientras  dichoaa  sonreía, 
Expresar  un  dolor  que  no  sintió. 

Si  la  hiél  de  eso  amargo  desengaño 
Su  corazón  hubiera  desgarrado,  . 
Habría  entre  sus  labios  sofocado 
Las  angustias  terribles  que  cantó. 

No  creas,  nó,  que  el  corazón  que  oprime 
La  férrea  mano  del  dolor  impío, 
Pueda  ante  el  mundo  indiferente  y  frío 
Lamentar  su  espantoso  padecer; 

Si  un  pesar  inplacable  nos  abruma, 
Si  lágrimas  de  sangre  el  alma  llora, 
OrguUosa  ante  el  mundo  las  devora 

Y  finge  una  sonrisa  de  placer. 

Tú,  cuya  voz  tan  pura  y  melodiosa, 
Sabe  expresar  la  dicha  y  la  alegría, 
No  cantes  el  dolor,  amiga  mía, 
Canta  ilusión,  amor,  felicidad. 

No  pintes  el  amargo  desaliento 

Que  el  delirante  corazón  devora, 

Cuando  despierta  en  desdichada  hora 
A  una  dura,  inclemente  realidad. 

Sienta  mejor  á  tu  armonioso  acento. 
Cantar  los  sueños  de  la  mente  inquieta, 
Que  arrebatan  el  alma  del  poeta 
A  esas  regiones  de  ventura  y  luz. 

Cantas  con  fuego  del  amor  la  dicha; 
De  la  esperanza  las  fragantes  flores, 

Y  es  mas  hermosa  la  ilusión,  Dolores, 
Pura,  radiante,  cual  la  cantas  tú. 

Atrevida  y  ardiente  fantasía. 
Que  huyendo  un  mundo  de  tristeza  y  duelo, 
Buscas  bien  lejos  del  mezquino  suelo, 
De  inspiración  celeste  manantial. 


\.:Jk 


DX  rSAl^SL  r^IJBTO.  l^ 


Y  osajSte  concebir  que  era  posible 
Aspirar  a  la  gloria  refulgente: 
Tú  sí  colocarás  sobre  tu  frente 
Su  corona  radiosa  é  inmortal. 

No  yo;  ¡triste  de  mi!  Si  la  anhelara 

Anhelo  inútil  para  mi  seria 

Pero  nunca  la  paz  del  alma  mia 
Turbará  un  solo  instante  esa  ambición. 

Si  el  sufrimiento  nos.  desgarra  el  alma 
¿Calmará  ese  esplendor  nuestra  amargura? 
¿Derramará  una  gota  do  ventura 
Sobre  el  despedazado  corazón? 

Esa  corona  de  esplendente  gloria 
Que  tan  bien  sienta  sobre  altiva  frente, 
Ennoblece  y  eleva  el  alma  ardiente 
Que  sabe  sus  encantos  comprender. 

To  tengo  miedo  á  su  esplendor  divino; 
Temo  el  amor  que  el  corazón  embriaga; 
Temo  la  dicha  que  un  momento  halaga 
Para  hacernos  cruelmente  padecer.' 

El  alma  que  juzgabas  arrogante, 
Capaz  de  conquistar  una  diadema, 
A  quien  gloria  inmortal  dabas  por  lema 
Teme  cobarde  el  dardo  del  pesar. 

No  quiero  ni  ilusiones  ni  recuerdos 
¡Turban  crueles  la  quietud  del  alma! 
AnhelO/ paz,  tranquilidad  y  calma 
Que  ninguna  emoción  venga  á  turbar. 


20  OBRAS  POÉTICAS 


M:jaLATVCJOJL.lA. 


Ya  puesto  el  sol  tras  xle  rosadas  nubes 
Dorando  el  cielo  con  reflejo  ardiente, 
Sube  una  niebla  vaga  y  trasparente 
El  firmamento  límpido  á  cubrir. 

Las  copas  de  los  árboles  se  agitan 
Blandamente  mecidas  por  el  viento, 
Que  finge  melancólico  lamento, 
Viniendo  entre  sus  hojas  á  morir. 

Tras  el  diáfano  velo  de  la  niebla, 
Que  penetran  sus  rayos  dulcemente, 
La  luna  alzando  pálida  su  frente 
Blanca  derrama  su  serena  luz. 

La  dulce  brillantez  de  las  estrellas, 
Se  mezcla  al  tibio  rayo  de  la  luna; 
Huye  al  lájos  la  nube  que  importuna 
Envolverlas  pudiera  en  su  capuz. 

Son  horas  dulces  en  que  al  alma  llena 
Una  tristeza  vaga  é  infinita, 
En  que  un  recuerdo  el  corazón  agita, 
En  que  se  goza  y  se  padece  ál  par. 

Las  memorias  queridas  del  pasado 
Hondas  penas  del  alma  dolorida, 
Sueños  dulces  de  dicha  ya  perdida, 
Se  complace  la  mente  en  evocar. 


'o  .    ^ 


If 


BB  ISABIL  PBIBTO.  21 


dual  pálidos  fantasmas  fugitivos 

Ante  la  vista  deslumhrada  pasan, 
Y  el  corazón  con  su  reflejp  abrasan 
Trayéndole  un  dolor  y  una  ilusión. 
Una  por  una  dulces  ó  punzantes, 
Sombras  jay!  de  un  pasado  que  no  existe, 
En  estfr  hora  tan  solemne  y  triste 
Agitan  el  dormido  corado.     ¿í 

El  peregrino,  plateido  rayo 
Que  brilla  entre  el  ramaje  dulcemente; 
Este  apacible  y  perfumado  ambiente; 
El  delicioso  aroma  de  esta  flor;      /. 

Traen  gratos  recuerdos  de  la  infancia 
De  candor,  de  contento,  de  pureza,     ; 
Memorias  de  iluiíioay  de  tri»teza,    < , 
Recuerdos  de  esperaaz^  y  d©  dolor. 

En  vfuao  es  jay!  que  a(  corazón  se  diga: 
mNo  vuelvas  á  latir,  reposa  inerte; 
Duerme  el  helado  sueño  de  la  muerte. 
No  vuelvas  4.  gozar  ni  á  padecer,  n 

Si  el  soplo  ardiente  de  memorias  dulces 
A  remover  esa  ceniza  alcanza. 
Un  dolor,  nn  recuerdo,  una  esperanza. 
Le  hacen  bajo  el  sudario  estremecer* 


-      ,  .     ■     .      :  v'í^--    v-A-  <v^(f*'t■ry;^i-f;,*;- 
'  -       .      <  r  •  .    -.    -  -     ... 

Si  un  recuArdo4eI  pa9f¥Ío 
Sea  de  pena  q  alegría,    :^^^  f:' 
Al  corazoa  lastii^íiado 
Despierta  del  sueflo  helado 
£q  que  poi  su  bÍBB  dormía;  - 


P— 10 


■.Jhi 


22  o¿<tÁíi^poftW(?A^ 


Cuando  loco  el  corazón  ' 

Anhela  en  ensueño  ardiente, 
Esporanjsa  á  ilusión, 
De  sí  mismo  compasión 
No  tiene  n4cio  y  demente.! 

Se  debe  todo  olvidar: 
•Es  ton  gran  bien  el  olvido! 
Y  recuerdos  de  pesar 
Del  corazón  dobrido     '   ^       '  ^ 

Cbn  mano  firmo  arrancar. 

,•..'■'       ktítf ■    •  ■  ' 

Arrancar  con  mano  impía, 
Todo  recuerdo  de  amor, 
De  e^ranaa  6  de  alexia, 
Que  al  alma  bañara  un  dia 
Con  divino  resplandor. 

¿Qué  importa  que  á  los  destellos 
De  una  pasada  ilusión, 
Se  encuentren  dulces  y  bellos? 
¿Qué  importa  arrancar  con  ellos, 
Pedazos  del  coraTson? 

¿Qué  importa,  si,  que  angustiada, 
Llore  el  alma  en  su  dolor, 
Al  contemplar  desolada. 
Para  siempre  deshojada 
De  su  esperan^  Ja^or? 


¿Qué  importa?  Si  de  llegar 
Al  olvido  es  un  camino, 
Debe  el  cotasióh  Itife^tír,  '--^  ' 
T  en  guerra  cüo  él  ^éíílMo''  ' 
Despedazarse  6  tritífe!fáh" 


I  A 


.ui^OM  i»w»f  iMi  iijin  filie  n'i' 


•^n- 


BE  I8ABBL  PRIETO.  lÉ^ 

AMIPBIMO     • 


PEDRO  LiNDAZÜRRI. 

llS',''-'-.  '-      '  ■'"-•■    '  ■  -  j  -  '     .'tf.     '>     '^f  ;- 

■■  .?  <  t.-;  u      :i  -.     :  ir  ■ 

Quieres  que  cante,  que  atrevida  intente 
Alzar  la  voz  que  desolada  y  mustia, 
En  negras  horas  de  indecible  angustia. 
El  alma  lastimada  sofocó. 

El  corazón  herido  y  orgulloso,  . 
Que  un  infernal  tormento  padecía, 
Por  no  exhalar  un  grito  de  agonía 
Quejas  y  cantos  sin  piedad  ahogó. 

Hizo  bien  en  verdad;  hay  en  la  vida 
Secretos  de  dolor  hondo  y  profundo, 
Que  nunca  debe  penetrar  el  mimdo 
Porque  nunca  loa  puede  comprender. 

Vale  mas  para  el  akiia  dolorida 
Cubrir  con  risa  su  mortal  quebranto. 
Aunque  la  hiél  de  spfocado  llanto 
Vuelva  en  Bvtfi.  hom^  U^^a^  4  ca^i:.   ^  r  < 

¿Qué  cantar  puede  el  corazón  que  llora 
Muerta  su-£i^,j)^((i;c^it^j^u  esp^anza, 
Que  ya<  ni  di(^l^ .i^,  qoJjisj^lo  alcanza 
Que  un  dolor,  iipp^^cabl^.  destrozó?    . 
Esposo  que  fué  ^f^,Sf»,,  ^á^jSia  u^t  íi>  v>v  . 


-lJit¿Éh'lii  i't   •  r 


24  OBRAS  POÉTICAS 


¿Qué  cantar  puede  el  alma  degarrada; 
Que  el  cáliz  apurando  de  amargura, 
Su  santa  abnegación,  su  fe  tan  pura, 
Desconocidas,  profanadas  vio? 

Si  esa  angustia  terrible  no  se  canta; 
Si  ya  esperanza  el  corazón  no  siente; 
Si  ya  no  sueña  la  exaltada  mente; 
Si  no  espera  ni  goces  ni  ilusión; 

¿No  08  j^eíd^nAble  el  corazcm  herido, 
Que  en  cenizas  sus  sueños  contemplando, 
Kompe  la  lira,  en  su  dolor  clamando: 
En  dónde^encontrar  ya  la  inspiración? 

¡Ingrato  y  débil  corazón,  qué  hundido 
En  su  amargo  dolor,  inconsecuente, 
De  puros  goces  la  bendita  fuente 
Seca,  agotada  por  su  mal  creyó! 

Cuando  entregado  á  su  tenaz  tormento 
Consuelos  y  esperanzas  no  buscaba, 
Cuando -triste,  abatido  sollozabas  ^ 
La  dulce  voz  de  la  amistad  oyó. 

Santa  amistad  que  cariñosa  y  pura. 
Bálsamo  derramando  en  mis  dolores, 
De  nuevo  hiciste  perfumadas  flores 
En  mi  marchito  corazen  brotar. 

Quieres  que  cante,  y  á  tu  tierno  ruego 
Suena  de*  nuevo  mi  olvidada  lira; 
Si  un  sentimiento  celestial  me  inspira, 
¿No  será  dulce  para  mí  cantar? 

Estas  débiles  hota^,  primo  Biio, 
Tibia  expresión  de  un  hondo  sentimiento/ 
Deben  hallar  en  su  sincero  acento 
Un  eco  en  tu  aféctnoso  corazón. 


]>1  ISABEL  PRIETO.  Í5 


Si  hoy  como  n^nca  en  Ici  amistad  creyendo 
Confiada  en  su  seno  me  reciino,'  "' *' 
De  santa  inspiración  soplo  divinó ''' 
Alentará  mi  lánguida  canción.    '    ' 


Si  dos  almas  son  hermanas      ,       ^i 

,  '  .  :      r  .  :•    '-V'i  {11. 

Por  su  tierna  simpatía,  ,   ..  ,  j 

Lo  es  la  tuya  de  la  mía 

Pues  lo  que  sientes  sentí.  ,  . 

Tuyo  era  mi  pensamiento     «  ,        < 
Cuando  tá  en  Isa  pensabas;  ,,f  «  ^  j 
Cuando  para  mí  cantabas  ^  * ,    ^  . 
Yo  cantaba  para  tí.         , 


!,'<     i  <• 


Yo  sé  bien  que  si  d$  angustí^  .,,   ,  i 
Cubre  una  nube  mi  frente, ,  /./.^sr,..- 
Tu  alma  conmovida  siente    ^  i^^c,r:~>^ 
Mi  dolorosa  emoción^,     ...^    .,.    ♦  fj^f.  - 

Si  las  penas  despedazan         ,, 
Tu  corazón  afligido, ,,   .,  ..  ;..     ' 
Lo  conozco  en  el  latido     .,:  <.  ,. 

De  mi  inquieto  corazón.      :    ,,v     ;  .,. 

Dices  que  feliz  serías         '*  ^^... 
Si  en  mi  profunda  tristura, 
Mis  lágrimas  de  amargura 
Te  fuera  dado  enjugar:  '*>  u  <t  .  <íu  u. 

¿No  has  consolado  mis  penas?  mtí./ 
¿No  has  calmado  mi  quebranto?  «íj;;  ;  .- 
¿Olvidas  el  dulce  ilantdyr  t'.<)  i..    ;  "  f  i.} 
Que  me  has  hecho  derramar?  ..i  ;w  o'  .. 

No  lo  olvides:  tú  no  sabes-  ,a>  ?  .    7 
<Jue  hubo  un  rápido  mcHn^ito,     i    .?      ' 


26  OBRAS  POÉTICAS 

En  que  su  agudo  tormento 
£1  corazón  olvidó. 

AI  mecerlo  dulcemente 
Con  las  notas  de  tu  canto, 
Al  mirar  correr  su  llanto 
No  sabes  lo  que  gozó. 


En  esas  noches  puras  y  serenas 
De  blanca  luna  y  trasparente  cielo, 
i  Cuántos  dulces  momentos  de  consuelo 
A  tu  cariño  y  tu  amistad  debí! 

Yo  no  puedo  expresarte  con  palabras 
La  profunda  emoción  del  altna  mía, 
La  dulce  y  celestial  melancolía 
Con  que  inundado  el  corazón  sentí. 

■Hermosas  noches!  Azulad©  el  cielo, 
Salpicado  de  estrellas  centellaba, 
Misteriosa  la  Ittiia  derramaba 
Su  apacible  y  sereno  resplandor; 

Tristemente  los  árboles  gemían, 
La  fresca  brisa  con  aliento  blando 
Las  amarillas  hoja^  aftástrahdó,    *''^ 
Formaba  melancólico  rumor. 

Los  altos  fresnos,  que  con  sombra  oscura, 
Al  parecer  el  cielo  recortaban,  t 
Las  graciosas  columnas  semejaban 
De  un  inmenso  estrellado  pabellón. 

Alzando  iiltm)  la  desnuda  frente. 
Sin  verde  yerba  ni  arboleda  umbría, 
A  lo  lejos  el  cerróse  v^a 
Como  negra,  ffifitástiea  visión. 

Y  en  esas  hora»  de  bendita  calma, 
Al  apacible  murmurar  del  viento, 


DB  ISABEL  PRIETO.  27 


Mezclaba  melancólico  tu  acento 
Las  notas  de  tristísimo  cantar. 

Bajo  la  dulce  influencia  de  la  noche 
Esa  voz  escuchando  conmovida, 
Una  emoción  profunda,  recogida, 
Hizo  tierna  mi  seno  palpitar. 

Era  un  goce  tan  triste  y  delicioso 
Como  ese  rayo  que  alumbró  mi  frente. 
Como  el  murmullo  lánguido  y  doliente 
Que  dulce  acon^patlaba  tu  cancioD. 

Inclinando  la  frente  sobre  el  pecho, 
Embelesada  en  indecible  encanto 
Dejé  correr  con  libertad  el  llanto 
Que  aliviaba,  al  brotar,  mi  corazón.  -^ 

Yo  sé  también  que  en  horas  de  tristeza 
En  que  el  dolor  tu  pecho  desgarraba. 
La  voz  de  la  amistad  dulce  calmaba 
Tu  terrible  y  a^nargo  padecer. 

No  digas  ya  que  solitario  vagas 

Cual  Iwja  seca  que  arrebata  el  viento, 

Si  nadie  ha  comprendido  tu  tormento. 

Yo  supe  tu  torme&to  comprender. 

1.-      .  ■• 
Si  alguna  vez  ausente  y  venturoso, 

De  nuevo  habitas  extranjero  suelo. 

No  olvides  nunca  el  celestial  consuelo 

Que  diera  la  amistad  al  corazón. 

Yo  siempre  al  contemplar  la  blanca  lona 

Brillando  en  el  sereno  firmamento,     . 

Creeré  que  en  sus  alas  manso  el  viento 

Trae  el  eco  fugaz  de  tu  canción. 

♦  •  ♦  ■:■-■■':■• 


28  OBRAS  poéticas' 


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^Z.  ACZ8XCO, 


i  Si  pudiera  expresarse  con  palabras'    ' 
Esta  emoción  tan  viva  y  tan  ardiente; 
Si  lo  que  el  alma  conmovida  siente 
Se  pudiera  explicar! 
¡Si  esta  impresión  dé  goce  delicioso, 
Que  en  este  instante  al  corazón  agita, 
Si  esta  tristeza  dulce  é  infinita 
Sü'pudieria  pintar! 

Pero  ¿cómo  lograra  el  tibio  acento 
Expresar  nunca  lo  que  el  alma  encierra, 
Cuando  se  alza  un  instante  de  la  tierra 
A  más  pura  región; 
Sea  que  pérdida  en  sueftos  delirantes, 
Olvide  hasta  la  sombra  del  tormento, 
O  que  un  dulce,  divino  sentimiento 

Inunde  el  corazón?  ' 

¿Se  pinta  acaso  el  celestial  perfume, 
Que  se  exhala  del  cáliz  de  la  rosa, 
Cuando  la  brisa  tibia  y  amorosa 
Murmura  en  derredor? 
¿Se  pinta  ese  murmullo  de  la  brisa 
Que  un  acento  de  amor  y  dicha  miente, 
Al  jugar  en  las  hojas  blaiMUimente 
De  la  luna  al  fulgor? 


DI  ISÁBIL  PRIETO.  29 


La  profunda  oinocion  que  el  alma  llena, 
Es  dulce,  melancólica  y  calmada, 
Como  la  noche  tibia  y  perfumada  . 
Que  me  la  hace  sentir: 
Olvidando  una  tierra  de  dolores, 
Elevando  hasta  el  cielo  el  pensamiento. 
Le  dice  al  corazón  secreto  acento 
Que  es  muy  dulce  vivir. 

¡Oh!  sí;  hay  tiernas,  profundas  impresiones 
Que  no  puede  expresar  el  labio  frío; 
Tú  lo  sabes  también,  amigó  mío,        '  * 
Lo  sientes  como  yó.   '*  -^^ 
Recuerda  á  Rapkael,  cuando  extasiados, 
Conmovidos  los  dos  con  su  lectura, 
Una  emoción  tan  deliciosa  y  pura 
Al  alma  enag^oó. 

Las  páginas  divinas  de  ese  libro,     ' 
Impregnadas  de  amor  y  de  tristeza, 
Al  corazón  que  admira  sn  belle«a''''' ' 
•Cuanto  han  hecho  gozar! 
•Cómo  pudo  en  palabras  encerrarse 
Tan  deliciosa  y  lánguida  armonía, 
Expresión  de  un  amor  que  no  debía 

Ni  aun  la  muerte  apagar!     ,  ;^ 

Suave  nota  de  música  celeste,  , 
Que  en  el  alma  dulcísima  resuena, 
Que  en  noche  melancólica  y  serena 

El  corazón  oyó. 
Aroma  de  una  flor,  en  cuyo  cáliz, 
Al  llorar  de  los  hombres  el  quebranto, 
Una  gota  preciosa  de  su  llanto       -  -^   - 
Un  ángel  colocó. 

Llenaba  esa  lectura  deliciosa      c>i:v    ¿:; 
De  un  goce  puro  al  aima  ^nbelesada; 


30 


OBRAS  POÉTICAS 


Sentí  correr  mi  llanto,  y  tu  mirada 
Vi  húmeda  brillar; 
Y  no  hubo  una  palabra,  ni  una  sola, 
Que  intentara  expresar  lo  que  sentian, 
Nuestros  dos  corazones  que  latían 
Conjnovidos  al  par. 


¡Dulces  horas!  ¿Volverán? 

¿De  la  vida  en  la  aipargura, 

Esas  horas  de  ventura 
La  existencia  inundarán 
De  nuevo  con  su  luz  pura? 

•Quién  sabe!  Si  en  un  momento 
Todo  se  pasa  y  se  olvida;       , 
Si  el  goce  y  el  sufrimiento 
Arrastra  en  curso  violento, 
La  corriente  de  la  vida; 


Esa  dicha  pasará, 
Como  una  sombra  ilusoria, 
Que  en  alas  del  viento  va; 
Y  sólo  dulce  memoria 
El  alma  conservará. 

Pero  es  dulce  recordar; 
Como  un  tesoro  guardar 
Recuerdo  grato  y  querido, 
Sin  que  se  atreva  el  olvido 
Su  puro  brillo  á  empañar. 

Que  en  las  horas  de  dolor 
En  que  gime  el  alma  herida» 
Un  recuerdo  encantador 


.*>: 


DI  ISABEL  PRIETO.  31 


"»" 


Es  blanca  y  preciosa  flot, 
Que  adorna  la  triste  vida. 


El  recuerdo  divino  de  esas  horas, 
En  que  una  dicha  tan  serena  y  pura, 
Sin  sombra  de  inquietud  ni  de  amargura. 
El  conmovido  corazón  llenó; 

Vivirá  eternamente  en  mi  memoria, 
Siempre  tan  fresco,  perfumado  y  bello, 
Reemplazando  su  mágico  destello 
La  ventura  que  el  alma  iluminó. 

y      f 

Era  una  dicha  sosegada  y  dulce, 
Cual  la  sintió  mi  corazón  un  día, 
Cuando  tu  voz  su  pena  adormecía 
Con  tierna  y  melancólica  canción; 

Cuando  un  goce  sereno,  indefinible, 
Penetrando  en  el  alma  con  tu  acento, 
Calmaba  poco  á  poco  el  sufrimiento 
Del  mustio  y  desolado  corazón. 


¡Óh!  sí,  tú  has  consolado  mis  dolores, 
Cicatrizando  mi  profunda  herida; 
Has  logrado  del  alma  dolorida 
Las  muertas  ilusiones  reanimar; 

Has  enjugado  el  llanto  de  araargura, 
Que  triste  en  otro  tiempo  derramaba, 
Y  al  corazón  que  muerto  se  juzgaba, 
Has  hecho  de  esperanza  palpitar. 

Es  tan  viva  y  profunda  mi  ternura 
Como  dulce  el  consuelo  que  me  diste. 


/ 


S%:  OBEÁS  POÉTICAS 

Tú,  que  la  pena  comprender  supiste, 
Que  torturaba  al  corazón  así ... . 

¿No  te  expreso  mejor  mis  sentimientos 
Que  en  las  ddbiles  notas  de  mi  canto, 
Cuando  mis  ojos  húmedos  en  llanto 
Fijo  un  instante  conmovida  en  tí? 


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DE  ISABEL  PRIETO.  33 


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AL  MISMO. 


Un  tiempo  fué  que  el  alwia  destrozada, 
Por  amargos  recuerdos  perseguida, 
Sangre  brotando  de  su  abierta  herida  , 
Muerta  gara  la  dicha  se  creyó: 

A  su  inmensa  tristeza  resio;nada, 
Sin  tratar  de  luchar  con  sus  dolores, 
De  su  esperanza  las  hermosas  flores 
Con  ojos  secos  deslwjadas  vio. 

La  divina  influencia  de  tU'afeeto 
El  abatido  corazón  llenando, 
Le  hizo,  su  angustia  y  su  dolor  calmando, 
A  una  dulce  esperanza  renacer. 

Envolviendo  en  un  velo  de  ternura 
La  memoria  fatal  de  su  quebranto, 
Borra  las  huellas  del  pasado  llanto, 
Hoy  que  viene  su  llanto  á  recoger. 

¿Te  acuerdas?  Era  una  hora  deliciosa; 
Los  resplandores  últimos  del  dia 
Mezclaba  aún  la  tarde  ^ue  moría^ 
De  la  noche  á  la  vaga  claridad. 

En  el  tierno,  indeciso  azul  del  cielo 
Las  estrellas  brotaban  una  á  una, 
Y  levantaba  pálida  lar  lana 
Su  misteriosa  y  tímida  beldad. 


té  OBRAS  P0ÉTI0A8 


Tu  cerrabas  el  libro  conmovido 
De  la  viva  emoción  que  me  agitaba; 
Yo  en  los  bancos  mi  frente  reclinaba, 
Sintiendo  palpitar  mi  corazón; 

Y  allá  al  lejos,  en  medio  del  silencio, 
Se  alzaba  del  pequeño  campanario 
El  toque  triste  y  grave  del  rosario, 
Llamando  lentamente  á  la  oración. 

Horas  llenas  de  encanto  y  de  tristeza, 
Suaves  como  el  suspiro  de  la  brisa, 
Serenas  como  la  última  sonrisa 
Del  sol  que  se  hunde  en  nubes  de  coral; 

Dulces  como  ese  rayo  trasparente, 
Que  en  los  desnudos  árboles  resbala, 
Como  el  aroma  que  la  flor  exhala 
Mecida  por  la  brisa  matinal. 

Esa  pálida  luna  misteriosa, 
Que  entre  un  velo  de  gasa  trasparente, 
Su  tibia  luz  derrama  refulgente 

Y  hace  las  hojas  secas  centellar; 

El  reflejo  apacible  de  esa  estrella, 
Que  en  el  velado  azul  del  limpio  cielo. 
Cual  blanca  mensajera  de  consuelo 
Se  ve  con  dulce  resplandor  brillar; 

Esa  brisa  que  agita  los  naranjos, 

Y  azotando  por  ráfagas  mi  frente. 
Parece  despejarla  blandamente 
De  las  nubes  de  duda  y  de  dolor: 

Del  azahar  el  penetrante  aroma 
Por  ese  blando  soplo  arrebatado, 
De  la  rosa  el  perfume  delicado. 
De  las  hojas  marchitas  el  rijmor; 

Causan  á  mi  a^a  una  impresión  p^pfunda, 
Melancólica,  tiei;na,  recogida;         ^ 

...»       '        V'     •    -  ■  '  *  *    ^       4 


DE  ISABEL  PRIETO.  35 


El  triste  corazón  siente  la  vida, 
La  esperanza  en  su  seno  penetrar; 

Es  que  encierran  el  mágico  recuerdo 
De  aquellas  horas  dulces  y  serenas, 
En  que  tu  voz  adormeció  las  penas, 
Que  supo  tu  ternura  consolar. 

Recuerdo  de  una  dicha  indefinible 
De  las  horas  mas  bellas  de  mi  vida. 
De  esa  amistad  dulcísima  nacida 
Al  borde  de  un  abismo  de  dolor: 

Flor  que  colma  con  su  divino  aroma 
Del  corazón  marchito  fa  tortura;    '   ' 
Suave  rayo  de  paz  y  de  ventura 
Que  bafió  el  alma  en  celestial  fulgor. 

Ese  cariño  que.endólzu  mi  vida, 
Siempre  en  el  alma  vivirá  grabado; 
Ni  dicha  ni  dolor  desesperado 
Arrancarle  podrán  nunca  de  mí... 

Al  dejar  este  mundo  de  dolores, 
Por  un  mundo  de  paz  y  bienandanza, 
Este  rayo  de  amor  y  de  esperanza, 
Irá  conmigo  á  embelesarme  allL 


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36  <    OBRAS  POÉTICAS 


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Eíí  TTíí  CIJM]PI,E  AÍÍOS 


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Si  mi  cabeza  éatnriera 

En  mejor  disposición, 
No  acrósticos  ni  canción, 
Hasta  un  poema  te  hiciera. 

Para  celebrar  tu  dia 

Sin  buscar  cual  hoy  excusa, 
Los  favores  de  mi  musa 
De  rodillas  pediría; 

« 

Y  la  haría  descender 

* 

Del  Parnaso  á  viva  fuerza, 

Si  en  el  mundo  algo  hay  que  tuerza 

El  desden  de  una  mujer. 

Pero  por  desgracia  mía 
Mi  musa  está  desdeñosa, 
T  yo  pienso  en  otra  cosa  ^ 

Distinta  de  poesía. 


DB  ISAEBL  PRIETO.  ST 


Y  uo  me  atrevo  á  elevar 
Con  entusiasmo  jni  acento 
Por  temor  de  que  el  aliento 
Me  falto  antes  de  acabar; 

O  quo  el  rigor  desolante 
De  mi  perverso  destino, 
Me  plante  á  medio  camino 
Por  falta  de  un  consonante. 

Dejemos  la  poesía, 
Pues  con  tal  rigor  me  ve. 
Que  no  es  menester  á  fe 
Para  celebrar  tu  día. 

Que  al  decir  seas  dichosa 
El  alma  de  afecto  llena, 
Tan  dulce  á  tu  oido  suena 
Dicho  en  verso  como  en  prosa. 

• 

Y  si  he  de  dar  mi  opinión, 
Juzgo  cosa  muy  molesta, 
Esos. . .  .sermones  de  fiesta 
En  el  mismo  cartabón; 

Que  para  alivio  de  males 
Todos  en  gratos  loores 
Cantan  dicha,  estrellas,  flores,  ' 
Luz,  gozo jy  todos  iguales! 

No  pidas,  pues,  versos  ya, 
Que  si  han  de  salir  perversos 
Tanto  vale  no  hacer  versos. 
Tiempo  y  papel  se  ahorrará; 

Que  no  me  atrevo  á  intentar 
Aunque  es  una  verdad  pura, 


P— 11 


38  OBRAS  POÉTICAS 


Que  aquel  que  no  se  aventura 
No  pasa  nunca  la  mar. 

No  pongas  la  lira  mía 
En  tan  terrible  embarazo .... 


¿Quieres  un  estrecho  abrazo, 
£n  vez  do  la  poesía? 


M»M 


DK  ISABBL  PRIETO.  39 


3gH  SAH  ESTEBAH. ' 


Es  un  cielo  de  azul  limpio  y  sereno. 
Salpicado  de  nubes  trasparentes, 
Que  los  rayos  del  sol  vivos  y  ardientes 
Logran  con  velo  diáfano  templar. 

Sopla  una  brisa  fresca  y  perfumada 
Con  el  aroma  de  silvestres  flores,       , 

Y  esos  acres,  vivísimos  olores, 

Que  es  tan  grato  en  el  campo  respirar. 

Erguidos  cerros  de  variadas  formas, 
El  horizonte  límpido  cerrando, 
Sus  azuladas  tintas  van  mezclando 
Del  firmamento  al  trasparente  azuL 

Si  al  apartar  el  diáfano  celaje 
El  sol  su  ardiente  resplandor  derrama. 
Los  cubre  un  velo  de  flotante  llama, 
Rojo,  brillante,  luminoso  tuL 

A  la  derecha  en  gigantesca  masa. 

Alzándose  severa  é  imponente. 

Hasta  los  cielos  sa  soberbia  frente 
Eleva  una  montaña  colosaL 

Sos  pieos  mil  de  caprichosas  formas 

Y  de  un  blanco  asolado,  allá  á  !•  lejos 

Ftieblecillo  al  Norte  de  Guadalají 


40  OBRAS  POBTICAS 

Se  ven  brillar  del  sol  á  los  reflejos, 
Como  trozos  de  nieve  ó  de  cristal. 

En  esa  seca  é  infecunda  roca, 
Que  sólo  un  árbol  en  su  cima  lleva, 
No  hay  una  yerba  que  á  brotar  se  atreva, 
No  hay  flor  que  quiera  en  su  aridez  crecer : 

No  se  ve  nunca  entre  sus  grietas  hondas. 
Para  adornar  la  descarnada  piedra, 
La  flor  salvaje  ni  la  humilde  yedra 
Sus  cariñosos  brazos  extender. 

Y  al  mismo  pié  de  ese  árido  peñasco' 
Que  ostenta  altivo  su  pelada  frente, 
Un  arroyo  murmura  dulcemente 
Un  valle  ameno  y  fértil  al  regar. 

Allí  el  guayabo  gigantesco  extiende 
Sus  verdes  ramas,  cuya  tinta,  oscura, 
Con  la  caña  de  pálida  verdura 
En  contraste  feíiz  se  va  á  mezclar. 

Allí  levanta  su  copuda  cima 
De  hojas  brillantes  el  naranjo  eterno, 
Que  en  medio  á  los  rigores  del  invierno 
Conserva  su  frescura  y  su  verdor: 

Emblema,  imagen  ^el  de  la  esperanza. 
Que  en  las  horas  amargas  de  la  vida, 
Abriga  siempre  el  "alma  sacudida 
Por  el  viento  impetuoso  del  dolor.  ' 

Entre  sus  verdes  hojas  de  esmeralda 
Que  aun  humedece  de  la  aurora  el  lloro, 
Se  ven  sus  frutos  de  corteza  de  oro 
A  los  rayos  del  sol  reverberare. 

Junto  á  él  mecid(^,|)or  el  m^nso  viento* 

El  fresno  altivo. la  cabeza  inclina, 
Y  el  áspero '¿opal  ^e  agli'dá;  c^spi¿a  '* 

Con  su  espeso  rqji^je  yaj.ájtpcftíí  a 


(í  -J    -r» 


DE  ISABEL  PRIETO.  41 


A  la  orilla  del  límpido  arroyuelo. 
Cuya  agua  fresca,  trasparente  y  pura, 
Una  nota  de  amor  blanda  murmura 
Corriendo  sobre  guijas  de  cristal, 

Brota  la  yedra  de  azuladas  flores, 
La  alfombrilla  de  púrpura  graciosa, 
El  tierno  girasol  color  de  rosa. 
La  azucena  de  cáliz  virginal. 

De  esa  calma  y  silencio  d«  las  selvas 
Que  el  alma  llenan  de  indecible  encanto, 
De  una  paloma  el  armonioso  encanto 
Interrumpe  la  augusta  majestad; 

Queja  de  amor  sentida  y  cariñosa, 
Que  en  los  aires  vibrando  dulcemente, 
Al  elevarse  lánguida  y  doliente 
Resuena  en  la  tranquila  soledad. 

Herido  corazón  que'  destrozaron 
Los  amargos  dolores  de  la  vida, 
Y  sin  dicha  ni  fe  lloras  perdida 
De  tus  horas  benditas  la  ilusión; 

Si  puede  aún  de  bálsamo  una  gota 
Calmar  un  solo  instante  tu  tormento, 
Te  la  ofrece  el  divino  sentimiento 
De  esta  inmensa  y  profunda  admiración. 

Yo  lo  siento  por  mí:  cuando  esta  brisa 
Pura  refresca  mi  alnrasada  frente, 
Cuando  respiro  el  perfumado  asabiente, 
Cuando  contemplo  la  silvestre  flor; 

Cuando  ele\^o  mis  ojos  deslumhrados 
A  osa  vóbeda  azul  limpia  y  serena. 
Un  goce  misterioso  el  alma  llena 
Sublime,  celestial,  consolador,      r 


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I     . 


42  OBRAS  POÉTICAS 


A  LA  MEMORIA  DE  BRAVO. 


Al  elevar  mi  voz  tímida  y  débil, 
Ensalzar  no  pretendo  tu  memoria, 
Ni  intento  osada  celebrar  tu  gloria 
Con  mi  tosca  Canción. 
Quiero  regar  tan' sólo  con  mi  llanto, 
Que  expresa  apenas  lo  qu^  el  alma  siente, 
El  glorioso  sepulcro  de  un  valiente, 
Dg  un  noble  cordón.  . 

En  medio  del  furor  de  la  pelea; 

Entre  el  fuego,  la  sangre  y  la  agonía; 

Cuando  el  cañón  mortífero  se  oía 

Sin  tregua  resonar: 

Cuondo  al  grito  de  guerra  del  soldado 
Del  moribundo  el  grito  se  mezclaba, 

Y  el  guerrero  exaltado  sólo  ansiaba 

Perecer  ó  triunfar; 

Llegó  á  tu  oído  la  doliente  queja 

Del  alma  desolada  que  sufría, 

Y  la  piedad  que  nadie  comprendía 

Tu  alma  grande  llenó. 

*  Joven  viajero  español,  que  al  llegar  á  México  en  tiempo  de  la 
revolución  de  la  reforma,  tan  sólo  por  entusiasmo  y  amor  á  la  li- 
bertad  abrazó  la  causa  y  murió  defendiéndola. 


DI  ISÁBSL  FBIKTO.  43 


Y  ese  soldado,  ese  héroe  que  el  primero 
Entró  en  la  plaza  intrépido  y  valiente, 
Al  que  jamás  del  enemigo  en  frente 

Palidecer  se  vio; 

El  héroe  qne  entre  el  fuego  y  la  metralla 
Hasta  el  palacio  penetrar  supiera 

Y  allí  del  enemigo  la  bandera 

Logró  osado  arrancar; 

Y  cifi  endose  el  lienzo  á  la  cintura, 
Hizo  ver  á  su  tropa  entusiasmada, 
En  el  asta  su  blusa  ensangrentada 

Arrocjante  "flotar;  *     ' 

Fué  el  mismo  que  olvidando  la  victoria, 
Que  amorosa  los  braáos  le  tendía. 
Oyendo  ese  gemido  de  agonía 
Presuroso  voló: 

Y  alivió  al  que  espiraba  de  miseria. 
Dio  al  cadáver  lionrosa  sepultura, 

Y  el  llanto  de'  dolor  y  de  amargura 

Conmovido  enjugó. 

Entre  los  actos  de  valor  heroico 
Que  harán  por  siempre  eterna  tu  memoria, 
Ninguno  encierra  tan  sublime  gloria 
Como  esa  sola  acción. 
Cuando  ese  tierno  y  generoso  rasgo, 
Embelesada  referir  oía. 
Mis  párpados  de  llanto  humedecía 
La  más  dulce  emoción. 

Nunca  ofuscado  de  ambición  mezquina; 
Siempre  ante  el  riesgo  firme  y  arrogante; 
Empañado  jamás  un  solo  instante 

Fué  de  tu  gloria  el  sol. 


I 


44  OBRAS  POÉTICAS 


Dulcificaste  humano  y  compasivo 

Los  sangrientos  horrores  de  la  guerra 

•Cabe  cuanto  de  grande  el  mundo  encierra 
En  un  pecho  español! 

Esa  verde  corona  de  laureles, 
Regada  con  tu  sangre  generosa, 
Te  debiste  ceñir  bella  y  gloriosa 
En  tu  suelo  natal. 
¿Por  qué  ha  querido  tu  destino  infausto, 
Que  lejos  de  tu  patria  idolatrada 
Duermas  en  tumba  extraña  é  ignorada, 
Alma  noble  y  leal? 

Mas  si  un  rincón  de  tierra  solamente, 
Hoy  ingrata  mi  patria  te  ha  ofrecido, 
Si  al  recuerdo  de  un  h^roe  no  ha  querido 
Un  monumento  alzar; 
Si  una  inscripción  de  tus  hazafias  digna, 
Digna  del  héroe  noble  y  esforzado, 
En  letras  de  oro  en  tu  sepulcro  helado 
Nadie  ha  osado  grabar; 

No  importa,  Bravo,  tu  sepulcro  inunda 
El  resplandor  sereno  de  tu  gloria; 
Vivirá  en  cada  pecho  tu  memoria, 
Que  encierre  un  corazón.. 
Y  si  regada  de  sincero  llanto 
Se  encuentra  siempre  tu  sencilla  losa, 
Para  un  alma  valiente  y  generosa 
¿Qué  mas  bella  inscripción? 

1860 

M«M 


DE  ISABEL  PRIETO.  45 


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ÍUADALÜPE  EN  UN  fAI^E 

DE  fantasía. 


•Alá  te  ffuarde,  Sultana! 
La  de  los  ojos  de  fuego,  ^ 

La  que  robas  «1  sosiego 
Del  más  duro  corazón; 

La  más  graciosa  entre  todas, 
La  reina  de  la  hermosura, 
Como  los  ángeles  pura,  • 

Bella  como  la  ¿7usion. 

Cuando  ceñida  la  frente  i 

■  (1 

Con  el  gracioso  turbante, 
Entraste  bella  y  radiante 
Como  un  sueño  de  placer; 
Cuando  tu  planta  ligera 
El  suelo  apenas  tocaba, 
¿Quién  al  verte  no  dudaba 
Si  eras  siljide  ó  mujer? 

• 

Vagaba  suave  sonrisa  k 

En  tus  frescos  labios  rojos;  '4 

El  resplandor  de  tus  ojos  m 

Iluminaba  el  salón;  f 

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46  OBRAS  POÉTICAS 


Un  ligero  sonrosado 
Tus  mejillas  encendía, 
¿Quién  al  verte  no  sentía 
{;',        ■  Palpitar  su  corazón? 


En  tí  todos  admiraban 
1a  fresca  fragante  rosa, 
i ':     ,  '  La  blanca  esíre/Za  radiosa 

^'■'-       .  De  un  limpio  ciólo  de  amor; 

La  siffule  delicada, 
La  ilusión  embriagadora, 
Que  la  triste  vida  dora 
Con  su  blando  resplandor. 

¡Ay!  El  sencillo  paisano, 

El  valiente  mosquetero, 
El  gallardo  marinero .... 
Cuantos  se  hallaban  alK, 

Al  mirarte  tan  hermosa 
Sus  creencias  olvidaron, 
Y  hasta  á  Mahoma  adoraron 
Con  tal  de  adorarte  á  tí. 

Todos  como  yo  sintieron, 
•    -i/^!'.  Graciosa  Sultana  mía. 

Que  eras  de  la  poesía 

La  más  suave  encarnación; 
Y  mudo.s,  embelesados, 
•^  /--,  Contemplándote  tan  bella. 


No  te  llamaron  estrella, 
Ni  silfide  ni  ihmon. 

¿Para  «jué?  No  hay  un  acento 
Por  más  suave  que  fuera, 


Y'  _'"  -^  Que  pintar  nunca  pudiera 


t^y::     ■  El  hechizo  sin  igual 


^UCr.:»^'-íi:5   ■»!    -i^-*' 


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DE  ISABEL  PRIETO.   > 


De  tu  corazón  sereno/ 
De  tu  alma  pura  j  amante, 
De  tu  diyino  nemblante, 
De  tu  gracia  celestial. 

•  ■ 

Perdona,  pues,  que  no  pueda 
En  este  Álbum  escribirte, 
Que  no  me  atreva  á  decirte 
Lo  que  sabes  inspirar. 

Si  sólo  tus  bellos  ojos 
Estas  líneas  recorrieran, 
Mejor  tal  vez  te  dijeran 
Lo  que  no  puedo  expresar. 

¿Cómo  pudiera  mi  musa 
Mustia,  salvaje,  encogida 
Expresar,  Lupe  querida. 
Mis  sentimientos  aquí, 

Si  al  esperar  temerosa 
La  mirada  á&  un- profano,- 
Cubre  su  faz  con  la  mano 

Y  huye  rápida  de  mí? 

*   * 

Déjame  imprimir  un  beso 
En  tu  blanca  y  tertó  frente,' 

Y  si  al  recibirlo  siente 
Tu  pecho  dulce  impresión. 

Habrá  en  un  solo  latido 
Méis  encanto  "y  poesía 
Que  en  la  débil  armonía 


De  mi  lánguida  canción. 


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1860. 


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48  OBRAS  POÉTICAS 


ESCRITA  EN  NOMBRE  DE  MI  HERMANA  C 


Di  á  Isabel  que  desatina 
Al  llamarte  asi  difusa, 
Estrella,  querube,  musa 
Y  silfide  y . . . .  ¡qué  sé  yo! 

¿Quién  ha  llamado  en  su  vida 
Tosco  guijarro  á  un  diamante? 
¿Quién  con  lámpara  espirante, 
La  luz  del  sol  comparó? 

Para  mí  son  mas  brillantes 
Tus  ojos  que  las  estrellas; 
Desconfío  de  esas  bellas 
Sílfides,  que  nunca  vi: 

Y  á  los  que  hablan  de  ellas  tanto, 
A  la  verdad  yo  barrunto, 
Que  sobre  este  último  punto 
Les  sucede  lo  que  á  mí. 

¿Mucho  mejor  no  valiera 
Decirte  sencillamente, 
Que  es  blanca  y  pura  tu  frente, 
Apacible  tu  mirar; 


DE  ISABEL  PRIETO.  49 


Que  son  brillantes  tus  ojos, 
Y  tu  sonrisa  hechicera, 
Breve  tu  planta  ligera 
Como  elegante  tu  andar? 


o"- 


¿  Decirte  que  eres  tan  buena 
Como  risueña  y  graciosa, 
Tan  tierna  y  amante  esposa 
Como  hechicera  mujer; 

Tan  simpática  y  amable 
Que  es  bastante  solamente. 
Para  amarte  tiernamente 
Tu  dulce  semblante  ver? 

Y  dejar  en  paz  la  luna 

Y  la  musa  y. . .  el  profeta, 

Y  todo  lo  que  el  poeta 
Dice  en  loca  inspiración; 

Que  es  osado  compararte 
A  tí  tan  pura  y  sincera, 
Con  engañosa  quimera 
O  con  falaz  ilusión 

Mas  los  poetas  no  saben 
Decir  con  juicio  las  cosas; 
Ellos  han  de  hablar  de  rosas, 
De  corales  y  zafir; 

Y  arman  tales  embolismos 
Para  decirte,  "te  quiero,» 
Que  todo  entiendes  primero 
Que  lo  que  quieren  decir. 

Yo  que  poeta  nohe  sido, 
Permíteme  que  te  diga 
Que  te  amé,  mi  dulce  amiga, 
Al  instante  en  que  te  vi; 


50 


OBRAS    POÉTICAS. 


Y  que  si  no  te  comparo 
Con  ilusiones  y  estrellas, 
Es  que  mas  que  todas  ellas 
Eres  bella  para  mí. 


1860 


♦  •  » 


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DE  ISABEL  PRIETO.  51 

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-^  LA  MISMA  EN  UN  BAILE  DE  FANTASÍA. 

ESCRITA  EN  NOMBRE  DE  MI  HERMANA  J .  .  .  . 


Bailemos  cuadrillas,  Lupe; 
Ven,  tú  eres  mi  compañera; 
Pero  cuadrillas  sublimes,  • 
Magníficas,  estupendas. 

Bailemos  mujeres  solas, 
Porque  el  tiempo  no  se  pierda. 
Mientras  los  hombres  están 
Tranquilamente  á  la  mesa. 

Nos, hallaremos  mejor, 
En  libertad  mas  completa 

Bailando  así á  su  salud 

Mientras  brindan  á  la  nuestra. 

Ven,  pero  corriendo,  vamos 
A  tomar  la  cabecera; 
Quiero  campo  vasto  y  libre 
Para  hacer  muchas  piruetas, 
Según  loa  regUu  ds  Horada: 
Sabias  y  sublimes  reglas. 

Dios  me  libte  de  csot  baU« 
De  gravedad  y  etíqueta^ 
Donde  mas  bien  qoe 
Parece  que  todos  wkkd; 


^ 


IIVERSITY  OF 
fLLINOIS  LIBRARY 


Jc.¿.-«'^ 


52  OBRAS  POÉTICAS 

En  que  cada  compañero 
Pone  una  cara  tan  seria, 
Que  en  lugar  de  simpatía 
Inspira  miedo  o  tristeza; 

En  (^ue  todas  las  mujeres 
Almidonadas  y  tiesas, 
Bailan  con  tal  ceremonia, 
Con  gravedad  tan  perfecta. 

Cual  si  un  deber  importante, 
Grave,  solemne  cumplieran. 
Como  si  en  todo  pensaran 
Menos  en  estar  contentas; 

En  los  que  la  desdichada, 
Para  quien  no  hulx>  pareja, 
Arrinconada  suspira, 
O  fastidiada  bosteza, 

Por  que  el  imponente  cuadro 
Que  á  su  vista  se  presenta, 
Nada  tiene  de  agradable 
Para  mitigar  su  pena. 

Aquí  todo  es  libertad; 
Alegre  confianza  reina; 
Doquier  que  vuelvas  los  ojos 
Ves  solo  caras  risueñas. 

Yo  que  le  tengo  mas  miedo 
A  todo  lo  que  parezca 
Silencio,  inmovilidad 
Aburrimiento  6  tristeza, 
Que  á  la  peste  más  furiosa, 
Que  á  la  más  terrible  fiera; 

Yo  que  soy  por  esta  noche 
Representante  modesta        ,    , 
De  la  locur^que  río  ,  ,,  ,  (  v-.-a 
Y  retoza,  no  de  aqii¿llffc¡  .  .*  -^fr. 


DI  I8UBIL  irniETo.  59 


Que  furibunda  suspira 

Y  desolada  se  queja; 

Quiero  que  todos  aquellos 
Que  cerca  de  mi  se  encuentran 
Estén  contentos,  alegres, 

Y  si  n6. . . .  que  lo  parezcan. 

Y  pues  la  noche  se  pasa, 

Y  ya  la  música  suena, 

VamQf,  I<u|^i'^J.as|ítltdtilUs,4  Vf 

A  tomar  la  cabecera, 

A  bailar  con  todo  el  alma 
Haciendo  muchas  piruetas,  , 

Según  las  reglaa  de  Horacio, 
Sabias  y  sublimes  reglas. 


V;      .^       f              .,              /-^.■- 

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OBRA»  POÉTlCrÁS 


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La  juventud,  es  verdad, 
Es  de  la  vida  la'  aurora: 
iDichosa  edad  que  atesora 
Sueños  de  felicidad!  ■ 

Es  la  luz  de  la  mañana, 
Que  baña  pura  y  serena, 
La  senda  de  flores  llena 
Que  primavera  engalana. 

Cuando  su  blando  destello 
Baña  nuestra  frente  pura, 
Todo  es  ilusión,  ventura; 
¡Todo  es  tan  dulce  y  tan  bello! 

¿Qué  sabe  el  alma  dormida, 
Que  dulce  paz  ha  arrullado, 
Lo  que  le  tiene  guardado 
En  sus  secretos  la  vida? 

Al  tratar  de  comprender 
£1  misterio  que  la  embriaga, 
Por  bella  esperanza  vaga 
Se  deja  el  alm«  mecer; 


Y  al  mirar  el  porvenir  . 
Teñido  de  azul  y  rosa 

Piensa  ¡ilusión  engañosa! 

Que  es  mujr  heuQOBO  viy^.         ,« 

Y  se  sueña  en  un  pensil  ,,       r, 
De  blancas  7  hermosas  flores,       > 
Do  derrama  sus  primores 

El  mea  gzfqpio  4e  ÁJIoank     v]    t 


■,s 


«I 


Y  cree  que  en  su  redor  ,¡. 
Es  todo  luz  y  armonía, 
Frescura  en  la  selva  umbría, 
Aroma  en  la  c^ta  ^or.     ^ 


En  su  aspiración  divina,^  > 

No  comprendiendo  el  dolor,^ 
Admira  absorta  la  fler 
Y  no  ve  nunca  la  espina; 

Ni  piensa  un  solo  momento      ^  j 
Que  pueda  osado  el  destino  .        «f 
Arrojar  en  su  camino 
La  sombra  de  «i  safriwento.    ^ 

¡Cu^n  triste  es  al  despert^i        j 
De  tan  hermoeR  qwimera,       t  '    f  A 
Saber  que  en  vano  se  espera 
Dicha  qve  Yio  de  ha  de  bidter!    ^ 

"•'  ■   ■  ■'     ■  '   :;>  ■::^^ 

Que  si  un  paso  l»e^ela^^     .  :sf 
En  la  senda  4^  1a  '^ida 
Huella  marchita  y  perdida 
Una  iluakn.!iiiiestii^|ílaiiki;:f> )  7 

Que  tras  I4  nube  rosada        ,    ,^ 
Que  el  porvenir  «nyolvia,      ,     —  ^ 


iT 


56 


t^É^s  'i^tntnxsáÉ. 


•"**--««^>— ^¡r" 


"^  *  • 


Asoma  desnuda  y  ftrf4  "' ' ; '  '  '\ 

La  realidad  deBcáínadií;    ' ''  ^' 

i-.'  y-     •'•!■  .»{r  j'-  • 

Que  lattibtíatl«l>dok)V/)  '  ^  ^ 
Al  desgarrar  nuestro  seno, 
Derrama  ÍUél^  véoJéúd'  '"^  ' 
EnelcáHíde^.fldr;    í  ^*  "- 

T  que  la'l«^bfaaieiv7:)pi^«, 
Que  alumbra  nuestro  camino, 
Con  el  destello  divinó  ■■>■■■ 
De  una  ilusión  de  ventura, 

Es  el  rayo  abrasa'dor 
Que  en  el  ardor  del  estío, 
Destruye  y  abrasa  impío 
La  fuente,  el  árbol,  la  dor. 

Dichoso  el  que  ha  conseguido 
Salvar  en  la  lucha  íiera. 
Una  memoria  siquiera, 
Recuerdo  de  un  bien  perdido; 

Y  al  tsÍBBmi¿  lo  pasado^ 

En  medio  á  su  amargo  duelo. 
Puede  éat  ese  consoefeí  ' 
Al  corazón  Atíátt^isaéís^  * 

Es  lany  di^bej  al  veoordia 
La  dicha  que  se  ha  sentido, 
Sobre  Itó  teíétierdo  quferido 
Triste  líantoíaeüraiHííf^     " 

Ycuittdv^iitéiMiMpe»  V  . 
De  este  mundo  de  dolores, 
De  la  meM0r/á  laslipéés 
Guardar  intactas  siqüieim. 


-^   *  *'«»■ 


DI  IBÁjBKIf^  PRUTO.  9^ 


Poderse  siempre  decir 
El  corazón  resignado, 
Cuando  la  dicha  ha  pasado. 
Que  recordar  es  vivir: 

Que  es  el  mas  crudo  tormento 
Del  corazón  hecho  trizas, 
No  guardar  ni  aun  las  ^nizas 
De  un  profunde  iMUti^en^ 

1860. 


><»  <  '        ">i^4i 


'^ 


58 


OBRAS  PóléricAg 


' '  ■'  ■  — <i*<^«f  ■  *•■*  ♦« 


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'  .Vi.  •   •  •'    r :.  V    V.; 

."•i  V.i  lí  .   ...,    ií,.l.< ■,>.."/  ■•:    ■; 

•    .  'í  ■  ■     ■»• 


¿Por  qué  dudas  así?  ¿Por  qué  en  la  vida 
Lo  encuentras  todo  nebuloso  y  triste/ 
¿Nunca,  amigo,  la  dicha  conociste? 
¿^i  o  had  gozado  jamás? 
¿Tu  corazon'marchito  no  ilumina 
De  una  memoria  el  resplandor  ardiente? 
¿Nada  taiji^s^o  desola§[^  siente 
Al  mirar  hacia  atrás? 

Siempre  luchando  con  tormenta  impía, 
Abrumado  de  amargo  desconsuelo, 
¿No  hay  una  estrella  en  tu  nublado  cielo. 
En  tu  vida  una  flor? 
¿Nunca  á  tus  labios  de  placer  sedientos 
La  copa  de  la  dicha  has  acercado? 
¿Nunca  probó  tu  pecho  desolado 
Más  que  hiél  y  dolor? 

Porqué  uno  á  uno  tus  dorados  suefios 
Has  dejado  en  la  lucha  de  la  vida; 
Porque  tu  dicha  j  tu  ilusión  querida 
Muertas  por  siempre  ves; 

Porqtte  las  blancas  y  preciosas  flores, 
Ck>n  que  tu  frente  engalanaste  un  dia 


DI  ISABEL  PBIBTO.  9f} 

■ .  •  I      «  I,  ■ « ■         III    I «  ■■— í^—i y* 


Miras  al  loplo  de  tu  pepa  impía  ^  k  ^; 
MarQ^tas  á  tus  pii^j  /      ^  . 

Niegas  la  fe,  la  dicjjia,  la  esperanza;     , . 
Niegas  que  la  ventura  has  conocido; 
Niegas  que «l'CoradsoD  adolorido, 

Etí  tm  tiempo  gozó.  y 

,  ¿Tan  ingrata  y  rebelde  «s  4u  rauemoiia 
Que  no  guarda  un  rMínerdo  de  ventura? 
¿Suerte,  poeta»  te»  ^vtrM  fttinra, 

Tan  negra  te  tooó?  .  .  'M» . 

¡Oh!  no  es  posible  que  nunca 
En  tu  lóbrego  camino/     ,        \      , . 
De  dicha  un  rayo  divino         . 
Viniera  tu  alma  a  bañar. 

Es  en  verdad  imposibfe  ^'•• 

Que  no  hayas  nunca  sentido,  . 

Venturoso  y  conmovido^  ' ^       -a    - 
Tu  corazón  palpitar. 


Si  dotó  Dios  al  poeta  .         ,    / 
De  imaginación  ardiente,         ,m    •:? 
De  un  alma  tieg^gue  siente     ',    / 
Como  ninguna  ef  dolor; 

Si  pa^a  él  son  más  punzantes  r 
Los  abrojoe  d»  la  vid¿  ^  „    ,,.3.^      t 

lías  venenosa  la  herida.  r\       ..f'   [i  ^ 
Del  dardo  desgarrador;  ..,;+,  ^.  n 


r 


También  encierra  en  sí  i^ismo 
Manantial  p^?o  y  sagrado  ..m  ,  v .  ^j 
De  goces  mil,  que  no  es  dado  ^  . 
A  todo  el  mundo  sentir;     í      ' ;. 


Í6  OBRAS  POÉTICAS 


irik 


Gocea  tíemoa,  infínitos,      /  '' 
Grandes  como  sus  dolofés, 
Blancas  y  risueñas  flores 
De  su  penoso  existir.' 


i.»     i,: 


Si  el  aiüor,  la^  Amistad  «anea, 
Han  causado  atrofi  tormento 
A  tu  coiazon  sedíeiiio  ^ 
De  ventura  7  emodcm; 

Te  han  ofi'^oldiefttiil  Teéetf^ 

Una  dicha  inttienaa  7  prura 

Poeta  ¿no  es  la  ternura 
La  vida  del  corazón? 

T  en  una  tarde  serena 
Al  mirar  el  sol  poniente, 
Guando  se  Hunde  lentamente 
Entre  nubes  de  coral; 

Al  mirar  la  blanca  luna 
Derramando  desde  el  cielo 
Como  ra70  de  oonsaelo 
Su  destello  virginal; 

Al  ver  btiH&r  las  estrellas 
En  limpio  ciélór  azulado; 
Al  respirar  émt)éiágiUlo     "- 
El  aroma  de  una  ñor; 

Debes  sentit  lo  que  siento: 
Un  goce  inmewéo,  proftbi^, 
Olvidarte  de  étíé  m«ii«o^ '        ' 
Por  otro  mundtiK  íü\i^. 


di 


Yo  sé  bieni  que  el  alma  á^diéfi^, 
De  fe  llena  y  dé  ternura^ 
Sube  á  tter  iéiéro  de  veníúra^  ' 
En  alas  de  la  ilusión;      ■ 


DV  I»ABKL  PBIIIO.  61 


T  al  despBitor  ^«tte  atiiiido 
La  mente  «tolitiUi y  lodft'    /.. 
La  f ria  realidad  toca, 
Y  se  rompe  el  b&té¿(m.  ^  *>'>>  • 


Lo  sé  bien;  pét«-<l4iha* 
Que  es  la  vida tkmMmíemio, 
Que  es  el  más  li«iMki  ÉonndoÉo 
No  gozar  ni  padecer: 

Dichot^b^^'poeet  erM^Mie»; 
Cuya  alma  tiem»  y  tatdikieíkf;'  ' 
Cual  otra  ninguna  sktrte  ■     ^^^ 
El  tormento  y  id  ^«Mtfl       í5    ^ 


>..'■ 


Si  no  fchbieraa  in  9éM^ 
La  amistad  cual  yo  la  sieftto. 
Ni  la  hubieras  eoinprctadtéo, 
Pintarte  fatfbiera  poiSdié      > 
Tan  divino  sentimiento.     -^ 

¿Más  qui^  co*<lilill#cftlof 
Como  tú  supo  i^ÉtaÉlK^ 
Nadie  consi¿lii6^tíiéjlli^í  ^ 
Con  exacüMtd  iM9%t^  v,,  v  ju 
Comprenderla  y  e2;presarla. 

Tú  que  Éé^iímwtk  fnéflH^  u;  •  , , 
Con  culto  tan  wSmétM^,^  v 

Al  ángel  de  tu  iliülMiy^^  <-- 

Tú  que  en  laj^áa  ]iflé'««diH> 
Dulce  y  risueña  ficción; 

Dejarte  llevar  asi 

De  tu  amargo  desaliento. 


62 


OBBAA  POÉTICAS 


..» i  ( 


Cuando  haUas  dentro^  H  >'    .*. 
Un  mundo  do  sentímiento? 

¿Por  qué  de  ipdp  dudar,  , 

Y  la  esperanza  temer, 

Y  tus  afectos  ahogar?     .:<m  . 
¿Por  qué  la  diúfa»  negar    ' 
Que  supistei  comprender?   . 

¿Eres  el  w^aao  i|ue  un.  dia,^ 
Esa  hela^^Jipdi^e^enc^a 
Más  que  la  mvmte,  ^Riíaj 

Y  es  el  no  sentir,  d|etia, 
La  más  amarga  dolencia? 

¿Por  qué  tan  vivo  dolor 
Se  encierra  i^r^)^  j^s^  cani;o,    ,  ; 
Si  hay  en  jm  vida  \^n^  flor, 
Una  ilusión,  un.cfaaoir, 
Para  endulzas  tu  qviebrM>^?  .^.^ 

Poeta,  cree  y  espera; 

Y  si  es  9^0  }ami  qíwnera         ,  ; ; 
La  ventura  d%l%tyjyi^, 

Deja  que  el  ali^a  dormi44  (09     ' 
Goce  de  un  suet(»/^uieri^  « .  -, 

Y  á  riesgo  de  despertar 

Y  á  un  infiijaif  d^condeu»         .) 
Déjate  al  cielo  ^evjajp;,    .^     /l    ¡r- 
Si  sentir  es  ^^a^émi     .  ^ 
Tamhifla  aeBtiy.es  gQS9<r<L 


1860 


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j^ 


«M*MÉ<M*iiMHI»4i"«HHPlpMilll 


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Di  íéiBlBt.  FRtÉTO.  68 


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••  '    •■.*."t:|  .  ■ 

¿Sabes  tftk)^9  sHití    t  b  1 
Cuando  mástia  y  deshojada, 
En  tu  nnao  ilM|>i«dada.   finU 
La  flor  inpMnto'^        .í»f  .hí  '♦"  - 

¡Pobre  flMl^ésé* destíno      m.^: 
Tan  cruel  no  merecía; 
Tiedad  U  HÉii^  pedí»         ^i'i 
En  su  l^gnaje  dmso; 

•IV -11*1   OLhtíWi  ¿iTíf     ■!: 

Pues  ctMñclo^^hAás  furor  'I 
Tu  mano  la  destrozaba. 
Más  de«i<neli»^élñiftl«^  ^i^t ^ 
Su  p^rfotti  «Étbrii^gMkv.   'i  ; 

¡Pobre  flor,  Ucnea  y-keiman 
Gomo  la  ilusión  primera,    ' 
Frágil  cotíio  (Slfty  ligera      ^' 
Cual  ella  fréBca  y  graciosa! 


M  OBB^v  POjÉXZjOAII 


Flor  que  de  entreabrirse  apenas 
Esa  maftana  acababa, 
Y  de  la  vida  gozaba 
Las  dulces  horas  serenas.  « 

Por  un  antojo  infantil, 
Sin  penar  ni  aun  lo  que  hiciste, 
En  polvo  la  convertiste 
De  su  vida  en  el  abril. 

Un  inaétmbe  en  te  ombeltMif     •• 
A  tus  Tábiorf  la  Hevasté,         ^^   ^ 
T  su  perfume  aspiraste 
En  un  cariñoso  b^so: 

Y  cambiándose  después 
Jp!n  desprecio  tu  cariño, 
La  arrojaste  como  un  niño. 
Hecha  trúm  á  #iib  píes . . .  .r 

Bien  la  pndA  dMkoMV  I 

Sin  temor  tu  iraao  inpía. . . ««i, 
¡Ella  espinas  no  tenía 
Con  que  herit  ni  lahütaar^ 


T  ' 


^ 


Emblemft  d*  la  miy er¿ 
Que  resigiuida  y  doliente  > 

Inclina  humilde  la  frente 
Ba^-«tt  kood^fiadeoer;       j 

Viendo  9Ag»d»  tan  bmU       f/ 
Su  inmMHarji^Mtaéa  ienlMia   o 
Cual  la  ofrenda  suave  y  pura 
Sé  ese  «ron»  iDÍiggrÍB«l*    :  ^^ 

T  al  ver  su  bUmc«  ilqsioa,    a 
Por  si^emgre  perdida  j  rota^,  . 


jMíÁíiíií'í^litÉ^o.  «6 


')r 


Deja  éfkl$t4[«ta  « |fdto^  <  '<  ' 
Sa  llanto  en ütf  éélMéi^" '    '  ^ 

r     Y  mnefsdb^ahftter^ii  M   ' ' 

Una  queja  ni  un  gemido 

¿Puede  el  corazón  partido 
Lamentarse  y  sollozar? 

¡Pobre  flor,  sí,  que  vivió 
Un  momento  solamente, 
Cuya  belleza  inocente 
Ni  aun  compasión  inspiró! 

¿Por  qué  destrozarla  así? 
¿Por  qué,  díme,  no  pensaste 
Que  cuando  la  flor  hollaste 
Me  lastimabas  á  mí/ 

Nunca  expresarte  podré 
La  sensación  dolorosa, 
La  impresión  viva  y  penosa, 
Que  al  verlo  experimenté. 

Tal  vez  fué  que  el'b.lma  inquieta 
Dos  veces  sufrió  angustiada, 
Al  verla  despedazada 
Por  la  mano  de  un  poeta: 

Que  al  ver  q^  ñn  compasión 
Destrozarla  así  podía. 
La  casta  flor  que  moría  ^  - 
Me  mataba  mía  ilusión. 

Si  es  que  otras  flores  qneiias, 
Mil  flores  te  hubiera  dado 
Porque  hubieras  respetado 
La  que  en  tu  maao  tenías. 


■•"¡^ 


66  09iU«?9^K'i|f; 


T  no  etnaaroie  9I  doloK      (^ 
De  verU  morix  MÍ:      ..>¿.  ,    ,i> 
¿Por  qué  no  pensaste  en  mí 
Al  despedanr  ia  florf  1  ,    / 


1860 

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DV  ISÁBM  f  MRO. 


.1:    ■»«'fM«*N!í--'b:#f.Ííft':íf''^ 


//'JZ/iAPA  WJ^J¥J^>  f PAW^;^' 


¡Versos  á  tí!  Las  cuerdas  de  mi  lira 
No  exhalarán  jamas  tan  blando  acento, 
Que  ese  dulce,  inefable  sentimiento 
Consiguiera  espresar. 
Se  pinta  la  ilusión  embriagadora; 
La  esperanza,  la  dicha,  la  tristura; 
Pero  el  amor,  hermana,  la  texnura. 
No  se.  pueden  pintar. 

Ni  en  el  murmurio  del  arroyo  manso, 
Ni  de  palom»  en  el  ^v^^jpso  aoenio, 
Ni  en  el  suspiro  lánguido  del  viento 
Arrnliámda  l^^Of; 
Hay  las  nota  las  aaave  y  pus. 
Un  eco  tan  oeleete  y  deÜM^o 
Con  que  pndieTa  el  labio  enkuissmado 
Exprmrtt  isi  isiK. 

¡Con  qué  acentos  esiHiitte,  hermana  mía! 
A  ti,  mi  amaíttte  y  Mee  eom|isftéra, 
£1  blando  sueño,  la  Ilusión -pníaeTa 
Que  mi  yMs  doi^  '^ 


tS  OMíáM  MIXMlAa 


El  querubín  de  cabellera  de  oro, 

Que  mis  juegos  de  niña  embelesaba 
El  ángel  que  mis  penas  consolaba 
Cuando  el  alma  sufrió. 

Por  no  ver  nunca  la  funesta  sombra 
De  hondo  quebranto,  de  profunda  pena, 
En  tu  frente  tan  pura  y  tan  serena 

Sus  alas  extender; 
Por  nc  ver  nunca;  bajo  el  i^egro  infl^o 
De  una  angustia  tenaz  y  despiadada. 
Por  tu  fresca  mejilla  sonrosada 

Las  lágrimas  correr; 

¿Qué  diera  yo,  mi  bien?  yo  qu6  quisiera 

Que  entre  ilusiones  blancas,  peregrinas. 
Sin  conocer  del  mundo  las  espinas, 

Sin  probar  el  dolor. 
Pasaras  tu  existencia  venturosa. 
En  brazos  de  la  dicha  adormecida. 
Por  la  esperanza  celestial  mecida 

Con  un  canto  de  amor. 

lOh!  veiQ  sú  te  lepares  de  mi  Iftdo, 

Mi  dulce  y  afeettfMa  compañera: 
Yen,  cuando  brame  la  tonstnta  fíen 

Yo  te  ^éfendMé. 
De  la  ]»fn<)sa  «enda  de  la  vUrn^  . 
Sembrada  de  y^oages  y  dolores, 
Cogeré  las  «apiñas,  jr  lasüoiMB. 

^Mñ  M  gntuÉáMxé,     ^i 

y^n  y -i^poyi^:4q.írent^,<?^ilíP^  , 
En  mi  pec^o  que,  Jlf^  qoanftft^o; 
Yen,  en  ^a  iÁ^ffío  y  ^^P^^^Q  M^4o 
Acalx)  4e,f|^íC«4rAr. , 


1860 


69 


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í*— 13 


70  OBRAS  POÉTICAS 


A  la  Sta.  Esther  Tapia. 


<  OXTKSTACIOX. 


Gracias,  Esther,  por  tu  afectuoso  acento; 
Por  la  expresión  de  tierna  simpatía, 
Con  que  llama  tu  voz  al  alma  mía 
Su  llanto  con  tu  llanto  á  confundir; 

A  levantar,  uniendo  nuestra  pena 
Un  tierno  monumento  á  la  memoria, 
De  aquel  que  vino  en  su  brillante  gloria 
Por  una  noble  causa  á  sucumbir. 

El  canto  que  llegara  á  tus  oidos, 
No  ha  sido,  Esther,  á  la  verdad  un  canto: 
Es  una  gota  del  sincero  llanto 
Con  que  esa  tumba  mi  dolor  regó. 

La  narración  de  su  funesta  muerte 
Hizo  latir  mi  pecho  conmovido, 
Y  en  vez  de  una  canción,  triste  gemido 
De  mis  tr<5mulos  labios  se  escapó. 


/ 


^'  ISABW,  PBIÍjp., 

Sobre  otra  tumba  .^„ta  y^ene^da  """ 
Z  f  "°'"  <"»"'go  tu,  dolore»; 

•íunto  a  las  flores  q„.  ofrectó  tu  ,„or 

«o^reiabeMa.^r^t^r"^ 
Que  empapa,  con  t„  llanto  abra;ador. 

Enun,     dogemidoTÍS'^ 

E  t„,te  ser  .,„e  por  el  mu„do  va^a 
&.n  el  apoyo  de  „na  ,„adre  tierna     ^ 

o.da  el  a Ima  por  la  pena  e  J::- 
'>o  1..«  nada  le  pued^  eonsolar. 

Tienes  ra;!o¡r;'¿niSSiEo  que  derr». 
"et«  amargo  dolor  en  elfeei  "*"""" 

7^0  es  bastante  álloraií  el  tiernJwo' 
Que  te  tliern  «n  Iti  ■ '  '""foso, 

V        ,       '^^ '''""O  maternal 

■^o  es  bastante  A  llorar  1,  '  1    '       ,   Á 

'>e  "na  dicha  séreL'vT,    •'■'"■''"  '^^'''> 
Q"e  pasaste  íV,«d/^,„t^ní.^W.„:, 

Yhoy,„e¡erra'^'tókf„,;^       „    ^, 
ííracia>i,  mi  bu(>níí  ír.*i, 

¿:".-  M  -pre,io:dTtt«;^^^2-  ^'^ ""-« 

^on  ,ue  ,W  tu  voz  al  alma  S 
A  mezclar  su  dolor  con  tu  dolor         • 

Octubre  JG—i5(;o. 


71 


7á  '  o'nítkn  POÉTICAS 


t   i    ;ir     )     i  '11»»*  (l|{/( 

KMi'ili  AU'cy*  i'''*iiifs  A  i'  1 

-    ',    M    1        •    )   •  ttit     ^l   f»  «/«lí><t    r  '■    '. 
'     .     ».    I     '  l'l    1»i       el»   l**J  .'    < 

lo     11^ «  •     '  hni  I   •  4.  él*!  '      «li  ^ 

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'  <    I  •  iir       •'     '      i    .  .g^ 

CÉáPEDUJÁ!" 


Son  mas  de  las  once  ya 
De  una  noche  pura  y  fiotca, 
De  límpido  ñrmamento, 
De  rutilantes  estrellas. 
Apoyada  en  los  cristales 
Miro  envidiosa  allá  afuera, 
Do  salir  no  me  es  posible, 
Porque  han  cerrado  las  puertas. 
La  blanca  luz  de  la  luna,     , 
Que  los  árboles  platea 
Y  baña  1a  pla^  toda  , 

Con  su  claridad  serena. 

Ahí  debiera  estar  yo , 

¡Oh!  ¡qué  dicha  si  se  hiciera 
Todo  aquello  que  se  debe, 
O' al  m^nos  l^.que  se  anhela! 
Ahí,  si,  debiera  estar, 
Cumpliendo  con  mi  promesa. 
Inspiraciones  buscando. 
Que  traidoras  me  desdeñan; 


D^  JSA^IL  £A/^TO.  73 


■;:    • 


Pero  pues  salir  no  puodo, 
Aunque  el  alma  k>  det^ea,        . 

Y  U  noche  86  adelanta,    ;     í 

Y  me  duele  la  cabesa;     •  -  •«• 
Dejo  caer  la  eoviina,  .1 
Que  nizada  me  permitiera, 
Admirar  el  dvlee  cuadro      ^  ' 
De  una  noche  tan  eerena. 

Me  alejo  de  la  ventana 
Con  disgusto  y  con  tristeza; 
Tomo  un  lápiz  y  un  papel, 
Me  siento  junto  á  la  mesa, 

Y  apoyada  la  mejilla 

En  la  mano,  cual  lo  hiciera 
Cierto  Fáhio  que  pensaba 
En  mil  cosas  nada  buenas, 

Aterrada  me  pregunto  ^ 

Qué  será  de  mi  promesa. 

Pues  la  inspiración  no  viene,  "^ 

Y  son  ya  las  once  y  media, 
YjífáÁjín  ttfioi^^waaido, 

Y  mis  sienes  se  revientan. 

•Oh!  no  puedo  más,  señores,  i 

Tened  piedad  y  paciencia,  » 

Dispensadme  de  los  versos,  | 

Porque  estalla  mi  cabeza;  ¡ 

Recibid  en  lugar  suyo  í 
Como  he  prometido  á  Loera, 

i; 

Mo  os  riáis,  mis  hen/licianes  1 

Y  mi  despedida  tierna.  | 
Que  de  peligros  y  males,  ! 
Piadoso  el  cielo  os  defienda,  | 
Que  al  compasivo  socorra, 

Y  que  al  valiente  proteja; 

Y  haga  que  ya  terminada 


t 


* 


74  OBRAS   rOÍTICAS. 

La  desoladora  güera,  "' 
Que  lágrimas  y  dolores 
Do  quier  implacable  siembra, 
Nos  volvamos  á  encontrar, 
Libres  de  angustias  y  penas. 
Saludando  embelesados 
La  aurora  radiante  y  bella 
De  la  paz,  preciosa  fuente 
De  felicidad  inmensa. 


t 

Noviembre  1  ?    de  1860 

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DiilSAB«I*fWRJ'ü.  75 


^  MI  QUERIPA  Hp:RMA|íA  fuLIA 


J*. 


«  ;  }  .-- 1  M  '      r^" 


Pura  cual  la  luz  del  cielo, 
Fresca  cual  la  fresca  rosa. 
Más  risueña  y  más  graciosa 
Que  UQ  blando  sueño  de  amor; 

¿Qué  pu^ieora  yo  decirte. 

De  tu  ñesta.el  grato  din, 

Cuando  eres,  hermana  mía 

Ángel,  ilonion  v  floit 

y  .  Julio  30  de  1861. 


.**     '  i.        1- .  ^■ 


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76  OBRAS  POátIOAf 


A  mi  moy  amado  padre,  dedicándole  el  drama 


T^^s  T>os  F]L.oiix:e.'< 


Hoy,  pat)í,  con  la  más  pura 

Y  áiñce  sátlsfacfeion, 
Mi  pntnéra  ^roducciotí 

Te  decHeá  Vni  lenrtiíi.       '*■'      ' 

Si  cual  yo  lo  de9eaitt 
En  éodo  perfecta  fuera, 
Con  más  placer  la  ofreciera 

Y  á  tu  amor  la  dedicara; 

Ma»  tal  cual  es,  al  mirar 
Sus  defectos,  piensa  en  raí, 

Y  te  olvidarás  aní 

De  los  que  ptrtydas  hallar; 

Que  nunca  tu  corazón. 
Pudiera  encontrarlo  mal, 
Siendo  de  mi  amor  filial 
Tierna  manifestación. 


I>1  IftAiEL  PBIITO.  tt 


Si  la  iuIa  dulce  manera 
No  ha  enooniíado  la  yofs  mía, 
Ni  en  prosa  ni  en  poenia 
( 'on  que  ofrecerla  pudiera; 

No  lo  debes  extrañar 
Sino  pensar  indulgente, 
Que  hay  cosas  que  el  alma  siente 
y  no  las  puede  expresar: 

Que  no  le  es  dado  decir  •    - 
A  veces  al  torpe  acento, 
Lo  que  sabe  el  peni-amiento 
Atrevido  concebir 

De  mi  cariño  profundo 
Malla  expresión  te  dúrfa. 
Que  eres  con  la  madre  mía 
Ló  que  más  amo  en  el  mundo; 

Que  en  vosotros  su  ventara 
Tierno  lia  cftnáú  mi  pédRo, 
Y  ds  el  corazón  estrecho 
A  contener  su  ternura; 

Que  sé  bien  que  es  vuestro  amor, 
Que  nunca  cambia  ni  olvida, 
El  mayor  bien  de  la  vida,^ 
La  felicidad  mayor; 

T  que  no  hay  dicha  tan  pura 
Que  compensara  en  la  tierra. 
La  dicha  santa  que  encierra 
Vuestra  inmutable  ternura. 

Mas  ¿dónde  tan  dulce  acento 
El  corazón  encontrara, 


síLJí M'\  'i  I  I  k    I 


78  OBIUS    POÉTICAS 


Que  cariñoso  expresara, 
Padre  mío.  lo  quesiertto? 


'>•? 


Y  si  no  lo  he  de  expresar,   . 
Tal  como  lo  sé  sentir, 
Si  bien  no  lo  he  de  decir 
Es  preferible  callar; 

Pues  viendo  que  no  sabré 
Expresar  mi  sentimiento, 
Al  hacer  mi  ofrecimiento 
Solamente  te  diré: 

Piensa  que  hoy  ha  dedicado 
Mi  afectuoso  corazón, 
Mi  primara  <p^pduccion   ,    > 
A  mi  pa^e  bien  andado; 

y  si  en  ella  no  resalta 
Gracia  o  ingenio  al  exceso. 
Con  eUa  te  ofrezco  un  beso 
Que  supla  lo  que  ^e  fal^ 

^.vii»i    /.Nj^viewbüeSSde  USGO 


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DE  láABEL  PRIETO.  7i) 


Jl.  TJIS  A^JET:^:teí*-A.TS  O. 


Cuando  en  el  triste  invierno  de  la  vida, 
De  una  tierna  famili^  rodeado, 
Dirijas  tu  mirada  hacia  el  pasado. 
Queriendo  tus  hazañas  recordar; 

Miraras  conmovido  tu  muleta, 
Apoyo  respetable  del  anciano, 
Y  al  sujetarla  trémula  tu  mano, 
Debes  sentir  tu  pecho  palpitar. 

Eterna  compañera  de  tu  vida. 
Tierno  recuerdo  5e  brillante  gloria, 
Fásdna  bella  de  tu  bella  historia 
Que  con  ti  noble  sanpe  se  escribió; 

Mejor  aún  que  pltáuro  inmarcesible 
Que  ceñirá  tu  enéi&^<)a  frente. 
Dirá  al  mnn\Io:  ilÜítradle  esí  un  valiente; 
Nunca  la  espalda  al  enemigo  dió.n 

Octubre—lSCO. 


»<♦>«■ 


Xtf 


PHOTOCOPIED  PAGE(S)  N         :  « *  ^        ^ 


80  OBRAS  POÉTICAS 


AXJÍíPOETACIE&O- 


Di  me,  poeta  de  armonioso  acento, 
Cómo  en  tu  triste  oscuridad  hundido, 
Con  tanta  perfección  has  concebido, 
Lo  que  tu  voz  dulcísima  cantó. 

Cómo  expresar  sin  conocer  supiste 
Con  rasgos  tan  suaves  y  valientes, 
Lo  que  yo  siento  como  tu  lo  sientes 
Y  nunca  el  torpe  labio  bosquejó. 

Tú,  que  no  has  visto  el  rayo  moribundo 
Del  sol  que  al  ocultar  su  altiva  frente, 
La  blanca  nubécula  trasparente 
Dora  con  su  postrero  resplandor; 

Tú,  que  no  has  visfjo  al  eíjpirarla  tarde, 
Cuando  ái^n  no  alumbra  la  argentada  luna 
Las  estrellas  brotar  una.  por  una, 
De  la  niebla  entre  el  diáfano  vapor; 

Tú,  que  no  has  visto  en  Jioclie  dolicio.sa 
El  vago  azul  del  trasparente  cielo, 
Ni  entre  flotante  y  vaporoso  velo 
La  (una  melancólica  asomar; 


J?^':A.'!Hi? 


I-' 


DB  ISABEL  PRIETO.  81  í 

_     _     _  r 

■  K 


Que  no  has  visto  la  flor  lozana  y  bella, 
Tímida  ábtí^ndo  sn  virgíneo  broche, 
Al  aura  perfumada  de  la  noche, 
Que  hace  su  tallo  lánguido  temblar; 


!  ••  ■ 


TÚ,  que  lio  has  visto  el  rayo  de  la  luna  í:; 

Cómo  él  arroyo  de  cristal  platto,  1;^ 

Cuando  en  sus  límpiaA  ondas  juguetea  i -í 

Su  serétfd  y  purísimo  ñilgdrj  ¡p 

Tú,  qtie  no  has  visto  las  tnarchitea  hojas  |  5 

Por  las  brisas  de  otofid  arrebatadas,  I   > 
Por  su  luz  melancólica  bañadas, 

Keverberair  con  blando  resplandor;  !'  : 

¿Cómo  has  podido  con  tan  tierno  acento 
Con  tan  dulce  y  divina  melodía,  . 

De  esa  hora  que  embelesa  el  alma  raía 
Los  enbáhtos  suavísimos  cantar? 

¿Cómo,  poeta,  concebir  te  es  dado 
La  celeste  emoción  que  el  alma  llena, 
En  esa  hora  lánguida  y  serena 
Que  nadie  supo  como  tú  pintar?  i 


Será  tal  vez  que  el  alma  del  poeta, 
Alma  noble,  grandiosa  y  elevada, 
Por  su  sublime  inspiración  llevada 
Sube  á  má&  pura  y  divinal  región; 

Y  lo  que  ver  sus  ojos  no  pudieron 
En  este  mundo  de  miseria  y  llanto, 
De  una  luz  celestial  el  fuego  santo 
Se  lo  hace  comprender  al  corazón. 

Puede  vivirse  sin  la  luz  del  dia 
Pero  se  muere  sin  la  luz  del  alma: 
Dice  el  amigo  que  afectuoso  calma 
De  tus  penas  amargas  el  dolor; 


1  : 
I- 


V: 


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82 


OBRAS  POÉTICAS 


Y  dice  bien,  cjue  á  tus  nublados  ojos 
.\  o  ha  podido  ocultar  naturaleza, 
Su  sublime  y  espléndida  belleza, 
Su  encanto  misterioso  y  seductor. 

;S1  tu  í^upieras  la  iaipresion  tan  dulce 
<^ue  embelesado  el  cprazon  sentía 
Cuando  mi  hora  predilecta  oía 
Cantada  con  tan  tierna  inspiración! 

No  encontraba  mi  labio  una  palabra 
<^uo  tiel  dijera  mi  emoción,  mi  encanto; 
P(íro  una  ^ota  de  expresivo  llanto 
Rn  las  notas  cayó  de  tu  canción. 

Es  porque  hay  eu  tu  sentida  vjueja 
Una  i'xpresion  tan  triste,. tan  doliente, 
(^uc  lo  que  el  ahna  al  escucharla  siente 
No  lo  pueden  los  l^lbios  pronunciar; 

Kse  acento  tan  tierno  v  resiíjnaílo 
De  inmensa,  de  mortal  melancolía, 
Como  un  gemido  de  dolor  venía 
Kn  lo  íntimo  del  alma  k  resonar. 

¡Oh!  no  eres  ciego  tú,  tú  que  has  sabidu 
De  esc  modo  sentir,  lo  que  no  viste, 
Que  expresar  con  tal  fuego  con.seguiste 
J.o  que  tu  mente  inquieta  concibió; 

<^.ue  comprendiendo  con  ht  luz  dd  ni ma 
J..0  que  no  has  visto  con  la  luz  del  din, 
'Pan  bien  has  dicho  lo  que  yo  sentía 
y  jamas  he  podido  decir  yo. 

Diciembre  24  di-  -¡8(»() 


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/Kh  FRAILE  DB.4  QAl('Í(AYAL. 


•1,    .      .        ^..  ■   '.•■ 

I    III        .        ..<tHM  1/ 


Fraile,  i\j^  iige  s\i^Uca|itp 
Con  cmp^^ip,  (^ue  ^crib|(íra  ^  , .. 
Eu  tu  áíbum  de  pergaipino,       . 
(Al  menos  ^prjj^,/a^^5ft  .  ^. 
Será  curioso.)^unp.s  versos,  . 
Que  cxpr^^rt^^oiJsig)^(^an, 
Todo  lo  oxfc  me  inspiraba .    , 
Tu  aterradora  careta,   j 
¡A}'!  yo  quisera  decirte 
Que  tu  fealdad  estupend^. 
Cual  tú  me  lo  sostenías 
Con  tal  graveda<l,  uncierr^ 
No  se  que  gr^^ia  invisible, 
No  sé  que  oculta  belleza. 
Pero  naaa  ¡esfuerzo  vano! 
Tengo  la  manía  necia 
De  encontrar  feas  lafi>  cosas 
Tan  notablemente  feas; 


I.  -.. 


S-.1»Í.;'.  .^í-i.V!-l".íl.*..J  ..V^JlTíJ^J/Í    íi-'í»     ',    ■■■     ."t'ivti 


'i^^?.i:.>-Jti. . . 


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84  OBBAS  FÚITICÁS 


.  1 


«     ■> 


Y  pidiendo  &  Víctor  Hugo 
Humildemente  licencia, 
Autoridad  que  citabas 

A  cada  instante,  cual  prueba, 
De  que  no  sólo  has  leido 
£1  breviario,  con  gran  pena 
Te  declaro  que  á  e>«as  cosas 
Espantosamente  bellas. 
No  les  encuentro  lo  hermoso 
Por  más  hermosas  que  sean. 
¿De  dónde,  fraile,  sacaste 

En  una  de  sus  leyenda^ 
Asustar  al  miedo  mismo 
Si  pasa  del  mieda  cerca? 
Pero  en  fin,  si  como  dicen 
Las  personas  circunspectas 

Y  de  juicio,  pebó  vkleft 
Vanas.  extét)bred^Mc[Íi¿ ' 

Y  pese  á  tü  feo  iiMtró 
Mostraba  lotTéVbtendá 
Tal  apegé  á  sus  deberes, 
Tal  humildad  évakigétfa^ 
Tal  rigidez  de  costumbre, 
Tal  juicio  tan  k  la  prueba 
De  bailes  y  devaneos 

Y  mundknas  lijorezas; 

Que  al  ver^por  mis  propios  ojos 
Que  en  tí  quebraba  la  re^la, 

Y  desmentía  tu  porte 

El  refrán  que  nos  enseña 
Que  es  nuestro  rostro  el  espejo 
Donde  nuestra  alma  se  muestra; 
No  he  tenido  inconveniente 


/ 


i 


h.jt^j^;í<j^á.A^É.^',.dLi£^J:^:iM£:iJ^Ji£. .: 


X'T'y^'.  >  -w 


D£  ISABEL' PAIETU.  ,85 


En  cumplirte  mi  promesa, 

Y  el  álbum  de  pergamino 
Espero  con  impaciencia, 
Para  colocar  ^i  nombre, 
(Aunque  no  me  linsonjea  " 

Gran  cosa  esto  pensamiento), 

Entre  jos  de  una  docena 

De  escrupulosas  beatas        /, 

Y  de  timoratas  viejas 
Que  serán,  yo  me  supongo, 
Los  úuicos  qué  se  encuentran 
En  el  41buna  reverendo      ,. 

De  tu  grave  reVerén^iÜ  • '  ^  *  ^^     '    '  -  • 
Mándamelo,  pue.%  le  esporo, 

Y  al  mismo  tiempo  recuerda 
Que|pppietiste\escribir       .- 
En  el  mío,  aunque  sea  .,'.  , 
Si  otra  co.ií^  no  te  oqurre 
Alguna  cüsa  de  iglesia.  -        , , 
l)ii  enviártelo  no  debo 

Tomarme  la  inútil  pena, 
PuQH  tú  que  en  di  ha.s  leido 

Lo  que  en  él  escribió  Esteva, 
Konibre  galante,  aunque  fraile, 
To  tomarás  la  molestia 
Do  ir  á  buscarlo,  sabiendo  , 

Muy  bien  en  donde  se  encuentra; 
Si  entre  todas  la^i  virtudes         . 
Que  á  un  religioso  hermosean 
Tienes  la  más  apreciable 
Qne  os  .'vi-  Üel  á  tus  promesas. 

Mar;í0— 1861. 


->-^^V-f- 


f  — 14 


-•■ct; 


86  OBRAS  rOJÉTICAS 


£n  el  álbum  del  fraile  del  carnaval. 


No  pierdas,  fraile,  la  fama 
Que  opinión  tan  ventajosa, 
De  tu  vida  religiosa, 
*  Hizo  formar  á  una  dama. 

Tras  las  paredes  sombrías 
De  tu  arruinado  convento, 
En  saludable  aislamiento 
Vuelvo  á  sepultar  tus  días. 

Ahoga  el  eco  bullicioso 
De  la  algazara  mundana, 
Con  la  voz  de  la  campana. 
v'  <iue  llama  al  santo  reposo. 

Viendo  en  éxtasis  fecundo 
Toda  la  <!brte  del  cielo, 
Olvida  el  amargo  duelo 
De  este  pernicioso  mundo. 

No  dejes  que  tu  memoria 
Se  fije  un  solo  momento, 


DB  ISABBL  PRIKTO.  87 


En  el  mezquino  contento 
De  esta  vida  transitoria; 

Y  si  algo  llega  á  turbat 
Tu  meditación  divina, 
Apela  á  la  disciplina 

No  te  canses  de  rezar. 

Con  ayuno,  y  oracipn, 
Y  azotes  desgarradores, 
De  los  pobres  pecadores 
Pídele  al  ciek)  p»rdon; 

Y  en  premio.  Dios  te  haga  un  santo: 
¿Qué  otro  deseo  en  conciencia, 
Pudiera  á  tu  reverencia 
Aprovechar,  fraile,  tanto? 

Marzo— 1186. 


-♦-♦♦M- 


88  OBRAS   POÉTICAS 


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IHSPÍHACIÓH. 


Era  una  voz  que  dulce  resonaba 
Dentro  del  corazón  y  le  brindaba 
Una  dicha  indecible,  cslestial; 

Y  al  escucharla  el  corazón  herido 
A  esa  voz  respondió  con  un  gemido 
De  duda  amarga  y  de  dolor  mortal.    / 

;0h!  calla,  tus  promesas  son  iiicvitira; 
No  hará  vibrar  las  cuerdas  de  ini  Uva 
Tu  delicioso  aiiünto  engañador: 

Un  mundo  entero  do  ventura  ofi-oces, 
Y  mo  harás  aparar  hasta  las  hoces, 
Tal  vez  un  dia  el  c.üiz  del  dolor. 

Era  lina  fac-nte  lliiip-a  qns  corría 
Sobro  alfombra  de  flores,  y  oí'jocía 
Al  abrasado  lábí#su  cristal; 

Cubloíta  por  el  fresico  cortinaje, 
Por  el  do.>el  ,'j;racioso  del  lo'laie. 
Que  r.gitab?v  la  bri  ■?.  liUilinal. 


DB  I8AB1L  PRIITO.  89 

De  ella  aparté  mi  labio  que  sediento 
Iba  á  tocar  sus  ondas  un  momento, 
Queriendo  en  ellas  refrescar  su  ardor 

Tal  vez,  me  dije,  su  cristal  sereno 
Oculta  inmundo  y  asqueroso  cieno; 

Y  separé  mi  vista  con  horror: 

Era  una  flor  graciosa,  soberana, 
Que  entre  las  otras  se  elevaba  ufana. 
Haciéndoles  las  frentes  inclinar; 

Y  su  aroma  á  lo  lejos  esparcía. 
Cuando  la  brisa  lánguida  venía 
Sus  encendidas  hojas  á  besar. 

Quise  el  perfume  respiraa  ansiosa, 
Que  del  nítido  cáliz  de  la  rosa  : 
Se  alzaba  penetrante,  embriagador; 

Mas  ¡ay!  al  punto  de  terror  helada 
¡Cuántas  espinas,  murmuré  espantada, 
Defenderán  el  tallo  de  Ik  flor!  ^ 

Era  un  destejió  de  la  luz  del  cielo, 
Que  Dios  mismo,  cual  rayo  de  consuelo, 
Compasivo  nos  manda  en  su  bondad; 

Del  manantial  encierra  la  pureza, 
De  la  flor  peregrina  la  belleza, 

Y  del  sol  la  radiante  faaj estad. 

Quise  un  instante  contciiiplarle  osada; 
Pero  bajando  al  punto  mi  mirada 
Ante  su  deslumbrante  resplandor: 

jOh;  dije  con  amargo  desaliento: 
Plegué  á  Dios  que  te  nubles  al  momento, 
Me  cegaría  acaso  tu  fulgor. 

■:'.''  ^m■    ■■' 

Era  que  el  alma  que  probado  había 
La  hiél  del  desengaño,  %o  podía 
En  tí,  divina  inspiración,  creer: 


90 


!!B\«?  y-ail-ií  '«J  A^3T«f  Ki*  - 


OBRAS  POÉTICAS 


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'•^  ,  i  ■       1 

V      ; 


¡OuáDtas  penas;  angustias  y  dolores 
Bajo  tu  luz,  tu  aroma  y  tus  fu^'ori's 
Me  parecía  <á  veces  entrever! 

Pero  una  mano  amiga  deteniendo 
La  rápida  carrera,  con  que  huye]Kl(j 
De  ese  divino  acento  iba  veloz: 

"Oye  esa  voz  me  dijo  melodiosa, 
Calma  el  dolor,  el  corazón  reposa: 
No  engañan  las  promesas  do  esa  voz. 

Tomó  mi  mano  y  mo  llevó  á  1;»  ruiMdo. 
Mira,  me  dijo,  es  pura  su  corrieute, 
Bebo  sus  dulces  aguas  sin  temor. 

Y  mostrando  la  flor:  Vela,  es  divina; 
¿Hay  acaso  en  su  tallo  alguna  espina? 
Aspira  el  blando  aroma  de  esa  flor, 

Y  señalando  el  rayo  refulgente, 
Que  iluminaba  con  su  luz  mi  frente 
Haciendo  palpitar  mi  corazón:     ' 

Un  destello  de  Dios  es  esa  llama, 
Me  dijo,  si  su  fuego  tu  alma  inflama. 
Sigue  sin  vacilar  tu  inspiración. 

No  es  de  la  gloria  el  áspero  camine» 
Lo  que  te  muestra  el  resplandor  divino. 
Que  puro  baña  tu  abrasada  sien; 

Nó,te  ofrece  del  alma  puros  goces, 
Placeres  que  hsata  ahora  no  conoces. 
De  dicha  inmensa  delicioso  Edén. 

Y  me  arrulla  esa  voz  con  dulce  cauto;. 

Y  no  caen  las  gotas  do  i^i  llanto 
En  las  ondas  de  limpio  manantial; 

Y  me  ofrece  esa  flor  su  casto  aroma, 
Cuando  esa  luz  en  el  oriente  asoma, 

Y  la  droa  con  rayo  celestial 


4/'t'.»r'^,ft'-j— 


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ijtSKí.':.-:'"-  'C'Tf-'í.r^;,'~'.t.i'.- ."!/.. ■>iiv^v..viisedii-*. 


DE  ISABEL  PRIETO.  9  1 


■Inspiracionl  Palpita  satisfecho 
Cuando  te  siente  mi  agitado  pecho 
Llenarlo  con  divina  sensación; 

Y  cual  de  incienso  trasparente  i»uhe, 
Del  corazón  agradecido  sube 
[Jna  tierna  y  sincera  bendición. 

Por  tus  alas  de  fuej/o  sostenida, 
El  alma  de  la  tierra  desprendida, 
A  mas  pura  región  se  siente  alzar: 

Cuando  en  tu  encanto  Oiubriagador  se  t'nciorra. 
Las  jaoz(|UÍnas  pasiones  de  la  tierra 
No  osan  hasta  ella  su  furor  llevar: 

Nunca  un  suspiro  de  tristura  y  pena, 
Ni  una  gota  de  llanto  al  alma  llena 
De  tu  dulce  influencia  arrancarás: 

Como  divina  emancion  del  cielo, 
Solo  resignación,  paz  y  consuoío 
Al  corazón  embelesado  das. 

Mayo  17— 1861  . 


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iliS?":»-;iisSJÍIfiEii.i.. ."' v .'  ,i ..V.-.'''^..-' - ku»í;'-^«í.'i>l^í si-: 


92  OBRAS  POjh'IOAS 


SONETO. 


Entre  sangre  y  escombros  y  ruina, 
Tropezando  con  míseros  despojos,  • 

Triste  cubriendo  los  llorosos  ojos. 
Se  adelanta  una  blanca  peregrina; 

Al  paso  sin  embargo  que  camina, 
Brotan  flores  ahogando  los  abrojos, 
Y  un  sol  de  fuego  de  reflejos  rojos 
Toma  una  luz  purísima  y  divina. 

Al  llegar  de  mi  patria  á  los  umbrale'^, 
Vie'ndose  recibida  con  anhelo: 
"En  gozo  eterno  trocaré  tus  males.i 

Dijo  elevando  su  semblante  al  cielo; 
"Verteré  sobre  México  á  raudales 
Con  mi  llanto  de  amor,  dicha  y  consueloi. 

Guadalajara   Setiemre  14 — 1861 


>f »« 


DI  ISABEL  PRIETO.  93 


A  MI  EXCELENTE  HERMANO 

JTTAXr  VAZiZ^S 


Hermano,  es  nuestra  hora  predilecta, 
Derrama  el  sol  su  resplandor  postrero, 
Hace  caer  el  viento  pasagero 
Las  hojas  que  el  otoño  marchitó. 

¡Tristes  emblemas  de  ilusiones  muertas, 
Que  va  hollando  mi  planta  en  su  descuido! 
Siempre  su  melancólico  crugido. 
La  queja  de  un  dolor  me  pareció. 

En  el  cielo  purísimo  de  Octubre 
Alza  la  luna  su  serena  frente, 
Y  atraviesa  ííu  luz  blanca  y  doliente 
F;l  oscuro  follaje  del  vergel. 

La  brisa  que  los  árboles  agita, 
Los  capullos  besando  cariñosa. 
Mezcla  el  dulce  perfume  de  la  rosa 
Al  perfume  del  nardo  y  del  clavel. 

El  azulado  velo  de  la  nocho    ' 
Va  envolvietido  la  tíerra  lentamente, 
T  esmaltan  este  cielo  trasparente 
Estrellas  mil  con  blando  resplandor. 


rnv/i 


'■  11 


1)4  OBRAS  POÉTICAS 

Da  ol  ave  al  sol  su  tierna  despcíliilu 
Kii  un  canto  tristísimo  y  sontido, 
Antes  do  entrar  á  su  ul)ri;¿adu  nido 
Y  acariciar  los  hijos  de  su  amor. 

Kl  silencio  apacible  interrumpiendo, 
<^no  reinaba  en  ol  campo  solitario. 
So  escucha  la  cu ih pana  del  rosario 
Vibrar  con  triste  y  misterioso  son. 

En  esta  hora  solemne  do  recuerdos, 
Trasportándome  lí  una  época  lejana, 
La  triste  vibración  do  esa  camj)ana 
De  recuerdos  inunda  ol  corazón. 

jOuántos  cuadros  distintos  se  presentan 
En  Qnte  sitio  amado  á  mi  memoria! 
Página  tierna  y  triste  de  mi  historia, 
Todo  lo  encuentra  el  corazón  aquí. 

El  verde  césped  que  sus  calles  orna. 
Aun  conserva  las  huellas  de  mi  llanto; 
De  dicha  inmensa  al  indecible  encanto 
Latir  aquí  mi  corazón  sentí. 

Aquí,  bajo  estos  árboles  frondosos, 
Por  la  primera  vez  brilló  en  mi  mente 
De  inspiración  el  resplandor  ardiente, 
Que  el  alma  de  la  niña  deslumbró. 

En  este  mismo  sitio,  en  esta  hora, 
De  e.sta  luna  á  los  pálidos  fulgores. 
Tímidas  se  entreabrieron  mis  mDos  Hores* 
Que  la  brisa  de  Octubre  acarició. 

Tienes  razón,  al  espirar  la  tarde, 
Kenuano,  piensa  en  mí,  porque  esta  hora 
£n  que  un  recuerdo  el  oorazon  implora 
ÜH  hora  de  recuerdos  en  verdad. 


.•J'.-.-'.  *  .-.>-,  t-tn-v.'-  :\'^:''''\  t >' 


l'i  11  mMm 


<r      >-  ■i'fciriilitÉ 


DK  I8ABKL  PRIKTU.  95 

Kntregada  al  oncanto  xloloroso 
])o  una  dulce,  letal  inelancolia, 
Se  go/.a  cual  la  tuya  ol  alma  míu 
JX'l  campo  en  la  troiir|uila  Hclodad. 

tloy  vagamlo  cual  siouipre  Holitnriu, 
Do  mi  Escoba  querida  en  la  alamodn, 
Hallo  bajo  su  c.spl<indi<la  arboleda 
Una  dulco  y  tristísima  improsion.  ". 

Y  en  esta  hora  suave  que  pintara 
Con  tal  dulzura  tu  sentido  acento, 
Ofrece  cariñoso  un  pensamiento 
A  tu  tierna  amistad  mi  corazón. 

Escoba,  Octubre  I :{   - 1»6 1 . 


•  -      I 

90  OBRAS  POÉTICAS 


SHi 


ÜARIAÁf  IGIL. 

<2  »■  i»  -  L^ 


Cándida  flor  por  el  aura 
Do  la  inocencia  mecida, 
Bella  niña  quo  á  la  vida 
Acabas  ahora  de  entrar; 

A  esto  mundo  de  pesaros 
Apenas  del  cielo  viene!=, 
Cuando  ya,  mi  vida,.tione.s 
Motivos  para  llorar 
•  •♦• 

Cuántas  veces  en  tu  suoño 
Ajjacibhí  Y  soMcofidf), 
13e  tu  padríi  liion  fiíuai'o 
¡AX  tierna  Uivánv.u  Ncrás; 

K  iina«];innn<lo  que  sientes 
Sus  paternales  abra/os 
A  üus  cariñosos  bra/os 
Tus  bracitos  tenderás. 

jAy!  y  es  tan  sólo  un  ensueño, 
Es  tan  sólo  una  quimera, 


'  ■•* : 


■^..A..'.      ■     *; 


DE  ISABEL  i»Rl<K/l'U.  ^7 


\  I) 


4 


Que  te  halaba  l&onJoKt>i« 
CoHHU  liechÍKOfiíigañikdüi'; 
•  )  Y  cuando  tui<)ierao!]»lbioV 
Aun  süi  mudve  baibucutnie;  i  > 
Tu  corazón* mócente  •  r--t:  ■•• 
Ya  ha  conocido  el  -dolor. 

Tal  vez,  nú  pol>re  paloma, 
Por  tu  dCsSventura  oros 
Uno  de  esos  dulces  seres 
Nacidos  ptxra  sufrir; 

Una  do  esas  almas  tiernas, 
Flores  ¡ay!  del  sentimiento, 
Que  prueban  el  sufrimiento 
Al  empcjíar  á  vivir. 


■Ohl  plegué  á  Dios  que  se  canso 
Presto  la  desdicha  íiera, 
Y  (|uo  tu  pena  primera 
Sea  la  íiltirna'táínbien. 

Pl  ';vuo  al  cieio  que  amorosa 
To  concemple  la  fortuna, 
Y.  te  haga  dcod»!  la  cuna 
Da  la  existencia  un  Edén. 

i>ulcoerica:ito  del  ainigo, 
Cuya  tenuira  for viente, 
V'VJ  para  nií  puu-.  '¿.['--.í-.i 
j>o  dicha  éliispiracioü; 

lUíalidad  encantadora 
De  SUS'  lilas  dulces  quimeras; 
Aun  antes  de  que  nacieras 
Te  amaba  mi  corazón.  ■        " 

Hoy  en  estranjera  tierra, 
Por  el  pesar  devorada, 


<. 


t 


9S  OJIIIA8    rulTlOA». 

'Heno  «1  alma  (lenolaclH 
Vn  recuerdo  para  ti; 

y  luiéntraM  puedo  estrechara 
£ntre  mis  brazos  un  día, 
Un  tierno  beso,  María, 
Hoy  te  envío  desde  aquí. 

Marzo  Ifl~-1804. 


*     k 


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-►<♦►■♦- 


DB  ISABBL  PEIETO.  í)í) 


...-.i 


^^L      DESGF^ACIADO     AUTOI^ 
DE 

"TIN  TIPO  DEL  SiaLO." 


Tú  que  así  la  mujer  has  conc^ido, 
Y  con  tan  negras  sombras  la  has  pintado, 
¿No  has  sido,  por  tu  mal,  jamas  amado, 
Ni  lo  que  es  el  amor  has  comprendido? 

¿Una  madre  amorosa  no  has  tenido 
<¿ue  tu  suefto  infantil  haya  arrullado. 
Ni  el  l)oso  fraternal,  puro  y  sagrado, 
Del  labio  de  una  hermana  has  recibido? 

»Si  de  una  casta  esposa  la  ternura, 
De  una  madre  el  afecto  sobrehumano 
Hubieras  conocido,  en  tu  locura 

No  ultrajaras  con  labio  audaz,  profano, 
A  la  que  es  el  consuelo  y  la  ventura 
Del  niño,  del  adulto  y  del  anciano. 


-M#»-»- 


ca.:'¿S¿,^-:-r- 


•Vf:<í^ 


100 


OBJftAtl  POÉTICAS/ 


^■'■:  J 


-0N  ÍeCÜER'DO. 


M. 


1  • 


"     '  ♦    I'.*  •  !  •>     I  •  í  f  1    <  «I !  1  f  »  •       ' 

Era  una  de  esas  noches  templacUis  y  serínias", 
Reflejo  de  las  noches  de.  mi  país  natal, 
Do  una  tristeza  vaga  y  misteriosa  llenas, 
Como  el  {)rii»ie%'siispiro tté'úñ  alma  virginal. 

Brillaban  las  estrellas  cual  pálidos  dia>nantos, 
])e  tra.sparento  niebla  bajo  el  libero  tul. 

Y  entro  sus  blancos  pliegues  perdidas  por  instantes, 
Graciosas  tachonaban  ol  firmamento  azui. 

Lánguida  y  .apacible  la  luna  se  retleja 
En  el  ir» menso  espejo  del  azulado  mar, 
Y. de  chispeante  plata  una  ancha  franja  deja 
La  c-puma  ¡hy  sus  olas  brillante  ihiuiinar, 

•   Coi'cano-i  :1  h;  orilia  levantan  arrogantí..s. 
Sns  Tiuístilcs  esbeltos  con  gracia  y  mage.itad, 
Ljo  baques  que  dibujnn  sus  formas  eleprantes;. 
Enmedio  de  esta  blanca,  serena   claridad. 

Parece  allá  á  lo  lejos  que  la  ciudad  dormida 
Reposa  ya  en  los  brazos  del  sueño  postrimer, 

Y  en  medio  del  silencio  y  de  la  sombra  hundida, 
No  encierra  ya  en  su  seno  trabajo  ni  placer. 


■i^.r  >••■.■.=(»■ 


.^í^.'^iSfT' 


DK  ISABEL  PEIETO.  101 


No  llegan  á  eskA  aHúva  ras  >v«;oes ,  anim&daa, 
Los  gritos  del  contentor  ksf  qpacjas  del  dolor;  / 
Se  escachan  solamente  las  olas  agitadas, 
Que  azotan  en  lá  playa' con  láágnldo  rumor. 

Es  un  paisaje  lleno  4®  eálma  y, hermosura 
Que  inspira  sentiimontos  de  suave  bienestar... 
iPor  esta  luz  bailado  tan  apacible  y  pura 
Pudiera  tanta  diciiiá'&Mentíe  recordar! 

Mas  no  hay  en  este  Ambiente  el  penetrante  aroma 
De  rosas  y  aimhMeA, . vi^^e^  y,  ^^.*    ¡    > 
Que  la  templada  brisa  de  nuestra  patria  toma 
A  las  fragantes  iflxyrés  de  su  etemiil  vergel. . ' 

£1  aire  no  aÍKalBÍe9aiiiiipaee.to^  k  Duil^es,    ; 
Su  hueUik  lumifK>s$k;dejand9  tras  de  si; 
Ni  se  oyen  esos  vagos  mur  Jiullos  ó  cantares. 

Que  la  natura  toda  alza  armoniosa  allí .'.  « 

.  ■■ ,         ... «»^^, 

N<S,  falta  á  £ste  paisage  magnificóla  vida. 
La  vida  que  desborda  con  fuerza  por  doquier,.  .^ 
En  esa  bella  tierra  del  cielo  bendecida 
D6  anhela  con  tal  ansia  mi  corazón  volver. 

De  súbito,  el  sileincio  profundo  interrumpiendo-, 
Y  de  einocion  haciendo  el  alma  palpitar, 
A  su  secreto  voto  por  magia  respondiendo 
De  música  se  escuchan  ios  ecos  resonar. 

Cual  si  de  un  bello  cuadro  cubierto  con  un  velo,. 
Rasgárose  de  pronto  al  lúgubre  crespón. 
Hallé  cual  nunca  bello  purísimo  este  cielo. 
Cual  nunca  en  esta  tierra  gozó  mi  corazón. 

Es  que  memorias  dulces  vinieron. á  millares 
En  su  gracioso  vuelo  el  alma  á  arrebatar; 

p— 15^ 


U 


„Jtiiá¡i¿¿„t^- 


102  OBRAS    POÉTICAS. 

Quo  en  alaq  de  esas  notas  atravesé  los  mares, 

Y  me  encontré  dichosa  on  mi  risueño  hogar. 

Y  vi  los  corredores  bailados  por  la  luna,     ' 
Mis  flores  tan  queridas,  la  fuente  y  el  jardín; 

Y  vi  sombras  amadas  pasar  una  por  una. 
Dando  la  ansiada  dicha  al  corazón  al  íin. 

Y  vi  también  la  noche  tan  bolla. .  ¡Oh!  No  abandona 
El  alma  este  recuerdo  que  siempre  dulce  halló, 

En  que  ciftÓ  mi  frente  ^ié^íirlftsta  fa  corona. 
Que  tierna  é  indulgente  mi  píítria  me  ofreció. 

•i       «*      I'  '      '    .r.     '    iu  -     ,..      : 

Que  de  esa.  recfompertsa  tan  poco  merecida, 
A  los  débiles  ecos  de  mi  humilde  laúd, 
Conservará  por  siempre  el  aítna  conmovida, 

Recuerdos  de  profunda,  sincera  gratitud. 

Y  de  esas  dulces  notas  los  mágicos  acentos, 
Me  han  hecho  tan  queridas  memorias  evocar... 
¡Oh!  gracias  al  amigo  que  hiciera  esos  momentos 
Del  sueño  del  pasado  tan  bellos  despertar. 

Y  á  esa  naturaleza  que  desojada  y  fría 
En  sus  amargas  horas  el  corazón  halló. 
Con  esa  deliciosa  dulsícima  armonía 

El  misterioso  encanto  ae  la  ilusión  prestó, 

Adiós.  Si  en  algún  tiempo  tu  anhelo  ó  tu  destino 
Los  juveniles  sueños  de  fama  ó  de  ambición. 
Te  llevan  en  su  raudo  violento  torbellino 
A  ese  país  tan  bello,  tan  caro  al  corazón; 

Busca  mi  hogar  modesto  do  reina  lo  ventura 
De  do  se  alejan  tristes  la  pena  y  el  afán, 
Que  allí  hay  un  paraíso  de  calma  y  de  frescura 
Do  manos  afectuosas  la  tuya  estrecharán. 

San  Francisco,  Setiembre, — 1864. 


DE  ISABEL  PRIETO.  103 


A  MI  AMADA  HERMANA 


hx-ím  j 


i  .  y 


Cual  talismán  qu^  en 4a  fortuna  varia, 
Del  dolor  te  defienda  decidido, 
Mi  corazón  te  ofrece  enternecido, 
Ésta  humilde  y  modesta  trinitaria. 

De  roció  una  gota  solitaria 
Como  í^ota  de  un  llanto  contenido, 
Temblorosa  en  su  cáliz  se  lia  escondido .... 
Es  la  voz  de  mi  férvida  plegaria. 

En  esta  hora  solemne  de  tu  vida. 
Que  ella  te  exprese,  hermana,  lo  que  .siento 
De  contrarios  afectos  combatida; 

Y  recuerdo  eternal  da  este  momento> 
Doquier  ¡ay!  que  la  suerte  nos  divida, 
Te  lleve  de  tu  hermana  un  pensamiento. 

Mayo  17.— 1866. 


-••■»*M- 


104  OBRAS  POÉTICAS 


A.  ISdlI  KIJO 


¡Hijo!  prenda  de  amor  santa  y  querida, 
Encanto  delicioso  de  mi  vida, 

Luz  de  mi  corazón; 
Déjame  contemplarte  en  mi  embelnso, 
Acércate,  mi  bien,  dame  otro  beso .... 

¡Cuan  dulces  hijo  son! 

Refresca  el  corazón  tocar  tu  frente; 
Hace  tu  alma  serena  é  inocente 

A  la  mia  sentir 
Esa  calma  apacible  de  la  infancia, 
Tan  llena  de  candor  y  de  ij^norancia 

Del  mundo  y  del  vivir. 

¡Gracioso  querubín  de  faz  divina. 

Puro  como  la  estrella  vespertina, 

De  nítido  fulgor; 

Tierno  como  el  cantar  de  la  paloma, 

Cándido  y  virginal  como  el  aroma 
De  inmaculada  flor! 


DE  ISABEL  PRIETO.  105 


Si  ha  sido  muda  para  tí  mi  lira, 
Es  que  el  sublime  afecta  que  me  inspira 
Inmenso  celestial, 

Encuentra  la  palabra  ddbil,  fria 

¡Oh!  no  puede  expresarse,  vida  mia. 
El  amor  maternal. 

Ante  el  goce  sereno  ó  infinito, 
Que  ese  amor  inmortal,  santo,  bendito 

Hace  al  alma  probar, 
Enmudece  la  lira  del  poeta. ... 
Una  dicha  tan  pura,  tan  completa 

No  se  puede  cantar.      ^ 

• 

•Hijo! ¿  En  esa  palabra  no  se  encierra 

La  armonia  mas  dulce  de  la  tierra? 

■La  del  ciclo  también! 
¡Hijo!  á  este  nombre  el  corazón  agita 
ÍJna  emoción  tan  pura  é  infinita. ... 

¡Ven  á  mis  brazos,  ven! 

>si  la  luz  apacible  de  la  aurora,  r  ;- 
Cuando  las  "nubes  en  Oriente  dora 

Con  tintan  <ie  coral; 
Ni  el  capullo  fragante  de  la  rosa,      .,, 
Qne  inclina  con  un  beso  cariñosa. 
La  brisa  matinal; 

Ni  de  la  luna  el  rayo  iifasparente, 
Que  platea  las  aguas  de  la  fuente 

Con  blanco  rj^plandor; 
Ni  de  la  tarde  el  diáfano  celaje; 
Ni  el  aura  que  mnrmiiTa  entre  el  follaje 
Un  suspiro  de  amor, 

Son  tan  bellos  al  alma  enagenada 
Como  tu  voz,  tu  risa,  tu  mirada, 

Tu  £d€^pda  inluitil ....  ' 


106  OBRAS  POÉTICAS 


¡Oh!  tú  eres  para  mí  la  luna  bella, 
El  fragante  botón,  la  blanca  estrella, 
La  mañana  de  Abril. 

t 

Cuando  tu  padre  sobre  mí  inclinado 
Te  contempla  en  mis  brazos  extasiad  o, 

Y  no  vé  mas  allá; 
Mientras  tú,  sonriendo  dulcemente, 
Le  diriges  con  labio  balbuciente 

Un  armonioso  ¡Pd! 

Cuando  tus  brazos  hacia  él  tendiendo, 
Tus  confusos  acentos  repitiendo 
No  le  dejas  partir, 
Humedecerse  su  mirada  veo, 

Y  una  dicha  tan  pura  en  ella  leo 

¡Hijo  amar  es  vivir! 

Tal  vez  llegará  un  dia  en  que  las  penas 
Empañarán  las  horas,  hoy  serenas 

De  tu  vida  feliz; 
En  que  el  soplo  letal  do  los  dolores 
Despojará  de  tu  ilusión  las  flores 
De  aroma  y  de  matiz. 

Plegué  al  cielo  que  entonces  en  tu  duelo 
Puedas,  hijo,  cual  hoy,  paz  y  consuelo 

En  mi  seno  encontrar; 
¡Oh!  plegae  á  Dios  que  tu  angustioso  llanto 
Pueda  yo,  como  hoy,  mi  dulce  encanto, 
Cott  un  beso  enjugar. 

Pero  hoy  que  aou  limpio  el  firmamento  ostenta 
Para  tí  su  zafir,  que  la  tormenta 

Aun  no  brama  cruel; 
Hoy  qtte  estíos  en  el  puerto  todavía. 
Hoy  que  átíá  bo  Wzas  á  U  miar  bravia 

lÁy?  IvL  írUgil  bajel; 


DE  ISABEL  PKIETO.  10  7 

Duerme  sobre  mi  seno  reclinado, 
Duerme  mientras  te  arrullo,  hijo  adorado, 

Con  un  canto  d3  amor. ... 
¿Te  sonries'...  Sin  duda  entre  tu  sueño 
V^es  un  ángel  radioso  y  halagüeño, 
Que  te  ofrece  una  flor. 

No  tiembles...  Esa  lágrima,  hijo  mío, 
Que  ha  caido  en  tu  frente,  es  el  rocío 
Puro  del  corazón; 

No  la  arranca  una  pena  imaginaria 

Esta  lágrima  al  par  que  una  plegaria 
Es  una  bendición. 

Setiembre  7.-1807. 


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.yw. 


108 


o  BlUS  POÉTICAS 


I  «na  artiste 


§ 


— ¿Adonde  vas,  graciosa  pere{:5rin;i, 
Por  esa  senda  estéril  y  pendiente? 
¿Adonde  vas  trocando  dulcemente, 
En  una  lior  fragante  cada  espina? 

Un  destello  purísimo  ilumina 
Tu  magestuosa  y  elevada  frente  .... 
¿Dónde  vas  sonriendo  blandamente? 

— Voy  rt  cumplir  una  misión  divina 

— Y  ¿cuál  es  tu  misión,  hermosa  hada? 

— Calmar  las  penas,  enjugar  el  llanto, 
Hacer  dulce  al  -mortal» esta  morada. 

Al  encender  en  mi  alma  el  fuego  santo, 
Para  cumplir  esa  misión  sagrada, 
Me  ha  dado  Dios  las  notas  de  mi  canto. 

Guadalajara,  Enero  28. — 1868. 


»<»»4.- 


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DE  ISABEL  PRIETO.  109  í^  ^  . 


A   MI   APKKC'IAIJLE   Y   BUEN   AMIGO 

ELSÍ^«  DRx  D,  JüA]N[  B.  Hí JAÍ|  Y  HARO. 

Dpdicándole  el  Drama  "L'spiaaB  de  un  Error." 


f: 


Hoy  mi  modesta  ofrenda  te  presento, 
Do  einocione.s  profundas  agitada, 
Pobre  como  es  el  don,  es  delicada 
Y  sincera  expresión  de  un  sentimiento. 

Aunque  expresarlo  bien  en  vano  intento, 
No  arrojaré  rhi  4ira  desolada, 
Tu  alma  do  arde  esa  llama  inmaculada 
Comprendp"  de  amistad  el  tierno  acento, 

¡Pura  Y  santa  amistad!  Yo  la  bendigo, 
Ella  es  en  el  desierto  verde  palma, 
Puerto  do  se  halla  en  el  áolor  Ixbifigo, 

Bálsamo  dúlpe  óiie  las  penas  caTma 

íOh!  tú  sabes  muy  bien,  mi  buen  amigo, 
<^ue  el  amigo  es  el  raédicQ  clel  alma. 

'  *>  '   '    — *^^"7r  «».,     f-  . 


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lio  OBRAS  POÉTICAS 


HIMNO 


¡Caridad,  liija  santa  del  cielo, 
Que  en  la  tierra  bendice  el  mortal! 
¡Manantial  de  celeste  consuelo; 
De  infinito  placer  manantial! 

•Oh!  ¿quién  es  esa  candida  virgen. 
De  faz  dulce,  purísima  y  béHa, 
Que  doquier  va  dejando  en  su  huella 
Blando  aroma  y  sereno  fulgor? 

En  su  frente  apacible  y  hermosa. 
Por  la  luz  de  Ion  cielos  bañada. 
Se  refleja  de  Dios  la  mirada 
En  un  rayo  de  paz  y  de  Atom. 

Caridad  etc. 

A  su  vista  la  madre  infelice 
Que  sintiendo  su  leno  agotado, 
En  la  frente  del  hijo  adorado 
Deja  el  llanto  de  angustia  caer, 


DE  ISABEL  PRIETO.  111 


Se  arrodilla,  sintiendo  que  enjuga 
Esa  mano  piadosa  su  llanto, 
Que  en  la  herida  de  su  hondo  quebranto 
Viene  un  bálsamo  dulce  á  verter. 

Caridad  etc. 

•'■J'S^' joven  que  gime  y  solloza. 
Ante  un  lecho  de  muerte  postrada, 
A  su  madre  contempla  angustiada 

De  dolor  y  miseria  espirar 

Caridad,  tu  divina  sonrisa 
Ese  misero  lecho  ha  bañado, 
Y  á  la  triste  mansión  has  logrado 
La  salud  y  la  dicha  llevar. 

Caridad  etc. 

Solo  y  débil  se  encuentra  en  el  mundo 
Sin  asilo  y  sin  pan  ese  anciano. 
La  piedad  solicita  su  mano. 
Que  una  espada  sostuvo  tal  vez; 

Pero  un  ángel  de  diáfanas  alas 
Hacia  él  tiende  su  rápido  vuelo; 
Un  alivio  ha  encontrado  en  su  .duelo, 
Un  apoyo  en  su  triste  vejez. 

Caridad  etc. 

Esos  niños,  que  huérfanos  lloran, 
De  hambre  j  frío  temblando  aterrados, 
¿Morirán  por  el  mundo  olvidados? 
¿Morirán,  celestial  caridad? 

ííó,  ya  el  ángel  que  escucha  su  queja 
Los  estrecha  en  purísimo  abrazo, 
Los  abriga  en  su  blando  regazo, 
Les  sonríe  con  tierna  bondad. 

Caríd&d  etc. 


112  OBRAS    PülCTICAS 


Sí,  bendita,  bellísima  virgen, 
J3e  faz  dulce,  apacible  y  serena, 
Que  doquier  vas  calmando  la  pena 
Y  ahuyentando  el  amargo  dolor; 

En  tu  frente  tranquila  y  hermosa, 
J'or  la  luz  de  los  cielos  bañada, 
Se  refleja  de  Dios  la  mirada 
En  un  rayo  de  paz  y  de  amor.       * 

Caridad  ote. 

Junio  29— LSC8. 


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DE    ISABEL  PRIETO.  113 


A  UNA  VIOLETA. 


Dulce  y  tímida  violeta, 
Que  te  cubres  de  tus  hojas 

Con  el  manto, 

Y  velas  tu  faz  inquieta 
Cual  si  temieras  congojas 

Y  quebranto; 

Del  alma  pudor  emblenia, 
Huyes  del  sol  esplendente 
La  mirada; 
Que  el  sol  ;ayl  las  Üores  quema.. 

Y  amor  quema  al  alma  ardiente 

Delicada. 

Cuando  en  el  límpido  espejo, 
Que  le  ofrece  sosegada 

La  laguna, 
Se  mira  en  blanco  reflejo 
La  tibia  luz  argentada    ; 

De  la  luna; 


114  OBRAS  POÉTICAS 


Alzas  la  faz  dulcemente, 
Tus  perfumes  á  la  hermosa 

Enviando; 
Mientras  te  dice  el  ambiente 
Lánguida  queja  amorosa, 

Suspirando. 

Y  cuando  la  blanca  aurora 
Diáfanas  perlas  derrama 

En  tu  frente; 
Cuando  el  cielo  aun  no  dora 
Del  sol  la  ardorosa  llama 

Refulgente; 

,   De  tu  (Jps.el,  do  fqjlajc,  ■; 

La  verde  bóveda  umbría 

Penetrando, 
En  tu  divino  lenguaje, 

Un  saludo  das  al  dia 

Triste  y  blando. 

Pálida  ñor  misteriosa,. 

Cuyt^  frágil  licnuosura 

jVle  cnagcuM; 
JunLo  á  tí  la  altiva  rosa 

Y  \>i  ¡)Gi'iuma(la  y  pura 

Azucena, 

Hacen  de  su  fresco  brillo, 

De  sus  colores  y  aroma 

Vano  alarde; 

Que  tu  atavío  sencillo 

Las  tintas  al  cielo  toma 

De  la  tarde. 

Por  eso  la  sombra  vaga, 
Que  roba  de  tu  semblante 
Los  colores, 


m 


DE  ISABEL  PRIETO.  115 


Dulce  el  corazón  halaga  jt^ 

Más  que  la  tinta  brillante  ^  ' 

De  otras  flores. 

Yo  no  sé  donde  he  leido 
Sobre  tí,  flor  inocente, 

Triste  historia,  j^ 

Que  guarda  como  ün 'gemido  I- 

Melancólica  y  doliente 

La  memoria.  \i  ^ 


Dicen  que  tu  blanda  esencia. 
Que  tu  purísimo  aliento 

Perfumado, 

De  una  mezcla  de  inocencia 
Y  amargo  arrepentimiento 

Se  ha  formado. 

Si  es  eso  cierto,  por  eso 
Hay  en  tu  dulce  belleza 

Tal  encanto; 

Por  eso  hay  tanto  embeleso 
En  tu  lánguida  tristeza 

Y  en  tu  llanto. 

Por  eso,  íior  solitaria. 
Cuando  te  mece  la  brisa 
Amorosa, 

Es  tu  aroma  una  plegaria, 
A  la  par  que  una  sonrisa 
Deliciosa. 

Recuerdo  que  allá  en  mi  infancia, 
Al  verte  lozana  y  pura, 
Yo  creia 


.-J-ljt-.'-'.'   '.'./<   >       L.,',r-',ÍV!-  i'  .4  .',.':.ílíi.-^---* 


116  OBRAS  POÉTICAS 

Que  era  tu  dulce  fragancia 
Un  perfume  de  ventura 

y  alegría. 

Porque  en  esa  edad  serena, 
En  que  el  nlma  sosegada 

Y  tranquila, 
Ignora  la  amarga  pena, 
Que  deja  en  llanto  arrasada 

La  pupila; 

No  comprendiendo  ¡inocente! 
El  dolor  que  un  día,  impío 

Nos  devora, 
AI  ver  tu  llanto  doliente 
Creí  ¡ay!  que  el  rocío 

De  la  aurora. 

Hoy  han  pasado  los  años, 
Y  la  seiKlfi.  recorriendo 

De  la  vida, 
Han  ido  los  desengaños 
En  el  corazón  abriendo 

Honda  herida; 

Hov,  cual  entonces,  no  iíjnoro 
Las  penas,  que  ya  he  probado 

Su  amargura; 
Hoy  comprendo  bien  tu  lloro, 
Que  yo  también  he  llorado 

Con  tristura. 

Hoy  encuentro  en  tu  fragancia 
Esa  expresión  de  tristeza, 

De  quebranto. 
Que  no  encontraba  en  mi  infancia, 
Y  que  presta  á  tu  belleza 

Tal  encanto. 


DK  ISABEL  PRIBTO.  117 

Por  eso,  flor  solitaria, 
Cuando  te  mece  la  brisa 

Cariñosa, 
Hoy  comprendo  tu  plegaria. 
Como  entonces  tu  sonrisa 

Deliciosa. 
Guadalajara,  Julio  12  de  186H. 


•  *  ;         .     <  'f  'i, 


-><»»< 


118  OBRAS  POÉTICAS 


A  UNA  MARIPOSA. 


¿Adonde  el  rápido  vuelo 

Tendiendo  vas,  mariposa? 

¿Por  qué  desdeñas  la  rosa, 
Gala  del  fresco  pensil? 

¿Por  qué  miras  con  desvío 

El  lirio  de  pura  frente* 

Y  la  azucena  inocente, 

Blanca  corona  de  Abril? 

¿Adonde  vas  desplegando 
Tus  alas  de  mil  colores? 
iQué  buscas  entre  las  flores 
Que  no  puedes  encontrar? 

Dicen  que  inconstante  y  loca, 
Siempre  en  pos  de  falsos  goces, 
La  ventura  no  conoces 
Que  puede  el  cariño  dar. 


DE  ISABEL  PRIETO.  119 

¿Pero  eso  es  cierto?  ¿Qué  saben  • 

Los  que  te  juzgan  ligera  . 

Si  eres  la  fiel  compaflera 
Del  objeto  de  tu  amor? 

¿No  dices  al  alejarte 
De  la  azucena  y  la  rosa, 
Que  no  encuentras,  mariposa, 
Tus  amores  en  la  flor? 

Yo  no  te  ¡uzi^o  como  ellos 

Emblema  de  la  inscontancia 

De  los  sueños  de  la  infancia 
Eres  la  imagen  tal  vez. 

De  eso3  sueños  peregrinos, 
Frágiles  como  tus  al&s, 
Que  ornan  con  sos  frescas  galas 
La  senda  de  la  niñez. 

Así  como  tú  brillantes, 
Y  como  tú  pnsajeras,  ^ 

Las  ilusiones  primeras 
Que  embriagan  el  alma  son: 

Y  al  buscar  en  la  existencia 
Esa  sombra  vaporosa 
Halla  el  alma,  mariposa, 
Que  fué  solo  una  ilusión. 

Cual  huyes  tú  presurosa, 
De  flor  en  flor  revolando, 
El  cruel  afán  burlando 
De  la  codicia  infantil, 

Huyen  los  sueños  dorados, 
Las  deliciosas  quimeras. 
Que  sonríen  placenteras      ' 
De  la  vida  en  el  Abril, 


120  OBRAS  POÍmCAS 

Caprichosa  flor  alada, 
Que  vives  sólo  un  instante, 
Tu  fresco  adorno  brillante 
Debes  bien  presto  perder .... 

Si  toda  dicha  en  la  tlütvu 
Es  una  dicha  ilusoria, 
Tu  belleza  transitoria 
Es  la  imagen  del  placer. 

¿Adonde  vas  desplegando 
Tus  al^  de  mil  colores? 
¿Qné  buscas  entre  las  tlores, 
Que  no  puedes  encontrar?     | 

¿Por  qué'  indecisa  dirig<^s   . 

A  cada  arbusto  ti»  vuolo 

Y  luego  te  aUias  al  cielo 
Cual  si  á  él  quisieras  llef;ar? 

....         (   ».  . . 

«  Algo  al  cóíázoii'  íe  dices 

Tan  dulce,  4^e  si  té  'iniro, 
Ño  eá  tu  gracia  lo  que  admiro 
Ni  tu  brillante  color;    ^ 

Porque  en  los  vagos  delirios 
Que  forja  la  mente  inquieta, 
Para  el  alma  del  poeta 
No  eres  insecto  ni  flor. 

Eres  un  alma  que  vuelve 
De  un  mundo  desconocido, 
Llamada  por  el  gemido        • 
De  otra  alma  que  aquí  dejó; 

Y  entre  la  tierra  y  el  cielo, 
Por  .su  esencia  suspendida, 


DE  ISABKL  PRIETO.  121 


Basca  la  dicha  en  U  vida 
Del  cielo  que  abandonó. 

Por  un  recuerdo  iacofiada 
De  más  completa  ventura, 
Hacia  otra  región  más  pura 
Intenta  el  vuelo  elevar; 

Y  por  la  voz  cariñosa 
Hacia  la  tierra  atraída, 
El  cielo  de  nuevo  olvida 

Y  vuelve  al  mundo  á  bajar. 

Yo  comprendo  bien  que  un  alma 
Se  encuentre  en  el  cielo  inquieta, 
8i  por  su  mal  incompleta, 
Aquí  dejó  su  mitad; 

Que  para  haceVIa  olvidarse 
De  ese  irresistible  anhelo, 
La  felicidad  del  cielo 
Es  débil  felicidad. 

Mariposa,  si  es  un  sueño 
Extravagante  esta  idea, 
Al  corazón  que  la  crea 
Es  diUce  y  consolador 

Pensar  que  puede  la  fuerza 
De  un  sentimiento  profundo. 
Volver  un  alma  á  este  mundo 
En  las  alas  de  ese  amor. 

Pero  ya  entre  nubes  rojas 
8e  hunde  el  sol  en  Occidente, 

Y  la  niebla  trasparente 
Tiende  su  di&lano  tul. 


122  OBHAS  POiTICAS 

Seguir  ño  puedo  mi  vista -^  '  •* 

Tu  vago,  indeciso  vuelo 

Se  confunde  con  el  cielo 
Detusalaselaszal."      •  ' 

M  í.v     ;    >í  I      -Julio  81.-1868. 

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DI  ISADHL  PRIII^.  123 


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pL  LORDERILLO. 


A  MI  HIJO 


Oye  al  pobre  corderillo  . 
Cómo  bala  tristemente; 
Ven  á  acariciar  sa  frente 
Con  tas  labios  de  coraL 

Ven  á  hacerle  un  tierno  halago . . . 
¿Sabes,  hijo,  por  qué  llora? 
Le  arrancó  mano  iraidora 
Del  regazo  maternal. 

Mira,  sus  lánguidos  ojos 
Te  contemplan  con  tristeza, 
Cuando  tu  rubia  cabeza 
Tierno  apoj^as  sobre  mí; 

Es,  tal  vez,  que  el  inocente 
Recuerda  ef  «dichoso  día 
En  que  ana  ínadre  tenía, 
Que  le  amaba  cual  yo  k  tí. "    ' 


124  OBRAS   FOSTIOAB. 

Toma  e]  pan  en  tu  manita 

Y  dáselo  sin  recelo; 

Míralo,  es  tan  pequeftuelo . . 

Acércate  sin  temor. 
Parece  que  te  lo  pide 

Su  suplicante  mirada 

No  temas,  no  temas  nada, 
Querubin  encantador. 

¿Imaginas  un  instanto 
Que  tu  madre  permitiera, 
Si  hacerte  tJgun  mal  pucUera, 
Que  te  acercaras  á  ^?  * 

Hijo,  tal  vez  algún  día 
Te  enseñe  el  destino  fiero 
Que  puede  ser  un  cordero 
;Ay!  el  amigo  más  fiel. 

Este  pobre  animalillo,         ^ 
Que  hoy  temeroso  te  taaira, 
Cual  por  su  madre  suspira 
Por  tí  suspira  tal  veas; 

Y  mas  que  de  un  ser  humano 
Puedes  fiar  ciegamente 

En  Hu  cariño  Inocente 
Sin  engaño  y  sin  doblez. 

Ven,  alisa  con  tu  mano 
Su  suave  lana  sedosa, 

Y  un  lazo  color  de  rosa 
En  su  blanco  cuello  pon;  . 

Llévalo  á  jugar  contigo 
Sobre  la  yerba  d^  prado, 
Para  que  olvide  á  tu  lado 
Que  sufre  su  corazón. 


DI  ISABEL  PRIKTO  125 

Llámalo,  que  do  to  aeenio 
La  deliciosa  armonía  -       ' 
Es  más  dalcoy  vida  mia, 
Que  el  canto  de  nn  serafín; 

T  á  tu  madre  le  parece 
Que  esa  voz  de  encanto  llena, 
Puede,  en  mi  magia,  á  la  pena 
Más  amarga  poner  fin, 

¿No  quiere  ir?  £s  que  teme 
Que  en  tu  indolencia  de  niño. 
Pagues  su  tierno  cariño        ^  ^ 
Con  desden  ó  crueldad^ 

Teme  que  un  dia  llevado 
De  la  humana  lijereza,  ,,-.,: 
Con  desdeñosa  esquiveza         . 
Responda*»  á  su  amistad. 

•PobreeillO!  ¿No  consigues 
Mitigar  su  pena  fiera?    .  . 
¿Quieres  hallar  la  manera 
De  hacer  su  llanto  cesar? 

Ven  conmigo  j  buscaremos 
A  8U  madre . . . .  ¡Qué!  ¿No  quieres? 
¿No  quieres,  hijo;  prefieres 
Verle  sufrir  y  llorar? 

¿Qué  hicieras,  ángel  querido, 
Si  á  tu  madre  te  arrancaran, 
Si  de  ella  te  separaran 
Para  no  volverla  á  ver? 

¿Qué  hicieras  sin  sus  caricia». 
Sin  su  armonioso  cuidado. 
Sin  su  cariño  acendrado, 
Dulce  parte  de  mi  ser? 


126  OBRAS  POlílICAS 

¿Qué  hicieras  si  al  dewpertarte, 
Cual  las  aves,  con  la  aurora, 
A  tu  madre  que  to  a«loia     '      * 
No  hallaras  corea  tle  tí? 

¿Si  no  sintieras  s«s1a1»ío.s,' 
Con  maternal  embclefto, 
l)eslÍ7:ar  un  casto  beso 
En  tus  labios  de  rubí? 

¿Quién  tu  pacífico  sueño 
Arrullara  con  su  canto?         '     ' 
¿Quién  secaría  tu  llanto 
Con  sus  sonrisas  do  amor? 

¿Quién  en  tus  juegos  de  niño 
Tomara  parte  gozosa;"*' 
Volviendo  á  esa' edad  dichosa 
De  inocencia  y  de  candor?      ' 

¿Quién  te  diría  esa  historia 

Del  niño  obediente  y  bueno, 
Que  de  la  ira  el  veneno 
No  encierra  ^n  su  corazón; 

Para  quién  su  Sngé\  custodio. 
Que  entre  sus  sueflos  divií^a, 
Tiene  simpre  una 'Sonrisa 
Y  una  tierna  bcndlcioh? 

¿Comprendes  ya  cuan  amarga 
Fuera  para  tí  la  vida,    ,, 
Si  de  tu  madre  querida 
Te  alejaran  por  tu  m^l/ 

Hijo,  la  dicha  más  pura 
E  infinita  de  la  tierra,  ' 
Tanta  dulzura  no  encierra 
Como  un  beso  inaternal. 


DK  ISABEL  PllIKTa.  127 

Jjieva,  pues,  el  cordeñllo 
A  su  raadre  que  lo  espera .... 
;Cuál  corro  por  la  pradera! 
Ya  mira  ü  »\i  rniv^re  allí. 

Ella  le  llaiiía  gozosa 
Con  balidos  cariñoHOH.  ... 
Míralos  ¡son  tan  dichosos! 
;No  es  iiK'jor  verlos  así? 

;,No  es  mejor  darle  esa  dicha 
Que  le  aleja  de  tu  lado, 
Que  haciéndole  desgraciado, 

El  placer  más  aelicloso 
No  e«  placer,  J)í jo  querido, 
Hi  puede  un  solo  gemido 
A  otro  corazón  costar. 

Ven ....  ¿No  respondes?  ¿Qué  tienes? 
¿EstáH  llorando,  ¿fií  vida?.'. . . 
jEs  ya  una  ilusión  perdida  • 

aun  no  empiezas  a  viviri 

•Prenda  d^l  alma  adorada, 
Plegué  á  Dios  que  siempre  ignores 
Que  del  mundo  en  los  dolores 
Van  los  sueños  á  morir! 

Seca  tullanto,  inocepte;    # 

Me  está  el  al^a  lastimando 

Si  sigues  así  llorando    •         ,r  i 
Voy  k  llorar  yo  también . .  •  - 

•Te  sonríes  y  rode&s 

Tus  bracitos  á  mi  cuello!. , , . 
¡Hiio,  es  á  veces  más  bello 
Este  mundo  que  el  Edén! 

Escoba  Áííosto  30— 1S6(> 


128  OBRAS  POÉTICAS 


EN  X,A  Htr3BBTE 

DE'  MI    SOÉRINA.  ' 


i  ■'  M."    i  • 


Cándido  botón  de  lirio, 
Que  perfumando  el  ambiente, 
Presentabas  tu  alb^  frente 
A  la  brisa  matinal; 

¿Por  qué  en  tu  tallo,  flexible 
Marchito  te  encuentro  ahora. 
Si  aun  brilla  blanca  la  aurora 
Y  aun  no  sopla  el  vcndabal? 

¡Ay!  tal  vez  tú  comprendiste,     . 
Flor  inmaculada  y  pura, 
Que  encierra  un  mar  de  amargura 
Rste  mundo  de  dolor; 

Y  antes  de  llegar  tu  labio 
A  su  copa  envenenada 
Tu  suplicante  mirada 
Húmeda  al;^te  al  Señor. 


DE  ISABEL  PRIETO.  129 

"Padre,  dijiste,  mi  planta 
Halla  muy  rudo  el  camino; 
Sufrir  me  grita  el  destino 
;Y  es  tan  horrible  sufrir! 

Padre,  separa  este  cáliz 
Que  mi  débil  labio  quema; 
Rompe  el  terrible  anatema* 
Que  me  condena  fi  vivir. ti 

Y  Dios  escuchó  clemente 
Tu  fervorosa  plegaria, 

Y  hoy  reposas  solitaria 
A  la  sombra  de  una  cruz. 

Hoy  v-lesde  el  límpido  cielo 
Melancólica  la  luna 
Derrama  en  tu  helada  cuna     < 
Su  tibia,  argentada  luz. 

Hija,  descaní^a  tranquila 
En  ese  lechó  de  florea:  * 
De  esta  vida  los  dolores 
No  irán  á  buscarte  allí. 

Duerme  envuelta  entre  los  pliegue 

De  tu  velo  de  inocencia 

¡Ay!  ¿merece  la  existencia 
Que  te  lloremos  así? 

Pura,  inocente  paloma, 
Que  alzando  rápido  el  vuelo,  , 
Nos  dejaste  por  el  cielo, 
Tu  primitiva  mansión: 

Un  solo  instante  en  la  tierra 
Las  blancas  alas  plegaste, 

Y  por  el  mundo  pasaste 
Como  celeste  visión. 


•M 


130  OBRAS    POÉTICAS 

¿Por  quó  este  llanto  de  ai?gustia 
Que  el  corazón  nos  abrasa, 
8i  cada  instante  que  pasa 
Ha  do  acercarnos  á  tí? 

No  es  tu  ausencia  moineutáii  )ii 

Una  etorna  despedida 

¡Despui's  «le  esta  triste  vida 
Nos  reuniremos  allí! 

Yó  só  entretanto  «[ue  vela 
Por  nosotros,  de  la  altura, 
Con  infinita  ternura 
Tu  alma  pura  y  virginal; 

Que  el  amor,  dulce  querube, 
Sobrevive  i  la  existencia, 
Porque  su  divina  esencia 
Es  como  el  airaa,  inmortal. 

¡Dichosa  tú  que  ignoraste 
Lo  que  es  la  vida  y  la  muerte, 
Do  tus  padres  al  perderte. 
El  infinito  dolor! 

jFeliz  tú,  fresco  capullo, 
Que  un  solo  instante  viviste, 
Y  el  blanco  cáliz  abriste 
En  otro  mundo  mejor! 

Guadalajara,  Noviembre  22.  —1869. 


-+-»#^^- 


DE  ISÁBKL  PKIETO.  131 


Kl    I'RISIO.NKKO    V    L\    (iOLONDRIN'A. 


(f.] 


■fh 


MI  QUERIDA  tía  MADRE. 


La  Golondrina. 

Ya  el  cielo  se  tifie 
De  fuego  y  de  grana, 
Risuefia  y  galana 
Se  entreabre  la  flor; 

El  árbol  sacude 
Su  verde  atavío 
Do  brilla  el  rocío 
Dol  alba  al  fulgor. 

De  tintas  rosadas 
Se  cubre  el  Oriente 
Cual  púdica  frente 
De  virgen  beldad; 

Las  fuentes,  las  aves, 
La  brisa  ligera 
Murmuran  do  quiera 
Dicha  y  libertad. 


,i-i'.-i'H<"ar.cí«í<', 


.   1 
1 


El   P  é-¡s'n)uiii'(i. 

Va  i'i  umancccr:  el  intloclso  wivo 
])e  blanca  ]\v/.,  que  r.nunciíi  la  mnfiMiiu, 
Juc'-a  on  l<-i  estrecha  y  míseva  ventana 
De  mi  oscuní  prir^icn. 
El  concierto  inefable  v  nielodi.').so, 
Que  (le  Dios  alabanclo  ia  ¿jranvloza, 
Eleva  al  despertar  natnralezii, 
Escucha  el  corazón. 

¡Cuiín  bella  debe  estar  iluininadci 
Por  el  alba  serena  la  pradera; 
La  sonrisa  esperando  placciitera 
Del  pa<lre  de  la  lii;<! 
¡Cuan  beiio  desde  un  lecho  de  celajes 
Debe  elevarse  el  sol  en  el  Oriente: 
Majestuoso  apartando  de  su  t'rent(í 
El  li  jero  capuz! 

L'(  Golondrirto, 

Avíí  errante  (•  indolcnt'.', 
Nadie  sient(^ 
Cual  3^0  la  felicidad. 
Sublime  naturaleza, 

Tu  belleza 
¿Owv  vale  sin  libertad? 

¿«7  F'risio'acro. 

¡Qh!  ¡quién  pudiera  contemplar  al  laenoá, 
Limitando  á  mi  vista  el  liorizorite, 
La  verde  cumbre  del  lejano  monte 
Bañada  por  el  sol! 


.  - ; 


^■^f:^^'X.í^^?5*i?',-TviC?» 


BE  ISABEL  PRIETO.  IZZ 


•Un  errante  celaje  lay!  un  fragmento 
De  ese  cielo  tan  puro  y  trasparente, 
Por  la  rosada  luz jJel  sol  naciente 

Tefiido  de  arrebol! 

fi  _■  ;.•,-■■>  V..  / 

La  Golondrina. 

La  traviesa 
Mariposa 
Queá  la  rosa  . 
Y  al  clavel, 

Con  un  beso 
Viva,  ingrata, 
Arrebata 
Dulce  miel. 

Es  menos  dichosa 
Que  el  ave  lijera. 
Que  la  primavera 
Sabe  siempre  hallar; 

Y  ton  rilo  n 'lo  airosa 
El  rápiílo  vuelo, 
Pudiera  liaría  el  ciülo 
Osada  llegar. 

EL  Prisionero. 

¿Qué  canto  suena  en  mi  cansado  oido? 

¡Ay!  es  de  un  ave  el  melodioso  acento 

¡Oh!  no  p.irtas  por  Dios,  c  dma  un  momento 
Mi  pena  con  tu  voz. 
Déjame  contemplarte  un  solo  instante. 
En  las  barras  posada  de  mi  reja. 
Único  ser  que  encucharás  la  queja 
De  mi  tormento  atroz. 

P— 17 


-  .'-!^---K/ 


134  OBRAS  poérioAS 


¿Eres  feliz,  graciosa  golondrina, 
Que  cantas  la  sonrisa  de  la  aurora, 
Mientras  el  triste  prisionero  llora 

De  tu  voz  al  compás? 
¿Ay!  tú  recorres  el  espacio  libre; 
Tú  ves  3I  bosque,  la  montaña,  el  prado, 
Mientr&s  repito  en  lágrimas  bañado: 
¡No  los.veré  jamás! 

La  Golondrina. 

m 

Hombre,  díme: 
¿Por  qué  lloras? 
No  las  horas 
Desperdicies  del  vivir; 

Ven  conmigo 
La  mañana 
Se  engalana 
Con  manto  de  oro  y  zafir. 

Ya  el  sol  dora 
La  pradera, 
Por  do  quiera 
Hay  vida  y  felicidad; 

Canta  el  ave 
Su  ventura .... 
Tú  lloras  con  amargura 

El  Prisionero. 
i  Mi  perdida  libertad! 

La  Golondnna. 
!Ah! 


DE  ISABEL  PRIETO.  13$ 


El  Prisionero. 

Yo  en  oscuro  calabozo  hundido, 
Mientras  tú  admiras  la  natura  bella, 
Ni  alzar  puedo  mi  lánguida  querella, 
¡Que  debe  ahogarse  aquí! 
Mientras  me  pintas  el  risueño  cuadro 
Que  me  arrebata  esa  pared  sombría, 
(Ignoras  que  ni  dicha  ni  alegría 
Existen  para  mí! 

¿Qué  me  importa  que  el  sol  resplandeciente 
Tina  de  nácar  y  oro  el  limpio  cielo, 
Que  apacible  murmure  el  arroyuelo. 
Que  se  entreabra  la  flor; 
Si  se  detienen  mis  nublados  ojos 
De  mi  prisión  en  la  pared  oscura; 
Si  en  mi  oido  una  voz  sólo  murmura 
Desaliento  y  dolor? 

La  Golondrina. 

¡Oh!  yo  también  he  llorado 
Desolada  y  prisionera, 
Mi  suerte  enemiga  y  fiera 
Y  del  hombre  la  maldad; 

Por  eso  cual  nunca  ahora, 
Escuchando  tu  lamento. 
La  dicha  inefable  siento 
De  mi  cara  libertad. 

El  Prisionero. 
¡Dichosa  tú  que  recobrar  pudiste 
Un  bien  por  siempre  para  mí  perdido, 
Tú,  que  has  cambiado  en  canto  tu  gemido, 
Tu  pena  en  goces  mil! 


^^^^i¿gj¿¿á¡s± 


■\^#  1  ::L'^.:>y^íLi->?s5jV^;K-:¿,--.|.;-.'ííi?>ü: 


136 


OBRAS  POÉTICAS 


¡Tú,  que  tendiendo  a\  caprichoso  vuelo, 
Do  quiera  libre  é  indolente  ^firas, 
Y  o)  aura  tibia  y  deliciosa  aspiras 
Del  perfumado  Abril! 

La  Golondrina. 
¡Ahí....  ¿No  oyes?....  Adiós. 


El  Prisionero. 


La  Golondrina. 


¿Te  alejas? 


Oye  e«e  canto  qiiejoso 
Tan  suave  y  armonioso .... 

El  Prisionero. 
|No  me  abandones  cruel! 

La  Golondrina. 

Es  mi  dulce  compañera, 
Que  mis  caricias  reclama, 
Y  que  amorosa  me  1  lanía 
Desde  el  cercano  vcrjo!. 

Bon  ini.s  hijuelos  amudos, 

Dosliimbr;idi»s 
Por  la  matutinji  luz, 
Que  me  llam?ino(>n  sus  trinos 

Arijrentinos 
Desde  ese  verde  sauz. 

El  Prisionero. 

¡Oh!  ¡calla  por  piedad!  ¡Calla!. ...  No  sabe9 
Que  en  el  alma  u:\  p'.u'ial  u»e  estás  clavando. 


*-_  -v-  ^,  :í*.L^:LiaEznr- 


'^¿m:í:ji^ismssM^^tm¿. 


DE  ISABEL  PRIETO  137 


-TT- 


Eses  tiernos  recuerdos  evocando 
Que  atroz  tormento  dan . 
¿Dónde  están  ¡ay!  los  seres  que  idolatro? 
£1  Iiijo  de  mi  auaor,  prenda  querida. 
La  dulce  companera  de  mi  vida, 

¿En  dónde,  en  dónde  están? 


■i 


¡Oh!  ya  la  fuerza  de  sufrir  me  falta 

Tan  espantosa  y  desdichada  suerte/. . . 

¡Si  escuchara  benéfica  la  muerte 

La  voz  de  mi  aflicción! 
|Ay!  ¡hijo,  esposa!  ¡objetos  adorados! 

Vosotros,  dicha  de  mi  vida  un  día,      ;, 

Arrancáis  el  sollozo  de  agqnia 

Que  rompe  el  corazón.         ^ 

La  OolondrincL 

¡Desdichado!  iquién  pudiera 
Calmar  tu  acerbo  quebranto!, 
¡Quién  pudiera  de  tu  llanto      .     .' 
La  amarga  fuente  secarl     ;  : 

¡Una  gota  de  consuelo 
Deiarainar  en  tu  alma  hejrida;- 
En  tu  desolada  vida  ^     •• 

Una  esperanza  s^mb^ar !   •         .     .  > 

El  Prisionero. 

¡Oh!  no  podría  el  corazón  ja  muerto, 
En  la  dicha  esperar, 
Cual  no  puede  eii  la.  arena  del  desierto 
Yetde  yerba  bi^it*r^,^    ...  ,       ,  ,,y 

¿Oyes?  D^.  mi  tieifna  esposa, 
Cariñoaa  .       , 


ÜÜIIi 


138  OBRAS  POÉTICAS 


Llega  la  voz  hasta  aquí 

Me  llama Vuelo  al  momento. 

El  Prisionero. 
¡Qué  tormento! 

La  Golondrina. 
Parto Adiós .... 


El  Prisionero. 

¡Triste  de  mí! 
¿Por  qué  te  alejas  di,  por  qué  te  alejas? 

La  Golondrina. 
En  busca  de  mi  bien. 

El  Prisionero. 

De  nuevo  solo  á  mi  dolor  me  dejas, 
¡No  me  abandones! ¡ven! 

Tá  que  un  instante  mi  pesar  calmaste» 
Bayo  de  luz  en  mi  prisión  caido, 
Escucha  compasiva  mi  gemido 
¡N«  te  alejes  de  mi! 

¡Es  tan  triste  vivir  solo  en  la  tierra 
Sin  un  ser  ¡ay!  que  enjugue  nuestro  llantol 
Alza  de  nuevo  tu  armonioso  canto 

La  Golondrina, 
lü  amada  espera  allL 

El  Prisionero. 

¡Oh!  ya  tendiendo  tus  lijeras  alas 
A  partir  te  preparas  inclemente. . . » 
|No  te  mueve  mi  súplica  doliente! 

La,  Golondrina» 
¡Voy  de  mi  amor  en  pos! 


DB  ISABEL  PRIETO.  139 


El  Prisionero. 

¡Adío»!  Recuerda  al  prisionero  triste, 
Que  un  instante  te  debe  de  consuelo .... 

La  Golondrina. 
¡Adiós! 

El  Prisionero. 

Ya  elevas  presurosa  el  vuelo 

¡Ave  feliz adiós! 

Marzo  29.— 186v. 


■»<»»< 


ÍVA 


140  OBRAS  POÉTICAS 


JA^       U«VÍ«¿^         Jb   J^Jtil/Jttfk^db* 


Entre  los  rotos  cristales 
De  mi  derruida  ventana, 
Se  introducen  de  una  yedra 
Las  verdes  fl.:xib!es  ramas, 
Que  alzándose  cariñoísas 
A  los  maderos  se  enlazan, 
Formando  verdes  festones 

Y  encantadoras  guirnaldas. 
Risueñas  flores  azules 

El  tallo  fráííil  esmaltan, 
Siempre  mirando  á  los  cielos 
Con  cuyo  flzul  se  engalanan; 

Y  en  la  gota  de  rocío 
Que  su  t'r.-sco  cáliz  baña 
Parece  que  lo  reflejan, 
Pareca  que  lo  retratan. 
¿Qué  buscas  bajo  mi  techo, 
Florecilla  delicada. 

Que  parece  que  un  abrigo    • 
Con  tierno  idioma  demandas? 


DE  ISABEL  PRIETO.  141 


¿Temes  acaso  que  fople 
La  teinpefitad  despiaJa<la, 

Y  arrebate  tws.  primores 
y  despedace  tus  galas? 
¿Temes  <iu(j  cl  ardiente  rayo 
Que  fulgente  cl  sol  derrama, 
Tu  fresco  color  marchite 

Y  tu  blando  aroma  esj>arza? 
¿Temes  (jue  la  mariposa 
Que  por  los  pensiles  vaga, 
Robe  la  miel  de  tu  .seno 
Abandonándote  ingrata? 
¿Temes  (pie  mano  atr>ivida, 
Con  indolencia  tirana, 

Del  verde  tallo  te  arranque, 

Y  apurando  tu  fragancia 
Te  arroje  después  al  suelo 
Marchita  y  despedazfida? 
Flor  tan  frágil  y  tan  bella 
Como  los  suf'ños  (¡ue  vagan 
En  los  floridos  verjeies 

Que  recorre  nuestra  infancia; 

¡Cuánto  gozo  al  contemplarte 

Escalando  mi  ventana. 

Para  venir  á  ofrecerme 

En  tu  corola  azulatla, 
Una  promesa  de  dicha 

Qio  en  tu  fresco  cáliz  guardas, 

Y  cual  tímido  suspiro, 

Cun  tu  dulce  aroma  exhalas! 
Así  una  tierna  creencia 
Te  hace  al  corazón  más  grata. 
Flor  azul  como  los  cielos, 
Que  de  esperanzas  me  hablas; 
Que  el  azul  es  para  mí 


142  OBRAS   POÉTICAS. 


£1  color  de  la  esperanza, 
Desde  qne  toda  la  dicha, 
Qne  dulce  la  vida  embriaga, 
En  unos  ojos  azules 
Halló  satisfecha  el  alma. 

Guadalajara,  Febrero  16. — 1869. 


^ 

»<»»4 


i*>  I 


DE  ISABEL  PRIETO. 


143 


AÜÜTOOE  GEAÜAS  DE  US  HEMBUiS. 


SONETO. 


Si  es  la  mujer  tan  vana  como  necia, 
Si  de  su  propio  hechizo  se  enamora, 
Si  díscola  riñendo  se  desdora, 
Si  ignorante  confunde  Roma  y  Grecia; 

Si  aprecia  siempre  á  aquel  que  no  4a  aprecia 
T  sin  motivo  rie,  goza  ó  llora; 
Si  desprecia  cruel  ai  que  la  adora 
£  idolatra  al  que  altivo  la  desprecia; 

¿No  merece  de  necio  el  justo  apodo 
£1  que  buscando  amor,  dicha  j  placeres, 
Siembra  sus  ilusiones  en  el  lodo 

Cifrando  su  ventura  en  las  mujeres? 

Filósofo,  poeta,  y  sabio,  y todo 

¿Por  qué  por  monstruo  tal,  de  amor  te  maeres? 

México  Diciembre  2a->1869. 


»<•»< 


■  » 


144 


OBRAS    PÜÉI'ICAS 


-tyL  Alba. 


Diáfana  luz  indecisa 
Ilumina  el  tirraamento 

Blandamente; 
Como  lánguida  sonrisa 
Del  corazón,  que  un  tormento 

Crudo  siente. 

El  azul  denso  del  cielo. 
Una  tinta  mas  suave 

Va  tomando: 
Su  manto  de  terciopelo 
Va  la  noche  au-*tera  y  grave 

Replegando. 

El  blanco  velo  de  encaje, 
La  niebla  en  pliegues  graciosos 

Recojiendo. 
Con  el  nítido  celaje, 
Se  va  en  giros  caprichosos 

Confundiendo 


■  ;*.1-i  .£  ■.'■SSSmU^^S-'^  ■   .  ■        -•  ;^;;_--  'ÍJJS^.feS  •.■;-S'?í  »í.3ftí»-  ■ 


DE  ISABEL  rRIKTO.  145 


Fajas  du  un  pálido  rosa 
Se  extienden  por  el  oriente, 

Que  ilumina 
La  tenue  luz  misteriosa, 
líisa  dtjl  alba  naciente, 

Peregrina. 

Palidecen  las  estrellas 
Cuandu  esa  luz  nacarada. 

Vencedora 
Borra  las  últimas  huellas 
De  la  noche,  destronada 
Por  la  aurora. 

Nubes  de  púrpura  y  grana 
Tiñe  esc  rayo  brillante, 

.     Delicioso, 
Y  forman  á  la  mañana 
Un  rico  aosel  flotante, 
Majestuoso. 

Se  encíeuflc  el  límpido  cielo, 
Que  un  vivo  reflejo  ardiente 

Tornasola; 
Risnrando  el  diáfano  v<;lo, 
Muestra  el  sol  r<;si)landüciente 
Su  aureola. 

Entonces  naturaleza, 
Hasta  esa  instante  adormida, 

Silenciosa, 
Desplegando  su  belleza, 
Aspira  esa  nueva  vida 

Anhelosa. 


146  OBRAS  POÉTICAS 


Se  agita  el  verde  ramaje 
Con  grato  estremecimiento 

De  alegría 

Tiene  una  voz  el  follaje 
Que  eatona  con  dulce  acento 

Su  himno  al  día. 

Abre  el  lirio  su  corola, 

Y  alza  de  perlas  la  frente 

Coronada; 

Y  se  enciende  la  amapola, 
Al  sentir  del  sol  naciente 

La  mirada. 

Ostenta  la  fresca  rosa 
Con  vivo  placer  intenso 

Su  hermosura, 
Exhalando  ruborosa, 
De  su  aroma  el  puro  incienso 

Con  ternura. 

Ráfagas  vi  vi  ficantes 
De  la  brisa  perfumada 

Matutina, 
Hacen  temblar  por  instantes 
Las  ondas  de  la  cascada 

Cristalina. 

El  arroyuelo  murmura 
Con  voz  argentina  y  quieta, 

Mientras  baña 
Su  linfa  seiena  y  pura. 
En  su  margen  la  violeta 

Y  espadaña. 

El  nido  abandona  el  ave, 

Do  su  tierna  prole  amada 
Aun  reposa, 


DE  ISABEL  PRIETO.  147 


Con  dulce  trino  Huave 
Saludando  la  alborada      . 
Deliciot>a. 

Triscando  con  planta  leve, 
De  la  colina  en  la  falda 

Placenteros, 
Semejan  copos  de  nieve 
Sobre  alfombra  de  esmeralda 

Los  corderos. 

Resuena  allá  en  la  campaña 
Del  pastor  el  canto  agreste. 

Favorito, 
Débil  nota  que  acompaña 
Ese  concierto  celeste 
£  infinito. 

La  naturaleza  entera. 
Palpitante,  con  delicia 

Se  engalana 
Del  sol  á  la  Inz  primera, 
A  su  primera  caricia 

Soberana. 

Todo  goza  y  se  estremece, 
Nuevo  indeñnible  encanto 

Todo  toma: 
La  sombra  desaparece; 
Todo  es  risa,  amor  y  canto, 

Luz  y  aroma. . . . 


Así  en  la  vida  del  hombre, 
Al  primer  rayo  del  alba¡    ' 


148 


OIJUAS  POÉTICAS 

Toílo  es  flores  y  xonrisaí^, 
Todo  cnjsuüños  y  espenur/as. 

Muy  presto  del  8ol  el  fuaj^o, 
Las  marchita  y  lan  al»r.isji, 
DejaTulo  troncos  desoudoá 
ücsilusiones  amarinas. 

O  el  crHpúsculo  (]iiij  vitMie, 
Tendiendo  su  sombra  parda, 
Envuelvo  sueños  y  llares 
En  «u  sombría  mortaja. 

Mas  jay!  el  sol  que  se  oculta, 
Vuelve  á  aparecer  mañana, 
Dando  á  la  naturaleza 
De  nuevo  encantos  y  «jjalas; 

Pero  la  dicha  no  vu«  I  ve, 
Cuando  una  tumba  la  (guarda, 
Que  las  flores  de  las  tund)as 
Son  bien  tristes  y  bien  páii<la«. 

Era  mi  vida  tan  bella 
Como  c<a  Ixílla  alborada.  ... 
Hoy  la  \oS»  óci>n  sei»>ulcro  * 
Posa  cruel  ,i»£>br(»  mi  fJmAr 

México  Dicii.'jnbrí^  Í20  do  ISGO. 


MO»-« 


*  Mi  padre  había  muerto  ^a. 


■  j-í.-i". -  -^^  i.y*'a  "**■  -■    ''' 


1^1  ^SABEJi- l'RJJSTÜ.  r>t49 


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^0*. 


^  MI  Tío  |uAN.f^ 

Ol'RECIÉNDOLE  UN  EJEMl'LAU  DE  iiLAS  DOS  FLORES. 


¿No  te  acuerdas,  mi   buen  tío, 
De  los  tiempos  de  mi  infancia, 
En  que^cual  sobrina  tierna 

Y  afectuosa,  que  cuidaba 
De  U  nalud.fidel  reposo 

Y  del  provecho  do  tu  alma, 
A  toda  i)ora  del  día, 

Con  voluntad  ó  sin  ofiína, 
T©  obligaba  á  que  eseuch&stís 
Las  edifícantcs  máximas, 
Los  saludables  preceptos 
De  la  ({octrina  cristiana? 
Me  acuerdo  cootto  si  ayer 
Hubiera  pasado;  armada 
Con  un  catecismo  viejo 
Peí  vci^erablclüpalcla. 


X 


—  7}  r-t 


50  OBRAS  POÉTICAS 


Tras  de  ti,  sin  compasión 

Iba  por  toda  la  casa, 

La  salve  y  el  padre  nuestro 

Recitándote  en  voz  alta. 

¡T  aun  no  tenía  seis  años! 

¿Y  dirás  que  no  te  encanta, 

Que  siendo  tan  pequeñuela 

Con  tal  empeño  tratara 

De  hacerte  entrar  en  la  senda 

De  perfección  y  de  gracia? 

Ningún  chiquillo  de  escuela. 

Ninguna  vieja  beata, 

Estarían  tan  al  tanto 

De  todas  las  co^as  santas, 

Como  tú,  8Í  hubieras  puesto 

La  atención  que  demandaba 

Mi  respetable  lectura. 

Mis  sermones ....  Pero  nadal 

Tómese  vd.  el  trabajo. 

j  Ay!  de  escribir  en  el  agua, 

De  predicar  en  desierto. 

Tarea  inútil  y  vana. 

De  esos  tiempos  en  memoria, 

Si  el  recuerdo  no  te  espanta. 

El  ejemplar  que  te  ofrezco 

Hoy  de  nLas  dos  Flores,»  guarda. 

Con  el  esmero  y  cariño 

Con  que  á  Luisillo  cuidaras. 

Pensando,  que  si  es  Luis,! 

El  hijo  de  tus  entrañas, 

iiLas  dos  Flores,!!  es  el  hijo 

Primogénito  de  mi  alma. 


X»M' 


"iMi  infltm-ii'  ■ 


DK  ISABEL  PRIETO.  151 


;!:■ 


?.)■ 


LA  MADRE  Y  EL  NIRO. 


Era  una  deliciosa,  purísima  mañana, 
De  esas  mañanas  bellas  del  hechicero  Abril, 
En  que  naturaleza  risueña  se  engalana 
Cifiendo  vsu  florida  corona  juvenil 

Sentada  bajo  un  árbol,  cnyo  follaje  espeso 
Semeja  de  esmeralda  flotante  pabellón, 
La  tierna  madre  cierra  los  ojos,  con  un  beso. 
Del  hijo  á  quien  Arrulla  con  lánguida  cancioa 


Duerme,  hijo  mió,  tranquilo. 
En  mi  seno  reclinado, 
Por  mis  besos  arrullado, 
Defendido  por  mi  amor; 

Duerme  al  abrigo  del  puerto. 
Ignorando  en  tu  inocencia 


151  OBRAS  P0KTICÁ8 


La  irresistible  violencia 
Del  huracán  del  dolor. 

Esta  serena  inafiana 
Es  la  imagen  de  tu  vida, 
Fresca,  risueña,  teñida 
De  púrpura  y  de  coral. 

Duerme;  el  sol  de  tu  existencia, 
Tan  sosegada  y  tan  pura,  X 

Es  hoy  mi  inmensa  ternura, 
Mi  cariño  maternal. 

Otro  amor  vendrá  &lgun  f\íi\ 
A  agitar  tu  inquieta  mente, 
Pero  será  el  rayo  ardiente 
Del  sol  que  al  zenit  llegó; 

No  tendrá  el  encanto  dulce 
De  esa  luz  que  blanca  asoma, 
Ni  el  casto  y  divino  aroma 
Del  amor  que  te  doy  yo. 

jHijo!  absorta  te  contemplo 
En  tu  sereno  reposo, 

Y  te  encuentro  más  hermoso 
Que  esta  mañana  de  Abril. 

Menos  bella  es  la  sonrisa 
De  la  aurora  nacarada, 
Que  tu  límpida  mirada 

Y  tu  sonrisa  gentil. 


¿Dtspiertasf  Me  miran 
Tus  ojos  de  cielo 
Con  grata  sorpresa, 
Con  tierna  expresión. 


I>1  ISABKL  PRIETO.  153 


Oculfcas  jugando 
Tu  rostro  en  mi  seno» 
Que  late  agitado 
De  ri va  emoción.  ,  , 

Tus  labios  balbubén 
Tan  dulces  acentos, 
Que  el  alma  me  llenan 
Í)e  goce  sin  fin. 

Enlazan  mi  cuello 

Tus  brazos  de  nieve 

¡Mi  vida,  mi  enciento! 
¡Querub,  serafín!    '_(y-: 

Traviesa  tu  mano 
Mis  párpados  cierra 
Con  dulce  malicia, 
Con  gracia  infantil; 

Se  apoya  en  mi  labio 
Tu  labio  de  rosa, 
En  él  imprimiendo 
Mil  besos  y  mil. 

¿Adonde  diriges 
Tus  trémulos  pasosl 
¿Por  qué  vacilante 
Te  alejas  de  mí? 

Ya  vuelves;  te  arrojas 
Riendo  en  mis  brazos. . .  • 
Más  bello  que  un  ángel 
Pareces  así. 


Ta  de  nuevo  fatigado 
Por  tu  alegría  inocente, 


154  OBRAS  POÉTICAS 


Becunas  tu  pura  frente 
En  mi  regazo  de  amor; 

De  nuevo  baña  tus  ojos 
Blando,  apacible  beleño, 
De  nuevo  te  envuelve  el  sueño 
En  su  manto  bienhechor. 

iQué  sueñas  que  asi  sonries 
Con  esa  expresión  radiosa? 
¿Qué  visión  fresca  y  graciosa . 
Cruza  tu  mente  infantil? 

¿Es  quizá  un  hada  esplendente, 
Que  de  perlas  y  topacios 
Te  forma  bellos  palacios 
Con  su  mano  de  marfil? 

|0  acaso  ves  en  tu  sueño 
Un  ángel  de  paz  divina, 
Que  tu  sendero  ilumina 
Con  la  luz  de  su  mirar; 

Y  tejiéndote  guirnaldas 
De  claveles  y  de  rosas, 
Te  ofrece  las  mariposas 
Que  anhelas  aprisionar? 

Duerme;  tu  sueño  guardando 
Callan  las  aves  canoras. 
Las  brisas  murmuradoras 
Y  el  cristalino  raudal. 

Duerme,  encanto  de  mi  vida; 
Duerme,  mi  dulce  embeleso; 
No  despiertes  á  este  beso. 
Prenda  de  amor  maternal. 

u:}.  eL      México  Enero  6  do  1870. 

'i\   -if  ■■  '  c.r  ... 


DE  I8ABBL  FBIITO  195 


A  MI  PAYE. 

Esorita  en  nombre  de  mi  Iiijo,  ofreciéndole  nn  reloj,  el  día  de  la  fieitt. 


Mi  obsequio  te  presento, 

Paye  adorado, 
Y  en  verdad  nó  lo  juzgo 

Muy  buen  regalo; 

Que  en  una  vida 
Tan  serena  y  tan  dulce, 

Como  la  mia; 

Detener  su  carrera 

Deben  las  horas, 
Como  mi  alma,  tranquilas, 
^  J  Puras  y  hermosas; 

i 

*  Que  al  alejarse, 

Cada  una,  de  mi  dicha 
Se  lleva  parte. 


156  OBRAS  POÉTICAS 


Déj«me*dÍBf  ru  tarla» 

Hoy  que  Kon  bellas, 
Hoy  qu«  á  la  yedra  el  árbol 

Su  nombra  presta, 

üoj  que  ella  enlasa 
Con  sus  tiernos  renuevos 

Las  fuerte»  ramas. 

Hoy  que  el  nol  ardoroso 

Quemar  no  puede 
De  la  aeul  florecilla 

La  tersa  frente; 

Que  el  árbol  guarda 
Del  sol  y  de  la  lluvia 

La  d^bil  planta. 

í  ♦   .  •  ^    i    -í     f^ 

Mi  obsequio  te  presento; 

Abre  los  ojos . 

Cuando  cumpla  quince  años 

¿Me  darás  tú  otro? 

A  esa  edad,  paye, 
Kste  objeto  es  preciso. 

Indispensable. 

Levántate;  ya  brillan 

Del  sol  los  rayos. 
Cual  la  luz  de  mis  ojos 

Puros  y  claros. 

Hoy  es  tu  fiesta 

¡No  ttngas  por  tu  vida 

Tanta  pereza! 

México,  Enero  28.— 1870. 

M»M 


DI  ISABIL  PRIETO.  157 


A     MI    ESPOSO. 


Trist*  en  medir  el  paso  de  las  horaa, 
Cuando  cada  una  de  ellas,  que  adelanta, 
Deja  impresa  ia  huella  de  bu  planta 
En  lágrimas  de  angustia  abrasadoras; 

Cuando  al  pasar  nos  roban  destructoras, 
De  nuestra  edad  primera  la  fe  santa, 
La  risueña  ilusión  que  ñas  encanta, 
Las  bellas  esperanzas  seductora». 

Pero  es  dulce  contarlas  cuando  llenas 
De  recuerdos  radiosos  y  queridos, 
Se  deslizan  tranquilas  y  serenas; 

Y  de  dos  corazones,  bien  unidos 
Por  un  amor,  alivio  de  sus  penas,  • 
Señalan  los  unísonos  latidos. 

México,  Enero  20  de  1870. 


>  ii  I 


158  OBRAS  POÉTICAS 


A  MI  A^BEOIABLE  T  BÜEH  AMIGO 

El   General   Foeta. 


Guando  la  blanca  estela  plateada 
Surque,  de  tu  bajel,  los  anchos  mares, 
T  oigas  del  marinero  á  los  cantares 
Mezclar  su  rnda  voz  la  ola  agitada; 

Cuando  las  costas  do  la  patria  amada, 
De  tus  hermosos  y  risueños  lares, 
Vagas  perderse  con  dolor  mirares 
Entre  un  velo  de  niebla  sonrosada; 

Piensa  en  que  los  amigos  que  aquí  dejas. 
Te  ofrecen  cariñosa  una  memoria. 
Mientras  con  rapidez  de  ellos  te  alejas; 

Piensa  que  aun  la  desgracia  es  transitoria. 
Piensa  que  noble  ante  el  deber  no  cej&s, 
Puro  guardando  el  lauro  de  tu  gloria. 

México,  Julio  7  de  1870. 


■  M»M 


DS  ISABEL  PRIETO.        *  159 


JUVENTUD. 

A  ELISA. 


En  fresco  prado  gentil. 
Tapizado  de  esmeralda, 
De  una  colina  en  la  falda, 
Una  mañana  de  Abril, 

Bajo  la  sombra  etemal 
Del  naranjo  perfumado, 
Del  arroyo  plateado 
Junto  al  limpio  manantial; 

Duerme  una  niña  inocente 
En  blando  lecho  de  flores, 
De  la  aurora  á  los  fulgor&s 
Y  al  murmullo  de  la  fuente. 

Es  bella  con  la  bellessa ' 
Dulce,  diáfana,  divina,    ' 


160  «  OBRAS   rOXTICÁfl. 

De  la  infancia  que  iermina 
Y  la  juventud  que  empieza. 

El  colibrí  del  verjel 
No  le  hizo  al  clavel  agravio, 
Al  tomar  su  rojo  labio 
Por  un  fragante  clavel; 

Ni  la  alegre  mariposa, 
Que  en  torno  vuela  sencilla, 
Al  confundir  su  mejilla 
Con  la  nacarada  rosa. 

Es  el  marco  más  completo 
De  tan  graciosi^  ftgura, , 
Ese  sol,  esa  verdura. 
Ese  arroyo  manso  y  quieto 

Con  su  dulce  murmnrar, 
El  cielo  con  sus  reflejos 
Tornasolado»,  y  al  lejos 
La  azul  llanura  del  mar. 

Mas  la  expresión  deliciosa, 
El  resplandor  halagüeño, 
Que  el  grato,  apacible  sueño 
Daba  al  rostro  de  la  hermosa. 

Se  disipó* en  un  instante. 
Trocando  su  tierno  encanto 
Por  una  gota  de  llanto 
Sobre  aquel  bello  semblante. 

La  pobre  niña  soñaba 
Que  allá  del  mar  en  la  orilla, 
Descubría  ana  barquilla, 
Que  i  alejarse  se  aprestaba; 


DI  ISABEL  PRISTO.  161 

Y  en  ese  frágil  bajel, 
Pese  9,  su  angustiosa  instancia, 
Partía  su  alegre  infancia 
Con  sus  ensueños  de  miei. 

De  su  amarga  pesadilla 
La  arrancó  súbitamente, 
La  impresión  de  un  beso  ardiente 
Sobre  su  húmeda  mejilla, 

Despertóse  estremecida, 
Y  con  pasmo  sin  igual. 
Vio  una  visión  celestial 
A  su  blanca  mniio  asida. 


•1.  H»    ff 


Era  una  vírc,en  hermosa. 
De  dulce  faz  hechicera, 
De  alba  túnica  lij era,     .; 
De  alas  suaves  de  rosa. 

Fresca  corona  de  flores 
Sujetaba  sus  cabellos, 
Y  de  sus  ojos  destellos 
Brotaban  deslumbradores. 

La  niña  con  inquietud 
Fijó  en  ella  su  mirada. 
— "No  temas,  le  dijo  el  hada, 
Niña,  soy  tu  jurentud. 

"Tu  alegr*  infancia  sa  aleja 
De  tu  lado  eon  tristura, 
T  por  órd»n  de  natura 
Hí»y  en  mi  peder  te  deja." 


162  OBRAS    POÉTICAS 


La  nina  con  i&z  doliente 
Miró  de  la  mar  la  orilla, 

Y  vio  la  blanca  barquilla 
Alejarse  lentamente. 

En  su  dolor  infantil 
Dejó  un  sollozo  escapar, 
— "Niña,  no  debes  llorar, 
Le  dijo  el  hada  gentil. 

"En  cambio  de  tu  ignorancia, 
De  tus  juegos,  mi  querida. 
Los  ensueños  de  la  vida 
Te  efrezco" — "Quiero  mi  infancia." 

— "La  risueña  esplendidez 
De  esos  sueños  juveniles. 
Te  ofrecen  goces  á  miles." 
-^"Hada,  quiero  mi  niñez." 

— "Calma,  niña,  ese  dolor 
Tan  injusto  cual  tenaz; 
De  tu  indolencia  y  tu  paz 
Te  doy  en  cambio  el  amor" 

La  niña  tembló  agitada. 
Sonriendo  entre  su  llanto, 

Y  con  indecible  encanto 

Se  arrojó  en  brazos  del  hada. 

Luego  volviendo  la  faz, 
Del  mar  azul  á  la  orilla, 
Vio  la  lijera  barquilla, 
Que  se  alejaba  fugaz. 

México  Marzo— 1871. 


DE  ISABEL  PRIETO.  163 


GXJADALAJARA. 

A     MI     MADIVE     MUY     AMADA. 


Dulce  patria  idolatrada, 
Qae  tantos  seres  encierras. 
Objetos  de  una  ternura 
Profunda,  ardiente  é  inmensa; 
Dulce  patria,  de  tí  ausente 
Suspiro  en  honda  tristeza» 
Que  lejos  del  suelo  patrio 
El  alma  suspira  inquieta. 
Este  sol  que  no  es  el  tuyo, 
Tan  viva  luz  no  me  presta, 
Y  el  azul  del  firmamento 
No  tiene  tanta  pureza. 
Me  parece  que  no  brillan 
La  luna  ni  las  estrellas. 
Cual  brilla  tu  blanca  luna 
En  esas  noches  serenas. 
Bellas  como  la  esperanza. 


164  OBRAS  1»0ÉTICAS 

Y  como  el  recuerdo  bellas, 
Que  ornan  tu  diáfana  frente 
Con  la  brillante  diadema 
De  lucoroi  que  deslumbran 
La  vista  que  los  contempla. 
Ameno  jardín  de  flores, 
Donde  la  naturaleza 
Ostenta  las  ricas  galas 
De  una  eterna  primavera; 
¡Cuántas  veces  me  parece 
Que  al  triste  corazón  llega 
En  ráfagas  perfumadas, 
Que  aspiro  con  ansia  extrema, 
De  la  brisa  de  la  tardo 
En  el  blanco  manto  envuelta, 
La  t'rnganeia  de  tus  rosas, 
De  tus  nardos  y  violetas. 
Cuando  el  crepúsculo  tiende 
Su  melancólica  niebla! 
Blando  nido  do  mi  infancia 
Pasó  tranquila  y  risueña, 
Bajo  el  velo  inmaculada 
De  candorosa  inocencia, 
Con  el  hechizo  divino 
De  la  vida  que  comienza 
Entre  el  cariño  de  un  padr* 
Y  la  ternura  materna; 
Entre  esa  amistad  sagrada, 
Que  el  lazo  fraterno  estrecha, 
Flor  la  más  fresca  y  suave 
De  la  mudable  existencia; 
Do  pasó  mi  juventud 
Con  sus  doradas  quimeras, 
Su9  ilusiones  radiosas, 


I)E  ISABEL  PRIETO.  165 

:;.  .^>  bu  . ...  ■'■■•' : — LJ — 


Sus  ensupño»  4e  poeta,    f 
Beno3  cual  leve|¡cel»je, 
Que  el  fírmainento  atraviesa, 

Y  del  sol  en  occidente      ^  . 
El  postref  rayo  refleja.      ,^  . 
Mi  dulce  hogar,  mi  memoria, 
Tu  graba  imagen  recrea, 

Y  con  los  ojo»  del  alma, 
Cuya  inmaterial  esencia 
Traspasa  el  espeso  muro 

Y  las  distancias  acerca, 
Te  contemplojveces  mil 
Del  sol  á  la  luz  postrera, 

Y  veo  á  mi  madre  ainada. 
Cuya  adorada  cabeaa . 
Amarguísimos  pesares 
Rapidam ante; platean;     .,  V 
Mis  hermanos,  mis  hermanas,    , 
Las  queridas  compañeras 

De  esas Jhoras  luminosas      .,.>. 
Cuya  etpicndorosa  huella 
No  logran  bprrar  del  alma 
Ni  los  años  ni  lasfpenafij'í     [^ 

Y  esa  tropa  de  querubes,  ^u     ■ 
De  risada  cabellera. 

Coro  de  ángeles  do  mi  hijo 
Un  lugar  vacío  deja,  ' 

Retozando  bufliciosos  '  ' 

Bajo  la  bóveda  espl^dida   " 
De  eso  cielo  de|zafiro 
De  incomparable  belle¿^        "•'■ 
iMadre!  el  ángel  dé  mi  guatdá 
Que  vela  á  mi  cabecera. 
Ha  tomado  tus  facciones 


P—IO 


166  OBRAS  POÉTICAS 


'  I 


Para  aliviar 'mis  tristezas; 

Y  en  esas  noches  de  insomnio, 
Do  el  blando  sueño  se  aleja 
De  mis  párpados  que  sólo 
Lágrimas  ardientes  cierran, 
El  ángel  las  alas  tiende, 

Mi  frente  abrasada  besa, 

Y  el  soplo  de  una  esperanza 
£n  mi  corazón  penetra. 

De  volver  al  dulce  nido 
Do  pas¿  mi  infancia  bella 
Entre  el  cariño  de  un  padre 

Y  la  ternura  materna; 
Entre  esa  amistad  sagrada 
Que  el  lazo  fraterno  estrecha, 
Flor  la  mas  fresca  y  suave 
De  la  mudable  existencia. 
|Padre!  como  una  plegaria 
Mi  voz  al  cielo  se  eleva 
Cuando  pronuncio  tu  nombre 
Que  el  alma  afligida  llena 

Mi  dulce  Guadalajara, 
¡Plegué  á  Dios  que  á  verte  vuelva! 
Es  mi  tenaz  pensamiento, 
Es  mi  delirio  esta  idea. 
Que  dormida  me  persigue 

Y  me  acompaña  despierta. 
Tú  eres  altar  de  mi  dicha, 
Que  la  bendición  suprema 
Que  al  esposo  que  idolatro 
Me  liga  en  unión  eterna, 

Y  enlaza  nuestras  dos  vidas 
Con  su  florida  cadena. 

La  escuchó  tu  sol  radiante 
Con  sonrisa  placentera. 


BS  ISABEL  PRIETO.  167 


La  repitieron  tus  ecos, 
Y  en  el  fresco  aroma  envuelta 
De  tus  flores  á  los  cielos 
Se  elevó  cual  santa  ofrenda. 
Tú  ores  la  cuna  d©  mi  hijo 
Vio  del  sol  la  luz  primera, 
Donde  Maye  balbucía 
Con  su  vocecita  tierna; 
Tú  eres  la  tumba  sagrada 
Que  mi  corazón  encierra, 
Porque  el  corazón  de  un  hijo 
Muerto  y  sepultado  queda, 
De  un  sepulcro  venerado 

Bajo  la  insensible  piedra 

Mi  dulce  Guadalajara 

¡Plegué  á  Dios  que  á  verte  vuelva! 

México.--187l. 


->^v-»- 


168 


OBRAS   POITICAS. 


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OONSOLATION,     Foi,    ESPOIR. 


Es  áei  risueño  Áhñl  füfesca  mafiana: 
LevBa  «elajes  de  violeta  y  grana 

Siémbram  el  cielo  azul; 
Elevándose  el  sol  en  el  oriente, 
Tiñe  con  un  reflejo  incandestentef 

Su  delicado  tul. 

De  niebla  de  oro  luminoso  velo, 
Envuelve  en  occidente  el  limpio  cielo 

Con  diáfano  capuz; 
La  graciosa  colina,  el  alto  monte 
Se  destacan  cerrando  el  horizonte 

En  medio  á  un  mar  de  luz. 


DI  ISABEÍ.  PRIBTjO.  169 


Los  fresnos,  cuya  verde  cabellera 
Ha  renovado  ya  la  primavera 

Con  Boplo  bienhechor. 
Sacudiendo  bu  espeso  cortinaje, 
Ostentan  de  su  espléndido  follaje 

El  lustre  y  el  verdor. 

Del  sol  al  rayo  oblicuo,  vacilantes 
Las  sombra  de  los  árboles  gigamtes 

Sobre  el  céiped  se  ven; 
Juega  la  luz  sobre  la  verde  alfombra, 
Y  hace  á  inteirVídos  decrecer  la  sombra 
Con  gracioso  vaivén. 

Aspirando  >a  briaa  matuiina, .     \ 
Gozosa  el  ave  sobre  el  borde  trina 

De  su  nido  ffentil; 
Las  alegres  pintadas  mariposas   . 
Murmuran  al  oido  de  las  rosas 

Que  ha  vuelto  el  mas  de  Abril. 

En  cascabas  la  fuente  se]  disaata^ '. 
Cayendo,  jad  xiotts  diá&mas  de  plata, 

.  Qae,ei)  vivo  tornaaoUv 
Reflejando  ^el  cíaIo  losiulgores,  f  .''• 
Roban  al  aroo«íri4  los  coknftfsj 
Con  brillante  arrebol. 

Hay  algo  d©  sereno,  de  sencillo 
En  este  cuadro  de  esplendente  brillo 

De  armonía 7  depaz;  •,,['!. 
Imagen  de  esas  horas. de  la  vida; 
De  esa  época  tan  dulce,  tan  florida 

Al  par  que  tan  faga&i^  •  'H 


^ 


1 70  OBRAS  POÉTICAS 


Entra  un  rayo  de  sol  por  mi  ventsna 

Y  el  modesto  aposento  se  engalana 

Con  su  alegre  fulgor; 
En  su  jaula  gorgea  la  avecilla, 

Y  su  plumaje  matizado  brilla 

Con  tenue  resplandor. 

El  fragante  heliotropio,  la  violeta, 
Dulces  flores  amadas  del  poeta 
Que  adornan  mi  balcón, 
A  los  besos  del  aura  se  estremecen, 

Y  al  Creador  en  su  perfume  ofrecen 

Su  humilde  adoración. 

¡Cuan  bella  esa  sonrisa  matutina, 
El  santuario  pácifíco  ilumina 

De  nuestro  inmenso  amor! 
¡Con  qué  elocuencia  muda  y  soberana 
Hablan  de  dicha  el  sol  de  la  mañana. 

El  pajaro  y  la  flor! 

De  una  dicha  infinita,  santa  j  pura, 
Qu&'sólo  pnededar  tina  ternura 
•'■'•f  Prefunda'é  «mortal,  'f 
Cuyo  amoroso  y  perfumado  aliento 
Derrama  len  todo  hurnaáo  sufrimiento 
Bálsamo  celestial. 

Si  es  de  males  la  vida  una  cadena; 

Si  está  su  senda  por  do  quiera  llena 

.  De  abrojos  de  dolor; 

Hay  al  m^hos  un  bien,  nay  un  consuelo,. 
Un  dulce  rayó  dé  la  luz  del  cielo, 

-  Pues  que  existe  él  amor. 

Dos  cocnonea  por  su  «neanto  unidos^ 
Oponen  á  los  golpes  repetidos 


DI  ISABEL  PRIETO  171 


De  ruda  adversidad, 
El  escudo  de  un  mutuo  sentimiento 
Que  les  presta  valor,  fuerza  y  aliento 

Contra  la  tempestad. 

¿Por  qué  inmóvil  tu  pluma,  amigo  mió. 
Queda  sobre  el  papel?  ¿Por  qué  sonrío 

Volvido  mi  labor? 
¿De  quién  es  ese  acento  que  resuena 
En  el  fondo  del  alma,  y  la  enagena 

Dulce  y  embriagador? 

Es  de  un  ángel  de  rubia  cabellera, 
De  tez  de  lirio,  risa  placentera 

Y  labios  de  coral. 
El  sol  bañando  sus  dorados  rizos, 
Circunda  deslumbrante  sus  hechizos 
De  aureola  ideal. 

¡En  medio  de  ene  marco  laminoso 
Se  desata  tan  fresco  y  tan  gracioso 

Ese  rostro  inftmiip  '      V 
¡En  8U  espontánea  y  candióla  alegría 
Hay  un  encanto  tal,  tal  poesía. . « •! 

Tierno  boion  de  Abril 

•?  i  -  T  '•»       r_    <\  r  -   -■  •▼•     r-    • 

Paye,  maye,  su  voz  dulee  murmura, 
T  en  su  inquieta  y  goaon  iraTesura, 

Nada  hay  segonyya;    "^  ■ 
Colgándose  á  mi  tuello  en  tiernos  lazos. 
Pasando  de  mis  braimi  á  tos  brazos. 

Del  uno  éX  «tro  vtL    ■   *^  * ' 

La  ilusión,  la  esperanza  y  el  contento. 
Penetran  ala  vez  al  aposento 

(¡!oñ  su  aleare  mnuHr;    ;  , 


17%  OBRAS  POÉTICAS 


Su  riza  melodiosa  y  argentina 
Hoce  al  ava  canfor,  mientras  se  inclina 
SonritJii.uo  ia  flor.  i 

«  • 

Di  lo  que  tn  alma  embelesada  siente, 
Al  imprimir  en  en  serena  frente 

ün  beso  paternal; 
AI  Mfitir  2a  iuipresion  blanda,  amorosa 
De  sn  labio  pnrísimo  de  roea, 
l'an  fresco  y  virginal. 

'  ■    .  ■    ■  -.■■'.< 

Inmac«lado  eorazon  de  armiño    . 

Te  ofrece  las  primioias  de  un  cariño 

Tan  puro  como  él; 
De  una  de  sus  caricias  la  ainbrQsía,   .. 
A  endulzar  deliciosa^  bastar^fi 

Todo  un  cáliz  de  hiél. " 

Klcsjiijc^tro  placer,  nuesjirí^  ventura, 
Lazo  que  hac^  inmoral  una-  ternura 
Que  pa  venido  á  estrechar;  , , 
Kl  és  nuestra  espcfranza  más  querii^. . . . 
Ilumina  radioso  nuestra|yida 
La  luz  de  bu  mirar. 

,  De  ^  af^to  la  áqgelipa,  «pureza    - 
Del  corazón  d^stierr^  la  ti!ͧteza, 
. ;    ,,      La  inquietud  y  el  afán;  , 

Prenda  de  nuestro /amor,  su  complemento, 
Contra  el  agudo  dardo- del  tormento 
Es  nuestro  talismán. . 

Mírale,  y  con  tü  manó  entre  mi  mano» 
Contemplando  su  encanto  soberano, 


DE  lílABEL  PRIETO.  17.3 


Extasiados  los  dos, 
Sobre  esa  frente  pura  y  sonrosada 
Hftga  caer  nuestra  húmeda  mirad» 

La  bendición  de  Dios. 

Abril.— ISri. 


:   'i  í        '    .\         Y  :  -  .íl'ijf  ). 


) 


M'jiU^Uñ  'itríi^mínk 


K»M 


174  OBRAS   POÉTICAS 


A    JOf^JE    Y    DANIEL. 
Amistad  de  Infancia. 


Niflos  de  risa  inocente, 

Cuya  frente 
Brilla  con  el  resplandor 
De  la  aureola  radiosa, 

Misteriof» 
De  inmaculado  candor. 

Disfrutad  entre  caricias 

Las  primicias 

De  las  flores  del  pensil; 

Gozad,  almas  de  paloma, 
Del  aroma 

De  esta  amistad  infantil. 

Amistad  pura,  divina^ 

Que  ilumina 
Con  reflejo  virginal. 


DK  ISABEL  PRIETO.  175 


El  pedregoso  sendero 

Que  el  viajero 
Sigue  después  por  su  mal. 

Afecto  sereno  y  santo 

Que  el  encanto 
Conserva  de  la  ilusión, 
Al  venir  los  desengaños 

Tras  los  años, 
Destrozando  el  corazón. 

Planta  de  dulce  fragancia 
Que  en  la  infancia 

Echa  su  eterna  raiz, 

Y  en  la  edad  de  los  dolores 
De  sus  flores 

Aun  guarda,  el  vivo  matiz. 

Jugaa  sobre  verde  alfombra 

A  la  combrs 
De  árbol  frondoso  y  gentil; 
Jugad,  que  el  alba  serena 

De  Juz  llena 

El  limpio  cielo  de  Abril. 

■'   .»•■. 
Risueña  vuestra  mañana 

Se  engaUmat  a'  ^nr 

Gon  aelajes  de  coral; 

T  aparece  en  lontananza 

'        La  esperanza'*'  * 

Tras  el  velo  matinal. 

En  esa  senda  florídi^ 

Vuestra  vida 
Es  un  sueño  de  placer: 
No  podéis  entre  las  flores! 
.   '    Los  honüires    '        \ 
Del  oscuro  abismo  ver. 


176  OBRAS  FQ^TICAS, 


En  el  tallu  de  la  roaa         * , 

Primorosa 
Aun  no  veis  abrojos  mil; 
Ni  entre  la  eBpcsa  enramada 

La  mirada 
!)•  vftn«no««o  reptil. 

No  veis  on  el  denso  velo 
Con  que  el  cielo 

tíe  envuelve  en  su  majeslad, 

Una  nube  bramadora, 
Precursora 

D«  terrible  tempestad. 

El  prisma  de  la  inocencia 

La  existencia 
0&  hace  bien  dulce* ver: 
S{,  la  existencia  es  hermosa, 

Luminosa '  *  »- 
Cuando  empieza  á  amanecer. 

¿Qué  os  dice  el  céfiro  blando, 

Que^'jugandq  ,  i..,»?:. 

Acaricia  vuestra  faz? 

—"Gozad  niños  de  la  aurora, 
Eslahy)rá'-  • 

De  la  incfcbncia  j  la  pftz'^ 

¿Qué  as  dice  el  sol  esplendente, 

Cuya- frente 
Np  emp^ua  negro  capuz? 
— "Gozad  de  la  primavera 

Placentera,  . 
En  que  todo  es  vida  y  luz" 

Corriendo  entre  la  espesara 
\^^  ¿Qué  murmura 


dk'ísabbl'priítü.  177 

El  arroyo  con  amor? 

— "Gozad,  niflOH,  de  la  infancia; 

Su  ignorancia 
Om  defiende  del  dolor" 

Arónos  con  la  ternura 

Fresca  y  purr* 
Do  vneeira  candida  fidad; 
En  afectuosos  abrazos 

K»09  laxo» 
Inocenteí*  estrechad. 

Sí,  go«ad  entre  caricias 

LaH  primicias 
De  las  iores  del  péasil: 
Gozad,  al raas  de  paloma, 

Dol  aroma  '   Jk 
De  esa  amistad  infantil. 

Tacubaya  Noviembro  12  de  1871 


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178  OBRAS  FO^?^;C!AS 


SL  NO  ME  02:,VX3DES. 

A  MI  HIJO. 


Hijo  ¿por  qutí  has  arrancado 
Esa  pobre  florecilla? 
Por  qué  cruel  la  separa 
Tu  preciosa  raanecita, 
Del  verde  tallo  en  que  alegre 

Y  lozana  se  mecía? 

Hace  un  instante  tan  sólo, 
Llena  de  encanto  y  de  vida, 
Al  rayo  del  sol  naciente 
Que  prestaba  blandas  tintas 
A  sus  pétalos  azules, 
Amorosa  sonreía. 
Hace  un  instante  que  fresca 

Y  embalsamada  la  brisa, 
Besaba  con  un  suspiro 
Sus  delicadas  hojillas; 


■j 


DE  ISABEL  PRIETO.  179 

La  fuente  mnrmuraba 
No  f-é  que  canción  sentida, 
Presentándole  el  espejo 
De  su  trasparente  linfa, 

Y  ella  coqueta  y  graciosa 
En  el  cristal  se  veía, 
Con  la  corona  de  perla*» 
La  pura  frente  ceñida, 
Que  en  el  cáliz  de  las  flores 
La  mañana  deposita. 

El  colibrí  que  jugando 

La  miel  de  las  flores  liba, 

Mil  cariño»as  protestas 

Apasionado  le  hacia; 

La  traviesa  mariposa 

Que  en  torno  del  pensil  gira, 

Al  detenerse  á  bu  lado 

La  miraba  con  envidia 

Al  ver  que  de  sus  colores 

£1  brilló  palidecía 

Ante  ésa  flor,  que  á  los  eielos 

Robó  la  suave  tinta 

Del  limpio  azul  que  reviste 

En  nuestra  patria  querida 

En  esas  noches  de  otoño 

Embalsamadas  y  tibias. 

Era  su  vida  la  imagen 

De  tu  existencia  tranquila, 

Por  la  luz  iluminada 

De  mi  ternura  infinita. 

De  las  caricias  paternas 

Al  blando  aliento  mecida. ... 

Y  como  la  dulce  flor 
En  el  arroyo  se  mira,    ^ 


;';/.'>; 


180 


UBKiVÜ  POÉTICAS 


'■ :.  ■' 


■:^.-7 


i   ■ 


Tú  tki  uiiraü  en  mis  ojos, 
Vida  de  la  vida  mía. 
— rMadre,  era  para  adornarte, 
Clama  fijando  la  vista, 
£n  la  mustia  Hor  el  niño 
Con  vox  dulc»  y  compungida 
— Hijo,  mi  mejor  adorno 
Son  tus  alegre»  sonrisas, 
Tus  apacibles  miradas. 
Tus  candorosas  caricias, 
Tus  virtudes  inocentes, 

Y  tu  amor,  prenda  bendita, 
Que  es  mi  joya  mas  preciosa. 
Es  mi  presea  mas  rica. 

Do  tu  inocencia  el  destello, 
Dulce  mi  frente  ilumina 

Y  ni  diamantes,  ni  flores 
Su  brillo  igualar  podrían 
Una  madre,  alma  de  mi  alma, 
De  adornos  no  necesita 

iQu(^  mas  adornos  que  un  ánf^ol 
Que  el  cielo  mismo  le  envía! 
¡Prbre  flor!  hace  un  momento 
Feliz  en  tu  tallo  erguida 
De  Dios  la  bondad  inmensa 
Afectuosa  bendicía; 
Porque  su  aroma  suave, 
Ba  belleza  peregrina, 
6oQ  el  hinino  revereste, 
Quo  elevan  k  Dios  las  flores 
Humildes  y  agradecidas. 
iPobre  flor  tímida  y  dulce 
Que  el  recuerdo  signifícal 

Y  uno  me  olyidesn  repite 
Coa  su  tierna  vocesita, 


■•M 


,V:.,;.i-í-h 


tíiti:<'M€?'áím. 


i 


Muy  bajó'Íñlíy\irf¿*^á^'éV¿o}i.le 

ciítóo»m'tórdé  '^^lifíií:'^'; 

;''NoYrl¿*ólviaér!  Tttllíó  <58Cbe8 
La deliciWítrtiibYiiil  ■'"'^•''• 
Qu(í  fetícl^taníesks '{iaíát^rás 
En 'SU  elótuéiicil4*'»iétité*tt\^.'' 
• '  jNó'  tele-  ol videsl  íitts  ausónti^s 
líuriríúVan  c^nént^ai riv»  / 
Esi'ás  palabras  táii'  tiernas''^* 
Qué' entre  éfRantÓ  sé  deslizan; 

Y  los  seres  actotádós  •  '  •' 
Que  bajó  láiosa  -f riá  ^'  ^  '  • ' '  ■ 
De  su  sepulcro  repodan;  '■''■'[ 
Desde  la  líiansipn  divina  " 
Do  vi^^Q  gozosa  ielfi alma-'  •- 
Libre  de  mundanas  ligasi .  >-; 
Esos  iseniido»  acentos . :  i  •  1 1 
Tiernamente  nos  envian  -  "  ' 
En  el  canto  de  las  aVes,  >'■•'■ 
En'  el  soplo  de  la*  brisar  '    '  ^ ' 

Y  on  el. susurro  larmbnioso  J 
De  la  íuente  cristalina.  ,  ' 
;  Pobre  flor  antes  tanibélla,  í 
Que  ahora  mustia  ly: .  marchita 
Sobre  tu  mano  de  nieve  ' 
Se  dobla  descoloridal   • 

De  la  brillante  diadema  ■"■  ■ 
Con  que  su  frente  cenia, 
Queda  nna  perla  tan  sólo 
Que  en  su  cáliz  escondida. 
Es  una  lágrima  dulce  - 
Con  que  lloi»  su  agonía;    ■ 

Y  su  perfume  ya  vago  • 
£  imperceptible,  suspira 
Un  aoUozo  contenid?. 


■V 


r—29' 


¡'M& 


MÍÉilMíllilTíri'ilfiri  • 


182  OBRAS  POÉTICAS 


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Una  queja  dolorida. 

"¡Pobre  flor!  exclama  el  niño 

. .  ti 

Con  expresión  pensativa;. 
¡Pobre  florecita  azul 
Tan  delicada  y  tan  linda!  . 

Yo  no  quiero  que  se  muera, 

Yo  no  quiero . .....  Madre,  mira, 

Voy  á  ponerla  de  nuevo 
En  su  rama no  te  aflijas" 

Y  en  la  esperanza  risueña 
Que  su  inocencia  le  inspira. 
Junto  á  la  modesta  planta 
Poniéndose  de  rodillas, 

A\  tallo  despedazado 
La  Mor  moribunda  aplica. 
Sus  inútiles  esfuerzos, 
Hondamente  conmovida. 
Observa  la  madre  ab<«orta 
Con  inefable  sonrisa; 
Hasta  que  riendo  imposible 
Lograr  lo  que  pretendía, 
£1  pobre  niño  angustiado 
La  rubia  cabeaa  inclina, 

Y  cruzando  sobre  el  pecho 
Afligido  las  manitas, 
Lleva  la  flor  macilenta 

A  su  boca  purpurina, 
Mientra  una  gota  de  llanto 
Humedece  su  pupila, 

Y  rodfindo  lentamente 
Por  su  rosada  mejilla, 

Cae  en  las  azules  hojas     .    , 
De  la  dulce  florecita. 
Al  embalsamado  soplo  ,       ^ 
De  esa  candida  caricia, 


DE  ISABEL  PRIETO.  183 


A  la  frescura  celeste 
De  esa  gota  diatnantina, 
Rocío  refrijerante 
Que  del  corazón  destila, 

Y  la  ternura  demuestra 

De  esa  alma  serena  y  limpia, 
La  mustia  flor  se  estremece, 
Apura  la  perla  nítida. 
Que  sus  agotadas  fuerzas 
Blandamente  reanima, 

Y  enderezando  su  tallo 
Cobra  la  color  perdida. 

La  madre  estrechando  al  hijo 
En  sus  brazos  con  delicia, 
Imprimiendo  un  tierno  beso 
En  su  frente  alabastrina, 
Murmura  con  un  acento 
En  que  confundida!  sibran, 
De  su  seno  conmovido 
Las  tmociones  distintas: 
Hijo,  una  lágrima  pura 
SI  mal  miis  aterbo  alivia. .... 
Cuando  los  ángeles  lloran 
Muestros  dolores  mitigan. 

Tacubeya,  Noviembre  86  de  1871. 


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AS. 


La        yUELTA      Dfi      LAS     iioLOÍíDRiM 
A.  mi  liijo. 


-^Madro  querida,         '    ' 
Madre  del  alma,    '"' 
A  la  A'entana  ven  del  jardín; 
Ven  paso  á  paso, 
No  hagas  ruido .... 
— ¿Qué  quieres,  mi  ángel,  mi  serafín? 

— ;Si  adivinaras 
Lo  qne  yo  he  vistol 
Di,  madre  mia,  dime  lo  que  es. 
— Será  esa  rosa 
Fresca  y  lozana 
Que  del  follaje  miro  al  través? 


1-  ..  .:!  .^í.  M  ..^..^  ^.iitr.Ai'.^ 


DK  ISABEI/ PRIETO  ^♦'iBS 


*     IÉfc¿  I  w^^ 


— Nó,  lío  es  la  tosíi.  \ 

— ¿Será  ese  lirio  '  [ 

'Que  al  álííábl  cáliz  nítido  abrió;  j 

Cándida  imagen  5 
De  tu  pureza ....  ?      • 
— Nó,  no  es  el  lirio,  no  aciertas,  nó. 

— ¿Serk  sin  duda 
La  mariposa  .''  . 

Que  revolando  de 'flor  en  ñor 
Al  sol  extiende     ^^^' 
Sus  alas  de  oi'o,       •  .       • 
Po  se  refleja  su  resplandor? 

— No  aciertas,  madre. 
— ¿Será  ese  alado,    .        . 
Kse  viviente  veloz  rubí,  • 
Que  el  aire  cruza 
Como  un  suspiro,  •         '•' 
Raudo  pasando  cerca rdé  mí? 


■  Madre,  ya  han  vuelto! 
— í-ta  primavéVti      '    »: 
Vendm  muy  prestó  dé  ellas  en  pos. 
— ¿Acaso,  madte,<   - 
Para  anunciarla     •  • '  ^ 
Las  dulcen  aves  nos  manda  IMos? 


r 


— Nó,  madre,  mira,  ^ 

Vuélvelos  ojos     '    ' 
A  ese  columna  qué  ¿ícúHa  está 
Tras  fresco  mántó       '  '' 

I )c  verde  yedra!... ;'    '  ;^ 

'■'■  ; Las  gol óndi-Snas  han  vuelto  ya! 


t.-  \. 


186 


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OBRAS  POÉTICAS 

Cómo  revuelan 
Entre  las  flores! 
Cómo  recorren  todo  el  verjel: 

Y  se  detienen 
Junto  á  su  nido, 

Allá  en  el  borde  del  capitel. 

i  Cómo  gorjean ' 

Madre,  ¿qué  dicen? 

— A  Dios  alaban  cantando  a^^í, 

Le  dan  las  gracias 

Del  limpio  cielo, 

Del  sol  que  encuentran  de  nuevo  aquí. 

Del  triste  invierno 
La  taz.  .sombría 
En  otros  climas  vieron  (|ui/á; 

Y  huyendo  raudas 
Su  saña  fiera, 

A  sus  hogares  volvieron  va. 

Y  a  Dios  bendicen 
Por  el  follaje 

Que  abrigo  y  sombra  les  va  á  prestar; 
Por  el  arroyo 
De  clara  linfa, 
Do  irán  su.  ardiente  sed  á  apagar. 


Ú 


•it 

.•■1 


C  V! 


».» 


Por  la  sonrisa 
Con  que  natura  r .  - 
De  Abril  U  «vuelta  celebra  fiel; 
Por  su  risuéuoií    •- 
Nido  de  amoxeat  '  ',-. 
>.<!  fjQue  no  ha  tocado  mano  cruel 


í-*'>ift¿S  ifc ) . 


DU  ISABEL  PRIETO.  187 

De  nuevo  miran 
Su  patria  bella, 
Su  blanda  cuna,  ru  caro  ho<^ar. 
Do  entre  las  ramas 
De  los  jazmines 
Su  alba  primera  vieron  brillar. 

Do  las  primeras 
Tiernas  caricias 

Les  clíó  el  inmenso,  materno  amor; 
Donde  ensayaron 
Su  primer  vuelo 
Hasta  ese  fresco  rosal  en  flor. 

•La  patria!  ¿Sabes, 
Luz  «le  mis  ojos, 

liO  que  es  la  patria?  ¿Lo  sabes  bien? 
— Sí,  madre  mía, 
Guadalajara, 
La  que  tú  llamas  florido  edén. 

— Hijo,  la  patria 
Es  el  .santuario 
Do  guarda  intactas  el  cora/.ori 
Esas  reliquias-' 
De  los  recuerdos, 
Que  siempre  al  alma  tan  dulces  son. 

Allí  do  vimos 
•  La  luz  primera; 
Do  nuestra  ihfancia  feliz  pasó. 
Donde  aun  relstiena 
E;  tierno  toiiltó,  ''  ' 
Qué'  ñaestrsl 'c^iik'  blando  meció. 


í- 


,-^^^.^ 


I8S  obKAs  njKiaAs 

\)o  l^)^>  priniorus 

Sueños  tic  diclía 

Flores  cifiorou  á  iiucstra  «sien; 

.1* 

\)o  <lu  las  penus 
El  primer  dardo 
Nuestra  alma  vír£rcn  lúrió  también. 


Allí  do  afectes 
Santos,  profundos  : 

Tienen  benditos  su  utcino  altar; 
])ontle  so  calman 
Los  males  tieros  .  . 

Al  dulce  fucGro  del  dulce  liOiíar. 

Donde  el  follaje 
Del  cementerio 
Sombra  á  sepulcros  anidados  da; 

Y  cu  cada  rosa 
Quij  orna  la  piedra 

envuelta  en  llanto  nuestra  alma  está 

—  Xo  lloi;es,  madve, .  . . . 
— i^as  íjolondri^as 
.^'yr.eso  vuelan,  i,ui  bien.  aquí. 
Esta  es  su  patria..:,...        ^ 
— Si  la  dejaron  , 
.    E*!  que  no  la  aman. ...  — rNo  hables  así. 

Cuando  el  otoño 
Amarillento 
Roba  8,1  follaje  vid¿  y  veedor, 

Y  H  tiorra  caen     ■  _    .,    m 
Las  ))oja.s  mg.eit».s  ,      ,    » 

,     3)aj]^^pn  ^íj9pirp,desgftrr|i(lpr. 


(Juando  á  Jos  rjjiyos, . 
i)cl  sol  va  tibios 
No  «juiere  el  cáliz  la  Hor  abrir, 
Y  entro  las  ramas 
Secas,  desnudas, 
Se  oye  la  fresca,  brisa  gemir ; 


Buscando  ansiosas 
Auras  más  tibias, 
l-'iores,  verdura,  luz  y  color, 
Dejan  su  patria 
Las  dulces  aves, 
El  nido  dejan  abrigador 

— ¡Aves  ingi-atas! 
— Hijo,  algún  dia 
Al  soplo  ardiente  de  juventud, 
J'Intre  mis  blandas, 
'J'icrnas  caricias 
Sentirá  tu  alma  viva  inquietud. 

De  mil  ensueños  • 
Color  de  rosa 

X'cndrá  á  buscarte  fresco  tropel; 
Y  abandonando 
Mi  seno  amante   :  . 
Lejos,  muy  lejos  irás  tras.el. 

Como  á  estas  .'"♦ves 
De  pardas  alas 

Que  Abril  arastra  detras  de  sí: 
La  primavera         *  ' 

De  tu  existenda       '  'r 
fí&  de  arrastrarte^,  mi  bien,  á  ti. 


( 


190  OBRAS  POÉTICAS 

De  otros  afectos 
La  ardiente  llama, 
El  rayo  vivo  y  abrasador, 
Te  harán  lanzarte 
A  extraños  climas 
Tras  otro  cielo,  tras  otro  amor .... 

¡Ay!  á  Dios  plegué 
Que  si  el  invierno 
Del  desengaño  te  alcanza  allí. 
Cual  fjolondrina 
Que  al  nido  vuelve 
Tú,  vida  niia,  vuelvas  á  mí. 

Mi  amor  inmenso 
Será  el  follaje 

Que  abri|»o  y  sombra  te  prestará; 
Será  mi  llanto 
La  clara  linfa  •< 

Que  tus  dolores  mitigará. 

Során  mis  besos 
Las  frescas  galas 

CJon  que  Abril  orne  prado  y  verjel; 
Será  mi  seno 
Tu  blando  nido 
,  Que  nunca  toca  mano  cruel. 

•—Madre,  si  parten 
Las  golondrin&s 
Buscando»  anAÍosas  luz  y  calor, 
Eiv  que  no  tienen 
Cual  yo  una  madre, 
Bsqne  no  tienen  cual  yo  ta  amor. 


\ 


\* 


pK  isab;b;l  PR^^TO. 191 

Ellas  adoran        / 
La  primavera, 

Van  ¿  buscarla  léJoH  de  aquí; 
Mas  vo  la  encuentro 

Siempre  en  tus  brazos 

'J'u  amor  es,  madre,  sol  para  nrí 

Y  el  rubio  niflo 
De  faz  de  rosa  . 

Cubre  á  la  madre  de  besos  mil, 
Y  se  reclina  • 

Sobre  su  seno 
Con  hechicera  gracia  infantil. 

Vuelan  en  tanto 
Las  golondrinas 
Atravesando  todo  el  verjel; 

Sobre  el  ramaje 

Que  al  grupo  forma  verde  dosel. 


■''-''  Y-alzansuckntb  ■'    [i'  •     <     ^'  '  » 

A'^ivo  y  sonoro, 

Con  el  que  mezclan  en  blando  son 
El  su  argentina 
Risa  inocente 
Y  ella  un  suspiro  del  corazón. 

Tacubaya,  Febrero,  1872. 


i'i.í  ¡II- 


'  rin.n».»»' 


-*^1^*-* r- 


PHOTOCOPIED  KAlat^b} 


1^2  OBRAS  .POÉTICAS 


P 


A  LA  GiSTíKGUIDA  POETISA 

OÑA  StLVERIA   pSPINOSA 
di:  Ri'Xnox. 

;AyI  Silvcrial  Yo  coníi'¿o 
Digo  y  siento, 
Que  liouibre  del  bien  enemigo, 
Merece  en  justo  castigo, 
Por  compañera  un  jumento. 

Bien  haya  tu  pluma  airosa, 
Bien  cortada, 
Que  combate  valerosa, 
Del  sexo  feo  la  prosa, 
Sacando  en  verso  la  espada. 


fK^'i^.m37¡xí^^r;:TW? 


i>K  líyAHni'PKrKiUit.' 

H  oin  bres/  teueil "la  l^oion-  •  <  '  A 
bien  pre«epté, ;:  at,j  / ' 
Sabwl  que  de  inspiración 
Hal la  la  niujet'la  f uehtfe'  ^    " '' 
Kn  su  propio' corazón! 


!-.  ' 


Teméis  (lue  no  haija  calceta ' 
Si  hace  un  drama. 
La  mujer,  y  eso  noos  p«ta. . . ,. 
La  mujer  nace  poeta, , 
Pese  ;t  .vuestra  augusta  fama. 


\%H¿ 


y  es  á  fe  la  maravilla.    . . 
Más  sencilla, 
C'aaudo  la  musa  la  asáüdia, 
í^ue  liHua,  al  surcir  una  media, 
Tu  dranm  ¡lí  .ii^iftj.letrjlla,     .  , 


.■■■.*■• 


¿Suponéis  (jue  ¿rave  y  tiesa 
A  una  mesa 
Se  sienta  con  rostro  iiero  ;    •     - 
Y  del  fondo  del  tintero 

Evoca  su  musa  presa;  '■ 

...  '  ■         )  ■ 

Y  con  expresión  airada, 
Faz  severa, 
Sobre  una  mano  apoyada, 
El  soplo  de  Apolo  espera. 
Con  la  ^luma  enarbolada? 


¡Dios  la  libre!  Perlesía 
Le  daría 
Con  tales  precauciones . . . . 


194  OBRAS  roériCAS  ' 


AI  remendaif  los  catzobcs 
Avanza  la  poeftía. 


.'I-' 


Nada  ácafletas  labore»^ 
¡Oh  oensoreü! 

La  mujer  poeta  roba 

Se  pueden  hacer  primores 
Mientras  se  mueve  la  escoba. 

Sabed,  jderrota  completa 
De  opinión 
Tan  absurda  é  indiscreta! 
Que  puede  aun  junto  al  fogón 
Ser  una  n»ujer  poeta. 

Y  al  cuidar  al  tierno  infante, 
Que  lot  lazos 
Estrecha  de  unión  amante, 
¿Raro  es  que  una  madre  cante 
Si  tiene  al  cielo  en  sus  brazos? 

Sé  que  un  sabio  atrabiliario, 
N»cio  opina, 
Que  abre  inspiración  divina 
A  la  mujer  el  santuario; 
Del  vicio  por  la  sentina. 

¿Es  mala  té  ó  e»  error? 
*    Es. » ..¡veneno! 
¡Decir  que  ordene  el  Creador 
Que  sólo  en  inmundo  cieno, 
Brote  la  más  bella  ñor! 

jAy  Silveriíi!  Yo  oontigo 
Digo  y  siento. 


DK  ISABKL  PRirro.  _  195 

Que  hombre  del  bien  enemigo 
Merece  en  justo  castigo, 
Por  compañera  un  jumento: 
Si  se  obstina  en  no  creor, 
Con  injusticia  notoria. 
Que  heiisata  una  mujer 
Prefiere  á  iofla  otra  gloria. 
La  de  curaplir  nú  deber. 

Tacubaya,  Agosto  de  1872. 


» II  t- 


4' 
I» 


1  ÍHí  '  0«!CAÍ!^=»^Olrt'lCAS. 

0}.Í!U-.;'j   jr:»::>   i-I-    vis'.  ■      •    f.  '. 

■  .  V' ' '  i',s  .li  '  'i .  i  i ' .       '    <     ' 

,  i;     ■■■■   ,  !•;;  ■.:•  •    -  • 


«  _ 


A.  iMi  iiijr  A 


Bien  venida,  mi  candida  paioiua, 
Mi  capullo  gentil  de  blando  aroma, 

Mi  lirio  virginal, 
Sonrisa  del  Señor,  que  desde  el  cielo, 
Manda  un  ángel  de  luz  para  consuelo 

Del  misero  mortal. 

Bien  venida,  mi  bien,  ¡ay!  bien  venida 
A  este  penoso  valle  de  la  vida. 

Que  vas  á  atravesar 

|Si  pudiera  kasta  el  fin  de  tu  jornada, 
Conducirte  en  mi  seno  reclinada. 

Conjurando  el  pesar! 


jV.ífc-  ..^'mX_:::íA^iJ>-u 


DE  ISABEL  PRIETO.  ÍW 


jSi  pudiera  evitar,  luz  de  mis  ojos,  | 


Pero  una  tumba  por  mi  mal  avara, 
De  una  dicha  completa  rae  separa 


-21 


iliiiÉiÉáÉi&iÉ 


Que  punzaran  tu  planta  los  abrojos,  1 

'  Qué  has  de  hallar  por  dio^er!  \ 

jSi  pudiera  evitarte  llanto  y  penas, 

Y  tus  hora«  guardar  siempre  serenas,  i 

Libres  del  padecer!        ,  • 

Al  mirarte  tan  pura  y  tan  graciosa, 
£n  mi  seno  apoyar  tu  faz  de  rosa 

Con  blando  sonreír, 
Débil  planta  que  hoy  brotas  en  el  mundo, 

Y  el  dulce  fuego  de  mi  amor  profundo 

Hace  sólo  vivir; 

Me  detengo  á  pensar  en  lo  futuro, 

Y  el  temor  de  quo  pueda  triste,  oscuro,. 

I Ay!  tu  destino  ver. 
Hace  latir  mi  pecho  acongojado, 

Y  exclama  en  un  suspiro  sofocado: 

iOh!  ¿por  qué  eres  mujer? 

Mas  nó,  mi  dulce  encanto,  esa  tristeza 
Que  de  mi  deber  mismo  la  grandeza 

Hace  al  alma  abrigar, 
No  es  un  presentiiniento  de  dolores...... 

Que  puede  nuestro  amor  de  dicha  y  flores 

Tu  camino  sembrar.  - 

Yo  he  sido  en  este  mundo  tan  dichosa 
Como  hija,  como  madre  y  como  esposa, 

Cuanto  se  puede  ver; 
Si  aun  conservara  el  paternal  cariño 
Fuera  tan  venturosa  como  el  niño 

Que  acaba  de  nacer. 


.11 


l:r 


V- 


1     -V.; 


1-    ■., 


1  ■  •.•:; 


US,  Q^RAS    POÉTICAS 


*•  I»  I  '1'  .1 ' 


M* 


■    r  C^  SU  lánebrq.^^j^; 
Sobrotodfts  mi9  bellas  ilusi()ni93 
,  tifhí^ím^.iñ  efe  duelo  Ips  crespones, 

iLó' Vesf  AüA  ál  caiitórtlj  mt  ttfrntrrá 
Viene  e^a  deuBá  sombra  de  amargura 

7V,.,v--.^  o    ;  Mi  VQZ  áspfoCftTf:    , 

Es  qije  hay  fíbnts  del  Mma  dolorida, 
Que  p(99ai»  ó  placea,  bya,  querida. 
> , . :      :      s ,  ,, :    Hacen  sie^oprií ,  ,vibrftr. 

Mi  palonea  del  arca,  mi  hechicera, 
Mi  inocente  y  bendita  mensajera 

•  •  > !  . »   .  ( De  pa^  y  bienestar;     f 
Tá  has  venido»  cual  la  otra,  bUmca  y  pura» 
Trayendo  por  olivo  la  ventura 

Más  completa  já  tu  hogar. 

Como  un  rayo  de  sol  que  inunda  el  cielo 
Desvaneciendo  el  tenebroso  velo 

De  ascura  tempestad, 

AI  través  de  mil  penas  y  dolores. 
Nos  bañas  oon  los  blancos  resplandores 

De  la  felicidad. 

.  ,  ..  .  .  ^  ■  ■  ..  j  .    .  ,  .      ^  ■ 

Hijos  míos,  mis  hijos  adorados, 

Deliciosos  capullos  enlazados 

De  mi  cuello  en  redora 
Vosotros  soM  la  luz  del  alma  mia,      .: 
Mi  esperanza,  mi  dicha,  mi  alegría, 
'  '  Mi  presea  mejCHT. 

Ven,  hijo  mió,  y  con  tus  tiernos  brazo» 
Forma  k  tu  hermana  fraternales  lazos, 

'    Sostenía  bien asL 

Mira  cual  te  sonríe  cariñosa^ 


Py  X£fA3^L  PJRIETQ. 


Con  sus  manitas  de  jazmín  y  rosa 
Asiéndose  de  tL 

Venid,  prendas  del  alma  que  os  adora, 
Y  por  su  dicha  inmensa  á  toda  hora 

Tierna  bendice  á  Dios; 
Venid,  que  mi  ternura  en  su  embeleso 
En  el  más  dulce  y  cariñoso  beso 

Os  confunda  á  los  dos. 

México.  Julio  de  1873. 


iSfiL 


>  <tl  <       I     i 


200  OBRAS  POÉTICAS 


*.;Oft  vii/>?  .'   f     '•,,¡..1  .:•'', f^  w-í   •  -'^    / 


i 


A  M!  HtlO-DAttOO  L!MOSNA 


Dios  te  bendiga,  arcángel  adorado, 
Por  la  dulce  bondad  que  tu  alma  llena, 
Y  te  hace,  compasivo,  toda  pena 
Con  cariñoso  anhelo  consolar; 

Encanto  y  embeleso  de  mi  vida, 
En  cuya  dulce  faz  se  mira  el  cielo, 
Presto  la  flor  divina  del  consuelo 
Losra  en  tu  tierno  corazón  brotar^ 


'&• 


Cuando  al  través  contemplas  de  la  reja 
Al  ser  desventurado  que  te  implora, 
— ¡Oh!  madre!  me  pre-^untas,  ¡por  qué  llora? 
Con  ta  argentina  y  armcniasa  voz. 


DE  ISABEL  PEIETO.  201 


,  Y  al  ver  al  niño  que  desnudo,  hambriento, 
En  ti  fija  sus  ojos  con, ajagi^tia,. ;..,,,,  ^.^j 
Y  en  su  fas  débil,  macilenta  y  mufitíftt.  r  r 
£1  sello  lleva  de  miNeria  atroz: 


'jtitt- 


— Madre,  tiene  harnJbre,  tu  purpúreo  labio 
Con  tierno  acento  de  piedad  murmura;    | 

Y  una  perla  dal  alma  fresca  y  pura    -.   .<  i 
Humedece  tu  rostro  encantador.  ^^   ; ' ; 

Y  tendiendo  tus  blancas  manecitas. 
Tu  ofrenda  presentando  con  cari&o,     ¿ 
Das  sonrisas  y  pan  al  pobre  niüo,     r    t^y 

Y  al  desgraciado  caridad  y  amor. 

¡Es  un  cuadro  tan  bello!  No  podrían 
Los  sueños  del  artista  y  del  poeta     ,, 
Arrancar  á  su  lira  ó  su  paleta 
Una  imagen  más  fresca  é  ideal, 

Que  ese  querub  de  rubia  cabellera 
La  indigencia  afectuoso  consolando,        f 
Sus  dulces  9Jos  bómedoa  alzando,      ^, 
Sonriendo  sus  labios  de  coral. 

Hijo,  en  esos  instantes  me  pareces 
Más  que  los  mismos  serafines  bello; 
Brilla  en  tu  faz  el  fúlgido  destello 
De  la  santa  y  sublime  candad. 

Tu  ángel  custodio  al  verte  se  sonríe, 

Y  extendiendo  sus  alas  dulcemente, 
Cubre  con  ellas  tu  rosada  frente, 
Formando  una  aureólal'á  tu  beldad. 

¡Hijo,  es  tan  dulce  al  alma  de  tu  madre 
Contemplar  al  través  de  tu  belleza^ 
La  generosidad  y  la  grandeza 
De  tu  tierno,  inocente  corazón! 

¡Le  es  tan  dulce  sentir  que  tu  alma  pura. 


Í6í  OBRAS  pokriCAs: 


Que  auQ  no  desciendo  ul  tdwro  de  la  tierra, 

Esa  infinita  compasión  encierra, 

Del  cíbÍÓ  mismo  inapreciable  don!      '  '  ^ 

Y  no  obstante,  una  idea  dolor  osa. 
Un  triste  pensamiento,  vida  miá| 
Empaña  con  su  sombra  esa  alegría,   ' 
Destello  de  mi  orgullo  maternal. 

¿Qué  harás  en  las  borrascas  de  lajvida 
Que  el  porvenir  envuelven  inclemente», 
Guando  á  ru  embate  tu  bondad  presentes. 
Gomo  escudo  á  tu  señojvirginal? 


I» 


Apenas  has  cumplido  tres  abriles, 

Y  comprendiendo  el  mundanal  quebranto, 
Las  candidas  primicias  de  tu  llanto 
Ofreces  al  ageno  padecer. 

¡Ay !  apenas  al  cáliz  de  la  vida 
Pretendes  acercar  tus  labios  rojos, 

Y  empiezan  á  punzarte  los  abrojos     -   ' 

De  la  senda  qué  debes  recorrer.       - 

•  ' .  ( I  •  I  •      •  • 

¡Y  estás  en  el  umbral!  En  este  instante 
Sólo  alcanza  tu  vista  una  llanura. 
Que  cubierta  de  flores  y  verdura  . 

La  imagen  muestra  del  perdido  Edén. 

El  cielo  es  siempre  azul;  el  sól  naciente 
Con  lílondos  rayos  el  paisaj e  dora; 
De  celajes  de  púrpura,  la  aurora        ^^  , . 
El  velo  arranca  k  au, .fosada  sien.       .^,  , .. ,  • .. 

Todo  ea  frestsaiAi  arorbas  y  armonjítf;' 
En  derredor  de  tí  se  abren  las  flói^, .  tj  ; 
De  la  luz  matutina  los  cdbotes      -..u  •:  .  ' 
Se  miran  en  el  lago  dt3  oristáL  >•    -i.       mí 

Inocente,  ristieflo  jugueteas  ^     *.  . .' 


DE  ISABEL  fftlKTO  dOÍ 


Sobretasa  verde  y  perfumada  alfotnbw;  ' * 
Duermes  tu  sueño  á  la  bendita  sombra  <  'i 
Del  iumeii(>o  carino  paternal. 

Erés  féli2¡,  mi  bicir. . .  .jAy!  es  la  hota^  t 
La  hotia  de  la  indolencia  y  la  alegría;  >      ^ 

Es  el  amanecer  de  un  bello  día c'  > 

Hijo,  |biéh  corto  ese  momento  es!       i'H 

Presto  senublá'  el  Itftóiíióso  cíéldf '     ' '^ 
Braibfl  la  tempestad  con  sus  horrores . . .  T 
Hoy  yo  sufro  al  penisar  en  los  dt>Iores 
Que  romperán  tu  corazón  después.  . 

Es  la  suerte  común  de  los  mortales;'  )>"' 
y  es  inútil  luchar  contra  la  suerte;  ^ 

Al  abrigo  ^an  sólo  de  la  muerte  '"  ^ 

Se  libra  de  sufrir  el  corazón. 

'  Y  es  bien  larga  la  senda  de  la  vida,  '•    - 
Y  por  tumbas  qUériefas  señaladla  '-'^ 

Se  llega  siempre  al  fin  de  la  jomada 
Encerrando  en  el  pecho  un  panteón. 


■--.  i 


]0h!  ¿Por  qué  hablarte  así?  ¡Pobre  ángel  mi»! 
¿Por  qué  la  amarga  voz  de  la  experiencia 
Ha  de  mostrarte  del  dolor  la  ciencia, 
Que  presto  por  tu  mal  conocerás? 

Sé  bueno  y  haz  el  bien;  un  lenitivo 
Dará  á  tus  penas  el  placer  ageno: 
Hijo  del  corazón,  haz  bien,  se  bueno, 
Y  un  goce  en  tus  pesares  hallarás. 

Hijo,  mi  bien,  mi  hechizo,  mi  esperanza; 
Realización  de  mi  ilusión  más  bella; 
Diáfana  luz  de  inmaculada  estrella. 
Que  lo  ilumina  todo  en  mi  redon 

Pura  gota  de  nítido  rocío. 
Que  del  alma  refrescas  la  dolencia. 


S04  OBRAS  POÉTICAS 


Blanca  flor  que  embalsamas  mi  existeocÍA 
CoQ.e)  casto  perfumo  de  fca  amor.     ..  .^..i 

[Hijo!.  .¿A  qué  decir  mjís?  iHijo!  Este  nombre 
Lo  dice  todo  en  su  inefable  encanto: 
Es  la  voü  dé  un  afecto  inmenso  y  santo.  . 
Como  no  existen  en  )a  tierra  dos. 

Este  nombre  es  un  beso,  una  sonrisa^; ; , 
Una  plegaria  tímida  y  ferviente;      _  \ 
Es  un  himno  de  amor,  que  reverente  .  .  i 
Eleva  el  alma  agradecida  á  Dios.  ,  r , }  f 

Ven,  acércate  á  mí,  tu  f reiite  pura 
Apoya  CQn  amor  sobre  mi  seno,  ,  i 

Fija  en  .mis  ojos  tu  mirar  sereno;         ;  ,  y 
Sonríeme. .-. . .  .jCuán  bailo  estás,  así!    ¿ 

¡Cuan  dichosa  me  siento  en  este  instante! 
Dame  un  beso,  otro  aún,  otr<^j.f¿Me  quieres? 
Sé  bendito,  mi  bien,  pbrque  tú  e^res  -r.v  i 
Le  bendición  del' ci^  para  mí<     i\  \    :-:. 


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DK  I9ABKL  PRIB70.  205 


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¡Oh.  Patria  mia! 


Era  una  tarde  como  mi  alma  triste; 
De  espesa  niebla  el  cielo  se  cubría. 
La  ciudad  á  lo  lejos  Re  perdia 
Medio  envuelta  en  su  lúgubre  cendal 

£1  mar  color  de  plomo  reflejaba 
El  oscuro  7  pesado  firmamento 
Soplaba  frío  y  penetrante  el  viento 
Murmurando  una  queja  funeral. 

Abrumada  de  pena  y  desaliento 
El  sombrío  paisaje  contemplaba, 
T  el  llanto  que  mi  pecho  sofocaba 
Dejé  un  instante  en  libertad  correr. 

Los  recuerdos  queridos  de  la  patria 
Evocaba  uno  á  uno  en  mi  amargura. . .  * 


Cuando  vi  en  medio  da  la  niebla  oscura, 
De  súbito  mi  musa  aparecer. 

Con  la  fresca  guirnalda  desprendida, 
A  la  tierra  las  alas  inclinadas, 
Húmedas  y  abatidas  sus  miradas 
Se  acercó  triste  y  cariñosa  á  mí. 

•'Adios.ii  me  dijo  con  acento  blando, 
Poniendo  un  beso  en  mi  abatida  frente: 
iiSi  sufre  aquí  tu  corazón  doliente 
También  mi  corazón  padece  aquí. 

itMás  dichosa  que  tú,  tendiendo  el  vuelo 
De  nuevo  voy  á  atravesar  los  mares; 
Voy  á  esperarte  á  tus  amados  lares; 
Voy  á  sentarme  á  tu  desierto  hogar.  . 

iiYo  no  puedo  vivir  entre  estas  nieblas 
Que  me  sofocan  en  su  denso  velo; 
\    De  nuestra  patria  el  trasparente  cieJoT  ^; 
Siempre  limpio  y  azul  voy  á  buscar.  ' 

••Voy  á  decir  á  los  qi^e  tajuto  te  aipaan 
T  lloran  i^nto  tu  penosa  ausencia, 
Que  si  es  triste  y  amarga  su  existencia,    ; 
Triste  y  amarga  tu  existencia  es;,     , 

fiQue  te  mueres  aquí  cual  yo  me  muero, 
Devorada  de  angustia  y  de  tristura; 
QueA;odo  envuelto  con  la  sombra  oseurt^ 
De  tu  profundo  desaliento  yes.  ^^  ,  * 

1 1  Cuando  del  sol  los  últimos  reflejoé' 
Rosada  nube  eíx  Occidente  guiardt;         ■  ' 
Cuando  la  brisa  al  espirar  la  tarde        -  -' 
Murmure  con  dulcísimo  riímor;  i.    ■ 

1 1  Guando^  se  exhalo  el  l^guido  perfdme 
Del  cáliz  inclinado  de  las  flores 


DV  IBAfiVL  PRIETO.  S^tT 


E  ilumine  los  anohos*cort6dore^ 
De  blanca  lana  el  pálido  tvA^ty 


'j. 


mYo  estaré  allí  vagando  etítre  las  ramas 
Del  verde  enebro  y  del  rosal^^flolído; '     |^ 
Yo  estaré  en  el^tristísimo  geittido    '^^''  ^ 
Del  aura  suave  que  suspirá'alll;     ''''••*' 

«lYo  vagaré  en  él  rayo' db  la  ituia 
Más  puro  haciendo  8n  fulgor  plateado .  >í . 
Recorreré  tu  hogar  abandonado 
En  esa  hora  tan  dulce  para  tí.     • '  «*  "'  ** 

tiY  llevando  en  mis  alas  tu  recuerdo 
A  los  seres  que  te  aman,  en  su  oido 
De  tu  dolor  el  lánguido  gemido 

Y  tu  esperanza  fiel  murmuraré; 

iiY  para  ellos  seré  como  una  parte 
De  tu  alma  misma  que  en  su  busca  vuela, 

Y  cariñosa  por  su  dicha  vela 

Y  sus  pesares  invisible  ve. 

nlldios!  cuando  al  volver  á  nuestra  patria 
Oigas  el  noble  grito  de  victoria, 

Y  el  resptaudor  inmenso  de  su  gloria 
Enagone  tu  ardiente  corazón; 

iiCuando  veas  flotar  en  las  alturas 
De  libertad  al  soplo  balanceado, 
Triunfante,  aunque  sangriento  y  desgarrado 
De  México  glorioso  el  pabellón; 

n  Olvidarás  que  tímida  cantora 
Apenas  osas  elevar  tu  acento, 
Dará  á  tu  voz  un  noble  atrevimimiento 
De  ese  triunfo  la  santa  magestad; 

ifY  pulsando  la  lira  del  poeta 
QuQ  las  hazaflas  del  valor  pregona, 


206  OBRAS'  POÉTICAS 


Dando  á  los  héroes  inmortal  cbrona  <  'í   t 
£1  himno  9ni<mará$  d»  liberiad.ii    m '^'  *  < 


D\JQ,  y  tendiendo  sus  azules  alas  * 
Bápida  atravesó  la  niebla  espesa,  . 
Como  el  rayo  <le  luz  que  la  atre viesa     . 
Cuando  el  arco-iris  sobre  el  mar  se  ve.  .. 

Yo  al  contemplar  su  huella  luminosa 
Que  entre  las  pardas  nubes  se  ]perdi^, 
Sobre  mi  inspiración  que  rauda  huia, 
Más  amargo  mi  llanto  derramé.    . 


.i  i 


SofX  Francisco  California,  Abril  8/ de  1864. 

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DI  ISAfiBL  PRIlBTO.  ÍOÍ 

lOfÍji   i/»  íVj.VIííIÍ»    -'Ál 

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A  MI  HIJORA¥L. 


Al  viajero  sediento  j  fatigado, 
Cuya  trémula  planta,  lía  aes£rarar<íó 

La  larga  senda  erial,^  •   / 

Oírece  í)iós  en  él  desierto  ardiente     ./, 
De  un  ai  bol  el  íollaje,  y  de  una  fuente 
£1  limpo  manantial. 


■i  ». 


:-.U::í  J^ll-^v!  nT 


*■ '  AT  ináifino  infeliz  k^<^'tlien  vTóleitta/ 
Hace  en  su  f ilriá'  Íi6rrib'te  tá  tormenta' 
Pedazos  el  bajel,"' "^'''-'"^' 
Ofrece  Dios  en  su  cammo  incierto, 
La  salvadora  luz  que  indica  el  puerto, 
Y  le  conduce  á  él.   " 

^■e>\m    Ci<aS^doft^bifido'*?!*!ebraxbh  aptira  ~ 
Hasta  la  hteis  el  ealhs^de  at&kf^itW,-'^  .'-.ir, .A 
De  profofidii'íKflfeoiOrt,^»'  '«'^ 
;<'ú;\BitíB  nn.'ángekiíle><<»iíd¿  iK»«'«i*lap-  '^ 


^^0; Q^Ui8POá«0Aa 


A  consolar  piadoso  la  agonía 
Del  triste  corazón. 

Tropezando  en  las  zarzas  del  camino, 
Seguia  yo,  cansado  peregrino, 
Mi  senda  de  dolor, 
Temiendo  sumergirme  á  cada  instante 
Luchaba  yo,  perdido  navegante. 
Del  mar  con  el  furor. 

Herido  el  corazón  y  hecho  pedazos 
Al  destrozarse  los  amantes  lazos 
Que  la  muerte  rompió. 
Era  ese  corazón  la  tumba  f  ria. 
Donde  su  sueño  prostrimer  dormia 
,  Íja''qlie  al  <^ola  partió. 

Y  tú  has  venido  en  mi  mortal  quebranto 
A  enjugar  cbh  tu  labio  el  triste  llanto 

De  mi  angustia  cruel; 

Y  has  sido  tú  la  fuente  del  desierto, 
La  salvadora  luz  que  muestra  el  puerto 

Al  perdido  bajel.  . .  ;  ^ 

Tú  has.  sido  el  ingel  que. el, Señor  envía 
A  coasolar  piadaso  la  agonía 

Del  triste  coraron;     ..i 
Tú  mi  horrible  pesar  has  adormido 
Murmqrando  dulcísima  á  .mi  oído, 
Del  cielo  una  canción. 

'         ".■■:-■  ' 

— "¿Becoerdas.  tú  me  ha»  dicho,  madre  m¡»^ 
Aquel  tremendo  y  espantoso  dia 
En  que  te  KhandoQ^ 
"Fué]a  orden  del  Señor  que  me  llamaba; 


DB  ISAlIBLTBUKrÓ.  211.' 


.-•,''4- 
•  1  i 


To  entro.  qI  ci0lo  y  mi  madre  vftcil«\;vi,   • 

"Tras  ese  azul  y  espíendoroso  velo, , 
Allá  en  mi  patria  primitiva,  él  c^el^o,  '    ./. 
Suspiraba  sin  tí.' 
"Tu  inefable  ternura  me  faltaba, 

Y  con  bf^m^dos  qjos  murmurivba:  ^j  ,v 

i\ro  e^.mi  madre  (iq^i.^^,    /^^.  ':^ 

"Y  el  Señor  viendo*  tu  dolor -pi^dfundo, 

Y  qtie  hada  p<Müa  en  éste  tauBdo 

Ttt  |»ená  ^ltfg*r/         '^ 
Dio  k  tus  feéyiéhtes  sdpliéas  óldo, 
Y — "Vuelve,  dijo  al  fin  compadecido,  . 
"Esa  an£[ustia  á  calmar. 

"A  ese  valle  de  lágrimas,  la  tierra, 
"Por  la  segunda  vez  boy  te  destiiercá' ' 

**De  tu  madre  el  amor 

"La  misión  de  los  ángeles  del  cielo 
"Es  dar  ^Uvip  del  mortal  al  duelo, 
"Consolar  el  dolor."  f  r. .,,..,. 

"Y  aquí  estoy,  madre,  á  consolar  tu  pena, 
Abaeer  tu  vida  pládda  y  aerona 
Con  mi  dulce  mirar;  1  V  : 

"A  embellecet  la  senda  en  que  caminas 
Trocando  en  frescas  flores  las  espinas 
De  tu  amargo  pesar. 

'*Del  triste  llanto  que  del  alma  brota 
En  sus  horas  de  angustia,  cada  gota 

Una  ple|;aria  e8; 
"Yo  las  tuyas,  ¡ob  madre!  he  recogido, 

Y  en  mis  alas  de  arcángel  han  subido 

Del  Señor  á  Ins  piét. ' 


212 


OBRAS  poánoAS 


"Aqn!  estoy,  madte,  tu  dolor  olvida: 
Si  es  un  valle  de  lágrimas  1»  vida» 
Puede  hacerse  también, 
"Por  un  amor  inmenso  iluminada 
De  la  dicha  más  pura  la  morada,' 
Txalac|o  del  Eain."    


'/ 


¿i. 


■Ol    h^. 


•iitíj;'f» 


¡Si  tu  su^é^as,  hijo,  lo  que  siento        ' 
Al  resonar 'tu  delicioso  acento 

P^p^rodel  corazón]       .  ;^ 
Ven  á  apoyante  ea  él,  hieíA  de»FnÍ  vj^ft».' 

Tú  me  has  vueltojj^dichfb  ys^  pej[;^ida 

jMi  luí,  mi  beni^fcwlí ,  ^  , ,    n 

Al  través  de  tu  risa  encantadora,' 
Puro  y  rosado  rayo  d*é  Tá  aüroí'a 

Qu^iíaQ^  U^pflche.hjwr,   ,  .         ¿^ 
Me.pa»C9ial.í)ewr  tu  blancf^  frente^  • 
Ver  en  yaga  vhdon  la  patria  ajUsente 
,.  Anejos ^on^eir.  ..  _.;.  ,,  ,^,,^  .    .. 

En  tí  ha  hábfade  dé^^Ü'éyo la  éspGtati2a, 
La  maternal  benclita  bienandanza; 
í  Liiinsphwcion,  la  £«..¿.i'U'^  r         ''" 
Lejos,  mity  liéjosde  lÁ'püivítk  aimada»^  A 
En  la  luz  de  tu  ¡límpidA  iniradaru /> 
Hallo  la  luz  del  cielo  q«e  dejé.;]    '  i  •  *  ' 

*    Hamburgo.  Febrero  2a  de  1873. 

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I>B ,  ISABEL  ^BIBTO.  %X'^ 


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íiá  blanca  luz  de  la  aur9ra 
Que  vaga  el  Oriente  dora. 
Y  tímida  aún  no  alcanza, 
A  vencer  Ja  noche  oscura. 
Dulce  á  mi  ¿ido  murmura: 
íEéperánzá! 

Eltlienue  celaje  leve. 
Que 'en  tinlas.de  rot»tk  y  nieve 
Por  ol  limpia  azu][  avánzi^ 
Deíréseabrikir  impelido,^  t' 
Dolos  muEmiiia  á  mi  oid«¿ 
l£aDexaiiza! 

P— 22 


%u 

OBRAS    POÉTIOAB 

£1  arroyo  plateado 

Que  riega  apacible  el  prado 

T  de  súbito  se  lanza 

En  cascada  cristalina, 

Dice  con  voz  argentina: 

¡Esperanza! 

La  pura  entreabierta  rosa, 
Que  se  esquiva  pudorosa 
Con  casta  desconfianza 
De  la  luz  del  sol,  murmura 
En  su  brillante,  frescura: 

¡Esperanza! 

El  blando  beso  de  amores, 

Que  da  «1  céfiro  á  las  flores. 

Uniendo  en  tierna  alianza 

De  unas  y  otras  el  aroma, 
Voz  ptura  decirme  toma:        a' 

¡Esperanza! 

El  ave  que  de  su  nido, 
A  nn  arbusto  suspendido. 
De  Dios  en  dulce  alabanza 
Alza  su  sonoro  canto, 
Dice  al  alma  en  su  himno  jsanto: 

¡Esperanza! 

t 

El  tibio  rayo  doliente 
De  la  luna  en  Occidente^  . 
Que  dibuja  en  lontananza 
Las  sombras  ée  la  colina, 
Dice  en  su  magia-  divina: 

¡fispennzat 


DK  I8ABBL  PRISTO.  215 


Toda  la  naturaleza 
Con  su  sublime  belleza 
Alienta  mi  confianza, 
T  al  corazón  dolorido 
Con  acento  conmovido 
Repite.'.  Fe  7  Esperanza! 


México,  Junio  8  de  1877 


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2X6  .  OBRAS  FOÉTKIAS 


«.Vll.íYv'Ji  ;|  n\  J.l  fi'i 


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.A.  mi  queñda.  lieiriii.a;iia; 

MATILDE  LANDÁZaKI. 


Bella  es  á  tu  edad  la  vida; 
Porque  el  corazón  sereno 
No  prueba  atín  el  veneno 
De  desengaño  ó  dolor. 

Dulce  la  ilusión  tendiendo 
Su  velo  color  de  rosa 
Baña  tu  senda  radiosa 
Con  uu  sonrisa  de  amor. 

No  hay  en  tu  fácil  camino 
Mas  que  flores  peregrinas, 
Pero  pueden  la.s  espinas 
Entre  las  flores  brotar. 


DS'ISÁBBL  PRÍBTO.  117 


Hoy  ensueños  deliciosos 

Te  embelesan  halagüeños 

Pero  se  pueden  los  sueños 
En  realidades  trocar. 

No  escuches  las  tiernas  quejas 
De  rendidos  trovadores, 
Que  to  cantan  sus  amores 
Y  te  juran  su  pasión. 

El  amor,  blanda  quimera 
Que  engalana  nuestra  vida, 
Es  á  veces,  mi  querida, 
Verdugo  del  corazón. 

Vive  feliz  y  risueña; 
Goza  tu  dulce  mañana; 
La  luz  de  la  aurora,  hermana. 
Es  la  mas  hermosa  luz. 

¡Plegué  á  Dios  que  ignores  siempre 
De  la  vida  el  hondo  duelo! 
X   o    ' '  ISPunfta  él  fulgor  de  tu  tiék)   i        '  ;>  -   \ 
*.'    " '.  ;  .  Nuble  de  pena  elcapíns.  '  ** 

México,  Enero  14  de  1870. 


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IM  Mí  ílIli^SMS. 


A  dos  herman&s  un  dia 
Dio  dos  flores  un  poeta, 
Roja  cual  coral  la  una, 
Blanca  la  otra  como  perla. 
Entrambas  al  recibirlas 
Sonrieron  á  la  ofrenda, 
Y  la  más  joven  tomando 
La  roja  flor  con  presteza, 
Ornó  con  ella  los  rizos 
De  8U  negra  cabellera. 
La  otra  en  un  vaso  la  puso, 


DI  ISABEL  PRIITO.  ^     %l$ 


Junio  á  la  cuna  modesta» 
Donde  de  su  amor  dormia* 
La  dulce  y  querida  prenda. 
Al  ver  la  flor  encarnada 
En  la  juvenil  cabeza, 
Brillando  su  roja  tinta 
Entre  las  oscuras  trenzas, 
El  poeta  entusiasmado 
Dijo:  "Es  la  mejor  manera 
De  agradecer  el  obsequio 
Que  la  amistad  os  presenta,  n 
Al  oir  estas  palabras, 
La  más  joven  satisfecha 
Se  inclina  mientras  al  labio 
De  la  otra  por  respuesta 
Animaba  indefinible 
Una  sonrisa  lijera. . . . 
A  la  mañana  siguiente 
La  flor  roja  estaba  muerta; 

Y  en  el  humilde  retrete. 
Donde  mi  musa  benévola, 
A  templar  mi  tosca  lira 
Algunas  veces  se  presta. 
En  su  cristalino  trono. 
Una  blanca  primavera 
Aun  exhala  su  perfume 
Graciosa,  lozana  y  fresca. 
Guando  la  frente  levanto. 
Gansada  de  mi  tarea. 

La  dulce  flor  me  sonrie 

Y  cariñosa  me  alienta; 
Porque  una  flor  para  el  alma 
Que  comprende  su  belleza 
Tiene  un  lenguaje  secreto 


ii^     '  OÜRAfe  POÉTICAS '" 


Que  de  embeieso  ift  llena. 
Ahora  ven  aquí  un  instatti» 
Y  dime,  amigo  poeta^   .  ■..■.,. 
De  agradecer  tu  recuerdo 
¿Cuál  e»  1a  piejor  maneraf 


México,  üfárzó  10  de  1870. 


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JL^«4^   Jt^Ji^^J&v^tiVftKXiiTto 


Antes  de  dormiif,"bién  inio. 
Cruza  tus  manitas  blancas, 
Y  con  tu  voz  de  quétube 
Eleva  á  Dios  tu  plefifaria. 
La  oración  del  inocente,' 
Serena  é  inmaculada  ■       ' 
Sube  más  presto  á  los  cielos 
De  su  pureza  en  las  alas. 
Es  una  hora  muy  dulce:  ^ ' 
Tenáfó  ya  la  noche  clara 
Su  azul  y  diáfano  velo   • 
Qué  las  estrellas  es^ualtam 
Ia  tibia  luí  de  'h.  luna  '  \ ' 


2)22  OBRAS  POÉTIOAS 


Ilumina  el  panorama 
T  en  las  aguas  de  la  fuente 
Deja  una  huella  de  plata. 
Uno  de  sus  blancos  rayos 
Penetra  por  la  ventana, 
Y  atravesando  los  pliegues 
De  la  trasparente  gasa, 
Que  envuelve  tu  blando  lecho 
Gomo  una  nube  argentada, 
Con  una  dulce  caricia] 
Tu  frente  de  rosa  baña. 
Vamos  á  orar,  hijo  mió, 
Que  ya  á  la  oración  te  llama 
El  armonioso  concierto 
Que  la  natura  levanta 
En  esta  hora  solemne, 
Misteriosa  y  sosegada. 
Oye:  el  rumor  del  arroyo, 
Del  aura  la  queja  blanda. 
Que  acariciando  las  ñores 
Susurra  entre  la  enramada; 
Del  postrer  trino  del  ave 
La  nota  indecisa  y  vaga. 
Que  en  sus  alas  de  zafiro 
Tibia  la  brisa  arrebata; 
Es  una  oración,  mi  vida, 
Que  pura  y  ferviente  alzan 
Los  céfiros  y  las  flores, 
Los  árboles  y  las  aguas. 
Las  aves  y  los  insectos 
Que  zumban  entre  las  ramas. 
Fija  en  el  cielo  un  instante 
Tu  trasparente  mirada, 
T  admira  el  fulgor  sereno 
Que  las  estrellas  derramiui. 


DK  ISABEL  PRIETO.  22S 


Es  el  lenguaje  sublime 
Con  que  al  Creador  alaban, 
T  su  grandeza  pregonan, 
T  su  omnipotencia  aclaman. 
Es  su  oración,  hijo  mío, 
Que  en  luz  los  astros  exhalan. 
Como  en  aroma  las  flores, 
Cou^o  en  suspiros  las  auras. 

Vamos  á  orar no  te  duermas, 

Cruza  tus  manitas  blancas, 
T  con  tu  voz  melodiosa 
Eleva  á  Dios  tu  plegaria.   : 
La  oración  es  el  perfume 
Más  delicado  del  alma, 
La  esencia  del  sentimiento 
Hondamente  concentrada. 
Es  la  súplica  raes  tierna, 
El  himno  de  la  esperanza. 
La  bendición  del  dichoso. 
Del  desdichado  la  lágrima. 
La  ofrenda  de  la  inocencia, 
A  Dios  tan  dulce  y  tan  grata. 
Que  la  plegaria  de  un  niño 
Puede  lavar  muchas  manchas. 
Vamos  á  orar;  Dios  te  escucha. 
Rápida  la  noche  avanza, 

Y  para  llevarla  al  cielo 

Tu  ángel  tu  oración  aguarda. 
— "Madre,  el  niño  le  contesta, 
Despnes  de  una  corta  pausa. 
Mientras  con  sus  dos  braeitos 
El  mftterno  cuello  enlaza./ 
iiTú  quieres  que  con  Dios  hable 

Y  Dios  á  mi  no  me  habla^ 
Y.  pues  que  no  me  responde. 


SS'4  OBÉAS   POürí-ÍCAÍl. 


I 

Es  qtíé  no  oye  mis  palabras.  M 

Sello  Tin  besó  de  la  tóadte,  * 

La  boqtiitá  nácái'átiá    '     * 

Qti*e  HÜ  cühdoiíoftk  qtiéjá  '^' 

Gra vertiente  ptotitititílábaJ" 

— "Dios^B  habla  sieHi^re,' alma  mía, 

Do  (jüíér  9ú  vo¿  soberana, 

A  tu  otacion  reíipondiétido' 

Se  escucha  elocuente  y  étata, 

En  el  Rol  que  te  calienta, '  ' 

En  las  sonrisas  del  alba,*  * 

En  el  aire  que  respiraísi,    '' 

En  los  ^oces  de  tü  infánda, 

En  los  besos  cariñosos'    '  *' 

Del  padre  que  te  idolatra, 

Y  en  ^1  amor  infínito     •   * ' 

Que  mi  corazón  te  guarda.' 

Dios  á  las  madres  inspira 

La  inmensa  ternura  santa 

Con  que  al  hijo  tierno  adoran 

Desde  que  á  la  tierra  baja; 

Dios  á  las  madres  ha  dado 

La  precisión  delicada 

Oon  que  comprenden  ial  mfeo 

Que  su  auxilio  les  démand^a 

En  ese  raudo  lenguaje'"'    ; 

Que  en  un  sollozo  se  es(»ipa. 

Mil* veces  cuando  en  tu  léciho 

Tranquilamente  descÉtnsaSj^ 
Sabiendo  que  sienten  frío, 
Por  intuición  sobrehumana 
Vengo  k  cubrirte  anhelosa 
Desde  la  próxima  estancia 

•       •     •    -  r 

Es  que  una  voz  de  los  cielos, 
Que  sólo  una  madre  altánza, 


DB  ISABEL  PRIETO  32III 


Le  A4v|er^e,  cnoaÚQ  padece 

Quai^  te  ^ígoihijo  mío;  -.^^ 

Sé  bae^o,  al  prójimo  .amiw  i 
Socorre  al  neoe^itaíip,  ?♦  í.v^ 
Fiadosp  ^OH, mald»  calma^    / 
Dios  ppr  Bpiirl,al?ip,¡alt»fi  mía, 
Es^9  precepto»  te  manda,  ^ 
Que  por  la  A^iPf^tde  una  rpadre 
Qia^.^i^p^fe  4rlo3  h^o«  habla. . . . 
Así.ppn^^  d^rodiljas, 
J)f,U}Q  Jjfs  rpfkP9f,  cruzad^y 
B^clina .  ei^  Dí\i  hombro  tu  Irente 

?^e  blai^o  beleño  empap¿ 
comie^n^á.ii  Oqi^  yoz  dulcp, 
Que  ei  sueíio  en  su  sombra  apaga 
El  rubio  ni^o  repite: 
— "Dios  mío,  yo  te  doy  grfu:ias, 
Porque  de  tí  todo  bien 

Y  toda  (ficha  dimanan.     ' 
Como  eres  padre  de  todos. 
Con  sencilla  confianza       . 
Mi  suplica  fervorosa         ► , 
A  tí  el  corazpii  levanta. 
Te  pido,  por  el  que  sufre    ^ 
Sumergido  en  la  desgracia; 

:^p,pido  ppr^el  c}ilpable  .  <» 
Que  tus  preceptos  quebranta; 
A  mis  padres  que  me  adoran. 
Cuida,  Dios  mío,  y  ampara, 
Que  ser  huérfano  es  bien  triste 
Me  ha  dicho  «i>  madre-amada. 
£[azme  bueno  y  obediente 

Y  perdóname  mi  faltas. 

Y  antes  que  me  entregue  al  suefio, 


226  :  OBRAS  POÉTICAS 


Que  ya  mis  ojoa  éznpaña,  ' 
Tu  bendición,  Dios  piadoso, 
Que  del  mal  defiende  y  salva, 
£a  los  besos  de  mi  madre 
Sobre  mi  frente  derrama,  n 
Al  terminar  débilmente, 
Esta^  última»  palabras 
En  los  maternales  brazos 
Dormido  el  hiñó  resbala. 
El  ángel  custodio  entonces 
El  blanco  lienzo  separa,    ' 

Y  contemplando  á  la  madre, 
Que  sobre  el  hijo  inclinada, 
Su  dulce  y  tranquilo  sueño 
Con  débil  canto  arrullaba, 
Sobre  el  cariñoso  grupo 
Tendió  las  diáfanas  alas; 

Y  dé  los  labios  del  niño    , 
Recogiendo  la  plegaria, 
Cuyos  últimos  acentos 
Aun  indecisos  vibraban. 
Alzando  el  vuelo  murmura 
Con  voz  apacible  y  blanda: 
— 11  Voy  á  llevar  á  los  cielos 
Tu  oración  inmaculada; 
Pero  me  alejo  tranquilo 

Pues  que  tu  madre  te  guarda,  fi 


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DK  I8ABKL  PRISTO. 


227 


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¿Por  qaé  cuando  es  tan  dulce  el  sentimiento 
Que  llena  el  corazón  en  este  instante, 
Es  débil  el  acento     -  -r       '• 
Con  que  expresarlo  intento 
T  se  detiene  el  1al>io  vacilante? 
¿Por  qué  si  es  mi  emoción  tan  verdadera. 
Tan  profunda  y  tan  pura, 
No  hay  en  mi  voz  la  nota  melodiosa  '     ^ 
Ck>n  que  expresar  quisiera  ' 

De  esa  emoéion  la  celestial  dulzura?     '  '' 
¡Qué  noche!  Su  memoria  deliciosa       '    ^ 
Quardará  siempre  el  alma  agradeeidaí, 
Al  recibir  la  ofrenda  delicada 
Que  mi  pitó  querida  '  i '-    <? 


2|28  OBRAS  POÉTICAS 


Me  presentaba  de  indulgencia  llena, 

El  corazón  de  gratitud  henchido 

Solo  puao  en  su  rápido  latido 

Expresar  la  emoción  que  sofocaba    ' 

En  mis  labios  la  voz;  pero  ¿diria 

De  elegante  discurso  la  elocuencia 

Tanto  como  un  silencio  que  causaba 

De  tan  honda  impresión  la  fuerza  misma? 

Como  prenda  de  dulce 

Grata  benevolencia, 

De  bondadosa  y  tierna  simpatía, 

Toda  mi  vida  guardaré  estas  flores 

Y  esta  bella  corona  de  armonía, 
Que  tan  dulces  acentos  me  formaron, 

Y  en  mi  tímida  frente  colocaron 
Los  tiernos  vates  de  la  patria  mía. 
Con  las  guirnaldas  de  laurel  y  rosas 
Que  amigas  cariñosas 

Con  amor  me  ofrecieron,  .  •  ,  *  • 

'  í  '  íAdorujarÓ  mi  frenM  e^vaneieida,  •    >     "  ¿  J'  .'^ 
Que  ofrenda,  cuanto  gcata  inmerecida. 
De  una  tierna  amistad  la  prenda  fueron. 
Esta  medalla  de  sentido  lema  ,       ,  •     . .  . 
Que  con  tanta  bondad  me  dedicaron 
Jóvenes  v  entusiastas  corazones,      , 
Que  con  »a  tierna  estimación  me  honrare^ 

Y  en  sus  i^rt^^s»  sencillas  e^xpresiopes.  .  j^ 
Me  declararon  su.^fept^qs^k  ^iiterinana,  ,  > 
Será  de  b97v^?fl^í  adornpj^vás  pr^eciadp;, 
El  más  noble  y  ^4s  b^jlp,  , , . ,  .  . ,  , 
Que  aij^|Q3^.pn  día  bilfilaran  4,^^m^^ 9^e^U9i 
Cadena|4e.l[^bíe^ó  (^^Rjaptes,  ,,;.^  ,  ^,^..  ^ 
Ofusp^rja  sij^^Jj^qe^^Qe^tella^a^es  :  -,,|,-,,.j,í¡ 
De  esta  medqSjlfk.j^l  fújgifjp./'^teljpí;..  .^  ?^ 
Bella  promesa  de  repj[^¿r.e  j,  g^pri^i-  .j^,-;, 


■>•' 


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DE  ISABEL  PRtElO.'  2201 


Cual  si  capaz  me  hallara  de  obtenerla  ' -^ 
La  acepta  agradecida  el  alma  mía;  '  '>'J 
La  querida  memoria  Wí  I-.  :.  ^  :,>,,  .• 
De  aquella  noche  laminosa  encierra,  •>      / 

Y  por  cuanto  de  hermosouhay  ea.la  tierra  J 
Este  precioso  don  no  cambiaría;  >   . 

Y  tantos  lisonjeros  tdiitimonios  •  > 
De  viva  estimación,  lae  delicadas       '"":   -- 
Sinceras  atenciones      .    .,'-'.           .    . '      'C 
Que  esa-noche  encontré  manifestadas       ^  ' 
Con  la  dulce  expresión  del  sentimiento;  '   ' 
El  cordial  interés  que  en  las  miradas,'-'    -'  ^ 
En  las  sonrisas  todas     •víí    ••■.           ••     .y 
Brillaba  cariñoso,            <s.ii«::   ••:     -•  i^         4" 
Han  dejado  en  mi  pecho  la  honda  huella 
De  un  agradecimiento  "'■'**     •  -  "' '      -  '    '',> 
Que  nada  borrará,  que -eternamente    •  * 
Guardará  el  corazón.  §i  temblorosa, 
Agitada  no  tuve 

Una  sola  palabra  que  dijera 
Lo  que  el  alma  sentía  entese  instante. 
Es  porque  una  emoción  tan  poderosa. 
Tan  fuerte,  tan  sincera 

No  tiene  acentos  que  expresarla  logren 

jOh!  ¿por  qué  esa  impotencia  dolorosa? 

Si  por  dicha  me  fuera  concedido 

Lo  que  siehíó  expresar,  tal  cual  lo  siento, 

jCuán  dulce  fuera  el  afectuoso  acento 

Que  alzara  el  corazón  agradecido! 

Pero  si  no  me  es  dado. 

Con  una  voz  suavísima  y  vibrante 

Elevar  mi  canción,  los  corazones 

Que  una  viva  emoción  hayan  probado 

Comprenderme  sabrán,  habrán  leido 

Bajo  la  turbación  que  me  agitaba, 

P— 23 


860 OBRAS;P0¿1fI0A8 

En  las  palpitaciones  ...  t)    '    '  •     •<  •>  [■■       ' » 

Del  pecha  conmovido  ;  ♦  "         ■ 

Lo  que  decir  el  labio  no  lograba;        ;   •     : 

Que  de  dos  tiernas  lágrimas;  esencia 

De  sentimiento  puro  é  indecible,   ■  ■• 

Sabe  apreciar  el  corazón  sensible 

La  i]^elicada  y  tímida  elocuencia.  « 

En  prenda  pues  do  gratitud  sincera 

No  ofrezco  el  eco  de  mi  débil  canto,    ■        - 

Sino  la  honda  emoción  que  me  impidiera 

Lo  que  siento  decir,  sintiendo  tanto; 

Del  corazón  turbado  los  latidos 

Qne  mi  voz  apagaron,        ,*    . ,;  i 

Y  esagota  de  llanto 

Que  esas  demostraciones  afectuosas,  ^; 

Que  esos  acentos  dulces  y  sentidos,      -     ,  ' 

De  lo  íntimo  del  alma  me  arrancaron. 

*       Guadalajara,  Enero  1  °  de  1862. 

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A  MI  MAMA  ABtTKLA. 


Pluguiera  al  cielo,  Mamá, 
Que  realmente  poseyera 
Las  brillantes  cualidades, 
Las  recomendables  prendas, 
Que  tu  indulgente  cariño 
Liberalmente  me  presta. 
Pluguiera  á  Dios  que  mi  lira, 
Que  tan  armoniosa  encuentras. 
Acentos  bastante  dulces 

Y  melodiosos  tuviera 

Para  expresar  cual  la  siento, 
La  impresión  tan  viva  y  tierna 
Con  que  tu  canción  sentida 
El  alma  toda  me  llena; 
Para  expresar  mí  cariño 
Tierno  por  mi  Mamá  abuela, 

Y  la  gratitud  profunda 


292, QBRAS  P0BTI,C4ff. 


Que  mi  corazón  penetra 
Al  recorrer  esas  lineas 
En  que  tu  afecto  me  expresas. 
Siempre  leeré  esos  versos 
Conmovida  y  satisfecha, 
Becordando  que  has  tenido 
La  bondad  y  complacencia. 
Pese  á  tu  cansada  vista, 
De  escribirlos  de  tu  letra; 
Que  cual  chiquilla  mimada 

Y  exigente  como  nieta, 

Si  así  no  lo  hubieras  hecho 
No  habría  estado  contenta. 
Desde  este  Edén  delicioso, 
Do  se  pasa  la  existencia 
Risueña  como  sus  flores,   . 
Como  Áu  cielo  serena;  j: 

Donde  al  tibio  y  perfumado 
Soplo  de  la  primavera 
Abren  su  cáliz  las  rosas,     '  '" 

Y  la  tímida  violeta 

Su  blando  aroma  derrama 
Ocultándose  modesta; 
Do  con  rayos  más  suaves 
Parece  que  el  sol  calienta, 

Y  es  más  limpio  el  firmamento, 

Y  las  brisas  son  más  frescas, 

Y  es  más  puro  y  apacible.    / 
El  fulgor  de  las  estrellas- 
Te  envío  un  tierno  recuerdo,    '. 
Que  entre  sus  alas  te  lleva 
Esta  brisa  embalsamada 

Que  murmura  en  la  arboleda 
Ya  cual  suspiro  amoroso. 
Ya  como  doliente  qu^ja.    ' 


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DÉ  ISABEL  PRIETO. 


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■\     ■.;.'» 


¡Guán  bella  está  la  noche!  ¡Cuan  bella  es  esta  hora! 
(Cuan  grato  es  el  silencio  que  reina  por  doquier,  , 
Cuando  abatida  el  alma  sobre  el  pasado  llora 

Y  evoca  las  memorias  dulcísimas  de  ayer- 
La  noche  está  tranquila,  murmura  blando  el  viento 

Cual  queja  misteriosa  con  tímido  rumor; 

Y  baña  las  paredes  antiguas  del  convento 
Déla  apacible  luna  el  tibio  resplandor. 

Se  esdacha  allá  a  lo  lejos  la  voz  de  una  campana, 
Mezclarse  en  yagas  notas  del  céfiro  al  gemir;  , 
Contemplo  tristemente  sentada  ámi  ventana,    '  '.' 
Las'hübes  que  atraviesan  un  cielo  de  záfíf. 


,2^4  OBRAS   POÉTICAS 


Asi  los  sueños  pasan  de  nuestra  edad  primera, 
Graciosos,  fugitivos,  cual  mágica  visión; 
Asi  los  arrebata  la  brisa  pasajera, 

Y  ni  memoria  dejan  después  al  corazón. 

No  sé  que  vaga  sombra  de  triste  desaliento 
Extiende  á  los  objetos  su  velo  fune^l: 
No  sé;  mas  de  esta  noche  purísima  no  siento 
Llenar  cual  siempre  al  alma  la  influencia  celestial. 

Allá  en  el  limpio  cielo  la  blanca  estrella  brilla, 
Que  me  ha  causado  siempre  tan  dulce  sensación; 

Y  siento  aquí  una  gota  de  llanto  en  mi  mejilla, 

Y  siento  que  oprimido  palpita  el  corazón. 

Será  que  recordando  el  tiempo  que  no  existe 
Fatal  presentimiento  me  oprime  á  mi  pesar; 
Acaso  es  una  idea  desoladora  y  triste 
Que  en  lo  íntimo  del  alma  se  viene  á  deslizar. 

Si  nada.hj9.j  en  el  mi3indq.estabje.y  djira4ero; 
Si  todo  ¿s  ^n  lapierria  ^elámp^gO/fugá^  (   j 
Si  no  hajr  un  sentimiento  tan  puro  y  verdadero 
Do  el  tiempo  no  coloque  su  triste  huella  audaz. 

¿Por*qué  se  apega  siempre  el  aíma  en  su.  delirio 
e  tan  fugaz  afecto  al  deleznable  bien?^  ,_ 
¿Por  qué  si  há  de  causarle  angustias  y  martirio. 
Soñar  en  su  locura  de  dicha  bello  Edén? 

¿Por  qué,  si  todo  pasa,  vivir  de  un  sentimiento? 
¿Hacer  de  esa  ternura  la  luz  del  corazón? 
¿Por  qué,  si  al  fia  un  dia  ha  de  llevarse  el  viento   • 
Recuerdos,  esperanzas,  afectos,  ilusión? 

Si  la  inflexible  mano  del  inclemente  olvido 
'  Estampa  por  doquiera  su  sello  destructor;  ^, 

Si  olvida  sus  dolores  el  corazón  herido; 
Si  olvida  fil  alma  ardiente  sus  goces  y  su  amor; 


D»  I8ABBL  ÍB&I9T0.  235 


¿Por  qué  gozar,  si  pasa  la  dicha  como  un  sueño? 
¿Por  qué  llorar,  si  agofca  el  llanto  su  raudal? 
¿Por  qué  anhelar  ansiosos,  un  porvenir  risueño. 
Si  todo  es  pasajero,  si  nada  es  inmortal? 

Llevada,  sin  embargo,  de  arranque  irresistible, 
De  afectos  eternales  en  Vnisca  el  alma  va ... . 
¡Quién  sabe!  Si  en  el  mundo  hallarlos  no  es  posible. 
Acaso  los  encuentre  por  dicha  más  allá. 

Consolador,  sereno  y  dulce  pensamiento, 
Que  llena  el  alma  toda  con  su  divina  luz, 
Y  aparta  la  honda  sombra  de  amargo  desaliento 
Como  la  luna  rompe  de  nubes  el  capuz. 

Que  si  en  el  triste  mundo  á  realizar  no  alcanza 
El  alma  dolorida  su  noble  aspiración; 
Si  itlumbra  su  camiáo  la  luz  de  esa  esperanza,  :  ^ 
"^      Ma  le  da  consuelo,  valor,  resignación.      -  ^^  * 

Octubre  16  de  1862 


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A:  LAS  Ai^rAAs  Sensíéí^es. 


jCaán  triste  es  ese  cuadro  de  angustias  y  de  horrores 
Qae  negro  se  despliega  hiriendo  el  corazón! 
|8erá  acaso  imposible  calmar  esos  dolores? 

a  voz  alzará  inútil  la  dulce  compasión? 


Hay  madres  qne  espirando,  con  su  mirada  incierta 
(Jomtemplan  á  sus  hijos  que  en  vano  piden  pan; 
Ha  alma  inquieta  se  apega  á  su  moytal  cubierta .... 
Sin  ellas  en  el  mundo  sus  hijos  ¡ay!  ¿qué  harán? 

Y  pasan  largas  horas  en  ansiedad  impía, 
Sintiendo  que  se  apaga  su  débil  pulsación; 
Sintiendo  que  ya  el  velo  mortal  de  la  agonía 
Envuelve  su  existencia,  les  hiela  el  corazón. 

T  el  hambre,  el  hambre  horrible  espera  á  esas  criaturas. 
Que  quedan  en  la  tierra  en  mísera  orfandad; 


DC  íBA^t  PRIBTO.  337 


Tremendos  sofñnúentos,  terribleí)  amargnias.....*   . 
¿D6  estás  en  este  instóte,  divin»  Caridad? .  >  . ... 

Ved  á  ese  pobre  pad)^  sombrío,  oabizbajo; 
La  enfermedad  agota  su  fuersa  y  su  valor; 
lEs  tan  mezquino  el  premio  que  alcanza  su  trabajo. 
Es  tan  amargo  el  fruto  de  su  tenaz  laborl 

Con  paso  vacilante  se  acerca  á  su  morada,  ,. 
Do  habitan  pertinaces  la  angustia  j  el  pesajr...... 

Le  espera  su  familia  que  inquieta  y  desolada, 
Sin  luz,  sin  alimento,  solloza  ante  el  hogar. 

La  triste  madre  arrulla  al  hijo  más  peqüefio, 
Y  en  medio  de  su  llanto  murmura  una  canción: 

No  quiere  que  se  turbe  del  inocente  el  sueño 

¡Su  leche  han  agotado  miseria  y  aflicción! 

El  desdichado  padre  que  sufre  tales  penas;     :  ,  •  - 
A  quien  la  suerte  abruma  con  tanta  cruel^ladv      ' 

A  beber  les  daria  la  sangre  de  sus  venas. v *  ■    • 

¿Te  has  vuelto  acaso  al  cielo,  sublime  Caridad?      :  v. 

Ved  á  esa  tierna  virgen,  que  pálida  y  llorosa, 
Se  encuentra  abandonada  del  mundo, en  la  extensión; 
Perdieron  sus  mejillas  las  tintas  de  la  roGja,     i,     >  v 
Oprime  la  tristeza  su  limpio  corazón.    :;     r. 

Pobre,,  huérfana,  sola,  ¿qué  espera  á  &sa  inocente? 
La  seducción  camina|de  su  virtud  en  pos: 
Muy  cerca  está  del  hamb«e,  del  vicio  la  pendientcí. ... 
¡Que  salve  á  esa  ^ifelice  compadecido  Dios! 

¿Dó  están  ¡ay!  el  esposo,  el  hijo  y  el  hermano,      '  .   r: 

Apoyo  de  esos  seres;  en  dónde,  en  dónde  est^ui?       .v  : 

No  ha  resonado  el  grito  de  niiestra  patria  en  vano; 
Partieron  al  combate;  partieron.;. .  .¿Yolverán?ji'  -. 

A  derramar  sü  sangre  por  defender  ansiosos      -    • 
La  patria  amenazada,  la  santa  libertad,  '      •  v        v 


l        '  s     '   /' 


'238  <1BRAS  fOÉTlOA» 


Su  hogar  abandonando  maroharoii  pre8niosos.ii    ^ol  •:..(.  >  f 
iConmigo  á  esos  valiéftteíí  «tíldados  saludad!      ''*•  *''''^'  '  ^-í  ^ 

¡Partieron!  y  m'tty  ié^ó$  d«  su  f auritia  amada,         .  !  ^  ' 
El  último  suspiro  toxhalíAri^talvéíij '■       •' ;-     ''••^'<    hiiímÍ 
No  enconttadítt  sus  ojo»  ertsU'postr¡erftnirada(,"  ''^- "*''  *"-^  ^^l 
El  rosfcr©  que  velaba  so  candida  niñaZi-  "         ^  >.»((/.  ;.^.»  í:¿í 

No  apoyarán  sil  f réiite!  sobre  su  artiañifcé^  p'e'ého; '  *'    ""  ^ 
Sintiendo  el  duhié  llkñto'dé  la'átíiistád  tíoti^r;  '  "'-í 'í^^t'    <í 
Nadie  que  arrodillado  juhto  á  su'  humilde  Íéého,     '  í^M"'  '•  • 
Recoja  de  sus  labios  lá' queja  postririaer.  '^''' *     *'♦    •''-'    '  «^ 

No  habrá  una  máhó  ínnigaicjue  cierre  cariñosa         ' '"* 
Sus  párpados  yjiié'hiíiéliára  éMlanlio  del  dolor;  '   '  ^^' •  '  *'     ' 
Nadie  que  se  postetne 'sobré  su' helada  loza,        *'•    '•"•'>•   •"••' 
Alzando  una  plegaria  por  ellos  al  Séíñór."     -    '•  •'[ 

Vosotras,  almas  tiernas,  que  entráis  en  la  existencia. 
No  habiendo  aún  probado  la  sombra  :do  un  pesar,  •  *  .' 

Calmad  de  esos  dolores  la  bárbara  violencia;  •      >. 

Es  dulce  ¡oh!  sí,  muy  dulce  los  males  aliviar.;  " 

Heridos  corazones,  que  en  vuestro  amargo  duela     ; 
Lloráis  del  desengañó  la  ingrata  realidad,  •    -^  -'• 

¿Queréis  sentir  la  dicha  purísima  del  cielo?  <       '  •• 

Cumplid  la  misión  santa  de  amor  y  oaridad.  -  '■■  ' 

Buscad  al  que  agobiado  por  el  dolor  suspira;  '  ' 

Do  quier  al  desvalido  piadosos  socorred; 
Dad  pan  al  desdichado  que  de  miseria  espira; 
El  bálsamo  en  las  Hateas  del  corazón  verted. 


r 


Pensad  en  los  valientes  que  marchan  decididos 
Del  estranjero  yugo  la  patria  á  defender, 
Oid  los  tristes  ay es  que  lanzan  los  heridos, 
Jurando  todavía  triunfar  ó  perecer. 

Miradlos  allí  en  medio  del  campo  de  batalla; 
Oid  el  estampido  terrible  del  cañen. . . . 


]^B  ;9ApL  ?fií^TO.  f?*39 


El  golpe  de  enemiga  mortífera  metralla 
Destroza  mas  de  un  noble,  valiente  corazón. 

Pensad  ¡ah!  de  esas  madres  en  el  dolor  profundo; 
Contemplad  angustiados  su  horrible  intensidad..., 
Para  que  tenga  al  menos  un  lecho  el  moribundo, 
Llamemos  en  su  auxilio  la  duice  Caridad. 

¿Habrá  quien  desatienda  su  ruego  cariñoso, 
Cuando  habla  de  los  seres  que  sufren  en  favor? 
¿Habrá  quien  no  comprenda  cuan  grato  y  delicioso 
Es  enjugar  el  llanto  acerbo  del  dolor? 

Almas  puras  que  apenas  entráis  en  la  existencia; 
fíeridos  corazones  que  destrozó  el  pesar; 
Calmad  de  esos  tormentos  la  bárbara  violencia: 
Es  dulce  ¡oh!  si,  muy  dulce  las  lágrimas  secar. 

I  VTf  "I  CjGuqflalakra,  Agcisto  22 jdeil^^ 


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EL  TALLO  ROTO. 


Las  nubes  se  amontonan  oscureciendo  el  cielo 
T  sopla  desatado,  furioso  el  aquilón; 
La  tempestad  extiende  su  tenebroso  velo 
Y  envuelve  la  natura  con  lúgubre  crespón. 

Los  árboles  inclina  el  impetuoso  viento 
T  azota  su  follaje  con  furia  sin  igual .... 
Se  escucha  allá  á  lo  lejos  el  lánguido  lamento 
Que  exhala  de  su  cáliz  un  lirio  virginal. 

¿Cómo  su  débil  tallo  resistirá,  ¡Dios  mió! 
Los  hórridos  vaivenes  de  airada  tempestad, 
Si  sostener  no  puede  !a  gota  de  rocío? .... 
¡Con  qué  dolor  murmura: — Piedad,   piedad,  piedad! 

La  tempestad. — "No  hay  piedad;  hasta  la  encina 

Su  frente  altanera  inclina 


DB  ISAgEI/  PBIBIO.  24j|/ 


A  mi  soplo  atenador" 
El  lirio  . — "¡Oh  piedad!. . . .  ¡Fa^^izco  tanto! 

.  ¡T?u  compasión  de  mi  llanto! "  ;   ;  . 

¡pobre  flor! 
La  tempestad. — "Yo' desgajo  poderosa 

El  cedro  altivo  que  osa  . 
Desafiar  la  tempestad" 
El  lirio. — "Pero  yo . . . .  ¡cruel  martirio! 

Soy  sólo  un  humilde  lirio, . . . 
,..  .  ,,.     jAypiedadl      ,^ 

Za  ¿em^JesíacZ.—"  Oye,  ese  trueno  rugiente 

Es  la  voz  omnipotente 
-      De  mi  indomable  furor." 
El  lirio.— [Ohl .'. .  .\a  tierra  se  estremece. .  .  *       ' 
Más  el  cielo  se  oscurece. . . . 

¡Pobreflor!  •  ■ 

La  tempestad. — "Escucha,  á  esa  catarata  .^  < 

,    Qu&furiosa  se  desata  v 

¿Qué  le  importa  tu  beldad?"       ,;     , 

El  lirio. — "Esa  lluvia cada  gota 

Helada  mi  frente  azota 

jAy  piedad!" 
La  tempestad. — «'El  relámpago  azufrado  '^^^'• 

'  Baña  el  cielo  encapotado  ^ 

Con  rojizo  resplandor".  ^ 

El  lii'io. — iijOh!  me  hace  temblar  su  fuego  .  . 

Deslumhra,  deslumhra. . .  y  luego. . ." 
¡Pobre  flor! 
La  tempestad. — n Es  la  furiosa  centella 

Que  deja  tras  de  su  huella 
Destrucción  y  soledad." 
El  UHo. — "¡Oh!  ¡que  respete  clemente 

La  humilde  flor  inocente! .... 
jAy  piedad!" 
La  tempestad. —  Paso!     En  louonelrtobirda 


24ií  Wéas  PóÜtlOAS 


Veloz 'sigo  mi  camino 

Entífe  lágrimas  y  horror." 
El  ¿írío.—- jÁyl . . .  .;^iedad!  tu  soplo  airado 

Mi  seno  ha  despedazado . . .. " 
¡Pobre  Óor! 
La  tempestad. — irNo  hay  piedadj  mis  negras  alas 

Arrebatarán  tus  galas 

¡Muere! ....  Es  la  fatalidad i 

El  lirio. — "¡Oh piedad,  aquilón  fiero! 

•Piedad!....  ¡Oh!....  sufro....  ¡me  muero!.... 
¡Ayl ¡pie.  ...dad!. . .." 


.). 


Siguiendo  su  camino  en  su  furor  insano^ 
Las  quejas  desoyendo  impávida  y  cruel, 
La  tempestad  convierte  con  inclemente  mano 
En  pálidos  despojos  las  galas  del  vergel 

Pasó  la  oscura  noche;  serena  la  mañana 
De  nácar  tiñó  el  cielo  con  su  primer  albor, 

Y  alumbra  sobre  el  césped  su  vaga  luz  temprana 
Los  pétalos  marchitos  de   la  inocente  flor. 

En  su  corola  rotas  dos  gotas  de  rocío 
Beflejan  de  la  aurora  la  blanca  claridad, 

Y  entre  las  mustias  ramas  privadas  de  atavío 

El  céfiro  aun  murmura: — ¡Piedad,  piedad,  piedad! . . 


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Guadalajara,  Octubre  25  de  1865. 


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DE  ISABEL  PRIETO  248 


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16  DE  FEBRERO 

-A.1  que  después  fué  mi  esposo. 

Imagen  fiel  de  la  vida, 
Donde  la  dicha  y  la  pena 
Forman  la  misma  cadelia 
En  desigual  eslabón, 

Mezcla  este  dia  un  recuerdo 
De  dicha  pura,  esplendente, 
Con  el  recuerdo  doliente 
De  una  tremenda  aflicción. 

En  la  sombra  del  pasado 
Se  desata  luminoso 
El  instante  más  dichoso 
Que  pudo  el  alma  gozar; 

Y  de  un  peligro  terrible 
Cuya  idea  sola  espanta, 
La  memoria  se  leventa 
Y  hace  el  corazón  temblar. 


244 OBRAS   POBTICAS. 

Tal  vez  ¡ay!  para  que  sea 
La  semejanza  cumplida, 
Una  esperanza  perdida 
Hoy  el  alma  llorará; 

Tal  vez  la  dulce  quimera 
Que  hoy  soñamos  realizada 
Para  siempre  destrozada 
Hoy  el  corazón  verá. 

jQuién  sabe'  Nubes  espesas 
Entoldan  el  firmamento, 
La  sombra  del  desaliento 
Se  extiende  en  mi  derredor . . . 
¡Oh!  plegué  al  cielo  que  vea 
,.  Brillar  presto  en  lontananza 
:  Del  sol  y  de  la  esperanza  j 

El  rayo  consolador! 

Por  una  dicha  infinita,     ' 
Por  un  agudo  tormento, 
Te  ofrece  este  pensamiento 
Conmovido  el  corazón. 

Lleva  á  tu  labio  un  instante 

Esa  flor  que  dice  tanto 

Empapada  con  mi  llanto, 
¿To  expresa  bien  mi  emoción? 


r  V. ,  .      ?  ..'íi 


fí-  1865. 


J'"í;. Cr    ';. 


-M#M- 


DE  ISABEL  PRIETO.  244 


INO  ME  CASO! 


I>.   Sdanuel  Sreton  do  loa  Herreros, 


.  k 


Que  rae  case  me  dice 
Doña  Ana  Encarnación, 
Por<|ue  es  el  matrimonio    ¡ 
EJ  estado  mejor. 
Lo  dice  una  beata:       ■  r.  -^ 
Mas  pese  á,  su  opinión, 
Que  se  case  quien  quiera; 
Yo  no  me  caso,  nó.     _ 

En  el  mundo  se  deT)e 
Esperar  lo  peor,     <*-•     y  - 
Y  yo  sé  que  Ja  dicha    ^^^^ . 
Vieja  no  se  casd.     .^        A: 


-34 


9éS  OBRAS  rOÉllCAS 


Tal  vez  hallar  no  pudo 
Ningún  santo  varón. 
Que  se  case  quien  quiera; 
Yo  7W  me  caso,  7ui. 

Dizque  el  hombre  casado 
La  ]ibertf\d  perdió, 
Y  es  mentira  más  grande 
Que  bala  de  cañón; 
La  mujer  es  la  esclava 
De  un  tirano  feroz  .... 
Que  so  case  quien  quiera; 
Yo  no  me  caso,  nó. 

Si  el  marido  es  celoso 
¡Divino  Redentor! 
Es  capaz  de  agotar 
La  paciencia  de  Job. 
ii¿Qué  haces  en  la  ventana? 
No  vayas  al  sermont»  .... 
Que  se  case  quien  quiera; 
Yo  no  me  caso,  nó. 

Si  infiel  ...  .y  con  la  mano 
Puesta  en  el  corazón 
Diga  alguno  si  puede 
Responderme:  yo  nó. 
Si  infiel ...  yo  lo  querría 
Tirar  por  el  balcón .... 
Que  se  case  quien  quiera; 
Yo  no  me  caso,  nó. 

T  si  el  pan  á  sus  hijos 
Arranca  sin  rubor    < 
Para  dar  lujo  y  coche     / 
tAyl  á  algún  serpenion; 


DE  ISABEL  PRIETO.  .247 

Si  te  deja  en  ayunas 
Por  dar  á  otra  reloj  ... 
Que  se  case  quien  quiera; 
Yo  no  me  caso,  nó. 

Mas  que  .sea  constante 
Amable,  humilde,  doy; 
/Y  si  salimos  luego 
Con  que  es  necio  y  glotón? 
¿Si  te  hace  todo  el  día 
Cocinar? . .  .  ¡ Ayl  iqué  horror! 
Que  se  case  un  demonio; 
Yo  no  Tne  caso,  ru). 

Luego  vienen  los  nenes 
T  el  hombre  papalón 
Exclama:  ;Que  fastidio! 
¡No  permitiera  Dios  ' 
Que  sufrieran  al  menos 
La  mitad  del  dolor! 
Que  se  case  quienquiera; 
Yo  n^  me  caso,  nó. 

Bien  seguro  es  que  pase 
La  noche  cual  farol, 
Velando  al  angelito  ^' 
Majadero  y  llorón: 
A  pierna  suelta  duerme 
Bendito  del  Señor.  ^ . . .  • 
Que  se  case  quien  quiera; 
Yo  no  me  coao,  nó. 

Y  como  salir  puede 
Por  una  maldición 
A  un  tiempo  infiel  y  neeio, 
Y  celoso  feroz, 


248  OBRAS  POÉTICAS 


De  humor  atxabiliario,     . 

Enfermizo  y  glotón 

Y .  .  .  Cásese  quién  quicríi; 
¡Pero  casarme  yó! 

Así,  icón  el  permiso 
De  D.  Manuel  Bretón, 
Que  (Bscriláó  una  letrilla 
De  una  injusticia  atroz. 
Digo  qüo  el  hombre  puede 
Casarse  áin  temor; 
Mas  lamuejt*. .  .'¡San  Rufo 
Yo  no  me  caso,  no. 

,     ;    >      '  i.  J^oviembte  de  1867. 

..>'.l-\\.  ■     -■•".',   •.í.i'lií-.  ■    .•\, 

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^ -Tlíft.'*    -..       ...       ■      . 


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DE  ISA1?EL  PRIETO. 


249^ 


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A  yjPTPJ^  W?9 


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Poeta,  tú  que  llenas  con  tu  in^^pirado  acento, 
De  un  goce  indefinible,  inmenso  el  corazón;  t  j 

Qae  haces  vibrar  la  cuerda  de  cada  sentimiento, 
De  tu  divina  lira  con  el  divino  son:         .  .  i 

Tú  que  haces  que  *se  inflame  en  entusiasmo  ardiente. 
Con  las  heroicas  notas  de  tu  canción  marcial,         >        •  ;       ' 
El  alma  que  conmueve  tu  cántico  doliente 
Y  hechiza  con  su  gracia  tu  mágica  oriental:  "^ 


j    "' 


Tú  que  tan  bien  expresas  del  alma  la  agonía, 
Luchando  entre  las  garras  del  infernal  dolor; 
Del  corazón  serena  la  candida  alegría; 
Los  indecibles  goces  de  un  comprendido  amor; 


■:    •:1^:: 


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250  OBRAS  POÉTICAS 


En  medio  á  los  aplausos  que  arranca  al  mundo  entero 

Con  sus  sublimes  obras  tu  ;;onio  colosal; 

En  medio  al  entusiasmo  tan  ju-to  y  verdadero 

Que  circunda  tu  nombre  de  aureoiü  inmortal; 

Ignoras  que  del  mundo  en  un  rincón  lejano 
Del  mexicano  cielo  bajo  el  azul  dosel, 
En  esa  bella  tierra,  do  con  potente  mano 
Naturaleza  ha  hecho  un  eternal  verjel; 

Dos  seres  para  un  genio  cual  tú  desconocidos 
Devoran  tus  cantares  con  f tírvida  emoción; 
Dos  .sorazones  beben  absortos,  conmovidos 
El  néctar  de  tu  dulce,  soberbia  inspiración. 

¡Oh!  sí,  desde  tu  altura  el  homenaje  ignoras 

Que  te  consagran  tiernas  dos  almas  desde  aquí 

No  obsjtante,  dar  tan  dulces,  tan  deliciosas  hor&i, 
Debe  aér  una  dicha,  poeta,  para  iij 

Cuántas  veces  á  la  hora  en  que  la  tarde  espira 

Y  empiezan  las  estrellas  serenas  á  brillar; 
Cuando  la  brisa  triste  y  lánguida  suspira. 
Haciendo  á  los  naranjos  las  copas  inclinar; 

Cuando  sobre  la  yerba  la  luciérnaga  brilla 
Una  huella  de  fuego  setnbrando  en  su  redor, 

Y  á  su  nido  se  acoge  gozosa  la  avecilla,  í 
Dando  su  adiós  al  día  en  su  canto  de  amor; 

Ese  libro  cerrando,  tesoro  de  armonía, 
El  adorado  objeto  de  mi  justa  elección. 
Silencioso  estrechando  en  su  mano  la  mía, 
Reflejaba  en  sus  ojos  mi  profunda  emoción. 

r    ■ 

Es  que  hay  en  los  acentos  de  tu  canto  sonoro       . 
La  magia  que  hace  al  labio  de  asombro  enmudecer; 


I)B   ISABEL  PRIETO.  2¿1 


Es  que  las  puras  notas  de  tu  laúd  de  oro 
Revelan  del  artista  la  fuerza  y  el  poder. 

Y  al  corazón  arrancan  con  su  imperioso  acento 
Un  ahogado  suspiro  de  angustia  y  de  terror, 
Una  dulce  sonrisa,  una  gota  de  llanto, 

Y  un  grito  de  entusiasmo  iniív-nso,  enibria^ador, 

¡Oh!  sí,  ese  libro  un  mundo  de  sentimiento  encierr». 
Que  embriaga,  que  conmueve  y  entusiasma  á  la  pac: 
Es  el  genio  que  roza  con  sus  alas  la  tierra, 

Y  hace  con  él  las  almas  á  otra  región  volar. 

jOh!  poeta,  poeta,  yo  querría 
Que  pudiera  expresarte  la  voz  mía 
Lo  que  me  haces  sentir; 
¡Pero  es  siempre  tan  débil  el  acento 
Cuando  intenta  el  profundo  sentimiento 
Del  alma  traducir! 

Cuando  quiero  expresar  lo  que  me  inspUA 
Tu  genio  soberano,  de  mi  lira 
Con  el  tímido  son. 
Comprendo  que  hace  á  la  emoción  agra^ 
Cuando  pretende  interpretar  el  labio 
La  voz  del  corazón. 

Quisiera  que  en  la  noche  sosegada,  • 
Ál  través  del  espacio,  tu  mirada 
Pudiera  penetrar. 
Cual  genio  fabuloso  é  invisible 
En  el  santuaiio  dulce  y  apacible 
De  mi  tranquilo  hogar. 

En  medio  de  ese  cuadro  de  ventora 
Tan  completa,  tan  mística  y  tan  para 


S522  OBRAS  rOETICAS 


Que  encontrara.s  allí,  ;:) 

Si  un  instante  prestaras  el  oído 
Escucharas  tal  vez  enternecido 

Que  se  hablaba  do  tí.    ;  -         .  <  ^ 

— •  .    •     •:  ■••  •     I    •  •  ■       < 

Por  la  luz  de  la  lámpara  bañado 
Ante  un  hombre  en  la  mesa  reclinado 

Un  libro  abierto  está 

Acércate,  poeta,  sin  ruido. 
Un  poco  más...  ¿el  titulo  has  leido? 
¿Lo  has  conocido  ya? 


7 


Una  mujer  escucha  conmovida 
Con  su  alma  entera,  absorta,  suspendida 
A  la  voz  del  lector. 
Más  de  una  vez  de  su  emoción  llevada 
Ha  dejado  su  mano  descuidada 
Escapar  la  labor. 

Afuera  el  viento  de  Diciembre  helado 
En  los  cristales  del  balcón  cerrado 
Bate  en  son  desigual; 
Y  un  rayo  de  la  luna  trasparente 
Entra  en  el  aposento  dulcemente 
«  A  través  del  cristal. 

Absortos  en  la  mágica  lectura, 
No  escuchamos  el  viento  que  murmura 
Con  destemplado  son, 
Ni  la  furiosa  voz  de  la  tormenta 
Pudiera  distraer  el  alma  atenta 
De  tu  bella  canción.    ; 

Si  apurando  el  raudal  de  melodía 
J)ue  exhala  esa  divina  poesía  ^ 


DE  ISABEL  PRIETO.  253 


Nos  pudieras  ínirar, 
La  expresión  to  dijera  del  semblante 
Lo  que  trémulo  el  labio  y  palpitante 
No  te  puede  explicar. 


Vieras  brillar  dos  húnriedas  miradas. 
Buscarse  y  encontrarse  iluminadas 
De  una  viva  emoción; 
Y  en  medio  de  un  silencio  reverente 
Escucharas  tal  vez  distintamente 
Latir  el  corazón. 


¡Oh!  debe  ser,  poeta,  dulce  y  bello 
Arrojar  el  magnífico  destello 

De  una  gloria  inmortal, 
Hasta  el  hogar  modesto  y  apacible 
Do  enciendes  de  entusiasmo  inextinguible 
El  fuego  celestial. 


Debe  ser  dulce  al  alma  del  poeta 
Saber  que  hace  la  fibra  más  secreta 
De  otras  almas  vibrar. 
Que  al  través  de  dos  mundos,  poderosa 
Puede  la  voz  sublime  y  armoniosa 
Goces  inmensos  dar. 


Por  esto  quiso  mi  modesta  lira 
Hoy  expresar  lo  que  tu  voz  me  inspira; 
Y  fué  en  vano.  ¡Ay  de  m  ! 
Pero  aunque  en  tosco  y  pálido  lenguaje 
Hoy^^of recen  al  genio  su  homenaje 
Dos  almas  desde  aquí. 


254  OBRAS   POÉTICAS 


Y  pues  las  bollas  notas  de  tu  canto 
Han  hecho  derramar  tan  dolce  llanto 
Del  espacio  al  través, 
Ese  llanto  tu  mérito  pregona, 
Que  la  perla  mejor  á  tu  corona 
Una  lágrima  es. 

Guadalajara,  Agosto  de  1866. 


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DÉ  ISABEL  PRIETO.  26Í 


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¡Oh!  guárdate  del  amor, 
La  anciana  abuela  decía; 
El  amor  es,  hija  mía,   "" 
Un  manantial  de  dolor. 
—¿No  es,  pues,  la  dicha  mayor. 
Madre? — Nó,  nó  ciertamente. 
La  niña  inclinó  la  frente 
Y  murmuró  suspirando: 
— ¿Por  qué  jne  dice  Femando 
Que  es  de  la  ventura  fuente? 

— Tan  fresca  como  la  aurora. 
Tan  pura  como  una  estrella 


256  OBR-AS    POETICASL 


Se  eonserva  la  doncella 
Que  ese  sentimiento  ignora. 
Mil  tormentos  atesora 
Esa  funesta  pasión 
Quo  con  aguuo  tesón 

Van  el  alma  destrozando 

—¿Por  qué  me  dice  Fernando 
Que  es  la  luz  del  corazón? 

— ¿Por  que'  es,  madre,  tan  terrible 
El  amor?  — Poique  arrebata 
La  paz  y  el  reposo  mata 
Del  alma  tierna  y  sensible. 
Su  poder  irresistible 
Lanza  al  corazón  ansioso 
En  medio  á  un  mar  borrascoso 
Do  en  vano  el  puerto  anhelando. . , . 
— ¿Por  qué  me  dice  Fernando 
Que  es  el  puerto  del  reposo? 

— ¿Ves,  hija  mía,  esa  rosa, 
Del  jardiii  ornato  y  gala, 
Que  grato  perfume  exhala. 
Que  besa  el  aura  armoniosa? 
¿La  ves  levantar  airosa  , 

Su  frente  púdica  y  bella  . 

Que  entre  las  flores  descuella, 

Su  fresca  pompa  ostentando ? 

— A  raí  me  dice  Fernando 
Que  soy  hermosa  como  ella. 

— Si  un  instante  eí  sol  ardiente 
La  acaricia  apasionado 
Su  cáliz  embalsamado 
Se  marchita  tristemente. 


r 


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DB  IS^ABEL  PRIETO.  257 


Mustia  se  inclina  SU  frente  '    • 
Ante  el  rayo  abriasadbr, 'í''    ' 
Fiel  emblema  del  ambr    '     "■* 
Que  el  corazón  agostand  o . '. '. . ' ' 
— ¿Por  qué  me  dice  Fernando 
Que  es  de  la  vida  Ift  flbr?      ' 

— ^jTJha  ilusión  deshojada 
Hace  tan  terrible  daño!    -i'  ? 
i  Es  la  faz  del  desengaño    '  > '■   ' 
Tan  fría  y  tan  descarnada!  '^" 
No  queda  al  alma  angustiada  ' 
Desjyueíí  de  tanto  sufrir  ' 

Má*  consuelo  que  gemir  ••*^ 
Su  muerta  dicha  llorando. . . . 
>  ,      . — [Ay!  ¿Por  qué  dice  Fernando 
Que  sólo  amar  es  vi  s'ir? 

Calló  la  anciana,  y  llorosa, 
Desconsolada  la  niña, 
Fijó  en  la  fresca  campiña 
Una  mirada  ano'ustiosa; 
Una  lágrima  preciosa 
Como  perla  sin  mancilla 
Por  su  rosada  mejilla 

Va  lentamente  rodando 

Cuando  desculire  á  Fernando 
Del  arroyuelo  á  la  orilla. 

Era  hermosa  la  mañana 
Cual  de  un  niño  la  sonrisa; 
Pura  y  amante  la  brisa 
Besaba  á  la  flor  galana; 
í;t  El  ave  cantaba  ufana 

Sus  amores  en  su  nido, 


258  OBRAS  POÉTICAS 


Y  agitado,  conmovido, 
De  esperanza  palpitando, 
Miraba  á  Clara  Fernando 
En  su  hermosura  embebido. 

No  sé  lo  que  le  diría 
Esa  mirada  anhelante; 
Mas  de  la  ñifla  el  semblante 
Perdió  la  expresión  somhría; 
Volvió  á  su  alma  la  alegría. 
Volvió  á  su  faz  el  color, 
T  con  virginal  candor 
Murmuró  en  acento  blando: 
— ¡Ohl  tiene  razón  Fernando, 
Si  lo  que  siento  es  amor. 


Noviembre  de  1867. 


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D8  ISABEL  PRIITO  259 


Pl  J^kgel  y  el  píiÑO. 


(A  MI  HIJO.) 

Era  una  noche  perfumada  7  tibia, 
Noche  de  otoño  de  indecible  encanto. 
Que  de  creHpon  azul  en  rico  manto  ^ 
Majestuosa  y  serena  se  envolvió. 

Ni  el  celaje  mas  leve  7  delicado 
A  estampar  se  atrevió  sus  blancas  huellas 
En  la  corona  fúlgida  de  estrellas. 
Que  en  su  diáfana  frente  colocó.    1 

La  blanca  luna  desde  el  limpio  cielo, 
Con  su  luz  apacible  7  argentina, 
Los  campos  melancólica  ilumina 
T  atraviesa  el  follaje  del  jardin. 


260  OBRAS    POÉTICAS 


Se  desprenden  las  hojas  amarillas 
Con  un  rumor  doliente  y  misterioso, 

Y  80  exhala  un  perfume  delicioso 
De  las  flores  de  nieve  del  jazmin. 

¡Es  tan  dulce  esa  calma  de  la  noche, 
En  que  el  alma  serena  y  recogida, 
El  misterio  insondable  de  otra  vida 
Pretende  comprender  y  adivinar! 

¿Qué  hay  más  allá  del  azulado  velo 
Que  del  mortal  detiene  la  mirada, 

Y  no  puede  la  vista  deslumhrada 
Ni  por  un  solo  instante  penetrar? 

Al  través  del  cristal  de  una  ventana, 
„  El  pulido  destello  de  la  luna    ,  ,:  y 

Baña  de  lleno  la  graciosa  cuna  '  ♦  T» 

Do  duerme  un  niño  de  rosada  faz. 

Al  resbalar  el  argentado  rayo 
Por  su  serena  y  apacible  frente. 
Parece  circundarla  dulcemente 
De  una  aureola  de  inocencia  y  paz. 

Una  sonrisa  pura  y  candorosa  ' 
Entreabre  su  labio  nacarado,     ~' 
Fresco  como  «l'^aliento  perfumado^ 
Que  se  exhala' del' cá;iiz  ictela  flor.    '^ 

¡Cuan  bello  eé  ese  sueño  de  la  infancia, 
Lleno  de  confianza 7  d«  pureza! 
El  corazón  que  ¿  ^palpitar  empieza 
Ignora  los  latidos  del  dolbn 


/.lili!»/.     i^lt'.A''.'f\íi.'n'.i    ■     ''j>      ••    ' 
Mi'"».;  r     •■•i»  ow' .  '<    >'••   ••"<;'      ■  ♦•!. 


DE  ISABEL  PRIETO.  261 


De  súbito  un  celaje  trasparente 
Empañó  el  blando  rayo  de  la  luna, 
Como  empaña  el  cristal  de  la  laguna 
El  soplo  de  la  brisa  matinal; 

Un  rumor  se  escuchó  lánguido  y  vago, 
Como  el  rumor  del  viento  entre  el  follaje. 
Mientras  tomaba  el  diáfano  celaje 
Una  forma  divina  e  ideal. 

Era  un  ángel  de  faz  pura  y  suave, 
De  alas  azules  del  azul  del  cielo, 
De  luz  envuelto  en  deslumbrante  velo, 
A  la  cuna  del  nifío  se  acercó; 

Apartando  la  blanca  muselina 
Sobre  el  niño  inclinó  su  tersa  frente, 
Y  con  acento  al  par  dulce  y  doliente 
Suavemente  entre  un  beso  murmuró: 


— itDuerme,  querube  de  cabellos  de  oro, 
El  sueño  celestial  de  la  inocencia; 
Duerme,  que  en  el  umbral  de  la  existencia 
Dulce  y  tranquila  la  existencia  es. 

iiDuerme  antes  de  llegar  tu  puro  labio 
A  un  cáliz  de  amargura  y  sinsabores; 
Antes  que  se  marchiten  esas  flores 
Que  alfombran  el  abismd  ante  tus  pies,  ir 

— I, Hermano,  no  comprendo  tus  palabras... 
¿Qué  llamas  tú  pesares  y  tormento? 
¿Que  llamas  tú  sufrir?  Feliz  me  siento; 
¿Por  qué  me  hablas  así? 

II ¿Por  qué  dices  que  males  solamente. 
Sólo  males  sin  fin  el  mundo  encierra? 
Yo  no  puedo  encontrar  triste  la  tierra, 
¿No  está  mi  madre  aquí?.! 

P— 25 


262  OBRAS    POÉTICAS. 


— iiAbandonaste  una  región  más  pura, 
Do  no  llegan  jamas  pena  y  quebranto, 
Para  venir  á  derramar  tu  llanto 
Del  llanto  y  del  pesar  ú  la  mansión. 

1 1  Pronto  verás  perderse  en  lontananza 
La  blanca  taz  de  tu  ilusión  divina; 
Sentirás  del  dolor  la  aguda  espina 
Desgarrar  tu  inocente  corazón,  m 

— iiEl  mundo  es  un  verjel,  hermano  mío, 

Lleno  de  frescas  y  fragantes  rosas, 

De  pintadas,  lijeras  mariposas 

Con  alas  de  rubí. 

i.De  aves  de  canto  melodioso  y  dulce 

Que  llenan  con  su  voz  el  bosque  umbrío . . . 

El  mundo  es  muy  hermoso,  hermano  mío, 

¿No  está  mi  madre  aquí?it 

— "¡Pobre  capullo  que  la  frente  elevas 
Perfumada,  purísima  y  graciosa, 
A  los  besos  de  la  aura  cariñosa, 
A.  los  rayos  de  un  sol  primaveral! 

tiPronto  verás  nubíarse  el  firmamento, 
Y  soplando  con  ráfaga  violenta 
Airada  é  implacable  la  tormenta 
Destrozar  tu  corola  virginal,  n 

—  ti  Está  límpido  el  cielo,  hermano  mío, 
Y, es  tan  brillante  el  sol,  y  son  tan  bellas 
Esa  pálida  luna,  esas  estrellas 
Que  me  hablan  desde  allí! 

11  ¡Oh:  Yo  no  temo  el  huracán  que  lleva 

Doquier  espanto  y  destrucción  consigo 

Los  brazos  de  mi  madre  .«íon  mi  abrigo, 
¿No  está  mi  madre  aquí.?n 


DK  ISABEL  FRIETO.  263_ 

—  tVen,  abandona  un  mundo  de  dolores. 
Vuelve  conmigo  á  tu  mansión  primera; 
Una  dicha  sin  fin  allí  te  espera 
Que  ni  una  leve  sombra  turbará. 

itVen,  partamos,  es  la  hora  más  propicia 
Hoy  que  aun  ciñe  tu  candida  cabeza 
La  virginal  corona  de  pureza 
Que  un  día  ¡ay!  el  mundo  empañará.ft 

— iiiOh!  No  puedo  partir ....  es  imposible . . 
Dulce  el  recuerdo  el  corazón  agita 
De  esa  dicha  inefable  é  infinita 
Que  en  un  tiempo  sentí; 

iiPero  partir  ....  perdón,  hermano  mío, 
Yo  no  puedo  sentir  tu  vivo  anhelo: 
Aunque  una  dicha  inmensa  haya  en  el  cielo 
¡No  está  mi  madre  allí!" 


Al  pronunciar  las  últimas  palabras 
Agitóse  en  su  sueño  levemente, 

Y  sintió  al  punto  por  su  pura  frente 
Como  una  hoja  de  rosa  resbalar. 

Entreabrió  su  párpado  de  nieve, 

Y  halló  gozosa  su  primer  mirada 

A  su  madre  ante  el  lecho  arrodillada, 
Sonriendo  del  niño  al  despertar. 

• 
Entre  esa  dulce  y  plácida  sonrisa, 

Que  asomaba  á  su  labio  en  su  embeleso, 

Aun  palpitaba  el  cariñoso  beso, 

Prenda  inefable  de  materno  amor. 

Tendió  el  niño  los  brazos  anheloso, 

De  su  madre  enlazándolos  al  cuello .... 

Y  de  la  luna  el  pálido  destello 
Alumbraba  ese  cuadro  encantador. 


264  OBRAS  POÉTICAS 


Lentamente  una  sombra  indeñnible 
Que  comprender  la  madre  no  podía        ^ 
Sobre  la  faz  del  niño  se  extendía, 
Y  su  mirada  límpida  empañó: 

Era  que  el  ángel  á  partir  cercano, 
En  el  cielo  fijando  su  mirada, 
Con  tristeza  profunda  y  resignada 
Como  un  canto  de  adiós  su  voz  alzó: 

— "Cumple  pues  la  misión  que  has  elegido, 
Una  ley  inmutable  así  lo  ordena, 
Ese  amor  inmortal  es  la  cadena 
Con  que  al  mundo  te  liga  el  mismo  Dios; 

"Lazo  que  uno  dos  almas  desde  el  cielo 
Para  que  una  en  la  otra  confundidas, 
Más  allá  de  la  muerte  siempre  unidas 
Por  una  eternidad  vivan  las  dos. 

"¡Adiós!  mi  amable  y  dulce  compañero. 
No  volverás  á  verme;  la  existencia 
Presto  mancha  ese  ve  lo  de  inocencia 
Que  aun  me  permite  presentarme  á  tí; 

"Pero  invisible  me  hall  aré  á  tu.  lado, 
Seré  tu  apoyo,  tu  consuelo  y  guía, 
Tu  conciencia  será  mi  voz  un  dia 
Mientras  tu  madre  te  hablará  por  mí." 

Al  terminar  su  tierna  despedida, 
Una  lágrima  pura  y  trasparente 
Cayó  del  niño  en  la  rosada  frente, 
Una  huella  de  luz  dejando  allí. 

Tembló  el  ángel  "Artistan  murmurando 
Al  contemplar  el  f  íilí^ido  destello: 
"Llevas  del  genio  el  deslumbrante  sello, 
¿Será  menos  cruel  tu  suerte  aquí?" 


DS  ISABEL  PRIETO.  265 


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Dijo;  y  lloroso  desplegó  las  alas; 
Otra  vez  se  inclinó  sobre  la  cuna^ 
Y  en  el  pálido  rayo  de  la  luna 
Se  elevó  con  graciosa  languidez. 

Juntó  el  niño  las  manos  sollozando 

Al  ver  al  ángel  elevar  el  vuelo 

"¡Ay!  exclamó,  para  olvidar  el  cielo, 
iOh!  madre  mía,  bésame  otra  vez." 


Guadalajara,  Enero  24  de  1868. 


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266  OBRAS  POÉTICAS 


Está  la  tarde  tibia,  hermosa  y  sosegada; 
Sereno  el  fírmaiuento  ostenta  su  zafir; 
Con  el  flotante  manto  de  nube  sonrosada, 
El  sol  cubre  su  frente,  ya  próximo  á  morir. 

Celajes  de  brillantes,  vivísimos  colores 
Reflejan  en  oriente  su  postrimera  luz. 
El  cielo  se  ilumina  de  ardientes  resplandores 
Que  envolverá  bien  presto  la  noche  en  su  captiz. 

Así  la  casta  virgen,  al  cielo  consagrada. 
Lleva  al  umbral  del  claustro  la  pompa  mundanal 
Para  cubrir  sus  galas,  sumisa  y  resignada. 
Bajo  los  toscdís  pliegues  del  áspero  sayal. 

Los  árboles  elevan  sus  copas  de  verdura. 
Formando  impenetrable,  espeso  pabellón; 


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DE  ISABEL  PRIETO. 267 

El  ave  entre  el  follaje,  dulcísima  murmura 
Las  indecisas  notes  de  lánguida  canción. 

El  lago  reproduce  en  movedizo  espejo 
El  bosque,  las  colinas,  el  firmamento  azul; 
Del  sol  *en  occidente  el  último  reflejo, 
Del  diáfano  celaje  el  trasparente  tul.  A 

La  brisa  vespertina  del  blando  aroma  llena 
Las  quietas  aguas  riza  con  soplo  halagador; 
La«  olas  apacibles  espiran  en  la  arena^ 
Que  besan  cariñosas  con  tímido  rumor. 

Las  flores  enderezan  la  perfumada  frente 
Que  espera  del  rocío  las  gotas  de  cristal, 

Y  cual  plegaria  tierna,  suavísima  y  ferviente, 
Envían  á  los  cielos  su  aliento  virginal. 

El  ave  soñolienta  entre  el  follaje  trina 
Buscando  presurosa  el  nido  abrigador;  * 

Ya  vienen  los  rebaños  bajando  la  colina, 
Guiados  por  el  canto  quejoso  del  pastor. 

De  la  labor  se  vuelve  el  labrador  cansado, 

Y  hace  á  los  tardos  bueyes  el  paso  apresurar; 

Le  indica  del  reposo  el  puerto  deseado 

El  humo  que  se  eleva  del  fuego  de  su  hogar. 

La  tarde  está  espirando:  su  trasparente  velo 
Comienza  blanca  niebla,  flotante  á  desplegar, 
En  tintas  más  oscuras  su  azul  condensa  el  cielo, 
La  magestuosa  frente  ya  el  sol  hundió  en  el  mar. 

Las  nubes  han  perdido  sus  fúlgidos  colores, 

Trocando  en  vagas  sombras  sus  tintas  de  coral 

Así  se  desvanecen  los  sueños  seductores 

Que  el  corazón  abriga  del  mundo  en  el  umbral. 

Apuran  el  rocío  las  plantas  anhelantes 
Que  mustias  inclinara  un  día  abrasador, 


'■'  "-'.i  ' 


268  OBllAS    POÉTICAS 


-«r- 


Ciñendo  esa  diadema  de  líquidos  diamantes 
Sus  pétalos  repliega  con  languidez  la  flor. 

Perfumes  penetrantes,  vivos  y  embriagadores, 
El  apacible  ambiente  impregnan  por  do  quier;   . 
Se  escuhan  esos  vagos,  dulcísimos  rumores, 
Suspiros  de  la  tarde  en  su  hora  postrimer. 

Las  luciérnagas  vuelan  en  las  hojas  brillando 
En  giros  desiguales,  fantásticos,  sin  fin, 
Cual  leve  polvo  de  oro  lijeras  i^^lpicando 
La  yerba  de  los  prados  y  el  césped  del  jardín. 

Ya  eleva  su  alba  frente  purísima  la  luna,    . 
Bañando  el  panorama  con  su  argentada  luz; 
Radiantes  las  estrellas  asoman  una  á  una, 
Sembrando  de  topacios  el  pabellón  azul. 

AI  través  del  follaje  los  campos  ilumina 
De  la  nocturna  reina  el  pálido  fanal,        • 

Y  en  la  tendida  falda  de  la  verde  colina 
Se  mira  del  arroyo  en  la  onda  de  cristal. 

Es  una  hora  solemne,  deliciosa  y  bendita. 
Llena  de  suave  encanto,  de  profunda  emoción; 
De  una  melancolía  serena  é  infinita, 
La  sombra  vaporosa  envuelve  el  corazón. 

Es  mi  hora  predilecta;  es  la  hora  misteriosa 
De  aspiraciones  vagas  á  una  dicha  ideal; 
Es  la  hora  en  que  parece  que  nuestra  alma  reposa 
Alzando  del  pasado  el  vele  funeral.  j 

Elntónces  del  recuerdo  la  vaga  luz  velada 
La  senda  reporrid^i  nos  hace  hermosa  ver, 

Y  pierden  los  dolpres  su  espina  envenenada, 

Y  más  bellas  parecen  las  horas  del  placer.      ^ 

Entonces  una  tierna,  duloíaima  memoria,     :. 
Que  cual  reliquia  santa  el  alma  conservó, 


D&  ISABSL  PRIKTO.  269 


Que  forma  por  sí  sola  del  corazón  la  historia, 
Cándida  llor  que  el  cierzo  helado  respetó; 

Derrama  en  nuestro  seno  «u  mágico  perfume, 
Meciéndonos  con  blando  arrullo  embriagador; 

Y  si  el  dolor  amargo  el  corazón  consume, 
Con  su  divino  aliento  adormece  el  dolor. 

En  esa  hora  parece  que  la  natura  entera 
Nos  hace  su  sublime  idioma   comprender; 
Sentimos  que  del  aura  la  queja  lastimera 
Hace  en  su  verde  tallo  la  flor  estremecer. 

Del  ave  que  sacude  graciosa  su  plumaje 
El  himno  comprendemos  de  penas  ó  de  amor . .  . . 

Y  las  estrellas  tienen  su  mágico  lenguaje, 
¡Un  lenguaje  bien  dulce,  tierno  y  consolador! 

Hora  suave  en  que  el  alma  al  espacio  se  lanza 
En  alas  de  sus  sueños,  su  plegaria  ó  su  fe, 

Y  á  la  luz  misteriosa  de  una  vaga  esperanza 
Horizontes  más  bellos  en  lontananza  ve. 

Hora  de,  deUcipso,  santo  recogimiento. 

En  que  siempre  Una  dicha  indecible  sentí 

i  El  instante'  en  que  exhale  mi  postrimer  aliento 
Debe  ser  esa  hora  tan  dulce  para  raí! 

Escoba,  Agosto  17  de  1868. 


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¡70  OBRAS    POÍTICAS 


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U  mi  M  BS IWM 


A  mi  amable  amiga  Teresa  Oomez  de  MenocaL 


Hojas  del  árbol  caídas 
Juguetes  del  vianto  son: 
Las  ilusiones  perdidas 
¡Ay!  son  hojas  despresdidas 
Del  irbol  del  corazón. 

-*  JStpronceda, 

Es  una  tarde  de  otoño 
Melancólica  y  serena; 
El  limpido  firmamento 
Su  azul  deslumbrante  ostenta; 
Un  fugitivo  celaje 
Por  instantes  lo  atraviesa 
Dejando  tras  sí  graciosa, 
Leve,  imperceptible  huella, 
Cual  blanco  copo  de  espuma, 
Que  cruza  la  mar  inmensa 


*-.'. 


DE  ISABEL  PRIETO-  271 

Y  entre  SUS  ondas  ásjules 
Termina  al  fín  su  carrera. 
Comienzan  una  por  una 
A  aparecer  las  estrellas, 
Celestiales  caracteres 

En  que  el  alma  grande  y  tierna, 

Patentemente  grabada 

Ve  de  Dios  la  omnipotencia, 

Como  en  su  obra  más  grandiosa, 

Más  sorprendente  y  más  bella. 

Solemne  y  hondo  silencio 

En  todos  los  campos  reina, 

Solamente  interrumpido 

Por  el  rumor  que  en  la  arena. 

Hacen  al  caer  gimiendo 

Las  hojas  amarillentas, 

Que  de  su  tallo  desprende 

La  brisa  de  Octubre  fresca. 

Es  como  un  triste  suspiro, 

Como  una  doliente  queja 

Que  del  alma  lastimada  ^ 

En  lo  más  hondo  resuena. 

Sus  ilusiones  perdidas 

Triste  queja  le  recuerda, 

Y  sus  amargos  dolores, 

Sus  abrumadoras  penas 

Es  una  voz  misteriosa 
Que  sale  de  la  arboleda, 

Y  melancólica  y  dulce  • 
En  el  silencio  se  eleva. 


"De  mi  tallo  desprendida 

A  la  vida,,   , . 
Eterno  adiós  debo  dar. 


372 


OBRAS  POÍTICAS 


¿En  dónde  están  mi  hermosura, 
Mi  frescura 
Que  un  día  logró  empañar? 

"Ayer  la  verde  guirnalda 
De  esmeralda  , 

Completaba  del  verjel;  ; 
Hoy  entre  el  polvo  del  suelo 
Sin  consuelo  ,  ,  . 

Lloro  mi  suerte  cruel.     • 

"Fresca,  risueña  y  lozana 
La  mañana 
De  mi  existencia  pasó  ..... 
¡Todo  en  este  mundo  pasa! 
Hoy  me  abrasa        , 
El  sol  que  vida  rae  dio. 

"De  Jos  divinos  ensueños 
Que  halagüeños 
Embelesan  al  mortal, 

Y  la  realidad  sorpbrla    ... 
Cubre  uñ  día     ^  j,       . 

Con  su  velo  funeral; 

"Soy  ¡ay!  el  emblema  triste 

Cual  yo  existe     n.:    . 
Solo  un  día  la  ilusión, 

Que  al  soplo  de  la  tormenta. 
Macilenta  i. t,/.   .-.     . 
Se  arranca  del  corazón. 

"Ayer  la  luz  matutina, 
Purpurina 
Mi  fresca  faz  inundó, 

Y  en  mi  gracioso  atavío 


■.i.,iii,-  '.'. .'..jÉid 


DB  ISABEL  PRIETO.  273 


De  rocío,     ^  k;  / 
Dorada  se  reflejó,  i: 

"Ayer  el  záfiro  blando 
Suspirando, 
Me  acariciaba  al  pasar; 
Y  era  su  queja  amorosa. 
Deliciosa     /.  ,;  J^, 
Como  un  lánguido  cantar. 


"Ayer  colocó  radiante 
Su  diamante 
La  luciérnaga  gentil 
Gomo  diadema  en  mi  frente. 
Blandamente  • 
Bañada  por  rayos  mil. 

"En  esa  frente  amarilla 
Hoy  no  brilla 
Dulce  el  rayo  matinal; 

Que  entre  el  polvo  confundida, 
De  la  vida 
Me  hallo  en  el  opuesto  umbral. 

**Hoy  la  brisa  fresca  y  pura 
No  murmura 

Amores  en  mi  redor 

¡Mal  sobre  una  tumba  suena 
Cantilena  >?     - 
Embriagadora  de  amor! 

"El  insecto  luminoso, 
Presuroso 
Pasa  y  se  aleja  de  mí; 
Rápido  elevando  el  vuelo 
Se  alza  al  cielo 
Mientras  yo  sollozo  aquí 


274  OBRAS    POÉTICAS 


"Adiós,  mi  fresca  mañana, 
Mi  galana 

Y  encantadora  beldad 

La  dicha  que  diera  un  día 
¡Suerte  impía! 
Es  triste  felicidad. 

"Presto  con  rsoplo  violento 
Kudo  el  viento 
Me  arrebatará  cruel; 
Y  á  morir  abandonada, 
Destrozada 
Iré  lejos  del  verjel. 

"El  perfume  de  las  flores 
Mis  dolores 
A  consolar  no  vendrá; 
Ni  del  alba  el  dulce  llanto 
Mi  quebranto, 
Ni  mi  sed  mitigará. 

"En  alas  del  torbellino, 
Mi  camino 
Desolado  á  recorrer, 
A  cadapa«o  dejando 
Sollozando, 
Un  pedazo  de  mi  ser; 

"Iré  lejos  de  este  nido, 
Tan  querido 

A  mi  pobre  corazón 

I Ay!  ¡si  al  menos  la  fortuna. 
De  mi  cuna 
Hiciera  mi  panteón! 

"Adiós;  ya  el  verde  plumaje 
Del  follaje 


DK  ISABEL  PRIETO.  275 


Hace  la  brisa  gemir 

¡Oh!  ya  el  viento  se  desata 
Me  arrebata .... 
¡Ay!  íes  bien  triste  morir! 


Pobre  hoja  desprendida  del  tallo  por  el  viento; 
Imagen  de  la  suerte  del  misero  mortal. 
Un  día  de  ilusiones,  de  sol  y  de  contento; 
Después  la  fría  sombra  de  losa  sepulcral. 

Un  día  una  ventura  que  el  alma  toda  llena; 
Un  día  entre  las  flores  al  cielo  sonreir; 
Y  luego,  destrozada  sobre  infecunda  arena, 
Sin  un  acento  solo  de  compasión  morir. 

México,  Octubre  de  1869. 


» »♦>< 


276  OBRAS  POÉTICAS 


-.■1 1»   .  .í  ■ 


.    I 


\m  del  loraMi 


Tened  cuidado,  niñas, 
Por  el  amor  de  Dios, 
Que  el  corazón  es  joya 
Do  infinito  valor, 

Y  en  tiempos  tan  fatales 
Cual  son  los  tiempos  hoy, 
Es  cosa  muy  sencilla 
Plagiar  un  corazón. 

Desconfiad  del  chico 
De  lente  y  de  reloj, 
Que  con  trágico  paso 
Ronda  al  pié  del  balcón, 

Y  al  suspirar  parece 
Máquina  de  vapor; 


DE  rSABÍEL  PRIETO.  277 


Que  es  la  cosa  más  fácil 
Plagiar  un  corazón. 

Temed  al  petimetre 
Que  os  habla  del  Galopa 
Del  zócalo  y  ]a  plaza, 
E  ignora  si  hacen  dos     ' 
Uno  y  uno,  y  si  México 
Es  parte  del  Mogol.      - 
¡Cuidado!  que  no  falta 
Quien  plagie  tm  corazón. 

Desconfiad  del  viejo 
Beato  y  rezador, 
De  capote  increíble  '  ■ 

Y  sombrero  feroz, 

Que  tomando  un  polvito 
Dice:  iiEntre  col  y  col. 
No  encuentro  muy  difícil  ; 
Plagiar  un  corazón. » i 

Y  arregla  su  peluca 
Diciéndoos  una  flor; 

Y  os  habla  de  su  hacienda, 
Sus  coches  y  su  arcon; 

Y  os  mira  de  soslayo      : 

Conteniendo  la  tos 

¡Cuidado!  No  os  dejéis 
Plagiar  el  corazón. 

Desconfiad  del  hombre 

Que  cuarenta  cumplió    . 

Y  habla  sólo  en  negocios 

Leyes,  constitución, 

Y  os  pasea  la  calle 
En  soberbio  lando 


P— 26 


278 


X 


OBBM  roinoÁB 


Que  es  pota  iwij,,^4DciUa    . 
Plagiar  .un  ooiMm, 

De8oozifia4  (M  j6vea 

Y  amante  Uova4or .  •  . 
De  lánguida  mirada 

Y  de  armonioea  voz, 

De  tiemoB  joramentos,    . 
De  tristes  quejas ....  ¡Oh! . . . 
Es  plagiario  temblé, 
Cuidad  el  coraron. 

Desconfía^  del  ppetá 
>  Tan  pobre  como  Job,  ^ 

Que  es  nieto,  al  fin,  do  Apolo, 

Y  Apolo  es  g^an  3efior; 

Y  dicen  que  xiJ),  soneto 
Las  piedras  ablandó^ 
Es  la  cosa  ni4s  fáci) 
Plagiar  un  corazón. 

Desconfiad  ^el  hijo 
De  la  brumosa  Albion, 
Que  serio,  tieso  y  grave 
Con  un  spleen  atroz, 
No  acierta  en  castellano 
Con  la  palabra  amor.'. . . 
¡Cuidádol  Qué  no  falta 
Quien  plagie  un  corazón. 

Desconfiad  del  yankee, 
Del  francés  invasor. 
Del  tranquilo  tpde^co, 
Peí  hidalgo  español, 
Ü^el  TUso^  del  aujctriac^, 
Bel  iurco :quc  sé  yo! 


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DK  ISABIL  PRIBTO  279 

-% — 


De  todos,  qué  es  muy  fácil 
Plagiar  nn  eorazofKS  v '., ' 

Qradoso  ramillete 
Do  se  anen  óoii  pciaior^     '  * 
La  rosa  y  la  ikzaceiui  ^ 
En  nítido  botOD,   -    '-       .     i 
La  violeta  sencilla 

Y  el  nardo  embriagador,  * 
Ten  cuidado,  qne  pueden  *  ' 
Plagiarte  el  corasen,   '      ■■     '' 

,■■•■■»■ 

Jacinta,  tú  conservas 
Un  recuerdo  de  amor;        '' 
Pero  el  ciego  Oupido     ' 
Tiene  más  de  un  arpón, 

Y  es  niño  y  es  travieso, 

Y  vuela  el  muy  itraidor. ...    > 
Pese  al  recuerdo,  pueden 
Plagiarte  el  corazón. 

Lamentas,  Manuelita, 
Con  infantil  candor      V-' 
La  abrasadora  llama 
De  una  infeliz  pasión; 
Mas  se  convierte  el'  fuego 
Bien  pronto  en  humo...  jAy  Dios! 
Esa  pasión  no  libra 
Del  plagio  al  corazón. 

*    ' 

Tú,  Jesús,  apartando 
La  sombra  del  dolor, 
Que  tu  temprana  vida 
Inclemente  envolvió, 
Goz^d  de  un  sueño  bello 
Cbíno  un  rayo  desoí; 


^'^ 


.[■ 


I'- 

V 

f 


Ji&Éittl 


280  OBRAS  POÉTICAS 


¡Cuidado!  Está  en  pelip^ro 
De  plagio  el  corason. 

Tú,  Matilde,  diablillo 
Travieso,  vas  en  pos 
De  una  vaga  quimera, 
De  una  fresca  ilusión 
Que  tu  vida  ilumina 
Con  dorado  arrebol .... 
To  tiemblo;  ya  te  miro 
Plagiado  el  corazón. 

¡Alerta  belfas  niñas! 
Desechad  con  horror 
Los  tiernos  homenajes 
Del  sexo  papalón, 
Que  astuta  red  tendiendo 
Al  juvenil  candor, 
Satisfecho  y  triunfante 
Os  plagia  el  corazón. 

A  menos  que  prudentes 
Opinéis  como  yo. 
Que  cadena  de  flores 
No  es  grillo  ni  prisión. 
Si  un  dueño  como  el  mío 
Halláis,  licencia  os  doy 
De  que  os  dejéis  sumisas 
Plagiar  el  corazón. 

México,  Noviembre  11  de  1869. 


»«•»«■ 


DI  IBABIL  PRIITO.  281 


,   L 


El  Gorríoii  Muerto. 


(A    MI    HIJO.) 

— Madre,  madre.de  mi  vida» 
¿En  donde  está  el  pajarillo? 
Le  busco,  le  bnsco  en  vano 
Y  está  solitario  el  nido. 
Aun  el  algodón  caliente 
De  su  tierno  cuerpecito 
Conserva  las  huellas... Madre, 
¿En  donde  está  el  pajarillo? 
— Muy  lejos,  mi  bien. 

— ¿Muy  lejos? 

v/  ilngrato! 

— ^No  llores,  hijo. 
Desde  el  follaje  esmeralda 
De  ese  verde  bosque  umbrío 
Escuchaba  de  su  madre 


282  OBRAS   POÉTICAS. 


Los  dolorosos  gemidos. 
Era  huérfano  á  tu  lado, 

Y  ser  huérfano,  amor  mío, 
Es  un  dolor  tan  horrible 

Que  ni  aun  puedes  concebirlo. 
Cuando  la  risueña  aurora 
Con  vagos  tintes  rojizos 
Baña  el  espeso  follaje, 

Y  con  el  placer  más  vivo 
De  la  corona  de  perlas 
Que  les  ofrece  el  rocío 
Ciaen  su  frente  las  flores 
Del  sol  k  los  rayos  tibios, 
Para  que  á  Dios  elevara 

De  gratitud  dulce  himno,        ■_  ■ 
Llamaba  la  mádíre  inquieta  ^ 
A  su  poUuelo  querido. 

Y  cuando  del  melancólico 
Crepúsculo  vespertino 
Se  confunden  los  objetos 
En  el  ropaje  indeciso; 
Cuando  las  flores  exhalan 
Con  su  perfume  un  suspiro 
Tan  dulce  como  esa  hora     , 
Llena  de  encanto  infinito; 
Cuando  es  más  suave  el  rumor 
Del  arroyo  cristalino. 

En  cuyas  ondas  se  mira 
De  la  luna  el  blanco  disco; 
Cuando  las  aves  entonan 
Con  melancólicos  trinos 
Una  despedida  al  sol 
Que  se  hunde  en  ocaso  altivo; 
En  esa  hora,  mi  vida, 


DE  ISABEL  PRIETO.  ^83 


Al  recojerse  en  flu  nido     ' 
La  triste  madre  angustiada 
Llama  coii  dolientes  píos, 
Con  lamentos  cariñosos 
A  su  pobre  pichoncillo. 
¿Quieres  saber  lo  que  dice 
Con  sus  acentos  sentidos?     , 
— "¿Qué  haces,  mi  dulce  emlSeleso, 
Lejos  del  materno  abrigo, 
Sin  mis  amantes  caricias, 
Sin  mis  cuidacdos  solícitos? 
Hijo  del  alma  adorado, 
¿Tienes  hambre?  ¿tienes  frío?" 
— Madre,  con  voz  temblorosa 
Dijo  interrumpiendo  el  niño, 
Yo  también  mucho  le  quiero. 
Yo  también  mucho  le  cuido; 
Y  me  deja. ... 

— Por  su  madre, 
Mi  dulce  arcángel  bendito. 
Si  lejos  de  mí  te  hallaras 
En  el  palacio  más  rico. 
Con  primorosos  juguetes. 
Con  elegantes  vestidos, 
Dueño  de  un  potro  brioso 
Con  brillantes  atavíos, 
¿Podrías  sin  mí  encontrarte 
Satisfecho  y  complacido? 
Quedóse  el  niño  un  momento 
Hondamente  pensativo; 
Luego  enjugando  una  perla 
Cuyo  trasparente  brillo 
Reflejaba  su  alma  pura 
Su  Cándido  peeho  limpio,  ^^ — 


284  OBRAS  POÉTICAS 


En  los  brazos  maternales 

Arrojóse  conmovido. 

— Nó,  dijo  con  el  acento 

Más  tierno  y  más  expresivo, 

En  cuyas  notas  vibraba 

Un'inefable  cariño. 

Sin  ti  me  hallaría  triste, 

Madre,  hasta  en  el  cielo  mismo. 

La  madre  cubrió  de  besos 

Aquel  rostro  peregrino, 

Copia  perfecta  de^un  ángel 

En  su  virginal  hechizo;  / 

El  sonrió  á  esas  caricias  j 

Con  infantil  regocijo; 

Y  en  su  inocencia  bien  presto 

Dando  su  pena  al  olvido, 

Del  regazo  cariñoso 

Arrancóse  fugitivo, 

Un  corcel  imaginario 

Azuzando  con  gran  brío. 


t 

\  - 


La  madre  al  verle  alejarse 
Tan  confiado  y  tranquilo, 
Dando  á  los  gratos  ensueños 

Tan  presto  desvanecidos 

De  aquel  querub  inocente 

Enternecida  un  suspiro. 

Sacó  del  pecho  el  cadáver 

Deljnfeliz  pajarillo, 

Y  le  sepultó  piadosa  ^ 

Al  pié  de  un  rosal  florido. 

.      México,  Julio  14  de  1870. 


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D»  ISABEL  PEIITO. 285 


£L   OOLlSRI. 


Hijo  mío,  no  te  muevas. 
No  te  muevas,  porque  espantas 
Ese  lindo  pajarillo. ... 
¡Ob!  mírale  entre  las  ramas 
De  esa  espesa  enredadera. .  ... 
¡Cómo  le  brillan  las  alas 
T  el  pecho!  £Is  un  ramillete 
De  rubíes  y  esmeraldas 
Que  en  el  aire  perfumado  ^ 
Se  balancea  con  gracia, 
Lanzando  vivos  destellos 
Del  sol  á  la  ardiente  llama. 
Mírale  junto  á  esa  rosa 
Que  sacudiendo  gallarda 
Los  diamantes  del  roclo 
Que  sus  pétalos  esmaltan, 


286  OBRAS  POÉTICAS 


Parece  que  le  sonríe 
Ruborizándose  casta, 
Al  ofrecerle  en  un  beso 
La  miel  que  su  cáliz  guarda. 
El  rojo  clavel  parece 
Que  sus  amores  le  canta, 
Cuando  la  alegre  avecilla 
Cerca  de  su  lado  pasa; 
Y  la  tímida  violeta 
La  frente  modesta  alza, 

Y  en  su  celeste  perfume 
Un  blando  suspiro  exhala. 
Mientras  tanto  el  ave  inquieta 
El  verjel  recorre  rauda, 

Y  enamorando  las  flores, 
De  una  flor  á  la  otra  va<?a. 


¿A  dónde  vas,  inocente 
Avecilla  descarriada? 
¿Por  qué  el  verjel  abandonas? 
¿Qué  buscas 'en  esta  estancia? 
¡Ay!  la  realidad  dejando 
Por  una  quimera  vana, 
Dejas  el  pensil  florido 

Y  en  tu  loca  petulancia 

A  una  prisión  te  introduces 
Que  te  acongoja  y  te  espanta. 
Entre  estas  cuatro  paredes 
El  aire  libre  te  falta  ' 

Y  salir  no  puedes  de  ellas 
Por  mas  que  de  salir  tratas. 
En  redor  del  aposento 
Bevuelas  desesperada, 


:é 


DK  ISABKL  PRIETO.  287 


Y  vuelves  al  mismo  punto 
Que  de  abandonar  acabas. 
Tendiendo  hacia  arriba  el  vuelo 
Te  alejas  de  la  ventana 
Cerrándote  la  «alid  a 

En  tu  ansiedad  de  buscarla; 

Y  ciega,  inquieta,  jadeante 
Hasta  el  techo  te  levantas, 

Y  contra  e'l  en  tus  angustias 
Tu  cuerpecillo  maltratas. - 
Así  el  corazón  herido 

Por  experiencias  amargas 
En  un  círculo  de  hierro 
Se  agita  con  furia  insana; 

Y  pretendiendo  librarse 
Del  torcedor  que  le  mata, 
En  esa  lucha  impotente 
Másjiondo  el  puñal  se  clava. 

Tierna,  infeliz  avecilla, 
Tu  agudo  tormento  calma . . 
No  te  asuste  ni  te  alarme 
La  oscuridad  momentánea. 
Voy  á  salvarte. .  .no  tiembles, 
Es  crueldad  necesaria; 

Y  el  leve  mal  de  un  instante 
Tu  bien  duradero  labra. 
¡Oh!  ipobreciila!  aturdida 
Por  la  transición  tan  rápida 
De  la  luz  á  las  tinieblas, 
Has  caldo  al  suelo ....  Salta 
Tu  inquieto  corazoncito 
Que  un  hondo  terror  taladra. 
No  temas,  voy  á  salvarte: 
Ya  abierta  está,  la  ventana, 


288  OBRAS  POÉTICAS 


Voy  al  instante  á  volverta 
A  tu  libertad  amada 

Y  el  colibrí  sacudiendo 
Las  le^ñ?s,  brillantes  alas, 
Al  jardin  desde  mi  mano 
Bápidamente  se  lanza. 
¡Con  qué  delicia  el  ambiente 
Aspira  de  la  mañana! 

¡Ya  al  sol  extiende  sus  plumas, 

Y  en  el  rocío  se  baña 

Que  en  la  corola  de  un  lirio 
Ha  depositado  el  alba. 
Al  fin  el  vuelo  remonta, 

Y  con  graciosa  elegancia 
Elevándose  en  los  aires 
La  pared  del  jardin  salva, 

Y  en  el  éter  trasparente 
Se  confunde  en  lontananza. 


*  « 


A«i  nuestra  alma  inmortal 
En  la  materia  encerrada 
Se  agita,  lucha  y  padece. 
Sin  poder  romper  las  trabas 
Que  la  ligan  á  este  mundo 
De  dolor  y  de  desgracia. 
Mas  llega  la  hora  suprema 
En  que  la  muerte  desata 
Los  vínculos  terrenales 
Que  del  cielo  la  separan; 
Hora  de  angustia  terrible, 
Hora  de  crueles  ansias. 
De  oscuridad  y  martirio. 
De  agitación  y  de  alarma. 
Pero  leal  mensajera 


DI  ISABEL  PRIETO.  289 


De  consuelo  y  esperanza, 
Las  puertas  abre  á  otra  vida 
Hasta  ese  instante  cerradas; 
Y  exenta  de  los  dolores 
De  la  condición  humana 
En  el  espacio  se  eleva 
Libre  y  satisfecha  el  alma, 
Hasta  otra  región  más  pura 

En  donde  el  mal  no  la  alcanza 

Como  el  ave  prisionera, 
Después  de  ruda  batalla, 
Vuelve  á  su  primer  mansif^n     ; 
Dó  paz  y  dicha  la  aguardan. 

Tacubaya  Julio  de  1871. 


'Z^K)  OBRAS    POÉTICAS 


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EN  EL  VALLE  DE  /VIEXICO. 


¡Dios!  Este  nombre  el  corazón^  exhala 

Que  en  caracteres  mágicos  resbala 

Por  la  azul  extensión. 

¡Dios!  Solamente  tan  sublime  acento 

Se  presenta  radioso  al  pensamiento, 

Al  par  que  al  corazón. 

En  su.  eterna  belleza  lan£ktuí:a. 
Ese  nombre  doquier  canta  Ó  murmura 
Con  celeste  rumor: 
Le  canta  el  sol  en  su  destello  de  oro, 
Y  lo  repiten  en  humilde  coro 

Yerba,  insecto,  ave  y  flor. 

Hay  cuadros  que  impotente  no  interpreta 
Del  artista  más  grande  la  paleta 
Que' nula  ante  ellos  es; 


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DE  ISABEL  PBIETO.  291 


Cuadros  cuya  grandeza  soberana 
Hace  caer  la  inteligencia  humana 
De  hinojos  á  sus  pies. 

Y  el  alma  entonces  que  su  imperio  siente, 
No  sabe,  conmovida  7  reverente, 
Más  que  amar  j  creer; 
Que  elevando  la  vista  al  limpio  cielo 
Le  parece  al  través  del  azul  velo 
A  Dios  mismo  entrever. 


Por  eso  absorta,  enajenada  y  muda, 
A  la  sombra  de  un  árbol  solitario, 
De  este  espléndido  valle  hago  el  santuario 
En  que  elevo  ferviente  mi  oración. 

Porque  es  una  plegaria  fervorosa 
La  infinita  emoción  que  el  alma  llena. 
Cuando  olvidando  su  mansión  terrena 
Se  derrama  en  inmensa  adoración. 


Es  una  de  esas  húmedas  mañanas 
])el  nebuloso  Agosto,  en  que  la  yerba 
En  líquidos  diamantes  aun  conserva 
Las  huellas  de  nocturna  tempestad; 

En  que  brilla  con  vividos  destellos 
El  espeso  follaje,  que  rodea 
El  blanco  campanario  de  la  aldea  . 

En  medio  á  esta  tranquila  soledad.  M 


Lejano  se  oye  en  el  ameno  prado, 
D«  la  vaca  el  mugido  placentero; 
K\  gfflzoso  balido  del  cordero, 
píft^Iñ  yorlia  aspirando  el  grato  cíor; 


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292  OBRAS  POÉTICAS 

Mientras  al  pié  de  un  álamo  frondoso 
Que  hasta  la  tierra  su  ramaje  inclina, 
Contemplando  el  rebaño  se  reclina 
En  su  indolencia  plácida  el  pastor.  : 

Doquier  se  extiende  en  matiza' la  alfombra 
La  humilde  flor  de  la  feraz  llanura; 
Doquier  viva  y  lustrosa  su  verdura 
Despliega  el  mugidor  cafiaví^ral. 

Y  dominando  la  modesta  torre, 
De  recuerdos  históricos  orn.ido, 
El  Ajusco  se  ve  medio  velado 
De  una  nube  en  el  pálido  cendal. 

Es  un  cuadro  tranquilo  y  apacible, 
Que  sólo  ideas  de  ventura  y  calma 
Engendra  deliciosas  en  el  alma 
Con  su  blando  y  risueño  resplandor; 

Es  el  marco  que  encierra  esplendoroso 
Una  vida  pacífica  y  serena, 
Una  existencia  bendecida  y  llena 
Por  la  fe,  la  esperanza  y  el  amor. 

Y  allá  al  lejos,  en  límpido  horizonte, 
En  un  cielo  radioso  y  tr&sparente, 
Hasta  él  llevando  la  nevada  frente, 
Que  parece  el  zafir  acariciar. 

El  Fopocatepetl  y  el  Iztacíhuatl 
Alzan  su  mole  altiva  y  arrogante 
Bajo  el  ligero  pabellón  flotante 
Que  les  forman  las  nubes  al  pasar. 

De  su  falda  el  azul  denso  contrasta 
Con^el  del  cielo  delicado  y  leve. 
Do  su  corona  de  argentada  nieve 
Se  destaca  con  gracia  y  con  vigor; 


DE  ISABEL  PRIETO  293 


Y  cuando  el  sol  al  Ovspirar  los  baña 
De  tibia  luz  con  majestad  suprema, 
Arranca  á  esa  magnífica  diadema 
Rayos  de  sobrehumano  resplandor. 

Monarcas  de  la  sierra  y  la  llanura 
Que  en  las  nubes   hundís   vuestra  cabeza; 
Testimonio  eternal  de  la  grandeza       '* 
De  la  divina  mano  que  os  formó; 

Vosotros   eleváis  la  mente  inquieta 
A  regiones  de  luz  y  de  armonía, 
Dó  nunca  la  exaltada  fantasía 
Como  en  estos  instantes  penetró. 

No  sois  el  cuadro  sosegado  y  dulce, 
Do  una  dicha  terrena  y  transitoria 
Humilde  encierra  su  tranquila  historia 
Que  entre  sus  flores  resbalando  va; 

No;  como  el  faro  que  en  la  mar  airada 
Su  rumbo  muestra  á  la  barquilla  incierta, 
Abris  al  alma  la  celeste  puerta 
Que  le  deja  entrever  un  mas  allá. 

¡Iztacíliuatll  fantástica  figura, 
Que  mezclas  á  lo  grande  é  imponente 
Algo  de  misterioso  y  de  doliente 
Que  habla  con  dulce  acento  al  corazón; 

¿Has  sido  un  ser  de  especie  más  perfecta? 
¿O  llevada  de  oculta  simpatía 
Te  presta  en  su  ilusioir  el  alma  mía 
Sentimiento,  dolores  y  pasión? 

Es  quimera  tal  vez;  pero  al  mirarte 
Envuelta  en  tu  albo  y  luminoso  manto. 
En  la  actitud  doliente  del  quebranto 

Tendida  en  tu  soberbio  pedestal; 

p— 27 


294  OBRAS  POÉTICAS 


Con  el  velo  flotante  y  desprendido, 
El  cabello  larguísimo  deshecho, 
Y  las  manos  cruzadas  sobre  el  pecho 
Dormida  en  tu  sepulcro  colosal; 

Una  historia  de  amor  tierna  y  sentida 

Atiaviesa  la  mente  acalorada 

Eres  tal  vez  la  virgen  olvidada 

A  quien  la  tumba  el  desamor  abrió. 

Eres  quizá  la  amante  cariñosa, 
Que  á  otra  vida  ligando  su  existencia, 
De  su  dolor  cruel  á.  la  violencia 
Al  faltarle  esa  vida  sucumbió. 

Y  á  la  luz  de  la  aurora,  y  cuando  ardiente 
Su  rayo  abrasador  el  sol  fulmina. 
Cuando  la  tarde  pálida  declina 
De  la  luna  al  purísimo  fulgor; 

Te  contemplo  extasiivda  largas  horas, 
Mi  quimera  tenaz  alimentando, 
Tierno  suspiro  á  tus  pesares  dando, 
Compadeciendo  tu  fatal  amor.  • 

; Mujer  blanca!  tu  nombre  es  misterioso; 
Melancólico  y  tierno  como  el  llanto, 
Que  en  sus  horas  primeras  de  quebranto 
Vierte  el  inmaculado  corazón; 

Cual  sobre  el  musgo  de  ruinoso  claustro 
De  la  luna  el  destello  vacilante; 
Cual  del  viento  el  gemido  penetrante 
Cuando  inclina  el  sauz  del  panteón. 

En  su  expresivo,  enérgico  lenguaje 
Los  antiguos  aztecas  te  le  dieron; 
En  tu  blanco  sudario  te  envolvieron, 
Como  en  un  sobrenombre  de  pesar. 


DE  ISABEL  PRIETO.  295 


Y  al  través  de  los  siglos  ha  pasado  .  • 
Esa  tierna  y  poética  memoria, 
Encerrando  el  misterio  de  tu  historia 
Que  intenta  el  corazón  adivinar .... 

Sí,  las  generaciones  se  suceden, 
Y  el  tiempo  á  vuestras  plantas  se  desliza 
Como  la  espuma  de  la  mar  se  riza 
De  roca  enorme  en  el  macizo  pié, 

¡Oh  gigantes  gemelos  de  este  valle! 
Sin  que  consiga  su  voraz  aliento 
Empañar  el  grandioso  monumento 
En  que  la  huella  del  Señor  se  ve. 

Porque  vosotros  reveíais  al  hombre 
La  existencia  de  un  Ser  Omnipotente; 
De  Dios  el  nombre  vuestra  altiva  frente 
Ostenta  en  su  radiosa  majestad; 

Y  en  este  ameno  y  delicioso  valle 
Que  domináis  de  vuestra  excelsa  altara, 
En  una  nota  melodiosa  y  pura 
Resuena  en  la  poblada  inmensidad. 


* 

Nó;  no  pretendo  bosquejar  osada 
Ese  cuadro  que  el  alma  aiTebatada 

Refleja  claro  y  fiel 

¿A  qué  ese  intento  temerario  y  vano. 
Si  hace  trizas  su  encanto  sobrehumano 
La  lira  y  el  pincel? 

La  humilde  nota  de  mi  débil  canto 
Se  confunde  en  el  himno  sacrosanto 
Que  alza  la  creación. 


296  OBRAS    POÉTICAS 


Ante  sus  sorprendentes  maravillas, 
Inundadas  de  llanto  las  mejillas, 
Mi  canto  es  oración. 

El  ardiente  entusiasmo  que  me  inspira 
Como  la  cuerda  de  invisible  lira 
Hace  el  alma  vibrar; 
Mas  la  expresión  de  un  sentimiento  inmenso, 
Es  muda  como  el  humó  del  incienso 
Que  perfuma  el  altar. 

Y  un  solo  nombre  el  corazón  exhala, 
Que  en  caracteres  mágicos  resbala 
Por  la  azul  extensión: 
¡Dios!  Solamente  tan  sublime  acento 
Se  presenta  radioso  al  pensamiento  j 
Al  par  que  al  corazón.  ' 

•    Tacubaya,  Agosto  de  1871 


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DB  ISABEL  PRIETO.  297 


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¡NO  VELES,  SEBASTIAN! 


■■.-.    :-;.    .  ¡    •ív 


Por  los  clavos  de  Cristo, 
Amigo  Sebastian, 
No  desdeñes  del  suefio 
La  bienhechora  paz. 
Duerme,  ó  vas  á  buscarte 
Alguna  enfermedad, 

Y  en  tal  caso,  te  juró 
Que  nos  valiera  más 
Que  del  mundo  llegara 
El  término  final. 
Duerme,  te  lo  suplico. 
Amigo  Sebastian....  ¿ 
Dicen  que  ha  dicho  un  sabio, 

Y  ha  sido  la  verdad. 
Que  el  mejor  consejero 
En  la  almohada  está; 


198  OBRAS   POÉTICAS. 


TÚ  que  tienes  más  fama 
Que  el  mismo  preste  Juan; 
Tú,  el  sabio  de  los  sabior,. 
Como  dice  el  cantar, 
¿Ignoras  por  desdicha 
Ese  antiguo  refrán? 
Sebastian,  por  la  Virgen 
Santa  del  Tremedal, 
Por  tu  santo  patrono, 
No  vuelvas  á  velar. 

Cuando  la  noche  avanza 
Con  su  morena  faz. 
Naturaleza  toda 
Gusta  de  descansar. 
Las  fieras  de  los  montos 
A  sus  guaridas  van, 

Y  el  ave  va  á  su  nido 
Sus  trinos  á  apagar; 
La  flor  dobla  en  el  tallo 
Su  frente   virginal, 

Y  murmura  el  arroyo 
Con  tierna  suavidad. 

Y  tú,  de  papelotes 
¡Ay!  rodeado  estás, 
Tu  salud  y  tu  vista 

Destruyendo  á  la  par 

Sebastian,  si  algo  estimas 
Tu  individualidad. 
Duerme,  por  San  Pacoraio; 
No  veles,  Sebastian. 

No  hagas  la  noche  dia, 
Que  es  pecado  mortal 
Del  Creador  las  leyes 


DK  ISABEL  PRIKTO.  299 


Osado  contrariar;   ,■/ 

Y  es  cosa  bien  sabida 
Que  el  Señor  dijo  á  Adán: 
"Hijo,  la  noche  entera 
Feliz  descansarás.  1 1 

No  de  Dios  los  {^receptos 
Desconozcas  audaz, 
Que  el  sueño  es  el  alivio 
De  angustia  y  de  pesar, 
El  bálsamo  que  calma 
De  la  vida  el  afán: 
Si  sigues  desdeñando 
Su  bienhechora  paz, 
Va  á  ponerte  muy  feo 
Método  tan  fatal. 
Sebastian,  por  tu  vida. 
No  vuelvas  á  velar. 

Yo,  sin  ser  secretario, 
Ministro,  general. 
Ni  escribiente  siquiera 
De  ínfima  calidad, 
De  todos  tus  insomnios 
Logro  participar; 

Y  oyendo  de  las  horas 
El  Idgubre  tin,  tan. 

Que  en  el  fondo  del  alma 
Martillazos  me  da 
Hasta  la  madrugada 
Me  la  suelo  pasar. 
Tú.  tal  vez  no  te  mueras 
Si  Dios  en  su  bondad 
Para  dicha  de  México 
Te  (^i4er3  con9ex;yar; 


300  OBRAS   POÉTICAS 


Mas  yo  ¡ay  triste!  bien  pueden 
Kezarme  el  réquiem  ya ..... . 

Por  caridad  cristiana 
No  veles,' Sebastian. 

¿Cómo  poner  remedio 
A  tan  terrible  mal? 
Dios  quiera  que  te  cases, 
Y  tu  tierna  mitad 
Calme  en  tí  esa  furiosa 
Fiebre  de  trabajar. 
Dios  quiera  que  al  anhelo 
De  ver  tu  dulce  faz 
Sonreirle  amorosa 
Ala  luz  del  hogai;  - 
De  contemplar  el  sueño 
Sereno  y  celestial 
Del  hijo  que  tu  nombre 
Murmura  al  despertar 
Con  sus  húmedos  labios 
De  encendido  coral. 
Te  haga  esos  horribles 
Papeles  olvidar. 
Dios  quiera  que  te  cases 
Siquiera  por  piedad; 
Rs  mi  última  esperanza 
Dios  lo  haga,  Sebastian, 
Rogaré  al  cielo  entonces 
Por  tu  prosperidad. 
Con  las  manos  cruzadas 
En  humilde  ademan, 
Mezclaré  al  Padre  muestro 
Con  fervor  al  llegar, 
Allí  donde  se  dice: 
"iícw  líbranos  de  tyuü: 


DE  ISABEL  PRIETO. 


301 


"Se  ñor  libra  de  vicios 
Al  buen  D.  Sebastian, 
Semilla  muy  copiosa 
Desde  el  diluvio  acá; 
Protégele  de  arenga, 
Visita  ó  memorial,    ^ 
De  esas  que  hacen  de  un  santo 
Los  nervios  estallar; 
Puesto  que  por  ti  rezo. 
Di  si  puedo  hacer  más; 
En  cambio  de  mis  preces 
No  veles,  Sebastian.  « 

México,  Setiembre  27  de  1872. 


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302  OBRAS  POÉTICAS 


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¡Graci&s!  ¡Oh!  Gracias  mil  por  ese  aplauso. 
Que  sotamente  al  mérito  debido, 
Indulgente  á  la  par  que  inmerecido 
Dos  veces  en  mi  obsequio  resonó; 

Por  la  verde  corona  de  laureles 
Que  el  genio  solo  recibir  debia, 
T  que  una  generosa  simpatía 
Sobre  mi  humilde  frente  colocó. 

¡Oh  !Yo  hubiera  debido  al  recibirla. 
Como  el  modesto  vate  mexicano, 
A  las  plantas  de  un  genio  soberano 
La  inmerecida  ofrenda  presentar; 

Pero  llevada  de  mi  afecto  inmenso, 
Con  ella  quise  en  mi  entusiasmo  ardiente 
Ceñir  de  mi  hijo  la  serena  frente, 
La  tumba  santa  de  mi  padre  honrar. 

El  eco  de  ese  aplauso  bondadoso. 
Que  escucha  el  corazón  enternecido. 


DE  ISABEL  PRIETO.  303 


Del  céfiro  en  las   alas  ha  venido 
Las  flores  á  agitar  de  mi  verjel. 

Un  recuerdo  ofreciéndome  en  su  aroma 
Qu«  al  cáliz  roba  la  amorosa  brisa, 
Me  dicen  en  su  plácida  sonrisa: 
No  olvides  esas  horas,  Isabel. 

Y  cual  nota  de  música  lejana, 
Cual  vago  acento  de  armonioso  canto 
Que  de  azul  noche  en  el  flotante  manto 
Va  dulce  y  melancólico  á  espirar, 

itápido  atravesando  la  distancia, 
Por  un  instante  á  resonar  ha  ido 
De  mi  niñez  en  el  risueño  nido. 
En  mi  bendito  7  suspirado  hogar. 

Sé  bien  que  la  corona  de  la  gloria 
A  que  en  sus  sueños  el  poeta  aspira. 
Los  débiles  acentos  de  mi  lira 
No  podrán  á  mi  sien  nunca  ceñir; 

Por  eso  el  homenaje  que  indulgente 
Me  ha  ofrecido  afectuosa  simpatía, 
De  gratitud  llenando  el  alma  mia 
Me  hizo  á  un  tiempo  llorar  y  sonreír. 

¡La  gloria!  en  ese  instante  de   entusiasmo 
Atravesó  por  la  agitada  mente 
Un  pensamiento  temerario,  ardiente, 
Que  hizo  .latir  con  fuerza  el  corazón 

Yo  quiero  un  rayo  de  su  luz  divina. 
Que  unido  con  la  luz  de  mi  cariño,  ' 

Bañe  la  sien  purísima  del  niño 
Y  de  su  padre  la  postrer  mansión. 

{Ensueño   encantador!  ¡dulce  quimera! 
Que  ni  á  fingir  acierta  una  esperanza: 


304  OBRAS   POÉTICAS 

Tan  sólo  el  genio  á  conquistar  alcanza 
De  gloria  el  lauro  eterno  é  inmortal. 

Tan  sólo  el  genio  en  gigantesca  lucha 
Con  crueles  y  amargos  sinsabores, 
Hace  brotar  bajo  su  planta  flores 
Aun  en  la  arena  de  desierto  erial. 

Mas  yo  ¡triste  de  mí!  ni  aun  delirante 
Ese  sueño  abrigar  puedo  un  momento; 
Desprovista  do  gracia  y  de  talento, 
Mis  cantos  son  la  voz  del  corazón. 

Yo  he  cantado  tan  sólo  como  canta 
Silvestre  el  ave  en  la  enramada  umbría, 
Del  limpio  cielo  de  la  patria  mía 
Bajo  el  azul,  radioso  pabellón. 

Por  eso  al  recibir  ese  homenaje 
Tan  tierno,  bondadoso  é  indulgente, 
Llena  de  gratitud  el  alma  ardiente 
Sólo  puede  llorar  y  sonreír; 

Por  eso  conmovida  y  agitada. 
No  he  podido  encontrar  un  solo  acento 
Con  que  expresar  el  hondo  sentimiento 
Que  hizo  con  fuerza  el  corazón  latir. 


Hoy  desde  el  fondo  de  mi  hogar  modesto 

Pretendo  alzar  la  voz  agradecida 

De  nuevo  aún  por  la  emoción  vencida 
En  mis  labios  la  voz  se  sofocó. 

;GraciasI  ¡Oh!  ¡Gracias  mil  por  esos  lauros 
Que  el  genio  sólo  recibir  debía,  ' 

Y  que  una  generosa  simpatía 
Sobre  mi  humilde  frente  colocó.! 

Tacubaya,  Julio  3  de  1872. 


DK  ISABEL  PRIETO.  305 


]Vd:rs  HIJOS 


■■■  ♦    i-Jrr i-.*    .  ,•- 


— Madre  mía,  ¿está  dormida,? 
Sí,  sí,  déjame  mirarla. 
•Cuan  tranquila  y  cuan  risueña 
Sobre  tu  seno  descansa! 
¡Oh!  qué  frente  tan  suave! 
Parece  una  hoja  arrancada 
A  ese  capullo  de  rosa 
Que  abrió  ayer  en  tu  ventana. 
¡Qué  manecita  tan  linda! 
Madre,  déjame  besarla 

Muy  quedo,  no  la  despierto 

Ojalá  que  despertara! 

Se  sonrie ¿con  qué  sueña 

Que  sonríe  con  tal  gracia? 
— Con  el  cielo,  vida  mia, 
Con  el  ángel  de  su  guarda. 
Que  de  su  mansión  primera 


306  OBRAS  POÉTICAS 


Con  blando  aconto  le  habla; 

Y  así  como  el  desterrado 
Ve  las  costas  de  su  patria 
A  la  luz  de  sus  recuerdos 
Dibujarse  en   lontananza, 
Ella  ve  en  sueños,  bien  mío, 
Su  primitiva  morada, 

Y  un  saludo  cariñoso 
En  su  sonrisa  le  manda. 

— Madre,  si  el  cielo  es   tan  bello 
Que  le  echa  menos  mi  hermana 
Entre  tus  tiernos  cuidados, 
Entre  tus  caricias  blandas; 
¿Por  qué  á  este  mundo  venimos 
Si  tanto  el  otro  se  extraña? 
^No  era  mejor  que  en  el  cielo 
Permanecieran  las  almas? 
— Cuando  un  alma,  hijo  querido, 
A  esta  triste  tierra  baja, 
Trae  al  mundo  una  misión 
Que  Dios  mismo  le  señala; 

Y  como  yo  he  abandonado 
Mi  dulce  Guadalajara, 
Santuario  que  los  recuerdos 
De  toda  mi  vida  guarda; 

Y  el  regazo  de  la  madre 
Que  el  corazón  idolatra, 

Y  las  tiernas  compañeras 
De  los  juegos  de  mi  infancia, 
De  mis  sueños,  de  mis  goces, 
Porque  al  lado  de  tu  padre 
Un  santo  deber  me  llama; 
Así  las  almas  cumpliendo 
La  voluntad  soberana, 


DE  ISABEL  PRIETO  307 


Dejan  la  mansión  celeste 
Dó  los  pesares  no  alcanzan, 

Y  entran  con  hondo  suspiro 
Do  tristeza  resignada 

Al  mundo,  donde  infinitos 
Sufrimientos  les  aguardan, 
Que  alivia  el  blanco  destello 
De  luminosa  esperanza, 

Y  la  dulce,  melancólica 
Satisfacción  que  acompaña 
í)oquier  al  deber  cumplido 
Como  recompensa  grata. 

Calló  la  madre,  y  el  niño 
Escuchando  las  palabras, 
De  su  hermana  el  fresco  rostro, 
Pensativo  contemplaba. 
— Madre,  dijo  al  fin,  grabando 
En  aquella  frente  candida 
Un  beso  tierno  y  suave 
Como  el  suspiro  del  aura; 
Madre,  y  ella  que  es  tan  linda 
Tan  pura,  tan  delicada 
Paloma  dd  fi'imLaTnerUo, 
Qíierube  de  azules  alas, 
Dulce  capidlo  de  amor 
De  deliciosa  fragancia; 
¿También  ha  venido  al  mundo 
A  sufrir  penas  amargas? 
El  ángel  que  me  la  trajo 
Cuando  yo  le  suplicaba 
Que  me  diera  un  compañero, 
Con  las  manitas  cruzadas, 
No  me  dijo  que  en  el  mundo 
Los  pesares  le  esperaban, 
Que  esa  dicha  á  tanto  precio 


308  OBRAS  POÉTICAS 


Hubiera  sido  muy  cara. 

Estos  acentos  sentidoü 

En  su  candorosa  magia, 

A  la  vez  que  una  sonrisa 

Melancólica  y  calmada, 
Al  corazón  de-  la  madro 

Arrancaron  una  lágrima,  ¡ 

Y  en  una  misma  caricia 
Contundiendo  embelesada 
Las  dos  cabecitas  rubias 
Que  en  «u  seno  se  tocaban; 
—  Tal  vez  tu  misión,  mi  vida, 
Dijo  al  niño  con  voz  blanda, 
Es  ser  el  guía,  el  apoyo, 
El  protector  de  tu  hermana. 
Tal  vez  tu  ternura  inmensa 
Consiga  siempre  librarla 
De  esos  amargos  pesares 
Cuya  idea  así  te  espanta. 
Tal  vez  para  que  á  otro  mundo 
Tranquilos  tus  padres  partan, 
Será  tu  amor  para  ella  • 

La  egida,  la  salvaguardia, 

El  puerto  donde  se  abrigue 
De  la  vida  en  la  borrasca. 
Ya  ves,  mi  bien,  por  qué  vienen 
Al  triste  mundo  las  almas; 
Por  qué  bajan  á  la  tierra  i 

Humildes  y  resignadas 
\  A  cumplir  esos  deberes  .  \ 

Que  Dios  mismo  les  señala,  i 

Echando  menos  el  cielo,  ! 

Su  dulce  y  bendita  patria. 

.         ^         Setiembre  de  187a 


DK  I8ABVL  PRIETO.  309 


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•» 


¡HIJA! 


¡Hija!  Destroza  el  corazón  un  nombre 
Que  fué  su  encanto  y  su  esperanza  un  día. ...... 

¡Hija!  ¡mi  adoración!  ¡hija!  ¡hija  mia! 
¿Por  qué;  por  qué  me  abandonaste  así? 

¿Por  qué,  mi  bi6n?¿£n  mi  regazo  amante 
Feliz  tu  vida  por  mi  mal  no  era? 
¿Tanto  anhelabas  tu  mansión  primera 
Que  me  dejaste^esolada  aquí? 

Delicioso  capullo  de  azucena, 
Que  en  el  triste  desierto  de  este  mundo 
Brotaste  al  soplo  de  mi  amor  profundo 
Para  vivir  una  hora  nada  más; 

En  la  risueña  aurora  de  tu  vida    ^ 
Perfumando  purísimo  el  ambiente, 
Triste  doblaste  la  nevada  frente 
Para  no  levantarla  ya  jamas. 

:■;■   :  .,F— 28 


.- ■  ^jC"T  ~*^  *■'  *y.*i<*j^ 


3Í10  OBRAS   POÉTICAS. 


Feliz  mil  veces  tú,  que  alzaste  el   vuelo 

A  esa  región  donde  el  pesar  no  alcanza. 
Donde  el  alma  realiza  su  esperanza, 
Tu  primitivo  y  verdadero  hogar. 

Feliz  mil  veces  tú,  r^ue  atravesaste 
Cual  leve  sombra  por  la  tierra  ingrata, 
Y  el  dolor  espantoso  que  me  mata 

No  llegaste  siquiera  á  sospechar.  [ 

i 
¡Feliz!  Y  ¿puedes  serlo,  vida  mia, 

Tu  que  me  amabas  en  la  tierra  tanto, 
Viendo  á  mares  correr  mi  triste  llanto; 
Viendo  mi  honda,  amarguísima  aflicción? 
En  la  misma  mansión  de  los  querubes 
Turbando  de  su  canto  la  armonía,      j 
Debe  llegar  el  grito  de  agonía      *"  ;  , 
Que  exhala  de  una  madre  el  corazón. 

¡Hija!  al  partir  para  extranjera  tierra, 
Liéjos,  bien  lejos  de  la  patria  amada,       , 
En  la  luz  de  tu  límpida  mirada  \        j 
Busqué  la  luz  del  cielo  que  dejé; 

Y  el  corazón  haciéndome  pedazos 
La  inflexible  sentencia  del  destino 
Al  primer  paso  en  el  erial  camino 
En  tu  temprana  tumba  tropecé. 

Blanca  paloma  que  abrigada  siempre 
En  el  nido  amoroso  de  mi  seno,  -       j* 
Tu  sueño  blando  de  inocencia  lleno 
Dormiste  en  él  con  dulce  sonreir. 

;Ay!  yo  te  he  visto  en  desdi<:hada  hora; 
Yo  te  he  visto,  mi  bien,  páMda,  inerte 
En  el  frió  regazo  de  la  muerte  -     I 
Tu  sueño  eterno  y  postrimer  dormir. 


DB  ISABEL  PRIETO.  311, 


¿Cómo  resiste  el  corazón  humano? 
¿Cómo  no  estalla  el  corazón  que  apura  '; 

Ese  cáliz  tan  hondo  de  amargura  .      ^ 

Que  puede  la  existencia  envenenar?        '     :'    , 

|Nó;  se  prosigue  en  la  penosa  senda,  >  . 

Cuya  extencion  terrible  nos  espanta,  i-v 

Moviendo  entre  sepulcros  nuestra  planta,  -[/y^,^. 
Llorando y  ¿por  qué,  por  «g^ué  Uorarf    >v^ 

¿Para  qué  si  las  lágrimas  de  sangre  -  -  V:' 
Que  vierte  el  corazón  de  muerte  herido, ;  V 
No  logran  despertar  al  ser  querido    , 

Qne  reposa  en  la  oscura  eternidad?   '  >■  'f 

¿Para  qué,  si  la  muerte  es  implacable;  \:  :  i 

Si  al  acercars3  rígida,  espantosa,  j/  ;-Í* 

Es  en  vano  á  la  orilla  de  una  fosa    : ;  .^ 

Pedir  á  gritos  compasión,  piedad?    >  ■/  -;  .^ 

Hija,  si  en  este  mundo  te  esperaba  i^ 

El  horrible  dolor  que  yo  he  sufrido, 
¡Vale  más,  vale  más  que  hayas:  partido         ^ 

Y  yo  llore  en  tu  lecho  funeral!    .^.- 

/      Del  cáliz  que  la  vida  te  brindaba .;  ,.;;.$ 
Sólo  gustaste  amor,  paz  y  ventura;  ?    .      '.  C 
La  dulce  miel  de  mi  inmortal  ternura  > 

Mezclada  con  la  leche  maternal.  <;  ^         \   ¿ 

Cuando  tiende  la  noche  misteriosa 
Sobre  el  cansado  mundo  el  denso  velo. 
Buscando  á  su  hondo  padecer  consuelo 
Te  evoca  el  desolado  corazón; 

Y  en  las  alas  de  un  ángel  sostenida    ' 
Te  acercas  á  mi  lecho  dulcemente, 

Y  á  veces  siento  en  mi  alH!asada  frente         ' 
De  tus  rosados  labios  la  impresión. 


312  OBRAS  POÉTICAS 


Y  como  en  otro  tiempo,  vida  mía, 
Te  estrecho  entre  mis  brazos  cariñosa, 
T  tu  risueña  faz  de  nieve  y  rosa 

Te  hago  en  mi  seno  amante  reclinar; 

Y  te  cubro  de  lágrimas  y  besos, 

Y  entre  el  raudal  de  mi  abundoso  llanto 
Con  amoroso  y  apacible  canto 
Vuelvo  tu  sueño  plácido  á  arrullar. 


Y  no  es  una  ilusión,  luz  de  mis  ojos; 
Es  tu  voz  la  que  escucha  el  alma  mía. 
Que  calmando  piadosa  mi  agonfa 

Me  arrebata  á  este  mundo  do  dolor: 

Que  Dios  permite  al  alma  de  una  madre. 
Que  un  sentimiento  omnipotente  encierra, 
Elevarse  un  instante  de  la  tierra 
En  las  alas  divinas  de  ese  amor. 

Y  algo  tan  dulce  al  corazón  murmura    ; 
Tu  acento  cariñoso  y  elocuente,  ' 
Que  el  corazón  despedazado  siente 
Tregua  y  alivio  á  su  aflicción  mortal: 

Es  la  rosada  luz  de  una  esperanza 
Inefable,  purísima,  divina, 
Que  del  dolor  las  sombras  ilumina 
Con  su  blando  destello  celestial. 

Ángel,  que  de  este  mundo  de  dolores 
Tan  presto  alzaste  por  mi  mal  el  vuelo, 
Deja  de  nuevo  por  tu  madre  el  cielo; 
Vuelve  al  destierro  en  que  suspiro  yo. 

No  me  es  dado  anhelar  dejar  la  tierra 
Para  volar  por  siempre  entre  tus  brazos; 


DE  ISABEL  PRIETO.  313 


A  ella  me  ligan  del  deber  los  lazos 
Que  omnipotente  mano  sujetó. 

Mas  si  vienes  por  orden  soberana 
A  llevarme  á  tu  lado,  vida  mía; 
Si  ángel  custodio  en  la  ignorada  vía 
Dios  te  ha  ordenado  de  tu  madre  ser; 

Bendeciré  al  Señor,  y  con  el  alma 
De  contrarios  afectos  combatida, 
Lloraré  al  despedirme  de  la  vida 
Por  los  que  dejo  en  ella  á  padecer. 

A  bordo,  Marzo  de  1874. 


-><•»<■ 


314  OBRAS    TOltriCAU 


TRISTEZA. 


(A.      JM:I      jytA.t^lJL><>.) 


¿Dónde  está  nuestro  cielo  luminoso, 
Siempre  tan  puro,  azul  y  trasparente? 
¿Dónde  ese  bello^  sol  siempre  esplendente 
Que  alumbra  sonriendo  nuestro  Edén? 

¿Dónde  están  las  mañanas  deliciosas, 
De  luz,  de  encanto  y  de  perfumes  llenas; 
Nuestras  tardes  templadas  y  serenas; 
Nuest^-as  brisas  de  lánguido  vaivén? 

¿Dó  están  esos  celajes  sonrosados 
Que  coronan  la  frente  de  la  aurora; 
Los  que  en  la  tarde,  de  carmin  colora 
Del  sol  poniente  la  postrera  luz? 


DK   ISABEL  PRIETO.  315 


¿Dó  están  esos  crepúsculos  radiosos 
Que  de  topacios  la  lucerna  puebla, 
Midntras  se  envuelven  de  argentada  niebla 
Ep.  el  lijero  diáfano  capuz? 

¿Dónde  están  esas  noches  majestuosas 
En  ';ue  revisto  deslumbrante  el  cielo 
Suíi-iiil  manto  de  oscuro  terciopelo 
Que  boi  'la  de  diamantes  el  Señor? 

¿Dó  li*  luz  plateada  de  esa  luna, 
De  esperanza  y  recuerdos  mensajera, 
Que  hizo  brotar  mi  inspiración  primera 
Con  su  blando  y  purísimo  fulgor? 

¡Ldjos,  muy  It^os!  Entre  pardas  sombras 
Aquí  oculta  su  luz  el  firmamento; 
Se  oye  el  gemir  del  destemplado  viento 
Cual  sollozo  de  herido  corazón. 

Cubre  el  blanco  sudario  de  la  nieve 
Una  naturaleza  muerta,  fría, 
Cuya  lúgubre  queja  de  agonía 
Aun  vibra  en  este  triste  panteón. 


Tal  vez  cercana  al  fin  de  mi  existencia. 
Que  en  medio  de  agudísimos  dolores 
Ha  ornado  Dios  con  las  benditas  flores 
Que  solo  los  afectos  pueden  dar; 

No  quiero  que  este  cielo  nebuloso 
De  abrigo  sirva  á  mi  mansión  postrera; 
En  esta  tierra  helada  y  extranjera 
No  quiero  el  sueño  eterno  reposar. 

Quiero  que  me  trasporten  algún  día, 
Aunque  se  encuentre  por  mi  mal  distante,. 


316  OBRAS  POÉTICAS 


A  ese  rincón  de  tierra  que  anhelante 
Do  quiera  el  alma  en  sus  ensueños  ve. 
Quiero  dormir  en  el  modesto  asilo, 

Bajo  la  misma  funeraria  losa 
En  que  su  sueño  postrimer  reposa 
El  padre  que  en  la  tierra  idolatré. 


Hamburgo,  Noviembre  de  1874. 


»<#M- 


'..«.UL.-.--jfc;-' 


DE  ISABEL  PRIETO. 


317 


EL  CRUCIFIJO 


I  Tú,  á  quien  yo  lie  recogido  sobre  su  boca  yerta. 
Con  su  postrer  aliento  y  su  postrer  adiós. 
Dos  veces  santo  emblema,  don  de  su  mano  incierta, 

¡Imagen  de  mi  Dios! 

Sobre  tus  pies  que  adoro,  triste  llanto  ha  corrido, 

Desde  la  hora  sagrada  en  que  viniste  á  mi 

Del  seno  palpitante  de  un  mártir  recogido, 
Con  su  último  suspiro  aun  tibio  te  senti! .... 

Lanzaban  los  blandones  su  luz  última  y  pura; 
Alzaba  el  sacerdote  el  canto  postrimer, 
Tan  dulce  como  el  canto  que  una  mujer  murmura, 

Su  hijo  tierno  al  mecer. 

La  piadosa  esperanza  que  aun  brillaba  en  su  frente 
Grababa  en  sus  facciones  su  dulce  dignidad; 


818  OBRAS   POÉTICAS 


El  dolor  fugitivo  una  gracia  doliento; 
La  muerte  hu  serena  y  santa  inag»\stad. 

El  viento  su  esparcido  cabello  acariciando, 
Volaba  y  desciibria  á  intervalos  su  faz, 
Cual  sobro  Ijlanca  tumba  negro  ciprés  flotando 

Tiende  sombra  fujraz. 

Del  lecho  fancravio  una  mano  pendía, 
La  otra  sobre  su  pecho  cruzuda  con  amor, 
Parecía  buscar  v  estrechar  todavía 
A  sus  labios  la  imagen  divina  del  Señor. 

Su  boca  se  entreabría  aun  para  tocarla, 

Y  en  el  divino  beso  el  alma  se  exhaló, 

Como  una  levo  esencia  que  al  tiempo  de  abrasarla 

La  llama  devoró. 

Ahora  todo  duerme;  sobre  esa  boca  helada 
De  su  dormido  seno  el  aliento  cesó, 

Y  el  párpado  volando  su  extinguida  mirada, 

A  medias  se  cerró. 

Yo  de  pié,  con  el  alma  de  un  santo  terror  llena, 
Al  lecho  funerario  acercarme  no  sé, 
Como  si  de  la  muerte  la  magestad  serena 
Los  restos  consagrara  de  la  que  tanto  amé. 

jNo  osaba.  .!E1  sacerdote  me  comprende  y  se  avanza.. 
Quita  á  sus  yertas  manos  la  imagen  de  su  Dios: 
He  aquí  dijo,  el  recuerdo  y  he  aquí  la  esperanza, 
,  -Llevadlo,  hijo,  con  vos! 

¡Oh  herencia  funeraria!  tú  sola  me  has  quedado,. . . . 
Siete  veces  de  entonces  el  árbol  que  planté 


DB  ISABEL  PRISTO.  319 


En  su  tumba  sin  nombre,  de  follaje  ha  cambiado.  . 

¡Yo  nunca  te  úajél 

¡Ay!  Este  corazón  que  lioló  la  desventura, 
Tú  sola  del  olvido  supiste  defendíT; 
¡El  marfil  ha  ablandado  mi  llanto  de  amargura, 
Trazando  en  él  su  huella  gota  á  gota  al  caer! 

Del  alma  que  se  exhala  postrero  coníídunte, 
Ven  á  mi  corazón,  habla  aún,  dimc  á  mi 
Lo  que  ella  te  decía  cuando  su  voz  doliente 

Llegaba  sólo  á  tí.  - 

En  esa  hora  dudosa  en  que  la  muerte  llega, 

Y  sintiéndose  el  alma  por  su  sombra  env^olver, 
Fuera  de  los  sentidos  helados  se  repliega,  .   ; 

Sorda  al  adiós  postrer; 

Cuando  en  la  lucha  fiera  de  la  muerte  y  la  vida, 
Cual  fruto  que  desprende  su  propia  plenitud, 
A  cada  instante  tiembla  nuestra  alma  suspendida 
•   Sobre  la  oscura  noche  del  fúnebre  ataúd; 

Cuando  al  dormido  espíritu  la  confusa  armonía 
De  cantos  y  sollozos  no  puede  de.-pertar, 

Y  cual  postrer  amigo  estás  en  la  agonía 
Sobre  las  fríos  labios  de  aquel  que  va  á  espirar; 

Para  elevar  el  alma  al  Dios  hacia  quien  vamos 

Y  de  ese  estrecho  paso  atenuar  el  horror, 
Di  ¿qué  le  dices  tú,  cuya  imagen  besamos, 

Dulce  Consolador?  , 

¡Oh!  jtú  sabes  morir!  y  tu  llanto  angustiado, 

Esa  noche  en  que  en  vano  tu  oración  se  elevó, 

Desde  la  noche  al  día,  del  olivo  sagrado 

Las  raices  bañó. 


i 


3  20  OBRAS    POÉTICAS 


Desde  la  cruz  do  el  grande  misterio  sondeaste, 
Llorar  viste  á  tu  madre,  de  luto  la  creación; 
Cual  nosotros  tu  cuerpo  al  fí^retro  dejaste, 

Y  en  la  tierra  los  seres  que  amó  tu  corazón. 

En  nombre  de  esa  muerte  concjpde  á  mi  agonía 

El  aliento  postrero  en  tu  seno  rendir 

■Oh!  ¡Acuérdate  de  tu  hora  cuando  llegue  la  mía, 
Tú,  que  sabes  morir! 

Yó  buscaré  el  lugar  do  su  boca  espirante 
A  tus  pies  exhalara  el  eterna!  adiós, 

Y  su  alma  vendrá  entonces  á  guiar  á  mi  alma  errante 

Hasta  el  seno  de  Dios. 

¡Ah!  (Plegué  á  Dios  que  entonces  alguna  faz  amada, 
Cual  ángel  d&solado'  mi  sufrimiento  al  ver, 
Sobre  mis  yertos  labios  esa  herencia  sagrada 
Triste  y  calmada  á  un  tiempo  se  acerque  á  recoger. 

Sosten  su  último  paso,  encanta  su  última  hora, 
Y,  prenda  sacrosanta  de  esperanza  y  de  amor, 
Pasa  del  que  se  aleja  al  que  queda  y  te  implora, 

Consolando  el  dolor. 

¡Hasta  que  de  los  muertos  sobre  la  losa  helada, 

Siete  veces  llamando  una  voz  celestial, 

Despierte  á  los  que  duermen  á  la  sombra  sagrada 

De  la  cruz  eternall 


» «o»  * 


• 


DE  ISABEL  PRIETO  821 


A  UN  VIAJERO 


(Víctor  Hvig-o,— ••JPeulIles*  <la,utonine») 

De  uno  de  esos  viajes  que  al  salir  de  la  infancia 
Hacen  de  un  niño  un  hombre  é  ilustran  su  ignorancia, 

Vuelves,  amigo  fiel. 
jDe  cuántos  océanos  viste  el  curso  profundo! 
¡Oh  podrías  formar  un  cinturon  al  mundo, 

Del  surco  del  bajel! 

£1  sol  de  veinte  cielos  tu  vida  ka  madurado, 
T  has  ido  á  tantos  sitios  á  donde  te  ha  llevado 

Tu  anhelo  baladí. 
Cual  labrador  que  siembra  y  cosecha,  tomando 
Alguna  cosa  de  ellos,  como  en  ellos  dejando 

Algo,  amigo,  de  tí. 


322  OBRAS    POÉTICAS 


Mientras  tu  pobre  amigo,  de  dicha  más  escaso, 
Ve  de  las  estaciones  el  uniforme  paso 
En  horizonte  igual. 
Y  como  el  árbol  verde  que  á  lo  l(^jos  asoma, 
Deshojando  sus  dúis  junto  á  su  puerta  toma 

Raiz  en  el  umbral. 

Has  visto  tantos  hombres,  que  hoy  fatigado  vienen, 
Cansado  de  la  vida  junto  á  mí  te  detienes 

Ansiando  reposar. 
Triste  me  cuentas  ahora  tus  pasos  infecundos; 
Y  tus  ]nés  han  mezclado  el  polvo  de  tres  mundos 

Al  polvo  de  mi  hogar. 

Con  el  alma  inundada  de  tus  vagas  tristezas. 
Cogiendo  de  los  ninos  las  rizadas  cabezas, 
Hoy  ya  mi  único  bien. 
Me  preguntas: — Amigo,  ¿en  dónde  está  tu  padret 
¿Dónde  tu  tierno  hijo?  ¿Dónde  tu  buena  madre? 
— ¡Ellos  viajan  también! 

El  viaje  que  ellos  hacen  no  tiene  sol  ni  luna; 
Tan  celoso  es  el  dueño  que  nadie  su  fortuna 

Puede  allí  poseer. 
El  viaje  que  ellos  hacen  es  profundo  y  eterno, 

Se  le  hace  á  pasos  lentos,  con  un  terror  interno 

•Todos  lo  hemos  de  hacer!    ; 
"  ■      • 

Como  estuve  á  la  tuya  estuve  á  su  partida; 
Uno  á  uno  partieron,  huyendo  de  la  vida 
Los  que  yo  tanto  amé. 
Yo  los  puse  en  la  tierra  llamándolos  en  vano, 
iLos  tres!  y  cual  avaro,  yo  con  mi  propia  mano 

Mi  tesoro  enterré.  ■ 


:^  -^■ 


_-_  DB   ISABEL  PRIETO  323^ 

Los  vi  partir;  tres  veces  sombrío  y  desolado,   , 
Vi  el  paño  funerario  de  lágrimaH  sembrado 

El  corredor  cubrir; 
Sobre  f?U8  manos  yertas  lloré  en  mi  horrible  duelo, 
Pero  íii  cerrar  el  í'éretro,  vio  iiii  alma  hacia  el  cielo 

Las  suyas  jay!  subir. 

Sí,  yo  los  vi  partiendo  como  tres  golondrinas, 
Que  van  á  buscar  lejos  regiones  peregrinas 

Y  un  estío  mejor. 
La  primera  de  todos  partió  rrd  madre  amada, 
Y  de  espirar  al  tiempo  brillaba  «u  mirada 

Con  divino  fulgor. 

Luego  siguió  mi  hijo,  después  mi  padre  anciano, 
Un  valiente  guerrero,  altivo  veterano 

De  erguida  y  noble  sien. 
Y  ahora  aquí  duermen  todos  los  tres,  amigo  mío, 
Mientras  hacen  sus  almas  ese  viaje  sombrío 
Que  hemos  de  hacer  también. 

Si  quieres,  á  la  hora  que  la  luna  declina. 
De  noche  subiremos  los  dos  á  esa  colina 
Que  es  templo  del  dolor. 
Yo  te  diré,  mostrando  á  tu  alma  conmovida 
La  ciudad  muerta  'Cerca  de  la  ciudad  dormida, 
Cuál  descansa  mejor. 

Ven,  y  mudos  poniendo  en  la  tierra  el  oido, 
Oiremos,  mientra"  todo  su  violento  ruido 

Hace  París  callar, 
Los  muertos  á  millares  agitarse  en  la  tierra, 
Como  se  agita  el  grano  que  en  su  seno  se  encierra, 
Cuando  empieza  á  brotar. 


324  OBRAS  POÉTIC^^S 


¡Cuántos  viven  contentos,  dichosos,  que  debieran 
Hacer  un  duelo  eterno  á  aquellos  que  antes  eran 
Su  vida  ó  su  ilusión! 
Los  muertos  duran  poco;  dejémoslos... ¡Dios  mío! 
¡Menos  presto  en  el  féretro  caen  en  polvo  frío 
Que  en  nuestro  corazonl 

¡Cuánta  es  nuestra  locura!   Viajero,  así  pasamos. . . 
¡Quién  sabe  cuántos  muertos  á  cada  hora  olvidamos 

Tan  amados  ayer! 
¡Quién  puede  saber  cuánto  ¡ay!  el  dolor  se  embota, 
Cuántas  tumbas  la  yerba  que  en  solo  un  día  brota. 

¡Hace  desparecer! 

Guadalajara,  Noyiembre  24  de  1863. 


Dft  I8ÁB^  l*ttÍÍBTO.  325 


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(Víctor  Fiug-o»--^^jF^!««iiiiefli  ídL'Aatoiniie.'  ') 


jAmigos  tan  amados,  mi  puitor.  ipi  poeta! 
Vosotros  me  hacéis  falta  doquier,  y  mi  alma  inquieta 
Os  llama  siempre  aquí.  .     ^     ^ 

i Ay!  de  esos  dos  amigos,  caitos  al  alma  mía, 

No  me  queda  uno  solo iÓh¡  ¿por  qué,  Normandífl; 

'       Me  los  quitas  a^? 


iiMi-<:- 


Se  han  llevado  consigo  toda  mi  poesía. 
El  uno  en  su  laúd  de  miel  y  de  ambrosía, 
El  otro  en  su  pincel. 
Artes  donde  su  sed  apagaba  mi  masa, 
¡Adiós  vuestra  onda;  adiós,  Alfeo  y  Aretusa, 
De  corrientes  de  miel! 

¡Ay!  adiós  sobre  todo,  las  almas  superiores 
Donde  he  encontrado  siempre  por  mis  males  y  errores 
Tan  sincera  piedad! 

■■-.•-.■  :v^^'^-''.    p.— 29.  - 


326  OBRAS  POÉTICAS 


¡Adiós  toda  la  dicha  que  en  su  cariño  hallaba 

De  inspiración  distinta  los  dos,  y  los  ligaba 
La  más  tierna  amistad! 

¡El  pintor,  el  poeta!  Aun  creo  estarlos  viendo 
Sobre  ogivas  y  cimbras  con  calor  discutiendo 
Ante  un  viejo  portal; 

O  siguiendo  un  instante  su  loca  fantasía, 
Buscar  dos  ojos  negros  tras  de  una  celosía 

Y  al  través  del  cristal. 

¡Oh!  de  la  virgen  bella  y  el  viejo  monasterio, 
Tú,  pinta  la  belleza;  tú,  dinos  el  misterio: 
¡Contraste  encantador! 

Tras  el  velo  flotante  y  el  muro  centenario. 
Vosotros  sabréis  ver  á  Dios  en  el  santuario, 

Y  en  la  niña  el  amor. 

Id  d<S  consoladora  vuestra  misión  os  lleva; 
Tú,  pinta  el  universo;  tú,  explícalo  y  eleva 

Tu  voz  de  ruiseñor.        ' 
Cada  uno  de  vosotros  reclama  aquí  su  palma ...» 
íA  ti,  pintor,  el  mundo!  ]á  ti,  poeta,  el  alma! 

¡A  Io8  dos  el  Señor! 

Escoba,  Julio  de  1865. 


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DB  ISABKL  PRIITO  327 


ii)ti"t  y  i- 


A  LAURA  D^  DE  A' 


rviGTOlX    llUOO.-lL.es  r»yoiis  et  les  om.1>res. 

Pues  que  no  han  comprendido  en  su  mezquina  esfera, 
Que  después  de  osos  triunfos  de  inmensa  magnitud. 
Era  grande  y  hermoso  el  que  la  Francia  diera 
Limosna  de  una  fosa  á  tu  noble  ataúd; 

Pues  que  no  han  comprendido  que  la  que  sin  espanto, 
Supo  alabar  la  gloria  y  el  crimen  confundir, 
Debe  y  puede  dormir  en  el  recinto  santo; 
Donde  los  héroes  duermen  debe  y  puede  dormir; 

Pues  que  el  noble  recuerdo  de  brillantes  hazañas, 
No  arde  en  su  corazón  como  antorcha  inmortal; 
Pues  que  no  tienen  alma  y  no  tienen  entrañas, 
Puesto  que  te  han  rehusado  la  losa  fimeral; 

*  El  Consejo  Municipal  de  Paris  rehusó  dar  seis  pies  de  tierra  en  el  ce- 
•lenterio  del  Pére-Lachaise  para  la  tumba  de  la  viuda  de  Junot,   antiguo 
Gobernador  de  Paris.  El  Minis'tro  del  Interior  rehusó  igualmente  un  peda- 
lío  de  mármol  para  ese  monumento.     (Joumaux  de  Febrier,  ISIO.) 


'    '  Tátií'--'  '■  ---•-  — 


i^é  OBRAS  POÉTICAS 


¡A  nosotros  nos  toca  la  oración  expiatoria, 
T  ofrecerte  postrados  nuestra  amarga  aflicción! 
I A  nosotros  nos  toca  recoger  tu  memoria, 
T  sepultarla  en  dulce  y  sentida  canción! 

¡A  nosotros  nos  toca  guardar,  amiga  mía, 
La  muerte,  del  olvido,  su  compañero  fiel; 
Deshojar  blancas  rosas  en  tu  ceniza  fría, 

Y  arrojar  en  tu  nombre  coronas  de  laurel! 

í 

Pues  que  una  necia  afrenta,  pobre  mujer  dormida, 
¿asta  tu  frente  sube,  que  César  distinguió, 
Debo  yo,  cuyá^mano  tomaste  conmovida, 
Decirte  en  voz  muy  baja: — ¡Valor,  aquí  estoy  yo! 

Porque  un  deber  me  llama;  y  de  una  lira  armado, 
Llena  de  himnos  de  fuego  próximos  á  estallar. 

Las  glorias  del  imperio!  siempre  fiel  he  guardado 

i  Y  á  nadie  he  permitido  esas  glorias  tocar! 

¡Porque  tu  alma  abundaba  en  memorias  queridas! 

Y  en  cielo  oscuro,  en  horas  de  angustia  y  padecer, 
Tu  espíritu  vagaba  con  alas  extendidas, 

Como  un  águila  á  veces  ¡como  un  ángel  doquier! 

Porque  indulgente  y  buena,  en  tus  dolores,  fuerte, 
Blanco  de  la  tormenta,  presa  del  aquilón, 
Nunca  á  tristes  ejemplos  quisiste  someterte, 

Y  jamás  encontraste  un  puesto  en  la  traición. 

Porque  tú,  musa  ilustre,  y  yo,  oscuro  poeta, 
Tenemos  en  el  mundo  una  misma  misión; 

El  uno  al  otro  un  lazo  estrecho  nos  sujeta 

¡Soy  hijo  de  un  soldado,  tú,  viuda  de  un  campeonl 


DJC  ISABEL  "PRIETO.  329 


Así,  sin  fatigarme  en  este  mar  sin  nombre, 
Los  pendones  hollados  bajándome  á  besar, 
— ¡Volvedle  su  columna!  dije,  por  el  grande  hombre; 
Y  por  tí  diré: — i  Dadle  su  piedra  tumular! 

Escoba,  Julio  29  de  1865. 


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380  OBRAS   POÉTICAS. 


CANCIÓN 

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(VÍCTOR  HUGO— Chátimenls.) 

— iPor  qué  ese  luto  y  ese  silencio, 
Sendas  de  yerbas  entapizadas, 
Valles,  collados,  selvas  pobladas?  i 
—El  que  venia  no  viene  ya.         ! 

— |Por  qué  no  hay  nadie  en  tu  ventana? 
¿Por  qué  no  tiene  tu  jardin  flores? 
¿Dó  está  tu  dueño,  mansión  de  amores? 
— ¡Ay!  yo  lo  ignoro;  aquí  no  está.. 

— Perro,  ¿no  cuidas  tu  hogar  ahora? 
— ¿Para  qué?  se  halla  triste  y  vacío. 
— Niño,  ¿á  quién  lloras?-^Al  padre  mío. 
— ¿Por  quién,  esposa,  sollozas  tút  ; 

— Por  el  ausente. — ¿D<5  está? — En  la  sombra. 
—Ondas  ¿de  dónde  tan  lastimeras 
Venís?  decidme. — De  las  galeras, 
—Y  qué  traéis? — Un  ataúd.  i 

Guadalajara,  Noviembre  1866, 


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DE  ISABKL  PRISTO. 


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331 


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— "¿Duermes?...  Despierta,  madre  de  nuestra  madre  amada» 
"Durmiendo  hay  en  tu  labio  un  movimiento  igual, 
"Que  tu  sueño  asemeja  á  tu  oración  sagrada: 
"Hoy  pareces  la  virgen  de  piedra  inanimada;        '^' 
"Está  tu  labio  inmóvil  y  tu  aliento  glacial  ■  •"'  ' 


"¿Por  qué  inclinas  cual  nunca  sobre  el  pecho  tu  frente? 
"¿Hemos  hecho  algo  malo?  ¿No  quieres  sonreir? 

"La  lámpara  se  apaga,  tibio  el  hogar  se  siente 

"¡Oh!  si  no  hablas,  el  fuego  que  espira  tristemente, 
"La  lámpara  y  nosotros  vamos  jay!  á  morir.   í»-    '    - 


t'     i 


"Vas  á  encontramos  muertos-.  -. .  •  eon  la  luz  extinguida. 
'•Y  al  despertar  entonces  ¡(^  mádte!  |)^aé  dirás?  V^'  ^ 


33? OBRAS   POÉTICAS 

1 1  Tus  hijos  á  su  turno  no  oirán  tu  voz  querida; 
"E  invocando  á  tu  santa,  para  darnos  la  vida, 
"Largo  tiempo  en  tu  seno  que  estrecharnos  tendrás. 

"Toma,  pues,  nuestras  manos  en  tus  manos  heladas; 
"Cántanos  algún  canto  de  pobre  trovador, 
"De  aquellos  caballeros,  servidos  por  las  hadas, 
"Que  llevaban  trofeos  por  prenda  á  sus  amadas, 
"Cuyo  grito  de  guerra  era  un  nombre  de  amor. 


"Dínos  el  santo  signo,  de  fantasmas  conjuro, 
"Que  ermitafio  volando  vio  al  negro  querubín: 
"Si  el  rey  duende  en  su  frente  tiene  un  rubí  bien  puro, 
"Y  si  el  demonio  teme  más  en  su  reino  oscuro, 
••Que  el  reino  de  Rolando,  los  salmos  de  Turpin. 

'•Ensénanos  tu  Biblia,  sus.  imágenes  bellas; 
••Iios  santos  y  las  santas  del  cielo  orando  en  pos; 
'•El  Dios  Nifio,  el  pesebre,'  los  magos,  las  estrellas, 
"Las  letras...  con  el  dedo  haznos  leer  en  e^las 
"Ese  latín  que  ^bla  4e  ^08otros  á.Dios. 

"¡Madre!. . . .  ¡ay!  ya  por  grados  la  luz  se  debilita; 

^•La  sombra  alegre  juega  en  torno  del  hogar. 

"¿Van  á  entrar  los  espíritus  en  la  choza? ....  Se  agita .... 

"Sal  del  sueño,  interrumpe  tu  plegaria  bendita. ..... 

"Tú  que  nos  consolabas  ¿nos  quieres  asustar? 

iOh  Dios! {^bre  los  ojos tu  mano  está  aterida... 

"Tú  antes  de  un  mundo  bt^blabas  do  todo  séx  irá; 
"Del  cielo  y  de  la  tumba,  de  la  efímera  vida: 
"Hablabas  de  la  muerte . .....  Dinqs,  madre  querida 

"¡Oh!  dínos  ¿qoé  €|9  la  mnevi^?. .  ^,  ¡No  nps  ^espon^es  yi^ln 


DE  ISABEL  PRIETO.  333 

Largo  tiempo  su  acento  gimió  en  súplica  vana; 
Apareció  la  aurora  sin  despertar  la  anciana; 
La  campana  hirió  el  aire  con  su  fúnebre  son. 

Y  en  la  noche  un  pasante  por  la  puerta  entreabierta 
Vio  ante  el  libro  divino  y  la  cama  desierta 
Los  dos  niños  que  alzaban  postrados  su  oración. 

Guadalajara,  Noviembre  de  18CG. 


' .  ""*} 


334  OBRAS    POÉTICAS 


15  DE  FEBRERO  OE  1843 


(VÍCTOR  Hugo.— CONTEMPLATIONS.) 

Amale  y  sé  dichbsa,  siendo  por  él  amada; 
Fuiste  nuestro  tesoro^  sé  el  suyo  ahora...  ¡Adiós! .... 
De  una  familia  á  otra  ve,  hija  mia  adorada: 
Llévales  la  ventura,  déjanos  el  dolor. 

Aquí  Y  allá  te  llama  un  dulce  sentimiento; 
Hija,  esposa,  ángel,  cumple  con  tu  doble  deber; 
Dales  una  esperanza,  danos  un  pensamiento, 
Sal  con  lágrimas^  y  entra  con  sonrisas,  mi  bien. 

México,  Enero  7  de  1870. 


DE  ISABEL  PRIETO.  335 


EL  VIEJO  CABO. 


>•'»■  -t^- 


(BÉl^NGER). 


¡Adelante,  camaradas! 
i  Armas  al  hombro,  marchad! 
Cargad  el  fusil  y  dadme  ' 
Vuestra  despedida  ya.  '*^- 
Para  el  camino  me  bastan 
Mi  pipa  y  vuestra  amistad. 
Mi  vida  toda  al  servicio 
Hice  mal  en  consagrar; 
Mas  para  vosotros  siempre 
Fui  indulgente  y  paternal; 
¿No  es  cierto?  decidlo,  amigos, 
;  Adelante!  ¡al  hombro,  arm!. ... 

Al  paso,  reclutas, 
No  lloréis  ya  más; 
No  lloréis;  al  paso, 
Al  paso  ¡marchad! 


336  OBRAS    POÉTICAS 


A  insultarme  se  atrevió 
Un  imberbe  de  oficial; 
Le  hendí  el  cráneo  y  me  condenan 
Aunque  está  curado  ya. 
Es  el  caso,  el  viejo  cabo 
Debe  morir  ¡Voto  á  San! 
Nada  pudo  contener 

Mi  cólera y  además 

Yo,  yo  he  servido  al  grande  hombre. 
•Armas  al  hombro!  ¡A  formar! 

Al  paso,  reclutas, 
No  lloréis  ya  más; 
*  No  lloréis;  al  paso, 
Al  paso  ¡marchad! 

Reclutas,  no  troéaireis  ^  ^   »  ' 

Un  brazo  ó  pierna  jamás 
Por  una  cruz  cual  la  mía. 
Que  he  sabido  conquistar       * 
En  las  guerras  do  á  los  reyes 
Hicimos  volver  la  paz.     <  V 
De  beber  pagabais  todos 
Por  escucharme  narrar 
Nuestros  gloriosos  combates 
De  una  memoria  eternal. 
•Lo  que  es  no  obstante,  la  glorial . . 
•Adelante!  ¡al  hombro,  arm! ... 

Al  paso,  reclutas, 
No  lloréis  ya  más; 
No  lloréis;  al  paso, 
Al  paso  {marchad! 

Roberto,  hijo  de  mi  pueblo. 
Vuelve  á  tu  pais  natal, 
Vuelye  á  guardar  tus  rebañan; 


DS  ISABEL  PRIETO.  337 


Mira,  esos  jardines  dcm 
Fresca  sombra,  pero  Abril 
Florece  mejor  allá» ..     ; 
Mil  veces  en  nuestros  bosques 
Corrí  en  pos  de  una  beldad. . . 
¡Dios!  jmi  madre  existe  aún! . . . 
jArmas  al  hombro!  ;á  formar! 

Al  paso,  reclutas, 
No  lloréis  ya  más; 
No  lloréis;  al  paso, 
Al  paso  ¡marchad! 

¿Quién  me  mira  allí  llorando? 
La  viuda  del  tambor  ¡ah! 
En  Rusia,  en  la  retaguardia, 
Llevé  á  su  hijo  con  afán 
En  mis  brazos  noche  y  dia, 
Y  sin  mi  auxilio  quizás. 
Hijo,  madre  y  padre  iban 
Bajo  la  nieve  á  quedar. 
Ella  rogará4)or  mi  j^lma. .        <. .  ^ 
i  Adelante!  ¡al  hombro,  arm! ...      "^ 

Al  paso,  reclutas, 
No  lloréis  ya  más; 
No  lloréis;  al  paso, 
Al  paso  ¡marchad! 

¡Pardiez!  se  apagó  mi  pipa. . . 
Nó,  nó,  aun  encendida  está; 
¡Tanto  mejor!  Al  recinto 
Creo  que  vamos  á  entrar. 
¡Eh!  no  me  vendéis  los  ojos. . . 
Siento,  amigos,  en  verdad. 
El  trabajo  que  os  he  dado. 
¡Oh!  no  vayáis  á  tirar 


338  OBRAS   POÉTICAS 

Muy  bajo,  os  lo  recomiendo 
Sobre  todo.  iEstaiiilj&  ya?''      >'    ' 
¡Que  Dios  al  país  os  vuelva! 
Llegamos,  ;preparen,  arm! . . . '  ' 
'  Al  paso,  reclutas. 
No  lloréis  ya  más; 
No  lloréis;  al  paso, 
Al  paso;  ¡marchad! 


Guadalajara,  Noviembre  30  de  1866. 


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DE  XSABEL  PBIETO 

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LOS  RECUERDOS  OEL  PUEBLO 


(BERANGER) 

De  sa  ^oria' hurgo  tiempo ;  -t 

Quedará  el  recuerdo  intacto; 

El  techo  humilde  otra  historia 

No  conocerá  en  cien  añoa 
A  decir  á  alguna  vieja 

Allí  irán  los  aldeanos: 

Alegrad  nuestra  velada. 

Madre,  con  algún  relato 

De  aquellos  tiempos  antiguos. 

Dicen  que  nos  ha  hecho  daño, 

Pero  el  pueblo  aun  lo  venera 

Con  entusiasmo. 
]Habladnos  de  él,  abuela! 

•Oh  de  él  habladnos! 


340  osáis  POÉTICAS 


Por  este  pueblo,  hijos  miios, 
De  reyes  acompañado, 
Pasó  hace  ya  largo  tiempo; 
Yo  me  c&üé  en  ese  año. 
Yo  lo  vi  subir  á  pié, 
Con  ligereza,  el  collado; 
Traia  sombrero  pequeño, 
Gris  redingote,  al  mirarlo 
Me  turbé,  cuando  me  dijo, 
Dirigiéndose  á  mi  lado: 
Buenos  dias,  mi  querida, 

Con  aire  blando: 
— ¡El  os  ha  hablado  abuela! 

¡El  os  ha  habladol 

Yo  pobye  mujer,  un  día,    . 
En  Paris  al  siguiente  año. 
Lo  VI  con  toda  su  corte, 
En  Nuestra  Señora  entrando. 
Todos  estaban  contentos; 
De  su  cortejo  admirados, 
Decían;  jqué  bello  tiempo! 
El  cielo  le  da  su '  amparo. 
Le  protege.  Una  sonrisa 
Muy  dulce  había  en  su  labio; 
De  un  hijo  Dios  le  hizo  padre 

¡Dios  sea  loado! 
— Para  vos  ¡qué  día  abuela! 

¡Qué  día  grato! 

Cuando  presa  la  Champaña 
Fué  de  extranjeros  tiranos, 
Desafiando  el  peligro, 
El  solo  sostuvo  el  campo. 
Una  noche,  así  como  esta, 


DB  ISABEL  PKIITO.  341 


•  I   •-  < 


Escucho,  estaban  llamando; 
Abro  ¡bften  Diofe!  eífáí  éJ; ' 
De  muy  pocos.  eslcdltádoL/ 
Se  sentó  donde  yo  estoy, 
Con  desaliento  exclamando: 
"¡Qué  guerra!  ¡qué  cruel  guerra! 

¿Cuántos  estragos! 
— ¡El  ha  estado  áí(tií,  abúete; 

Aquí  sentado! 

Dijo,  tengo  hambre,  y  al  panto, 
Le  serví  vino  y  pan  bazo: 
Luego  secó  sus  vestidos 
T  aun  durmió  del  fuego  al  lado. 
Al  despertar  no  desmayes, 
Me  dijo,  viendo  mi  llanto; 
Voy  á  vengar  á  la  Francia 
De  los  males  que  ha  aparado. 
¡Ay!  él  partió  y  desde  entonces. 
Con  religioso  entusiasmo. 
Como  un  tesoro  precioso 

~  thuttdo  ^a  Taso. 
—¿Y  aun  lo  tenéis,  abuela? 

¿Lo  habéis  guardado? 
■-•■''■  ■'■■j^''  "■'■'  '■'•■' 

Helo  aqui  Pero  al  grande  hombre^ 
A  su  pérdida  arrastraron; 
Murió  en  una  isla  desierta 
El,  que  un  papa  ha  coronada 
Nadie  creerlo  queria; 
Se  decia:  Es  un  engafio; 
Ya  á  venir;  por  mar  se  acerca; 
Yerá  el  extranjero  á  sa  amo. 
Cuando  tuvimos  el  triste 


S42  OBRAS  PoáriOAS 


Y  telrriUe  deseng^fio^, 
i Ay!  mi  dolor,  hijos  míos, 

Fué  tan  amargo!..... 
— '¡Diosos  bendiga,  abuela! 
j    •         >  ¡Dios  soberano! 

Quadalajara,  Diciembre  de  1866.    ; 


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DK  ISABEL  PRIETO.  343 


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^0.— (Les  rayons  é  les  o 

Cuando  tú  me  liablás  de  gloria 

Amargamente  sonrío;  ^^_         , 
La  voz  que  crees,  bien  mío. ' 
Sé  que  miente  por  mi  mal  ,,r 

La  gloria  pasa;  la  envidia 
Con  su  sangrienta  saeta,      .  ,, 
Sólo  esa  estatua  respeta      . 
De  la  tumba  en  el  umbral. 

El  poder  se  desvanece;  \   . .  , 
La  fortuna  rauda  vuela; 
Algo  de  amor  que  oonsueW^.- 
Brilla  inénos  y  es  mejojí^ 

¡Oh!  yo  no  quiero  otra  cosa ,  , 
Que  tu  voz, y  tiji  sonrisa;.  ^  ,^ 
Aire,  sombra,  luz  y  brisa, 
Y  de  la  selva  el  rumor. 


m 


OBRAS  POÉTICAS 


Yo  sólo  quiero  al  velarme 
En  la  pena  ó  la  alegría, 
Tu  mirada,  estrella  mía; 
Tu  aliento,  mi  dulce  flor. 

Bajo  tu  párpado  rosa, 
Que  inunda  una  luz  bendita, 
Do  todo  un  mundo  dormita, 
To  sólo  busco  el  amor. 

Basta  á  mi  mente,  hondo  vaso 
Que  dulce  licor  encierra, 
T  puede  llenar  la  tierra 
Con  llenar  tu  corazón. 

Canta,  el  éxtasis  me  inunda; 
Sonríe,  es  mi  bien  primero; 
¡Qu¿  me  importa  el  muhdo  entero 
Que  bulle  en  lejano  sóñi 

Para  romper  nuestros  lazos, 
Que  rúe  embnágáh  Üálagüeños, 
Los  poetas  en  mis  sueños 
Veoeri'^kiíiÓ'álpáreééV;    ' 

Pre¿feifiWlá^t'fomj^&  alegre. 
Que  tóíáe^íé^á^ttitlosa,  '"^ 
Tu  dulce  vóiaírifi'onSbfea, 
Que  me  vuelve  á'ááofttiecer. 

To  quiero,  aun  cuando  mi  nombre 
Debiera  cómo  una  estrella  - 
Del  cielo,'  stt  blánóá  litiellá 
Dejar  lúinírioíuiiÜlí, '"'^  ^^^ 

Que  xáiai'pÁúé  áe  mí  mismo, 
La  más  péttétM^yioMpátí^ 
Objeto  déiáítertóirtií^  '  "'' 
Quede  párá  amarte  áqul 


DB  ISABEL  PRIETO 


m 


Déjame  amarte  en  la  sombra, 
Triste  6  serio  6  recogido; 
La  tristeza  es  como  un  nido, 
Do  el  amor  brilla  mejor. 

Ángel  de  ojos  centellantes, 
Mujer  que  tu  queja  exhalas, 
Eleva  mi  alma  en  tus  alas, 
Deja  á  tus  plantas  mi  amor. 


^     /  '    ^   M  A     i      i/i  ».  \/ílí       i3    i 


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M6  OBRAS  POÉTICAS 


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7  .  ,  • 

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LA  JOVEN  CAUTIVA, 


(ANDRÉ  OHENIER.) 

Sin  temor  al  lagar,  el  verde  pámpano 
El  dulce  llanto  de  la  aurora  apura; 
La  tierna  espigfk  ]baju  el  sol  madura, 
Sin  pensar  que  la  hoz  la  puede  herir; 

To  aunque  mi  hora  presente  haya  empañado 
La  triste  sombra  de  mortal  querella, 
Hermosa  como  él,  joven  como  ella. 
No  quiero  aun  morir. 

Vuele  el  estoico  de  la  muerte  al  seno; 
Yo  espero  y  lloro:  alternativamente 
Doblego  y  alzo  la  serena  frente, 
Si  el  norte  se  desata  sin  piedad. 

Cierto  es  que  hay  en  la  vida  horas  crueles, 
¡Pero  las  hay  tan  [llenas  de  dulzura! 
¿Qué  miel  no  tiene  un  dejo  de  amargura? 
¿En  qué  mar  no  bramó  la  tempestad? 


DB  ISABBL  PRIETO.  347 

— ^- • |—  a, I  , ^ _. I ,  n  I  ■      ■!  TI    ■    iiii-ir ifT ■ — ■ 

Fecunda  la  ilusión  vive  en  mi  pecho; 
De  una  prisión  en  vano  el  negro  lauro 
Me  oprime;  mi  alma  en  su  recinto  oscuro 
Guarda  las  alas  de  esperanza  fiel;     '  '  ' 

Así,  escapando  á  las  traidoras  redes, 
Exhalando  su  canto  melodioso, 
Se  eleva  el  ruiseñor  libre  y  dichoso 

Del  cielo  hAbia  el  verjel 

¿Por  qué  morir?  tranquila  es  mi  vig^ilia   , 

Y  tranquilo  mi  sueño:  ni  un  momento    . 
Presas  son  del  fatal  remordimiento. 

Que  hace  el  alma  temblar.    ' 
En  risueñas  miradas  se  refleja  ,    ;  / 

En  estos  sitios  mi  saludo  al  día; 
Mi  aspecto  hace  en  la  frente  más  sombría 
Un  dulce  rayo  de  placer  briOar.  , 

¡Mi  hermoso  viaje  de  su  6n  tan  lejos 
Se  halla  aun!  Perezoso  peregriiy),       -•         .< 
De  los  olmos  que  adoman  el  camino,    !    ..    < 
Apenas  los  primeros  dejo  atrás;  f 

El  brillante  banquete  de  la  vida  '_--..      r  > 
Para  mí  se  halla  apenas  comenzado,  I:;:: 

Mi  labio  al  vaso  lleno  m  ha  acercado  '>• 

Un  instante  no  más. 

En  el  florido  abril  me  encuentro  apenas 

Y  anhelo  ver  las  nueces  del  estío, 
De  una  en  otra  estación  el  año  mío, 
Como  el  sol  recorrer. 

Gala  y  ornato  del  pensil  ameno. 
En  mi  tallo  meciéndome  lozana. 
Sólo  he  visto  al  albor  de  la  mftfjft^n . . . , 
Quiero  las  horas  de  la  tarde  ver. 


348  OBRAS   POÉTICAS. 


¡Oh  lI^vwfi^!.(asp!^M.A^n^tw©  Weiiléjoa; 
Ve  áoonwíliar  lí|^|üíi>fts^\ie.,d^y9irft  ;,  .. 
Negro  remordim^qn^Oj  <y  dest^uptora  ;    j  . 

Aun  tiene  para.fKilMÜ^áJií^i^  |rpa4oso3    ^ 
Y  fragantes  t^^i^»d,j»  WFIÍur^', ,  . , . . 
La  musao^U)^  dctiij(M>PQi:t^  dulzura. . . . 
No  quiero  aun  morir. 

A  pesat^de  mi  amargo  cautiverio,  . 
Así  mi  triste,  lira  cfespertaba,  ,  .  , 
Cuando  los  tiemoa  votos  escuchaba 
De  una  loven  cautiva  como  yo. 

T  el  yugo  dé  mifho^a^  sacudiendo, 
A  las  leyes  del, verso  mqtodiosas, 
Sujetaba  las  queí^,C|ando^osas,     .  , 
Que  su  sencillo  labio  pronunció. 

- '    •  » 

Tal  vez  hatón  tíñ  dia  estas  canciones, 
De  mi  prisión  te&rtigos  armoniosos,  ; 

De  esa  hermosa,  á  loS'séfed  estudiosos, 

El^  hombre  preguntar,  o  <         > 

La  gracia  oriíaba  sus  palabras  todas, . 
Y  brillaba  en  su  f  reúte  pura  y  bella .... 
Todo  aquel  temerá  fobrir,  eomo  ella,    i 
Que  la  vida  á  sus  pies  pueda  pasar. 


■      ■■  '■■■'•/; 


MiííÁOi   j  í\i  'dtí  >i  i   -'■     '11.  t   '.    ■   ,\: 


PE  ISABEL  PRISTO.  349 


Pues  que  á  tu  copa  llena  llegué  el  labio  un  momento 

Y  en  tus  manos  mi  frente  marebita  se  apoyó; 

Y  he  respirado  á  veces  de  tu  alma  el  dulce  aliento, 
Aroma  delicioso  que  la  sombra  guardó: 

Pues  que  me  Ha  sido  dado,  de  esos  tus  labios  rojos 
Las  palabras,  do  tierna  se  exbala  el  alma,  oir; 

Y  tu  boca  en  mi  boca,  tus  ojos  en  mis  ojos, 
He  visto  al  mismo  tiempo  llorar  y  sonreir:      ^ 

Puesto  que  ba  iluminado  mi  frente  conmovida 
Un  rayo  de  tu  &stro  que  siempre  (ay!  se  veló; 
Pues  que  caer  he  visto  en  la  onda  de  mi  vida 
Una  hoja  de  rosa  que  la  tuya  perdió; 

Puedo  decir  ahora  k  los  rápidos  años: 
Pasad  ¡oh!  pasad  siempre,  ya  puedo  envejecer; 


350 


OBRAS   POÉTICAS 


Idos  con  vuestras  flores  mustias  cual  desengaños: 
La  flor  que  mi  alma  encierra  nadie  puede  coger. 

Sin  verter  una  gota  vuestra  ala  se  desliza 

Sobre  la  copa  llena  donde  calmo  mi  ardor 

¡Mi  alma  tiene  más  fuego  que  vosotros  ceniza; 
Más  que  olvido  vosotros,  mi  corazón  amorl 


Guadalajara  Enero  1869. 


II 


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DE  ISABBL  PRIETO.  351 


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SIEMPRE  A  TI. 


(VÍCTOR    HU«0.— OOES.) 

AHORA  T  SIEMPRE. 


r  ^  I>lYto»de  ■•■PMBnret. 


(Siempre  á  tí!  ¿qué  otro  canto  entonará  mi  lira? 
A  ti  el  himno  nublime  de  himeneo  y  pasión ... 
¿Qué  nombre  me  inspirara  lo  que  el  tuyo  me  inspira.? 
¿Conozco  yo  otra  senda?  ¿Sé  acaso  otra  canción? 

Mi  oscura  noche  aclaras  con  esplendor  divino; 
Tu  dulce  imagen  viene  mi  sueño  á  iluminar; 
Tú  mi  mano  sostienes  si  en  la  sombra  camino, 
Y  la  luz  de  los  cielos  encuentro  en  tu  mirar. 

Mi  destino  defíende  tu  plegaria  amorosa; 
Cuando  mi  ángel  se  duerme  ella  vela  por  mi; 
Mi  corazón  escucha  tu  voz  firme,  armoniosa, 
T  provoca  la  suerte  de  la  vida  á  la  lid. 


352  OBRAS    POÉTICAS 


¿No  te  llama  en  el  cielo  de  una  voz  la  armonía? 
¿No  eres  en  nuestros  campos  una  extranjera  flor? 
Hermana  de  los  ángeles,  tu  alma  es  para  la  mía 
Eco  de  sus  cantares,  rayo  de  su  fulgor. 

Cuando  tus  negros  ojos  rae  miran  dulcemente, 
Y  me  rozan  tus  ropas  con  lijero  rumor, 
Cual  si  tocara  un  velo  del  templo,  mi  alma  siente 
Cuttl  Tobías,  veo  un 'ángel  en  mi  noche  de  horror. 

Cuando  el  dolor  lanzaste  de  mi  seno  agitado. 
Sentí  que  á  tu  destino  debia  el  mío  ligar, 
Como  aquel  pastor  santo  del  viaje  fatigado 
Que  vio  áJa  cla^a  fuen^una  yíij^^  lli9gar. 

,  ;     /-;     ^-^  >■■■••;  -a  - .  i  ■-' 

Yo  té  atoo  codio  á  tiá  sét  sapéridrá  raí  vida; 
Como  ^  Uiía^jMici^ill  Oiic5aHlel^o|fttvb^9(Mcion; 
Como  á  una  dulc^^  tv^qo^n^,  á,mis  .penas  unida; 
Como  al  fruto  pastreiro  de  larga  y  tierna  unión. 

,    ¡Te  amo  tantol  A  tu  nombre  tan  sólo,  mi  adorada, 
Lloro  porque  á  la  vida  se  viene  á  padecer; 
No  hay  en  este  desierto  para  tí  una  morada; 
El  árbol  del  reposo  va  léjo9  á  crecer. 


U   <' 


¡Oh  Dios!  pon  la  alegría  y  la  paz  cerca  de  ella; 
¡Señor!  su  vida  es  tuya,  líbrala  de  inquietud; 
Tú  debes  bendecirla:  su  alma  serena  y  bella 
De  la  dicha  el  secreto  demanda  á  la  virtud. 

México  Enero  1870. 


'i        ■  ■  '       ■  n»  ■ 


DI  I8ABKL  PKIKTO.  '_  953 


SU    NOMBRE. 


(VÍCTOR  HüGO.—üDES.) 

-'  ''^"t':  immmMtm  mmt  ■«■•■! 

El  perfume  de  un  lino  delicioso; 
De  nna  aureola  el  resplandor  radioso; 
De  un  bello  día  el  postrimer  rutíaoí;  ■ 

La  queja  de  un  ainigo  que  ama  y  llora; 
El  dulee  adiós  de  fugitiva  hora; 
El  8<5n  de  un  beso  lánguido  de  amor: 

Del  arco-iris  la  banda  deslumbrante 
Que  deja  cual  trofeo  al  sol  triunfante 
La  mda  tempestad; 

De  voz  amada  inesperado  acento; 
De  un  niño  el  primer  sueño;  el  sentimiento 
Más  secreto  de  tímida  beldad: 


354  OBRAS    POÉTICAS 


El  murmurio  de  un  son  que  se  evapora 
Tembloroso;  el  suspiro  que  á  la  aurora 
Daba  el  falso  Memnon: 

De  lejano  cantar  eco  armonioso. . . . 
¡Todo  lo  que  hay  de  dulce  y  melodioso 
Lo  es  menos  que  su  nombre  al  corazón! 

Decidlo  cual  plegaria,  dulcemente, 
Pero  que  en  nuestro  canto  eternamente. 
Se  le  oiga  resonar. 

Que  él  sea  luz  del  templo  solitario; 
La  palabra  sagrada  del  santuario, 
Que  allí  una  voz  repite  sin  cesar. 

Antes  que  en  notas  de  ardorosa  llama, 

A  los  nombres  profanos,  que  proclama 

'       Mi  (írgullo  '<:riminal, 

Ose  mezclar  mi  amor,  en  su  locura, 

Ese  nombre  que  en  la  alma  mi  ternura 
Guarda  como  un  tesoro  celestial. 

E3  fuerza  que  las  notas  de  mi  catito 
Sean  cual  eco  fiel  do  un  himno  santo, 
Que  el  mundo  debe  arrodillado  oir; 

T  que  el  aire  se  agite  al  sóa  sagrado, 
Cual  si  un  ángel  pasase  á  nuestro  lado, 
Extendiendo  sus  alas  de  zafir. 

'  vli^xico,  Enero  9  de  1870. 


I 


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DB  ISABEL  PRIETO.  355 


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(VÍCTOR  HUGO.—LES  FEÜILLES  D'AÜTOME) 

Benn,  fraln,  soniiant  d'Alse  a  eett«  vie  aaiérc. 

SAISTB-BEUVE. 


Cerca  de  un  altor  humilde,    ' 
De  la  alcoba  en  blando  nido. 
Duerme  el  niño  protegido  • 

Por  el  lecho  maternal ;  ■   •  • 

Mientra^  sereno  reposa,  <'    í 
Su  párpado  sonrosado. 
Para  la  tierra  cerrado,    ^  t.  ' 
Se  abre  á  nna  Inz  celestial. 


i' 


Dulces  sueño^  deliciosos 
Lo  embelesan, por  ilutantes; 
Ye  sembrada  de  diamantes 
La  inmensa  playa  del  mar; 

Ye  mil  soles,  bellas  hadas 
Que  en  sus  brazos  ambrasas 
Llevan  almas,  que  graciosas 
Arrullan  con  su  cantor. 


iii  t • 


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356  OBRAS   FOÉTICAI 

Ye  arroyuelos  cristalinos, 
¡Blando  sueño  que  le  encanta! 
Y  una  voz  oye  que  canta 
En  el  limpio  manantial. 

Su  madre  tiene  alan  blancas, 

Sus  herman&s  son  más  bellas, 
Su  padre  está  cerca  de  ellas 
Con  ternura  sin  igual. 

Ye  en  sus  ensueños  divinos 
¡Tantas  y  tan  bellas  casas! 
Ye  de  lirios  y  de  rosas 
Alfombrado  el  corredor. 

Mira  deliciofios  lagos 
Donde  el  pez  alegre  nada, 
Donde  á  la  caña  dorada 
Besa  la  onda  con  amor. 

Niño,  sueña  todavia; 
Duerme,  amor  mío,  en  tu  aurora; 
Tu  alma  candida  aun  ignora 
A  donde  tu  vida  va; 

Marchas  como  una  alga  muerta, 
¿Qué  te  importa?  ¡oh  inoceiite!    : 
Duermes  siempre  y  la  corriente      i 
Arrebatándote  cbtá.  '      '  . 

Indolente  y  desenidado 
Te  duermes  en  iér  ieaim&io,  '^ 

T  la  inquinad  ákl  ^t^kúúo. 
De  seca  mano  gliáciar« , 


Con  sus' ini^eíel)!^  garras, 
Sobre  tu  sérená'lrenté)"^^' 
No  escribé  á^  inoemente 
Ese  íMafíánaí  ^m&Í  '  '^ '    ' 


."JA;v 


DK  ISABEL  PRIETO.  857 


¡Duerme!  Los  ángeles  bellos, 
Que  le  llaman  dulce  hermano, 

Y  conocen  de  antemano 
Del  mortal  los  males  mil, 

Al  verlo  dormir  tranquilo, 
Sin  alarmas  y  sin  miedo, 
Besan  llorando,  muy  quedo. 
Sus  manitas  de  marfil. 

Lue^o  rozan  con  sus  labios 
Los  del  niño  con  cariño, 

Y  al  verlos  llorar  el  niño, 
Dice:  ¡Gabriel!  con  afán. 

El  ángel  lleva  á  su  boca 
Un  dedo  con  blando  anhelo; 
Le  arrulla,  y  señala  al  cielo 
Con  pensativo  ademan. 

La  madre  se  acerca  en  tanto, 

Y  teme  al  mecer  la  cuna, 
Que  pesadilla  importuna 
Le  venga  el  alma  á  oprimir. 

Con  ternura  le  contempla. 
Embelesada  le  admira, 

Y  le  hace,  al  ver  que  suspira, 
Con  un  beso  sonreír. 


México,  Eoero  9  de  1870. 


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p.  31, 


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358 


OBRAS  POÉTICAS 


•     ■  ••.•'.»'■     hT-Í  -■    i 


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EÑORITA 


1" 


ISA 


(VICTOK,  ITXJOO.) 

■  Olí  vos,  alma  profunda,  lira  sublime  y  pura! 
¿Recordáis  esos  tiempos  de  éxtasisy  hermosura, 

Do  gratos  juegos  mil? 
De  la  noche  cayendo  de  las  verdes  colinas 
/-Recordáis  esos  dias?  ¿Recordáis  las  encinas 

Y  la  tropa  infantil? 

¿Recordáis  los  amigos  y  la  reunión  amable, 

Y  la  risa  gozosa  del  padre  respetable, 

Nuestro  aleccre  rumor? 
¿Y  el  prado,  y  el  estanque,  y  la  luna,  y  la  brisa, 

Y  el  canto  que  se  alzaba,  de  vuestro  pecho,  Luisa, 

Esperando  el  dolor? 

¿Recordáis  ese  parque  con  su  espeso  follaje? 
iBelIo  estaba  el  anciano  bajo  el  verde  ramaje 

Dó  lo  iba  yo  á  mirar! 


DE  ISABEL  PRIETO.  359 


Con  un  libro  sentado  sobre  la  verde  alfombra 
Sentía  palpitar  en  su  redor  la  sombra, 

Y  en  los  bosques  cantar 

Mil  veces  á  los  besos  del  alba  se  adormía 
Leyendo,  y  mas  tranquilo  dormir  se  le  veía 

Que  ese  nido  de  amor; 
Con  su  frente  radiosa,  con  su  serena  calma, 
Sa  libro  abierto  al  sol  que  nacía,  y  su  alma 

Abierta  ante  el  Señor. 

Las  aves  admiraban,  del  fondo  de  su  nido. 
Esa  blanca  cabeza,  y  hacerlo  aun  más  mullido 

En  su  alegre  vaivén. 
Ansiaban,  acecliando  con  impaciencia  grata 
[Jna  sola  siquiera  de  esas  hebras  de  plata. 

Aureola  de  esa  sien 

Y  luego  ai  de.spei*ta*'8o,  ea  medio  de  una  senda 

Se  detenia  á  hablar  con  mi  hija,  dulce  prenda 

Todo  pasa  ¡oh  dolor! 

El  anciano  y  la  niña  se  deeian  mil  cosas 

;No  vciaií,!;  sin  duda,  esos  dos  seres,  rosas 

Que  estáis  de  nuevo  en  flor! 

;Toneis  valor  ¡oh  rosas!  de  renacer  lozanas, 
Eli  los  mismos  verjeles,  á  las  mismas  ventanas?. . . . 

Esos  seres  ¿dó  están? 
;No  eran  vuestras  hermanas  esas  dos  almas  puras 
Que  vivieron  un  día,  y  han  ido  á  las  alturas 

Donde  los  justos  van? 

¿Acaso  sus  sonrisas  y  sus  palabras  solas, 
;0h  rosas!  no  alegraban  vuestras  frescas  corolas, 

En  medio  al  aire  azul? 


360  OBRAS  POÉTICAS  

¿No  aumentaban  acaso  vuestro  placer  sereno, 
Convirtiéndose  en  dulce  aroma  en  vuestro  seno, 

Dando  á  los  cielos  luz? 

¡Ingratas!  no  tenéis  ni  penas  ni  memoria; 
Gozosas  os  mostráis  en  toda  vuestra  gloria , 

¡Ay!  sin  palidecer. 
Soy  una  débil  caña,  un  hombre  que  ha  sufrido; 
No  obstante,  á  esa  alegría,  hecha  de  tanto  olvido. 

Pretiero  el  padecer. 

¿Qué  es  lo  que  ha  hecho  la  suerte,  de  esos  sueflos,  Dios*mío?. 
¿Qué  ha  hecho  del  corazón  que  se  alza  humilde  y  frío? 

¿Del  luminoso  hogar? 
¿De  esos  votos  de  dicha,  que  en  acento  ferviente, 
Yo  por  el  padre  anciano,  vos  por  la  hija  inocente, 

Pronunciamos  al  par? 

¿Dónde  están  los  amigos  de  ese  dulce  pasado? 
¿Los  que  en  la  tumba  duermen,  los  que  aun  no  me  han]robado 

La  oscura  eternidad? 
Los  unos  ya  partieron,  el  cielo  los  reclama; 
Los  otros  habitáis  en  mi  alma,  que  no  os  ama 

Más  que  á  ellos,  en  verdad. 

;  Cuántas  veces  he  visto  jindeleble  pintura! 
Mis  cuatro  hijos  jugando,  y  alzando  en  la  llanura, 

Dulce  canto  infantil! 
Y  extasiado  admiraba  esa  aurora  de  mi  alma, 
Elevarse  allá  al  lejos  en  la  suprema  calma 

Del  valle  y  del  pensil. 

Corriendo  entre  las  fioreá  se  llamaban  jugando; 
Las  jóvenes  al  fuego  se  mezclaban;  tú,  Armando, 

Reías  con  amor; 


•|i  l«ÍÉIf¿ÍÍlÉi'  •>  li'i'*  ■""  -*^'Hi¿'i iit-JliYir 


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DE  ISABEL  PRIETO.  361 


T  en  ese  enlace  eterno,  misterioso,  sin  nombre, 
La  natura  sentia,  que  es  lo  que  crea  el  hombre 

r  inde  y  encantador. 

¿Dónde  están?  Madre,  hermanos,  para  siempre  perdidos.  •• 
Padezco  y  padecéis  dolor,,  sombra,  gemidos. 

¿Dónde  ese  tiempo  está? 

Que  venga  un  sacerdote,  van  á  unirse ¡Oh  tormento! 

Que  vuelva....  ¡Han  muerto  entrambos!  ¡Han  vivido  ün  momento! 

i  Ay!  y  no  existen  ya. 

Vivimos  inclinados  sobre  un  Océano  triste, 

La  onda  es  negra ¿Quién,  pues,  sobrevive  ó  existe? 

¡Tocan  á  muerto  allí! 
Cada  ola  es  un  alma. . . .  todo  huye. . . .  ¡qué  agonía! 
Dice  un  sollozo:  "Padre,"  un  sollozo:  "Hija  mia» 

Un  sollozo:  "¡  Ay  de  mí!«* 


-"<.fc.( 


MM 


362  OBRAS  POÉTICAS 


aK,E¡i^TJS0"cri40 


(VÍCTOR   HUGO).  . 

Del  misterioso  estanque  tiembla  el  blanco  sudario, 
Se  ve  al  fondo  del  bosque  un  claro  aparecer; 

La  arboleda  es  profunda,  negro  el  follaje  vario 

¡Ohl  ¿no  habéis  visto  á  Venus  de  la  selva  al  través? 

¿La  habéis  visto  en  la  cumbre  de  las  verdes  colinas/ 
Los  que  estáis  en  la  sombra  ¿sabéis  lo  que  es  amar? 
Los  senderos  se  pueblan  de  blancas  muselinas, 
T  á  los  sepulcros  habla  la  yerba  al  despertar. 

¿Qué  pregunta  la  yerba?  ¿Qué  la  tumba  murmura? 
Es  helado  mi  lecho,  los  que  vivís,  amad. 
¡Labios,  buscad  los  labiosl    Llega  la  noche  oscura, 
Mientras  tristes  pensamos,  venturosos  pasad. 

Vivid,  sed^envidiados,  Dios  el  amor  ordena. 
Parejas  que  pasáis  bajo  el  verde  ciprés; 
£1  amor  que  al  dej.ar  esta  vida  terrena 
Llena  el  alma,  en  la  tumba  una  plegaria  es 


DI  ISABEL  PRIETO.  363 

,      ■  . i , 


Duermen  las  que  del  mundo  fueron  gala  y  contento 
La  luciérnaga  errante  en  las  sombras  se  ve; 
En  medio  á  las  espigas  hace  temblar  el  viento 
Las  yerbas,  y  Dios  hace  la  tumba  estremecer. 

La  forma  de  una  choza  se  dibuja  indecisa; 
8e  oye  en  el  prado  el  paso  lento  del  segador; 
Flor  radiante,  un  lucero  derrama  su  sonrisa, 
De  su  rayo  esplendente  en  el  fresco  fulgor. 

¡Amaos!  es  el  mes  de  las  fresas  maduras; 
El  ángel  de  la  noche,  cual  notante  visión, 
Llega,  y  mezcla,  al  tomarlas  en  sus  alas  oscuras. 
Los  besos  de  los  vivos,  del  muerto  á  la  oración. 

México,  17  de  Febrero  de  1871. 


'^.     ^  .-  ,1-  Y 


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864  OBEÁ^  Í6¿TÍ0AS 


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Bei^tha  de  Sonnenberg. 


DB  ISABEL  PRIETO.  365 


•  t-^"?.- 


La  presente  leyenda  es  la  última  producción  del  genio  fe- 
cundísimo de  Isabel  Prieta  Pocos  días  antes  de  morir,  y 
<;uando  la  enfermedad  la  hacia  sufrir  horribles  dolores,  el  al- 
ma de  la  poetisa,  obedeciendo  á  la  alta  inspiración  que  jamás 
la  abandonó,  se  extasiaba  en  la  contemplación  de  esos  bellos 
cuadros  en  que  palpita  el  calor  de  la  vida,  y  en  que  se  siente 
más  firme  que  nunca  la  mano  de  la  ilustre  escritora.  Des- 
contenta, sin  embargo,  de  su  propia  obra,  pensaba  someterla 
á  severas  correcciones,  agregando  algunos  incidentes  para  vi- 
gorizar má^  la  acción,  y  reduciendo  algunas  descrifKíiones  que 
le  parecían  harto  extensas.  Creia  que  el  interés  era  muy  dé- 
bil, y  para  remediar  esto  pensaba  introduci*r  varias  escenas, 
pintando  la  vuelta  precipitada  de  Gustavo  de  su  expedición 


■fJ'BiwwwwB^IS'TBFS 


366  OBRAS   POÉTICAS 


á  la  Tierra  Santa  con  el  escudero  Hermann,  asi  como  algunos 
contratiempos  en  el'camino  hasta  el  momento  de  la  profesión 
de  Bertha,  añadiendo  en  el  epílogo  unas  estrofas  finales  que 
presentaran  el  grupo  del  niño  y  sus  padres,  iluminado  por  la 
luz  de  la  estrella  dulce  y  cariñosa.  Trataba,  además,  de  su- 
primir casi  toda  la  descripción  de  Colonia  y  una  gran  parte 
de  la  del  convento.  i 

Imposible  nos  seria  juzgar  de  la  obra  tal  como  meditaba 
dejarla  definitivamente  su  distinguida  autora,  pues  muchas 
veces  el  deseo  de  mejorar  una  composición  hace  sacrificar  be- 
llezas de  indisputable  mérito,  y  por  lo  que  hace  á  las  descrip- 
ciones de  Colonia  y  del  convento,  sentiríamos  que  hubiesen 
sufrido  una  mutilación,  pues  así  como  están  nos  parecen  in- 
teresantes y  muy  bien  acabadas,  no  hallando  en  ellas  nada 
que  mereciera  ser  suprimido  por  exagerado  ó  inútil.  Sea  de 
ello  lo  que  fuere,  la  verdad  es  que  esta  composición,  tal  cual 
quedó  escrita  y  ha  llegado  á  nuestras  manos,  puede  ser  con- 
siderada como  una  de  las  producciones  más  bellas  de  nuestra 
literatura,  como  una  de  las  más  delicadas  flores  que  forman 
la  corona  poe'tica  de  Isabel  Prieto;  y  esta  convicción,  de  que 
esperamos  participarán  todos  nuestros  lectores,  es  la  que  nos 
ha  hecho  apresurar  su  publicación. 

El  Sr.  D.  Pedro  Landázuri,  esposo  de  la  Sra.  Prieto,  nos  di- 
ce lo  siguiente,  que  nos  parece  digno  de  ser  trascrito:  "La 
descripción  primera  de  Sonnenberg,  es  la  de  la  tarde  que  es- 
tuvimos los  dos  en  lo  alto  del  torreón,  contemplando  el  her- 
mosísimo panorama  que  con  tanta  verdad  pinta;  la  descrip- 
ción de  Colonia  y  la  del  convento  de  Santa  María  son  tam- 
bién calcadas  al  natural.  Mucho  le  habia  simpatizado  esta 
ciudad,  y  en  los  diez  dias  que  estuvimos  en  ella,  ni  uno  solo 
dejó  de  ir  al  convento,  donde  pasaba  horas  de  verdadero  en- 
canto. En  toda  la  leyenda  se  trasparenta  ese  amor  entraña- 
ble por  su  patria,  y  creo  que  la  pintura  de  la  noche  de  invier- 
no mexicana  y  europea,  la  de  la  carrera  de  los  hombres  ar- 


DE  ISABEL  PRIETO.  367 


mados  por  la  selva  de  Fluthen  y  el  Lurley,  la  del  otoño  en 
Sonnenberg,  la  de  la  habitación  del  castillo,  y  la  de  la  celda 
y  la  iglesia,  deben  llamar  la  atención.»  Esto  que  nos  dice  el 
Sr.  Landázuri,  es  enteramente  característico  del  genio  de  Isa- 
bel. Lo  que  forma  el  fondo  de  sus  composiciones  es  la  ver- 
dad de  la  naturaleza,  sencilla  y  poéticamente  interpretada 
por  una  imaginación  tierna  y  ardiente,  sea  que  se  trate  de 
cuadros  objetivos  como  en  su  composición  al  Valle  de  Méxi- 
co, sea  que  se  limite  á  analizar  los  más  nobles  sentimientos 
del  corazón  humano. 

Para  concluir  observaremos  que  en  la  presente  leyenda  se 
siente  bien  clara  la  influencia  que  en  la  musa  de  Isabel  ejer- 
cieron la  literatura  alemana  y  los  sombríos  y  severos  paisa- 
jes del  Norte;  esto  era  natural  en  aquella  alma  profundamen- 
te delicada  y  soñadora.  En  toda  la  composición  hay  como 
una  corriente  de  fantástica  melancolía,  que  abre  á  la  imagi- 
nación las  vagas  regiones  de  un  doloroso  idealismo;  aspiración 
al  infinito  del  espíritu  que  sufre  y  que  entrevé  su  destino  en- 
cima de  los  fenómenos  materiales  que  le  rodean.  Esa  impre- 
sión que  nos  dejó  la  primera  lectura  de  BeHha  de  Sonnenberg, 
la  vimos  confirmada  en  el  discurso  que  en  los  funerales  de 
nuestra  poetisa  pronunció  el  Sr.  Goss:  "Los  seres  que  como 
Isabel  comprendían  y  podían  interpretar  en  su  idioma  las  le- 
yendas de  nuestro  hermoso  Rhin  alemán,  pueden  dormir  dul- 
cemente en  tierra  alemana;  ella  les  será  leve  como  la  de  su 
misma  patria.»  Esto  dice  quien  mejor  que  nosotros  ha  podi- 
do comprender  el  carácter  que  imprimió  Isabel  Prieto  á  su 
última  composición.  Después  de  esto  nada  tenemos  que  aña- 
dir en  abono  de  una  obra  cuyo  solo  mérito^s  la  mejor  garan- 
tía de  su  duración. 

México,  Diciembre  de  1876. 

J.  M.  ViGIL. 


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DE  ISABEL  PRIETO.  369 


BERTHA  DE  SONNENBERG. 

Lejos,  muy  lejos  de  la  patria  bella, 
Que  amorosa  arrulló  mi  dulce  infancia 
Con  el  canto  armonioso  de  sus  aves, 
Con  el  blando  murmullo  de  sus  auras, 
Con  la  luz  de  su  cielo  esplendoroso 
Que  ningún  otro  en  hermosura  iguala, 
Puro  cual  la  sonrisa  de  una  virgen, 
Azul  cual  mi  ilusión  y  mi  esperanza; 
Lejos,  muy  lejos,  en  la  vieja  Europa, 
En  la  sombría  y  pálida  Alemania, 
Tierra  do  las  fantást'ca^i  leyendas 
De  poesía  misteriosa  y  vaga; 
Cerca  de  una  ciudad  (1)  que  hace  famosa 


(1)  WieBbaden. 


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370  OBRAS   POÉTICAS. 


La  virtud  saludable  de  sus  aguas, 
Hay  un  valle  gentil  encajonado 
Por  risueñas  colinas  y  montañas. 
Sobre  la  verde  cuna  de  una  de  ellas 
Que  Montaña  del  Sol  (1)  el  pueblo  llama 

Y  en  blanda  ondulación  se  alza  graciosa, 
Cubierta  de  una  alfombra  de  esmeraldas, 
Aún  se  ven  las  ruinas  de  un  castillo 
Que  cuna  fue  de  estirpe  soberana; 

Obra  fugaz  y  efímera  del  hombre, 
Con  la  obra  eterna  del  Sefior  contrasta. 
De  siete  siglos  la  potente  huella 
Ostentan  derruidas  sus  murallas, 

Y  sus  desmoronados  torreones 

Que  informes  restos  de  grandeza  guardan, 
Tan  sólo  dos  desafiando  audaces 
Del  inñexible  tiempo  la  guadaña, 
Guardan  intactos  sus  pesados  muros, 
Sombríos  é  imponentes  se  levantan. 
La  natura,  que  madre  cariñosa 
Extiende  por  do  qnier  su  mano  blanda, 
Ha  envuelto  con  su  manto  de  verdura 
De  la  noble  mansión  las  hondas  llagas. 
En  sus  vastos  salones  deí^plomados 
Eleva  el  árbol  sus  potentes  ramas, 

Y  los  toscos  sillares  de  sus  muros 
Tierna  y  gentil  la  enredadera  abraza, 
Con  fresco  y  verde  marco  rodeando 
Los  huecos  de  sus  caóticas  ventanas. 
Se  extiende  al  lejos  deliciosa  y  fresca, 
La  risueña  llanura,  limitada 

Por  colinas  cubiertas  de  verdura. 


3 )  Soniienbeig. 


4 

DE  ISABEL  PRIETO  •     371 


Que  en  rail  dibujos  hasta  el  valle  bajan. 

Bajo  el  dosel  de  la  arboleda  umbría, 

Que  el  prado  ameno  por  do  quier  esmalta» 

Como  bandadas  de  aves  temerosas 

Que  el  carnicero  gavilán  espanta,  - 

A.grupa  al  pié  de  la  imperial  colina, 

La  pintoresca  aldea  sus  cabanas, 

En  el  mismo  lugar  do  en  otros  tiempos,  . 

Del  soberbio  señor  bajo  la  planta, 

De  vasallos  humildes  la  cohorte 

Sus  miserables  chozas  abrigaba. 

Sobre  la  yerba  perfumada  y  verde 

El  manso  arroyo  su  cristal  resbala, 

Y  retrata  las  flores  de  su  orilLi 

En  el  límpido  es^pejo  de  sus  aguas. 

En  las  estrechas  y  tortuosas  calles, 

De  retozones  chicos  las  bandadas 

Alegres  y  traviesas  juguetean 

Con  la  gracia  indolente  de  la  infancia; 

En  tanto  que  entre  tiestos  de  claveles. 

Adorno  de  su  rústica  ventana, 

Al  par  curiosa  y  tímida  se  muestra 

De  la  aldeana  gentil  la  faz  rosada.  ' 

Ya  perdida  en  las  sombras  de  la  tarde, 

Que  del  fondo  del  valle  se  levantan, 

Como  una  ondina  en  su  ropaje  envuelto, 

La  ciudad  se  dibuja  en  lontananza. 

Del  sol  poniente  los  postreros  rayos 

La  esbelta  flecha  de  sus  torres  bañan, 

Reverberando  de  la  iglesia  griega, 

En  las  brillantes  cúpulas  doradas; 

Mientras  que  vagarosa  é  indecisa, 

Como  el  perfil  incierto  de  un  fantasma, 

Del  Khin  la  línea  negra  allá  á  lo  lejos 

Cerrando  el  horizonte  se  señala. 


U. 


372  OBRAS    POÉTICAS 

Ese  cuadro  tranquilo  y  apacible 

Con  el  pesado  torreón  contrasta, 

Del  hombre  la  opresión  recuerda  el  uno, 

De  Dios  el  otro  la  grandeza  aclama. 

A  estos  sitios,  lector,  llevarto  quiero, 

Si  recorrer  conmigo  no  te  espanta, 

Esa  tierra  sombría  y  nebulosa 

Donde  los  hechos  de  mi  historia  pasan. 


»<♦»<• 


Di  ÍSABEIi  PRIÍTO,  373 


-r¿  fcí--^'' '■  »-4_  -iV      -.f' 


f 


Era  una  nodi«  de  inviof  no» 

No  de  esas  noches  atomías» 

Trasparentes  é  ide^es 

Qae  en  su  manto  aanl  envueliaa. 

De  laceros  se  eoronaii 

Con  la  radiosa  diadema; 

No  de  esas  noches  ton  dnlees. 

Cual  noches  de  primavera^ 

Que  solo  en  mi  bella  patria 

Absorta  el  alma  contempla; 

Sino  una  noche  de  invierno, 
Cubierta  con  sombra  densa, 

Gomo  el  desengaño,  helada, 

Gomo  el  sufrimiento,  negra. 

El  viento  glacial  del  Norte 

Soplando  con  furia  extrema. 

Los  árboles  despojados 


374  OBRAS  POÉTICAS 

Cual  leves  caños  doblega. 
Esos  rumores  nocturnos 

Que  en  nuestra  patria  resuenan 

Dulces,  misteriosos,  vagos, 

Cual  la  despedida  tierna 

Que  allá  al  espirar  el  dia 

Entona  naturaleza; 

El  trino  incierto  del  ave 

Que  á  intervalos  soñolienta, 

De  su  canción  amorosa 

Repite  las  notas  sueltas; 

El  murmurio  del  arroyo, 

Que  el  prado  fecundo  riega 

Y  amores  muy  bajo  dice 
A  la  vespertina  estrella, 
Que  en  sus  ondas  cristalinas 
Blandamente  se.  refleja; .  ,.  ,  >    .. 
El  canto  de  La  paloma 

Que  arrulla  á  su  corápañera, 

ImaginandO'que  el  alba.,.  . 

Rápidamente  se  acerca j,      :•.' . 

Los  suspiros  de  las.  tíciio»     ^:.;  i-' 

Que  el  eáliz>  temblando  cierran  ' 

A  la  brisa  caprichosa. 

Que  inconstante  y  pasajera, 

Por  robarles  ^us  perfumes         -v 

Traidoramente  las  besa; 

El  zumbido  del  irwecto,  ' 

El  crujir  de  la  hoja  seca 

Que  el  viento  en  el  suelo  arrastra 

Y  en  alas  del  viento  vuela; 
Todas  esas  dulces  voces 

Que  en  su  armonía  completan 
De  una  noche  luminosa 


DE  ISABEL  PRIETO.  375 


La  deslumbrante  belleza, 
No  halagan  aquí  el  oido 
Ni  el  corazón  enagenan. 
En  su  plomizo  sudario 
Envuelve  el  á  cielo  la  tierra, 

Y  entre  sus  pliegues  sofoca 
Todo  acento  que  pudiera 
Disipar  un  breve  instante 

El  horror  de  sus  tinieblas.  , , 

Ni  un  relámpago  tan  solo 
El  pardo  manto  atraviesa,      ' 
Prestando  por  un  momento 
Luz  á  la  natura  muerta.  . 

Todo  es  tinieblas  y  sombras,'.  .  . 
Desolación  y  tristeza.  '   '"''  * 

El  funerario  silencio  .....o    .. 

Que  envuelve  el  valle  y  la  áldeti, 
Las  colinas  y  el 'Castillo, '        "      *  ^* 
Cuya  pesada  siluietk       '    "      •'   " 
Fantástica  se  confunde'         "  "  ' ' 
En  la  oscuridadíhténsa,    '  •  *-      - 
A  intervalos  interrumpe 
La  voz'  del  a^e  agorera, 

Y  el  ronco  rumor  del  viento, 
Que  hondo  gemido  semeja,       • 

Y  entre  los  troncos  desnudos     - 
Zumba  en  lá  cercana  selva. 
Todo  es  sombras  y  más  eombríis, 
Desolación  y  tristeza,  •   ' 

En  esa  noche  de  invierno, 
Noche  de  invierno  europea. 
Como  el  desengaño,  helada. 
Como  el  sufrimiento,  negra. 
De  pronto,  cual  el  bramido 
De  la  tempestad  vantileo, 


8tl5  ÓBÉÁS   POÉTICAS 


Que  los  ecos  ensordece 
En  el  valle  7  en  la  sierra, 
Se  elevaron  niil  rumores 
Que  roncos  el  aire  atruenan, 
T  el  hosco  silencio  rompen 
Sin  saberse  de  dó  llegan. 
No  se  sabe  si  es  el  trueno 
Precursor  de  la  tormenta, 
Que  con  aullidos  de  rabia 
T  maldiciones  se  mezcla; 
Si  son  broncos  alaridos 
O  si  son  dolientes  quejas, 
Gritos  de  la  voz  íiumana 
O  rugido  de  las  fieras; 
Si  son  amargos  sollozos 
O  crujidos  de  cadenas, 
O  los  tenebrosos  golpes 
Con  que  se  cava  una  huesa, 
O  de  la  razón  perdida 
La  carcajada  siniestra, 
Los  ajes  de  un  moribundo 
O  el  gemir  de  una  alma  en  pena; 
Si  es  todo  á  la  vez,  que  todo 
Esos  rumores  remedan, 
Lúgubres  y  sobrehumanos. 
Que  el  alma  de  espanto  hielan. 

De  súbito  desgarróse 
Con  asombrosa  presteza. 
Un  girón  del  pardo  manto 
Que  fúnebre  el  cielo  vela; 
En  ese  claro  aparece 
Una  solitaria  estrella 
Que  los  altos  torreones 


DE  ISABEL  PRIETO.  3  77 


De  la  noble  fortaleza, 
Por  un  instante  ilumina 
Con  luz  rojiza  y  sangriei^ta. 
A  sU  fulgor  indeciso, 
La  figura  se  diseña 
De  una  mujer  ó  fantasma 
Que  inmóbil,  muda  y  atenta. 
Sus  ropas  agita  el  viento 

Que  sus  cabellos  destrenza; 

Y  con  las  manos  cruzadas 
E  inclinada  la  cabeza, 
Parece  escuchar  absorta. 

De  angustia  y  espanto  llena. 

Los  fatídicos  rumores 

Que  espanto  y  angustia  siembran. 

Al  caer  el  rojo  rayo 

En  su  frente  macilenta, 

Al  astro  los  ojos  alza. 

Con  todos  sus  miembros  tiembla, 

Y  cayendo  de  rodillas 
En  la  fría  y  dura  piedra. 
Lanza  un  horrible  alando 
Que  el  eco  del  valle  lleva, 

Y  los  lúgubres  clamores 
Domina,  apaga  y  sosiega. 

— iiiMuerta!  la  estrella  lo  dice. 
Exclama  al  fín  con  voz  hueca, 
Sangre  sus  rayos  presagian. 
La  estrella  lo  dice,  es  ella, 
La  hija  de  Sonnenberg  ¡ay! 
jMuerta,  muerta,  muerta,  mnerta!ii 

Y  con  un  hondo  gemido 
Que  mil  sollozos  encierra, 
Sin  sentido  se  desploma 


378  OBRAS    POÉTICAS 

Al  pié  de  una  tosca  almena. 

De  nuevo  el  cielo  se  cubre, 
De  nuevo  el  astro  se  vela, 
Y  los  fúnebres  rumores 
Con  nuevo  vigor  comienzan. 


DE  ISABEL  PRIETO.  379 


-      III     -/.^V       ■       ■• 

— tijHorrible  nocho! — ¡Espantosa! 
— ¿Oyes  el  viento  cuál  silba? 

—  No  es  el  viento. — ¿No?  ¡qué  idea! 
— Sin  la  oscuridad  podrías 
Distinguir  y  ño  muy  lejos 
Quiza,  la  peña  maldita. 

—  ¿Tieneo  miedo? — No  me  espantan 
Seres  de  mi  especie  misma; 

Pero  fantasmas La  bruja 

Del  Lurley  me  horripila. 
—Yo  querría  verme  eñ  s*lvo 
Dentro  del  castillo. — Dista 
De  aquí  Elatzenelienbogen 
Todavía  algunas  millas.  II 
Beinó  de  nuevo  el  silencio 
En  la  extraña  comitiya, 
De  que  estos  dos  personajes 
Una  parte  componian; 


OBRAS  POériÓAS 


Sólo  el  crujir  de  las  armas, 

Y  el  rumor  de  las  macizas 
Pisadas  de  los  caballos 

Que  arrancan  brillantes  chispas 
De  los  duros  pedernales. 
Resuenan  en  la  campiña. 
En  un  fantástico  grupo 
Esos  diez  hombres  caminan, 
Envueltos  hasta  los  ojos 
En  anchas  capas  sombrías, 
Confundidos  con  las  sombras 
Que  en  su  manto  los  abrigan, 

Y  distinguir  no  permiten 
Sus  rudas  fisonomías, 
Do  una  criminal  historia, 
Se  encuentra  tal  vez  escrita. 

En  medio  del  grupo  oscuro 
Una  forma  se  divisa, 
Blanca,  diáfana,  ligera, 
Como  una  hada  6  una  ninfa. 
Cabalga  en  corcel  tan  negro 
Cual  la  noche  ó  su  desdicha: 
Blanco  es  su  triye  flotante, 
Blanco  es  el  velo  que  agita 
El  'soplo  del  cierzo  helado, 

Y  baja  hasta  las  rodillas 
Del  negro  y  gallardo  bruto 
Que  blanca  OMpuma  salpica. 
Hay  algo  de  extraordinario 
Que  extraña  emoción  inspira. 
En  esa  visión  radiosa 

Que  cual  la  luz  cirgenthia 
De  la  luna,.qoe  Tin  instante 
En  un  negro  cielo 'brilla. 


DE  ISABEL  PRIETO  Sgl 


Las  densas  y  hondas  tinieblsus 
En  su  derredor  disipa. 
Algo  de  triste  y  doliente 
En  su  aspecto  se  adivina, 
Pues  parece  que  solloza 

Y  parece  que  suspira; 

Y  bajo  del  blanco  velo 
Asegurarse  podria, 

Que  corre  un  raudal  de  perlas 
Sobre  pálidas  mejillas. 
Un  hombre  que  en  su  apostura 
Fiera,  arrogante  y  erguida, 
Un  rango  mas  elevado 
Que  el  de  los  otros  indica, 
Al  blanco  fantasma  signe 

Y  lo  acecha  y  lo  vigilo, 

Y  sus  movimientos  todos 
Con  cierta  ansiedad  espía. 
-^iiDentro  de  algunos  momentos 
Subiremos  la  colina 

Funesta  del  Lurley.— jOh! 
¡Mal  haya!  más  nos  valia 
Haber  tomado  el  camino 
De  abajo, — Se  necesita 
Temple  como  el  del  barón. 

Que  al  diablo  desafiaría 
En  persona. — Y  hace  mal; 
Yo  no  sé  cómo  se  olvida 
De  aquel  conde  palatino. 
Que  fué  desdichada  víctima 
De  esa  maldita  hechicera. 
— Del  magin  no  se  me  quita 
Que  esta  aventura  va  á  sernos 
Fatal.— Es  cosa  sencilla  ' 
Un  rapto,  pero — La  raza 


382  OBRAS  POÉTICAS 


De  Sonnenberg  no  «e  anida 
En  el  Katzenellenbogen. 
— Me  par  ece  maH  tranquila 
Ya  la  conde  sa. — Es  valiente 

Y  orgullosa  como  la  hija 
De  su  altiva  y  noble  estirpe. 
— Yo  no  sé,  preferiria 
Verla  yerta  y  sin  se  ntido 
Como  hace  un  instante. — Mira, 
¿No  ves  una  sombra  blanca 
Al  lejos? -El  buho  chilla 

Y  el  cuervo  grazna,  es  el  mismo 
Que  tenaz  nos  perseguia 
Antes  de  entrar  en  la  selva. 

— ¡Que  la  Virgen  nos  asista! 

— ¡El  presagio!» Y  los  dos  hombres 

Devotamente  se  signan. 
Hacia  Katzenellenbogen 
La  caravana  seguía 
Su  rauda  marcha,  costeando 
Del  Rhin  la  derecha  orilla, 
Por  esa  selva  de  Fluthen»  . 
Que  en  sus  consejas  la  fría 

Y  nebulosa  Alemania 
Señala  como  propicia 
A  fantásticos  sucosos 

Y  leyendas  peregrinas. 
En  esta  selva  y  á  pico 
Sobre  el  río  se  alza  altiva 
Esa  peña  del  Lurley, 
Cual  la  tradición  designa, 
Como  el  sitio  tenebroso 
Que  un  mal  espíritu  habita. ' 

— iiCondssa,»  dijo  en  voz  bronca 
Que  en  vano  tierna  y  sumisa 


DE  ISABEL  PRIETO.  383^ 


Pretende  hacer,  el  que  jefe 
De  la  tropa  parecía,        • 
Acercándose  ala  dama:       ^ 
"¿Por  qué  lloráis?"  Una  viva 
Emoción  hizo  agitarse 
Como  la  hoja  sacudida 
Por  el  viento,  el  blanco  velo; 
Pero  ni  una  sola  sílaba 
Llegó  á  escucharse. — "Condesa, 
Tan  loco  desden  me  irrita, 

Y  es  en  vano;  mi  fortuna 
Lo  ha  querido:  seréis  mía, 
¡Oh!  sí,  lo  seréis. — ¡Jamas! 
Una  voz  dulce,  argentina, 
Contestó  con  un  acento 
De  poderosa  energía. 
Mordióse  el  barón  los  labios, 

Y  luego. . . . — Sois  una  niña, 
Dijo,  después  de  un  momento, 
Con  sardónica  sonrisa. 

— Os  halláis  en  mi  poder,         ^ 
En  mi  poder;  ¿quién  podría 
Libraros  de  mí?— ¡La  tumba! 
Fué  la  respuesta  concisa. 
■  La  turaba!  repite  el  eco 
Con  voz  débil  y  afligida, 

Y  otra  vez  el  cuervo  grazna, 

Y  otra  vez  el  buho  chilla,  -     * 

Y  los  hombres  se  estremecen, 

Y  de  nuevo  se  santiguan,  ■ 
Conforme  la  caravana 

Va  subiendo  la  colina 
Fantástica  y  misteriosa,     '  "^  * 
Tan  hondas  y  tan  tupidas 
Se  hacen  las  sombras,  qne  casi 


384  OBRAS  POÉTICAS 


Distinguirse  no  podian 
Uno  de  otro,  á  algunos  pasos 
Apenas;  no  es  maravilla, 
Que  ni  sospechar  pudiesen 
Cómo  siguiéndolos  iba 
A  cierta  distancia  un  hombre 
A  quien  solamente  guia, 
Del  tropel  de  gente  armada 
Que  con  rapidez  camina, 

El  rumor  vago  y  lejano 

Que  le  hace  encontrar  la  pista. 

Mientras  mas  á  le  alto  avanzan, 

Mas  espesa  es  la  cortina 

Que,  aunque  despojados,  forman 

Las  ramas  entretejidas 

De  los  árboles  desnudos. 
Cuya  cabellera  rica 
Por  la  mano  del  invierno 
Yace  en  cieno  convertida. 
Se  prende  á  cad^  momento 
El  velo'de  la  cautiva 
En  los  pelados  arbustos 
Que  unos  con  otros  se  ligan. 
De  informe  montón  de  abrojos 
Mostrando  sólo  la  vista; 
Pues  como  sucede  á  veces. 
En  la  senda  de  la  vida, 
Perdiendo  follaje  y  flores 
Han  guardado  las  espinas. 
En  las  ásperas  malezas 
Que  el  suelo  agreste  entapiza, 
A  cada  instante  tropiezan 
Los  caballos,  que  relindian 
De  espanto,  y  de  su  teriror 


DE  ISABEL  PRIETO.  385 


Los  ginetes  participan. 
De  la  peña  de  Lurley 
La  enhiesta  elevada  cima 
A  una  altura  extraordinaria 
El  Rhin  á  pico  domina, 

Y  el  furioso  remolino 
Que  desde  abajo  fascina, 
Con  el  vértigo  acomete 

Y  toda  la  sangre  enfria 
Del  atrevido  que  en  él 
Los  ojos  absorto  fija. 

Al  llegar  á  la  alta  cumbre 
La  sombría  comitiva, 
Gigantescas  proporciones 
Tomado  el  v^>or  habia; 
Ningún  diálogo  se  entabla. 
Unos  con  oti<os  se  apiflati» 

Y  el  barón  mismo  pacece 
Que  á  su  prisionera  olvida. 
De  pronto  la  blanca  dama 
Vigoroso  azote  aplica 

A  su  corcel,  j  lo  lanza 
Del  precipicio  á  la  orilla; ' 
El  noble  bruto  cediendo 
Al  potente  impulso  brinca. . . 


Tan  solo  se  ve  su  sombra 
En  el  espacio  perdida, 

Y  se  oye  un  ay  que  de  humano 
Nada  al  parecer  tenia, 

Y  el  chasquido  que  hace  un  cuerpo 
Que  al  agua  se  precipita. 

Brama  airado  el  remolino  ' 
Que  en  ondas  revueltas  gira, 

Y  hondo  silencio  de  muerte 


386  OBRAS    POÉTICAS. 


Se  extiende  por  la  campiña. 
— "iMisericordia!  temblando 
Los  hombres  armados  gritan. 
— ¡Dios  tenga  piedad  da  su  alma! 
— ¡La  ha  arrebatado  la  ondina. 
jLurley!"  Y  en  el  mismo  instante 
En  que  la  estrella  rojiza  .       • 
Brilla  sobre  Sonnen]>erg  ■ 

Y  desgracias  pronostica^ 
Huye  la  tropa  aterrada  'y-  .  •    . 
Con  rapidez  inaudita,'       '      - 
Cual  por  espíritu.?  malos 
Acosada  j  perseguida.         '     - 
El  fiero  barón,' dudoso   :  -*       •  - 
Entre  el  temof  y  Ikírá,  '    '  ^'  '^^■'■ 
Sigue  al  fin  á  sus  secuaces"  •   '" 
Profiriendo 'ihteTfíUt¥ipidas    ' 

Y  horribles  imprecaciones,    -  > 
Que  los  cabellos  et»Í2jan     •'  , 

De  esa  gente  desalmada         *     ♦ 
A  sus  caprichos  sumisa.   •     •- 
En  la  impetuosa  carrera        =    •  ' 
Que  los  arbustos  mutila     ' !        ; 

Y  los  guijarros  despfeVide, 

Los  cabellos  se  encabritan  » 

Y  el  f réñó  btifahdo  táscáii 

Que  en  lúgubre  son  rechina; 
Más  por  la  espuela  acosados 
Que  á  continuar  los  obliga, 
Más  raudos  que  el  aire  bajan 
La  cuesta  resbaladiza. 

Tan  negras  son  las  tinieblas. 
Que  esos  hombres  se  imaginan 
Que  un  negro  muro  se  opone 


DE  ISABEL  PRIETO.  387 


A  que  SU  marcha  prosigan;  • 

Sólo  á  veces  las  aclaran 
Blancas  sombras  fugitivas, 
Que  tan  presto  se  aparecen, 

Y  tan  presto  se  disipan. 
El  cuervo  que  los  persigue 
Las  negras  alas  agita, 

Y  lamentos  convulsivos  "    . 
O  ronca  estridente  risa,   * 
Sus  graznidos  vapbroéos  ""*' ' 

Por  intervalos  imítiiri.  '     ' '  \  * '  ' ' '  "•  ' 
Los  murciélago»  reVüeláñ,  =  V*"^'-     -■'■ 

Y  con  sus  alas  plotAizas' "^   i*  '^  '  *  '  ■ 
Los  rudos  rostros  azotan' -'^*^'*''^'  *    '  '; 
Con  repugnante  caricia;  ví^íív^  !<  / 

Y  así  lanzand'o  aterrados-       '"  '•   -^' 
Do  quier  mií'iidás  f úRivas,  '  ** " 
Con  el  cabelló'  eYi-  d^esórdén*'''*'  "   '  ';, 

Y  la  faz  descolorida, 

Pasan  como  alfrías  en  péíla  *^-  ^  *  "*  ' 
Que  algún  atentado' eJtpían/    ' 
Entre  los  nesfruzetts' troncos, 
Que  en  mil  foríháa'iridistintás 
Alzan  las  deshüda^tatnás   "' '"' 
Que  el  viento  f  lino  so  inclinaV 
Como  si  al  cielo  pidieraii 
O  compasión  ó  justicia.     '   ; 

Y  una  procesión  semejan 
En  su  luenga  estrecha  fila, 
De  esqueletos  silenciosos 
Que  á  la  tierra  se  deslizan, 
Del  entreabierto  sepulcro 
Donde  reposar  debian. 
De  pronto  se  iluminaron 


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ftí'áj'  '  ¿■iifcjif.il  II  '■'  riii  I  ■!  1 


S88  OBRAS  POÉTICAS 

Con  una  luz  blanqueeina 
Las  negras  aguas  del  Khin, 
Que  en  las  tinieblas  yacían. 
Sin  detenerse  un  instante 
Vuelve  la  tropa  la  vista 
Por  un  impulso  instintivo 
Hacia  la  roca  maldita. 
En  el  cielo  nebuloso 
Una  blanca  estrella  brilla, 
-  Cuyos  rayos  el  Lurley 

Argentados  iluminan. 
Es  su  resplandor  tan  dulce, 
Que  á  dulces  sueños  convida, 
T  al  corazón  lastimado 
Habla  de  esperanza  y  dicha. 
Su  pura  luz  se  concentra 
De  la  alta  peña  en  la  cima, 
T  baña  un  extraño  grupo 
Que  en  la  sombra  se  perfila. 
Es  una  visión  aérea, 
Vaporosa  6  indecisa, 
Blanca,  cual  la  blanca  nieve 
Que  corona  el  IztacihuatL 
En  negro  corcel  galopa, 
A  un  negro  fantasma  asida, 
T  el  contraste  la  destaca 
Más  luminosa  y  más  viva. 
— ^"¡La  ondina!  gritan  los  hombres, 
¡Dios  nos  ajTude,  la  ondina!" 
La  faz  del  barón  se  toma 
Descompuesta  y  amarilla, 
Y  el  terror  llegado  a  un  colmo 
Que  ni  se  expresa  ni  explica, 


En  loco  deRÓrden  siguen 
En  su  carrera  fatídica. 

La  visión  desaparece, 
Y  la  estrella  peregrina, 

Por  grados  y  lentamente 
Su  dulce  luz  amortigua. 


71 


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S90  OBRA.á  POÉTICAS 


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IV 


Es  una  tarde  de  otofto 
Apacible  y  sosegada: 
Aun  no  pierde  la  enramada 
Toda  su  gala  gentil; 
Aun  el  follaje  amarillo 
De  la  rama  seca  pende. 
Que  ya  á  medias  se  desprende 
De  la  corona  de  Abril. 

El  cielo  de  un  azul  vago 
Aun  conserva  una  sonrisa; 
Aun  el  soplo  de  la  brisa 
Es  tibio  y  halagador; 
Aun  permanece  en  su  nido 
El  ave  errante  y  viajera, 
Y  aun  conservft  la  pradera 
Solitaria  alguna  flor 


DE  ISABKL  PBIBTO. 391 

Beina  en  la  natura  toda 
Una  honda  melancolía; 
Es  que  con  su  sombra  fría 
Se  acerca  el  invierno  ya; 
Que  aquí  es  el  fugaz  otofto 
La  rápida  despedida, 
De  al  sentirse  adormecida 
La  naturaleza  da. 

No  es  el  otoño  radioso 
De  aquella  tierra  bendita,    :  - 

Que  el  follaje  no  marchita  i    - 

Ni  hoce  las  flores  morir; 
En  que  un  azul  tan  profundo 

Y  tan  puro  viste  el  cielo,  ' 
Que  se  ve  á  Dios  tra»  el  velo 
Luminoso  de  zafir.  ,      . 

Es  la  tarde:  el  sol  poniente 
Con  débil  rayo  ilumina 
De  Sonnenberg  la  colina  - 

Y  el  pesado  torreón. 

Queda  el  valle  entre  laíss  ombras 

Del  crepúsculo  sumido, 

Como  queda  sumergido  V 

En  su  pena  el  corazón. ' 

En  un  estrecho  aposento 
De  sombrío  artesonado, 
Vagamente  iluminado  ' 
Por  la  llama  del  hogar. 
En  cuya  alta  chimenea  ' 
Un  enorme  tronco  arde 
Que  las  sombras  de  la  tarde 
No  consigue  disipar; 


392  OBRAS  POÉTtOAS 


Anto  una  rueca  que  ociosa     • 
Deja  su  mano  ágitad«, 
Cerca  del  fuego  sentada     ■  •    •  ■ 
En  blasonado  elllon,       '    '  ■  ' 
Se  halla  una  anciana;  en  su  frente 
Marchita,  arrugada  y  mustia,        ' 
Se  lee  de  una  honrada  angustia 
La  dolorosa  expresión. 

Junto  á  la  estrecha  ventana 
Que  domina  la  campiña,  r  i''-    • 
Una  joven,  osa  niña,  '        w 
De  pálida  y  daioe  fas/    '< 
Permanece  süeneiosa  "n 

Entre  inquieta  y  recojidia,        •■■>  ■■: , 
Como  en  un  sueño  pedida, 
Que  la  persigue  tanas. 

Su  pensativa  mirada 
Interroga  allá  á.  lo  lejos     ;  • 
Los  moribundos  reflejos      ,< 
Del  dia  que  va  á  espirar; 

Y  en  tal  ansiedad  contempla 
El  ya  indeciso  paisaje,  ,.., 
Cual  si  su  mudo  lengui^e. 
Pretendiera  interpretar. 

A  sus  plantas,  sobre  muelle 

Y  rico  cojin  echado, 
En  su  rodilla  apoyado, 

Se  halla  un  gallardo  lebrel; 
A  su  vez  sus  ojos  fija 
De  la  niña  en  el  semblante, 
Cual  si  quisiera  anhelante. 
Algo  adivinar  en  él. 


DB  ISABEL  PBIETO.  89B 


La  joven  al  fin  retira 
La  vista  do  la  ventana, 
T  la  dirige  á  la  anciana 
Con  vaga,  incierta  expresión; 

Y  luego  con  apagado 

Y  melancólico  acento, .  . 
De  su  extraño  pensamiento 
Siguiendo  la  direccioní 

— "El  sol  se  ha  puesto  radioso. 
Muy  lentamente  murmura, 
La  brisa  es  raave  y  para, 
Madre,  madre,  volverát-^» 
— ¡Pobre  hija  mía!  la  amáans 
Con  voz  doliente  suspira, 
Inquieta  á  la  joven  mira 
Que  absjprta  en  su  idea  está 

— "El  negro  cuervo  no  grazx^a, 

Y  el  ruiseñor  blando  jbrifui, 
¿No  ves  á  la  goloi^dnn^  : 
Que  viene  abrigo  á  pe^Wf? 
Es  el  emblema ......  X^  dice 

La  blanca,  benditjE^  estrella; 
No  ha  muerto,  ipadre,  nó,  ella. 
Ella  no  puede  morir. •• 

Reinó  de  nuevo  el  sile^pio, 
Que  deja  el  ruijaoT  pausado. 
Monótono  compasado. 
De  la  rueca  resonar.  ,     ,, 
Gime  afuera  mauíio  el  vl^n^ 

Y  en  la  vasta  c]ii]^^ne&  ,..-.. 
El  f u^go  chisporíQiea    /  , 

Y  parece  suspirar.  •, 


394  OBRAS  POÉTICAS 


■  rf.      «4 


— "Presio  hará  un  año,  la  joven 
Prosigue  eon  voz  sombría, 
De  la  caza  no  volvía, 
Mi  corazón  se  oprimió; 
En  vano  en  la  torre  aguardo, 

Media  noche escucho  atenta, 

Brilla  la  estrella  sangrienta. 
Creo  morir. ..  .jay!  no  volvió. 

— "Es  mi  hija,  esclama  la  anciana; 
De  amor  infinito  lleno 
La  ha  alimentado  mi  seno, 

Y  su  tierna  madre  fui;    , 
Tú,  la  hija  de  mis  entrañas. 
No  me  has  sido  mas  querida. 

Mi  sangre  toda,  mi  vida,       .  ;      . 
Daría  por  verla  aquí. 

— "Es  el  vastago  postrero 
De  una  estirpe  soberana; 
¿Crees  que  pueda  mañana 
Esa  raza  concluir? 
El  águila  ha  dado  muerte 
Al  gavilán  carnicero; 
Yo  lo  he  visto. . .  .Madre,  espero; 
Madre,  Bertha  va  á  venir,  n 

A  ese  nombre,  la  cabeza 
Alza  el  perro  estremecido, 

Y  exhala  un  largo  gemido 

Y  acaricia  en  su  ansiedad 
La  mano  que  la  doncella. 
Enternecida,  le  tiende 
Murmurando: — "El  me  comprende. 
Vuelve,  lical,  ¿no  es  verdad? 


DE  ISABEL  PRIETO.  895 


— "¡Pobre  hija  mía,  pobre  Emmal 
Triste  la  llama  murmura: 
¿El  velo  de  la  locura 
Tu  razón  viene  á  cubrir? 
¿O  tu  alma  limpia,  que  el  cieno 
Del  mundo  á  manchar  no  alcanza, 
Con  la  luz  de  su  esperanza 
Ilumina  el  porvenir? 

— "Ha  hablado  el  candido  lirio. 
Ha  hablado  la  fresca  rosa, 

Será  la  virgen  esposa 

— ¿Porqué  Gustavo  partió? 
¿Porqué  cuando  la  esperaba 
Una  dicha  inmensa  y  pura, 
El  amor  y  la  veritura 
Insensato  abandonó? 


— iiMadre,  Ehrenfels  es  un  noble 
Y  valiente  caballero. 
Que  supo  al  honor  primero 
Que  al  amor  obedecer.  ' 
Ella  n^isma  eü  triste  líaiilo      '  ' 
Tierno  el  corazón  deshéólio 
Puso  la  craz  en  su  pecho      ' 
Y,  vé,  dijo,  e»  tu  deber. 

Coronado  de  laureles 
Volverá  de  Palestina, 
Mi  corazón  ló  adivina ....  " 
— (jAy!  y  te  engaña  quizá.) 
—Volverá  amante  y  rendido 
En  pos  de  la  casta  esposa. ... 
— (¡Y  ni  siquiera  una  lostt 
Do  protenM^rse  hallar¿.)ii 


396  0BRA3  POÉTICAS. 


Ya  la»  sombras  mLsterriosas 
De  la  tarde  que  declina 
Han  envuelto  la  colina  ,. 
En  pardo  y  denso  vapor.  ,  . 
Invade  la  vasta  estancia- 
Una  oscuridad  espesa, 
Que  del  hogar  atraviesa 
El  rojizo  resplandor. 

Del  sitial  en  el  respaldo 
Con  languidejf  reclinada, 
Por  los  sueños  fatigada,. 
Que  la  asaltan  en  tropel, 
Ha  quedado  Ja  doncella 
Dulcemente  adormecida,    r  ;. 
Con  8U  mano  distraída   . '  - 
Acariciando  al  lobrol;  ■■■■'■■:  r 


.'-íf 


La  m^dre,  los  ojos  llenos 
De  gruesas  lágrimas  flja 
En  el  rost;ro  de. su. hija. 
Que  ezpresa  taii  dulce  paz; 

Y  con  lástim.^,  profunda 

Que  un  senqllo  a3ombrQ  tiempla, 

Pensativa  la,{Q9nte|iipla 

En  su  reposo  ivigfa.       ^        :; 

— "jAy!  exclama,  la  locura 
Con  vaga,  indecis^  niebla, 
De  sueños  tu  mexkte  puebla 

Y  oscurecerla  raz^n. 

Yo  no  quierp  ig^rr^bfttarte     , 
La  esperanza  que  te  anima: 
Que  solo  saiigra^4p  ,^J'^  * 
Mi  afligido  cprazop.jr    ,, !  ,^ 


DE  ISABEL  PRIITO. 


397 


De  pronto  baña  el  semblante 
De  la  dormida  doncella, 
De  blanca  radiosa  estrella 
La  pura  argentada  luz. 
Estremecida  la  anciana 
Se  arrodilla  lentamente, 

Y  sobre  su  mustia  frente 
Hace  el  signo  de  la  cruz. 

Reina  un  profundo  silencio, 
La  rueca  inmóvil  no  gira, 
Afuera  el  viento  suspira 
Con  melancólico  son. 
Ora  la  anciana  de  hinojo.s, 

Y  en  la  vasta  chimenea 
El  fuego  chisporrotea 
Bajo  el  sombrío  a/ieson. 


,  y  v.ij  ^ti  Híiht'A  i-i 


398  OBRAS  POéTIOAS 


••£ 


Colonia,  ciudad  famosa 
Por  su  magnífico  templo, 
Que  parece  edificado 
Por  las  hadas  de  los  cuentos, 
Porque  se  juzga  increíble 
Que  pueda  el  humano  ingenio 
Sacar  de  la  tosca  piedra 
Ese  enpaje  fino,  aéreo,  •      . 
Esas  preciosas  labores, 
Tan  diáfanas  que  c,reemos 
Que  van  á  desvanecerse 
Al  leve  soplo  del  viento. 
Es  una  ciudad  poética 
Que  aún  guarda  en  su  extraño  aspectO' 
Del  tiempo  del  feudalismo 
Los  más  curiosos  recuerdos; 


DE  ISABEL  PRIETO.  399 


En  cuyas  calles  estrechsA      ' 

Y  tortuosas,  aun  vemos 
De  construcciones  antiguas 
Los  bien  conservados  restos. 
Aquí  un  soberbio  edificio, 
Expresivo  monumento 

De  las  edades  pasadas, 
El  tiempo  firme  venciendo, 
Ha  guardado  casi  intactos, 
En  el  exterior  al  menos, 
Su  majestuosa  hermosura 

Y  su  encanto  romanesco. 
Allí  una  casa  moderna 
Guarda  de  pared  un  lienzo, 
Cuyas  piedras  desunidas 
Los  siglos  ennegrecieron. 

Allá  una  tosca  ventana     ' 
De  negras  barras  de  hierro,  -. 
Con  su  gótica  apariencia 
A  voces  está  pidiendo 
Al  paladín  arrogante    '■•■  v 
O  al  valiente  alabardero, 
Que  en  el  patio  de  honor  vela 
El  reposo  de  su  dueño. 
En  esa  ciudad  que  baña 
Caprichoso  y  pintoresco, 
Esc  Rhin  tan  celebrado, 
De  tantas  leyemdas  centro. 
Entre  sus  conventos  variai 
Hay  un  antiguo  convento, 
Que  del  siglo  trece  data,"    " 

Y  que  ha  respetado  el  tiempo. 
Por  su  bellísima  iglesia    . 
Resbalando  tan  ligero,   *• ' 


40C  OBRAS  POÉTICAS 


Que  no  ha  dejado  vestigios 
De  su  destructor  imperio. 
La  mano  osada  del  hombre 
Mas  bien  que  el  alado  viejo, 
Ha  destruido  gran  parte 
De  su 3  dependencias,  pero 
Aun  queda  un  sombrío  claustro 
Tan  misterioso  y  poético, 
Que  llena  el  alma  de  vago 

Y  dulce  recogimiento. 
De  las  Cándidas  palomas, 
Que  ese  nido  embellecieron, 
Quedran  tan  solo  las  tumbas 
Ese  patio  circuyendo. 

EIl&s  reposan  tranquilas 
Donde  tranquilas  vivieron, 
Las  tormentas  mundanales 
Contemplando  desde  el  puerto; 

Y  en  el  claustro  solitario, 
Que  hoy  recorre  el  extranjero, 
Dónde  la  yedra  y  la  viüa 
Entre  el  alambrado  espeso, 
Enlazan  los  arcos  dobles 

Con  cariñosos  renuevas, 
Cuando  el  crepúsculo  tiende 
Su  melancólicQ  velo, 
La  mente  exaltada  evoca 
Blancos  fant^mas  esbeltos 
Que  cruzan,  con  leve  planta 
Por  el  corredor  desierto, 
Y  en  las  sombras  de  la  tarde 
Se  van  al  lejos  rperdienda 
Situado  sobre  ui^a  aUura 
A  la  que  hoy  dai^  aoc^so, 


DE  ISABBL  PRIETO.  401 


Dos  escaleras  de  piedra. 
Ese  vasto  monasterio    - 
Que  llaman  Santa  María 
En  el  Capitolio,  bello 

Y  extraño  nombre,  se  akaba  ' 
En  su  pedestal  soberbio, 

Con  su  torre  flanqueada 

De  torreones  pequeños, 
Sus  primorosas  ojivas 

Y  con  su  aspecto  severo 

Y  melancólico  al  par,       • 
Cual  misterioso  intermedio 
Entre  la  tierra  y  el  cielo, 
En  la  época  en  que  pasan  ; 
De  mi  historia  los  sucesos. 
Es  una  celda  sombría 

De  alto  abovedado  techo, 
Donde  de  la  luz  penetran    . ,     . 
Apagados  los  reflejos. 
Por  la  gótica  ventana 
Que  domina  el  claustro  estrecho. 
Todo  en  su  arreglo  demuestra 
Un  escrupuloso  aseo,      , .  >.    i 
Cierto  monástico  lujo     ;    , 

Y  el  mas  minucioso  esmero. 
Tras  luenga  cortina  oscura 
Se  oculta  el  pesado  lecho 
De  columnas  retorcidas  ,«., 
Cubiertas  de  blanco  lienzo; 
La  dulce  imagen  del  Cristo 

En  dosel  de  terciopelo,  >^  ^ 
A  la  cabecera  pende  ,,       .,, 
De  la  pared  en  el  medio; 
En  una  pequeña  mesa 


402  OBRAS    POÉTIOAS 

Del  blanco  locho  no  lejos, 
Junto  á  un  lujoso  breviario 
So  ve  un  rico  candelero 
De  oro  macizo;  en  la  parte 
Exterior,  si  la  podemos 
Llamar  así,  de  la  estancia, 
Altos  sitíalos  con  bellos 

Y  magnitícos  tallados 
Circuyen  el  aposento. 
Una  mesa  de  nogal  , 
Esculpida  ocupa  el  centro, 

Y  en  ella  se  ven  papeles, 
Un  cincelado  tintero 

De  plata,  un  reloj  de  arena, 

Libros  devotos,  todo  ello 

Sabiamente  colocado 

Eli  el  orden  mas  simétrico. 

Entapizan  las  paredes 

Grandes  cuadros  con  los  hechos 

Mas  notables  de  la  vida 

De  los  santos,  y  el  testero 

Lo  ocupa  una  bella  imagen 

De  la  Virgen.  Un  soberbio 

Reclinatorio  que  se  halla 

Al  pié  de  la  Virgen  puesto. 

Indica  bien  que  esa  imagen 

Es  el  principal  objeto 

De  la  devoción  ferviente 

Del  que  es  de  la  estancia  dueño. 

Todo  allí  demuestra  un  orden 

Melancólico  y  severo, 

Que  no  perturba  jamas 

Exaltado  un  sentimiento. 

Reina  la  calma  profunda, 
Sombría  del  monasterio; 


DB  ISABKL  PRIETO 


Calma  cual  la  del  sepulcro 
Bajo  una  losa  de  hielo. 
Triste  vida  que  resbala 
En  un  árido  desierto,       • 
Sin  recuerdos  ni  esperanzas, 
Sin  placeres  ni  tormentos. 
No  es  es»  la  alegre  estancia 
De  amor  y  ventura  templo,  V 
Cayo  arreglo  desmoronan     t 
Dulces  infantiles  )uegos|      <;.  ^ 
Donde  la  voz  de  un  querube 
Hace  creerse  en  el  icieio  , 
A  la  madre  venturpsa, 
Que  contempla  i^l  hijo  tierno; 
Do  existe  siempre  la  dicha»      .  .< 
Que  es  siempre  un  amor  inm^iso, 
El  escudo  que  amortigua 
Los  golpes  del  sufrúnionto;    . 
Do  el  fresco  Abril  permanece 
Aun  en  mitad  del  invierno. 
Pues  siempre  hay  del  sol  un  rayo 
En  unos  ojos  serenos,  i  -  jf 
Y  el  aroma  de  las  flores  * 
En  un  perfumado  aliento . ... 
Dios[que  á  la  maternidad 
Tantos  deberes  ha  impuesto. 
La  fuente  de  toda  dicha    * 
En  este  muudo  la  ha  hecho. 
Mas  volvamos  á  la  celda 
Del  sombrío  monasterio 
Con  su  calma  funeraria   ■     ' 
Bajo  una  losa  de  hielo; 
A  esa  vida  que  resbala 
En  un  árido  desierto       ' 
Sin  placeres  ni  pesares, 


404  OBRAS   PO^rMCA» 

Ni  esperanzas  rti  lecuerdo^. 
Dos  personas  en-  la  Qel<ia         .  ^'-'^ 
Se  hallan  en  esfce  momento        '. 
Cerca  de  la  chimehea  '  li 

Donde  ardo  un  brillante  fuego: 
La  una  es  una  monja  anciana 
De  aspecto  grave  y  austero, 
De  facciones  demacradas 
Y  de  rostro  macilento,    »      ;  • 
Que  de  duras  peniteneias 
Guarda  el  indeleble  sello. 
Lleva  sobre  hábito  bláiibo    ' 
Negro  manto  y  velo  negro, 
T  la  negra'toen  presta 
Aun  mas  sottibrfos  reflejos 

A  la  pali^ésí  nlániíórea 
En  que  está  su  rostro  envuelto. 
Su  blanca,  aülada  mano 
De  marfil  amlarillento, 
Sostiene  un  luengo  rosario  ' 
Que  enrolla  en  sus  finos  dedos. 
En  alto  sitial  sentada 
Con  cierto  ademan  inquieto 
Observa  á  su  compañera, 
Que  en  un  eseabel  pequeño 
A  sus  pies,  y  en  actitud 
Del  mas  profundo  respeto. 
Parece  esperar  sumisa 
Su  opinión  6  sus  consejos. 
Es  una  joven  más  bella 
Que  el  vespertino  lucero, 
Blanca,  diáfana  y  graciosa 
Como  un  juvenil  ensueño. 
Sus  grandes,  rasgados  ojos, 
Apacibles  y  serenos, 


DK  I8A3BL  PRiara  405 


•It    '.U     .,.    ..         Miy 


\: 


Tienen  un  azul,  tan  dulce 
Como  el  mexiqano  ci«k>.  ¿:xrv 
Su  alba  túnica  de  lana 
De  largos  plj*c||^e«i  ligeros 
Disfraza  sin  ocultarlo    ''*''^ '  ^  * 
Su  flexible  talle  esbelto.'     "     ' 
La  blanca  toca  señala     *'<''■' 
De  su  blanca  frente  el  cerco 
T  el  óvalo  delicado 
De  su  semblante  hechicero, 
Y  sujetar  no  consigue ; 
Los  mil  dorados  cadejos 
De  su  rubia  aabellera,í,f;¿^;p 
Que  las  prisiones  rompiendo 
Se  escapan  baje  i»  idea  Ihn ir     '    ' 
En  largos  bucles  espesos,     ***      • 
Que  oculta  á  medias  tan  solo     r¡ 
El  blanco  flotante  velo.*    ^^  ^  r ,,, 
Reinó  un  instante  en  la  estancia  . 
El  mas  profundo  silencio  , 
Que  interrumpió  la  abadesa 
A  la  novicia  diciendoi  •>  '  ^=-^ 

— ^"Presto  hará  un  aflo,  hija  mia, 
Que  en  esta  santa  mansión 
Ha  hallado  tú  corazón 
La  paz  que  perdido  habia. 

De  tu  hogar  arrebatada 
Por  un  infamé  enemigo. 
En  ella  hallaste  un  abrigo 
Donde  vivir  ignorada. , 

.  Cuando  en  tu  justo  temor 
De  que  ese  noble  villano  ^  r 

P.34. 


406  OBftIk*  PO>ÉTIOAS 


Volvióse  á  atentar  tirano 
A  tu  ventura  6  ivt  hotior,  ^   '  • 

Te  decidiste  á  guardar . .  . 
£1  secreto  mas  sovere» 
Y  de  tu  anciano  escudero 
Aquí  la  vuelta  esperar, 

Fud  la  mano  del  Señor, 
Quien  guió  tu  paso  incierto 
Para  dirigii^te  al  puerto 
De  esperanza  salvador.'* 

Calló  la  ancianár  tm  insiiafíié, 
T  la  joven  trisUpiente 
Dobló  la  candida  f tente       •     r 
Palideciendo  el  semblante.         . 

— "Hoy  debes  cual  nunca  estar 
Firme  en  la  resolución, 
Que  tu  juicio  y  tu  razón 
Te  han  decidido  á  aceptar. 

La  voluntad  soberana 
En  ella  se  ve  patente 
Del  Ser  sabio,  omnipotente, 
Pe  quien  todo  bien  enama. 

Cuando  huyendo  de  la  suerte 
Horrible  que  te  esperaba. 
De  ser  de  un  infame  escUva^ 
Quisiste  darte  la  muerte, , 

£1  espíritu  del  mal 
Que  allá  en  el  Lurley  habita 
La  negra  pefla  maldita,    • ' ' 
Pensariiiento  tan  fatal 


J)K  íñüÉtL  IfÉÓáó,  4ÓÍ 


Sin  duda  te  sugirió ... . 
-^Perdonadme,  madre  mía, 
¿Quien  en  mi  lugar  no  haría 
Lo  que  hacer  intenté  yo? 

¿Quien  será  en  lanée  tan  inerte 
1  en  tan  tremenda  congoja, 
La  que  la  muerte  no  escoja 
Entre  deshonor  y  muerte?  > 

—Si  hubiera»  tú  confianza 
Kn  tu  Dios  depositado, 
El  te  habria,  hija,  salvado; 
Su  poder  tedo  lo  alcanza 

En  su  infinita  cknieneiA 
Dar  castigo  no  há  querido 
Al  pecado  cometido^  -  ^-  • 
Atentando  á  tu  existencia; 

Pues  que  en  el  trance  cruel. 
Por  las  ramas  detenida 
Salvó  un  milagro  tu  vida 

Al  despeñarse  el  corcel 

• 

Y  cuando  el  fiel  escndero 
Que  vuestros  pasos  seguia. 
Te  halló  desmayada  y  f ria 
A  la  orilla  del  sendero, 

Fué  tu  primer  pensamiento 
Al  recobrarte,  al  asiló 
Trasportarte  con  sigilo 
De  nuestro  humilde  convento, 

Hasta  el  dia  en  que  tomar 
De  Tierra  Santa  debia 


408. OBRAOS  POÉTICAS,  , 

Ehrenfels. . . . — ¡Ay!  y  es^  dia  ^ , 
No  me  fué  dftdo  aics^n^ax.]     ,  .. 


I    < 


■  i; 


En  vano  en  sa  busca  Hermann 
Partió  un  año  de  él  en  pos .... 
{Ay!  ninguno  de  los  ^  ii>  .■   ■  ■         ' 
Ha  vuelto. — Ni  volverán.'       '-^ 

Ten  resignación  y  fd 
— Madre,  bien  las  necesito. 
¿Por  qué  mi  amor  inñnilo 

Tan  desventurado  fué? 

■  .»í- .  .    , 


¿Por  qué  tan  negra  traición 
Me  reservaba  el  destíno,   > 
Qu3  al  empezar  mi  camino 
Me  destroza  el  corazón? 


En  el  dintel  de  la  vida, 
En  la  serena  mafiana      '      '' 
Que  radiosa  se  engalana    '  '    ' 
Y  amor  y  dicha  convida;  ""■ 

En  él  risueño  verjel 
En  donde  flores  y  ensueños 
Brotan  al  par  halagüeños 
En  luminoso  tropel, 

Cual  la  solitaria  flor 
Cuyas  galas  arrebata 
Cuando  indómita  desata 
La  tempertad  su  furor,       ;   . 

Inclino  en  mi  .honda  amargura 
Hoy  la  frente  macilenta 


"  Í)E  ISA¿BL  PRIETO.  '  409 


Al  sopló  de  la  toripenta    . 
Que  aniquila  mi' ventura. 

— Hija,  no  murmures. — No. 
Madre,  que  no  es  murmurar 
La  felicidad  llorar 
Que  el  mismo  cielo  nos  dio. 

— El  señor  te  destinaba 
Ija  dicha  dé  ser  su  esposa, 

Y  esa  prueba  dolorosa 
A  tu  corazón  guardaba. 

No  se  obtienen  las  divinas 
Prendas  del  amor  divino  '• 

Sino  siguiendo  un  camino 
Todo  sembrado  de  espinas. 

Aquí  encontrarás  la  paz 
Que  tu  alma  agitada  ansia, 

Y  olvidarás  hija  hiia. 

Un  mundo  ingrato  y  falaz. 

— Madre,  un  árido  desierto 

, .(»    'ti  - •  t    ■'■■■■■- 

Es  en  mi  dolor  profundo 

Tan  solo  para  rñi  el  mundo, 

Puesto  que  Gustavo  ha  muerto. 

¡Muerto!  ¿Ypiíede  el  pensamiento 
Concebir  esa  palabra. 
Sin  que  otro  sepnlcro  abra 
Tja  fuerza  del  súfrimienlio? 

— Hija  debes  dominaír 
Ese  dolor  exaltado . . . . '  ' 


410  OBRAS  POÉTICAS 


— Si  algún  día  habéis  ainado^, 
Madre,  dejadme  llorar. 

Dejad  que  alivie  mi  llanto. 
En  esta  lucha  violenta, 

Mi  corazón  que  revienta 

{Dios  mió!  le  amaba  tanto.» 

Hubo  una  pausa  angustiosa; 
Rienda  á  sus  pesares  dando 
Cubrió  el  rostro,  sollozando. 
Con  ambas  manos  la  hermosa; 

Ocultando  á  la  abadesa. 
Entre  inquieta  y  sorprendida, 
La  dulce  faz  oprimida 
Qua  tanto  dolor  expresa. 

Al  fín,  con  ademan  lento 
Tocó  la  rubia  cabe^^a  .  . 
La  anciana,  y  con  entereza 
Y  grave  y  solemne  acento: 

—"Debes  desechar  valiente 
Esos  recuerdos  prefijos 
Que  te  persiguen  insanos. 
Oscureciendo  tu  mente. 

Pobre  oveja  descarrilada 
Que  tras  sufrimientos  mil 
"^Vuelves  de  nuevo  al  redil 
Por  el  buen  pastor  llamada. 

Frágil  é  incierta  bajrqmU%  :  f 
Que  azotaba  el  mar  ^r^po,  .^ 


DI  I8ABBL  PmiTO.  411 


V 


Si  del  puerto  del  repoRO  _ 
Salva  llegaste  á  1a  orilla, 

Oye  las  fieras  bramar 
Desde  el  aprisco  cerrado, 

Y  deja  el  mar  irritado 
Contra  la  playa  azotar. 

Feliz  tú,  que  obedeciendo 
Al  mandato  soberano, 

Vas  del  bullicio  mundano 

Con  planta  Ugera  huyendo. 

Dichosa  tú,  que  abandonas 
Un  mundo  de  sinsabores. 

Y  con  las  candidas  flores 
De  la  vir^id  ie  jaronas. 

¿Por  qué  ese  triste  gemir? 
¿Por  qué  tan  amargo  duelo 
Cuando  á  las  puertas  del  cielo 
Vienes  abrigo  4  pj^ir? 

Lloras  de  Bhrenfels  la  muerte 
Sin  pensar,  en  ia  culpable    .^ 
Aflicción,  cuan  envidiable 
Es  su  venturos^  suerte. 

¿Por  qué  ese  dolor?  ¿Por  qué. 
Su  fin  glorioso  te  espanta? 

£1  ha  muerto  en  Tierra  &mta 

Combatiendo  por  k  té, 

£1  te  ha  dado  un  noble  ejemplo 
A  Dios  su  vida  imoeUindo, 

Y  til  llegas  murmurnédo 

A  los  umbrales  del  templo.  -V 


4112  OBRAS    POÉTICAS. 

/•-Madre  mia. . .  .^Ten  valor; 
Cercana  al  nionicnto  estás 
En  que  el  título  obtendrás 
Oc  espo.«a  del  Salvador.  ,  , . 

Ese  instante  por  tí  anhelo 
Que  tan  dulces  alegrías 
Trae:  dentro  de  tres  días,  ,^ , 
Hija,  tomarás  elvelo.     •    i!  í. 


— Ahl^r-Que  Dios  la  paz  te  dé. 
—Sofocando  mis  pesares 
Madre,  al  pié  de  los  altares 
Resignada  llegaré. 

->^Sobre  tí  de  Dios  imploro 
La  bendición  soberana. 
— ¡Madre!— Ven,  ya  la  campana 
Nos  llama,  hija  mia,  al  coro. 

Levantóse  la  abadesa 

Y  la  novicia  á  su,  ejemj^lo^ 

Y  entrambas  al  claustro  bajo 
Lentamente  descfendieron.  * 
Ya  las  religiosas  todas 

Al  sonoro  llamamiento     ' 
Van  en  procesión,  sus  pasos 
A  la  iglesia  dirigien4o, ,  ^ .  , . . 

Y  en  el  somlpiííOjTe^nto.^^^o ;,: 
Aun  esos  pasos )l^rQS|  .,J »,  ,.j/,.f. 
En  la  bóveda  despiertan 

No  8^  qué  dólienles  eeosL  :"  *   >< 
De  las  lámpanw  Apaoast  :     i  •    m     < 
Al  indeciso  refUjo^.  iiifúi   ^v    - 
De  fantátioa^  figutM     : .ti w r 


DE  19A3EL  PRIKTO.  413 

Se  revisten  los  objetos. 

Y  esas  formas  vaporosas*^' 
Con  albos  ropajes  luengos, 
Que  en  la  oscuridad  dibujan. 
Su  vaffo  contorno  incierto  " 
oemejan  esas  Visiones 

Que  aborta  ealenturientó"'  , 

En  una  noche  de  insomnio 

Nuestro  agitado  cerebro;   '"      .    \' 

Esas  extrañas  quimeras      /  ' 

Que  distinguir  no  podemos  ' 

Si  son  locas  creaciones 

De  la  vigilia  ó  del  áueñó. 

El  resplandor  de  las  luces     / 

De  la  iglesia,  que  el  extremo 

Del  corredor  iíumina, 

Un  cuadro  bafta  de  lleno    '' ' 

De  tres  blaneait  escultura*». 

Que  representan  el  tierno  '  '  ' 

Grupo  del  Calvario,  y  hoy 

Aun  existe  tan  completo 

Como  si  hubieran  ios  siglos 

Junto  á  él  pasado  sin,  verla 

De  la  dolorida  Madre    U  «r^»'      t'v^ 

Y  la  Magdalena  en  medio,' íii    ■      ' 
El  Cristo,  de  la  ágónía^M  ;-(,'        ;t/ 
En  el  instante  supremo^  '^»vt-   ■ 
Espira  en  la  cruz,' Ul  Padre»  i'  •    * 
Por  sus  verdugos  |ridienddi'<l  í       '    ' 

Y  esas  tres  grand«tl  fijfruHls  •"    -  ^    ' 
Que  se  alzan  del  pavimento  *' 

Y  parecen  formar  ^arte    ^'^  :'  '  ^'  * 

Del  silencioso  cortyOó;"^'^^^^      ' 
De  ese  fantástica  éaádWÍ'í ' - 
Doblan  el  extrañó  íi^ípéét*'   ^        ' 


414  OBitAs  poiriCAs 

Después  de  haberse  inclinado 

Con  devoción  y  respeto 

Ante  la  sagrada  imagen 

Las  religiosas,  saliendo, 

De  los  claustros,  por  la  puerta 

Del  coro,  desparecieron. 

Bertha,  la  jóvon  condesa 

De  Sonnenberg,  cual  cediendo 

De  soledad  y  de  calma 

Al  imperioso  deseo. 

Dejó  alejarse  á  las  monjas, 

T  con  hondo  abatimiento 

Se  apoyó  lánguidamente 
Sobre  el  macizo  antepecho 
Que  cierra  los  arcos  dobles. 
Levantando  al  firmamento 
Una  mirada  que  exhala 
En  su  expresivo  silencio. 
La  queja  mas  elocuente 
Contra  su  destino  «dy^isso. 
T  olvidán^ooe  del  eoro, 
De  las  monjas  y  «1  convento, 
Entregóse  al  dulce  encanto 
De  sus  amados  reeuerdos, 
Que  á  las  floren  deshcjad&s 
De  su  porvenir  ya  «aerio, 
Prestan  un  instante  vida 
Con  su  pudaimo  aliento. 

Y  á  Sonnenbwg  toasportóse 
En  las  ala»  de  du  «mpeño, 
Blando  nido  de  s«  -inlaficia 

Y  de  sas  juegos  primeros, 

Y  de  sus  primer^  goees   ;- 

Y  sus  prím^iio»  j^npefitoi^ 


DR  ISABBL  PBIBTO.  4t5 

Y  vio  á  su  anciana  nodri/A 
Cubriendo  de  tiernos  be!K>»       > 
La  bella  y  rubia  cabeza  ... 
Que  se  apoyaba  en  su  seno; 

Y  vio  á  su  hermana  de  leche, 
En  su  idioma  pintoresco 

Y  enigmático,  expresar 
Con  8U  alegría  su  afecto; 

Y  á  Gustavo  de  £hren£elfi,  < 
El  valiente  caballero, 

El  amante  apasionado, 
Esperando  ansioso,  inquieto, 
Con  el  pecho  palpitante, 
El  delicioso  momento 
De  conducir  al  altar  » ^ 

Al  tierno,  adorado  objeto    » ;  - 
De  su  culto  reverente        .i 

Y  de  su  carino  inmensa 

Y  cuando  asi  sumergida 

En  sus  caros  pensamientos»  • 
Fuera  de  aquellas  m9QM>ria» 
Olvidaba  el  mundo  entero,  u 
La  vaga  luz  de  una.  ^reírla, 
Las  pardas  nubes  BompieiMio, 
Iluminó  su  semblá^ite    .>* 

Con  un  pálido  desrlell<>«^ií,i  - 
Era  un  fulgor  iiideoÍB(^  .     i 
Apagado,  macilento,. 
Cual  la  luz  de  una  mi^da 
Que  se  nubla  en  Usm^  aoesbo. 
Al  verla,  cruzó  la  jóv^H: 
Ambas  manoa  sobr^  el  pwho» 

Y  las  perlas  ti^aspiwenitQS  : 
De  sus  párpado»  cayenéo»  :  •  • 


.  •  :'■* 


416  OBRAS   POÉTICAS 


Por  «UH  pálidas  mejillas      • 
Lánguidamente  corrieron. 
—'•Mi  madre  mi  suerte  llora.M 
Dijo  al  ñu  con  triste  acento, 

Y  los  bellos  ojos  fijos    -i 
En  el  opaco  lucero: 

— "Madre,  no  sufras,  quizá 
Nos  reuniremos  bien  presto. h 

Y  envolviéndose  en  el  manto 
De  flotantes  pliegues  sueltos, 
A  su  vez  encaminóse     i 

Al  coro  con  paso  lento. 

La  iglesia  está  solitaria, 

Silenciosa  como  el  yerto   • 

Corazón  cuyos  latidos 

Ha  apagado  el  sutrimiento. 

Del  anciano  sacristán 

Tan  solo,  de  tiempo  en  tiempo 

Resuenan  sobre  I&s  losas 

Los  pesados  pasos  huecos. 

De  los  cirios  del  altar 

El  fulgor  omairillento  ' 

Juega  en  las  dobles  columnas 

Y  en  los  primorosos  frescos 
De  que  están  de  las  tres  naves 
Los  altos  muros  cubiertos; 

Y  en  una  vaga  penumbra 
Deja  el  alto  coro  envutelto. 
Que  distinguir  nb  permite 
Los  graciosos  arabescos 
De  su  rica  balaustrada, 

De  nn  trabajo  tan  perfecto, 
Que  desde  aba^o  apar«ce 
Heoha  de  marfil  y  de  ébana 


.» 'j 


DE  ISABEL  PRIETO.  417 


De  sus  góticas  ventanas    '  •  *  i 
Reverberan  por  momentos 
Los  magníficos  cristales    , 
De  colores,  en  espléndido»  ' 
Cuadros  del  mas  imponente 

Y  maravilloso  efecto. 

Y  esa  llama  vacilante^ 
Misteriosa,  que  sobre  ellos 
En  ráfagas  desiguales 

A  intervalos  va  cayendo, 
A  las  hermosas  figuras         ' 
Presta  vida  y  movimiento; 
Que  se  inclinan  y  so  agitan 
Por  instantes  pareciendo. 
Ya  del  órgano  sonoro 
Se  alzan  los  grandiosos  ecos. 
Que  la  alta  bóveda  llenan  . 
Melancólicos  y  austeros, 

Y  las  voces  virginales 
En  argentino  concierto, 
En  alas  de  la  armonía 

Y  en  la  nube  del  incienso, 
Presentan  puras,  suaves 
La  casta  ofrenda  al  Eterno, 
De  sus  candidas  plegarias 

Y  sus  inocentes  ruegos. 
Postrada  Bertha  de  hinojos 
En  vano  lucha,  queriendo 
De  su  acalorada  mente 
Detener  el  raudo  vuelo. 
Del  encanto  del  pasado 

El  irresissible  imperio 
En  sus  amadas  memorias 
Vuelve  á  sumirla  de  nuevo; 

Y  con  la  frente  inclinada 


418  OBBAB    F0:ÉTI0A8 

Sobre  el  palpitAnte  pecho, 
Deja  el  tiempo  ile^liaarse 
Sin  Hentirlo  y  síq  saberlo. 
Cuando  volvió  de  8U  dulce 
Profundo  enagenamiento, 
Ya  el  altar  estaba  oaenro» 
Ya  el  coro  estaba  desierto, 
Sofocadas  ya  las  notas 
Del  armonioso  instrumento, 
Y  la  iglesia  solitaria,  • 
Silenciosa  como  el  y«rto 
Corazón  cuyo4  latidos 
Ha  apagado  el  Aof rimienta 


DX  ISABKL  PRIETO  419 


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^  , 


En  un  inmei^so  sáTon 
Del  almenado  cantillo 
Qae  de  Kateehellenbogen^ 
Lleva  el  signílSeativo 
Nombre,  que  tal  vez  expresa 
De  su  dueño  los  instintos; 
En  un  extensó  aposento 
De  alta  techumbre,  repito. 
Se  hallan  varios  personajes 
Alegremente  reunidos, 
Disfrutando  las  delicias 
De  un  festin,  ó  mejor  dicho. 
De  una  orgía  tremebunda 
Que  ha  sacado  ya  dé  tino, 

•  OododtlgatiK  ■"' 


I 

t 


420  OBRAS  poérrcAS 

De  los  unos  la  razón 

Y  de  los  otros  el  juicio. 
El  resplandor  de  las  luces 
Arranca  destellos  vivos 

De  las  armas  que  entapizan 
Los  muros  ennegrecido)». 
Cubren  la  mesa  abundosos 
Manjares  y  no  exquisitos, 

Y  en  los  anchos  cubiletes 
Circula  pródigo  el  vino^ 
Cuyos  efectos  demuestran 
Los  rostros  enrojecidos 

Y  las  lenji^uas  vacilantes 

Y  los  gestos  expresivos. 
Se  halla  el  alegre  banquete 
Dignamente  presidido 
Por  el  noble  castellano 

Y  alto  barón  Ludovico 
Juan  de  Katzenellenbogen, 
En  cien  leguas  conocido' 

A  la  redonda,  como  hombre 
De  tal  pecho  y  tanto  brío, 
Qne  no  hay  cosa  que  respeten 
Sus  antojos  ó  caprichos. 
En  medio  á  las  carcajadas, 
Las  blasfemias  y  1í)s  grite, 

Y  las  b^uicas  canciones, 

Y  salvajes  alaridos, 
Clamó  el  barón,  apurando 
Sin  saberlo  y  sin  sentirlo 
El  enorme  cubilete. 

Con  un  juramento  impío: 
— "¿Quién  de  vosotros  el  nombre 
A  pronunciar  se  ha  atrevido 
De  Bertha  de  Sonnenberg? 


DB  ISABEL  PRIETO.  4n' 


-^Yo. — Sabéis  bien,  Federico, 
Que  quiero  esa  necia  historia 
Dar  para  Hiempre  al  ulvido. 

Si  esa  joven  insolente 
Mis  homenajes  no  quiso 
Aceptar,  de  sus  desdenes 
Recibió  presto  el  castigo. 

Sí,  la  ondina  de  Lurley 
La  arrebató. — ;  Jesucristo! 
Barón,  en  vuestro  luffar 
No  estarla  yo  tranquilo. 

— ^iGallina! — Donde  se  mezcla 

El  espíritu  maligno 

—  jBah!  los  espíritus  malos 
No  han  de  atreverse  conmigo: 
Me  conocen  y  me  tienen 
Todo  el  respeto  deV)ido. 
— Justamente  hace  hoy  un  año 
Que  ese  suceso  inaudito 

Tuvo  lugai* ¡Pobre  joven! 

¡Tan  bella! — ¡Esta'rios  lucidos! 
¡Pobre  joven! . . . .  Con  cuarenta 
Mil  pares  de. .    .¡Sois  un  niño. 
Sabed  que  el  diablo  ó  la  ondina 
Ejecutores  han  sido 
Tan  solo  de  la  sentencia 
Dictada  por  el  destino; 
Que  si  hubiera  la  condesa 
En  su  des'len  insistido, 
De  la  alta  p^M'ia  Kx  habria 
Precipita*lo  yo  mismo. 

¡Qué  horror! — Estáis  esta  noche 
'  Timoratos  y  contritos 

p.  SI. 


OBRAS  POÉTICAS 


Como  cartujos  ó  monjas.  '-  *    . 
— En  tratándose  de  espiritas,     . 
Humildemente  confieso'  '« 
Que  soy  un  hombre  perdido;  •-  « 

Y  esa  intervención  patente    ;. 
De  la  ondina  en  aquel  sitio. 
Más  parece  la  afectuosa        '    • 
Intervención  de  un  amigo 

Que  por  cualquier  medio  salva        , 
Al  otro  de  un  gran  peligro, 

Que  no — Y  el  medio  es  curieso, 

A  lé  que  la  felicito, 
La  muerte. — Con  el  carácter 
De  la  condesa,  de  fijo 
Cien  muertes  y  má<,  habria 
A  ser  vuestra,  preferido; 

Y  pues  de  vos  defenderla 
La  ondina  á  ese  precio  quiso. 
No  estáis  en  su  calendario. ... 

— Dejad  discursos  ridículos; 
Nunca  al  cielo  ni  al  infierno    ' 
He  respetado  ó  temido, 

Y  del  infierno  y  del  cielo 
Hoy  como  siempre  me  rion 

Pronunciando  esa  blasfamia 

Con  el  rostro  contraído, 

Aplicó  tal  puñetazo        ' 

En  la  mesa,  que  los  vidrios 

De  las  estrechas  ventanas 

Sonaron  estremecidos.         f  ■  *■  ^ 

Agitáron«<e  las  luces,       ' ' 

Y  el  e?4pumeante  líquido 

De  los  vasos  desbordando  ,  ' 


DE  ISABEL  PRIETO.  423 


Cayó  en  dorado  rocío.     1:    >         .    ., 
Miráronse  unos  á  otros  * f  *  ,    ?    -  • 
Los  convidados  con  visos 


De  no  tenerlas,  cual  dioe 
El  refrán,  todas  cpnsigp; 
Porque  en  todos  es.as  hombrea 
Perversos  y  endurecidos, 
Que  osan  evocar  al  diablo^  » V 

Y  tiemblan  al  recibirlo,;-. 
La  superstición  ejerce  :; 
Su  poderoso  doiuinio; 

Y  el  recuerdo  del  Lurley 
Impresiona  en  lo  más  vivo 
Su  imaginación,  que  ciega 
La  sombra  del  fanatismo^ 

Cediendo  al  fin  al  arranque, 
O  verdadero  ó  fingido,  , 
Del  barón,  de  nuevo  toma     i 
La  orgía  su  loco  giro, 

Y  en  medio  á  los  juramentos, 

Y  los  broncos  alaridos,     *       ^ 

Y  las  báquicas  canciones, 

Y  desaforados  gritos,. 

Del  roneo  cuerno  se  escucha 

.  .        .-t 

El  destemplado  sonido;  - 
Señal  de  que  algún  viandante. 
Caballero  ó  peregrino, 
Demanda  para  esa  noche 
Hospitalioad  y  asilo.  * 
JN  inguno  de  ellos  lo  nota, 
Que  los  vapores  del  vino 
Les  tiene  completamente 
El  cerebro  entorpecido; 
Ni  oyen  un  rumor  de  pasos 


í  -       * 


-.■V\ 


r.^.i^^ ',■■- -L.',: --.L^  r-i  ■^■/..-■■f^'. ■.■.-'■:"■-.-■• -Al.-----  ■-•-'•  -'  -    ^'■'-'- "  ^-jajÉ-hMíWi'Vi' i-"iríTBti'     ■-    .  ..    .r.¡ó.A-.-t\.^ií¡A^¡¿i\  v':j?. .  i.  1»^ ...-.'^^ . ^    ■^.. 


424  OBRAS  POÉTICAS 


I      »!''    ■   '»" 


í*-^-   . 


En  los  salones  contiguos 
Ni  de  la  fuerte  armadura 
El  comp&sado  chasquido; 
Hasta  que  «úbitaraente         ***  " 
Cual  negro  fatitasma,  hijo 
De  ]a  horrible  pe<»adil  la 
De  un  corazón  afligido, 
En  el  umbral  de  la  puerta 
Recto,  arrrogante  y  sombrío 
Aparece  un  caballero     ' 
De  solo  un  hombre  seguido. 

Negra  armadura  le  cubre, 

Y  es  negro  el  penacho  rizo. 
Que  la  pesada  cimera 
Orna  en  fúnebre  aU^vío. 

Con  la  vi- era  calada 

Y  con  ademan  altivo 
Hacia  el  barón  se  adelanta, 
Que  irritado  y  sorprendido, 
Se  alza  á  inedias  de  ísu  asiento 
Sospechando  un  enemigo. 

Y  con  la  mano  en  el  puño 
De  la  espeda: — "Ludovico 
Juan  de  Katzenellenbogen 
Con  sonoro  acento  dijo, 
Por  miserable  é  infame, 
Sin  Dios  ni  \oy,  y  asesino, 

Y  traidor,  á  un  duelo  á  muerte 
Hoy  te  reto  y  desafion 

Y  con  lentitud  se  quita      ^ 
El  guantelt  te  bruñido, 
Que  á  las  luces  reverbera    ""     /^' 
Con  destellos  fugitivos, 

Y  á  las  plantas  del  barón 


■    :    tu 


■      -  r  ^í 


DE  ISABEL  PRIETO.  4f6 

— . — .         .     .  .      I  I 

Lo  lanza  calmado  y  digno, 
Del  pavimento  arrancando 
Como  un  lúgnbre  gemido.     " 

Furioso  el  barón,  rechaza 
Con  gesto  despreciativo 
La  manopla,  y  — ¿Tü  quién  eres, 
Mozal  vete  presumido — 
Grita  al  fin  con  voz  de  trueno, — 
Que  en  tu  necio  desvarío 
A  provocarme  te  atreves? 
Da  gracias  á  que  te  miro 
Con  el  más  alto  desprecio; 
Da  gracias  á  que  no  mido 
Jamás  mis  ilu.'^tres  armas 
Con  ningún  advenedizo,!! 

Sin  responder,  la  visera 
Levantó  el  desconocido, 
A  descubierto  dejando 
Un  bello  rostro  expresivo 

Y  juvenil,  cayos  ojos  ' 
De  un  azul  profundo  y  límpido' 
Anima  en  ese  momento 

De  la  indignación  el  brillo.         •?'^^^ 

— ^lEhrenfels! — exclaman  todos 

■-•.■■■'. 

Y  el  barón  se  pone  lívido. 
"¿Te  has  olvidado  de  Bertha 

De  Sonnenberg?  Yo  he  venido  *  * 
De  Palestina  á  venerarla.     !        i 

^ — Entonces,  amigo  mió,         ^ 
Al  Lurlei^vé  y  en  la  ondina         . 
Véngate,  cuyos  hechizos 
La  arrastraron. . . . — Bertha  exista 
Yo  lo  sé.  Dios  no  ha  querido 
Permitir  que  tus  cobardes 


'  Jj2 


426  OBRAS  POÉTICAS 


Y  venenosos  desi«<nios    ..;^'.   f/-  ;  •  s 
Nos  privaran  en  la  tierra    ,. 

De  ese  ángel  de  lu^, . . .— r¿Qué  ha^  dicho? 

¿Bertha  existe?  — íTú  dül iras!         r» 

"  ^        . ■  r        ■' "■ '"  '■■ '  -^ 

¿Tus  propios  ojos  la  han.  visto?        ^ 

— No,  quft  he  jurado  no  verla 

Hasta  que  haya  recibido        ,     .      . 

Tu  abominable  conducta 

E)  merecido  casti;;o.  ^      .        .       .   • 

Cumpliendo  mi  juramento,  .» 

Bertha  no  «abrá  que  existo.  ..;  r  » 
Hasta  que  decirla  pueda:  ...  j 
"Vengada  estás  del  inicuo  ■  •  ;,  .¡  ;,  -^^ 
Que  tu  hoqor  y  tu  existenci,a;  •  <  ' , 
Puso  en  tan  f^rave  peligro.n 
— Dios  siempre  al  derecho  asiste, 

Y  en  su  justicia  conño , 

Que  no  han  ^e  quedar  impunes 

Tumaldadytudelito.il     ,,,.  / 

— ¿Bertha  existe?  Tu  sentencia     ,^ 

Has  pronuncia(]o  tú  mismo. 

Esa  mujer  será  mia,     ,  .^.,^    ,  , 

Lo  juro.   Pues  que  propicip       .- 

El  infierno  la  coloca 

Otra  vez  en  mi  camino, 

Pasaré  para  obtenerla 

Sobre  tu  cadáver  frió. 

— Bien,  á  las  doce  te  espero 

En  el  Lurley.— Ya  te  áigo.íi 

El  barón  sobre  sus  armaíí^ 
Se  arroja,  en  el  paroxismo 
De  la  eiiibriaj^u  z  y  la  ira; 
Permanecen  sumer^iidos 
En  gran  estupor  los  otrog 


DB  ISABEL  PRISTO. 


De  su  hondo  terror  indicio; 

Y  el  joven  conde  se  aleja 

Del  anciano  Hermann  seguido, 

Y  al  fin  se  pierden  sus  pasos 
En  el  extenso  recinto. 


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OBRAB  POÉTICAS. 


VII 


Está  la  «noche  sombría 

Y  helada;  el  cielo  plomizo 
Extiende  sobre  la  tierra 
8u  toldo  descolorido; 
Espesos  copos  de  nieve 
Cayendo  en  revueltos  giros, 
Oabren  los  desiertos  campos 
Con  terso  manto  de  armiño; 
En  ráfagas  desiguales 
Sopla  el  cierzo  enfurecido 
Entre  los  ásperos  troncos 
De  los  siempre  verdes  pinos, 
X  entre  las  desnudas  ramas 
De  los  árboles  altivos 

Y  gallardos  que  coronan 
El  negro  y  enorme  risco 

Del  Lurley;  allá,  á  las  plantas 
Del  alto  peñasco  erguido 
Brama  con  voz  destemplada 


_  DE  ISABEL  PRIETO.  42t 

El  airado  remolino; 
En  olas  espumeantes 
Las  negras  aguas  del  rio 
Azotan  contra  la  orilla     " 
Con  lastimero  gemido; 
No  vuela  el  ave  nocturna, 
Que  entumecida  de  frió 
Lanza  desde  un  tronco  hueco 
Su  lamentable  graznido; 
Los  árboles  despojados 
Del  primaveral  aliño, 
En  cambio  de  albos  ropajes 
Por  la  escarcha  revestidos. 
En  la  sombra  dibujando 
Sus  perfiles  blanquecinas 
Semejan  blancos  fantasmas 
Que  atraviesan  con  sigilo 
En  sus  sudarios  en  vultos 
Un  cementerio  maldito, 
Por  haber  dado  á  una  bruja 
Bajo  sus  losas  asilo. 
Sin  cruces,  sin  inscripciones 
Desahogos  del  martirio 
De  un  corazón  que  la  muerte 
De  muerte  tal  vez  ha  herido. 
No  es  la  oscuridad  que  encubre 
Con  su  misterioso  abrigo 
En  un  caos  los  objetos 
Invisibles  é  indistintos; 
Es  una  luz  macilenta 

Y  chillante  al  tiempo  mismo, 
Que  las  pupilas  lastima 

Y  desazona  el  espíritu, 
Como  contrista  la  ronca 
Carcajada  del  delirio. 


480  OBRAS  POÉTICAS 


.  i;i 


De  grande  aflicción  mezclada 
Al  doloroso  suspiro. 
Toda  la  naturaleza 
Tiene  un  aspecto  fatídico, 
Bajo  la  doble  niortaja 
De  la  nieve  y  del  sombrío 
Ciclo,  que  en  el  alma  pesa 
Como  de  plomo  macizo. 
Sobre  la  vasta  meseta 
Cima  del  agreste  pico, 
Al  reflejo  funerario 
De  la  nieve, desprendido, 
Se  dibujan  débilmente 

Los  contornos  indecisos 
De  dos  figuras  extrañas. 
Espectros  ó  aparecidos, 
O  fantasmas  ó  visiones,   ,   . 
Porque  fuera  desvarío. 
Con  el  temporal  horrible 

Y  en  la  hora  en  que  los  vivos 
Ceden  del  mundo  un  instante 
A  los  muertos  el  dominio, 
Pensar  que  seres  humanos 

Se  encuentren  en  ese  sitio. 

Y  son  nx)  obstante  dos  hombres. 
Dos  mortales  enemigos  ;  -  , 
Que  de  su  vida  ó  la  agena 
Han  resuelto  el  sacrificio. 
Ambos  aceros  se  cruzan 

Con  pavoroso  ruido,  ' 
Al  chocarse  produciendo 
Un  resplandor  fugitivo; 

Y  en  medio  al  gemir  del  viento, , 

Y  al  mugir  del  remolino. 


\ 


DB  ISABBL  PBIHTO. 


ih 


Y  de  las  aguaé  inquietas '''  '  ' 
Al  misterioso qiiejido,      '  *■ 
Cubiertos  de  bl'anea  cschrchá. 
Bajo  los  nevados  biscos, 
Los  dos  combatientes  luchan ' 
Con  extraordinario  brio.  ' '.'-     ' ' 
El  joven  conde  se  muestra  *    * 
Firme,  sereno  y  tranquilo,  \  ^"^' 


:.< ' 


i»  ■ » ■ 


Mientras  el  barón,  furiosp,' 

Ataca  perdido  el  tino,     \ 

Al  fin  el  último  viendo, 

Que  pese  á  ^us  inauditos.  V 

Esfuerzos  pierde  terreno. 

Ya  fatigado  y  rendido 

Con  brusco  arranque  se  arroja 

Sobre  Ehr^nfels  de  improviso, 

Aprovechar  intentando  "         " 
Lo  que  imagina  un  descuido. 

Hubiera  indúdabh'hiente    •  ; 

Ese  ataque  re'pérltího   '  ^^   '  ' 

Y  traidor  el  reeultadó  '"'^^ 

Del  combate  decidido 

En  contra  del  noble  joven,    '    ' ' 

Que  apela  de  Dios  al  juicio; 

Pero  al  asestar  el  golpe 

Como  cobarde  asesin<j. 


(    I'  ,í4'»>'v 
•    i'      . 


Reirocede  bruscamente 
El  barón  cual  detenido.  *  *   " 
Por  una  mano  invisible 
Que  le  cerrara  el  camino;    ' 
Bompiendo  el  parduzco  manto 
De  que  se  halla  revestido 
El  firmamento,  una. estrella 
Asoma  en  los  intersticios, 
Un  resplandor  derramando 


i  \ 


'  i 


',> 


432  OBRAS   POÉTICAS 


Tan  deslumbrante  y  tan  vivido, 
Como  si  del  sol  un  rayo 
Robar  hubiera  podido. 
No  es  el  fulgor  argentado, 
Que  melancólico  y  tibio 
De  la  sonrisa  de  un  ángel 
Refleja  el  sereno  hechizo; 
Es  una  luz  penetrante, 
Un  resplandor  amarillo. 
Como  la  luz  que  derraman 
Sobre  un  f(?retro  los  cirios. 
£1  barón  alza  los  ojos. 
Que  guarda  en  la  estrella  fijos. 
De  ella  intenta  separarlos, 

Y  no  puede  conseguirlo; 
Ese  resplandor  lo  ciega 

Y  le  perturba  el  sentido; 
Ya  una  amenaza  parece, 
O  ya  del  cielo  un  aviso; 
Ya  el  fuego  de  una  mirada. 
Que  anima  con  rayos  vivos, 
Con  llama  desUi labradora, 
De  la  indignación  el  brillo. 
Siente  el  barón  por  sus  miembros 
Correr  de  la  muerte  el  frió, 

Y  erizados  los  cabellos, 

Y  el  semblante  contraído, 
Cual  si  tuviera  delante 
Una  visión  ó  un  prodigio, 
Ni  ataca  ni  se  defiende 
Dando  el  combate  al  olvido. 
Al  fin  con  violento  esfuerzo 
Logra  arrancarse  del  sitio 
Dando  la  espalda  al  contrario 
De  un  vértigo  poseído. 


BB  ISABEL  PRIETO.  43$ 


Y  frenético  á  la  orilla 

Se  lanza  del  precipicio. ... 
Se  oye  una  horrible  biasfemia. 
Un  ronco  y  agudo  grito, 

Y  con  más  fuerza  el  rumor 

Del  hondo  é  hir viente  abismo . . . 
Se  signa  el  conde  Gustavo, 
De  horror  profundo  transido, 

Y  al  descender  la  colina 
Hondamente  pensativo, 
Vuelve  la  vista  á  la  estrella 
Cuyo  fulgor  diamantino 
Es  pálido  ahora  y  triste 
Como  un  doliente  suspiro. 

Hay  algo  de  misterioso. 
De  melancólico  y  tímido  ^    - 
En  esa  luz  macilenta. 
Cuyo  lenguaje  expresivo 
Si  antes  decia  aborrezco,       ;  - 
Dice  ahora:  sufro  y  gimo; 
Si  antes  era  la  mirada 
Do  un  odio  ar<lia  infinito. 
Parece  velada  ahora 
Por  un  llanto  contenido. 

Se  estremece  el  joven  conde 
Cual  comprendiendo  esos  signos. 
— "Ahora  á  Colonia,  murmura. 
Justicia  de  Dios  ha  sido: 
Mas  la  estrella  palidece 

Y  anuncia  pena  ó  peligro. 

jBertha!  que  el  cielo  se  muestre 
Para  nosotros  benigno. 
De  un  negro  presen  amiento 
El  penetrante  cuchillo 


434  OBRAS    POÉTICAS 


El  corazón  me  desgarra 
Con  envenenado  filo." 

Pocos  instantes  después 
Sobre  el  tapiz  blanquecino 
De  la  nieve,  caballeros 
En  dos  potros  tan  sombríos 
Como  sus  duefloíí,  dos  bultos 
Se  deslizan  fugitivos; 
Al  resplandor  macilento 
Que  al  firmamento  plomizo 
La  espesa  alfombra  de  escarcha 
Envia  en  reflejos  lívidos, 
Parecen  almas  en  pena, 
Que  de  otro  mundo  han  venido 
A  advertir  á  los  humanos 
De  sus  placeres  lo  efímero, 
Pues  tan  rápidos  que  puede 
La  vista  apenas  seguirlos. 
Se  pierden  del  horizonte 
En  el  confín  indeciso. 


!     » 


DE  ISABEL  FRIETO  435 


■■■'■  ..-a:   '/  -'jírJÍí'f'ít^'v 


vm. 


Volvámonos  á  Colonia 
Si  por  dicha  no  te  cansa, 
Lector,  que  de  un  punto  á  otro 
Con  mi  narración  te  traiga. 
Resígnate  y  acompáñame,     ; 
Que  la  urbanidad  te  manda 
Concluir  devotamente 
La  narración  empezada. 

Hay  una  solemne  fiesta 
En  el  convento  de  Santa 
María  en  el  Capitolio, 
Que  desde  la  madrugada 
En  señal  de  regocijo 
Echa  á  vuelo  sus  campanas. 
A  su  poética  iglesia,       ^ 
Lujosame»te  adornada 
Con  banderolas  y  luces^. 
FoUtije,  flores  y  gasas,   ,' 


486  OBRAS   POÉTICAS 


La  multitud  se  dirige 

Curiosa  y  alborotada, 

Y  en  los  diferentes  grupos 

De  la  ceremonia  »e  habla. 

— "Se  dice  que  es  muy  hermosa 

La  novicia. — Son  palabras 

Al  aire,  es  una  extranjera, 

Nadie  la  conoce. — Juana 

Supone  que  es  una  j(5ven 

lie  una  belleza  extremada 

Que  ha  visto  en  el  coro  bajo 

Há  un  aflo. — ^¿ Y  cómo  se  llama 

La  monja? — üe  Sonnenberg 

— ¡Esclarecida  prosapia! 

— No  es  Bertha  de  Sonnenberg   . 

Esa  monja,  es  una  fábula; 

Há  mas  de  un  afio  que  ha  muerto 

La  heredera  de  esa  casa 

Ilustre.—  Efectivamente, 

Y  aun  creo  se  susurraba 

Que  se  habia  ahogado. — Cierto, 
En  el  Khin,  pero  las  aguas 
Que  arrojaron  el  caballo 
Muerto,  (lo  la  joven  guardan 

DI  cadáver,  ó —¿Qué?  —Que 

Tal  vez  la  ondina  la  haya 
Arrebatado  hasta  el  fondo 
De  su  guarida— 'Patrañas! 
¿Patrañas  la  ondina?  El  cielo 
Os  preserve  de  e-cucharla 
Cantar  al  pié  de  la  peña 
Del  Lurlev. — Si  me  mataran 
No  me  acercaría  nunca 
A  ese  sitio  ^^— El  tientpo  pasa 

Y  va  á  llenarse  la  iglesia. 


■4 


DIIUUU«b)tKH«(K'>  0t^ 


'i . 


i'f  r,j 


Yo  no  quiero  |hmi^  Ji«}fi. 

De  la  eeremoDÍ«(  ^«Umao^í 

— EniremoR. — Las  91[IP9«  igr^eiat   V    . 

A  Dios!  aui>.  iaucs^i^  tMHn{>0> 

— La  ceremonia  no  íAtám, 
Dicen  que  á  las  doce  empiesa." 
T  la  multitud  compaotf^ 

Y  gozosa  se  dirige 

A  la  iglesia  sin  tardanza. 
Bella  está  la  bella  iglesia 
Que  al  través  del  tieiapo  guarda 
Su  poesía  infinita 

Y  su  misteriosa  gr^ia. 
De  colores  diferentes 

Y  elegantes  formas  varias. 
Las  banderolas  descienden 
De  la  bóveda  elevada. '    , 
Iluminan  los  altares  . 
Altos  cirios,  ricas  lámparas, 

Y  aquelltisflprjes  que  en  esa 
Tierra  sombría  y  beláda 
Del  rigor  del  orádo  invierno 

Del  nombre  el  esi^ro  i^rrancf^;  ,',■ 

Del  templo  el  amÍ;K|enWJpeEyQ>^   ,  i' 
Ckm  deliciosa  f^í^l^;,;,^ 
En  medio  del  eoifffh^^^    ;    .^     ,  ^,  , 
Que  soUtarit^  9e,liallA    ,, .,,  ,^^^^.,^  .,,;^ 
En  ese  instañte,^^  ^     ^  j  .^;.  ^  , 
Beducidosef^^^fl^..  ;  .^^...    .,    ^  ^ 

Y  entre  las  flores  Y  luces 
Que  nsuenas  lo  engalái^^ 
Como  una  dtító  prímiésa    'f 
De  consuelo  y  esperanziL 
Como  el  faro  que  al  inaru^o. 

S6.r. 


b  V. .  :, .  w^ '.  ^  >A  -ktáil 


•  ii^i'-r  I  líitii-áaiitf 


4ttt'  'owmmtfcámaám* 


EnladesheeKif'baiqMfiei'     •"'     ' 
El  pnerto  de  «Mltadoil  ^*"'    •     '  '      '  ♦ 

Y  de  reposa  seftálA,  ^- '  -     •  .        * 
Del  Cristo'lá  santa  ihaágén  '     ' 
Melancólica  se  alza.   -   i; •::«.■»    ■>    j 

Está  ya  fá  iglesia  llena,  •  '  '    ;  ' 

La  multitud,  abitada,       /•        • 
La  hora  de  la  ceremonia 
Con  grande  impaciencia  aguarda. 

De  pronto  se  abre  en  el  coro 
Una  puertó,  estrecha  y  baja 
Que  al  interior  de  los  claustros 
Por  la  derecha  da  entrada, 

Y  entre  dos  fílas  de  monjas 
Cubiertas  por  jiegras  cap^s. 
Cuyos  largos  velo^i  nebros 
Las  velan  á  las  miradas, 
Vestida  de  blancas  ropas 
La  novicia  sé  adelanta. 
Siempre  en  dos  lafgi^s  liilera* 
Las  religiosas  avanzan,    « 

T  á  entrambos  lá¿os  del  coro^      ^     '^ 
Por  el  altar  ^paradf^/   ,      / 
Se  detienen  sílencídsas  . 
Como  sombríos' fantaáinas. 

En  cojín  de  terclbjielá  ' '  ' 
Que  guarnecen  rfcbi^  iránjaal» 
Ia  novicia  se  áftúdiIJÉa 
Del  Redentor  á  las  ^antás. 

La  vasra  luz  de  los  dríos 
Su  dulce  semblante  bafiA,  ; 
Pálido  cual  azucena 
Que  dobla  la  frente  candida . 
Aljenfurecido  soplo 


•  •» 


/ 1 

•í . 

I 


DI  isáSKt  ntiifo  élgf 


De  la  tempestad  ingrata^»**  • '  '  -  '^-^■ 
Bajo  la  nevada  4oca^  '    '^  «     -í 

Los  gruesos  bucles  se  eiseftpán  '  ^^  «•  * 
De  la  rubia  cabellera  »/>••;  ,  '  «^ 
Que  la  tijera  amenaia,    •  r  ^¿ 

Y  que  en  muy- breves*  instantes 
Dejando  de  ser  la  gala, ,  ■'.^ 
La  diadema  que  la  frente          •       '  - 
De  la  virgen  coronaba, 

Sembrará  el  suelo  en  despojos  • 

Esparcida  y  destrozada. 

Sus  grandes  ojos  azules       * 

Como  el  cielo  de  mi  patria. 

Tristes  y  húmedos  eleva 

En  silenciosa  plegaria.   ;,  v  .  i 

Con  su  mano  enflaquecida  i 

Como  el  alabastro  bl^inca»  v 

De  su  corazón  contiene  »«v*:  . 

Las  palpitaciones  rápidas.     • 

£n  el  solemne  momento;  fv     "  'i 

Quizá  las  fuerzas  le  íáltaiV'  ' 

Quizá  al  vol^et val  pasado-  > 

Tristemente  la  airada»    - -r  ;;         •  ,* 

Y  al  ver  su  amor  y  su  dicha    - 
Perdidos  en  lontananza»'  n-* 

Y  al  dar  á  las  ilusiones       >  *  '  " 

De  una  vida  que  empesaba,'    '  v  '  '  * 
A  las  flores  deÜeiosds-         -     '    •     '  V 
De  una  risutflamaí|«a«'  .♦■^^ii- '  ♦'  "^ 
Un  adiós  triste  y 'éterao;:'"''  '   ' 

Su  corazón  sodoffgafrra.   ««iv   • 
A  los  pies  delOuciflfjo  "•  "  '   -      '  ♦ 
Humildemente  postrada,  'tí  « 

Con  la  mano  sobro  el  pechó»   '  - 
Tan  inmóbil  y  tan  pálida» 


*v> 


■  ■fc-  t.  ■'•.■;L|  -¡.-  r"  «iriji 


Parece  la  belhi  ianágea  ^    ;  •  > 
De  la  Madre  Inmaeuladlif     ..    ■ 
Cuando  ¡en  eL  Qólgota  mira  ^ 
Por  la  ingratitud  humana 
Morir  al  divino  H\¡o . . . « 
AI  Hijo  de  aus  entrañas;  . 
Que  para  dar  una  idea 
Del  d^lor  que  despedaza 
£1  corazón  de  una  madre, 
Con  esa  palabra  basta. 
Comienza  el  acto  solemne 
Que  á  la  neófíta  separa 
De  un  mundo  que  las  mas  veces 
Sin  conocerlo  rechaza. 
Los  vapores  del  incienso 
£n  espirales  «re  alzan 
Y  el  tabernéuñilo  envuelven 
En  densa  nube  aromada' 
Del  órgano,  r€Mx>rrldo   "    " 
Por  hábil  mano,  se  exhala 
Una  armonl»  libávé,        .  ¡t  ' 
Tan  melancólica  y,  blandW, 
Que  ya  parece  jBÍia  qaeja,    ¡a-  ■ 
Ta  una  sonrikfak  empapüéa  i     ' 
En  llanto,  ya  la  onraion 
Que  del  alma  se  dermtña:  '■  t 
T  hasta  el  hamo  del  Ebemó , 
Sube  en  sus  celetios  a£Éai> 
La  multitud,  siempí»!  nrada^  I  ^  . 
Con  su  silencio  fffiodlamai   -!  ^■ 
El  interés  que  Illa eecilna 
Que  va  á  seguir  iidtmi^allá 
Sube  al  fin  el  MioenlotiD   ;  r  ; 
Alpúlpito^y  dOtvozalta  <  .. 
A  la  novicia  difije  ;.   ^  ;  ^ 


im  ISABBL  FRivro.  #ü 


■  r. '  \ 


Una  edificante  pláiic|i^«^t 

Pintándole  los  peligros  - 

Que  en  el  mundo  le  &f^ultfrdal)atIl^ 

Lo  vano  de  sus  plfeuseres, 

Sus  deeepoiones  oiBMrgM, 

Los  escollos  en  qnflppjDiede 

Tropezar  la  débil  baoefea  ^ 

En  ese  .mar  proceloso  -  '  «^       •       ' ' 

Que  la  existencia  se  llanu^ 

La  dulce  dichit  del  claustro,  i 

Donde  la  vida  resbaln  w  ^  ? 

Pura,  apacible  y  setena. 

Sin  inquietudes  ni  alarmas; 

Donde  no  penetra  el  soplo 

De  las  tormentas  mundant^, 

Que  en  la  puerta  se  detienen 

Y  en  el  exterior  estallan; 
Do  la  paz  de  la  inocencia 
Disfruta  tranquila  el  alma. 
Que  en  el  momento  supremo 
De  abandopar  su  morada 
Terrestre,  del  Reddntor 
Esposa  bendita  y  casta, 

Va  á  recibir  á  los  cielos 
De  la  pureza  la  palma 

Y  á  disfrutar  de  la  eterna 
Santa  bienaventuranza. 

Calló  el  sacerdote,  y  dobla 
Hecogida  y  resignada 
La  nueva  iponja  la  frente, 
Meditando  sus  palabras. 

■ — "En  este  solemne  instante, — 
Después  de  una  corta  pausa 
Prosigue  el  anciano, — ^hija, 


442  OBRAS  POÉTIOAS. 


Del  cielo  á  las  puertas  llamas, 
Para  pedir  el  glorioso 
Tittüoi  c[tie  ie  levahta    ■  ;   *• 
A  un  rango  mas  elevado   ' 
Que  el  tálamo  ¡de  un  monarca. 
J^ira  azucena  que  buscas  >'-' 
El  abrigo  qu»  te  falta     '    ti        • 
Bajo  el  árbol  que  hoy  te  cnbr» 

Con  sus  poderosas  ramas;  '  ■ 

Blanca  palbnia  qUe  vuelves     ' 
En  rápido  vuelo  al  Arca,      ' 
Pues  lejos  de  ella,  furiosos  ' 
Los  elemeneos  te  ei^pantan; 
Tímida,  inocente  oveja 
Que  negro  lobo  amenaza, 

Y  del  pastor  en  los  brazos 
Buscando  asilo  te  lanzas; 
El  Redentor,  que  sufrió 
Tortura,  muerte  é  infamia 
Por  ti,  las' puertas  del  templo 
Hoy  mo  ordena  que  te  abra, 
Pues  que  de  esposa  de  Cristo 
La  inmensa  dicha  demandas, 

Y  satisfecha  y  gozosa 
Estás  dispuesta  á  aceptarla. 

Ante  la  tierra  y  el  cielo 
Respóndeme:  Bertha  Paula 
Condesa  de  Sonnenherg, 
¿Con  voluntad  espontanea, 
Libre,  por  ningún  respeto 
Del  bajo  mundo  forzada, 
Aceptas  á  Jesucristo 
Por  tu  esposo?". . ,  .En  la  garganta 
De  la  novicia  cortó 


DB  UÁBBL  rftlITO.  448 


•I,  " 


La  respuesta  una  oleada 

De  gente  que hablay  se  agita;    u  r 

Un  rumor  de  pasos  y  armas 

Se  escucha,  iuegQ<UDa  voa 

Sonora,  vibrante  jiclaca^  ;>:..;;; 

Del  templo.ftl  ámbito  .lUnft^  i.  i 

T  los  ánimcsemlBaflga.         '  '>.'!'' 

*—"Bélrt)ia,¡e]c conde ^eEhréñl^U    ^ 
A  Dios  7  al  tátlndo  reelama   . 
Los  sagrados  juraméntón^  i   '  v' '  -'^^ 
Que  en  este  instaiité  ^uebratítáB.**  ' 

Se  oye  iin  grito  penetrante    *       •' 

Y  angustioso  que  taladra  * 
Aun  el  corazcHi  mas  duro,  ' 

Y  se  ve  una  forma  diáfana 
Tras  de  las  espesas  rejas  *   ' 
Tender  las  manos  cruzadas;     — 
Ijnego  un  gemido'masMébil 

Y  el  sordo  rumor  que  causa 
Un  cuerpo  que  se, desploma 
Sobre  las  losas  heladas.  , 

Si  un  rayo  hubiera  caído, 
Quizá  mas  extraordinaria 
La  impresión  no  fuera:  todos 

Los  semblantes  desencajan  ' 

El  asombro  y  el  terror,* ,   • 
La  curiosidad  ahogada.        : 

Cual  una  mar  cuyas  olas    ' 
Azota  negra  borrasca, 
De  la  multitud  inquieta 
Roncos  rumores  escapan. 
Todos  á  un  tiempo  preguntan, 
Nadie  á  responder  alcanza. 
Todo  es  sorpresa  7  tumulto. 


iiá  OBRitB  ft^ÉTICAB 


Todo  es  confuftioh  y  alarmai      * 
Hacia  el  centra  de  la-  igbuÁñ   i  >  ^  • 
Se  dirigen  ]a»  minwdas,  <>  i  <>.."  n 

Y  al  fin  to«ÍM  «e detienen  ni'     - 
En  la  íigur»^aUardat"^;i<uv  m-í  >\': 

De  un  jó v«n^> que  k»  flotaátit  >- 
Pliegues  de  saoanmi  oafHíita:  '   ^ 
Ha  /odMdQ  báoiaferikSk  y  mwMM 
Ensupe9^.]a/on<]eJm(Ml4  i 

Orue  cual  pi^^llo^  divino 
Db  sa  <«mpte^^  nolUe.j  £^ta. 

En  su  armadj^rai  que  el  polT>o    < 
De  un  largo  y^je  mancha,         ,  , 
Se  descubren  la9  fatigas :,      , 
De  su  penosa  jornada. 

Con  la  cabeza  desnuda 
Levanta  la  frente  vasta 
Que  el  sol  de  Orienté  ha  quemado 
Con  abrasadora  llama. 

La  mano  izquierda  se  apoya 
En  el  puño  de  la  espada, 
líiéntras  la  derecha  el  grupo 
De  religiosas  señala, 
Que  en  ese  instante  rodean 
A  la  joven  desmayada. 
El  anciano  sacerdote 
Del  pulpito  al  punto  baja, 

Y  al  extranjero  que  siembra 
Ese  desorden  se  avanza; 

Y  después  de  haber  cruzado 
Algunas  cortas  palabras, 
Ambos  en  la  sacrii^tia 
Desparecen  sin  tardanza. 
^jueda  solitario  el  «oro, 


DI  I8ABBL  PKIKTO.  445 


Todas  las  luces  se  apagan, 
T  la  multitud  curiosa, 
Descontenta  f  chasqueada, 
Que  en  resolver  el  problema 
Inútilmente  se  afana. 
Deja  la  iglesia»  entregándose 
A  suposiciones  varias. 


■*  •  >  -\i^.,6.    Nivr-"  é>M¿«.»-   íA«;*íTU 


>l»  t 


446  OB9AS  TOÉTIOAS 


.u'r  ■■>  ■'-   J  -4''    '^    '  W    , 

,*>■!. '  .M         ir   icii 
•'•■  >Lii^*, ,  ■.' lia.:   '  ;.      ).;    . 


Es  una  bella  tarde  de  verano, 
Se  acerca  del  crespúlo  la  hora, 
La  cumbre  el  sol  de  los  collados  dora 
Apenas  con  su  rayo  postrimer; 
Cruza  leve  el  celaje  nacarado 
El  limpio  firmamento  trasparente, 

Y  va  del  sol  la  muribunda  frente 
En  sus  pliegues  graciosos  á  envolver. 

Baña  la  luz  de  la  rosada  aurora 
Que  luminosa  y  diáfana  declina, 
En  la  cumbre  gentil  de  la  colina 
De  Sonnenberg  el  alto  torreón; 
Mientras  al  lejos  del  extenso  valle 

Y  la  fresca  llanura  deliciosa, 

Se  pierden  de  una  niebla  vaporosa 
En  el  ligero  y  nítido  crespón. 

Al  pié  de  r  alta  torre  del  castillo 
En  la  dulce  pendiente  del  coliado. 
En  un  risueño  y  natural  terrado 


DB  I8AB8L  FRIXTO.  44T 


Que  domina  el  paisaje  encantador, 
Dos  grupos  deliciosos  se  dibujan 
Que  uno  al  otro  expresivos  se  completan 
Y  la  dicha  purísima  interpretan 
Que  da  en  todas  sus  fases  el  amor. 

Bajo  el  fréAco  dosel  de  dos  castaño»  -*■. 
Que  mezclan  blancas  y  rosadas  ñores,     ' 
A  los  tibios  postreros  resplandores 
Del  sol  que  muero  en  lecho  de  coral; 
Sobre  el  blando  regazo  d^  unatinciana 
Que  io  contempla  estática  7  dichosa, 
Un  niño  bello  como  el  sol  reposa 
Que  le  preste  aureola  celestial. 

Emma,  la  amante  y  tierna  visionaria, 
Ante  la  anciana  madre  de  rodillas,     - 
No  siente  por  sus  pálidas  mejillas  v 

Dulce  llanto  de  dicha  resbalar;  *      ' 

Y  besando  la  frente  del  querube, 
Con  voz  suáre,  melodiosa  y  pura 

Un  canto  melancólico  murmura       ■ '       * 
Que  va  al  fondo  del  alma  á  resonar. 

A  una  corta  distancia  de  este  grupo 
En  un  rústico  banco  reclinados, 
En  la  inmensa  ventura  enagenados 
Que  les  llena  de  luz  el  corazón, 
Bertha  y  Gustavo  en  el  dormido  niño 
Húmedas  deteniendo  sus  miradas, 
Sonríen,  con  las  manos  enlazadas. 
De  su  dicha  á  esa  bella  encarnación. 

Como  la  negra  y  destrozada  nube 
Que  al  terminar  la  tempestad  se  aleja, 
Y  en  el  confín  del  horizonte  deja 
Sus  mutilados  restos  asomar; 


^448  OBBAB   POÉTICAS 


Ellos  ven  á  lo  l^joM  1a  momoria 
De  su  crüdl  pasada  d«»T«iiitira, 
De  esas  horas  ian  Uoomb  de  amargura 
Que  DO  pu«(to  serenos  qrecordar. 

Con  la  blanca  cabeza  descubierta, 
Con  potie  enternecido  j  «MpeittosOj 
Se  baila  no  lejos  del  £eliz  esposo 
El  viejo  Herxnann,  el  escudero  fiel. 
Recosido  ¿  los  pi^s  de  latondesa, 
Qi|d ,  muda  lo  ao^ioia-  blandamante, 
La  gallarda. cabeza  iuieligento 
Levanta  por  instantes  el  lebroL 

Se  ha  puesto  el  sol;  las  nubes  lentamente 
Han  perdido  sus  vividos  «olores; 
Comienzan  ya  los  lánguidos  rumores 
Que  anuncian  que  la  tarde  va  á  morir; 
Al  cielo  sube  la  argentada  niebla 
Que  extendiendo  su  diáfano  ropaje, 
Cubre  con  velo  de  flotante  encaje 
£1  luminoso  manto  de  zafir. 


Hamburgo,  Setiembre  de  1 876. 


IT'llV 


pionrifl. 


Prólogo  por  José  María  Vigil HL 

Apéndice >, 4 cxvn. 

OBBAS  F0ETI0A8  DE  ISABEL  FBIETO  DE  LAHDAZÜBI. 

fi!n  un  Álbum,  soneto , . ,.  3 

A  la  Sociedad  de  Bellas  Artes  de  Ouadali^ara 4 

A  un  Convento 6 

En  un  Álbum ^ 

A  mi  prima  T 10 

A  una  poetisa 18^ 

A  mi  prima  M 15 

A  la  Srita.  Dolores  Guerrero,  contestación. 17 

Melancolía SO 

A  mi  primo  Pedro  Landázuri 23 

Al  mismo.  * 28 

Al  mismo 33 

En  un  cumple  aflos 86 

En  San  Esteban. 89^ 

A  la  memoria  del  bravo. .^.. <..;. 41 

A  Guadalupe  en  un  baile  de  fantasía.  .!...<;. ^  49h 

A  lá  misma  en  sü  ai!>tiiii'/«3édtá  cítt  Íióittl»M  d0  itx  Yxtti- 

mana  O; ......;.;............  .w  ^ .  .i  ^  <««.»*..  *  4$ 

A  Vék  misma  en  un  bkilé  de  ítitítíláAh,  esterita  ett^ltenbré 

de  mi  hermana  J. . . .  ¿ . ; ; .  i « *  i  ¿  <  ^ « < .« < . « . .  i « • .  (1 

La  juventud.. .....  ..*;  .4 ....^ * * . ,  54 

A  VigU........; *.......,. 58 

Pobre  flor,  á  Vigil ;.......... 68 

A  mi  amada  li«tídana  Olarída. . .......... €7 

A  la  Srita.  Esther  Tapia,  eonteslaoioit. 70 

Despedida. 71 

Aml  querida  hertnattá  Julia. 75 

A  tai  muy  amado  padre,  dedicándole  el  drama  "Las  dOs 

flores." • .  i * ...  * 76^ 

A  mi  veterano *  •  • »  T^ 


«. 


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pXoinas. 


A  ün  poeta  ciego 80 

Al  fraile  del  carnaval .....;..*. 83 

En  el  Álbum  del  fraile  del  carnaval 86 

Inspiración  i .,»; .  ivl^i.. ... ...  !.'.'. 88 

La  paz,  soneto ....i 92 

A  mi  excelente  hermano,  Juan  Valle 93 

A  Maria  Vigil 96 

Al  desgraciado  autor  de  "Un  tipo  del  Siglo" 99 

Un  recuerdo 100 

A  mi  amada  hermana  Clarisa 103 

A  mi  hijo 104 

A  una  artista 108 

A  mi  apreciable  y  buen  amigo  el  Sr.  Dr.  D.  Juan  B.  Hi- 
jar  Y  Haro,  dedicándole  el  drama  "Ejpinas  de  un 

Error.' 109 

Himno  á  la  caridad 110 

A  una  violeta. 113 

A  una  mariposa 118 

El  eorderillo,  á  mi  hijo 123 

En  la  muerte  de  mi  spbrin*.  .^ « 128 

£1  prisionera  y  U  golondrina,  i  nú  querida,  tia  madre .  131 

A  una  yedra, , 140 

Al  autor  de  gfaciaa  é»  las  hembras,  soneto. 143 

El  »1U ,,.......  .M 144 

A. mi  tic  Juan«  ofreciéndole  un  ejeipplar  de  "Las  dos 

florea."........,.,,,....,,.   ., 149 

Lft  madre  y  el  niño .,,,,...,.... 151 

A  mi  Paye  escrita  ea  nombre  d.e  mi  hiJQi.  omitiéndole  . ,  ^ 

V.  un  reloj, el  dia  de  su  fiesia.>.,,»Ht«.t.*<*^4«>  •»•<••  155 

A  mi  esposo ..,...,,...,,«,,.......  157<  ¿ 

A  mi  apreciable  y  buen  amigo  el  General  Poeta.., ....  158. 

Juventud,  áElisa.. 159/ 

Qaadalajara,  á  mi  madre  muy  amada ...,....•  163 

A  tí Consolation,  Foi,  Espoir. 168. 


nt 

•  •••• 


» , 


FÁOINÁ& 


A  Jorgo  y  Daniel,  amistad  de  infancia 174 

El  no  me  olvides,  á  mi  hijo,,, 178 

La  vuelta  de  las  golondrinas,  á  mi  hijo 184 

Des  bas  et  dos  vers,  á  la  distinguida  poetisa  la  señora 

Doña  Silveria  Espinosa  de  Eendon j. 192 

A  mi  hija 196 

A  mi  hijo  dando  limosna 200 

•Oh  patria  mia! 205 

A  mi  hijo  Raúl. 209 

Esperanza , 213 

A  mi  querida  hermana  Matilde  Landázuri 216 

Las  dos  primaveras 218 

La  plegaria,  á  mi  hijo 221 

Recuerdo  de  gratitud 227 

A  mi  mamá  abuela. 231 

Desaliento , . . . 233 

A  las  almas  sensibles 236 

El  tallo  roto.. 240 

16  de  Febrero,  al  qne  después  £u4  mi  esposo. ........  243 

4N0  me  caso!,  á  D.  Manuel  bretón  de  los.  Herreros ....  24^ 

A  Victor  Hago. ....,•• • . . .  249 

La  abuela. .^ 255 

£1  ángel  y  el  niño,  á  mi  hi^q .  ^ .  ^  ^ . ,  •  .;^  ^^  • 259 

La  Tarde. ...:.............. . . .  26$. 

La  Caida  de  las  hojas.  A  mi  amable  amiga  Teresa  Qo- 

mez  delíeoocal... 270^ 

El  Plagio  del  CSorazon. .^ . .  276  < 

£1  (Sorrion  Muerto.  (A  mi  hijo). 281 

El  CJolibrí.,. 285 

En  el  Vallede  México. 290> 

¡Novele».  Sebastian!. 297 

Gratitud...  ;;.v;;v..........*.. .;...... ..........*.  808 

Mishijos..,.'. ...••  805 


■i, « 


jIgjsáb, 

|Hya! 30» 

Tristeza.  (A  mi  marido.) 314 

TBADUOOIOireS 

El  Crucifijo.  (A.  de  Lamartine) »  317 

A  un  viajero.  (Victor  Hugo. — "Feuilles'dautomne'* ). . »  321 
A  mis  amigos  S.  B.y  L.B. (Victor  Hugo. — "Feuilles'dau- 

torane)ii 325 

A  Laura  Dsa.  de  A*.  (Victor  Hugo. — Les  rayons  et  les 

ombres 327 

Oancion.  (Victor  Hugo. — Chátiments) 330 

La  Abuela.  (Victor  Hugo.) 331 

15  de  Febrero  de   1843.  (Victor  Hugo. — Contempla- 

iions.) 334 

El  Viejo  Cabo 335 

Los  Recuerdos  del  pueblo.  (Béranger.) 339 

Victor  Hugo.— Les  rayons  et  les  ombres.) 343 

La  joven  cautiva.  (André  Chenier.) ,  346 

Víctor  Hugo. —  (Les  chants  du  Crépuscule.) 349 

Siempre  á  tí.  (Victor  Hugo. — Odes.)  Abora  y  siempre. . .  351 

Su  nombre.  (Víctor  Hugo.— Odes.) .,  353- 

XX,  (Victor  Hugo.— Les  Feúiilea  B'autome.  ...•....♦  355 

A  USrita.  Luisa  B.(  Victor  Hugo.)....... ,  358 

Crepúsculo.  (Víctor  Húgó) 362 

BBETADSSOHHIÍHBEBQ. 

Atliector. 365 

Berta  de  Soniiéiif»er^.l..............^..... .....,»,  861^ 

n 373 

IH.  * .,. 879 

rr wa 

V .•., 398 

VI. 419 

VH 428 

Vm ....,.., 435 

Epilogo 44ft- 


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